Antología de Textos

JUICIO

1. El fin del mundo sorprenderá a los hombres ocupados en sus negocios, sin advertir la inminencia de la llegada de Cristo.
Vendrá como Redentor del mundo, como Rey, Juez y Señor de todo el Universo. Y se mostrará con señales extraordinarias ante aquellos que -en Él o en su Iglesia- le negaron; ante quienes, no contentos con esto, le persiguieron; ante quienes vivieron ignorándole; también, y sobre todo, ante quienes le amaron con obras. La Humanidad entera se dará cuenta de que Dios le ensalzó y le dio un nombre superior a todo nombre, a fin de que al nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en el infierno, y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor para la gloria de Dios Padre (Flp 2, 9-11).
Es de fe definida que inmediatamente después de la muerte se decide la suerte eterna de todo hombre (Benedicto XII, Conc. de Lyon, Conc. de Florencia), y que en el día del juicio universal comparecerán todos con sus cuerpos ante el tribunal de Cristo para dar cuenta de sus actos (Benedicto XII, CONC. DE LETRÁN IV, Lyon II). Todos los hombres, réprobos y elegidos, resucitarán con sus propios cuerpos, los que ahora llevan, para recibir el premio o el castigo definitivo, según sus obras (Ibídem).
Los juicios particulares no serán ni revisados ni corregidos en el juicio universal, sino confirmados y dados a conocer públicamente. Mientras que en el juicio particular el hombre es juzgado como individuo, en el juicio universal será juzgado ante toda la humanidad y como miembro de la sociedad humana. Entonces se complementarán el premio y el castigo al hacerlos extensivos al cuerpo resucitado (cfr. SANTO TOMÁS, Suma Teológica, Supl., 88, 1).
2. Todos comprenderán con entera claridad el valor de la vida cristiana; entenderán entonces el valor de la abnegación, de la mortificación, del sacrificio. En la segunda venida de Cristo e manifestará públicamente la gloria de los santos, porque muchos de ellos murieron despreciados, ignorados, incomprendidos, y serán ahora glorificados a la vista del mundo. Y muchos exclamarán entonces: Nosotros, insensatos, tuvimos su vida por locura y su fin por deshonra. ¡Cómo son contados entre los hijos de Dios y tienen su heredad entre los santos! (Sb 5, 4-5).
Los propagadores de herejías recibirán el castigo que acumularon a lo largo de los siglos, cuando sus errores pasaban de unos a otros, siendo un obstáculo para que muchos encontraran el camino de la salvación. De la misma manera, quienes llevaron la fe a otras almas y encendieron a otros en el amor de Dios recibirán el premio por el fruto que su oración y sacrificio produjo a lo largo de los tiempos. Verán los resultados en el bien que tuvieron cada una de sus jaculatorias, de sus sacrificios, de su trabajo, de sus desvelos.
3. Se verá el verdadero valor de hombres tenidas por sabios pero maestros del error, que muchas generaciones rodearon de alabanza y consideración, mientras que otros eran relegados al olvido, cuando debieron ser considerados y llenos de honor. Recibirán entonces la paga de sus trabajos, que el mundo les negó.
El juicio del mundo servirá para glorificación de Dios (cfr. 2Ts 1, 10), pues hará patente Su sabiduría en el gobierno del mundo, Su bondad y Su paciencia con los pecadores.

Citas de la Sagrada Escritura

1. Juicio particular

Está decretado a los hombres morir una sola vez, y después el juicio. Hb 9, 27
Cada uno de nosotros ha de dar cuenta a Dios de sí mismo. Rm 14, 12
Es forzoso que todos comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba el pago debido a las buenas o malas obras que haya hecho mientras ha estado revestido de su cuerpo. 2Co 5, 10

2. Juicio final

Cuando venga el Hijo del hombre [...] hará comparecer ante El a todas las naciones, y separará a unos de los otros. Mt 25, 3 1-32; Mc 13, 26-27; Lc 21, 36
En el día de la resurrección, cuando el Hijo del hombre se siente en el solio de su majestad, vosotros también os sentaréis sobre doce sillas y juzgaréis a las doce tribus de Israel. Mt 19, 28
Jesús nos mandó que predicásemos y testificásemos al pueblo que El es el que está constituido por Dios juez de vivos y muertos. Hch 10, 42
No queráis sentenciar antes de tiempo hasta que venga el Señor, el cual sacará a plena luz lo que está en los escondrijos de las tinieblas, y descubrirá las intenciones de los corazones. 1Co 4, 5
Los gentiles darán también cuenta a Aquel que tiene dispuesto juzgar a los vivos y a los muertos. 1P 4, 5
Vi un gran solio reluciente y a uno (Jesucristo) sentado en él [...] Y vi a los muertos, grandes y pequeños, estar delante del trono y abriéronse los libros; y abrióse también el libro de la vida: y fueron juzgados los muertos por las cosas escritas en los libros [...], y se dio a cada uno sentencia según sus obras. Ap 20, 11-13

