Padres de la Iglesia

CIRILO DE JERUSALÉN

Índice de las Catequesis

Catequesis XXI (mistagógica III). La unción con el Crisma

La unción con el crisma. La lectura es de la Primera carta de Juan, desde las palabras «En cuanto a vosotros, estáis ungidos por el Santo y lo sabéis todo» (1Jn 2, 20)1 hasta «tengamos plena confianza y no quedemos avergonzados lejos de él en su Venida» (2, 28).

Bautismo y don del Espíritu
1. Bautizados en Cristo y revestidos de Cristo (cf. Ga 3, 27), habéis sido hechos semejantes a la imagen del Hijo de Dios (cf. Rm 8, 29). El Dios que nos predestinó de antemano para la adopción (cf. Ef 1, 5) nos hizo conformes al cuerpo glorioso de Cristo2. Habiendo venido a ser partícipes de Cristo (cf. Hb 3, 14), sois llamados, no de modo inmerecido, «Cristos»3 De vosotros dijo Dios: «No toquéis a mis ungidos» (Sal 105, 15). Fuisteis hechos «Cristos» al recibir la imagen4 del Espíritu Santo y todas las cosas de cara a vosotros se han realizado en imagen, puesto que verdaderamente sois imágenes de Cristo. Y él verdaderamente, una vez bautizado en el Jordán y después de comunicar la fragancia de los efluvios de su divinidad a las aguas, salió de éstas y el Espíritu Santo descendió a él en forma visible posándose sobre él como alguien que le era semejante. De modo también semejante, después de que subisteis de las sagradas aguas de la piscina, se os ha dado el crisma, imagen realizada de aquel con el que fue ungido Cristo: En realidad es el Espíritu Santo. Sobre él dijo también el bienaventurado Isaías en su profecía, y refiriéndose a la persona del Señor: «El Espíritu del Señor Yahvé está sobre mí, por cuanto me ha ungido Yahvé. A anunciar la buena nueva a los pobres me ha enviado...»5.

A semejanza de Cristo
2. Cristo no fue ungido con óleo o ungüento corporal, sino que el Padre, al constituirlo en Salvador del universo entero, lo ungió con el Espíritu Santo. Como dice Pedro: «Dios a Jesús de Nazaret lo ungió con el Espíritu Santo» (Hch 10, 38); y el profeta David clamaba diciendo: «Tu trono es de Dios para siempre jamás; un cetro de equidad, el cetro de tu reino; tú amas la justicia y odias la impiedad. Por eso Dios, tu Dios, te ha ungido con óleo de alegría más que a tus compañeros» (Sal 45, 7-8). Y del mismo modo que Cristo verdaderamente fue crucificado, fue sepultado y resucitó, a vosotros se os concede en el bautismo, y por don divino, ser crucificados con él, ser sepultados y resucitar. E igualmente sucede acerca de la crismación: él fue ungido con el óleo inteligible de la alegría, esto es, con el Espíritu Santo6. Se llama óleo de la alegría porque causa una alegría espiritual; y vosotros habéis sido ungidos con ungüento al ser hechos partícipes de la misma suerte de Cristo.

La eficacia de la crismación
3. Pero date cuenta de que no se trata de un ungüento pobre y vil. Pues así como el pan de la Eucaristía, tras la invocación del Espíritu Santo, no es pan común sino el cuerpo de Cristo, así también este santo ungüento, después de la invocación, ya no es un simple ungüento ni, por decirlo así, un ungüento común; se da en él a Cristo y al Espíritu Santo, es presencia de su divinidad y realidad efectiva7. Y mientras se unge el cuerpo con ungüento visible, queda santificada el alma por el Espíritu Santo que da la vida.

Las diversas unciones y su finalidad
4. Fuisteis ungidos en primer lugar en la frente, para ser liberados de la vergüenza que el primer hombre que pecó exhibía por todas partes8 y para que, a cara descubierta, contempléis la gloria del Señor como en un espejo (cf. 2Co 3, 18)9. Después, en los oídos, para que pudieseis oír los divinos misterios, de los que Isaías decía: «Mañana tras mañana despierta mi oído, para escuchar como los discípulos» (Is 50, 4); y el Señor Jesús, en el Evangelio: «El que tenga oídos, que oiga» (Mt 11, 15). Luego fuisteis ungidos en la nariz, para que, al recibir el divino ungüento, dijeseis: «Somos para Dios el buen olor de Cristo entre los que se salvan» (2Co 2, 15). También fuisteis ungidos en el pecho, para que, «revestidos de la justicia como coraza», pudieseis «resistir a las asechanzas del Diablo» (Ef 6, 14.11). Pues, al modo como Cristo, tras el bautismo y la venida a él del Espíritu Santo, derrotó al Adversario (cf. Mt 4, 1 ss. par), también vosotros, después del sagrado bautismo y el místico ungüento, revestidos de la armadura del Espíritu Santo, podáis resistir contra toda potestad adversa (cf. Ef 6, 10-18), a la cual podáis vencer diciendo: «Todo lo puedo en Aquel que me conforta», Cristo (Flp 4, 13).

Habéis recibido el nombre de cristianos
5. Considerados dignos de esta santa unción, sois llamados cristianos, realizando la verdad de este nombre por medio del nuevo nacimiento. Pues, antes de seros conferida esta gracia, propiamente no erais dignos de este nombre, sino que luchabais para ser cristianos.

