Entrada: " Entrad, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, Creador nuestro. Porque Él es nuestro Dios " (Sal 9, 6-7).Colecta (del Misal anterior, y antes del Gregoriano): " Vela, Señor, con amor continuo sobre tu familia; protégela y defiéndela siempre, ya que ella sólo en ti ha puesto su confianza ".Ofertorio (del Misal anterior, retocada con textos del Veronense): " Señor, Dios nuestro, que has creado este pan y este vino para reparar nuestras fuerzas, concédenos que sean también para nosotros sacramento de eternidad ".Comunión: " Den gracias al Señor por su misericordia, por las maravillas que hace con los hombres. Calmó el ansia de los sedientos y a los hambrientos los colmó de bienes " (Sal 106, 8-9). " Dichosos los que lloran porque ellos serán consolados. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos quedarán saciados " (Mt 5, 5-6).Postcomunión (del propio de los dominicos, e inspirada en textos del Nuevo Testamento: Rm 12, 5; 1Co 10, 16; Jn 15, 16; Jn 17, 11-21): " Oh Dios, que has querido hacernos partícipes de un mismo pan y de un mismo cáliz, concédenos vivir tan unidos a Cristo, que fructifiquemos con gozo para la salvación del mundo ".
Por el Bautismo pasamos de las tinieblas a la luz. Por eso siempre hemos de ser luz para los demás, llevando una vida cristiana irreprochable.
–Is 58, 7-10: Entonces nacerá tu luz como la aurora. El profeta Isaías anuncia la regeneración mesiánica como una irrupción en la vida de los hombres de la luz divina, que es capaz de transformar toda su existencia. Cristo también se presenta como Luz, que ilumina las tinieblas del mundo. El tema de la luz es riquísimo en la Sagrada Escritura y en la doctrina patrística. En el prólogo del Evangelio de San Juan el Verbo eterno del Padre es la Luz verdadera que ilumina a todo hombre. Oigamos a San Agustín:" El Verbo es el Hijo del Padre y su Sabiduría. Él ha sido enviado no porque sea desemejante al Padre, sino porque es una emanación de la claridad de Dios Omnipotente. El caudal y la fuente son una misma sustancia. No es como agua que salta de los veneros de la tierra o de las hendiduras de la roca, sino como "Luz de Luz". Cuando se dice "esplendor de la Luz eterna", ¿qué otra cosa queremos significar sino que es Luz de Luz eterna? ¿Qué es el esplendor de la luz sino luz?El Verbo encarnado es, " en consecuencia, coeterno a la Luz de la que es el esplendor. Se dice "esplendor de la Luz", para que nadie crea más oscura la Luz que emana que la Luz de la cual emana " (Tratado sobre la Santísima Trinidad 4, 20, 27).-El cristiano, viviendo en Cristo, vive en la Luz. Por eso con razón cantamos el Salmo 111: " El justo brilla en las tinieblas como una luz. En las tinieblas brilla como una luz el que es justo, clemente y compasivo. Dichoso el que se apiada y presta, y administra rectamente sus asuntos. El justo jamás vacilará, su recuerdo será perpetuo. No temerá las malas noticias, su corazón está firme en el Señor... "Nadie más justo que el Señor Jesús, nadie tan clemente ni tan compasivo como Él. Por eso nadie brilla en las tinieblas con una Luz tan esplendorosa como la Suya.
–2Co 2, 1-5: Os he anunciado a Cristo crucificado. No es la filosofía humana, ni la filosofía de los hombres la que puede iluminar nuestra vida para la salvación, sino el misterio de Cristo crucificado y el poder renovador del Espíritu Santo, que nos transforma profundamente, iluminándonos en la fe. Comenta San Agustín:" Aunque sólo sepa esto [el misterio de la Cruz], nada le queda por saber. Cosa grande es el conocimiento de Cristo crucificado, pero es mostrado a los ojos de los pequeños como un tesoro encubierto... ¡Cuántas cosas encierra en su interior ese tesoro...! ¡Cristo crucificado! Tal es el tesoro escondido de la sabiduría y de la ciencia." Quieren engañarnos, pues, bajo el pretexto de la sabiduría... ¡Necio filósofo de este mundo, eso que buscas es nada! ¿Cuál es el precepto [del Señor], sino que creamos en Él y nos amemos mutuamente? ¿Creer en quién? Creer en Cristo crucificado. Escuche, pues, la sabiduría lo que no quiere oír la soberbia... Es éste el mandato: que creamos en Cristo crucificado. Pero el hombre soberbio, erguida su cerviz, hinchada la garganta, con lengua orgullosa y carrillos inflados, se burla de Cristo crucificado " (Sermón 160, 3).
