1PEDRO

1P 1, 3-12 Este prólogo teológico se abre con una bendición litúrgica (3-5; véase 2Co 1, 3 y Ef 1, 3), que es utilizada como himno en la oración litúrgica de la Iglesia y que revela un profundo sentido bautismal.

1P 2, 9 Los creyentes forman un sacerdocio que tiene acceso a Dios; como se indicará inmediatamente, su función, vinculada al Reino, consiste en anunciar las proezas de Dios a toda la humanidad mediante el testimonio de su buena conducta entre los gentiles.

1P 2, 25 La imagen del pastor, que en el AT evoca la relación de Dios con su pueblo (Is 40, 11; Jr 23, 1-4; Ez 34, 16; Za 11, 4-7; Sal 23; Si 18, 13), se aplica en el NT a Cristo (Mt 2, 6; Mc 14, 27; Hb 13, 20).

1P 3, 19 En esta frase, en la que se funda el artículo del Credo sobre el «descenso a los infiernos» (es decir, al lugar de los muertos), se afirma básicamente que Cristo es el mensajero y portador de una salvación que trasciende el tiempo, el espacio y las coordenadas de la vida y de la muerte.

1P 5, 1 El autor se presenta como co-presbítero y como testigo de la pasión de Cristo para hacer una llamada a la humildad cristiana a los presbíteros (1P 5, 2-4), a los jóvenes (1P 5, 5a) y, en general, a todo cristiano (1P 5, 5b).

1P 5, 13 Vinculando a Marcos a la figura de Pedro y presentando a Silvano como amanuense, 1Pedro resalta la armonía de la fraternidad cristiana tras la tensión primera entre las tendencias judeocristiana y gentil-paulina que se hizo presente en el concilio de Jerusalén (Hch 15); de hecho, Marcos se había apartado de Pablo (Hch 13, 13; Hch 15, 37ss; Col 4, 10), mientras que Silvano era compañero suyo.