Entrada: " Sálvanos, Señor Dios nuestro, reúnenos de entre los gentiles: daremos gracias a tu santo nombre, y alabarte será nuestra gloria " (Sal 105, 17).Colecta (Veronense): " Señor, concédenos amarte con todo el corazón y que nuestro amor se extienda, en consecuencia, a todos los hombres ".Ofertorio (Veronense): " Presentamos, Señor, estas ofrendas en tu altar como signo de nuestra servidumbre; concédenos que, al ser aceptadas por ti, se conviertan para tu pueblo en sacramento de vida y redención ".Comunión: " Haz brillar tu rostro sobre tu siervo, sálvame por tu misericordia, Señor, que no me avergüence de haberte invocado " (Sal 30, 17-18). " Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra " (Mt 5, 3-4).Postcomunión (del Misal anterior, inspirada en el Veronense): " Reanimados por los dones de nuestra salvación, te suplicamos, Señor, que el pan de vida eterna nos haga crecer continuamente en la fe verdadera ".
Las bienaventuranzas nos exhortan a una profunda regeneración interior. Solo si las recibimos podremos " tener los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús " (Flp 2, 5).
–So 2, 3; 3.12-13: Dejaré en medio de ti un resto pobre y humilde. Ya desde el Antiguo Testamento, y a pesar de la universalidad de la Redención prometida, los destinatarios directos de la salvación de Dios son los humildes de corazón. Ellos son ese " resto de Israel ", que solo espera de Dios su salvación.Todos los hombres estamos llamados a formar parte de ese pueblo de quienes se reconocen pobres ante el Señor, según ese texto de Sofonías. Muchas veces los Santos Padres llaman a la humildad, presentándola como la condición primera de los que pertenecen a Cristo. Así lo hace San Juan Crisóstomo:" Puesta la humildad por fundamento, el arquitecto puede construir con seguridad sobre ella todo el edificio. Pero si ésta se pierde, por más que tu santidad parezca tocar el cielo, todo se vendrá abajo y terminará catastróficamente. El ayuno, la oración, la limosna, la castidad, cualquier otro bien que juntes, si falta la humildad, todo se escurre como el agua y todo se pierde " (Homilía sobre San Mateo 15, 2).-Con el Salmo 145 proclamamos: " El Señor hace justicia a los oprimidos, da pan a los hambrientos, liberta a los cautivos, abre los ojos al ciego, ama a los justos, guarda a los peregrinos, sustenta al huérfano y le da vida... El Señor reina eternamente ".Adoptando esta actitud de humildad y de disponibilidad radical, el creyente participa de la gloria de los tiempos nuevos. Cristo ha vivido esta realidad. Él ha dicho: "aprended de Mí a ser mansos y humildes" (Mt 11, 29). Él es en la Cruz el representante por antonomasia del pueblo pobre y humilde. Resucitado, es el centro vivificante para todo hombre y para todo pueblo, a condición de que sigamos su camino, que entremos en su escuela de santidad, en la que Él nos comunica la difícil fortaleza de su mansedumbre y la grandeza formidable de su humildad.
–1Co 1, 26-31: Dios ha escogido lo débil del mundo. Los criterios de Dios no son los criterios de los hombres (cf. Is 55, 8). Unas diez veces ha comentado San Agustín este pasaje paulino:" Hemos dicho, hermanos, que el Dios humilde descendió hasta el hombre soberbio. Reconózcase el hombre como hombre y manifiéstese Dios al hombre. Si Cristo vino para que el hombre se humillara y a partir de esa humildad creciera, convenía que cesara ya la gloria del hombre y se exaltara la de Dios, de modo que la esperanza del hombre radicase en la gloria de Dios y no en la suya propia, según las palabras del Apóstol: "quien se gloríe que se gloríe en el Señor" (1Co 1, 31)..." He aquí, hermanos, que la gloria de Dios es nuestra propia gloria, y cuanto más dulcemente se glorifique a Dios tanto es mayor el provecho que obtendremos nosotros. Dios no ganará en excelsitud por el hecho de que le honremos nosotros. Humillémonos y ensalcémoslo a Él... Confiese, pues el hombre su condición de hombre; mengüe primero, para crecer después " (Sermón 380, 6).
