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Tt 1, 1-4. Saludo epistolar
El saludo de esta carta es más amplio que de ordinario y tiene cierto parecido con el de la carta a los Romanos. Parece que San Pablo, al extenderse de este modo en el saludo, trata de destacar ya desde un principio su autoridad, y, consiguientemente, la de Tito su enviado, a fin de impresionar más a los falsos doctores de Creta.
El título de "siervo de Dios" (Tt 1, 1) solamente es empleado por San Pablo en esta ocasión; de ordinario se llama "siervo de Jesucristo" (cf. Rm 1, 1; Flp 1, 1). En el fondo, viene a ser lo mismo, recalcando su total consagración a Dios, hasta en lo más profundo de su existencia. La expresión "conforme (?at?) a la fe y al conocimiento de la verdad" indica la finalidad del apostolado de Pablo y no es sino la ampliación de su título de apóstol: conseguir que los escogidos de Dios (cf. Ef 1, 4) lleguen a la fe y al conocimiento de la verdad (cf. Rm 1, 5; Rm 10, 14-15). Esta verdad, añade, no es una verdad meramente especulativa, sino que está ordenada a "la piedad," es decir, a hacer que los hombres den a Dios el culto debido, viviendo según su voluntad (cf. 1Tm 2, 2-4). Y aún sigue más adelante el Apóstol: esa consecución de la fe y de la verdad no son sino medios en orden a conseguir la vida eterna, que Dios nos tenía prometida desde toda la eternidad, pero cuya promesa ha sido manifestada ahora por medio del Evangelio, del que Pablo es heraldo (Tt 1, 2-3; cf. 2Tm 1, 9-11). Esta "esperanza" escatológica del cristiano (Tt 1, 2) es algo que Pablo recalca constantemente (cf. 1Ts 1, 10; Rm 8, 24; Col 1, 5; 2Co 4, 17; Ef 1, 18).
El apelativo de "hijo verdadero" que Pablo aplica a Tito (Tt 1, 4), lo empleó ya también respecto de Timoteo (cf. 1Tm 1, 2). Las demás expresiones de Tt 1, 4, augurándole "gracia" y "paz," son las normales en sus cartas (cf. Rm 1, 7).
Tt 1, 5-9. Selección de presbíteros dignos
En su viaje por Oriente, después de haber sido liberado de la cautividad romana, Pablo evangelizó la isla de Creta. Su permanencia en la isla debió de ser bastante breve, solicitado por atenciones pastorales en otras regiones, dejando a Tito encargado de "acabar de ordenar lo que faltaba" y de "constituir por las ciudades presbíteros" (Tt 1, 5).
Estos "presbíteros" eran los que habían de llevar de modo inmediato y directo el peso pastoral de las comunidades; de ahí la insistencia de Pablo a Tito en que se haga una cuidadosa selección (Tt 1, 6-9). Las condiciones exigidas son casi idénticas a las señaladas en 1Tm 3, 2-7, hablando del "obispo." Entre las que faltan está la de "no neófito" (cf. 1Tm 3, 6), sin duda porque lo que era posible en Éfeso no lo era en Creta, cuya cristiandad acababa de fundarse. Es de notar que el término "presbítero" de Tt 1, 5 queda sustituido por el de "obispo" en Tt 1, 7. Y es que ambos términos eran entonces sinónimos, como ya explicamos ampliamente en la introducción a 1Tm; únicamente que el de "obispo" (lit. = inspector) describía la función mejor que el de "presbítero" (lit. = anciano). Algo así como hoy los términos "párroco" y "pastor de almas".
Tt 1, 10-16. Lucha contra los falsos doctores
Entre las condiciones exigidas a los "presbíteros" está, de modo muy principal, el que posean "sana doctrina," de modo que puedan combatir debidamente los errores (cf. (Tt 1, 9). Esto da pie al Apóstol para hablar de los falsos doctores (Tt 1, 10-16). Parece que no predicaban públicamente, sino que iban de casa en casa propalando sus doctrinas (Tt 1, 11; cf. 2Tm 3, 6).
