Catena Áurea

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Judas, pues, habiendo tomado una cohorte y los alguaciles de los Pontífices y de los fariseos, vino allí con linternas y con hachas y con armas. Mas Jesús, sabiendo todas las cosas que habían de venir sobre El, se adelantó y les dijo: "¿A quién buscáis?" Le respondieron: "A Jesús Nazareno". Jesús les dice: "Yo soy". Y Judas, aquel que lo entregaba, estaba también con ellos. Luego, pues, que les dijo yo soy, volvieron atrás y cayeron en tierra. Mas El les volvió a preguntar: "¿A quién buscáis?" Y ellos dijeron: "A Jesús Nazareno". Respondió Jesús: "Os he dicho que yo soy, pues si me buscáis a mí, dejad ir a éstos". Para que se cumpliese la palabra que dijo: De los que me diste, a ninguno de ellos perdí. (vv. 3-9)


Glosa
Había demostrado el Evangelista el modo como Judas pudo dar con el sitio donde estaba Cristo; ahora explica cómo llegó, diciendo: "Judas, pues, habiendo tomado una cohorte y los subalternos de los Pontífices", etc.

San Agustín, in Ioannem, tract., 112
La cohorte no fue de judíos, sino de soldados. Entiéndase que la recibió del Procónsul para prender al culpable, observando el procedimiento de autoridad legítima, a fin de que nadie osara hacer resistencia, a pesar de ser tanta y tan bien armada la gente que iba, que asustaba y acobardaba la idea de que alguno se atreviera a defender a Cristo.

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 82
¡Pero de qué modo se ganaron a los soldados con dinero, que iban dispuestos a todo!

Teofilacto
Llevaban haces y linternas, por si Cristo se escapaba ocultándose en la oscuridad.

Crisóstomo, ut supra
Muchas veces habían enviado, en otras ocasiones, a prenderlo, pero no lo consiguieron. De donde claramente se ve que en aquella se entregó espontáneamente. Por eso dice: "Jesús, pues, sabiendo todo lo que iba a venir sobre El, se adelantó y les dijo: "¿A quién buscáis?"

Teofilacto
No pregunta para querer saber (pues perfectamente conocía todo lo que le iba a suceder), pero queriendo manifestar que, aun estando presente, no podía ser visto ni distinguido por ellos; "Díjoles el Señor: Yo soy".

Crisóstomo, ut supra
Estando en medio de ellos, cegó sus ojos. Y para manifestar que no fue por causa de la oscuridad, indica el Evangelista que llevaban luces. Si, pues, no las llevaran, habían de conocerle al menos por la voz. Y si Judas, que siempre había estado con El, no le conocía, tampoco le hubieran conocido ellos; por esto añade: "Estaba también Judas", etc. Hizo esto el Señor para manifestar que, no sólo no le hubieran podido prender, pero que ni aun le hubieran visto estando en medio de ellos, si El no lo hubiera permitido; por esto dice: "En cuanto les dijo: yo soy, retrocedieron", etc.

San Agustín, ut supra
¿Dónde está la cohorte de soldados? ¿Dónde está el terror y el aparato de las armas? Una voz rechazó, hirió y derribó a tan gran turba, enfurecida de odio y temible por las armas, sin disparar una saeta. Es que Dios se ocultaba bajo la carne, y el eterno día de tal modo se escondía en los miembros humanos, que era buscado por las tinieblas con la luz de las linternas y de los haces para distinguirle. ¿Qué hará como Juez el que como reo así obra? Ahora, por medio del Evangelio, hace resonar por todas partes esta palabra: "Yo soy", dice Cristo, y los judíos esperan al anticristo, para volverse atrás y caer en tierra, porque los que abandonan el cielo desean la tierra.

San Gregorio, super Ezech. hom 9
¿Por qué razón los elegidos caen de cara y los réprobos de espalda, sino porque el que cae de espalda no ve a dónde cae, al paso que el que cae de frente ve dónde cae? Por eso los malvados, que caen en las cosas invisibles, caen de espaldas, porque caen en donde no pueden ver lo que les viene detrás, mientras que los justos, que se abniegan a sí mismos y a las cosas visibles para levantarse por medio de las invisibles, caen como de cara, porque, arrepentidos por el temor, se reconcentran y humillan.

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 83
Nadie diga que el Señor mismo indujo a los judíos a que le matasen, entregándose El mismo en sus manos; pues claramente les demostró lo que bastaba para que ellos desistiesen. Pero por cuanto permanecían en su malicia, y no tenían excusa, entonces se entregó El mismo en sus manos. Por eso, "Volvió, pues, a preguntarles, ¿a quién buscáis? pero ellos", etc.

San Agustín, in Ioannem, tract., 112
Ya habían oído primero, yo soy, pero no habían comprendido que el que pudo todo lo que quiso, no quiso esto. Pero si nunca hubiera permitido el ser prendido por ellos, no habrían llevado a cabo aquello por lo que venían, ni El hubiera hecho aquello por lo que había venido y, por tanto, después de haber mostrado su poder a los ojos de los que querían y no podían prenderle, se deja prender para hacerles cumplir inconscientes su voluntad. Y sigue: "Si, pues, me buscáis a mí, dejad ir a éstos".

Crisóstomo, ut supra
Como si dijera: "Si me buscáis a mí, nada tenéis que ver con éstos; he aquí que yo mismo me entrego", demostrando así la consecuencia de su amor a los suyos, hasta la última hora.

San Agustín, ut supra
Esto manda a sus enemigos, y hacen esto que manda; les permite que se vayan aquellos que El no quiere que perezcan.

Crisóstomo, ut supra
Para demostrar el Evangelista que esto no fue efecto de la voluntad de ellos, sino del poder del que era prendido, añade: "Para que se cumpliese la palabra que dijo: Porque no perdí a los que me diste", etc. Esta perdición no se refería a la muerte natural, sino a la eterna, pero el Evangelista la entendió de la muerte presente.

San Agustín, ut supra
¿Acaso no habían de morir después? ¿Cómo entender que los perdería si entonces morían, sino porque aún no creían en El como creen los que se salvan?


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