2255 No es la sabiduría terrena quien descubre esta fe, ni la opinión humana quien puede conseguirla: el mismo Hijo único es quien la ha enseñado y el Espíritu Santo quien la instruye (SAN LEÓN M AGNO, Sermón 75 de Pentecostés).
2255b La fe es la virtud teologal por la que creemos en Dios y en todo lo que Él nos ha dicho y revelado, y que la Santa Iglesia nos propone, porque Él es la verdad misma. Por la fe, "el hombre se entrega entera y libremente a Dios" (DV 5). Por eso el creyente se esfuerza por conocer y hacer la voluntad de Dios. "El justo [...] vivirá por la fe" (Rm 1, 17). La fe viva "actúa por la caridad" (Ga 5, 6) (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1814).
2256 Dios es luz sobrenatural de los ojos del alma y sin ella está en tinieblas (SAN JUAN DE LA CRUZ, Cántico espiritual, 10, 8).
2257 El verdadero y auténtico católico es el que ama la verdad de Dios y de la Iglesia, Cuerpo de Cristo; aquel que no antepone nada a la religión divina y a la fe católica: ni la autoridad de un hombre, ni el amor, ni el genio, ni la elocuencia, ni la filosofía; sino que, desprendiendo todas estas cosas y permaneciendo sólidamente firme en la fe, está dispuesto a admitir y a creer solamente lo que la Iglesia siempre y universalmente ha creído (SAN V1CENTE DE LERINS, Conmonitorio, 20).
2258 ...Si un experto afirmase algo dentro de su competencia, y un ignorante dijese que no era como enseñaba el experto porque él no le entendía, sería considerado bastante estúpido el ignorante. Pero es sabido que el entendimiento de un ángel supera al entendimiento del mejor filósofo más que el de éste al de un ignorante. Por tanto es estúpido el filósofo que no quiera creer lo que afirman los ángeles; mucho más si no quiere creer lo que dice Dios (SANTO TOMÁS, Sobre el Credo, 1. c., p. 32).
2259 Nadie debe dudar acerca de la fe, sino creer las cosas de la fe más que las que puede ver, porque la vista del hombre puede engañarse, pero la sabiduría de Dios jamás se equivoca (SANTO TOMÁS, Sobre el Credo, 1. c., p. 34).
2260 Nuestro conocimiento es tan débil que ningún filósofo pudo jamás investigar totalmente la naturaleza de una mosca, y así se cuenta que un filósofo vivió treinta años en soledad tratando de conocer la naturaleza de la abeja. Si nuestro entendimiento es tan débil, ¿no es necedad empeñarse en creer de Dios tan sólo lo que el hombre puede averiguar por sí mismo? (SANTO TOMÁS, Sobre el Credo, 1. c., p. 32).
2261 Mi madre me decía cuando era ya mayor: De pequeño estuviste muy malo; tuve que llevarte de un médico a otro y velar noches enteras; ¿me crees? ¿Cómo habría yo podido decir: Madre, no te creo? Pero sí que creo, creo lo que me dices, mas te creo especialmente a ti. Y así ocurre con la fe. No se trata sólo de creer lo que Dios ha revelado, sino a El, que merece nuestra fe, que nos ha amado tanto y tanto ha hecho por nuestro amor (JUAN PABLO I, Aloc. 13-IX-1978).
2262 (La fe en Dios comporta tres dimensiones que S. Agustín enunció con esta expresión): "credere Deo, credere Deum, credere in Deum", creer en Dios, creer a Dios –aceptar todo lo que El ha revelado– y creer a Dios (SAN AGUSTÍN, Sermón 144).
2263 La fe nos da y nos comunica al mismo Dios, pero cubierto con plata de fe; pero no por eso no nos lo da en la verdad. El que da un vaso de oro plateado, no porque el vaso esté plateado deja de ser de oro (SAN JUAN DE LA CRUZ, Cántico espiritual, 12, 4).
2264 Si uno no quisiera creer más que lo que conoce, ni siquiera podría vivir en este mundo. ¿Cómo podría vivir sin creer a alguien? ¿Cómo creería, por ejemplo, que fulano es su padre? Por consiguiente, es necesario que el hombre crea a alguien acerca de las cosas que no puede saber totalmente por si solo. Pero a nadie hay que creer como a Dios; por tanto, los que no creen las enseñanzas de la fe no son sabios, sino estúpidos y soberbios, como dice el Apóstol: Soberbio es, nada sabe (1Tm 6, 4) (SANTO TOMÁS, Sobre el Credo, 1. c., p. 33).
2265 Abrazar la fe cristiana es comprometerse a continuar entre las criaturas la misión de Jesús (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 183).
2266 Gran apoyo es la fe integra, la fe verdadera, en la cual nada puede ser añadido o quitado por nadie; porque la fe, si no es única, no existe en modo alguno (SAN LEÓN, Sermón 24, en la Natividad del Señor).
2267 Por diversos que sean los lugares, los miembros de la Iglesia profesan una misma y única fe, la que fue transmitida por los Apóstoles a sus discípulos (SAN IRENEO, Trat. contra las herejías, 1, 10).
2268 Y es para nosotros motivo de alegría lo que sigue a continuación. Dichosos los que sin ver han creído. En esta sentencia el Señor nos designa especialmente a nosotros, que le guardamos en nuestra mente sin haberle visto corporalmente. Nos designa a nosotros, con tal de que las obras acompañen nuestra fe, porque el que cree de verdad es el que obra según su fe (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 26 sobre los Evang.).
2269 ¿Te persuades de cómo ha de ser nuestra fe? Humilde. ¿Quién eres tú, quién soy yo, para merecer esta llamada de Cristo? ¿Quiénes somos, para estar tan cerca de El? Como a aquella pobre mujer entre la muchedumbre, nos ha ofrecido una ocasión. Y no para tocar un poquito de su vestido, o un momento el extremo de su manto, la orla. Lo tenemos a El. Se nos entrega totalmente, con su Cuerpo, con su Sangre, con su Alma y con su Divinidad. Lo comemos cada día, hablamos íntimamente con El, como se habla con el padre, como se habla con el Amor (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 199).
2270 La fe no es propia de los soberbios, sino de los humildes (SAN AGUSTÍN, en Catena Aurea, vol. VI, p. 297).
2270b Solo es posible creer por la gracia y los auxilios interiores del Espíritu Santo. Pero no es menos cierto que creer es un acto auténticamente humano. No es contrario ni a la libertad ni a la inteligencia del hombre depositar la confianza en Dios y adherirse a las verdades por Él reveladas. Ya en las relaciones humanas no es contrario a nuestra propia dignidad creer lo que otras personas nos dicen sobre ellas mismas y sobre sus intenciones, y prestar confianza a sus promesas (como, por ejemplo, cuando un hombre y una mujer se casan), para entrar así en comunión mutua. Por ello, es todavía menos contrario a nuestra dignidad "presentar por la fe la sumisión plena de nuestra inteligencia y de nuestra voluntad al Dios que revela" (Cc. Vaticano I: DS 3008) y entrar así en comunión íntima con Él (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 154).