Nos juzgará Jesucristo, a quien hemos procurado servir durante toda nuestra vida

3216 "Me hizo gracia que hable usted de la "cuenta" que le pedirá Nuestro Señor. No, para ustedes no será Juez –en el sentido austero de la palabra– sino simplemente Jesús". -Esta frase, escrita por un Obispo santo, que ha consolado más de un corazón atribulado, bien puede consolar el tuyo (J. Escrivá de Balaguer, Camino, 168).

3217 Plegue a Su Majestad que nos le dé a entender antes que nos saque desta vida, porque será gran cosa a la hora de la muerte ver que vamos a ser juzgadas de quien habemos amado sobre todas las cosas. Seguras podemos ir con el pleito de nuestras deudas. No será ir a tierra extraña, sino propia; pues es a la de quien tanto amamos y nos ama (Santa Teresa, C. de perfección, 40, 8).

3218 Cuando venga nuestro Señor Jesucristo "sacará a la luz lo que está oculto en las tinieblas, y pondrá al descubierto las intenciones del corazón, y vendrá a cada uno su alabanza departe de Dios". Entonces, con la presencia de este día ya no tendremos necesidad de lámparas; no será necesario que se nos lean los libros proféticos ni los escritos del Apóstol; ya no tendremos que indagar el testimonio de Juan, y el mismo Evangelio dejará de sernos necesario. Ya no tendrán razón de ser todas las Escrituras, que en la noche de este mundo se nos encendían a modo de lámparas, para que no quedásemos en tinieblas (San Agustín, Trat. Evang. S. Juan, 35, 8-9).

3219 "En verdad os digo que no os conozco" (Mt 25, 12). Conoce el Señor a los suyos, y el que no le conoce será desconocido (San Jerónimo, en Catena Aurea, vol. III, p. 323).

El verdadero valor de las cosas a la luz del juicio

3220 Por el poder divino se hará que a cada uno se le representen en su memoria todas sus obras (buenas y malas) (San Agustín, en Catena Aurea, vol. III, p. 248).

3221 "Bienaventurados los que mueren en el Señor, pites sus obras les siguen" (Apoc 14). Las buenas obras nos siguen, las malas nos siguen; y ninguna otra cosa tiene valor, ninguna otra cosa es más que broza. El torbellino y la danza de los asuntos mundanos no es sino como el torbellino de la broza y el polvo, del cual nada resulta. Dura en el día, pero no se le encuentra a la noche. Y, sin embargo, cuántas almas inmortales gastan su vida en nada mejor que aturdirse en este torbellino de ideas políticas, de partido, de opiniones religiosas o de cómo ganar dinero, de todo lo cual nunca puede resultar nada (Card. J. H. Newman, Sermón para el Domingo de Septuagésima: el juicio).

3222 Aunque tengas padres o hijos o amigo o alguien que. pudiera interceder por ti, sólo te aprovechan tus hechos. Así es este juicio: se juzga sólo lo que has hecho (San Juan Crisóstomo, Hom. sobre la Epist. a los Gálatas, 2-8).

3223 Ciertamente, el día del juicio no nos preguntarán qué leímos, sino qué hicimos; ni lo bien que hablamos, sino lo honestamente que vivimos. Dime: ¿Dónde están ahora todos aquellos señores y maestros que tú conociste cuando florecían en los estudios? Ya poseen otros sus rentas y, por ventura, de ellos no se tiene memoria; en su vida algo parecían, mas ya no hay de ellos memoria (Imitación de Cristo, 1, 3, 5).

Cada uno será juzgado en el estado en que muera. Vigilancia

3224 ...Cada cual ha de ser juzgado en el estado en que salga de este mundo; y por esto ha de velar todo cristiano, para que la llegada del Señor no le encuentre desprevenido (San Agustín, en Catena Aurea vol. III, p. 202).

3225 "Ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos", rezamos en el Credo.-Ojalá no me pierdas de vista ese juicio y esa justicia y... a ese Juez (J. Escrivá de Balaguer, Camino, 745).

