Sal 1 Este salmo es una introducción sapiencial al Salterio. La enseñanza/ley es el criterio de discernimiento. El alimento de Jesús es hacer la ley del Padre (véase Jn 4, 34).
Sal 2 Salmo real que sirve como una introducción histórica al Salterio. De nada sirve que los vasallos conspiren y se rebelen contra el Señor y su Mesías. La filiación proclamada en el v.7 suena en el bautismo de Jesús (Mt 3, 12 par) y en su transfiguración (Mt 17, 5 par), como también en la proclamación de la resurrección (Hch 13, 33) o de su dignidad sacerdotal (Hch 2, 7; Hch 5, 5).
Sal 3 Salmo de confianza y súplica individual. Al triple cerco de los asediantes se opone la absoluta confianza del salmista en Dios. En Mt 27, 43 están latentes los v.2s. La Iglesia ha leído el v.6 a la luz de la muerte y resurrección de Cristo: cuando yerga la cabeza (4), cuando «sea levantado» (véase Jn 12, 32).
Sal 4 Salmo de difícil clasificación, por él corren parejas la súplica y la confianza. Ef 4, 26 cita la primera frase del v.5, mientras que la «anchura» evoca Ef 3, 18. Nuestra liturgia de difuntos se hace eco del «descanso en paz» (véase Ap 14, 13).
Sal 5 Súplica individual. Dios no tiene connivencia alguna con el mal. Solo entrará en su casa quien haya sido distinguido por el amor divino. Pablo generaliza la corrupción del v.5 (véase Rm 3, 9-18).
Sal 6 Es este el primero de los salmos penitenciales en la tradición eclesial. Al finalizar el salmo se proclama la confianza en la acogida divina. Una cita o alusión al v.9 puede percibirse en Mt 7, 23 y Lc 13, 27.
Sal 7 Súplica individual. Dios es juez universal, perspicaz e imparcial. Para una lectura cristiana del salmo es necesario recurrir a 1P 2, 15-23, especialmente al v.23: Se entregaba al que juzga rectamente. Del león rugiente habla la misma carta (1P 5, 8); y de Cristo, como juez universal, Mt 15, 32.
Sal 8 Himno que canta la grandeza del Dios creador. Dios creador ha dado tal grandeza al hombre que es un recuerdo del que Dios se ocupa y lo ha convertido en su visir. Lo que aquí era idealismo se trueca realidad en Jesús. 1Co 15, 26 aplica el v.7b al Mesías.
Sal 9 Este salmo de acción de gracias, con elementos de súplica, tal vez formaba unidad con Sal 10; los LXX unificaron ambos salmos. A partir de aquí, y hasta Sal 147, damos una doble numeración: la más alta corresponde al texto hebreo; la más baja (puesta entre paréntesis) al de los LXX, que es seguido por la liturgia de la Iglesia.
Sal 10 Continuación del salmo anterior con un tercer acto: la súplica a Dios, rey y juez. 1P 5, 8 recoge la imagen del león acechante, aplicada a Satán, que nos recuerda los movimientos calculados de los malvados (10, 8-10).
Sal 11 Salmo de confianza individual. Cuando todo falla, queda la fe en Dios, que es justo y amante de la justicia. Pueden fallar muchas rocas y estructuras; la roca que es el Señor nunca vacilará: es el cimiento sobre el que se levanta toda construcción (véase 1Co 3, 11).
Sal 12 Súplica comunitaria. El salmo, centrado en el poder de la palabra, en sus efectos benéficos y aterradores, nos conduce a la Palabra, a aquel que tiene palabras de vida eterna (Jn 6, 68); la palabra de Dios es yelmo de salvación y la espada del Espíritu (véase Ef 6, 8).
Sal 13 Súplica individual. La relación de cariño personal entre Dios y el salmista no puede interrumpirse ni siquiera con la muerte. El símbolo Cristo-luz es frecuente en el NT (véase Lc 1, 79; Jn 1, 9; Ef 1, 18). La muerte ya no es el sueño definitivo, sin despertar, según se lee en Ef 5, 14.
Sal 14 Lamentación individual con tintes didácticos y proféticos. Aunque parezca que la iniquidad se enseñorea sobre la tierra, Dios no está ausente. Está en los humildes y con los humildes, gente sensata que busca a Dios y se refugia en él. Algunos Padres refieren el v.7 a la venida del Salvador o Mesías.