2271 La fe es la escalera que lleva al conocimiento; el conocimiento es el premio de la fe (SAN AGUSTÍN, Sermón 126).
2271b La fe nos hace gustar de antemano el gozo y la luz de la visión beatífica, fin de nuestro caminar aquí abajo. Entonces veremos a Dios "cara a cara" (1Co 13, 12), "tal cual es" (I Jn 3, 2). La fe es, pues, ya el comienzo de la vida eterna:
"Mientras que ahora contemplamos las bendiciones de la fe como reflejadas en un espejo, es como si poseyésemos ya las cosas maravillosas de las que nuestra fe nos asegura que gozaremos un día" (S. Basilio, Spir. 15, 36; cfr. S. TOMÁS DE A., S. Th. 2-2, 4, 1) (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 163).
2272 La fe nos proporciona cuatro bienes:
- 1° por la fe el alma se une a Dios [...]
2273 Unicamente la fe puede captar estos misterios, esta fe que es el fundamento y la base de todo aquello que excede la experiencia y el conocimiento natural (SAN MÁXIMO, Centuria 1, 8).
2274 Es imposible penetrar en el conocimiento de las Escrituras si no se tiene previamente infundida en sí la fe en Cristo, la cual es como la luz, la puerta y el fundamento de toda la Escritura. En efecto, mientras vivimos en el destierro lejos del Señor, la fe es el fundamento estable, la luz directora y la puerta de entrada de toda iluminación sobrenatural (SAN BUENAVENTURA, Breviloquio, prólogo).
2275 La fe, si es fuerte, defiende toda la casa (SAN AMBROSIO, Coment. sobre el Salmo 18, 12, 13).
2276 ...Ningún filósofo antes de la venida de Cristo, aun con todo su esfuerzo, pudo saber acerca de Dios y de las cosas necesarias para la vida eterna lo que después de su venida sabe cualquier viejecilla por medio de la fe (SANTO TOMÁS, Sobre el Credo, 1. c., p. 31).
2277 El primer beneficio de los que creen consiste en recibir del Espíritu Santo el perdón de los pecados (SAN AGUSTÍN, Sobre el Sermón de la Montaña, 11).
2278 La fe se asemeja a una antorcha, porque por ella se ilumina la marcha del hombre interior (SAN REMIGIO, en Catena Aurea, vol. 1, p. 390).
2279 Pero, ¿qué es un depósito? El depósito es lo que te ha sido confiado, no encontrado por ti; tú lo has recibido, no lo has excogitado con tus propias fuerzas. No es el fruto de tu ingenio personal, sino de la doctrina; no está reservado para un uso privado, sino que pertenece a una tradición pública. No salió de ti, sino que a ti vino: a su respecto tú no puedes comportarte como si fueras su autor, sino como su simple custodio. No eres tú quien lo ha iniciado, sino que eres su discípulo; no te corresponderá dirigirlo, sino que tu deber es seguirlo. Guarda el depósito, dice; es decir, conserva inviolado y sin mancha el talento de la fe católica. Lo que te ha sido confiado es lo que debes custodiar junto a ti y transmitir. Has recibido oro; devuelve, pues, oro. No puedo admitir que sustituyas una cosa por otra. No, tú no puedes desvergonzadamente sustituir el oro por plomo, o tratar de engañar dando bronce en lugar de metal precioso. Quiero oro puro, y no algo que sólo tenga su apariencia (SAN VICENTE DE LERINS, Conmonitorio, 22).
2280 Y ni el que posee dotes oratorias, entre los que presiden las Iglesias, enseñará algo diverso a lo que hemos dicho (ya que nadie está por encima de su maestro), ni el que está privado de esas dotes aminorará por ello el contenido de la tradición. En efecto, siendo la fe única e idéntica para todos, ni la amplia el que es capaz de hablar mucho sobre ella, ni la aminora el que no es capaz de tanto (SAN IRENEO, Trat. contra las herejías, 1, 10).
2281 Que la religión de las almas imite el modo de desarrollarse los cuerpos, cuyos elementos, aunque con el paso de los años se desenvuelven y crecen, sin embargo permanecen siendo siempre ellos mismos. Hay gran diferencia entre la flor de la infancia y la madurez de la ancianidad; no obstante, quienes ahora son viejos son los mismos que fueron adolescentes. El aspecto y el porte de un individuo cambiará, pero se tratará siempre de la misma naturaleza y de la misma persona (SAN VICENTE DE LERINS, Conmonitorio, 29).
2282 Quizá alguien diga: ¿ningún progreso de la religión es entonces posible en la Iglesia de Cristo? Ciertamente que debe haber progreso, ¡y grandísimo! ¿Quién podría ser tan hostil a los hombres y tan contrario a Dios que intentara impedirlo? Pero a condición de que se trate verdaderamente de progreso por la fe, no de modificación. Es característica del progreso el que una cosa crezca, permaneciendo siempre idéntica a si misma; es propio, en cambio, de la modificación que una cosa se transforme en otra. Así pues, crezcan y progresen de todas las maneras posibles la inteligencia, el conocimiento, la sabiduría, tanto de la colectividad como del individuo, de toda la Iglesia, según las edades y los siglos; con tal de que eso suceda exactamente según su naturaleza peculiar, en el mismo dogma, en el mismo sentido, según una misma interpretación (SAN VICENTE DE LERINS, Conm. Conmonitorio, 27).
2283 Siempre resultará provechoso csiorzarse en profundizar el contenido de la antigua tradición, de la doctrina y la fe de la Iglesia católica, tal como el Señor nos la entregó, tal como la predicaron los apóstoles y la conservaron los santos Padres. En ella, efectivamente, está fundamentada la Iglesia, de manera que todo aquel que se aparta de esta fe deja de ser cristiano y ya no merece el nombre de tal (SAN ATANASIO, Carta 1 a Serapión, 28-30).
2284 Los católicos han tenido siempre la costumbre, y la tienen todavía, de determinar la verdadera fe de dos maneras: con la autoridad de la Escritura divina y con la tradición de la Iglesia católica. No porque la Escritura, por si sola, no sea suficiente en todos los casos, sino porque muchos, interpretando a su capricho las palabras divinas, acaban por inventar una cantidad increíble de doctrinas erróneas. Por este motivo es necesario que la exégesis de la Escritura divina vaya guiada por la única regla del sentir católico, especialmente en las cuestiones que tocan los fundamentos de todo el dogma católico (SAN VICENTE DE LERINS, Conmonitorio, 29).