–Mt 5, 13-16: Vosotros sois la luz del mundo. Las lecturas de este día tienen una gran unidad temática. El Nuevo Testamento muestra al auténtico cristiano como un hombre iluminado por Cristo, esto es, como un " hijo de la luz " (Lc 16, 8; Jn 12, 36; Ef 5, 8; 1Ts 5, 5). Por tanto el cristiano, con su conducta, ha de purificar e iluminar el mundo, glorificando a Dios en medio de la humanidad. Comenta San Agustín:" Cuando dije que vosotros erais luz, quise decir que erais lámparas. Pero no exultéis, llenos de soberbia, no sea que se os apague la llama. No os pongo bajo el celemín, sino en el candelabro, para que deis luz. ¿Y cuál es el candelabro para la lámpara? Escuchad cuál. La Cruz de Cristo es el gran candelabro. Quien quiera dar luz, que no se avergüence de ese candelabro de madera..." Si no habéis podido encenderos vosotros para llegar a ser lámparas, tampoco habéis podido colocaros sobre el candelabro; sea glorificado quien os lo ha concedido... Dice el Apóstol: "lejos de mí gloriarme, si no es en la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo" (Ga 6, 14). Por tanto, "esté crucificado el mundo para vosotros, y vosotros para el mundo" (ib.)... Pon tu gloria en estar en el candelabro [de la Cruz]. Conserva siempre, oh lámpara, tu humildad en ese candelabro, para que no pierdas tu resplandor. Y cuida de que la soberbia no te apague " (Sermón 289, 6).
Todos tenemos profunda necesidad de la redención de Cristo. Y esta necesidad tiene sus raíces en nuestra propia condición humana: débil, limitada y siempre amenazada por el misterio del pecado, del dolor y del sufrimiento. Esto es un enigma, que sólo a la luz de la fe cristiana encuentra su interpretación exacta y salvífica.Una concepción racionalista de la vida no hace más que aumentar el dolor y la angustia del hombre e, incluso, puede llevarle hasta la desesperación. Por el contrario, la Iglesia nos enseña, como hoy lo hace en su liturgia, a iluminar el problema del dolor a la luz de la revelación divina. El Vaticano II dice: " Éste es el gran misterio del hombre que la Revelación cristiana esclarece a los fieles. Por Cristo y en Cristo se ilumina el enigma del dolor y de la muerte, que fuera del Evangelio nos envuelve en absoluta obscuridad. Cristo resucitó; con su muerte destruyó la muerte y nos dio la vida " (Gaudium et spes 22).
–Jb 7, 1-4.6-7: Me asignan noches de fatiga y mis días se consumen sin esperanza. El libro de Job proclama la trascendencia de Dios eterno sobre las limitaciones de la vida humana en el tiempo. El dolor y el sufrimiento son, para el hombre, un signo de sus limitaciones y de su debilidad, y al mismo tiempo una llamada providencial, para purificar su vida y buscar en Dios la salvación. Comenta San Agustín:" ... Viéndose en el padecimiento de tantos males, dice Job: "¿acaso no es la vida humana una milicia sobre la tierra?" (Jb 7, 1). Hallándose, pues, Job en esta vida humana, se halla, sin duda, en medio de la tentación. Y quiere verse libre de tal prueba. Hasta él echa de menos la vida en que no existe tentación. Si la echa de menos, eso significa que aún no es feliz." En consecuencia, tampoco es feliz ningún hombre que puedas imaginar, describir, diseñar o desear. No lo encontrarás. En esta tierra nadie puede ser feliz... Y qué gran bien hay en la paciencia... Resistimos en esta vida terrena gracias a ella. Quien no la tenga desfallecerá y quien desfallezca no llegará a la patria deseada " (Sermón 396 A, 6-7).-El Señor es roca en nuestra debilidad y alegría en nuestras penas. Por eso en el Salmo 146 proclamamos: " Alabad al Señor que sana los corazones quebrantados. Alabad al señor que la música es buena; nuestro Dios merece una alabanza armoniosa. El Señor reconstruye Jerusalén, reúne a los deportados de Israel. Él sana los corazones destrozados, venda sus heridas. Cuenta el número de las estrellas, a cada una la llama por su nombre. Nuestro Señor es grande y poderoso, su sabiduría no tiene medida. El Señor sostiene a los humildes "...
