Domingo 18º del Tiempo Ordinario

Entrada: " Dios mío, dígnate librarme; Señor, date prisa en socorrerme. Que tú eres mi auxilio y mi liberación; Señor, no tardes " (Sal 69, 2.6).

Colecta (del Veronense, retocada con textos del Gelasiano y Gregoriano): " Ven, Señor, en ayuda de tus hijos; derrama tu bondad inagotable sobre los que te suplican, y renueva y protege la obra de tus manos en favor de los que te alaban como creador y como guía ".

Ofrendas (del Misal anterior, retocada con textos del Veronense): " Santifica, Señor, estos dones; acepta la ofrenda de este sacrificio espiritual y a nosotros transfórmanos en oblación perenne ".

Comunión: " Nos has dado pan del cielo, Señor, que brinda toda delicia y sacia todos los gustos " (Sb 16, 20); o bien: " Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará sed, dice el Señor " (Jn 6, 35).

Postcomunión (del Misal anterior, retocada con textos del Gelasiano): " A quienes has renovado con el pan del cielo, protégelos siempre, Señor, y, ya que no cesas de reconfortarlos, haz que sean dignos de la redención eterna ".

Ciclo A

La multiplicación de los panes y peces (lectura evangélica) ha sugerido el texto de Is 55, 1-3, en el que el Señor invita a comer y a beber gratis. En la segunda lectura San Pablo corona su exposición con un himno al amor de Dios.

La liturgia de la palabra es hoy una proclamación de la condición vivificante de Cristo y una meditación profunda sobre la grandeza de cuantos, por la fe, hemos conocido el gran acontecimiento de la Eucaristía. Por lo mismo, es un día de gratitud y de responsabilidad, de amor intenso y de fidelidad amorosa al Padre que así nos ha amado en su Hijo unigénito.

Is 55, 1-3: Daos prisa y comed. La idea de convite de comunión con Dios y de llamamiento divino a participar en él aparece en los vaticinios mesiánicos como un reclamo amoroso de Dios invitándonos a la salvación. En todos los dones que nos ofrece ese texto de Isaías se subraya la " gratuidad ". A tal gratuidad de amor y de benevolencia se contrapone la desidia del hombre, que pretende busca en sí mismo su felicidad. San Jerónimo dice:

" Había dicho que todo vaso falso había de ser machacado contra la Iglesia, y toda voz y lengua que se armara contra la lengua de Dios había de ser superada. Provoca a los creyentes a venir al río de Dios, lleno de aguas, y cuyo ímpetu alegra la ciudad de Dios, para que beban en las fuentes del Salvador. Dice a la Samaritana: "si conocieras el don de Dios..., te habría dado agua viva" (Jn 4, 10). Y en el templo: "si alguno tiene sed, que venga a Mí y beba... " (Jn 7, 37-38), significando al Espíritu Santo... De ella se dice con palabra mística: "mi alma tiene sed de Dios" (Sal 41, 2), y en otro lugar: "me han abandonado a Mí, fuente de aguas vivas, para cavarse aljibes agrietados" (Jr 2, 13). Estas aguas las esparcen las nubes, por las que llega la verdad de Dios (Is 45, 8) " (Comentario al profeta Isaías).

– En el Salmo 144 prosigue el tema de la lectura: " Abres tú la mano, Señor, y nos sacias de favores... Todos aguardan a que Él nos dé la comida a su tiempo... Él abre la mano y sacia de favores a todos viviente... está cerca de los que lo invocan sinceramente ". Alabamos a Dios, digno de toda alabanza por su infinita grandeza, por la sublimidad maravillosa de sus obras. Pero, sobre todo, por su inmensa bondad, por su misericordia y generosidad, ya que todos los dones que tenemos lo debemos a Él.

Rm 8, 35.37-39: Ninguna criatura podrá apartarnos del amor de Dios, manifestado en Cristo. Frente al mundo increyente o anticristiano que dramáticamente pretende arrancar al creyente del amor de Dios garantizado por Cristo, el mismo Cristo es quien nos mantiene en el amor del Padre y nos vivifica. Comenta San Agustín:

" Por la paciencia fueron coronados los mártires: Deseaban lo que no veían y despreciaban los sufrimientos. Fundados en esta esperanza decían: "¿Quién nos separará del amor de Cristo?"... (Rm 8, 23 s.). ¿Dónde está el por quién? Porque por Ti vamos a la muerte cada día. Por Ti. ¿Y dónde está?: "Dichosos los que no vieron y creyeron" (Jn 20, 29). Mira dónde está: En ti, pues en ti está tu misma fe. ¿O nos engaña el Apóstol que dice que "Cristo habita por la fe en nuestros corazones"? (Ef 3, 17). Ahora habita por la fe, luego por la visión; por la fe mientras estamos en camino, mientras dura nuestro peregrinar... Todo lo que aquí buscamos, todo lo que aquí tenemos por grande, todo eso será para ti... Estando en posesión de la caridad y nutriéndola en nosotros, perseveremos con confianza en Dios, con su ayuda, y digamos hasta que Él se apiade y lo lleve a la perfección: ¿Quién nos separará del amor de Cristo...? (Sermón 158, 8-9).

La garantía del cristiano es el amor inquebrantable y gratuito de Dios, no la propia voluntad de corresponder a Él, aunque sea muy decidida y comprometida. Toda la teología de la gracia de modo incisivo y entusiasta está contenida en esa lectura paulina, corta, pero densa y luminosa.

Mt 14, 13-21: Comieron hasta quedar satisfechos. Si Jesucristo, Dios-Hombre entre los hombres, tenía poderes divinos para dar vida a los cuerpos, mucho más para dar vida a las almas. Comenta este evangelio San Jerónimo:

" Levanta los ojos al cielo para enseñarnos a dirigir hacia allí nuestra mirada. Tomó en sus manos los cinco panes y los dos pececitos, los partió y se los dio a sus discípulos. Cuando el Señor parte los panes abundan los alimentos. En efecto, si hubieran permanecido enteros, si no hubieran sido cortados en trozos ni divididos en cosecha multiplicada no hubieran podido alimentar a las gentes, los niños, las mujeres, a una multitud tan grande. Comenta San Jerónimo:

" Por eso la Ley con los profetas es fraccionada en trozos y son anunciados los misterios que contiene para que lo que estaba íntegro y en su primer estado no alimentaba, dividido en partes, alimente a la multitud de los pueblos. Cada uno de los apóstoles llena su canasto con los restos del Salvador para tener luego que alimentar a los pueblos o bien para mostrar con esos restos que los panes multiplicados eran panes verdaderos. Trata a la vez de explicar cómo en un desierto, en una soledad tan vasta donde no se encuentran sino cinco panes y dos pececitos, tan fácilmente se hallan doce canastos " (Comentario al Evangelio de Mateo 14, 19-20.

Jesús " rompe " la ley, y los misterios que contiene escondidos en su interior son ahora revelados. Es lo que quiere decir San Jerónimo y lo mismo dice San Agustín (La ciudad de Dios 4, 33 y 16, 26, 2).

Ciclo B

La multiplicación de los panes y de los peces dio ocasión a Jesucristo a exponer la admirable doctrina del Pan de la vida. Esto ha sugerido la primera lectura sobre el maná en el desierto (Ex 16, 2-4.12-15). San Pablo nos recuerda en la segunda lectura que el cristiano es un hombre nuevo. Ha de abandonar el hombre viejo que había en él.

La lectura continuada del capítulo sexto del Evangelio según San Juan nos presenta el acontecimiento eucarístico como misterio de participación de la vida divina del Verbo encarnado en plenitud de vida para nosotros. En la plenitud de los tiempos Cristo es el verdadero maná, que da la vida divina y la salvación real de los elegidos de Dios para la eternidad. Participar de esta vida, viviendo el misterio de Cristo y dejándonos transformar por Él, es la finalidad del acontecimiento salvífico del Hijo de Dios vivo y viviente en medio de su Iglesia (Jn 10, 10).

Ex 16, 2-4.12-15: Yo haré llover pan del cielo. Peregrinos los israelitas por el desierto hacia la tierra de promisión, el alimento providencial del maná fue signo permanente del amor divino sosteniendo su indigencia de emigrantes. San Gregorio Magno dice:

" Truena Dios maravillosamente con su voz, porque con fuerza oculta penetra incomparablemente nuestros corazones y, cuando con secretos impulsos los oprime en el terror y los reforma en el amor, publica de alguna manera calladamente con cuánto ardor debe ser seguido; y hácese en el alma una grandeza de ímpetu, aunque no suena nada en la voz. La cual tanto más fuertemente resuena en nosotros cuanto hace ensombrecer el oído de nuestro corazón de todo sonido exterior.