2285 Velad, pues, hermanos, y conservad cuidadosamente la tradición que ahora recibís y grabadla en el interior de vuestro corazón
Poned todo cuidado, no sea que el enemigo, encontrando a alguno de vosotros desprevenido y remiso, le robe este tesoro, o bien se presente algún hereje que, con sus errores, contamine la verdad que os hemos entregado. Recibir la fe es como poner en el banco el dinero que os hemos entregado; Dios os pedirá cuenta de este depósito (SAN CIRILO DE JERUSALÉN, Catequesis 5, Sobre la fe y el símbolo).
2286 Lo que todos, o al menos la mayoría, han afirmado claramente, a modo de concilio de maestros perfectamente unánimes, y que han confirmado al aceptarlo, conservarlo y transmitirlo, eso es lo que debe ser mantenido como indudable, cierto y verdadero. Al contrario, todo lo que fuera de la doctrina común, e incluso contra ella, haya pensado uno solo, aunque sea un santo y un docto, un obispo, un confesor, un mártir, debe ser relegado entre las opiniones personales, no oficiales, privadas, que no tienen la autoridad de la opinión común pública y general; no nos suceda, con sumo peligro para nuestra salvación eterna, que abandonemos la antigua verdad de la doctrina católica para seguir el error nuevo de un solo individuo, según la sacrílega costumbre de los herejes y cismáticos (SAN VICENTE DE LERINS, Conmonitorio, 27).
2287 Es legitimo que los antiguos dogmas de la filosofía celestial, al correr de los siglos, se afinen, se limen, se pulan; pero seria impío cambiarlos, desfigurarlos, mutilarlos. Adquieran, al contrario, mayor evidencia, claridad, precisión; pero es necesario que conserven siempre su plenitud, integridad, propiedad (SAN VICENTE DE LERINS, Conmonitorio, 23).
2288 La Iglesia, habiendo recibido esta predicación y esta fe, aunque esparcida por todo el mundo, la guarda con diligencia, como si todos sus hijos habitaran en una misma casa; y toda ella cree estas mismas verdades como quien predica, las enseña y las transmite como quien tiene una sola boca. Porque si bien en el mundo hay diversidad de lenguajes, el contenido de la tradición es uno e idéntico para todos
Y lo mismo creen y transmiten las Iglesias fundadas en Germania, así como las de los iberos, las de los celtas, las del Oriente, las de Egipto, las de Libia y las que se hallan en el centro del mundo; pues, del mismo modo que el sol, criatura de Dios, es uno e idéntico en todo el mundo, así también la predicación de la verdad brilla en todas partes e ilumina a todos los hombres que quieren llegar al conocimiento de la verdad (SAN IRENEO, Trat. contra las herejías, 1, 10).
2289 [...] las verdades de fe y de moral no se determinan por mayoría de votos: componen el depósito –depositum fidei– entregado por Cristo a todos los fieles y confiado, en su exposición y enseñanza autorizada, al Magisterio de la Iglesia (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Hom. El fin sobrenatural de la Iglesia, 28-V-1972).
2290 Todo lo que halle que, no por uno o dos solamente, sino por todos juntos de pleno acuerdo, haya sido mantenido, escrito y enseñado abiertamente, frecuente y constantemente, sepa que él también lo puede creer sin vacilación alguna (SAN VICENTE DE LERINS, Conmonitorio, 3).
2291 Así, pues, el sábado próximo, en que celebraremos la vigilia, si Dios quiere, habréis de dar no la oración (el Padrenuestro), sino el símbolo (el Credo): porque si ahora no lo aprendéis de memoria, después, en la iglesia, no se lo habéis de oír todos los días al pueblo. Y, en aprendiéndole bien, decidle a diario para que no se os olvide; al levantaros de la cama, al ir a dormiros, dad vuestro símbolo, dádselo a Dios, procurando hacer memoria de ello, y sin pereza de repetirlo. Es cosa buena repetir, para no olvidar. No digáis: "Ya lo dije ayer, y lo digo hoy, y a diario lo digo: téngale bien grabado en la memoria". Sea para ti como un recordatorio de tu fe y un espejo donde te mires. Mírate, pues, en él: examina si continúas creyendo todas las verdades que de palabra dices creer y regocíjate a diario en tu fe. Sean ellas tu riqueza: sean a modo de vestidos para el aderezo de tu alma (SAN AGUSTÍN, Sermón 58).
2292 Un poco de fe puede mucho (SAN JUAN CRISÓSTOMO, en Catena Aurea, vol. VI, p. 269).
2293 Jesucristo pone esta condición: que vivamos de la fe, por-que después seremos capaces de remover los montes. Y hay tantas cosas que remover... en el mundo y, primero, en nuestro corazón (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 203).
2294 No solamente hombres, sino también mujeres, niños pequeños y muchachas han combatido por ella (por la fe) en todas las partes del mundo hasta derramar su sangre. Esta fe ha puesto en fuga a los demonios, desterrado las enfermedades, resucitado a los muertos (SAN LEÓN MAGNO, Sobre la Ascensión del Señor).
2295 Si tuvierais fe [...1, diréis a este árbol: Arráncate de raíz y trasplántate en el mar, y os obedecerá (Lc 17). Si los Apóstoles no llegaron a trasladar ningún árbol, no los acuséis; porque no dijo: trasladaréis, sino podréis trasladar; pero no lo hicieron porque no era necesario, habiendo hecho cosas de mayor importancia (SAN JUAN CRISÓSTOMO en Catena Aurea, vol. VI, p. 269).
2296 Les invita a la fe con la parábola del grano de mostaza; y les hace ver que, de todos modos, se propagará la predicación del Evangelio. Es necesaria la fe para comprender esto: los más pequeños, los más débiles entre los hombres eran los discípulos del Señor; pero como había en ellos una eficacia divina grandiosa, esa fuerza se desplegó y se difundió por todo el mundo. Con esto quiso dar el Señor una prueba de su grandeza (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. sobre S. Mateo, 46).
2297 Viendo Jesús la fe de aquellos hombres, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados (Mc 2, 1 ss.). Es digno de consideración cuánto debe valer para Dios la fe propia de cada uno, cuando vale tanto la ajena que por ella se levanta un hombre curado de repente interior y exteriormente, y por el mérito de unos se perdonan a otros sus pecados (SAN BEDA, en Catena Aurea, vol. IV, p. 51).
2298 " Si habueritis fidem, sicut granum sinapis! "-¡Si tuvierais fe tan grande como un granito de mostaza!...-¡Qué promesas encierra esa exclamación del Maestro! (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, 585).
2299 Aquí, en Roma, hubo un gran poeta, Trilussa, que trató también él de hablar de la fe. En cierta poesía suya dejó dicho: " aquella viejecita ciega, que encontré / la tarde que me perdí en medio del bosque / me dijo: Si el camino no lo sabes / te acompaño yo, que lo conozco. / Si tienes el valor de acompañarme, / de vez en cuando te daré una voz: hasta allá en el fondo, donde hay un ciprés; / hasta allá en la cima, donde hay una cruz. Yo respondí: Bueno... pero encuentro extraño / pueda guiarme quien no ve... / La ciega, entonces, me cogió la mano / y suspiró:-Camina-. Era la fe ". Como poesía, graciosa; como teología, defectuosa. Defectuosa, porque cuando se trata de la fe, el gran conductor es Dios (JUAN PABLO 1, Aloc. 13-IX-1978).