3226 La caridad, por tanto, es la fuente y el origen de todo bien, la mejor defensa, el camino que lleva al cielo. El que camina en la caridad no puede errar ni temer, porque ella es guía, protección, camino seguro
Por esto, hermanos, ya que Cristo ha colocado la escalera de la caridad, por la que todo cristiano puede subir al cielo, aferraos a esta pura caridad, practicadla unos con otros y subid por ella cada vez más arriba (San Fulgencio de Ruspe, Sermón 3, 1-3).

"Te examinarán en el amor". El juicio y la caridad

3227 A la tarde te examinarán en el amor. Aprende a amar a Dios como Dios quiere ser amado y deja tu propia condición (San Juan de La Cruz, A visos y sentencias, 57).

3228 Cuanto más ames más subirás (San Agustín, Coment. sobre el Salmo 83, 10).

3229 El bienaventurado S. Juan Evangelista, al final de sus días, cuando moraba en Efeso y apenas podía ir a la Iglesia sino en brazos de sus discípulos, y no podía decir muchas palabras seguidas en voz alta, no solía hacer otra exhortación que ésta:-" Hijitos, amaos unos a otros ". Finalmente, sus discípulos y los hermanos que le escuchaban, aburridos de oírle siempre lo mismo, le preguntaron: Maestro, ¿por qué siempre nos dices esto? Y les respondió con una frase digna de Juan: Porque éste es el precepto del Señor y su solo cumplimiento es más que suficiente (San Jerónimo, Coment. sobre la Epístola a los Gálatas, 3, 6).

3230 Es de notar que la bienaventuranza se otorga en proporción a la caridad y no en proporción a cualquier otra virtud (Santo Tomás, Sobre la caridad, 1. c., 204).

Sólo llevamos las propias obras. Desprendimiento

3231 Ved cómo pesa todo cuanto hacéis cada día; queráis o no, os aproximáis más al juicio; el tiempo no perdona. ¿Por qué, pues, se ama lo que se ha de abandonar? ¿Por qué no se hace caso del fin a donde se ha de llegar? (San Gregorio Magno, Hom. 15 sobre los Evang.).

3232 Somos actores en escena. Nadie se crea rey ni rico, porque al final del acto nos encontraremos todo pobreza (San Juan Crisóstomo, Hom. sobre Lázaro, 2, 3).

Se juzgará la correspondencia a las gracias recibidas. Responsabilidad

3233 Cuando venga el juez exigirá a cada uno de nosotros tanto cuanto nos dio (San Gregorio Magno, Hom. 9 sobre los Evang.).

3234 Mirad que ya está cerca la vuelta del que se fue lejos, porque aunque parece haberse alejado mucho quien se marchó lejos de esta tierra en que nació, vuelve en seguida a pedir la cuenta [...] (San Gregorio Magno, Hom. 9 sobre los Evang.).

3235 Aquel hombre de talento que inclinó su voluntad al pecado en vano pedirá misericordia, porque cometió el pecado sin excusa, separándose de la voluntad divina por su malicia; pero el hombre rústico e ignorante la implorará con más razón a su juez (San Cirilo, en Catena Aurea, vol. VI, p. 114).

3236 No se juzgan las cosas del mismo modo en todos, sino que a conocimiento mayor corresponde mayor responsabilidad (San Juan Crisóstomo, en Catena Aurea, vol. VI, p. 114).

El juicio y la rectitud de intención

3237 Las lámparas de las vírgenes fatuas se apagan, porque sus obras, que aparecían claras exteriormente, a los hombres, quedarán oscurecidas interiormente a la venida del juez. No hallarán retribución de Dios, porque recibieron por ellas de los hombres las alabanzas que desearon (San Gregorio Magno, Hom. 12 sobre los Evang.).

3238 Acudirán a declarar testigos infalibles, a saber, las propias conciencias de los hombres (Santo Tomás, Sobre el Credo, 1. c., p. 86).

3239 En la vida presente puede ocultarse a los hombres lo que se hace interiormente; pero vendrá ciertamente el juez a quien no podrá ocultarse nada con callar, a quien no podrá engañarse negando (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 17 sobre los Evang.).

No valdrán las excusas en el juicio. Conocimiento propio; examen

3240 Cuando lleguemos a la presencia de Dios, se nos preguntarán dos cosas: si estábamos en la Iglesia y si trabajábamos en la Iglesia. Todo lo demás no tiene valor. Si hemos sido ricos o pobres, si nos hemos ilustrado o no, si hemos sido dichosos o desgraciados, si hemos estado enfermos o sanos, si hemos tenido buen nombre o malo (Card. J. H. Newman, Sermón para el Domingo de Septuagésima: el juicio).

3241 Concurrirán también (al juicio universal) todos los ángeles, para dar testimonio ellos mismos del ministerio que ejercieron por orden de Dios para la salvación de cada hombre (San Juan Crisóstomo, en Catena Aurea, vol. III, p. 238).

