3530 (Es) la tristeza del mal ajeno, pero en cuanto se estima como propio (SANTO TOMÁS, S.Th. I-II, q. 35, a. 8).
3531 Por misericordia se entiende aquí no sólo la que se practica a través de las limosnas, sino la que produce el pecado del hermano, ayudando así unos a otros a llevar la carga (SAN JERÓNIMO, en Catena Aurea, vol. l, p. 248).
3532 (Se llama misericordia a) cierta compasión de la miseria ajena nacida en nuestro corazón, que nos impulsa a socorrerla si podemos (SAN AGUSTÍN. La Ciudad de Dios, 9).
3533 Se llama misericordioso al que [...] considera la desgracia de otro como propia, y se duele del mal de otro como si fuera suyo (SAN REMIGIO, en Catena Aurea, vol. 1, p. 248).
3534 La misericordia no se queda en una escueta actitud de compasión: la misericordia se identifica con la superabundancia de la caridad que, al mismo tiempo, trae consigo la superabundancia de la justicia. Misericordia significa mantener el corazón en carne viva, humana y divinamente transido por un amor recio, sacrificado, generoso (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 232).
3534b La parábola del buen Samaritano (...) indica cuál debe ser la relación de cada uno de nosotros con el prójimo que sufre. No nos está permitido "pasar de largo", con indiferencia, sino que debemos "pararnos" junto a él. Buen Samaritano es todo hombre, que se para junto al sufrimiento de otro hombre de cualquier género que ese sea. Esta parada no significa curiosidad, sino más bien disponibilidad. Es como el abrirse de una determinada disposición interior del corazón, que tiene también su expresión emotiva. Buen Samaritano es todo hombre sensible al sufrimiento ajeno, el hombre que "se conmueve" ante la desgracia del prójimo (...). A veces, esta compasión es la única o principal manifestación de nuestro amor y de nuestra solidaridad hacia el hombre que sufre.
Sin embargo, el buen Samaritano de la parábola de Cristo no se queda en la mera conmoción y compasión. Estas se convierten para él en estímulo a la acción que tiende a ayudar al hombre herido. Por consiguiente, es buen Samaritano, en definitiva, el que ofrece ayuda en el sufrimiento, de cualquier clase que sea. Ayuda, dentro de lo posible, eficaz (JUAN PABLO II, Carta Apost. Salvici doloris, 11-11-1984, n. 28).
3535 Quien practique la misericordia –dice el Apóstol–, que lo haga con alegría: esta prontitud y diligencia duplicarán el premio de tu dádiva. Pues lo que se ofrece de mala gana y por fuerza no resulta en modo alguno agradable ni hermoso (SAN GREGORIO NAClANCENO, Disert. 14 sobre amor a los pobres).
3535b El significado verdadero y propio de la misericordia en el mundo no consiste únicamente en la mirada, aunque sea la más penetrante y compasiva, dirigida al mal moral, físico o material: la misericordia se manifiesta en su aspecto verdadero y propio, cuando revalida, promueve y extrae el bien de todas las formas de mal existentes en el mundo y en el hombre. Así entendida, constituye el contenido fundamental del mensaje mesiánico de Cristo y la fuerza constitutiva de su misión. Así entendían también y practicaban la misericordia sus discípulos y seguidores. Ella no cesó nunca de revelarse en sus corazones y en sus acciones, como una prueba singularmente creadora del amor que no se deja "vencer por el mal", sino que "vence con el bien al mal" (cfr. Rm 12, 21) (JUAN PABLO II, Enc. Dives in misericordia, 30-XI-1980, n. 6).
3536 Con esto no queremos decir que no se deba dar limosna a los judíos pobres, ni a los gentiles, ni a ningún pobre de cualquier nación que sea. sino que prefiramos los pobres cristianos y creyentes a los incrédulos, y distingamos entre los mismos cristianos a los santos de los pecadores. De aquí viene que el apóstol San Pablo exhorte a hacer obras de caridad a todos los pobres, sin distinción, pero especialmente a los domésticos en la misma fe (Ga 6, 10). Doméstico de la fe es quien está unido a ti por el vinculo de la misma religión y no le separan sus pecados de la comunidad de la fe. Pues si el apóstol nos manda que si nuestros enemigos tienen hambre les demos de comer, y si tienen sed les demos de beber, y obrando así reunamos carbones encendidos sobre sus cabezas (Rm 12, 20), ¿cuánto más habremos de asistir a aquellos que no son enemigos nuestros, sino cristianos y santos? (SAN JERÓNIMO, Epístola 120 a Hebidia; PL 22, 983 ss.).
