– Nm 20, 1-13: Ábreles tu tesoro, la fuente de aguas vivas. El pueblo se queja a Moisés por faltar el agua. Y Dios le indica que haría brotar agua de la roca. El pueblo tiene sed y murmura. Pone en duda la presencia de Dios. El simbolismo del agua ocupa un lugar importante en la vida del pueblo elegido y en el mismo Cristo.
También en nuestros días tiene esto una plena realidad, no obstante tantísimos adelantos como hay. Hay épocas, temporadas e incluso años de sequía. Esto es más vivo en la época en que se escribió este libro bíblico. El pueblo debió experimentar con frecuencia, durante su vida en el desierto (Ex 17; Num 20), y en la misma Jerusalén en la que sólo había una fuente, la bendición que significa para él el descubrimiento de un punto de agua. De ahí que el tema del agua viva sea uno de los más evocadores de la presencia de Dios en su pueblo (Sal 45-46; Is 30, 25; Is 35, 4-7; Is 41, 15-18; Ez 47; Za 13, 1). Es Cristo quien distribuye el agua viva, don de su propia vida (Jn 7, 37-38; 1Co 10, 1-11), agua llena del Espíritu.
– El oráculo divino del Salmo 94 sigue siendo actual. " ¡Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor!... No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Masá en el desierto ". El hoy de la misericordia de Dios brilla sobre nosotros. San Pablo también cita este salmo al invitar a la conversión a los cristianos:
" Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros un corazón malo e incrédulo, que se aparte del Dios vivo; antes exhortaos mutuamente cada día, mientras perdura el hoy, a fin de que ninguno se endurezca con el engaño del pecado. Porque hemos sido hechos participantes de Cristo en el supuesto de que hasta el fin conservemos la firme confianza del principio; mientras se dice: Si hoy oyereis su voz, no endurezcáis vuestros corazones como en la rebelión " (Hb 3, 12-15).
– Jr 31, 31-34: Haré una alianza nueva y no recordaré sus pecados. El anuncio de una nueva alianza constituye un hito en la predicación del profeta. La antigua alianza, basada en la ley escrita, cederá su puesto a una Alianza nueva, cuya ley estará grabada en los corazones de los fieles. Se trata de la Alianza nueva y eterna que Cristo asegura que se ha realizado en su Sangre, según las palabras del relato de la institución de la Eucaristía. Exclama Clemente de Alejandría:
" ¡Salve, Luz! Desde el cielo brilla una luz sobre nosotros, que estábamos sumidos en la oscuridad y encerrados en la sombra de la muerte, Luz más pura que el sol, más dulce que la vida de aquí abajo. Esta Luz es la vida eterna, y todo lo que de ella participa vive, mientras que la noche teme a la luz y, ocultándose de miedo, deja el puesto al día del Señor; el universo se ha convertido en Luz indefectible, y el ocaso se ha transformado en aurora. Esto es lo que quiere decir la "nueva creación" (Ga 6, 15); porque el Sol de justicia (Ml 4, 2), que atraviese en su carroza el universo entero, recorre asimismo la humanidad imitando a su Padre...
" Él fue quien transformó el ocaso en amanecer, quien venció la muerte por la resurrección, quien arrancó al hombre de su perdición y lo levantó al cielo;... Da leyes a su inteligencia y las graba en su corazón. ¿De qué leyes se trata? Pues "todos me conocerán, desde el más pequeño al mayor, oráculo de Yavé; ya que perdonaré su culpa y no recordaré más su pecado" (Jr 31, 34) " (Exhortación a los paganos 11, 114, 4-5).
No hay oposición entre los dos Testamentos, sino cumplimiento en uno de lo que en el otro se había prometido. Todo es un acto continuado de la misericordia divina.
– De nuevo repetimos algunos versos del Salmo 50: " Oh Dios, crea en mí un corazón puro..., renuévame por dentro... enseñaré a los malvados tus caminos, los pecadores volverán a Ti; los sacrificios no te satisfacen, si te ofreciera un holocausto no lo querrías. Mi sacrificio es un espíritu quebrantado: un corazón quebrantado y humillado Tú no lo desprecias ".
– Mt 16, 15-23: Tú eres Pedro, te daré las llaves del Reino de los cielos. Pedro proclama en nombre de los Doce su fe en que Jesús es el Mesías y Éste lo proclama dichoso y le anuncia su futura misión en la Iglesia. Muchas veces ha comentado San Agustín este pasaje evangélico:
" Él les dijo: "Los hombres que pertenecen al hombre dicen esto y aquello; pero vosotros, hombres ciertamente, que pertenecéis al Hijo del Hombre, ¿quién decís que soy yo?" Entonces respondió Pedro, uno por todos, la unidad en todos: "Tú eres Cristo, el Hijo de Dios vivo". Cristo encarece su humildad; Pedro confiesa la majestad de Cristo. Era justo y conveniente que fuera así. Escucha, Pedro, lo que Cristo se hizo por ti y tú di quien se hizo Hijo del Hombre por ti. "¿Quién dice la gente que soy yo, el Hijo del Hombre?" ¿Quién es Este que por ti se hizo Hijo del Hombre?... "Tú eres Cristo, el Hijo de Dios vivo". Yo, dijo, recomiendo mi humildad; tú reconoce mi divinidad. Yo digo que me he hecho por ti; di tú cómo te hice a ti (Hb 3, 12-15): " (Sermón 306, D).