Antología de Textos

FORTALEZA

1. Después de la Última Cena (cfr. Mt 26, 30-35), Jesús y sus discípulos salieron hacia el huerto de los Olivos. Por el camino, Jesús predice a Pedro y a los demás que, esa noche, todos -de una forma u otra- le negarán, dejándole solo.
A pesar de las sinceras protestas de fidelidad que hacen, todos caerán esa noche. "Nos enseña aquí el Señor -comenta San Juan Crisóstomo- a comprender cómo eran los discípulos antes de la cruz y cómo fueron después. Porque los que no fueron capaces de mantenerse en pie al ver al Señor crucificado, después de su muerte fueron todo fervor y más duros que el diamante" (Hom. sobre S. Mateo, 82, 2). Ahora confían en sus solas fuerzas y caen, después confiarán sobre todo en su Señor y se mantendrán fieles hasta la muerte. Se hicieron tan fuertes "como el diamante".
2. La fortaleza es la virtud que hace al hombre intrépido frente a cualquier peligro y prueba de la vida, que desafía sin miedo y al que se enfrenta con valor. Tiene su fundamento en la humildad y en la oración.
La fortaleza se hace presente en dos actos fundamentales: atacar y resistir. Unas veces hay que atacar para la defensa del bien reprimiendo o exterminando a los enemigos, y otras será necesario resistir con firmeza sus asaltos para no retroceder un solo paso en el bien conquistado. De estos dos actos, el más propio de la virtud de la fortaleza es el de resistir, según señala Santo Tomás (S.Th. II-II, q. 123, a. 6), y es también el más difícil.
El acto supremo de la fortaleza es el martirio, por el que se sufre voluntariamente la muerte en testimonio de la fe.
El martirio había sido anunciado por el Señor como uno de los caracteres de su Iglesia (Mt 10, 16-22; Lc 21, 12) y los Apóstoles afrontaron la muerte serenamente, manifestando ser testigos de Cristo (Hch 2, 32; 1PS, 1). La muerte de tantos mártires es un signo más de la santidad de la Iglesia. Cada cristiano debe estar dispuesto a dar su vida por Cristo si las circunstancias lo exigieran.
Esta disposición debe manifestarse en el cumplimiento de los deberes ordinarios que la fe exige y que, en determinadas ocasiones, podrán resultar difíciles o costosos.
Para que la fe inspire esa seguridad inquebrantable en momentos decisivos, como es la hora de la muerte, está claro que debe ejercitarse de modo habitual, a lo largo de la vida; si esa confianza en Dios no se ha alentado con constancia en muchos detalles diarios, no es lógico esperar que al final nos lleve al heroísmo. Hemos de vivir la fortaleza cada día, sabiendo que encontraremos dificultades en nuestro trabajo, en las relaciones con los demás, en el apostolado..., en casi todo. Tendremos dificultades, como las han tenido todos los hombres. Como las tuvieron los Apóstoles, la Virgen, los santos, y también aquellos que no buscaron a Dios en su vida. La dificultad es algo ordinario con lo que hay que contar.
La fortaleza de cada día exige muchas veces vencer los propios caprichos, el egoísmo y la comodidad. Y ese vencimiento solo es posible con el amor de Dios. Somos fuertes si amamos. Nosotros los cristianos, aquí y ahora, estamos llamados a dar testimonio de Cristo, aunque eso nos cueste sinsabores y sufrimientos. No podemos transigir en la doctrina ni en la moral, en la verdad ni en las costumbres, por grande que sea la presión del ambiente; hemos de vivir nuestro cristianismo con coherencia, con fortaleza. Seremos capaces, si nos apoyamos en la gracia de Dios: entonces venceremos. A los cristianos, nos dice San Pablo, nos aprietan por todos lados, pero no nos aplastan; estamos apurados, pero no desesperados; acosados, pero no abandonados; nos derriban, pero no nos rematan (2Co 4, 7 s). Así será si la vida de Jesús que se manifiesta en nosotros, porque Él es nuestra fortaleza.
3. La virtud de la fortaleza se ha]la en el medio justo entre la cobardía, o temor desordenado, que inclina a la fuga ante el dolor y los peligros, y la temeridad, que sale al encuentro del peligro o se lanza ciegamente a empresas difíciles, por soberbia, vanagloria, presunción o necedad. Con el temor o cobardía se relacionan estrechamente los llamados respetos humanos que, por miedo al "qué dirán", llevan a abstenerse del cumplimiento del deber o de practicar con valentía y, cuando es necesario, públicamente la virtud. Relacionada con la temeridad está también la impasibilidad o indiferencia, que no teme los peligros, aunque sean de muerte, pudiendo y debiendo temerlos. Esta actitud no proviene de la virtud y del temple ante las dificultades que ha de tener un cristiano, sino de la soberbia o la necedad.
Con frecuencia, el Papa Juan Pablo II ha invitado a todos los cristianos, y especialmente a los jóvenes, a que sean fuertes, en medio de un ambiente que tantas veces invita a la debilidad y a la dejadez: "Ante la manipulación de la que puede sentirse objeto mediante la droga, el sexo exasperado, la violencia, el joven cristiano -dice el Papa- no buscará métodos de acción que le lleven a la espiral del terrorismo; este le hundiría en el mismo o mayor mal que critica y depreca. No caerá en la inseguridad y la desmoralización, ni se refugiará en vacíos paraísos de evasión o de indiferentismo. Ni la droga, ni el alcohol, ni el sexo, ni un resignado pasivismo acrítico -eso que vosotros llamáis "pasotismo"- son una respuesta frente al mal. La respuesta vuestra ha de venir desde una postura sanamente crítica; desde la lucha contra una masificación en el pensar y en el vivir que a veces se os trata de imponer; que se ofrece en tantas lecturas y medios de comunicación social.
¡Jóvenes! ¡Amigos! Habéis de ser vosotros mismos, sin dejaros manipular; teniendo criterios sólidos de conducta. En una palabra: con modelos de vida en los que se pueda confiar, en los que podáis reflejar toda vuestra generosa capacidad creativa, toda vuestra sed de sinceridad y mejora social, sed de valores permanentes dignos de elecciones sabias. Es el programa de lucha, para superar con el bien el mal (JUAN PABLO II, Aloe. a los jóvenes. Madrid, 3-XI-1982).
En relación al segundo acto fundamental de la virtud de la fortaleza (sostener, resistir, aguantar), se exigen paciencia y longanimidad, que sostienen al hombre contra la tristeza en medio de los peligros que combate, y la perseverancia y constancia, que inclinan al hombre a luchar hasta el fin, sin ceder al cansancio, al desánimo ni a las tentaciones. La perseverancia lleva al hombre a levantarse, con la ayuda de la gracia, después de una derrota.