–Mt 5, 1-12: Dichosos los pobres de espíritu. La carta magna de la autenticidad cristiana ha quedado en el Evangelio con el nombre de Bienaventuranzas. Ellas reflejan exactamente las maneras de ser el Hijo de Dios, que se hace hombre para hacernos a los hombres hijos de Dios. San Juan Crisóstomo comenta:" Escuchemos con toda diligencia Sus palabras. Fueron pronunciadas para los que las oyeron sobre el monte, pero se consignaron por escrito para cuantos sin excepción habían de venir después. De ahí justamente que mirara el Señor, al hablar, a sus discípulos, pero sin limitar a ellos sus palabras. Las bienaventuranzas se dirigen, sin limitación alguna a todos los hombres. No dijo en efecto: "bienaventurados vosotros, si sois pobres", sino: "bienaventurados los pobres". Cierto que a ellos se lo dijo, pero el consejo tenía validez para todos..." Hay muchas maneras de ser humilde. Hay quienes son humildes moderadamente, y hay quienes llevan la humildad a su último extremo. Ésta es la humildad que alaba el bienaventurado profeta cuando, describiéndonos un alma no contrita simplemente, sino un alma hecha pedazos por el dolor, nos dice: "mi sacrificio es un espíritu quebrantado; un corazón quebrantado y humillado Tú no lo desprecias" (Sal 50, 19). Ésta es la humildad que Cristo proclama ahora bienaventurada " (Homilía 15, 1).También San Agustín ha comentado muchas veces las bienaventuranzas: " Escucha y compréndeme, a ver si con Su ayuda consigo explicarme. Que Él nos ayude a comprender los deberes y recompensas, de que hemos hablado, y a entender cómo se corresponden entre sí. ¿Qué premio fue mencionado, en efecto, [en cada bienaventuranza] que no vaya de acuerdo con la obligación respectiva? Ved cómo, una a una, todas tienen el complemento apropiado, y nada se promete como premio que no se ajuste al precepto." El precepto es que seas pobre de espíritu; el premio consiste en la posesión del reino de los cielos. El precepto es que seas manso, el premio consiste en la posesión de la tierra. El precepto ordena que llores, el premio es ser consolado. El precepto es que tengas hambre y sed de justicia, el premio es ser saciado. El precepto es que seas misericordioso, el premio conseguir misericordia. Del mismo modo el precepto es que tengas el corazón limpio, el premio es la visión de Dios " (Sermón 53).
En este Domingo se considera a Cristo como Profeta, y ciertamente lo fue de modo excepcional, verdadero, definitivo y único. Por eso su magisterio es de supremo valor para todos los hombres, de todos los tiempos y de todas las naciones y culturas. El profetismo, como medio de comunicación de los designios divinos a los hombres, fue ya una institución querida por Dios en el Antiguo Testamento. Así lo quiso Dios, a pesar del riesgo inevitable de los falsos profetas, hijos de la presunción y de la osadía humana, que son posibles en todos los tiempos.Después del Concilio Vaticano II, concretamente, se ha utilizado mucho el calificativo de " profeta ", a veces exageradamente y sin fundamento. Para ser profeta hace falta ser elegido, enseñado y enviado por el mismo Dios; hay que saber interpretar la situación presente a la luz de la Palabra divina, y es necesario también ser personalmente un ejemplo vivo y fidedigno de esa Palabra divina, que viene ya expuesta por la Tradición y el Magisterio de la Iglesia. Son éstas las condiciones señaladas, por ejemplo, en el concilio Vaticano II (Dei verbum 10). Por eso, el que se dice profeta, pero no reúne todas y cada una de esas condiciones, se engaña a sí mismo y engaña a los demás. Es un falso profeta.
–Dt 18, 15, 20. Suscitaré un profeta y pondré mis palabras en su boca. Es bueno tener presente lo que en el siglo primero se decía ya en un documento venerable, la Didajé:" Al que viniendo a vosotros os enseñare todo lo dicho, aceptadle. Pero si el maestro, extraviado, os enseña otra doctrina para vuestra disgregación, no le prestéis oído; si, en cambio os enseña para aumentar vuestra justicia y conocimiento del Señor, recibidle como al mismo Señor." Con los apóstoles y profetas, obrad de la siguiente manera, de acuerdo con la enseñanza evangélica: todo apóstol que venga a vosotros, sea recibido como el Señor. No se detendrá sino un solo día, y, si fuere necesario, otro más. Si se queda tres días, es un falso profeta. Cuando el apóstol se vaya, no tome nada consigo, si no es pan hasta su nuevo alojamiento. Si pide dinero, es un falso profeta." No pongáis a prueba ni a examen ningún profeta que habla en espíritu. Porque todo pecado será perdonado, pero este pecado no será perdonado. Con todo, no todo el que habla en espíritu es profeta, sino el que tiene el modo de vida del Señor. En efecto, por el modo de vida se distinguirá el verdadero profeta del falso... Todo profeta que predica la verdad, si no cumple lo que enseña es un falso profeta... " (cp.11-12).-A esta lectura conviene bien el Salmo 94: " Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva; entremos a su presencia, dándole gracias, vitoreándolo al son de instrumentos. Entrad, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, Creador nuestro; porque Él es nuestro Dios y nosotros su pueblo, el rebaño que Él guía. Ojalá escuchéis hoy su voz: No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Masá en el desierto, cuando vuestros padres me pusieron a prueba y me tentaron, aunque habían visto mis obras ".Dios nos sigue hablando por medio de su Palabra, proclamada en la celebración litúrgica, en los documentos del Magisterio de la Iglesia, y comunicada también por sus inspiraciones en lo más íntimo de nuestros corazones. Escuchemos siempre con docilidad la voz del Señor.
