Catena Áurea
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← Jn 5, 41-47 →
"No recibo gloria de hombres. Mas yo os he conocido que no tenéis el amor de Dios en vosotros. Yo vine en nombre de mi Padre, y no me recibís: si otro viniere en su nombre, a aquél recibiréis. ¿Cómo podéis creer vosotros que recibís la gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria, que de sólo Dios viene? No penséis que yo os he de acusar delante del Padre: otro hay que os acusa: Moisés, en quien vosotros esperáis. Porque si creyéseis a Moisés, también me creeríais a mí: pues él escribió de mí, mas si a sus escritos no creéis, ¿cómo creeréis a mis palabras?" (vv. 41-47)
Crisóstomo in Ioannem hom. 40
Como el Señor había hecho mención antes del testimonio de San Juan, del de Dios y del de las obras de sus siervos para atraerlos más hacia sí, era probable que muchos creyesen que decía esto porque deseaba la gloria de los hombres. Y con este fin, dice en contra de esto: "No recibo la gloria de los hombres". Esto es, no necesito, porque mi naturaleza no es de tal manera que necesite la gloria que procede de los hombres. Y si el sol no recibe aumento de luz de la luz de otra antorcha, con mucha más razón no necesito de la gloria humana.
Alcuino
Ni recibo gloria alguna de los hombres, esto es, no busco la alabanza humana, porque no he venido a recibir honra material de los hombres, sino a dar honra espiritual a los hombres. Por tanto, no digo esto para buscar mi propia gloria, sino que me compadezco de vosotros, que vivís en el error, y deseo traeros al camino de la verdad. Por esto dice: "Mas yo he conocido que no tenéis el amor de Dios en vosotros.
Crisóstomo, ut supra
Como diciendo: y por eso he dicho esto, para convenceros de que no me perseguís porque amáis a Dios; porque El da testimonio de mí por medio de las obras y por medio del Espíritu Santo. Sucedería, pues, que así como me despreciáis, creyendo que soy enemigo de Dios, ahora vendríais a mí si amaseis a Dios, pero no le amáis. Y les dio a conocer que esto era verdad, no sólo por lo que había pasado, sino por lo que habría de suceder, diciendo: "Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me habéis recibido: si otro viniere en su nombre, le recibiréis". Y dice que ha venido en nombre del Padre para deshacer toda ocasión de impiedad.
Alcuino
Como si dijera: he venido al mundo para que el nombre de mi Padre sea glorificado por mí, puesto que todo lo atribuyo al Padre. Como no tenían amor de Dios, no querían recibir a Aquél que venía a hacer la voluntad del Padre. Mas el Anticristo vendrá, no en el nombre del Padre, sino en el suyo propio, y no buscando la gloria del Padre, sino la suya. Y como los judíos no quisieron recibir a Jesucristo, se les castigará su pecado con mucha razón, haciéndoles que reciban el Anticristo, para que los que no quisieron creer en la verdad crean en la mentira.
San Agustín De verb. Dom. serm. 45
Pero oigamos también lo que dice San Juan: "Habéis oído que viene el Anticristo, y ahora hay muchos que se han hecho anticristos" ( 1Jn 2, 18). ¿Qué hay de temer en el Anticristo, sino que su nombre habrá de ser honrado y el nombre de Dios despreciado? ¿Qué otra cosa hace el que dice: "soy yo el que justifica" y "si no fuésemos buenos, habríais perecido?" ¿Ha de depender de éste mi vida, y mi salvación estar ligada a la suya de este modo? ¿No habría olvidado lo quién es mi fundamento? ¿Acaso no es Jesucristo la piedra?