Sal 15 Salmo litúrgico. Quien cumpla las diez condiciones enumeradas gozará de la estabilidad del monte Sión y será huésped de Dios. La clave para una lectura cristiana del salmo está en el «tabernáculo» o tienda. Jesús es la tienda mayor y más perfecta (véase Hb 9, 11).
Sal 16 Confesión en el seno de un salmo de confianza. El Señor es el único Bueno, de él procede todo bien: la hospitalidad, el don de la tierra, una estrecha relación amorosa que ni la muerte interrumpirá. Este salmo es releído por Hch 2, 24-31 (v.8-11); Hch 13, 34ss (v.10).
Sal 17 Súplica individual. El salmista pide justicia en voz alta. Expone su inocencia y la maldad de sus adversarios, que son inmisericordes, y espera como recompensa máxima ver el rostro divino. Los escritores antiguos escuchan en este salmo la voz de Cristo en la pasión y de la Iglesia en la persecución.
Sal 18 Salmo de acción de gracias. Desde el último verso añadido, el salmo se convierte para el cristiano en un himno a Cristo, el nuevo y definitivo Mesías davídico, triunfador de la muerte y del abismo, y glorificado por el Padre.
Sal 19 Se compone este salmo de dos himnos: al Creador (2-7) y a la ley (8-14), que finalizan con una antífona (15). La creación entera habla del Creador con lenguaje silencioso e ininterrumpido. La obra maestra de Dios, que es la ley, transmite el buen querer de Dios y da vida al «siervo» de la ley.
Sal 20 Súplica comunitaria por el rey en un momento de peligro, con la convicción de que la petición es escuchada y el pueblo, junto con el rey, saldrá victorioso. Cuando el último enemigo sea definitivamente vencido, diremos: ¡Gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo! (1Co 15, 57).
Sal 21 Salmo real de acción de gracias. Dios ha concedido al rey lo que deseaba. Todos, incluido Dios, celebran el triunfo regio, que es el triunfo de Dios. El Mesías es coronado de gloria y dignidad (Hb 2, 9). Al rey del salmo se le da vida; el Hijo dispone de la vida (véase Jn 5, 26; 1Jn 5, 11). El Hijo ha sido glorificado (Jn 13, 31).
Sal 22 Lamentación individual de un moribundo. La muerte está cerca. Dios está lejos, pese a la cercanía de otros tiempos. Finalmente, la intervención divina da paso al reconocimiento y a la alabanza, a la postración de todos ante el Rey, Dios y Señor.
Sal 23 Salmo de confianza individual. En este salmo tal vez esté latente la experiencia de la salida de Egipto, aplicada ahora al retorno de Babilonia. Se sale camino del «reposo», y Dios pastor va al frente del pueblo: lo guía y lo defiende.
Sal 24 Himno de alabanza a Dios creador y rey victorioso. Dios omnipotente, creador de todo cuanto existe, entra victorioso en su ciudad o en el templo, y admite ante sí a quienes reúnen determinadas condiciones. La liturgia aplica este salmo a la ascensión de Jesús.
Sal 25 Salmo acróstico de súplica y confianza con tonalidades sapienciales. La bondad de Dios es tal que como pedagogo enseña el camino que se ha de seguir, cuida los pasos de sus hijos y, por su gran nombre, perdona incluso el gran pecado.
Sal 26 Súplica individual. Ora en este salmo un hombre íntegro, cuya conciencia no lo acusa. No tiene nada que ver con los pecadores ni con el mal. Ama la casa de Dios. Se somete, sin embargo, al juicio divino, que es fuego purificador.
Sal 27 Salmo de confianza y de súplica. La absoluta confianza en Dios induce a desear tan solo una cosa: habitar en la casa del Señor, ver su belleza. Es una confianza que ahuyenta todo miedo, aunque se vivan circunstancias extremas. De la confianza cristiana habla Pablo en 1Co 1, 3-5, etc.
Sal 28 Salmo de súplica y de acción de gracias. La oración de este salmo se eleva desde el confín de la vida, en el límite con la muerte, y es escuchada por Dios, que es «baluarte y refugio». Esta plegaria del pasado es nueva en los labios cristianos, según lo que leemos en Ef 6, 10: Buscad vuestra fuerza en el Señor y en su invencible poder.
