Antología de Textos

ETERNIDAD

1. Dios no tiene comienzo en el pasado ni fin en el futuro. Es un Dios de eternidad (Gn 21, 33). Yahvé es la roca de los siglos (Is 26, 4). Tú eres, dice el salmista, desde siempre (Sal 93, 2) y su memoria dura de eternidad en eternidad (Sal 90, 2). El hombre se seca como la hierba, pero Dios permanece para siempre (Sal 92, 8; Sal 102, 12-13).
El mundo, sin embargo, ha tenido un comienzo y está abocado a un fin. El Señor revela las señales que precederán al fin del mundo, que coincidirá con su nueva venida: muchos se harán pasar por el Mesías, habrá rumores de guerra, se armará nación contra nación, habrá persecuciones, falsos profetas, defecciones de la fe...
Hemos de caminar sabiendo que nos dirigimos hacia nuestro Dios; nuestros actos sirven para bien o para mal en ese encuentro con Dios en el que la vida ya vivida cobra todo su sentido. "La semilla de eternidad que en sí lleva (cada hombre), se levanta contra la muerte. Todos los esfuerzos de la técnica moderna, por muy útiles que sean, no pueden calmar esta ansiedad del hombre [...]. Mientras toda imaginación fracasa ante la muerte, la Iglesia, aleccionada por la revelación divina, afirma que el hombre ha sido creado por Dios para un destino feliz situado más allá de las fronteras de la miseria terrestre" (CONC. VAT. II, Const. Gaudium et spes, 18). La incertidumbre en que quiso el Señor dejar el fin del mundo, así como el fin aquí en la tierra de cada hombre, nos ayuda a vivir cada día como si fuera el último. Preparados siempre y dispuestos a "cambiar de casa", a pasar a la otra orilla donde nos esperan.
"Ignoramos el tiempo en que se hará la consumación de la tierra y de la humanidad. Tampoco conocemos de qué manera se transformará el universo. La figura de este mundo, afeada por el pecado, pasa; pero Dios nos enseña que nos prepara para una nueva morada y una nueva tierra donde habita la justicia, y cuya bienaventuranza es capaz de saciar y rebasar todos los anhelos de paz que surgen en el corazón humano. Entonces, vencida la muerte, los hijos de Dios resucitarán en Cristo, y lo que fue sembrado bajo el signo de la debilidad y de la corrupción, se revestirá de incorruptibilidad" (CONC. VAT. II, Const. Gaudium et spes, 39).
Jesucristo estará presente en medio de los que hayan permanecido fieles y morará con ellos, y ¿los serán su pueblo y el mismo Dios, habitando en medio de ellos, será su Dios (Ap 21, 3).
2. Vivir de cara a la eternidad nos enseña a estar vigilantes: en todas tus obras acuérdate de tus postrimerías y no pecarás jamás (Si 7, 36).
Nos enseña a amar la sinceridad de vida, porque ante Dios está patente hasta lo más secreto de nuestro ser. Nos lleva a actuar rectamente, a hacer penitencia, a purificarnos, a tener gran amor y devoción a la confesión sacramental.
Y miraremos con gran confianza ese momento en el que termina el tiempo. Toda nuestra vida no tiene otro fin que agradar a Dios y cumplir su voluntad, prepararnos para una Vida sin fin. Non habemos hinc manentem civitatem, no tenemos aquí una ciudad permanente. La vida no es más que un camino hacia la eternidad, y nadie puede asegurarnos un día más de permanencia en esta vida de la tierra. Debemos estar vigilantes.

Citas de la Sagrada Escritura

Pues sabemos que, si la tienda de nuestra mansión terrena se deshace, tenemos de Dios una sólida casa, no hecha por manos de hombre, eterna, en los cielos. 2Co 5, 1, 1
Los sabios brillaran con el esplendor del firmamento, y los que enseñaron la justicia a la muchedumbre resplandecerán por siempre eternamente, como las estrellas. Dn 12, 3
Porque esta es la voluntad de mi Padre, que todo el que ve al Hijo y cree en el tenga la vida eterna, y yo le resucite el ultimo día. Jn 6, 40
Quien sembrare en su carne, de la carne cosechara la corrupción; pero quien siembre en el espíritu cosechara la vida eterna. Ga 6, 8
Y dirá a los de la izquierda: Apartaos de mi, malditos, al fuego eterno, preparado para el diablo y para sus ángeles. Mt 25, 41
Esos serán castigados a eterna ruina, lejos de la faz del Señor y de la gloria de su poder. 2Ts 1, 9
Ya no será el sol tu lumbrera, ni te alumbrara la luz de la luna. Yahvé será tu eterna lumbrera, y tu Dios será tu luz. Tu sol no se pondrá jamas y tu luna nunca se esconderá, porque será Yahvé tu eterna luz; se acabaran para siempre tus días de luto. Is 60, 19-20
(Dios) nos ha hecho renacer por el bautismo y nos ha renovado por el Espíritu Santo, que El derramo sobre nosotros copiosamente por Jesucristo Salvador Nuestro, para que, Justificados por la gracia de Jesucristo, vengamos a ser herederos de la vida eterna, conforme a la esperanza que tenemos. Tt 3, 5-7
Las almas de los justos están en las manos de Dios, y el tormento no los alcanzara. A los ojos de los necios parecen haber muerto y la partida es tenida por desdicha [...]. Pero, aunque a los ojos de los hombres fueran atormentados, su esperanza esta llena de inmortalidad. Después de un ligero castigo serán colmados de beneficios, porque Dios los probo y los hallo dignos de si. Sb 3, 1-2; 4-5