–1Co 9, 16-19.22-23: ¡Ay de mí, si no anuncio el Evangelio! La Iglesia, responsable y depositaria de la obra redentora de Cristo, siente a diario hondamente la necesidad que todos los hombres tienen del Evangelio de salvación. Y la evangelización es misión de todos los cristianos, cada uno según su vocación y circunstancia. Dice San Gregorio Nacianceno:" Jesús, que desde el principio acogió a los pecadores, va de un lugar a otro (Mt 19, 1). ¿Con qué fin? No sólo para ganar un mayor número de hombres para el amor de Dios, frecuentando su trato, sino también, a mi parecer, para santificar un mayor número de lugares. Se hizo judío para el judío, para ganar a los judíos. Para rescatar a los que estaban bajo la Ley, se sujetó a la Ley. Con los débiles se hizo débil, a fin de salvar a los débiles; se hizo, en fin, todo a todos, para ganar a todos (1Co 9, 19-23) " (Sermón 37, 1).Y San Gregorio de Nisa: " Considerando que Cristo es la Luz verdadera, sin mezcla posible de error alguno, nos damos cuenta de que también nuestra vida ha de estar iluminada con los rayos de la Luz verdadera. Los rayos del Sol de justicia son las virtudes que de Él emanan para iluminarnos... y para que, obrando en todo a plena luz, nos convirtamos también nosotros en luz y, según es propio de la luz, iluminemos a los demás con nuestras obras " (Tratado sobre la ejemplaridad cristiana).
–Mc 1, 29-30: Curó de diversos males a muchos enfermos. Cristo Jesús, el Siervo de Dios, padeciendo por los pecados de los hombres (Is 52, 13ss.), ha tomado sobre su Corazón redentor nuestras miserias y debilidades, y ha orientado eficazmente nuestras vidas hacia la salvación definitiva y eterna. San Cirilo de Alejandría escribe:Jesús, " una vez vencido Satanás, y coronada la naturaleza humana con la victoria conseguida sobre él, volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu, utilizando su poder para obrar milagros varios y causando gran admiración. Obraba milagros, recibiendo la gracia no del exterior y dada por el Espíritu, como ocurría en los otros santos, sino porque es el Hijo natural y verdadero de Dios Padre, y heredero de todo lo que le es propio " (Comentario al Evangelio de San Lucas).
La liturgia de este Domingo, a través de las tres lecturas propone un idéntico tema: los creyentes forman una comunidad de enviados, es decir, de apóstoles. Dios se ha revelado a ellos. Ellos lo han conocido, han sido llamados y han sido enviados. Todo cristiano ha de transmitir ante todo lo que él mismo ha recibido. El bien es difusivo de sí mismo.En la asamblea litúrgica de cada domingo es donde el cristiano se ha de preparar y encender para difundir después el mensaje de salvación por todas partes, según sus propias circunstancias y posibilidades, con su palabra, con su ejemplo y con su oración. " Salvado para salvar ". Eso es el creyente. Ésa es la vocación cristiana. Por iniciativa divina fuimos elegidos para injertarnos en el misterio de Cristo y servir, así, de testigos y de continuadores de la obra de la salvación sobre otros hombres. La vocación cristiana es por su naturaleza una vocación apostólica.