Citas de la Sagrada Escritura

Cuando un fuerte bien armado guarda su palacio, seguros están sus bienes. Lc 2, 21
Todo lo puedo en aquel que me conforta. Flp 4, 13
Huye el malvado sin que nadie le persiga, mas el justo va seguro como cachorro de león. Pr 28, 1
Mis ojos siempre están en Yavé, porque es quien saca mis pies de la red. Sal 25, 15
Esforzaos y fortaleced vuestro corazón, todos cuantos esperáis en Yavé. Sal 31, 25
El temor de Yavé es fuente de vida, que aleja de los lazos de la muerte. Pr 14, 26
Pero los que confían en Yavé renuevan las fuerzas, echan alas como de águila, corren sin cansarse y caminan sin fatigarse. Is 40, 31
Porque así dice el Señor, Yavé, el Santo de Israel: En la conversión y la quietud está vuestra salvación, y la quietud y la confianza serán vuestra fuerza. Is 30, 15,
Velad y estad firmes en la fe, obrando varonilmente y mostrándoos fuertes. 1Co 16, 13
Si Dios está por nosotros, ¿quién contra nosotros? Rm 8, 31
Por lo cual me complazco en las enfermedades, en los oprobios, en las necesidades, en las persecuciones, en las angustias, por Cristo; pues cuando parezco débil, entonces es cuando soy fuerte. 2Co 12, 10
A ti recurro, fortaleza mía, porque tú, Dios, eres mi refugio, Sal 59, 10
Espera en Yavé, esfuérzate; ten gran valor y espera en Yavé. Sal 27, 14
Tú, pues, hijo mío, fortalécete en la gracia de Cristo Jesús. 2Tm 2, 1
Hermanos, estad alerta: no sea que, seducidos, vengáis a caer de vuestra fortaleza. 2P 3, 17
Vuestro enemigo el diablo anda girando como león rugiente alrededor de vosotros [...]. Resistidle firmes en la fe. 1P 5, 8-9
Os escribo, jóvenes, porque sois fuertes, y la palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al maligno. No améis al mundo ni lo que hay en el mundo. Si alguno ama al mundo, no está en él la caridad del Padre. 1Jn 2, 14-15
Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Mt 5, 10
El reino de los Cielos se alcanza a viva fuerza, y los que la hacen son los que lo arrebatan. Mt 11, 12
Soporta el trabajo y la fatiga como buen soldado de Cristo. 1Tm 2, 3
Tened, hermanos, por objeto de sumo gozo el caer en varias tribulaciones, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce la paciencia, y la paciencia perfecciona la obra. St 1, 2-4
Nos afanamos trabajando con nuestras propias manos: nos maldicen y bendecimos; padecemos persecución y la sufrimos con paciencia. 1Co 4, 12; 2Co 4, 8
Corramos con aguante al término del combate [...] Considerad atentamente a aquel que sufrió tal contradicción de los pecadores [...], a fin de que no desmayéis perdiendo vuestros ánimos. Hb 12, 1-3
Vendréis a ser olvidados de todos por causa de mi nombre: pero quien perseverare hasta el fin, este se salvará. Mt 10, 22; Mt 24, 13
No tengáis miedo a los que os persiguen. No temáis a los que matan el cuerpo y no pueden matar el alma: temed antes al que puede arrojar alma y cuerpo en el infierno. Mt 10, 28; Lc 12, 4-5
Si sucede que padecéis algo por amor a la justicia, sois bienaventurados. No temáis los fieros ni os conturbéis. 1P 3, 14
No habéis recibido el espíritu de servidumbre para obrar todavía por miedo o temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción de hijos. Rm 8, 15
Quien anda dudando es semejante a la ola del mar alborotada y agitada del viento acá y allá [...]. El hombre de ánimo doble es inconstante en todos sus caminos. St 1, 6-8