2300 Nada es demasiado difícil de creer acerca de Aquel para quien nada es demasiado difícil de hacer (CARD. J. H. NEWMAN, Sermón sobre Dom. IV después de Epifanía-Cat. S. Chand 1848).
2301 ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Si hubieran tenido una idea clara de su omnipotencia habrían estado seguros de que El podía sacarlos del peligro. Pero como lo veían dormido en la barca, no pudieron creer que estaban a salvo, no comprendieron que El, despierto o dormido, era omnipotente. Esta idea es muy importante para nosotros hoy, porque será un medio de sostener nuestra fe. ¿Por qué creéis todos los hechos extraños y maravillosos recogidos en la Escritura? Porque Dios es omnipotente y puede hacerlos. ¿Por qué creéis que una Virgen concibió y dio a luz un Hijo? Porque es un acto de Dios y El puede hacer cualquier cosa. Como el Angel Gabriel dijo a la Santísima Virgen: Nada es imposible para Dios. (CARD. J. H. NEWMAN, Sermón sobre el Dom. lV después de Epifanía).
2302 No seré reacio, no dudaré, porque creo en aquello que aleja toda duda. Todos los actos de poder divino caen dentro y son ejemplo de este atributo universal en el cual yo creo: la omnipotencia. Si Dios puede hacerlo todo, puede hacer esto. Puede hacer mucho más que esto. Por más maravilloso que esto o aquello pueda ser para nuestras limitadas inteligencias, si conociéramos todo, veríamos que esto, sea lo que fuere, es solamente una cosa entre muchas (CARD. J. H. NEWMAN Sermón sobre el Dom. IV después de Epifanía).
2303 No quieras que te llene nada que no sea Dios. No desees gustos de Dios. No desees tampoco entender de Dios más de lo que debes entender. La fe y el amor serán los lazarillos que te llevarán a Dios por donde tú no sabes ir.
La fe son los pies que llevan a Dios al alma. El amor es el orientador que la encamina (SAN JUAN DE LA CRUZ, Cántico espiritual, 1, 11).
2304 Esa certeza que nos da la fe hace que miremos lo que nos rodea con una luz nueva, y que, permaneciendo todo igual, advirtamos que todo es distinto, porque todo es expresión del amor de Dios (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 144).
2305 No somos sólo náufragos a los que Dios ha prometido salvar, sino que esa salvación obra ya en nosotros. Nuestro trato con Dios no es el de un ciego que ansía la luz pero que gime entre las angustias de la obscuridad, sino el de un hijo que se sabe amado por su Padre (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 142).
2306 En esto consiste, en efecto, la fuerza de los espíritus verdaderamente grandes, esto es lo que realiza la luz de la fe en las almas verdaderamente fieles; creer sin vacilación lo que no puede alcanzar nuestra mirada. ¿Cómo podría nacer esta piedad en nuestros corazones, o cómo podríamos ser justificados por la fe, si nuestra salvación consistiera tan sólo en lo que nos es dado ver? (SAN LEÓN MAGNO, Sermón 2, sobre la Ascensión).
2307 Cuando el honor de Dios o la utilidad del prójimo están en peligro, no debe contentarse el hombre con estar unido con su fe a la verdad divina, sino que debe confesarla exteriormente (SANTO TOMÁS S.Th. II-II, q. 3, a. 2 ad l).
2307b El discípulo de Cristo no debe solo guardar la fe y vivir de ella, sino también profesarla, testimoniarla con firmeza y difundirla: "Todos [...] vivan preparados para confesar a Cristo delante de los hombres y a seguirle por el camino de la cruz en medio de las persecuciones que nunca faltan a la Iglesia" (LG 42; cfr. DH 14). El servicio y el testimonio de la fe son requeridos para la salvación: "Todo [...] aquel que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos; pero a quien me niegue ante los hombres, le negaré yo también ante mi Padre que está en los cielos" (Mt 10, 32-33) (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1816).
2308 Alégrate cada día de tu fe. Sus artículos sean tus riquezas, y como los vestidos de cada día para tu alma. Cuando te levantas, ¿no te vistes? Así también, recordando el Credo, viste tu alma, para que el olvido no te desabrigue y quedes desnudo. Hemos de vestirnos con nuestra fe (SAN AGUSTÍN, Sermón 58).
2309 No sólo niega a Cristo quien dice que no existe, sino también quien niega su condición de cristiano (RABANO MAURO, en Catena, Aurea, vol. III, p. 340).
2310 No se contenta el Señor con una fe interna, sino que pide una confesión exterior de ella, urgiéndonos a una mayor confianza y a un mayor amor (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. sobre S. Mateo, 35).
2311 Si hubiese sido Jesucristo un puro hombre, ¿cómo se hubiera podido pensar que habían de preferirle los padres a sus hijos, los hijos a sus padres, los maridos a sus mujeres, y no en una casa o en ciento, sino en todo el mundo? Y no sólo lo predijo, sino que se ha cumplido con hechos (SAN JUAN CRISÓSTOMO, en Catena Aurea, vol. VI, p. 118).
2312 El Señor pregunta a los apóstoles qué piensa la gente acerca de El, y su respuesta concuerda en cuanto que expresa la desorientación de la ignorancia de los hombres. Pero tan pronto como interroga a sus discípulos sobre la convicción que ellos tienen, el primero entre ellos en dignidad es el primero también en confesar al Señor (SAN LEÓN MAGNO, Sermón 4).
2313 No tienen fe.-Pero tienen supersticiones. Risa y vergüenza nos dio aquel poderoso que perdía su tranquilidad al oír una determinada palabra, de suyo indiferente e inofensiva –que era, para él, de mal agüero– o al ver girar la silla sobre una pata (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, 587).
2313b Ahora, sin embargo, "caminamos en la fe y no [...] en la visión" (2Co 5, 7), y conocemos a Dios "como en un espejo, de una manera confusa [...], imperfecta" (1Co 13, 12). Luminosa por aquel en quien cree, la fe es vivida con frecuencia en la oscuridad. La fe puede ser puesta a prueba. El mundo en que vivimos parece con frecuencia muy lejos de lo que la fe nos asegura; las experiencias del mal y del sufrimiento, de las injusticias y de la muerte parecen contradecir la buena nueva, pueden estremecer la fe y llegar a ser para ella una tentación (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 164).
2314 (La infidelidad es el mayor de los pecados, ya que es) lo que más aleja de Dios, porque priva hasta de su verdadero conocimiento, y el conocimiento falso de Dios no acerca, sino que aleja al hombre de él (SANTO TOMÁS, S.Th. II-II, q. 1, a. 4).