" Por lo cual el alma, recogida luego en sí misma por esta voz interior, se maravilla de lo que oye, porque recibe la fuerza de la compunción no conocida. La admiración de la cual fue bien figurada en Moisés cuando el maná vino de arriba (Ex 16, 15). Porque aquel dulce manjar es llamado maná que quiere decir :"¿Qué es esto?" Y entonces decimos: ¿qué es esto, cuando, no sabiendo lo que vemos nos maravillamos " (Tratados morales sobre el libro de Job 27, 42).

– Con el Salmo 77 decimos: " El Señor les dio pan del cielo "... Dio orden las altas nubes, abrió las compuertas del cielo. Hizo llover sobre ellos maná, les dio pan del cielo. El hombre comió pan de ángeles, el Señor les mandó provisiones hasta la hartura "...

Ef 4, 17.20-24: Vestíos de la nueva condición humana creada a imagen de Dios. En la Nueva Alianza Cristo mismo es el misterio de la vida divina que nos vivifica y nos transforma en hijos suyos. El paso de una situación a otra se denomina " nueva creación " No se trata de un cambio exterior, como el que tendría lugar en quien cambia de vestido, sino de una renovación interior, por la que el cristiano, al ser hecho nueva criatura en Jesucristo, puede vivir la justicia y la santidad con una profundidad y verdad que superan las fuerzas de la propia naturaleza humana. San Anastasio Sinaíta dice:

" Entrar en la iglesia y honrar las imágenes sagradas y las veneradas cruces, no basta por sí solo para agradar a Dios, como tampoco lavarse las manos es suficiente para estar completamente limpio. Lo que verdaderamente es grato a Dios es que el hombre huya del pecado y limpie sus manchas por la confesión y la penitencia. Que rompa las cadenas de sus culpas con la humildad del corazón " (Sermón sobre la sagrada sinaxis).

Jn 6, 24-35: El que viene a Mí no pasará hambre, y el cree en Mí no pasará nunca sed. Cristo se nos presenta como providencia amorosa y como Redentor definitivo que nos ofrece la salvación eterna.

Comenta San Agustín:

 " Necesitamos el consejo de cómo llegar a Él para saciarnos de Aquel del que ahora apenas conseguimos una migajas, para no perecer de hambre en este desierto; sobre cómo llegar a la hartura de ese Pan del que dice el Señor. Necesitamos el consejo sobre cómo conseguir esa saciedad de Pan tan distinta de la saciedad de quien sufre el hambre de aquí abajo " (Sermón 389, 2).

Dios pone a disposición del hombre su vida una vida que no termina jamás, pues supera la muerte.

Esta vida se identifica con el Hijo que el Padre ha dado al mundo. Aceptar al Hijo equivale a entrar en el círculo de la vida divina. El hombre tiene que abrirse al Hijo. En una palabra, tener fe en Él, tomar una decisión por Él y vivir de Él.

Hemos de repartir el pan material, para que el mundo entero se acerque al Pan espiritual, esto es, la Sagrada Eucaristía.

Tenemos una gran responsabilidad de una comunión vital con el Corazón de Cristo vivo, que deberá dar nuevo sentido a toda nuestra vida, más allá del altar y del templo, si no queremos profanar con nuestra conducta lo que la Eucaristía significa y exige.

Ciclo C

La codicia de que nos habla el Evangelio de hoy está relacionada con la primera lectura: " Vaciedad sin sentido; todo es vaciedad ". Nueva vida, nos dice San Pablo, han de vivir los que han sido bautizados, pues son un hombre nuevo. Esto hace que caminemos hacia el encuentro del Señor.

Las lecturas de este domingo nos recuerdan el " principio y fundamento " de los Ejercicios de San Ignacio de Loyola: " El hombre es creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios y mediante esto salvar su alma ". Todo lo demás vale " tanto " en " cuanto ". Caminamos hacia Dios. Somos peregrinos. Nos realizamos en Cristo.

Si 1, 2; 2, 21-23: ¿Qué saca el hombre de todo su trabajo?. El insondable misterio de la muerte y de la limitación de la felicidad humana, sin perspectivas de eternidad, son una fuente permanente de defraudación, que sólo la fidelidad en Dios puede esperar ". Dice San Gregorio Magno:

" Cosas vanas hacemos cuando pensamos en las cosas transitorias; y de aquí es que se dice envanecer lo que de repente es quitado de los ojos de los que lo miran... Así que "las cosas que pasan son vanas", según que dice Salomón (Ecl. 1, 2). Pero convenientemente después de la vanidad sigue luego la maldad, porque, cuando somos llevados por algunas cosas transitorias, somos atados culpablemente en algunas de ellas; y como el alma no tiene estado de firmeza, procediendo de sí misma con inconstancia, cae en los vicios. Así que de la vanidad se cae en la maldad, porque el alma, acostumbrada a las cosas mudables, como siempre salta de unas cosas a otras, allégase a las culpas que nuevamente nacen " (Tratados morales sobre el libro de Job 10, 20-21).