Sal 29 Himno al Dios «fascinante y tremendo». La presencia de Dios es apabullante, el poder de su voz (el trueno) es estremecedor. Mar, montañas y desierto se amilanan ante la presencia divina. Su pueblo, sin embargo, entona Gloria in excelsis Deo.
Sal 30 Acción de gracias individual. La cólera divina dura un instante, su ternura es eterna. El dolor y la muerte son un mero paso. El sayal y el llanto son suplantados por el gozo, porque la muerte ya ha sido vencida.
Sal 31 Súplica individual que describe el paso del desaliento en la prueba al júbilo por el amor y la salvación de Dios. Destaca la confesión del v.15: Tú eres mi Dios. Jesús muere con las palabras de este salmo en sus labios: Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu (Lc 23, 46).
Sal 32 Acción de gracias individual, con tonalidades sapienciales. Litúrgicamente es el segundo salmo penitencial. Los v.1ss son citados en Rm 4, 7ss. Una doctrina semejante a la del salmo, sin citarlo, se habla en 1Jn 1, 8.
Sal 33 Himno de alabanza. El cántico nuevo y alborozado se dirige a la palabra divina, con cuya fuerza fue creado cuanto existe. El Te Deum cita el v.22 de este salmo.
Sal 34 Salmo acróstico de acción de gracias individual, con tonalidades sapienciales. El salmo resuena en Hb 6, 4. El comentario midrásico de 2Co 3, 7-18 se enriquece a la luz del v.6 del salmo, aunque Pablo no cite este pasaje.
Sal 35 Súplica individual. El salmista, perseguido e injustamente acusado, pide a Dios que se haga cargo de su causa y que se levante como guerrero invencible.
Sal 36 Salmo mixto, compuesto por una reflexión sapiencial sobre el mal o los malvados (2-5), un himno al amor de Dios (6-11) y una súplica escuchada (12ss). El pecado se encarna en el malvado. A él se opone el inconmensurable amor divino, agua y vida, para quienes reconocen a Dios.
Sal 37 Salmo acróstico sapiencial. El malvado, pese a su posición, fracasará. El honrado, aunque tenga una apariencia insignificante, tendrá futuro: heredará la tierra y vivirá bajo la bendición divina. Este salmo es buen trasfondo para leer las bienaventuranzas.
Sal 38 Súplica individual. Es el tercer salmo penitencial de la liturgia. La confesión del propio pecado y la cercanía de Dios rompen la clásica vinculación entre enfermedad y pecado.
Sal 39 Lamentación y súplica individual. Fragilidad y caducidad son la raíz de las limitaciones humanas, entre las que se cuentan el pecado y la muerte. Si el hombre es fugaz como un soplo, ¿por qué se ocupa Dios de él?
Sal 40 Salmo mixto. Solo Dios, cuya ley está inscrita en las entrañas del salmista, merece confianza. El sacrificio que le agrada es el cumplimiento de su ley.
Sal 41 Salmo de acción de gracias. Quien cuida del desvalido es dichoso ya ahora y lo será siempre, porque Dios se ocupa de él. La bienaventuranza de los misericordiosos (Mt 5, 7) repite casi a la letra la del salmo.
Sal 42-43 Estos salmos forman una unidad: una lamentación individual. Se mueve este salmo entre la ausencia sentida y la presencia anhelada. Antes de llegar a contemplar nuevamente a Dios, el salmista ha de pasar por todas las gamas del dolor, como se capta en las preguntas.
Sal 44 Lamentación y súplica colectiva. El salmo pasa de un Dios con nosotros a un Dios adverso. La luz de su rostro fue causa de salvación en tiempos pasados; también ahora puede serlo.
Sal 45 Salmo real. La inspiración poética se convierte en palabra que loa al rey bello y victorioso, y a la princesa bellísima. Hb 1, 8ss cita los v.7ss. Desde esta cita el salmo adquiere un sentido mesiánico que tal vez no tenía originalmente.
Sal 46 Himno a Dios que habita en Sión. La presencia del Altísimo da estabilidad a la ciudad. Jesús lleva el nombre de Enmanuel, Dios con nosotros (Mt 1, 23). Pablo se pregunta de forma retórica: Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? (Rm 8, 31).
Sal 47 Himno a la realeza divina. La liturgia aplica el salmo a la ascensión del Señor (véase Ef 4, 9ss).