2315 (La apostasía es un pecado de infidelidad que) nace de la soberbia, por la que el hombre no se somete a las reglas de la fe (SANTO TOMÁS, S.Th. II-II, q. 1, a. 1).
2316 Los que le niegan son primeramente los que pospusieron la 2316 fe por temor a una inminente persecución, y después los doctores de la herejía y sus discípulos (SAN CIRILO en Catena Aurea, vol. VI, p. 70).
2317 [...] y les tributaron honores divinos y culto: tales son los cuerpos celestes, el sol, la luna y las estrellas. A éstos les ocurrió lo que a uno que va a la curia regia, y queriendo ver al rey piensa que es el monarca todo lo que encuentra bien vestido o con cargo (SANTO TOMÁS, Sobre el Credo, 1. c., p. 36).
2318 Debemos considerar en todas las señales que fueron dadas tanto al nacer como al morir el Señor, cuánta debió ser la dureza de corazón de algunos judíos, que no llegaron a conocerle ni por el don de profecía, ni por los milagros. Todos los elementos han dado testimonio de que ha venido su Autor. Porque, en cierto modo, los cielos le reconocieron como Dios, pues inmediatamente que nació lo manifestaron por medio de una estrella. El mar le reconoció sosteniéndole en sus olas; la tierra le conoció porque se estremeció al ocurrir su muerte; el sol le conoció ocultando a la hora de su muerte el resplandor de sus rayos; los peñascos y los muros le conocieron porque al tiempo de su muerte se rompieron; el infierno le reconoció restituyendo a los muertos que conservaba en su poder. Y al que habían reconocido como Dios todos los elementos insensibles, no le quisieron reconocer los corazones de los judíos infieles y más duros que los mismos peñascos (SAN GREGORIO, Hom. 10 sobre los Evang.).
2319 La infidelidad nace de la soberbia, por la cual el hombre no somete su entendimiento a las reglas de la fe y a las enseñanzas de los Padres (SANTO TOMÁS, S.Th. II-II, q. 1, a. 1).
2320 No es pequeña acusación contra los judíos el hecho de que estos ciegos, sin ojos, por sólo el oído, reciban la fe; mientras aquellos que contemplaban los milagros de Jesús y tenían por testigos de sus hechos no menos que sus propios ojos, hacían todo lo contrario (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. sobre S. Mateo, 82).
2321 Si se cede en cualquier punto del dogma católico, después será necesario ceder en otro, y después en otro más, y así hasta que tales abdicaciones se conviertan en algo normal y licito. Y una vez que se ha metido la mano para rechazar el dogma pedazo a pedazo, ¿qué sucederá al final, sino repudiarlo en su totalidad? (SAN VICENTE DE LERINS, Conmonitorio, 23).
2322 De la misma manera que la luz presente está ausente a los ciegos y a los que cierran los ojos, así el reino de Dios, aunque nunca se ausenta de la tierra, está sin embargo ausente a quienes lo ignoran (SAN AGUSTÍN, Sobre el Sermón de la Montaña, 2, 20).
2323 En otros tiempos se incitaba a los cristianos a renegar de Cristo; en nuestra época se enseña a los mismos a negar a Cristo. Entonces se impelía, ahora se enseña; entonces se usaba de la violencia, ahora de insidias; entonces se oía rugir al enemigo, ahora, presentándose con mansedumbre insinuante y rondando, difícilmente se le advierte. Es cosa sabida de qué modo se violentaba entonces a los cristianos a negar a Cristo: procuraban atraerlos a sí para que renegasen; pero ellos, confesando a Cristo, eran coronados. Ahora se enseña a negar a Cristo y, engañándolos, no quieren que parezca que se los aparta de Cristo (SAN AGUSTÍN, Coment. sobre el Salmo 39).
2324 Enhorabuena vuele lejos la paja de una fe superficial y ligera, en cuanto sienta el soplo de la prueba; tanto más limpio será así el montón de trigo que se habrá de guardar en los graneros del Señor (TERTULIANO, De praescriptione haereticoram, 3).
2325 Amenazas, lisonjas, esperanza de vida, temor a la muerte, guardias, corte, emperador, autoridades, no sirvieron de nada: hombres y demonios fueron impotentes ante ellos. Su tenaz firmeza en la fe recibida los hizo dignos, a los ojos del Señor, de una gran recompensa. Por medio de ellos, El quiso levantar las Iglesias postradas, volver a infundir nueva vida a las comunidades cristianas agotadas, restituir a los sacerdotes las coronas caídas. (SAN VICENTE DE LERINS, Conmonitorio, 5).
2326 Como ciego que oye las pisadas de Cristo que pasa [...], cuando haya comenzado a realizar estos pasos (que me acercan a Cristo), mis parientes, vecinos y amigos comenzarán a bullir. Los que aman el siglo se me ponen enfrente. ¿Te has vuelto loco? ¡Qué extremoso eres! ¿Por ventura los demás no son cristianos? Esto es una tontería, esto es una locura. Y cosas tales clama la turba para que no clamemos los ciegos (SAN AGUSTÍN, Sermón 88).
2327 Hay personas muy sensibles a las dificultades de la religión; yo soy también sensible a ellas como cualquiera; pero nunca he podido ver la conexión entre percibir estas dificultades, por vivas que sean y mucho que se multipliquen, y la duda, por otra parte, sobre las doctrinas a que van inherentes. A mi entender, diez mil dificultades no hacen una duda; dificultad y duda son cantidades inconmensurables (CARD. J. H. NEWMAN, Apología "pro vita sua", p. 187).
2328 Esta fe, aumentada por la ascensión del Señor y fortalecida con el don del Espíritu Santo, ya no se amilana por las cadenas, la cárcel, el destierro, el hambre, el fuego, las fieras ni los refinados tormentos de los crueles perseguidores. Hombres y mujeres, niños y frágiles doncellas han luchado, en todo el mundo, por esta fe, hasta derramar su sangre (SAN LEÓN MAGNO, Sermón 2 sobre la Ascensión).
2329 He aquí lo que es la fe: rendirse a Dios, pero transformando la propia vida. Agustín contó el itinerario de su fe. Especialmente en las últimas semanas fue terrible; leyéndole se siente su alma como estremecerse y retorcerse en conflictos interiores. Aquí Dios que le llama e insiste; y allí, las antiguas costumbres. "Viejas amigas –escribe– me tiraban dulcemente de mi vestido de carne y me decían: Agustín, ¿cómo?, ¿nos abandonas? Mira que no podrás ya hacer esto, no podrás ya hacer aquello otro, ¡y para siempre!". ¡Difícil! "Me encontraba –dice– en el estado de uno que está en la cama por la mañana. Le dicen: Fuera, Agustín, levántate. Yo, a mi vez, decía: Sí, pero más tarde, todavía un poquito. Finalmente, el Señor me dio un empujón, me echó fuera"
Así, pues, no hay que decir: Sí, pero...; sí, pero más tarde. Hay que decir: ¡Señor, sí! ¡Ahora mismo! Esto es la fe. Responder con generosidad al Señor. Pero ¿quién dice este sí? Quien es humilde y se fía completamente de Dios (JUAN PABLO I, Aloc. 13-IX-1978).