Estos falsos doctores, que, en gran parte al menos, eran de origen judío (cf. Tt 1, 10), son de las mismas tendencias que los de Éfeso, aludidos en las cartas a Timoteo (cf. 1Tm 1, 3-7; 1Tm 4, 3; 1Tm 6, 3-5; 2Tm 2, 14-18; 2Tm 3, 1-9).
De los falsos doctores pasa Pablo a los cretenses en general (Tt 1, 12), alegando una cita del poeta cretense Epiménides (siglo VI a. C.), por cierto no muy honorífica para sus compatriotas. San Pablo añade que Epiménides dijo mucha verdad (Tt 1, 13a); de ahí que no tenga reparo en llamarle "profeta" (Tt 1, 12a), aunque es obvio que sólo sea en sentido muy amplio y por cierta afinidad con los auténticos profetas. Extraña un poco que Pablo hable tan duramente de los cretenses, pues se trata de una carta que había de ser leída en la comunidad. Pero no hay que olvidar que es una cita, y cita de un cretense, y a Pablo le convenía hacer resaltar el peligro de los falsos doctores, sin andar con fórmulas diplomáticas. La recomendación a Tito es de que proceda con firmeza contra los cretenses a fin de preservar la fe (Tt 1, 13-14). En los Tt 1, 15-16 San Pablo alude de nuevo a los falsos doctores, fustigando dos cosas: el que traten de distinguir entre alimentos puros e impuros (cf. Col 2, 21-22; 1Tm 4, 3) y el que alardeen de piedad y lleven luego una conducta indigna (cf. Col 2, 23; 2Tm 3, 5).
Tt 2, 1-10. Deberes propios de cada estado
En contraste con las enseñanzas de los falsos doctores, que revuelven las casas y destrozan la vida de familia (cf. Tt 1, 11), Tito debe ajustar su predicación a la "sana doctrina" (Tt 2, 1).
Y, a fin de concretar más, San Pablo va especificando cómo debe instruir a las diversas clases de fieles, atendida su edad, sexo y condición: primeramente, respecto de los ancianos (Tt 2, 2); luego, respecto de las ancianas y las jóvenes (Tt 2, 3-5); a continuación, respecto de los jóvenes (Tt 2, 6-8), y finalmente, atendida no ya la edad o sexo, sino la condición social, respecto de los siervos (Tt 2, 9-10). En este elenco de deberes de cada una de las clases de fieles, San Pablo usa vocablos corrientes en el helenismo y en la moral natural, pero informándolo todo de un espíritu nuevo, procedente de Dios y de su gracia salvadora (cf. Tt 2, 5-10).
Es curioso observar que, hablando de la instrucción a las jóvenes (Tt 2, 4-5), no así al hablar de las otras categorías de personas, San Pablo supone expresamente la colaboración de personas de su sexo ya mayores. Notemos también cómo, respecto de la instrucción a los jóvenes (Tt 2, 6), aparte el ejemplo que debe darles el mismo Tito (Tt 2, 7-8), San Pablo resume todo en un consejo: ser ponderados en todo (s?f???e?? pe?? p??ta). Se trata de la s?f??s???, virtud muy alabada entre los griegos, y también en estas cartas pastorales (cf. Tt 2, 2-5; Tt 2, 12; 1Tm 2, 9-15; 1Tm 3, 2), consistente en saber observar mesura y ponderación en todas las ocasiones, con dominio de sí mismo, sin condescender con los impulsos juveniles. En cuanto a los consejos a los siervos (Tt 2, 9-10), son prácticamente los mismos que en 1Tm 6, 1-2.