Sal 48 Un nuevo himno que celebra a Dios que mora en Sión. Su presencia da consistencia y belleza a la ciudad, ante cuyas murallas se estrellan los poderes enemigos. Según el NT, la Jerusalén terrena es prefiguración de la nueva Jerusalén (la Iglesia).
Sal 49 Salmo sapiencial. Solo la confianza en Dios, no en las riquezas, puede salvar. El tema del «rescate» (8ss. 16) nos permite evocar a Mt 16, 26ss; Mt 20, 28. Jesús mismo se da en rescate (Hb 9, 12).
Sal 50 Primera parte de un pleito judicial entre Dios y el pueblo, cuya segunda parte es Sal 51. Dios no echa en cara a su pueblo los sacrificios, sino sus pecados contra el prójimo. Si el pueblo no se arrepiente, sufrirá un castigo inexorable.
Sal 51 Continúa aquí la requisitoria judicial del salmo anterior, con el alegato del acusado. Es este un salmo penitencial por excelencia. La confesión de la bondad divina y el hecho de que el pecador se reconozca como tal ante Dios traen consigo una nueva creación, obrada por el espíritu. La justicia divina actúa perdonando.
Sal 52 Salmo mixto. El justo será árbol frondoso en el templo. La actuación divina ratificará su fe. Las imágenes vegetales del salmo tienen su eco en el NT (véase Mt 15, 13; Rm 11, 17-24).
Sal 53 Este salmo, con escasas y ligeras variantes, es una repetición de Sal 14.
Sal 54 Salmo de súplica. La afirmación del nombre divino junto con la afirmación de la bondad de Dios abre este salmo al NT.
Sal 55 Súplica y lamentación individual. Dios no puede hacerse el sordo cuando el creyente pone toda su confianza en él. Siguiendo a los Padres, el salmo puede leerse a la luz de la pasión de Cristo.
Sal 56 Súplica de confianza. Aunque la persecución sea incesante y todo induzca a la desesperación, el salmista espera en la palabra/promesa divina. Esa palabra, objeto de confianza del salmista, puede leerse con mayúscula: «La Palabra se hizo carne».
Sal 57 Salmo de confianza y de acción de gracias. Quien se refugia a la sombra de las alas divinas pasa de la súplica a la alabanza, de la opresión a la liberación.
Sal 58 Este salmo se mueve entre la súplica individual y el estilo profético. Solo Dios puede restaurar la justicia pervertida.
Sal 59 Lamentación y súplica individual. Dios es alcázar del salmista ante los perros que merodean por la noche y siembran el terror con sus aullidos.
Sal 60 Súplica comunitaria. Cuando todo parece tambalearse, la confianza en Dios y en la antigua palabra sostiene al creyente. La tensión dramática del salmo permite ponerlo en labios de la Iglesia, perseguida pero no derrotada, sino asistida por el poder de Dios.
Sal 61 Salmo mixto. El desterrado pide a Dios que sea su refugio y lo acoja nuevamente en el templo; que el rey goce de larga vida y sea escoltado por Dios en persona.
Sal 62 Salmo de confianza individual. ¿En quién hay que poner la confianza? ¿En Dios o en las riquezas? Solo Dios es poderoso, leal y justo. Es imposible servir a Dios y al dinero (véase Lc 16, 13).
Sal 63 Salmo de confianza, estructurado en tres cánticos: el de la sed (2-4), el del hambre (5-9) y el del juicio divino (10-12). El Jesús de san Juan dice desde la cruz: Tengo sed (Jn 19, 28).
Sal 64 Súplica individual formada por un díptico: los enemigos (4-7) y Dios (8ss). En tiempos de los Padres de la Iglesia este salmo formaba parte de la liturgia de la Semana Santa, lo que propiciaba una lectura cristológica del mismo.
Sal 65 Himno a Dios que mora en Sión. La Sión terrena nos remite a la Jerusalén futura (Ap 21). Todo el salmo tiene impronta litúrgica: perdón de los pecados, oración universal, presentación de ofrendas, alabanza cósmica e histórica, bendición final.
Sal 66 Salmo mixto, de alabanza y acción de gracias. Insiste en tres verbos: venir, ver y escuchar. Quien salvó en otro tiempo salva también ahora.