Nuestra fortaleza se apoya y nace en Dios

2602 [...] no debemos extrañarnos ni desalentarnos ante las propias miserias personales, ante nuestros tropiezos, porque continuaremos hacia adelante, si buscamos la fortaleza en Aquel que nos ha prometido: venid a mi todos los que anduis agobiados con trabajos y cargas, que yo os aliviaré (Mt 11, 28). Gracias, Señor, quia tu es, Deus, fortitudo mea (Sal 43, 2), porque has sido siempre Tú, y sólo Tú, Dios mío, mi fortaleza, mi refugio, mi apoyo (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 131).

2603 Habiendo Dios dotado a los demás animales de la velocidad en la carrera, o la rapidez en el vuelo, o de uñas, o de dientes, o de cuernos, sólo al hombre lo dispuso de tal forma que su fortaleza no podía ser otra que el mismo Dios: y esto lo hizo para que, obligado por la necesidad de su flaqueza, pida siempre a Dios cuanto pueda necesitar (SAN JUAN CRISÓSTOMO, en Catena Aurea, vol. 1, p. 427).

2604 Siendo yo sierva de este Señor y Rey, ¿qué mal me pueden ellos hacer a mi?, ¿por qué no he yo de tener fortaleza para combatir con todo el infierno? (SANTA TERESA, Vida, 25, 20).

2605 Si Dios retira su auxilio, podrás pelear; lo que no podrás es vencer (SAN AGUSTÍN, Coment. sobre el Salmo 106).

2606 Cuando estaba en la oración, veía que salía de allí muy mejorada y con más fortaleza (SANTA TERESA, Vida, 23, 2).

2607 La fortaleza no debe fiar de si misma (SAN AMBROSIO, Trat. sobre los oficios, 1, 35).

2608 La confianza parte de la fortaleza; lleva consigo la esperanza que pone el hombre en si mismo y que naturalmente supone la ayuda de Dios (SANTO TOMÁS, S.Th. II-II, q. 128, a. 1, ad 2).

2609 Ayer por la mañana yo fui a la Sixtina a votar tranquilamente. Jamás hubiera imaginado lo que estaba para suceder. Apenas había comenzado el peligro para mí, los dos colegas que me estaban vecinos me han susurrado palabras de aliento. Uno ha dicho: "¡Animo!, si el Señor da un peso, da también la ayuda para llevarlo" (JUAN PABLO I, Angelus, 27-VIII-1978).

2610 Toda nuestra fortaleza es prestada (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, 728).

2611 La ascética del cristiano exige fortaleza; y esa fortaleza la encuentra en el Creador. Somos la oscuridad, y El es clarísimo resplandor; somos la enfermedad, y El es salud robusta; somos la escasez, y El la infinita riqueza; somos la debilidad, y El nos sustenta, quia tu es, Deus, fortitudo mea (Sal 43, 2) [...]. (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 80).

2612 Pidamos este don del Espíritu Santo que se llama el " don de fortaleza ". Cuando al hombre la faltan las fuerzas para " superarse " a sí mismo, con miras a valores superiores, como la verdad, la justicia, la vocación, la fidelidad matrimonial, es necesario que este " don de lo alto " haga de cada uno de nosotros un hombre fuerte y, en el momento justo, nos diga " en la intimidad ": ¡Animo! (JUAN PABLO II, Sobre la fortaleza, 15-XI-1978).