3537 [...] mirad, ciertamente, por todos los indigentes con benevolencia general, pero acordaos especialmente de los que son miembros del Cuerpo de Cristo y nos están unidos por la unidad de la fe católica. Pues más debemos a los nuestros por la unión en la gracia que a los extraños por la comunidad de naturaleza (SAN LEÓN MAGNO, Sermón 89).
3538 Las palabras de la lección sagrada (parábola del mal rico y del pobre Lázaro) deben enseñarnos a cumplir los preceptos de la caridad. Todos los días, si lo buscamos, hallamos a Lázaro, y aunque no le busquemos le tenemos a la vista [...] No perdáis el tiempo de la misericordia (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 40 sobre los Evang.).
3539 Ya ves qué bueno es nuestro negocio con los pobres; éstos no se encuentran allá (en la otra vida), sino aquí; por tanto, aquí es donde conviene hacer acoplo de aceite (de buenas obras de caridad) para que nos sirva allá, cuando Jesucristo nos llame (SAN JUAN CRISÓSTOMO, en Catena Aurea, vol. III, p. 220).
3540 Estas vírgenes no sólo eran necias porque descuidaron las obras de misericordia, sino también porque creyeron que encontrarían aceite en donde inútilmente lo buscaban. Aunque nada más misericordioso que aquellas vírgenes prudentes que por su caridad fueron aprobadas, sin embargo, no accedieron a la petición de las necias. De aquí aprendemos que a nadie podrán servirle otras obras que no sean las propias (SAN JUAN CRISÓSTOMO, en Catena Aurea, vol. III, p. 219).
3541 No perdáis la ocasión de hacer obras de misericordia, no ocultéis los remedios recibidos (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 40 sobre los Evang.).
3542 La justicia y la misericordia están tan unidas que la una sostiene a la otra. La justicia sin misericordia es crueldad; y la misericordia sin justicia es ruina, destrucción (SANTO TOMÁS, en Catena Aurea, vol. 1, p. 247).
3543 Amar la justicia no es otra cosa sino amar a Dios. Y como este amor de Dios va siempre unido al amor que se interesa por el bien del prójimo, el hambre de justicia se ve acompañada de la virtud de la misericordia (SAN LEÓN MAGNO, Sermón sobre las bienaventuranzas, 95).
3544 [...] la misericordia se hace elemento indispensable para plasmar las relaciones mutuas entre los hombres, en el espíritu del más profundo respeto de lo que es humano y de la recíproca fraternidad. Es imposible lograr establecer este vinculo entre los hombres si se quiere regular las mutuas relaciones únicamente con la medida de la justicia. Esta, en toda las esferas de las relaciones interhumanas, debe experimentar por decirlo así, una notable "corrección" por parte del amor que –como proclama San Pablo– es "paciente" y "benigno", o dicho en otras palabras, lleva en si los caracteres del amor misericordioso, tan esenciales al evangelio y al cristianismo. Recordemos además que el amor misericordioso indica también esa cordial ternura y sensibilidad, de que tan elocuentemente nos habla la parábola del hijo pródigo o la de la oveja extraviada o la de la dracma perdida. Por tanto, el amor misericordioso es sumamente indispensable entre aquellos que están más cercanos: entre los esposos, entre padres e hijos, entre amigos; es también indispensable en la educación y en la pastoral (JUAN PABLO II, Enc. Dives in Misericordia, 14).
3545 Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dulce es el nombre de misericordia [...]. Todos los hombres la desean, mas, por desgracia, no todos obran de manera que se hagan dignos de ella; todos desean alcanzar misericordia, pero son pocos los que quieren practicarla (SAN CESÁREO DE ARLÉS, Sermón 25).
3546 Tanto se complace Dios en nuestros actos de bondad para con los demás, que ofrece su misericordia solamente a quienes son misericordiosos (SAN HILARIO, en Catena Aurea, vol. 1, p. 248).
3547 Oh, hombre, ¿cómo te atreves a pedir, si tú te resistes a dar? Quien desee alcanzar misericordia en el cielo debe él practicarla en este mundo. Y por esto, ya que todos deseamos la misericordia, actuemos de manera que ella llegue a ser nuestro abogado en este mundo, para que nos libre después en el futuro. Hay en el cielo una misericordia, a la cual se llega a través de la misericordia terrena (SAN CESÁREO DE ARLÉS, Sermón 25).