Sal 67 Acción de gracias. Todo don procede de la bondad divina y es motivo de júbilo agradecido. La bendición sálmica nos lleva a Ef 1, 3.
Sal 68 Himno al poder divino y a su majestad. La memoria de las maravillas del éxodo, el paso por otros reinos, la posesión de la tierra, la entrada en el santuario, son otros tantos motivos para celebrar a Dios, soberano de todo, que salvó a su pueblo y hundió a los enemigos.
Sal 69 Salmo de súplica. Son varios los versículos citados o aludidos en el NT. Es normal que los Padres de la Iglesia apliquen este salmo a la pasión de Cristo.
Sal 70 Súplica individual, que repite Sal 40, 14-18 con pequeñas variantes. Las burlas del enemigo son las de Mt 27, 42ss.
Sal 71 Lamentación y súplica individual. Toda la vida del salmista ha transcurrido bajo el cuidado divino; ahora en la vejez no puede ser abandonado por Dios.
Sal 72 Oración por el rey o por su heredero. Leído desde el NT, este salmo puede ser transpuesto a Cristo Rey o al Reino/reinado de Dios, que es eterno (Lc 1, 33), universal (Mt 2, 2. 4. 11; Ap 15, 4), de justicia y de paz (Mt 5, 6. 9; Rm 14, 17; St 3, 18).
Sal 73 Reflexión sapiencial. La prosperidad del malvado, despreocupado y cada día más rico, plantea un problema intelectual y pone en crisis la actitud existencial del inocente, que se resolverá en contacto con Dios, en el seno de la oración.
Sal 74 Lamentación y súplica comunitaria. La destrucción del templo generó preguntas angustiosas e inspiró súplicas apremiantes. Dios, pastor y rey desde antiguo, cuidará la vida de su tórtola.
Sal 75 Acción de gracias. El tema de Dios juez suena también en el NT (véase Hb 12, 23). Otro tanto sucede si el título se lo damos a Cristo (véase Hch 17, 31).
Sal 76 Canto de Sión. El Dios de Jerusalén es deslumbrante como guerrero y terrible como juez. Ap 12 recoge y desarrolla la imagen bélica.
Sal 77 Lamentación individual. La diestra divina, paralizada actualmente, fue portentosa en el pasado; ¿no volverá a serlo? La respuesta es afirmativa, aunque no se ofrezca.
Sal 78 Reflexión sobre la historia santa. El autor sigue este hilo conductor: liberación-rebeldía-castigo-misericordia. Releyendo la historia santa, puede servirnos lo escrito en 1Co 10, 11: Todo esto les sucedía alegóricamente.
Sal 79 Lamentación y súplica comunitaria. La destrucción del templo de Jerusalén y el exterminio del pueblo provocan angustiosos interrogantes, a la vez que incitan a una doble petición: que Dios muestre su ternura al pueblo y reserve su ira para el enemigo.
Sal 80 Lamentación y súplica comunitaria. El pasado glorioso de Israel contrasta con la actual situación de humillación y opresión. El rostro luminoso de Dios es recordado por Jn 14, 9 y por Hb 1, 3.
Sal 81 Salmo mixto, compuesto de una invitación hímnica (2-6b) y de una homilía oracular (6c-17).Sal 82 La liturgia profética del salmo comprende una acusación contra los jueces (2-4) contumaces (5) y una sentencia capital (6s). Los versículos 1 y 8 forman inclusión.
Sal 83 Súplica. El salmista pide para los enemigos de todos los tiempos el mismo trato dado a determinados enemigos históricos de Israel. El Apocalipsis describe batallas y plagas hasta que el enemigo es vencido. No obstante para conseguir la finalidad de la actuación divina, véase Jn 8, 28 o Flp 2, 11.
Sal 84 Cántico de Sión. En camino hacia el santuario, el salmista vive la esperanza del encuentro; de pueblo en pueblo hasta la morada de Dios (véase Hb 13, 14; 2Co 5, 1).
Sal 85 Súplica comunitaria. Una grave sequía motiva la petición del salmista. El Dios bueno promete bienestar y viene él mismo a darlo.
Sal 86 Súplica individual. Dios, compasivo, clemente y soberano de todo, no puede olvidar a su siervo. Este salmo de un humilde que se autodenomina siervo, tiene nueva sonoridad en labios de Jesús (véase Hch 4, 27).