La eternidad de Dios

2075 Ha existido un estado en que Dios vivió solo para si y no había nada fuera de El, ni la tierra, ni el cielo, ni el sol, ni las estrellas, ni el espacio, ni el tiempo, ni ninguna clase de seres, ni hombres, ni ángeles... Todo era silencio, todo era quietud, solo Dios existía. Y este estado no duro solo un momento, fue un estado de infinita duración, existió siempre y era lo normal, viniendo la Creación a introducir una novedad.
Comparada con aquel estado, la Creación es una cosa de ayer. Existe desde hace seis mil años, o si quieres desde hace sesenta mil años..., o desde hace seis millones de años... ¿Que es esto comparado con la eternidad? ¡Una pura nada! Durante toda una eternidad ha existido Dios solo, sin ningún otro ser a su lado, solo El (CARD. J. H. NEWMAN, El misterio de la condescendencia divina).

2076 La eternidad sobrepasa a todo el tiempo presente incomparablemente mas que mil años a un solo día (SANTO TOMÁS, Sobre los mandamientos, 1. c., p. 240).

2076b El cristiano que une su propia muerte a la de Jesús ve la muerte como una ida hacia Él y la entrada en la vida eterna. Cuando la Iglesia dice por última vez las palabras de perdón de la absolución de Cristo sobre el cristiano moribundo, lo sella por última vez con una unción fortificante y le da a Cristo en el viático como alimento para el viaje. Le habla entonces con una dulce seguridad: "Alma cristiana, al salir de este mundo, marcha en el nombre de Dios Padre Todopoderoso, que te creó, en el nombre de Jesucristo, Hijo de Dios vivo, que murió por ti, en el nombre del Espíritu Santo, que sobre ti descendió. Entra en el lugar de la paz y que tu morada esté junto a Dios en Sión, la ciudad santa, con Santa María Virgen, Madre de Dios, con San José y todos los ángeles y santos. [...) Te entrego a Dios, y, como criatura suya, te pongo en sus manos, pues es tu Hacedor, que te formó del polvo de la tierra. Y al dejar esta vida, salgan a tu encuentro la Virgen María y todos los ángeles y santos. [...] Que puedas contemplar cara a cara a tu Redentor" (Rito Unc. en£, 146-147) (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1020).

Para siempre

2077 Este adverbio –siempre– ha hecho grande a Teresa de Jesús. Cuando ella –niña– salía por la puerta del Adaja, atravesando las murallas de su ciudad acompañada de su hermano Rodrigo, para ir a tierra de moros a que les descabezaran por Cristo, susurraba al hermano que se cansaba: para siempre, para siempre, para siempre (cfr. Libro de la vida, 1, 6). Mienten los hombres, cuando dicen para siempre en cosas temporales. Solo es verdad, con una verdad total, el para siempre cara a Dios; y así has de vivir tu, con una fe que te ayude a sentir sabores de miel, dulzuras de cielo, al pensar en la eternidad que de verdad es para siempre (J. ESCRIVÁ DE BAEAGUER, Amigos de Dios, 200).

2078 Acaecíanos estar muchos ratos tratando de esto y gustábamos de decir muchas veces: ¡Para siempre, siempre, siempre! En pronunciar esto mucho rato era el Señor servido me quedase en esta niñez impreso el camino de la verdad (SANTA TERESA, Vida, 1, 4).

2079 Los hombres pasan, la verdad del Señor permanece para siempre (Imitación de Cristo, 1, 5, 2).

2080 En pasando esta vida, ya no hay enmienda. Esta vida es como el estadio: o vencemos o somos vencidos. Quien ha sido vencido en el palenque, ¿trata de luchar fuera del estadio para conquistar la corona perdida? (SAN AGUSTÍN, Sermón 13).

