Catena Áurea

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Habiendo llegado a Betsaida, presentáronle un ciego, suplicándole que le tocase. Y El, cogiéndole por la mano, le sacó fuera de la aldea; y echándole saliva en los ojos, puestas sobre él la manos, le preguntó si veía algo. El ciego, abriendo los ojos, dijo: "Veo andar a unos hombres, que me parecen como árboles". Púsole segunda vez las manos sobre los ojos, empezó a ver; y recobró la vista, de suerte que veía claramente todos los objetos. Con lo que le remitió a su casa diciendo: "Vete a tu casa; y, si entras en el lugar, a nadie lo digas". (vv. 22-26)


Glosa
Después de la comida de las muchedumbres, refiere el Evangelista el milagro de la vista dada al ciego, diciendo: "Habiendo llegado a Betsaida, presentáronle un ciego suplicándole que lo tocase".

Beda, in Marcum, 2, 34
Sabiendo que, como había curado el Señor al leproso sólo con tocarlo, del mismo modo daría la vista al ciego.

"Y El, cogiéndolo por la mano, lo sacó fuera de la aldea".

Teofilacto
Parece que una gran incredulidad había corrompido a Betsaida, puesto que le dice el Señor: "Ay de ti, Betsaida, que si en Tiro y en Sidón se hubiesen hecho los milagros que se han obrado en vosotros", etc. ( Mt 11, 21). Sacó, pues, fuera de la aldea al ciego, porque no era verdadera la fe de los que se lo habían llevado.

"Y echándole saliva en los ojos, puestas sobre él la manos, le preguntó si veía algo".

Pseudo-Crisóstomo, vict. ant. e cat. in Marcum
Le echó saliva y puso las manos sobre él, queriendo mostrarnos que la palabra divina unida a la acción obraba semejantes milagros, siendo la mano signo de la acción y la saliva de la palabra que sale de la boca. Le pregunta si ve algo, lo que no había preguntado a los otros a quienes curó, para manifestar que, por la imperfecta fe de los que conducían al ciego y de éste mismo, no habían sido abiertos del todo sus ojos. "El ciego -prosigue- abriendo los ojos dice: Veo andar a unos hombres que me parecen como árboles", porque su falta de fe le hacía declarar que veía de un modo confuso a los hombres.

Beda, in Marcum, 2, 34
Los que no tienen la vista clara pueden ver las formas confusas de los cuerpos, pero no los contornos de los miembros. Así que los que miran desde lejos o durante la noche, no pueden distinguir fácilmente si son árboles u hombres los que ven.

Teofilacto
No hizo ver en el acto al ciego por la fe, porque no la tenía perfecta, porque el remedio se da según la fe.

Pseudo-Crisóstomo, vict. ant. e cat. in Marcum
Fortificó, pues, su fe desde el momento en que empezó a ver, y en virtud de ella le hizo ver perfectamente. "Púsole segunda vez -prosigue- las manos sobre los ojos, y empezó a ver mejor"; y después añade: "Y finalmente, recobró la vista de suerte que veía claramente todos los objetos", curado verdaderamente de la vista y de la inteligencia.

"Con lo que le remitió a su casa, diciendo: "Vete a tu casa, y si entras en el lugar, a nadie lo digas".

Teofilacto
Lo mandó de este modo porque, como queda dicho, eran incrédulos, y podían hacerle sufrir e incurrir a la vez ellos mismos, no creyendo, en una culpa más grave.

Beda, in Lucam 34
O bien: da ejemplo a los suyos para que no busquen el favor del pueblo con motivo de las cosas admirables que hagan.

Pseudo-Jerónimo
En sentido místico, Betsaida significa la casa del valle, esto es, el mundo que está en este valle de lágrimas. Llevan un ciego al Señor, es decir, a un hombre que no ve lo que fue, lo que es y lo que será. Le ruegan que lo toque. ¿Y quién es aquel a quien toca el Señor, sino el que tiene verdadero arrepentimiento?

Beda, in Marcum, 2, 34
Nos toca el Señor cuando nos ilumina con el soplo de su Espíritu, y cuando nos anima a reconocer nuestra propia enfermedad y al estudio de las virtudes. Toma la mano del ciego para confortarlo en la ejecución de las buenas obras.

Pseudo-Jerónimo
Y lo lleva fuera de la aldea, esto es, de la ciudad, para que recobre la vista y vea la voluntad de Dios por el soplo del Espíritu Santo. Poniendo sus manos en él, le pregunta si ve, porque por las obras del Señor se ve su grandeza.

Beda, in Marcum, 2, 34
O bien: poniendo saliva en los ojos del ciego, puso en él sus manos para que viera, porque curó la ceguedad del género humano con dones invisibles y con los sacramentos de la humanidad que le había tomado. La saliva, que procede de la cabeza del hombre, designa la gracia del Espíritu Santo. Pero al que podía curar de una vez con una sola palabra, lo cura poco a poco, para manifestar cuán grande es la ceguedad humana, la cual vuelve de a pocos y como gradualmente a la luz; y para indicarnos su gracia, con la cual nos ayuda en cada paso que damos a la perfección. Cualquiera, pues, que haya estado por largo tiempo en la oscuridad, de modo que no pueda discernir entre el bien y el mal, cree que son árboles los hombres que se ofrecen a su vista, porque ve obrar a la muchedumbre sin la luz de la discreción.

San Jerónimo, super Et aspisciens ait
O bien: ve a los hombres como árboles, porque los considera superiores a él. Puso de nuevo las manos sobre sus ojos, para que lo viera todo con claridad. Esto es, lo invisible por lo visible, y para que con la vista de su corazón purificado contemplara el estado claro de su ser después de las sombras oscuras del pecado. Lo mandó a su casa, es decir, a su corazón, para que viera en sí lo que no vio antes, porque el hombre que desespera de su salud, piensa que no podrá llevar a cabo de ningún modo lo que una vez iluminado le parece fácil.

Teofilacto
O bien: después que le curó lo mandó a su casa, porque nuestra casa es el cielo y las mansiones que hay en él.

Pseudo-Jerónimo
Le dijo: "Y si entras en el lugar, a nadie lo digas". Esto es, cuenta a tus vecinos tu ceguedad, no tu virtud.


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