Sal 87 Cántico de Sión. La ciudad elegida y fundada por Dios es madre de todos los hombres, y estos son hermanos entre sí.
Sal 88 Lamentación y súplica. Es el salmo más patético del salterio. Se impone la muerte con su silencio y a la espera de la respuesta divina. El terror del salmista nos evoca el de Jesús en la cruz (Mc 14, 33; Lc 22, 44).
Sal 89 Salmo mixto que celebra el amor fiel de Dios, manifestado en la creación, en la elección de su pueblo, y, sobre todo, en la elección de David y la alianza/promesa de Dios con David y su descendencia.
Sal 90 Salmo de lamentación y súplica.
Sal 91 Salmo de confianza. Dios y sus ángeles libran al creyente de todos los males. Mt 4, 5ss y Lc 4, 9-11 citan los v.11s del salmo: el tentador deforma la confianza en presunción.
Sal 92 Acción de gracias individual. Las acciones de Dios son piedra de escándalo en la que tropiezan los necios. Para el justo son manifestaciones de su amor.
Sal 93 Himno a la realeza divina. La realeza y el trono divino dan firmeza y consistencia a la creación.
Sal 94 Súplica individual. Dios, vengador de la sangre inocente, ha de levantarse como juez para imponer justicia en la tierra. Es el abogado del justo, a quien educa y consuela. El tema del consuelo retorna en 2Co 2, 7; 7, 6ss. 13.
Sal 95 Se compone este salmo de un himno (1-7c) y un oráculo profético (7d-11). La obediencia es la condición para entrar en el descanso. Los v.7-11 tienen su comentario homilético en Hb 3, 12-4, 11.
Sal 96 Himno a la realeza divina. El reino/reinado de Dios es el tema central de las palabras y obras de Jesús.
Sal 97 Himno a la realeza divina. Dios viene como rey y juez en una impresionante tormenta. Es distinta la reacción de los idólatras y la de los justos, cuya vida Dios protege.
Sal 98 Himno al Rey y Señor universal. La victoria del Señor motiva que Israel y todos los pueblos canten a Dios un cántico nuevo. En Ap 15, 3 suena el cántico de Moisés y el cántico del Cordero (véase Ap 5, 9ss y Ap 14, 2ss).
Sal 99 Himno a la realeza y santidad de Dios.
Sal 100 Himno de alabanza y de acción de gracias. Motivos para la alabanza son los siguientes: Dios es creador y aliado con su pueblo; es bueno, amoroso y fiel.
Sal 101 Un plan de vida. Se abre con una doxología (1b-2a), a la que sigue la declaración programática (2b-8), alternando aspectos positivos y negativos. El proceder perfecto de Dios inspira la conducta del monarca que quiere gobernar según la ley divina.
Sal 102 Lamentación individual con súplica colectiva de confianza. El mal del salmista, semejante al de la ciudad (enfermedad, abandono, acoso, injurias, destrucción), origina la invocación. Hb 1, 10-12 cita los v.26-28 del salmo (según los LXX) para exaltar la dignidad del Hijo de Dios.
Sal 103 Himno a la misericordia de Dios. Dios es padre lleno de ternura.
Sal 104 Himno al Rey y Creador. La mirada del poeta se pasea por todos los espacios de la creación y se sorprende ante la belleza de lo creado. Dios se complace en ello. Lo único que afea tanta hermosura es el pecado.
Sal 105 Himno a Dios salvador. La historia santa es un camino hacia el cumplimento de la palabra/promesa de Dios. La promesa continúa vigente (véase Rm 9, 6). Pablo clarifica a quién se hizo la promesa: a «tu descendencia» en singular (véase Ga 3, 16ss. 26-29; Rm 4, 16).
Sal 106 Lamentación colectiva: una plegaria penitencial en forma de memorial histórico. La historia del pecado iniciada por los padres se continúa en la generación de los hijos. Pero la última palabra de la historia no la tiene el pecado, sino la gracia.
Sal 107 Himno comunitario de acción de gracias y epílogo sapiencial. Los evangelios nos presentan situaciones parecidas a las descritas en el salmo: el pueblo hambriento, alimentado por Jesús, el endemoniado liberado por Jesús, curaciones, etc.