Fortaleza de Dios y debilidad humana

2613 Lo que falta a causa de la debilidad humana, si agotamos nuestras posibilidades, lo completará Dios, que hace concurrir todas las cosas para el bien de los que le aman (Rm 8, 28) (ORIGENES, Trat. sobre la oración, 29, 19).

2614 El nos tiende su mano cuando nos ve vacilar, para sostenernos y establecernos en el bien (CASIANO Colaciones, 3, 12).

2615 Cuando te sientas fuerte no te instales en la seguridad, sino clama a Dios con el profeta: Cuando mengüen mis fuerzas no me abandones (Sal 71, 9). En el momento de la prueba, repítete para tomar ánimos: Llévame en pos de ti: ¡Corramos! (Ct 1, 3). Así no te faltará la esperanza en la desgracia, ni la previsión en la felicidad. Entre éxitos y fracasos de los momentos inestables, conservarás, como imagen de la eternidad, una sólida ecuanimidad. Bendecirás al Señor en todas las ocasiones y así, en medio de un mundo vacilante, encontrarás la paz, una paz inquebrantable (SAN BERNARDO, Sermón 21 sobre el Cantar de los Cantares, 4-6).

2616 La fuerza de Dios se muestra perfecta en la debilidad (SAN IRENEO, Trat. contra las herejías, 5, 2).

2617 A veces, cuando todo nos sale al revés de como imaginábamos, nos viene espontáneamente a la boca: ¡Señor, que se me hunde todo, todo, todo...! Ha llegado la hora de rectificar: yo, contigo, avanzaré seguro, porque Tú eres la misma fortaleza: quia tu es, Deus, fortitudo mea (Sal 43, 2) (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 213).

Fortaleza y valentía en la vida ordinaria

2618 La Biblia no alaba a la mujer débil, sino a la mujer fuerte, cuando dice en el libro de los Proverbios: La ley de la dulzura está en su lengua (Pr 31, 6). Porque la dulzura es el punto más alto de la fuerza. La mujer maternal tiene por privilegio esta función discreta y capital: saber atender, saber callarse, ser capaz, ante una injusticia o una debilidad, de cerrar los ojos, de excusar, de cubrir –obra de misericordia no menos bienhechora que cubrir la desnudez del cuerpo– [...] (GERTRUD VON LEFORT, La mujer eterna, p. 128).

2619 El estar dispuesto a morir en el supremo trance del martirío, resistiendo pacientemente en el empeño por la realización del bien, no excluye el riesgo de la acometida ni el belicoso ataque. Por el contrario, esta disposición es la que presta a la actividad del cristiano en el mundo esa superioridad y esa libertad que tan definitivamente le están negadas a las convulsiones del activismo (J. PIEPER, Las virtudes fundamentales, p. 241).

2620 De penas que se acaban no hagáis caso cuando interviniera algún servicio para El, que tantas pasó por nosotras (SANTA TERESA, C. de perfección, 3, 6).

2621 La virtud de la fortaleza requiere siempre una cierta superación de la debilidad humana y, sobre todo, del miedo. El hombre, en efecto, por naturaleza teme el peligro, las molestias, los sufrimientos. Por ello es necesario buscar hombres valientes no solamente en los campos de batalla, sino también en los pasillos de los hospitales o junto al lecho del dolor (JUAN PABLO II, Sobre la fortaleza, 15-XI-1978).

2622 Deseo rendir homenaje a todos estos valientes desconocidos. A todos los que tienen el valor de decir "no" o "si" cuando esto cuesta. A los hombres que dan un testimonio singular de dignidad humana y de profunda humanidad. Justamente porque son desconocidos merecen un homenaje y una gratitud particular (JUAN PABLO II, Sobre la fortaleza, 15-XI-1978).

Campos que abarca esta virtud

2623 Según la doctrina de Santo Tomás, la virtud de la fortaleza se encuentra en el hombre:
- Que está dispuesto a "aggredi pericula", es decir, a enfrentarse con el peligro.

- Que está dispuesto a "sustinere mala", es decir, a soportar las adversidades por una causa justa, por la verdad, por la justicia, etc. (JUAN PABLO Il, Sobre la fortaleza, 15Xl-78).

2624 Aparta los obstáculos, los temores que podrían retraer la voluntad del seguimiento de lo que dicta la razón (SANTO TOMÁS, S.Th. II-II, q. 122, a. 3, c).