3548 Quizá existan algunos ricos que, aunque no suelen ayudar a los más necesitados de la Iglesia, sin embargo, guardan otros mandamientos divinos y estiman que ante sus diversos méritos de virtud y probidad es leve que les falte la misericordia. Pero ésta es de tanta importancia que sin ella las demás, aunque existan, para nada sirven. Pues aunque uno sea fiel, casto, sobrio y esté adornado de otras virtudes principales e insignes, sin embargo, si no es misericordioso, no merecerá la misericordia. Bienaventurados –dice el Señor– los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia (Mt 5, 7) (SAN LEÓN MAGNO, Sermón 10).
3549 Las obras de misericordia son la prueba de la verdadera santidad (SANTO TOMÁS, en Catena Aurea, vol. II, p. 15).
3550 Mejor sería que nadie tuviera hambre y no hubieses de dar pan a nadie. Suprime los menesterosos: ya están cumplidas las obras de misericordia; pero ¿el fuego del amor va a extinguirse por eso? (SAN AGUSTÍN, Coment. 1. Epístola S. Juan, 8).
3551 La caridad no se practica sólo con el dinero. Podéis visitar a un enfermo, hacerle un rato de compañía, prestarle algún servicio, arreglarle la cama, prepararle los remedios, consolarle en sus penas, leerle algún libro piadoso (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la limosna).
3552 Las obras de misericordia son variadísimas, y así todos los cristianos que lo son de verdad, tanto si son ricos como si son pobres, tienen ocasión de practicarlas en la medida de sus posibilidades; y aunque no todos puedan ser iguales en la cantidad de lo que dan, todos pueden serlo en su buena disposición (SAN LEÓN MAGNO, Sermón 6 sobra la Cuaresma).
3553 Dad limosna: esta palabra se refiere a todas las obras de misericordia, porque da limosna no sólo el que da de comer al que tiene hambre y otras necesidades por el estilo, sino también el que perdona a quien le falta y ruega por él, el que corrige a otro [...] (SAN BEDA, en Catena Aurea, vol. VI, p. 49).
3554 El que ama al prójimo debe hacer tanto bien a su cuerpo como a su alma, y esto no consiste sólo en acudir al médico, sino también en cuidar el alimento, la bebida, el vestido, la habitación, y proteger el cuerpo contra todo lo que pueda resultar molesto [...]. Son misericordiosos los que ponen cortesía y humanidad al proporcionar lo necesario para resistir males y dolores [...]. ¿No sabéis que tener misericordia significa hacerse uno mismo miserable, condoliéndose del otro? (SAN AGUSTÍN, Sobre las costumbres de la Iglesia Católica, 1, 28, 56).
3555 No hay mejor misericordia que otorgar el perdón a quien nos ha ofendido (SANTO TOMÁS, Sobre la caridad, 1. c., p. 226).
3555b La caridad con el prójimo, en las formas antiguas y siempre nuevas de las obras de misericordia corporal y espiritual, representa el contenido más inmediato, común y habitual de aquella animación cristiana del orden temporal, que constituye el compromiso específico de los fieles laicos (JUAN PABLO II, Exhort. Apost. Christifideles laici, 30-XII-1998, n. 41).
3556 De dos modos podemos llevar la cruz del Señor: o afligiendo a nuestro cuerpo con la abstinencia o, por compasión al prójimo, considerando como nuestras sus necesidades. El que se conduele de las necesidades ajenas lleva la cruz en su corazón (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 3 7 sobre los Evang.).
3557 Todo aquel que por amor se compadece de cualquier miseria ajena se enriquece, no sólo con la virtud de su buena voluntad, sino también con el don de la paz (SAN LEÓN MAGNO, Sermón 6 sobre la Cuaresma).
3558 El ayuno no da fruto si no es regado por la misericordia, se seca sin este riego; lo que es la lluvia para la tierra, esto es la misericordia para el ayuno (SAN PEDRO CRISÓLOGO, Sermón 43).
3559 (La misericordia) es el lustre del alma, la enriquece y la ha-ce aparecer buena y hermosa. El que piensa compadecerse de la miseria de otro, empieza a abandonar el pecado [...1 (SAN AGUSTÍN, en Catena Aurea, vol. VI, p. 48).