Crisóstomo, ut supra
De este modo, pues, pone de relieve la falta de religiosidad de aquéllos. Como diciendo: si me perseguís porque amáis a Dios, mucho más conviene que lo hagáis con el Anticristo. Porque él no dirá que ha sido enviado por el Padre, ni que ha venido para hacer la voluntad de El, sino que por el contrario, usurpando lo que no le pertenece, dirá que es Dios, y que está sobre todas las cosas. Por lo que se da a conocer que perseguían a Jesucristo por envidia, y por su aversión a Dios. Además expone la causa de su infidelidad, diciéndoles: "¿Cómo podéis creer vosotros, siendo así que aceptáis mutuamente la gloria, y no buscáis la gloria que sólo viene de Dios?" Aquí les manifiesta repetidamente que no tendían hacia las cosas de Dios, sino que querían defender sus propias pasiones.
Alcuino
Es un pecado grave la jactancia y la ambición de la humana alabanza, que quiere que se la crea adornada de las prendas que no tiene. Por tanto, no pueden creer, porque tienen ambición de gloria mundana; ¿y qué otra cosa es la ambición de la humana alabanza, sino la hinchazón del alma soberbia? Como diciendo: que el alma de aquéllos, que era soberbia, deseaba ser alabada y ensalzada sobre todos los demás.
Beda
No puede precaverse este vicio de otro modo que entrando dentro de nosotros mismos, y considerando que no somos más que polvo, y que si comprendemos que en nosotros hay algo bueno, no creamos que procede de nosotros mismos, sino que debemos atribuirlo a Dios. Se nos enseña también que debemos portarnos siempre como deseamos ser tenidos por los demás. Finalmente, podrían responder: ¿Luego nos acusarás delante de tu Padre? Y por lo tanto, previniendo esta pregunta, añade: "No penséis que yo os he de acusar", etc.
Crisóstomo, ut supra
Esto es, porque no he venido a condenar, sino a salvar. "Otro hay que os acusa; Moisés, en quien vosotros esperáis". Así como de la Escritura había dicho antes "en la que vosotros suponéis la vida eterna", así dice de Moisés, "en quien esperáis", encerrándoles en sus propios argumentos. Pero dirían: ¿Y cómo nos acusará aquél? ¿Qué de comparable hay entre tú y Moisés, siendo así que no guardas el sábado? Y por esto añade: "Porque si creyéseis a Moisés, también me creeríais a mí; pues él escribió de mí". Esto tiene sus fundamentos en las anteriores pruebas. Y estando demostrado por mis obras, por el testimonio de Juan, y por el de mi Padre, que he venido de Dios, comprenderéis que Moisés os acusará, porque dijo: "Si viene alguno haciendo milagros, encaminando hacia Dios y prediciendo con verdad lo que ha de suceder, convendrá obedecerle". Y Jesucristo hizo todo esto, y sin embargo no le creyeron.
Alcuino
Acaso dijo esto ateniéndose a nuestro modo de pensar, y no porque pueda caber duda en Dios. Moisés, pues, escribió acerca de Jesucristo, diciendo: "El Señor os levantará un profeta de entre vuestros hermanos; y así como a mí, también le oiréis a El" ( Dt 18, 15).
San Agustín Contra Faustum 16, 9
Pero todo lo que escribió Moisés, lo escribió refiriéndose a Jesucristo. Esto es, todo pertenece a Jesucristo: ya sea que lo anuncie por medio de figuras en las cosas, en las acciones, o en las palabras, o ya sea que recomiende su gracia y su gloria.
Prosigue: "Mas si a sus escritos no creéis, ¿cómo creeréis a mis palabras?"
Teofilacto
Como diciendo: El, además, escribió y dejó sus libros entre vosotros, para que si os olvidaseis, podáis recordarlo fácilmente; y si no habéis creído en lo que está escrito, ¿cómo creeréis en mis palabras que no están escritas?
Alcuino
De aquí se deduce que los que leen los preceptos (que prohiben el robar y otras acciones malas) y dejan de cumplirlos, no pueden cumplir tampoco los mandatos del Evangelio, que son más perfectos y sublimes.
Crisóstomo, ut supra
Y en realidad, si se fijaran en lo que se les decía, le hubieran rogado que dijera qué era lo que Moisés había escrito acerca de El, pero se callaron. De tal condición es la maldad, que por más que vea u oiga continúa guardando siempre su veneno.