–Is 6, 1-2.3-8: Aquí estoy, envíame. Toda vocación, aunque nace de iniciativa divina, supone en el elegido una actitud de disponibilidad generosa ante la voluntad de Dios. Yavé tiene su trono en el cielo, pero también establece su sede en medio de su pueblo. San Jerónimo dice:" Hay cuatro clases de apóstoles: una que no es por los hombres ni por el hombre, sino por Jesucristo y Dios Padre; otra, que ciertamente es por Dios, pero también por el hombre; la tercera que es por el hombre, no por Dios; la cuarta, ni por Dios ni por el hombre, sino por sí mismo." Al primer grupo pueden pertenecer Isaías (Is 6, 8), los demás profetas y el mismo Pablo, que fue enviado no por los hombres ni por un hombre, sino por Dios Padre y por Cristo. Del segundo grupo, Josué, hijo de Nun, que fue constituido apóstol por Dios ciertamente, mas por medio de un hombre, Moisés (Dt 34, 9). La tercera clase, cuando alguno se ordena por el favor o la astucia; como ahora vemos que muchos han venido al sacerdocio no por voluntad de Dios, sino habiéndose ganado el favor del vulgo. El cuarto, es el gremio de los pseudoprofetas y pseudoapóstoles, de los que dice el Apóstol: "esos individuos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, disfrazados de apóstoles de Cristo" (2Co 11, 13) " (Comentario a la Carta de los Gálatas 2, 43).-Con el Salmo 137 proclamamos: " Delante de los ángeles tañeré para Ti, Señor. Te doy gracias, Señor, de todo corazón; me postraré hacia tu santuario. Daré gracias a tu nombre por tu misericordia y lealtad. Cuando te invoqué me escuchaste, acreciste el valor de mi alma... Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos ".
–1Co 15, 1-11: Esto es lo que predicamos; esto es lo que habéis creído. El verdadero cristiano es el hombre elegido por Dios para configurarse a la imagen del Hijo (Rm 8, 29), de modo que venga a ser así en medio de los hombres testigo de la nueva vida pascual. San Agustín predica en un sermón:" Contempla a Pablo, una partecita de esa heredad [del Señor}, míralo enflaquecido, diciendo: "no soy digno de ser llamado apóstol, pues perseguí a la Iglesia de Dios". ¿Por qué entonces apóstol? "Por la gracia de Dios soy lo que soy". Enflaqueció Pablo, pero Tú lo perfeccionaste. Y pues es lo que es por la gracia de Dios, mira lo que sigue: "y su gracia en mí no fue vana, sino que trabajé más que todos ellos". ¿Comienzas a atribuir a ti mismo lo que antes atribuías a Dios? Atiende lo que sigue: "pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo". Bien, hombre débil. Serás engrandecido en la fortaleza, ya que eres agradecido. Tú eres Pablo, pequeño en ti, grande en el Señor. Tú eres quien rogaste tres veces al Señor que retirase de ti el aguijón de la carne, el ángel de Satanás, que te abofeteaba. Y ¿qué se te dijo? ¿Qué se te respondió cuando esto pedías? "Te basta mi gracia, pues la fuerza se perfecciona en la debilidad" (2Co 12, 7-9) " (Sermón 76, 7).
–Lc 5, 1-11: Dejándolo todo, lo siguieron. La vocación cristiana, como respuesta fiel a la llamada de Cristo, exige siempre un cambio de vida personal, que convierta a quienes la reciben en auténticos testigos del Evangelio. Oigamos a San Agustín:" Recibieron de Él las redes de la palabra de Dios, las echaron al mundo, cual a un hondo mar, y capturaron la muchedumbre de cristianos que vemos y que nos causa admiración. Aquellas dos barcas simbolizaban los dos pueblos: el de los judíos y el de los gentiles, el de la Iglesia y el de la Sinagoga..." ¿Y qué hemos escuchado? Que entonces las barcas amenazaban hundirse por la muchedumbre de peces. Lo mismo sucede ahora: los muchos cristianos que viven mal oprimen a la Iglesia. Y esto es poco: también rompen las redes, pues si no se hubiesen roto las redes no hubiesen existido cismas " (Sermón 248, 2).