La paciencia, principal campo de la virtud de la fortaleza

Ver nº. 3967-3969

Ejemplos y ejercicio de la fortaleza

2625 Mas olvidaos de quejaros de flaquezas y malecillos de mujeres, que algunas veces pone el demonio la imaginación de esos dolores; quitase y pónense. Si no se pierde la costumbre de decirlo y quejaros de todo –si no fuere a Dios–, nunca acabaréis. Porque este cuerpo tiene una falta: que mientras más le regalan, más males y necesidades descubre (SANTA TERESA, C. de perfección, 11, 3).

2626 Muchas son las olas que nos ponen en peligro, y una gran tempestad nos amenaza: sin embargo, no tememos ser sumergidos porque permanecemos de pie sobre la roca. Aun cuando el mar se desate, no romperá esta roca; aunque se levanten las olas, nada podrán contra la barca de Jesús. Decidme, ¿qué podemos temer? ¿La muerte? Para mi la vida es Cristo, y la muerte una ganancia. ¿El destierro? Del Señor es la tierra y cuanto la llena. ¿La confiscación de los bienes? Nada trajimos al mundo, de modo que nada podemos llevarnos de él. Yo me río de todo lo que es temible en este mundo y de sus bienes. No temo la muerte ni envidio las riquezas. No tengo deseos de vivir, si no es para vuestro bien espiritual. Por eso, os hablo de lo que sucede ahora exhortando vuestra caridad a la confianza (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. antes del exilio, 1-3).

2627 Es preciso persuadirse de que (a veces) es más fuerte quien sabe someter su voluntad a la de su hermano que el que defiende a ultranza su propio parecer (CASIANO Colaciones, 16, 23).

2628 Cosa imperfecta me parece, hermanas mías, quejarnos siempre de livianos males. Si podéis sufrirlo, no lo hagáis. Cuando el mal es grave, él mismo se queja, es otro quejido, y luego se parece. Mirad que sois pocas, y si una tiene esta costumbre es para traer fatigadas a todas (SANTA TERESA, C. de perfección, 11, 1).

2629 Es fuerte el que persevera en el cumplimiento de lo que entiende que debe hacer, según su conciencia; el que no mide el valor de una tarea exclusivamente por los beneficios que recibe, sino por el servicio que presta a los demás. El fuerte, a veces, sufre, pero resiste; llora quizá, pero se bebe sus lágrimas. Cuando la contradicción arrecia, no se dobla. (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 77).

2630 Otro ejemplo: Un hombre al que se le promete la libertad e incluso una carrera fácil a condición de que reniegue de los propios principios, o bien apruebe algo que está en contra de su honestidad respecto a los demás. Y también él responde "no", incluso frente a amenazas por una parte y lisonjas por otra. ¡He aquí un hombre valiente! (JUAN PABLO II, Sobre la fortaleza, 15-XI-1978).

2631 En todo esto que he dicho no trato de males recios, como cuando hay calentura recia –aunque pido que haya siempre moderación y sufrimiento–, sino trato de unos malecillos que se pueden pasar en pie (SANTA TERESA, C. de perfección, 11, 4).

2632 Y creed, hijas, que en comenzando a vencer estos corpezuelos no nos cansan tanto (SANTA TERESA, C. de perfección, 11, 4).

2633 Permitidme que llame vuestra atención en torno a ejemplos poco conocidos, pero que en si mismos dan testimonio de una gran virtud. Pienso, por ejemplo, en una señora, madre de una familia numerosa, a la que es "aconsejado" por muchos que suprima una nueva vida concebida en su seno, sometiéndose a la "intervención" de interrupción de la maternidad; y ella responde con firmeza: "No". Desde luego, siente toda la dificultad que este "no" lleva consigo –dificultad para ella, para su marido, para toda la familia–, y sin embargo responde: "no". La nueva vida humana en ella concebida es un valor demasiado grande, demasiado "sagrado", para que pueda ceder a semejantes presiones (JUAN PABLO II, Sobre la fortaleza, 15-XI-1978).

2634 Tan pronto como la caña es impulsada por el viento, se inclina a una u otra parte [...]. Pero San Juan no era caña agitada por el viento, porque a él ni le hacia suave la adulación, ni áspero la difamación; ni las prosperidades le levantaban, ni le humillaban las adversidades. San Juan no era caña agitada por el viento, porque no se separaba de la rectitud por ninguna variación de las cosas (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 4 sobre los Evang.).

2635 No pongo en estas fundaciones los grandes trabajos de los caminos, con fríos, con soles, con nieves, que venia vez de no cesarnos en todo el día de nevar, otras perder el camino, otras con hartos males y calenturas; porque, gloria a Dios, de ordinario es tener yo poca salud, sino que veía claro que Nuestro Señor me daba esfuerzo; porque me acaecía algunas veces que se trataba de fundación, hallarme con tantos males y dolores, que yo me acongojaba mucho, porque me parecía que aun para estar en la celda sin acostarme no estaba, y tornarme a Nuestro Señor, quejándome a Su Majestad, y diciéndole que cómo quería hiciese lo que no podía, y después, aunque con trabajo, Su Majestad daba fuerzas, y con el hervor que me ponía y el cuidado, parece que me olvidaba de mi (SANTA TERESA, Fundaciones, 18, 4).