Tt 2, 11-15. Fundamento dogmático de estas exigencias
Todas esas virtudes que Pablo exige a las diversas categorías de fieles (cf. Tt 2, 2-10) tienen su fundamento en Cristo, quien, con su venida al mundo, nos ha hecho visible la voluntad que Dios tiene de salvar a todos los hombres y nos ha enseñado cómo debemos vivir (Tt 2, 11-12), al mismo tiempo que alienta nuestro trabajo con la esperanza de la gloria del cielo y de su gloriosa manifestación en la parusía. El, que ofreció su vida por nosotros para adquirirse un pueblo santo (Tt 2, 13-14; cf. Rm 3, 24-25; Hch 15, 14). Esto, que constituye la verdadera doctrina, es lo que Tito debe exponer con toda energía, haciendo valer la autoridad que le da su cargo (Tt 2, 15).
Evidentemente, es éste uno de los pasajes de las cartas de San Pablo más cargado de doctrina, resumen de su teología. Como es corriente en él, no se contenta con señalar preceptos y reglas de vida práctica, sino que se eleva a los principios, indicando las razones profundas que justifican esas exigencias. En este caso lo hace mediante una especie de himno a la "gracia" de Dios (Tt 2, 11-14). Parece que el lenguaje está inspirado en escenas, entonces frecuentes, de monarcas que hacían su solemne manifestación (?tt?f??e?a?) al pueblo y repartían numerosos beneficios, llamados colectivamente "gracia," recibiendo a cambio de sus súbditos el apelativo de "salvadores." Pablo se vale de esta terminología áulica, sin duda muy expresiva para sus lectores, aplicándola a Jesucristo y a su obra de salud. Sentimos aflorar aquí toda la doctrina paulina de la justificación, obra gratuita de Dios (cf. Rm 3, 21-24; Rm 13, 14; Ga 6, 14). La aparición (ep?f??e?a) de Jesucristo en el mundo, haciendo visible la "gracia" o amor benéfico de Dios, fue un continuo reparto de beneficios (Tt 1, 1-12; Tt 1, 14), que tendrá su consumación cuando llegue la segunda aparición en la parusía (Tt 2, 13); Él es nuestro "gran Dios y Salvador" (.t?? µe????? Te?? ?a? s?t???ß ?µ?? ??s?? ???st??). Con razón se ha hecho notar que hay aquí una neta afirmación de la divinidad de Jesucristo, pues ambos nombres "Dios" y "Salvador" se aplican a la misma persona, dado que llevan el mismo artículo, el que precede al adjetivo "grande"; ni Pablo habla nunca de la venida gloriosa del Padre en la parusía, sino sólo de la de Cristo (cf. Col 3, 4; 2Ts 2, 8; 1Tm 6, 14; 2Tm 4, 8). Por lo demás, ya encontramos una expresión parecida en Rm 9, 5.
Tt 3, 1-11. Deberes generales del cristiano
En esta última parte de su carta, San Pablo recuerda a Tito algunas instrucciones de carácter general que debe inculcar a todos los fieles.
Primeramente, la obediencia y sumisión a las legítimas autoridades (Tt 3, 1), tema de que el Apóstol ya trató más ampliamente en Rm 13, 1-7 y se da como supuesto en 1Tm 2, 1-2. Luego la tolerancia y mansedumbre en las relaciones con los demás, procurando no lastimar al prójimo con palabras ofensivas (Tt 3, 2; cf. 1Tm 3, 3; 2Tm 2, 23-24). Se refiere San Pablo sobre todo a los paganos; por eso, como estímulo que ha de mover a los cristianos cretenses a ser atentos y considerados con ellos, les recuerda su propio pasado, lleno también de vicios (Tt 3, 3; cf. Ef 2, 2-3; Col 3, 7), de cuyo estado salieron, no en virtud de obras o méritos propios, sino por la sola bondad de Dios (Tt 3, 4-7; cf. Rm 3, 20-25; Ef 2, 4-9).