2330 Aquel discípulo que había dudado, al palpar las heridas del cuerpo de su Maestro curó las heridas de nuestra incredulidad. Más provechosa fue para nuestra fe la incredulidad de Tomás que la fe de los otros discípulos, ya que al ser él inducido a creer por el hecho de haber palpado, nuestra mente, libre de toda duda, es confirmada en la fe. De este modo, en efecto, aquel discípulo que dudó y palpó se convirtió en testigo de la realidad de la resurrección (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 26 sobre los Evang.).
2331 Sabéis que la verdadera religión ha de estar llena de misterios, y por esta razón se aplica al catolicismo más que a cualquier profesión o grupo de hombres en general el proverbio que dice que un necio puede hacer cien preguntas que un hombre sensato no puede contestar (CARD. J. H. NEWMAN, Sermón en la inauguración del Seminario de S. Bernardo, 3-X-1873).
2332 Dios nos contempla, Cristo y sus ángeles nos miran, mientras luchamos por la fe. Qué dignidad tan grande, qué felicidad tan plena es luchar bajo la mirada de Dios y ser coronados por Cristo (SAN CIPRIANO, Carta 58).
2333 Si un rey enviara una carta sellada con su sello, nadie osaría decir que aquella carta no provenía de la voluntad del rey. Ahora bien, todo lo que los santos creyeron y nos transmitieron sobre la fe de Cristo, está sellado con el sello de Dios. Este sello son las obras que ninguna criatura puede hacer, es decir, los milagros, con los que Cristo confirmó las palabras de los Apóstoles y de los santos (SANTO TOMÁS, Sobre el Credo, 1. c., p. 33).
2334 Los milagros fueron precisos al principio para confirmar con ellos la fe. Pero, una vez que la fe de la Iglesia está confirmada, los milagros no son necesarios (SAN JERÓNIMO, Coment. Evang. S. Marcos).
2335 Si Dios juzgase que resucitando a los muertos había de ve-oír alguna utilidad a los vivos, no lo omitiría, porque todo lo hace en beneficio nuestro; pero si los muertos resucitasen con frecuencia, esto se depreciaría a su vez con el tiempo; porque el diablo introduciría con facilidad doctrinas perversas, imitando esto mismo por sus oráculos, no resucitando verdaderamente a los muertos, sino engañando a los hombres con alucinaciones, o enseñando con ingenio a algunos a fingir la muerte (SAN JUAN CRISÓSTOMO, en Catena Aurea, vol. VI, p. 25B).
2336 Cuando insistimos en la oración con toda vehemencia, Dios se detiene en nuestro corazón y recobramos la vista perdida (SAN GREGORIO MAGNO en Catena Aurea, vol. VI, p. 326).
2337 (En ocasiones) tenemos cerrados los ojos del corazón y pasa Jesús para que clamemos (SAN AGUSTÍN, Sermón 88).
2338 Si la fe falta, la oración es inútil. Luego, cuando oremos, creamos y oremos para que no falte la fe. La fe produce la oración, y la oración produce a su vez la firmeza de la fe (SAN AGUSTÍN, en Catena Aurea, vol. VI, p. 297).
2339 El ciego contestó al punto: Señor, que yo vea. El ciego no pide al Señor oro, sino el ver. Poco le importa cualquier otra cosa fuera de la vista, porque aunque puede tener el ciego alguna cosa, sin la vista no puede ver lo que tiene. Imitemos, pues [...], al que acabamos de oír que fue curado de cuerpo y de alma. No pidamos al Señor falsas riquezas, ni bienes terrenos, ni fugaces honores, sino la luz [...] que no tiene principio ni fin. El camino para alcanzar esta luz es la fe (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 2 sobre los Evang.).
2340 Es necesario, pues, que nuestra fe sea viva, que nos lleve realmente a creer en Dios y a mantener un constante diálogo con El (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 116).
2340b Es necesario, pues, que nuestra fe sea viva, que nos lleve realmente a creer en Dios y a mantener un constante diálogo con Él (SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ, Es Cristo que pasa, 116).
2341 No intente saber el porqué de las obras divinas, cierre el ojo de la razón y abra sólo el de la fe, porque éste es el instrumento con que se han de tantear las obras de Dios. Para mirar las obras humanas muy bueno es el ojo de la razón humana; mas para mirar las divinas, no hay cosa más desproporcionada que él (SAN PEDRO ALCÁNTARA, Trat. de la oración y meditación, 2, 4, av. 4°).
2342 La fe y la vocación de cristianos afectan a toda nuestra existencia, y no sólo a una parte. Las relaciones con Dios son necesariamente relaciones de entrega, y asumen un sentido de totalidad. La actitud del hombre de fe es mirar la vida, con todas sus dimensiones, desde una perspectiva nueva: la que nos da Dios.(J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 46).
2342bUrge recuperar y presentar una vez más el verdadero rostro de la fe cristiana, que no es simplemente un conjunto de proposiciones que se han de acoger y ratificar con la mente, sino un conocimiento de Cristo vivido personalmente, una memoria viva de sus mandamientos, una verdad que se ha de hacer vida. Pero una palabra no es acogida auténticamente si no se traduce en hechos, si no es puesta en práctica. La fe es una decisión que afecta a toda la existencia; es encuentro, diálogo, comunión de amor y de vida del creyente con Jesucristo, Camino, Verdad y Vida (cfr. Jn 14, 6). Implica un acto de confianza y abandono en Cristo, y nos ayuda a vivir como él vivió (cfr. Gal2, 20), o sea, en el mayor amor a Dios y a los hermanos (JUAN PABLO II, Enc. Veritatis splendor, n. 88).
2343 Todas tus obras se deben basar en la fe, porque el justo vi-ve de la fe y la fe obra por el amor (SAN AGUSTÍN, Coment. sobre el Salmo 32).
2344 Seguir a Cristo no significa refugiarse en el templo, encogiéndose de hombros ante el desarrollo de la sociedad, ante los aciertos o las aberraciones de los hombres y de los pueblos. La fe cristiana, al contrario, nos lleva a ver el mundo como creación del Señor, a apreciar, por tanto, todo lo noble y todo lo bello, a reconocer la dignidad de cada persona, hecha a imagen de Dios, y a admirar ese don especialísimo de la libertad, por la que somos dueños de nuestros propios actos y podemos –con la gracia del Cielo– construir nuestro destino eterno (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 99).