–1Co 7, 32-35: El célibe se preocupa de los asuntos del Señor. El don vocacional del celibato facilita en la Iglesia una imitación más plena de Cristo, nuestro Salvador, y muestra un signo de la dedicación personal al servicio evangélico de los demás. Comenta San Agustín:" No es Dios capaz de dar riquezas al hombre exterior y dejar en la miseria al interior; al invisible hombre interior le dio riquezas invisibles y lo enalteció de forma invisible. Suspirando por estas joyas, las hijas de Dios, las vírgenes santas, no desearon lo que les era lícito, ni dieron su consentimiento a algo a lo que a veces se las obligaba. Muchas de ellas vencieron con el fuego del divino amor los esfuerzos en dirección opuesta de sus padres. El padre se llenó de ira y la madre lloraba; pero esto a ella no le hizo desistir, pues tenía puestos sus ojos en el más hermoso de los hijos de los hombres: Cristo. Pensando en Él, deseaba verse embellecida para "preocuparse de las cosas del Señor" (cf. 1Co 7, 34)." Fijáos en lo que es el amor. No dice: "se preocupa de que no la condene Dios". Esto es todavía temor servil, que guarda sin duda a los malos, para que se abstengan de obrar perversamente y, absteniéndose, se hagan dignos de admitir en su interior la caridad. Pero ellas no piensan en cómo evitar el castigo, sino en cómo agradarle con la hermosura interior... con la belleza del corazón. Sean las vírgenes quienes enseñen a los casados y casadas para no caer en el adulterio. ¡Al menos ellas! Si ellas sobrepasan lo lícito, ellos no se salgan de lo lícito " (Sermón 161, 11-12).
–Mc 1, 21-28: Les enseñaba con autoridad. " Dios ha hablado a nuestros padres muchas veces y de muchos modos en el pasado por el ministerio de los profetas. Ahora, en la plenitud de los tiempos, nos ha hablado por su Hijo " (Hb 1, 2). El Corazón de Cristo es la plena revelación del Padre... Oigamos a Orígenes:" Así, pues, quien investigue, y no de pasada, la naturaleza de las cosas, no podrá menos de admirar profundamente a Jesús, que dejó atrás a cuantos gloriosos en el mundo han sido. En efecto, han sido muy pocos los hombres gloriosos que fueron capaces de ganar renombre por más de un concepto al mismo tiempo. Unos han sido admirados y se han hecho gloriosos por su ciencia; otros por el arte de la guerra; algunos bárbaros, por los prodigios obrados en virtud de sus fórmulas mágicas; otros, en fin, por otros motivos que nunca han sido muchos a la vez." Jesús, sin embargo, es admirado al mismo tiempo por su sabiduría, por sus prodigios y por su inmensa autoridad. Y es así que Él no persuade a los suyos, como lo hace un tirano, a que, como él, se aparten de las leyes, ni como un forajido arma a sus bandas contra los hombres, ni como un ricachón provee a cuantos se le acercan, ni es tampoco como alguno que, acusados por todos, merecen reprobación. No. Jesús habló como Maestro de la doctrina acerca del Dios supremo, del culto que se le debe y de toda la materia moral, que puede unir con el Dios de todas las cosas a cualquiera que viva como Él enseña " (Contra Celso 1, 30).
Cristo es el gran Profeta. En Él culmina el profetismo del Antiguo Testamento. Hemos de escucharle con amor y humilde obediencia. Su palabra es vida para todos los hombres. Muchos, sin embargo, permanecen sordos a sus enseñanzas. No quieren oír su voz, que es la del Buen Pastor. Los que somos de su rebaño, oímos su voz, y así, dirigidos por Él, podemos caminar con seguridad en medio de tantas dificultades y errores que nos acechan en el mundo.