– El Salmo 94 recuerda al pueblo judío, y ahora a nosotros, las prevaricaciones de tiempos pasados: " No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Masá en el desierto ". Podemos encontrarnos también nosotros en situaciones semejantes. Es mejor: " aclamar al Señor, postrados por tierra, bendiciendo al Señor, Creador nuestro ", no sólo con nuestros labios, sino, sobre todo, con el corazón y las obras buenas.

– Colosenses 3, 1-5.9-11: Buscad los bienes de arriba, donde está Cristo. Incorporado al misterio redentor por la renuncia al " hombre viejo " y por la " nueva vida en Cristo ", el auténtico cristiano puede superar a diario el riesgo de frustración de su vida para la eternidad. San Agustín ha comentado con frecuencia este pasaje paulino en sus sermones. Escogemos un sermón predicado en Hipona en la octava de Pascua:

" Escuchemos lo que dice el Apóstol: Si habéis resucitado con Cristo... ¿Cómo vamos a resucitar si aún no hemos muerto? ¿Qué quiso decir entonces el Apóstol con esas palabras? ¿Acaso Él hubiera resucitado si o hubiera muerto antes? Hablaba a personas que aún vivían, que aún no habían muerto y ya habían resucitado. ¿Qué significa esto?

" Ved lo que dice: "si habéis resucitado con Cristo saboread las cosas de arriba, buscad las cosas de arriba..." Si vivimos bien, hemos muerto y resucitado; quien, en cambio, aún no ha muerto ni resucitado, vive mal todavía; y, si vive mal, no vive; muera para no morir. ¿Qué significa muera para no morir? Cambie para no ser condenado... A quien aún no ha muerto, le digo que muera; a quien aún vive mal, le digo que cambie. Si vive mal, pero ya no vive, ha muerto; si vive bien, ha resucitado... Por tanto, mientras vivimos en esta carne corruptible, muramos con Cristo, mediante el cambio de vida, y vivamos con Cristo, mediante el amor a la justicia. La vida feliz no hemos de recibirla más que cuando lleguemos a Aquel que vino hasta nosotros y comencemos a vivir con quien murió por nosotros " (Sermón 231, 3ss).

Lc 12, 13-21: Lo que has acumulado ¿de quién será? La misión redentora de Cristo de Cristo Jesús no fue la de solucionarnos la felicidad materialista en el tiempo, sino la de abrir nuestras vidas íntegras a los verdaderos valores de la eternidad, que nos llevan hasta el Padre. Lo afirma San Ambrosio:

" El que había descendido para razones divinas, con toda justicia rechaza las terrenas, y no se digna hacerse juez de pleitos ni repartidor de herencias terrenas, puesto que Él tenía que juzgar y decidir sobre los méritos de los vivos y de los muertos. Debes, pues, mirar no lo que pides, sino a quien se lo pides, y no creas que un espíritu dedicado a cosas mayores puede ser importunado por menudencias. Por esto, no sin razón es rechazado este hermano que pretendía que el Dispensador de los bienes celestiales se ocupara en cosas materiales, cuando precisamente no debe ser un juez el mediador en el pleito de la repartición de un patrimonio, sino el amor fraterno.

" Aunque, en realidad, lo que debe buscar un hombre no es el patrimonio del dinero, sino el de la inmortalidad; pues vanamente reúne riquezas el que no sabe si podrá disfrutar de ellas, como aquél que, pensando derribar los graneros repletos para recoger las nuevas mieses, preparaba otros mayores para las abundantes cosechas, sin saber para quien las amontonaba (Sal 38, 7). Ya que todas las cosas de este mundo se quedan en él y nos abandona todo aquello que acaparamos para nuestros herederos; y, en realidad, dejan de ser nuestras todas esas cosas que no podemos llevar con nosotros. Sólo la virtud acompaña a los difuntos, sólo la misericordia nos sirve de compañera, esa misericordia que actúa en nuestra vida como norte y guía hacia las mansiones celestiales, y logra conseguir para los difuntos, a cambio del despreciable dinero los eternos tabernáculos " (Tratado sobre el Evangelio de San Lucas lib.VII,122).