La fortaleza y las demás virtudes

2636 El hombre no pone su vida en peligro de muerte más que cuando se trata de la salvación de la justicia. De ahí que la dignidad de la fortaleza sea una dignidad que depende de la anterior virtud (SANTO TOMÁS S.Th. II-II, q. 123, a. 12, ad 3).

2637 La fe, si es firme, defiende toda la casa (SAN AMBROSIO, Coment. sobre el Salmo 18, 12).

2638 La fortaleza sin justicia es palanca del mal (SAN AMBROSIO, Trat. sobre los oficios, 1, 3 5).

2639 La virtud de la fortaleza marcha al unísono con la capacidad de sacrificarse. Esta virtud había tomado ya en los antiguos un perfil bien definido. Con Cristo ha adquirido un perfil evangélico, cristiano. El Evangelio está orientado hacia los hombres débiles, pobres, mansos y humildes, operadores de la paz, misericordiosos; y, al mismo tiempo, contiene en si una constante invitación a la fortaleza. Repite, frecuentemente: No tengáis miedo (Mt 14, 27). Enseña al hombre que, por una causa justa, por la verdad, por la justicia, es necesario saber dar la vida (Jn 15, 13) (JUAN PABLO II, Sobre la fortaleza, 15-XI-1978).

2640 La fortaleza sin prudencia no es fortaleza (J. PIEPER, Las virtudes fundamentales, p. 191).

2641 Por el bien se expone el fuerte al peligro de morir (SANTO TOMÁS, S.Th. II-II, q. 125, a. 2, ad 2).

2642 La pureza limpísima de toda la vida de Juan le hace fuerte ante la Cruz.-Los demás apóstoles huyen del Gólgota: él, con la Madre de Cristo, se queda.-No olvides que la pureza enrecia, viriliza el carácter (J. ESCRIVÁ DE BALACUER, Camino, 144).

Esta virtud crece con las dificultades

2643 Ningún caso hagáis de los miedos que os pusieren ni de los peligros que os pintaren (SANTA TERESA, C. de perfección, 21, 6).

2644 De aquellos, en cambio, que viven siempre a merced de los avatares humanos y cambian según el sesgo que toman los acontecimientos, se dice: El necio muda como la luna (Si 27, 11). Y si de los perfectos está escrito: Todas las cosas concurren al bien de los que aman a Dios, de los débiles e insensatos se afirma: Al necio todas las cosas son contrarias (Pr 14, 7). Porque ni avanza en la ventura, ni se enmienda cuando se cierne sobre él la desgracia (CASIANO, Colaciones, 6, 9).

2645 Pues me parece que el atleta valiente, una vez desnudo para luchar en el estadio de la piedad, debe sufrir con valor los golpes que le den los contrarios, con la esperanza de la gloria del premio. Pues que todos aquellos que en los juegos gimnásticos se han acostumbrado a las fatigas de la lucha, jamás desmayan por el dolor de los golpes; antes bien, despreciando los males presentes por el deseo del triunfo, atacan de cerca a sus adversarios. De la misma manera, aunque al varón virtuoso le acontezca alguna cosa desagradable, no por eso perderá su gozo. Porque la tribulación produce la paciencia, y la paciencia produce la reciedumbre; la reciedumbre, la esperanza; y la esperanza no confunde (Rm 5, 3) (SAN BASILIO, Hom. sobre la alegría).

2646 Si la sal se torna insípida, para nada sirve ya, sino para ser arrojada fuera y pisada por los hombres. No es pisado por los hombres quien sufre persecuciones, sino aquel que se acobarda temiendo la persecución; no puede ser pisado sino el que está debajo, y no puede decirse que está debajo aquel que, aun cuando sufra muchas cosas en su cuerpo mientras dura esta vida, su corazón lo tiene fijo en el cielo (SAN AGUSTÍN, Sobre el Sermón de la Montaña, 16).

2647 Los árboles que crecen en lugares sombreados y libres de vientos, mientras que externamente se desarrollan con aspecto próspero, se hacen blandos y fangosos, y fácilmente les hiere cualquier cosa; sin embargo, los árboles que viven en las cumbres de los montes más altos, agitados por muchos vientos y constantemente expuestos a la intemperie y a todas las inclemencias, golpeados por fortísimas tempestades y cubiertos de frecuentes nieves, se hacen más robustos que el hierro (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. sobre la gloria en la tribulación).