3242 Ahora, mientras te dedicas al mal, llegas a considerarte bueno, porque no te tomas la molestia de mirarte. Reprendes a los otros y no te fijas en ti mismo. Acusas a los demás y a ti no te examinas. Les colocas a ellos delante de tus ojos y a ti te pones a tu espalda. Pues cuando me llegue a mi el turno de argüirte, dice el Señor, haré todo lo contrario: te daré la vuelta y te pondré delante de ti mismo. Entonces te verás y llorarás (San Agustín, Sermón 17, 5).

3243 El que ahora lo ve todo sin ser visto, juzgará todas las cosas; aparecerá, pues, para juzgar especialmente en aquel tiempo en que, olvidados todos de sus juicios, se crean como emancipados de El en este mundo (San Beda, en Catena Aurea, vol. VI, p. 285).

Una sentencia definitiva de salvación o de condenación

3244 Cada uno de nosotros ha de llegar a ese momento terrible en que compareceremos ante el dueño de la viña para responder de las obras realizadas en la tierra, buenas o malas. Queridos hermanos, habréis de pasar por ello. Cada uno ha de sufrir su juicio particular, y será el momento más silencioso y terrible que jamás hayáis podido experimentar. Será el momento tremendo de la expectación, en el que vuestra suerte para la eternidad estará en la balanza y estaréis a punto de ser enviados en compañía de los santos o de los demonios, sin que quede posibilidad de cambio. No puede haber cambio; no cabe vuelta atrás (Card. J. H. Newman, Sermón para el Domingo de Septuagésima: el juicio).

3245 Para los laboriosos y dispuestos para el bien, que no están sentados ni ociosos sobre la tierra, sino que se levantan en cuanto se les dice: "levántate y anda", porque la tierra no es tu lugar de descanso; para éstos no será el día aquel un día de lazo ni de peligro, sino un día de triunfo (Teófilo, en Catena Aurea, vol. VI, p. 421).

3246 Tema morir quien no está señalado por la Cruz y pasión de Cristo. Tema la muerte quien va a ser atormentado por penas y llamas eternas al salir de este mundo. Tema morir aquel al que se le alarga el tiempo para diferirle algo sus suplicios y dolores (San Cipriano, Sobre la mortalidad, 14).

El juicio universal

3247 En un solo lugar comparecerán al mismo tiempo todos los hombres ante el tribunal del Juez supremo, para que, viéndolo y oyéndolo los hombres todos de todos los siglos, sepa cada uno lo que se ha decretado y juzgado de ellos mismos, y la publicación de esta sentencia será para los hombres impíos y malvados una parte, no la menor, de sus penas y tormentos; mas al contrario, los piadosos y justos recibirán, con motivo de ella, grande premio y fruto, habiendo de verse claro cuál fue cada cual en esta vida (Catecismo Romano, 1, 8, 3).

3248 [...] Era razonable que no sólo se estableciesen premios para los buenos y castigos para los malos en la vida futura, sino que también se decretase en un juicio general y público, a fin de que resultase para todos más notorio y grandioso, y para que todos tributasen a Dios alabanzas por su justicia y providencia, en vez de aquella injusta queja que hasta los varones justos solían a veces exhalar como hombres cuando veían a los malos engreídos de sus riquezas y alegres con sus honores [...]
Es necesario que se celebre un juicio universal, no dijeran acaso los hombres de Dios, andando, paseándose de uno a ¡otro polo del Cielo, no se cuida de las cosas de la Tierra. Así pues, con razón, se incluyó esta fórmula de verdad entre los doce artículos de la fe cristiana, para que, si algunos espíritus vacilaban acerca de la providencia y justicia de Dios, se fortaleciesen por medio de esta verdad. Convenía, además, animar a los buenos y aterrar a los malos poniéndoles a la vista el juicio, a fin de que, persuadidos de la justicia divina, no desfalleciesen aquéllos, y se apartasen éstos de los pecados con el temor y convencimiento del castigo eterno. Por eso, nuestro Señor y Salvador, hablando del último día, manifestó que habría algún día un juicio universal, y describió las señales de este tiempo, para que, al verlas, entendamos que está cerca el fin del mundo; y después, en subiéndose al Cielo, envió ángeles para consolar a sus Apóstoles, que estaban tristes por su ausencia, diciéndoles: "Este Jesús que, separándose de vosotros, se ha subido al Cielo, vendrá de la misma suerte que acabáis de verle subir allá" (Catecismo Romano, 1, 8, 4).