Sal 108 Salmo mixto de confianza y súplica comunitarias, compuesto con dos mitades de otros salmos: 1-6 es Sal 57, 8-12, y 7-14 es Sal 60, 7-14.
Sal 109 Lamentación y súplica individual. Un hombre justo y piadoso, acusado injustamente, pone su causa en las manos de Dios, mientras pide para el acusador un tribunal que lo condene.
Sal 110 Salmo real. El rango del rey de Judá es casi divino. La sacralidad del monarca lo emparenta con el sacerdocio. Si la batalla lo agota, un torrente providencial repone sus fuerzas. Son numerosas las citas de este salmo en el NT.
Sal 111 Himno acróstico de alabanza. Lucas cita el v.9c en el Magnificat (Lc 1, 49) y el 9a en el Benedictus (Lc 1, 68).
Sal 112 Salmo acróstico de estilo sapiencial. El justo que vive la dicha del temor del Señor es dadivoso, compasivo y atento: una réplica a pequeña escala del Dios piadoso, clemente y justo.
Sal 113 Himno de alabanza a Dios. El Dios escondido, cuyo nombre apenas sabemos balbucir, está vinculado con nuestra tierra, hacia la que mira abajándose, y ensalza a los humillados. Flp 2, 6-11 es la mejor traducción cristiana del movimiento del salmo. .
Sal 114 Himno de alabanza. Dios es alabado por la epopeya del éxodo. Ante su presencia tiembla todo lo creado.
Sal 115 Salmo de confianza. El Dios de Israel, aparentemente inoperante, hace cuanto quiere. Los ídolos, aunque sean muy tangibles, son seres muertos. Israel confía en el Señor.
Sal 116 Acción de gracias. Dios ha mostrado su amor al salmista in extremis, cuando estaba a las puertas de la muerte. Es que Dios no quiere la muerte de ninguno de los suyos, que son sus siervos.
Sal 117 Himno de alabanza. Todos están invitados a alabar el amor fiel de Dios, que es eterno. La universalidad del salmo evoca a Mt 28, 19.
Sal 118 Liturgia de acción de gracias. Dios, defensor del monarca, lo salva de una muerte segura. Ese día se convierte en el «día del Señor». En la liturgia cristiana, este salmo es pascual por excelencia. La piedra angular es Cristo.
Sal 119 Meditación sapiencial centrada en la ley. El autor recurre a todos los artificios del lenguaje para confesar su amor por esta ley, y emplea en ello distintos géneros literarios: meditaciones, súplicas, breves lamentaciones, declaraciones de confianza y de inocencia, acción de gracias, alabanza, etc.
Sal 120 Súplica individual. Primer salmo de las Canciones de las subidas, que llegan hasta el salmo 135. El motivo de la paz es fecundo para una lectura cristiana del salmo. Existe la bienaventuranza dirigida a los pacíficos (Mt 5, 9).
Sal 121 Este salmo de las subidas se compone de una proclamación inicial (1b-2) y de una canción al centinela divino (3-8).
Sal 122 Cántico de Sión. El peregrino contempla la ciudad santa, impresionante por su belleza, por su solidez y por su significado. La nueva Jerusalén será descrita con colores de este salmo (véase Ap 20-21), aunque no sea citado.
Sal 123 Súplica comunitaria. La mirada del siervo denota confianza total. Es la súplica que encontramos en los labios de la cananea (véase Mt 15, 22-28).
Sal 124 Acción de gracias comunitaria.
Sal 125 Salmo de confianza. Dios responde a la confianza del justo con su protección. Los hijos de la luz caminan al descubierto, como en pleno día (véase Jn 3, 21); los malvados y mentirosos, por el contrario, actúan amparados en las tinieblas nocturnas (véase Jn 3, 19ss).
Sal 126 Salmo de acción de gracias o de confianza. Dios ha restaurado a su pueblo; pero este espera aún la última y definitiva restauración.
Sal 127 Salmo de confianza con matices sapienciales. Sin la ayuda divina todo afán humano es vano. Sin mí no podéis hacer nada, se lee en Jn 15, 5.
Sal 128 Este salmo de las subidas presenta un díptico: bienaventuranza (1b-3) y bendición (4-6).
Sal 129 Acción de gracias (1b-3) con una imprecación (4-8). Si establecemos la equivalencia simbólica entre Sión y la Iglesia, el salmo tiene un sentido eclesial, con toda la historia de sus persecuciones y liberaciones.