La comunión frecuente, fortaleza contra las debilidades y flaquezas

2648 Mas Jesucristo y la Iglesia desean que todos los fieles cristianos se acerquen diariamente al sagrado convite, principalmente para que, unidos con Dios por medio del Sacramento, en él tomen fuerza para refrenar las pasiones, purificarse de las culpas leves cotidianas e impedir los pecados graves a que está expuesta la debilidad humana. Por ello el Sagrado Concilio de Trento llama a la Eucaristía antídoto, con el que somos liberados de las culpas cotidianas y somos preservados de los pecados mortales (S. Pío X, Sacra tridentina Synodus, 20-XII-1905).

2649 Para animar a los católicos a profesar valientemente su fe y a practicar las virtudes cristianas, ningún medio es más eficaz que el que consiste en alimentar y aumentar la piedad del pueblo hacia aquella admirable prenda de amor, lazo de paz y de unidad, que es el sacramento de la eucaristía (LEÓN XIII, Breve Apost. Providentissimas, 18-XI-1897).

La oración, necesaria para ser fuertes

2650 Por no estar arrimada a esta fuerte columna de la oración, pasé este mar tempestuoso casi veinte años con estas caídas (SANTA TERESA, Vida, 8, 1).

2651 El alma, cuanto más avanza en la perfección, tanto más fuerte y valerosa se vuelve en orden a soportar las penalidades que le puedan sobrevenir (SAN DOROTEO, Instrucción 7, 2-3).

2652 En tiempos pasados, la oración liberaba del fuego, de las bestias, de la falta de alimento, y sin embargo no había recibido aún de Cristo su forma propia. ¡Cuánta más eficacia no tendrá, pues, la oración cristiana! Ciertamente, no hace venir el rocío angélico en medio del fuego, ni cierra la boca de los leones, ni transporta a los hambrientos la comida de los segadores (como en aquellos casos del antiguo Testamento); no impide milagrosamente el sufrimiento, sino que, sin evitarles el dolor a los que sufren, los fortalece con la resignación, con su fuerza les aumenta la gracia para que vean, con los ojos de la fe, el premio reservado a los que sufren por el nombre de Dios (TERTULIANO, Trat. sobre la oración, 28-29).

La ayuda de los Angeles Custodios

2653 Aunque somos menores de edad y aunque nos queda por recorrer un camino tan largo y tan peligroso, nada debemos temer bajo la custodia de unos guardianes tan eximios. Ellos, los que nos guardan en nuestros caminos, no pueden ser vencidos ni engañados, y menos aún pueden engañarnos. Son fieles, son prudentes, son poderosos: ¿por qué espantarnos? Basta con que los sigamos, con que estemos unidos a ellos, y viviremos así a la sombra del Omnipotente (SAN BERNARDO, Sermón sobre el Salmo 12, "Qui habitat", 3, 6-8).

Fortaleza en la ayuda a los demás

2654 Son almas fuertes las que escoge el Señor para aprovechar a otras, aunque esta fortaleza no les viene de si (SANTA TERESA, Vida, 21, 13).

2655 Lo que hay que temer no es el mal que digan contra vosotros, sino la simulación de vuestra parte; entonces si que perderíais vuestro sabor y seríais pisoteados. Pero si no cejáis en presentar el mensaje con toda su austeridad, si después oís hablar mal de vosotros, alegraos. Porque lo propio de la sal es morder y escocer a los que llevan una vida de molicie
Por tanto, estas maledicencias son inevitables y en nada os perjudicarán, antes serán prueba de vuestra firmeza. Mas si, por temor a ellas, cedéis en la vehemencia conveniente, peor será vuestro sufrimiento, ya que entonces todos hablarán mal de vosotros y todos os despreciarán; en esto consiste el ser pisoteado por la gente (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. sobre S. Mateo, 15).

2656 Si la regla de conducta del maestro debe ser siempre perseguir al vicio para corregirlo, es muy conveniente que conozcamos que debemos ser firmes contra los vicios, pero compasivos con el hombre (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 33 sobre los Evang.).

2657 Si no tenemos suficientes fuerzas para contener al que resbala, resbalamos también nosotros con él (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 28 sobre los Evang.).

Dejarse ayudar para ser fuertes

2658 Mientras somos ovejas vencemos y superamos a los lobos, aunque nos rodeen en gran número; pero si nos convertimos en lobos entonces somos vencidos, porque nos vemos privados de la protección del pastor. Este, en efecto, no pastorea lobos, sino ovejas, y por esto te abandona y se aparta entonces de ti, porque no le dejas mostrar su poder (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. sobre S. Mateo, 33).