La descendencia de Cristo también es ungida
6. Pero debéis saber que la figura de este crisma (o unción) se encuentra ya en la Escritura de la antigua Alianza. Pues, cuando Moisés comunicó a su hermano el designio de Dios de hacerlo sumo sacerdote, lo ungió tras haberlo lavado con agua (Lv 8, 1 ss.) y fue llamado «Cristo»10 por un crisma o unción que eran figura. También cuando el sacerdote promovió rey a Salomón, lo ungió después de haberlo lavado en el Guijón (1R 1, 39.45). Y esto les sucedía en figura; pero a vosotros, no en figura, sino en verdad, si es que realmente habéis sido ungidos por el Espíritu Santo. Cristo es el principio de vuestra salvación: él es las primicias (1Co 15, 23), pero vosotros la siega: no hay duda de que también a la cosecha se le transmite la santidad.
7. Guardad incontaminado este crisma. Os instruirá acerca de todo si permanece en vosotros, como ya anteriormente oísteis al bienaventurado Juan hablando de estas cosas (cf. 1Jn 2, 27) y haciendo diversos razonamientos sobre esta cuestión11. Pues éste es un crisma santo, salvaguardia espiritual del cuerpo y saludable custodia del alma. Ya desde los tiempos antiguos, el bienaventurado Isaías profetizaba diciendo: «Sucederá en días futuros que el monte de la Casa de Yahvé será asentado en la cima de los montes y se alzará por encima de las colinas. Confluirán a él todas las naciones...» (Is 2, 2). Llama «monte» a la Iglesia, al decir que «será asentado en la cima de los montes» y que participarán en un «convite de buenos vinos» (Is 25, 6), ungidos con aceite12. y, para confirmarte más en todo esto, escucha lo que dice de este místico ungüento: «Transmite todo esto a los pueblos: el proyecto que Dios tiene sobre todas las naciones» (Is 25, 7 LXX) 13 Ungidos, pues, con este santo ungüento, guardadlo en vosotros inmaculado e irreprensible, sacando provecho por medio de buenas obras y agradando al autor de vuestra salvación, Cristo Jesús, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Notas

1 Se ha preferido «lo sabéis todo» a «todos lo sabéis», en parte porque, según códices, es una lectura posible y porque se respeta así la versión utilizada por Cirilo.
2 Quizá anticipa algo Cirilo las expresiones de Flp 3, 20-21: «Pero nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde esperamos como Salvador al Señor Jesucristo, el cual transfigurará este miserable cuerpo nuestro en un cuerpo glorioso como el suyo, en virtud del poder que tiene de someter a sí todas las cosas».
3 Cf. una afirmación semejante en cat. 18, núm. 33; cf. una explicación en el núm. 6 de esta catequesis. La unción del Espíritu, que en nosotros, como sacramento separado, costituye la Confirmación, se denomina en griego chrisma, «acción de ungir» o «crismación». El nombre «Cristo», del adjetivo verbal christós, significa, pues, Ungido. De ahí que «cristiano» sea el que participa de la misma unción de Cristo, al que Hch 10, 38, utilizando Is 61, 1, califica como aquel a quien Dios «ungió con el Espíritu Santo y con poder».
4 Original, «antitypo». Cf. la nota 7 de la anterior catequesis.
5 Is 61, 1 ss se refiere, de modo directo, con gran probabilidad, a la misión del profeta, sea quien sea el autor, pues este párrafo pertenece ya al Tritoisaias. El presente pasaje es un eco de los cantos del Siervo (ver especialmente Is 42, 1 ss. 7 ss.; 49, 1 ss. 8 ss.; 50, 4 ss.) y alcanza su plenitud de sentido aplicado a Jesús, en quien se cumple de modo eminente la misión profético-mesiánica: vid. especialmente la aplicación que Jesús hace del texto de Isaías a sí mismo según Lc 4, 16-21.
6 Hch 10, 38, sobre todo en su contexto, tiene un fuerte sabor kerigmático. El discurso de Pedro ante el centurión romano Cornelio, gentil sobre el que desciende el Espíritu Santo y es hecho luego bautizar (Hch 10, 44-48), es en la práctica una descripción del ser y de la misión de Jesús: «... cómo Dios a Jesús de Nazaret le ungió con el Espíritu Santo y con poder, y cómo él pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el Diablo, porque Dios estaba con él». La unción con el Espíritu Santo que el Padre concede al cristiano a semejanza de Cristo -el Espíritu Santo desciende sobre Jesús también tras su bautismo en el Jordán, según los Sinópticos- le hace también al seguidor de Cristo «activo». En la medida en que el cristiano posee la unción del Espíritu Santo -de ello es sacramento específico la Confirmación- puede también él participar en «hacer el bien» y «curar a los oprimidos por el Diablo».
7 «Realidad efectiva» (energetikón ginómenon, efficiens factum en la excelente versión latina) es expresión de la concepción de lo que es un sacramento según lo comentado en cat. XX, nota 7.
8 La edición de Migne, op. cit., 1.091, hace aquí mención de Gn 3, 7-8 como expresión de la vergüenza por el pecado cometido.
9 Cirilo hace alusión a la expresión mencionada de Pablo, que se encuentra en el importante contexto de 2Co 3, 4-18 sobre la diferencia entre el ministerio de la antigua Ley y de la nueva Alianza.
10 Es decir, «ungido». Cf. Lv 4, 5: «El sacerdote ungió...». Lo que se intenta exponer aquí (como, en general, al explicar el nombre de «Cristo», versión griega del hebreo «Mesías», ungido) es que si Cristo es el ungido de Dios, también el cristiano, ungido a su vez como Jesús, el Cristo, participa así de la unción del Espíritu.
11 Cf. supra, cat. 17, núm. 37, sobre la acción interior del Espíritu Santo.
12 Cf. supra, núm. 2.
13 En el contexto de 25, 7 LXX, el proyecto de Dios es derramar su unción sobre todas las naciones. Esto recuerda, por otra parte, Hch 2, 16 ss.