2345 Vosotros no conocéis vuestra ventura cuando tenéis la dicha de presentaros delante de vuestro Padre, que os ama más que a si mismo, y os llama al pie de sus altares, como en otro tiempo llamó a los pastores, para colmarlos de toda suerte de beneficios. Si estuviésemos bien penetrados de esto, ¡con qué amor y con qué diligencia vendríamos aquí como los Reyes Magos, para hacerle ofrenda de todo lo que poseemos, es decir, de nuestros corazones y de nuestras almas! ¿No vendrían los padres y madres con mayor solicitud a ofrecerle toda su familia, para que la bendijese y le diese las gracias de la santificación? ¡Y con qué gusto no acudirían los ricos a ofrecerle una parte de sus bienes en la persona de los pobres! (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre el misterio).
2346 Si no sabes leer, no estás excusado de oír, diciendo que no te lo han enseñado. La fe es una posesión no de los sabios de este mundo, sino de aquellos que lo son según Dios; y se enseña también sin letras. Su libro, popular y al mismo tiempo divino, se llama caridad: es un código espiritual. Se puede escuchar la sabiduría divina, se la puede poner por obra; es más, no se nos prohibe ocuparnos santamente, según Dios, de los asuntos terrenos (CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, Pedagogo, 3, 11).
2347 Si nuestra fe es débil, acudamos a María. Cuenta San Juan que por el milagro de las bodas de Caná, que Cristo realizó a ruegos de su Madre, creyeron en El sus discípulos (Jn 2, 11). Nuestra Madre intercede siempre ante su Hijo para que nos atienda y se nos muestre, de tal modo, que podamos confesar: Tú eres el Hijo de Dios (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 285).
2348 ¡ Desde el momento en que un cristiano abandona las lágrimas, el dolor de sus pecados y la mortificación, podemos decir que de él ha desaparecido la religión! Para conservar en nosotros la fe, es preciso que estemos siempre ocupados en combatir nuestras inclinaciones y en llorar nuestras miserias (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la penitencia).
2349 Como serpientes –dice–. Así como a la serpiente no le importa perderlo todo, aunque sea seccionando su cuerpo, con tal de conservar la cabeza, así también tú-dice-debes estar dispuesto a perderlo todo, tu dinero, tu cuerpo y aun la misma vida, con tal de que conserves la fe. La fe es la cabeza y la raíz; si la conservas, aunque pierdas todo lo demás, lo recuperarás luego con creces (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. sobre S. Mateo, 33).
2350 Las buenas obras mueven la fe del corazón, y dan confianza al alma para dirigirse a Dios (SAN JUAN CRISÓSTOMO, en Catena Aurea, vol. 1, p. 345).
2351 La verdad conviene aprenderla allí donde están los carismas del Señor; en aquellos que en la Iglesia poseen la sucesión desde los Apóstoles y que han conservado la palabra sin corromper ni adulterar (SAN IRENEO, Trat. contra las herejías, 4, 26).
2352 De la Iglesia recibimos la predicación de la fe, y bajo la acción del Espíritu de Dios la conservamos como un licor precioso guardado en un frasco de buena calidad (SAN IRENEO, Trat. contra las herejías, 3, 3).
2353 Lo que ayuda a nuestra fe es el temor y la paciencia, y nuestra fuerza reside en la tolerancia y la continencia. Si estas virtudes perseveran santamente en nosotros, en todo lo que atañe al Señor, poseeremos además la alegría de la sabiduría, de la ciencia y del perfecto conocimiento (Epístola de Bernabé, 1).
2354 Por lo tanto, hermanos, tratad de conservar la enseñanza de la fe que ahora se os entrega y grabadla profundamente en vuestro corazón
Observadla con fidelidad para que no os la arrebate el enemigo, si os encuentra abúlicos e indolentes, y para que tampoco ningún hereje deforme algo de lo que se os ha enseñado
2355 Estoy lejos de negar que los conocimientos científicos se hallen en efectivo crecimiento, pero es a tontas y a locas; las hipótesis se levantan y caen; es difícil prever cuáles se mantendrán y cuál será el estado de los conocimientos respecto a ellas de un año a otro. En estas condiciones me ha parecido realmente indigno de un católico lanzarme al trabajo de cazar algo que puede convertirse en un fantasma, y devanarme los sesos para inventar una teoría en respuesta a algunas objeciones especiales, teoría que, antes de estar acabada, tendrá que dar paso a otra más nueva, por razón de que las viejas objeciones habrán sido reducidas a nada por otras recién nacidas. Me ha parecido ser éste un tiempo especialmente en que los cristianos están llamados a tener paciencia, y en que no tienen otra manera de ayudar a quienes están alarmados sino exhortándolos a tener un poco de fe y de fortaleza y "a guardarse –como dice el pacta– de dar pasos peligrosos" (CARD. J. H. NEWMAN, Apología "pro vita sua", 1. c., p. 207).
2356 Dios se deja ver de los que son capaces de verle, porque tienen abiertos los ojos de la mente. Porque todos tienen ojos, pero algunos los tienen bañados en tinieblas y no pueden ver la luz del sol. Y no porque los ciegos no la vean deja por eso de brillar la luz solar, sino que ha de atribuirse esta oscuridad a su defecto de visión. Así, tu tienes los ojos entenebrecidos por tus pecados y malas acciones (SAN TEÓFILO DE ANTIOQUÍA, Libro 1, 2, 7).
2357 Quien cree ya en Jesucristo pero se deja dominar por la avaricia, se ensoberbece con los honores, se abrasa con la envidia, se contamina con la inmundicia de los deleites y desea las prosperidades mundanas, no quiere seguir a Jesús en quien creyó (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 2 sobre los Evang.).
2358 Entre los que no conocen a Cristo hay muchos hombres honrados que, por elemental miramiento, saben comportarse delicadamente: son sinceros, cordiales, educados. Si ellos y nosotros no nos oponemos a que Cristo cure la ceguera que todavía queda en nuestros ojos, si permitimos que el Señor nos aplique ese lodo que, en sus manos, se convierte en el colirio más eficaz, percibiremos las realidades terrenas y vislumbraremos las eternas con una luz nueva, con la luz de la fe: habremos adquirido una mirada limpia (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 71).
2359 El ayuno es sólo una parte de un deber grande e importante: nuestra subordinación a Cristo (CARD. J. H. NEWMAN, Sermón sobre el Dom. 1 de Cuaresma: Entrega a Dios).
2360 La fe no es la consecuencia de las buenas obras, sino que la fe debe estar en el comienzo de toda obra verdaderamente buena (SAN JERÓNIMO, en Catena Aurea, vol. IV, p. 29).
2361 Deben basarse todas tus obras en la fe, porque el justo vive de la fe y la fe obra por el amor. Que tus obras tengan por fundamento la fe, porque creyendo en Dios te harás fiel (SAN AGUSTÍN, Coment. sobre el Salmo 32).
2362 Porque ni la fe sirve sin obras, ni las obras sin fe, a no ser que se hagan para alcanzar la fe, como Cornelio, que antes de ser creyente mereció ser oído por sus buenas obras (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. sobre Ezequiel, 1).