2659 Hubiera podido hacer que no tuvierais que sufrir mal alguno ni enfrentaros como ovejas ante lobos, podía haberos hecho más temibles que leones; pero eso no era lo conveniente, porque así vosotros hubierais perdido prestigio y Yo la ocasión de manifestar mi poder. Es lo mismo que decía a Pablo: Te basta mi gracia, que en la debilidad se muestra perfecto mi poder. Así es como Yo he determinado que fuera. Al decir: Os envío como ovejas, dice implícitamente: "No desmayéis: yo sé muy bien que de este modo sois invencibles" (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. sobre S. Mateo, 33).

El martirio, supremo acto de esta virtud

2660 ¡Qué espectáculo a los ojos del Señor, cuán sublime, cuán grande, cuán aceptable a la presencia de Dios, que veía la entrega y la fidelidad de su soldado al juramento prestado, tal como está escrito en los salmos, en los que nos amonesta el Espíritu Santo, diciendo: Es valiosa a los ojos del Señor la muerte de sus fieles! Es valiosa una muerte semejante, que compra la inmortalidad al precio de su sangre, que recibe la corona de mano de Dios, después de haber dado la máxima prueba de fortaleza (SAN CIPRIANO, Carta 10).

2661 Dichosa Iglesia nuestra, a la que Dios se digna honrar con semejante esplendor, ilustre en nuestro tiempo por la sangre gloriosa de los mártires. Antes era blanca por las obras de los hermanos; ahora se ha vuelto roja por la sangre de los mártires. Entre sus flores no faltan ni los lirios ni las rosas (SAN CIPRIANO, Carta 10).

2662 El martirio es, entre los actos humanos, el más perfecto en su género, como signo de mayor caridad, puesto que según S. Juan: Nadie tiene mayor amor que éste de dar la vida por sus amigos (SANTO TOMÁS, S.Th. II-II, q. 124, a. 3).

2663 Jesús oraba con mayor intensidad, y sudó como gruesas gotas de sangre. Esta efusión de sangre de todo su cuerpo no significaba otra cosa que la pasión de los mártires de toda la Iglesia (SAN AGUSTÍN, Coment. sobre el Salmo 140).

2664 Los mártires nacen al morir, su fin significa el principio, al matarlos se les dio la vida, y ahora brillan en el cielo, cuando se pensaba haberlos suprimido en la tierra (SAN PEDRO CRISOLOGO, Sermón 108).

2665 No os doy yo mandatos como Pedro y Pablo. Ellos eran apóstoles, yo no soy más que un condenado a muerte [...]. Pero, si logro sufrir el martirio, entonces seré liberto de Jesucristo y resucitaré libre con él. Ahora, en medio de mis cadenas, es cuando aprendo a no desear nada (SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Carta a los Romanos, 3).

2666 Los mártires, en efecto, sufrieron por dar testimonio [...], sufrieron como testigos de Dios (SAN AGUSTÍN. Trat. sobre la Epístola de S. Juan, 2).

2667 El mejor favor que podéis hacerme es dejar que sea inmolado para Dios, mientras el altar está aún preparado: así, unidos por la caridad en un solo coro, podréis cantar al Padre por Cristo Jesús, porque Dios se ha dignado hacer venir al obispo de Siria desde el oriente hasta occidente. ¡Qué hermoso es que el sol de mi vida se ponga para el mundo y vuelva a salir para Dios! (SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Carta a los Romanos, 1).

2668 En alguna ocasión me he preguntado qué martirio es mayor: el del que recibe la muerte por la fe, de manos de los enemigos de Dios; o el del que gasta sus años trabajando sin otra mira que servir a la Iglesia y a las almas, y envejece sonriendo, y pasa inadvertido... Para mi, el martirio sin espectáculo es más heroico... Ese es el camino tuyo (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Via Crucis, p. 66).

2669 Todos los tiempos son de martirio. No se diga que los cristianos no sufren persecución; no puede fallar la sentencia del Apóstol: Todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús, padecerán persecución (2Tm 3, 12). Todos, dice, a nadie excluye, a nadie exceptuó. Si quieres probar ser cierto ese dicho empieza tú a vivir piadosamente, y verás cuánta razón tuvo para decirlo (SAN AGUSTÍN, Sermón 6).

Santa María, fortaleza nuestra

2670 Admira la reciedumbre de Santa María: al pie de la Cruz, con el mayor dolor humano –no hay dolor como su dolor–, llena de fortaleza. -Y pídele de esa reciedumbre, para que sepas también estar junto a la Cruz (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, 508).