2081 En aquella morada, los días no consisten en el empezar y en el pasar uno después de otro, ni el comienzo de un día significa el fin del anterior; todos los días se dan simultáneamente, y ninguno se termina allí donde ni la vida ni sus días tienen fin (SAN AGUSTÍN, Carta 130, a Proba).

Todo lo de esta vida pasa de prisa

2082 Que no venimos aquí a buscar premio en esta vida; este siempre nuestro pensamiento en lo poco que dura, y de lo de acá ningún caso hagamos, que aun para lo que se vive no es durable (SANTA TERESA C. de perfección, 29, 1).

2083 Y vuestro fruto permanezca. Todo cuanto hacemos en este mundo apenas tiene duración hasta la muerte; y llegando esta, arranca el fruto de nuestro trabajo. Pero cuando trabajamos de cara a la vida eterna, el fruto de nuestro trabajo permanece [...]. Cuando se ha llegado al conocimiento de las cosas eternas, dejan de tener importancia los frutos temporales (SAN GREGORIO MAGNO Hom. 27 sobre los Evang.).

2084 ¡Como pasan los años! Los meses se reducen a semanas, las semanas a días, los días a horas, y las horas a segundos; así los segundos es lo único que poseemos, y han de ser motivo de nuestra mayor estima, pues, viendo que esta vida esta mas llena de miseria, consuela pensar que se va disipando para ceder el puesto a la feliz eternidad [...]. (SAN FRANCISCO DESALES, Epistolario, fragm. 109, 1. c. p. 743).

El valor de las cosas temporales de cara a la eternidad

2085 Si tenemos fija la mirada en las cosas de la eternidad y estamos persuadidos de que todo lo de este mundo pasa y termina, viviremos siempre contentos y permaneceremos inquebrantables en nuestro entusiasmo hasta el fin. Ni nos abatirá el infortunio, ni nos ensoberbecerá la prosperidad, porque consideraremos ambas cosas como caducas y transitorias (CASIANO, Instituciones, 9, 11).

2086 El alma vacila siempre: cuando reflexiona sobre la eternidad se decide por la virtud; pero cuando mira lo presente prefiere los placeres de la vida (SAN BASILIO, en Catena Aurea, vol. VI, p. 150).

2087 Aprende ahora a padecer en lo poco, porque después seas librado de lo mucho. Primero prueba aquí lo que podrás padecer después. Si ahora no puedes sufrir tan poca cosa, ¿como podrás después los tormentos eternos? (Imitación de Cristo, 1, 24, 6).

2088 ¿De que le sirve al hombre ganar todo el mundo si pierde el alma? (Mt 16, 26). ¿Que aprovecha al hombre todo lo que puebla la tierra, todas las ambiciones de la inteligencia y de la voluntad? ¿Que vale esto, si todo se acaba, si todo se hunde, si son bambalinas de teatro todas las riquezas de este mundo terreno; si después es la eternidad para siempre, para siempre, para siempre? (J.ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 200).

2089 Si de continuo pensases mas en tu muerte que en el largo vivir, no hay duda de que te enmendarlas con mayor fervor Si pusieses también ante tu corazón las penas del infierno o del purgatorio, creo yo que muy de gana sufrirlas cualquier trabajo y dolor, y no temerlas ninguna aspereza (Imitación de Cristo, 1, 21, 5).

2090 Medita con frecuencia en que vamos por este mundo entre el paraíso y el infierno; que el ultimo paso de esta marcha nos dejara en la morada eterna, y que desconocemos como será: este paso, el cual, para andarlo con seguridad, requiere que nos adiestremos en dar bien los anteriores. ¡Dichoso el que medita en la eternidad! ¿Que significa entretenerse en juegos de niños sobre un mundo que no sabemos cuantos días tiene? (SAN FRANCISCO DE SALES, Carta 8-XII-1616, 1. c., p. 842).

2091 Considerad bien que poco valor tienen las cosas que pasan con el tiempo. El fin que tienen todas las cosas temporales nos manifiesta cuan poco vale lo que ha podido pasar [...]. Fijad vuestro amor en el amor de las cosas que perduran (SAN GREGORIO MAGNO Hom. 6 sobre los Evang.).

2092 Para madurar espiritualmente hasta la eternidad, el hombre no puede crecer solo en el terreno de la temporalidad. No puede poner su apoyo en la carne, es decir, en si mismo, en la materia. El hombre no puede construir solo sobre si y " confiar " solamente en el hombre. Debe crecer en un terreno diverso del de lo transitorio y de lo caduco de este mundo temporal. Es el terreno de la nueva vida, de la eternidad y de la inmortalidad el que Dios ha puesto en el hombre, al crearlo a su propia imagen y semejanza (JUAN PABLO II, Hom. 17-II-1980).