Al hablar San Pablo (Tt 3, 5) de "baño de regeneración y renovación del Espíritu Santo" (d?a ??t??? pa????e?es?a? ?a? ??a?a?-??se?ß p?e?µat?? a????), se está refiriendo evidentemente al bautismo, medio del que Dios ha querido servirse para justificarnos y salvarnos. Es llamado así, porque el bautismo mediante la acción invisible del Espíritu Santo opera en nosotros una verdadera regeneración y renovación, en virtud de la cual pasamos del estado de muerte y de pecado, en que nacemos, al estado de hijos de Dios, participantes de la gracia divina, herederos de la gloria del cielo, en unión con Jesucristo, al que nos incorpora (cf. Rm 6, 3-4; 2Co 1, 22; 2Co 5, 17; Ga 6, 15; Ef 5, 26; Jn 3, 5-7). Es posible que los Tt 3, 5-6, que tan maravillosamente expresan la acción de la Santísima Trinidad en la santificación del hombre, recojan expresiones de algún antiguo himno bautismal. En Tt 3, 7 nuevamente encontramos la referencia a la "esperanza" escatológica del cristiano, cosa frecuente en Pablo (cf. Tt 1, 2-3). Todo esto, que es una gran verdad (cf. 1Tm 1, 15), debe inculcar Tito con firmeza a los cretenses (Tt 3, 8).
También ha de procurar evitar las contiendas y cuestiones necias, a que son tan dados los falsos doctores (v.g; cf. 1Tm 1, 4-7). Al que haga propaganda de sus particulares ideas religiosas erróneas, que le amoneste una y dos veces, y, si sigue obstinado en permanecer de espaldas a la verdad (cf. Tt 1, 14), que le considere como excluido de la Iglesia (Tt 3, 10-11; cf. 1Tm 1, 20; 1Co 5, 11; Mt 18, 15-17).
Tt 3, 12-14. Noticias varias
Antes de terminar la carta, Pablo da a Tito algunas noticias y encargos. Son detalles tan concretos, que difícilmente se explicarían de no suponer a Pablo autor de la carta. De ahí que muchos autores que niegan la autenticidad paulina consideran este final como un fragmento de alguna carta del Apóstol, hoy perdida. Lo mismo vale para 2Tm 4, 9-11. Le dice primeramente que, una vez que le haya mandado a Artemas o a Tíquico, vaya a verle a Nicópolis, donde piensa pasar el invierno (Tt 3, 12). Aunque había entonces varias ciudades con el nombre de Nicópolis (= ciudad de la victoria), todo hace pensar que se trata de Nicópolis en el Epiro, que es la más cercana a los lugares por donde entonces andaba San Pablo. De Artemas no tenemos dato alguno más; en cambio, Tíquico nos es ya conocido (cf. Ef 6, 21; 2Tm 4, 12).
A continuación (Tt 3, 13) el Apóstol habla de dos personajes, Zenas y Apolo, quienes, a lo que parece, se encontraban entonces con Pablo y debían de tener que hacer algún viaje pasando por Creta. Tal vez de regreso a Alejandría, de donde Apolo era originario (cf. Hch 18, 24). Es posible que sean ellos los portadores de la carta. El Apóstol, conforme era entonces costumbre entre amigos y conocidos (cf. Rm 15, 24; 1Co 16, 6.11), encarga a Tito de que los "provea" de lo necesario para el viaje. De Zenas, al contrario que de Apolo (cf. 1Co 1, 12; 1Co 16, 12), no tenemos ningún otro dato.
En Tt 3, 14 Pablo hace una recomendación general de caridad práctica, tomando ocasión de la recomendación precedente para con los dos huéspedes.
Tt 3, 15. Saludos y bendición final
Son los saludos protocolarios, que más o menos se hallan en todas las cartas. Primeramente para Tito, de parte de los que se hallan con Pablo, que no los nombra, aunque es de creer que Tito sabía de quiénes se trataba. Luego para todos los fieles cretenses en general, con el apelativo "los que nos aman en la fe," quizás para hacer distinción con los amantes de novedades atraídos por la predicación de los falsos doctores.
La bendición final es la acostumbrada en todas las cartas.