–Jr 1, 4-5.17-19: Te nombré profeta de los gentiles. En el Antiguo Testamento el profeta es el prototipo perfecto del hombre elegido, por iniciativa divina, para transmitir a su pueblo los designios de Dios. Por eso es figura simbólica del verdadero y definitivo profeta: Cristo Jesús. La revelación del misterio de Cristo está, pues, realizada en un contexto profético. Como enseña el Vaticano II, todo el Antiguo Testamento es una revelación profética que lleva a Cristo (Dei verbum 2, 3, 14-15). Dice San León Magno: " Nada hay, amadísimos, en la religión cristiana que sea diverso de las antiguas promesas, y los justos de los tiempos pasados no esperaron la salvación más que en el Señor Jesucristo. La economía salvífica, cierto, ha variado, según lo ha dispuesto la voluntad divina; mas sobre Él proyectan su luz los testimonios de la Ley, los oráculos de los profetas y los sacrificios de las víctimas." Convenía, pues, que estos pueblos fuesen instruidos de tal manera, que lo que ellos no podían conseguir en su plena luz, lo recibiesen bajo el velo de las figuras, y de este modo fuese aumentada la autoridad del Evangelio por el hecho de que las páginas del Antiguo Testamento hubiesen puesto a su servicio tantos símbolos y misterios " (Sermón 66, 2). -Con el Salmo 70 proclamamos el verdadero profetismo querido por Dios: " Mi boca anunciará tu salvación. A Ti, Señor, me acojo: no quede yo derrotado para siempre; Tú, que eres justo, líbrame y ponme a salvo, inclina a mí tu oído y sálvame. Sé Tú mi roca de refugio, el alcázar donde me salve, porque mi peña y mi alcázar eres Tú, Dios mío, líbrame de la mano perversa. Porque Tú, Dios mío, fuiste mi esperanza desde mi juventud... Mi boca cantará tu auxilio, y todo el día tu salvación. Dios mío, me instruiste desde mi juventud, y hasta hoy relato tus maravillas ".
–1Co 13, 13: Quedan la fe, la esperanza y el amor; pero la más grande es el amor. En el Nuevo Testamento el Corazón de Cristo, en su condición de profeta, nos ha revelado la ley de la caridad como nunca se había hecho hasta entonces, como plenitud de todos los carismas y dones divinos. Comenta San Agustín:" Si de ti mismo te viene la caridad, ¡qué lejos te hallas de la divina dulzura! Te amarás a ti mismo, porque a la fuerza has de amar a la fuente de tu amor. Pero, en tal caso, yo te pruebo que no tienes caridad, y prueba de que no la tienes es que te atribuyes un bien de tanto valor. Si la tuvieses realmente, sabrías de dónde la tienes. ¿Tan leve cosa, tan de poco más o menos es la caridad, que la tienes de tu propia cosecha?..." ¡Qué valor el de la caridad, que sin ella nada vale nada! ¿No es empequeñecer a Dios pretender que sea tuya esta caridad que sobresale por encima de todo?... ¿"Qué tienes tú que no lo hayas recibido" (cf. 1Co 4, 7)? ¿Quién es mi dador y el tuyo? Dios. Reconócele dador, para que no tengas que sentirle condenador. Si damos fe a la Escritura, es Dios quien te dio la caridad, don sublime, superior a todo (cf. 1 Cor 13) " (Sermón 145, 4).
–Lc 4, 21-30: Jesús, como Elías y Eliseo, no es enviado sólo a los judíos. Cristo es el Profeta definitivo del Padre ante los hombres creyentes, y como ya profetizó Simeón (Lc 2, 34), es al mismo tiempo " signo de contradicción " para cuantos se niegan a aceptar su testimonio y su mensaje de salvación. Comenta San Ambrosio:" La envidia no se traiciona medianamente: olvidando el amor, convierte en odios crueles las causas del amor. Tú esperas en vano el bien de la misericordia celestial, si no quieres los frutos de la virtud en los demás; pues Dios desprecia a los envidiosos y retira las maravillas de su poder a los que fustigan en otros los beneficios divinos. Los actos del Señor en su carne son la expresión de su divinidad, y "lo que es invisible en Él nos lo muestra por las cosas visibles" (Rm 1, 20)." El Señor se disculpa de no haber hecho milagros en su patria, para que nadie piense que el amor a la patria ha de ser en nosotros poco estimado: Él, amando a todos los hombres, no podía dejar de amar a sus compatriotas. Pero fueron ellos los que, por su envidia, renunciaron al amor de su patria... Cuando distribuía sus beneficios entre los hombres, ellos [los judíos] lo llenaban de injurias. No es sorprendente que, habiendo perdido ellos la salvación, quisieran desterrar de su territorio al Salvador. El Señor se modera sobre su conducta: Él ha enseñado con su ejemplo a los apóstoles cómo hacerse todo a todos " (Comentario a San Lucas IV,46 y 55).