Sal 130 Súplica individual, con una introducción (1b-2). Es el sexto salmo penitencial litúrgico.
Sal 131 Salmo de confianza. La confianza absoluta en Dios, semejante a la de un niño en brazos de su madre, rehúye toda ambición y altanería. Jesús abraza a un niño y se identifica con él (véase Mc 9, 36ss).
Sal 132 Salmo real y mesiánico. En una situación crítica, el poeta recuerda la promesa de David y el juramento divino.
Sal 133 Salmo con tonalidades sapienciales. Celebra la belleza de la fraternidad. Los cristianos somos hermanos (véase 1Co 5, 11). Nuestra misión es difundir el buen olor de Cristo (véase 2Co 2, 14s).
Sal 134 Breve liturgia de bendición. Los sacerdotes son invitados a bendecir (alabar a Dios) e imploran la bendición (prosperidad) sobre el fiel.
Sal 135 Himno a la grandeza divina. El salmo admite una lectura cristológica combinando Jn 1, 3 (creación) con Mt 28, 20 (redención).
Sal 136 Himno de alabanza y de acción de gracias.
Sal 137 Lamentación comunitaria. El recuerdo de Jerusalén destruida o reconstruida es el vértice del más profundo dolor del salmista o la cumbre de su gozo más exultante. Ap 14, 8; Ap 16, 19; Ap 17, 5; Ap 18, 2. 10. 21 retoma el eje Jerusalén/Babilonia para referirlo a la nueva Jerusalén y a la «gran ciudad», símbolo del mal.
Sal 138 Este salmo bien puede ser un trisagio de acción de gracias del fiel (1b-3), de los reyes (4-6) y el fruto de la acción de gracias (7ss).
Sal 139 Alabanza individual con matices sapienciales. La presencia amorosa de Dios lo llena todo, nada se le escapa. Irrastreables son los caminos de Dios, su sabiduría es un abismo (véase Rm 11, 33). Solo el Espíritu penetra tales profundidades (véase 1Co 2, 10).
Sal 140 Súplica individual. Dios es yelmo protector que cubre la cabeza del salmista el día del combate.
Sal 141 Súplica individual. El justo podrá cumplir su propósito de no tener nada en común con los malhechores si Dios se convierte en su centinela.
Sal 142 Lamentación y súplica individual. Dios, que conoce el camino del justo, es cuanto este tiene en la tierra. Cuando le otorgue la liberación, los justos rodearán al salmista.
Sal 143 Súplica individual. Los males que sufre el salmista son consecuencia de la sentencia dictada por Dios. Quien así ora es «siervo» de Dios. Cae muy bien el título de «Siervo» en labios de Jesús.
Sal 144 Salmo real y súplica comunitaria. El cielo nuevo y la tierra nueva nos llevan más allá del salmo (véase Ap 21, 1-4; 2P 3, 13; Rm 8, 19-23). Las bienaventuranzas paradójicas del evangelio contrastan también con la del salmo. Nada se quita, sino que se sublima.
Sal 145 Salmo acróstico de alabanza y de acción de gracias. Dios, grande y digno de alabanza, muestra el poder de su reinado, su ternura, a todas las criaturas, sobre todo a los más pobres.
Sal 146 Himno a Dios, creador del universo y defensor del pobre. El discurso programático de Jesús en la sinagoga de Nazaret (véase Lc 4, 17-22) actualiza la temática de este salmo.
Sal 147 Himno de alabanza y de acción de gracias. El cosmos y la historia nos invitan insistentemente a entonar la alabanza divina. Desde el salmo es posible acudir al himno joánico (Jn 1, 1-14) y desde este retornar al salmo.
Sal 148 Loa universal a Dios. Los habitantes del cielo y de la tierra son invitados a alabar a Dios creador y salvador.
Sal 149 Alabanza a Dios creador y rey. Los justos, y con ellos Israel, son invitados a cantar a Dios, Creador y Señor.
Sal 150 Doxología final del salterio. Finaliza el salterio con un himno a toda orquesta interpretado por cuanto ha sido creado y redimido. El cántico del Aleluya es la palabra final de la creación. El último salmo nos remite a los cantos triunfales en el cielo transmitidos por Ap 19, 1-10. Es el «Amén», el «Aleluya» eterno.