2363 Así como el cuerpo está muerto cuando carece de espíritu, la fe está muerta cuando carece de obras (RABANO MAURO, en Catena Aurea, vol. III, p. 431).
2364 Mira que ni siquiera le pregunta el Señor (a Bartimeo) si tiene fe, como solía hacer otras veces, pues sus gritos y su abrirse paso entre la gente ponía bien de manifiesto su fe a los ojos de todos (SAN JUAN CR;SÓSTOMO, Hom. sobre S. Mateo, 66).
2365 ¿De qué sirve invocar con la voz a quien niegas con las obras? (SAN JERÓNIMO, Hom. sobre los Evang.).
2366 Al punto vio (Bartimeo), y le seguía. Ve y sigue quien obra el bien que entiende; ve, pero no sigue, quien no quiere ejecutar el bien que comprende (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. sobre los Evang.).
2367 Seguirle en el camino. Tú has conocido lo que el Señor te proponía, y has decidido acompañarle en el camino. Tú intentas pisar sobre sus pisadas, vestirte de la vestidura de Cristo, ser el mismo Cristo: pues tu fe, fe en esa luz que el Señor te va dando, ha de ser operativa y sacrificada (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 198).
2368 Hablan de El como si fuesen ángeles; pero después hay que trabajar por Dios, sufrir, mortificarse, enseñar a los pobres, ir en busca de la oveja perdida, conformarse gustosamente cuando falta algo, aceptar las enfermedades y cualquier desgracia [...]. No, no, no nos engañemos; toda nuestra tarea consiste en pasar a las acciones
Y esto es de tal manera verdad que el apóstol S. Juan nos declara que a la otra vida solamente nos acompañarán nuestras obras(cfr. Ap 14, 13). Reflexionemos sobre esto: sobre todo habiendo tantos en este mundo que parecen virtuosos, y que en efecto lo son, pero que prefieren un camino dulce y blando, más que una devoción trabajosa y sólida (SAN VICENTE DE PAUL, Entretiens spirituels aux Missionnaires, pp. 905-907).
2369 No cree verdaderamente sino quien, en su hogar, pone en práctica lo que cree. Por eso, a propósito de aquellos que de la fe no poseen más que palabras, dice San Pablo: profesan conocer a Dios, pero le niegan con las obras (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 26 sobre los Evang.).
2370 Es enterrar el talento que se ha recibido, el ocupar el ingenio recibido en asuntos puramente terrenales, el no buscar el lucro espiritual y el no levantar jamás el corazón de los pensamientos terrenos (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 9 sobre los Evang.).
2371 En la Iglesia Católica hay que poner el mayor cuidado para mantener lo que ha sido creído en todas partes, siempre y por todos. Esto es lo verdadera y propiamente católico, según la idea de universalidad que se encierra en la misma etimología de la palabra. Pero esto se conseguirá si nosotros seguimos la universalidad, la antigüedad, el consenso general. Seguiremos la universalidad, si confesamos como verdadera y única fe la que la Iglesia entera profesa en todo el mundo; la antigüedad, si no nos separamos de ninguna forma de los sentimientos que notoriamente proclamaron nuestros santos predecesores y padres; el consenso general, por último, si, en esta misma antigüedad, abrazamos las definiciones y las doctrinas de todos, o de casi todos, los Obispos y Maestros (SAN V!CENTE DE LERINS, Conmonitorio, 2).
2372 Siempre resultará provechoso esforzarse en profundizar el contenido de la antigua tradición, de la doctrina y la fe de la Iglesia católica, tal como el Señor nos la entregó, tal como la predicaron los apóstoles y la conservaron los Santos Padres. En ella, efectivamente, está fundamentada la Iglesia, de manera que todo aquel que se aparta de esta fe (la que predica la Iglesia) deja de ser cristiano y ya no merece el nombre de tal (SAN ATANASIO, Carta 1 a Serapión, 28).
2373 La misma naturaleza de la religión exige que todo sea transmitido a los hijos con la misma fidelidad con la cual ha sido recibido de los padres; y que, además, no nos es licito llevar y traer la religión por donde nos parezca, sino que más bien somos nosotros los que tenemos que seguirla por donde ella nos conduzca (SAN VICENTE DE LERINS, Conmonitorio, 6).
2374 En los decretos y en las definiciones de todos los obispos de la Santa Iglesia, herederos de la verdad apostólica y católica, es en lo que han creído, prefiriendo exponerse a si mismos a la muerte antes que traicionar la fe universal (SAN VICENTE DE LERINS, Conmonitorio, 5).
2375 La verdadera actividad ecuménica significa apertura, acercamiento, disponibilidad al diálogo, búsqueda común de la verdad en el pleno sentido evangélico y cristiano; pero de ningún modo significa ni puede significar renunciar o causar perjuicio de alguna manera a los tesoros de la verdad divina, constantemente confesada y enseñada por la Iglesia (JUAN PABLO II, Enc. Redemptor Hominis, 1, 6).
2375b Ten siempre el valor, que es humildad y servicio de Dios, de presentar las verdades de la fe tal como son, sin cesiones ni ambigüedades (SAN JOSEMARÍA ESCRIVA, Forja, n. 580).
2376 ...A quien me niegue ante los hombres, yo le negaré... (Lc 12, 8-9). Puesto que hay tantos modos de negar, es claro que hay otros tantos de confesar; y practicados por el hombre, le harán digno de oír aquella voz beatísima con la que Jesucristo alabará a todos los que le hubieren confesado (SAN JUAN CRISÓSTOMO, en Catena Aurea, vol. VI, p. 70).
2377 Siendo la fe la gracia fundamental que Dios nos da, es una prueba de la fe la disciplina necesaria que nos impone. No podemos tener fe sin un ejercicio de dicha fe (CARD J. H. NEWMAN, Sermón sobre el Dom. de Quincuagésima: Prejuicio y fe).
2378 Como no tardó en creer (se refiere al leproso de Cafarnaún), tampoco tardó en sanar; y como no dilató la confesión de la fe, tampoco se hizo esperar la curación (ORÍGENES, en Catena Aurea, vol. 1, p. 467).
2379 La expresión exterior tiende a manifestar lo que se cree en el corazón (SANTO TOMÁS, S.Th. II-II, q. 3, a. 1).
2380 Cuando asistís al Santo Sacrificio del Altar y os arrodilláis en la elevación, y cada vez que hacéis un acto de fe en Dios, meditando cuidadosamente todo lo que el Evangelio nos dice que El ha hecho por nosotros, recordad que Dios es omnipotente, y ello os ayudará y os animará a hacerlo. Decid: yo creo esto y aquello, porque Dios es omnipotente. No adoro a una criatura. No soy siervo de un Dios de poder restringido. Puesto que Dios puede hacer todas las cosas, yo puedo creer todas las cosas. Nada es demasiado difícil para que El lo haga, y nada es demasiado difícil para que yo lo crea (CARD. J. H. NEWMAN, Sermón sobre el Dom. IV después de Epifanía).