4402 Providencia es, también, la voluntad de Dios, que imprime a cada cosa la dirección que le corresponde. Y si la providencia divina es voluntad, todo lo que sucede providencialmente ha de ser en extremo excelente, y digno de Dios, y tiene que suceder del mejor modo posible. (SAN JUAN DAMASCENO, Sobre la fe ortodoxa, 2).
4403 A todas las cosas y a través de ellas, a cada una en particular y a todas en general, es El quien les otorga y conserva la vida. (S. ATANASIO, Disertación contra los gentiles).
4404 La Providencia no es otra cosa que el acto por el que Dios quiere proporcionar a los hombres los recursos necesarios y útiles para conseguir su fin. (S. FRANCISCO DE SALES, Trat. del amor a Dios, 2, 3).
4405 Así como el músico, con la lira bien templada, ejecuta una armonía, combinando con los recursos del arte los sonidos graves con los agudos y los intermedios, así también la Sabiduría de Dios, teniendo en sus manos el universo como una lira, une las cosas gobernándolas con su voluntad y beneplácito. (S. ATANASIO, Disertación contra los gentiles).
4406 En cuanto a la ejecución de ese plan, Dios gobierna unas cosas mediante otras. (SANTO TOMÁS, S.Th. I, q. 103, a. 6 c).
4407 Cuando un carpintero hace una silla y la deja, la silla continúa existiendo; ¿por qué? Porque el material del que está hecha conserva la forma que le ha dado. En otras palabras, cuando alguien que hace algo lo deja, se mantiene en la existencia gracias al material del que está hecho. Pero si Dios, habiéndonos hecho, nos abandonase, ¿podría mantenernos en la existencia el material del que estamos hechos, que es la nada?
Esta es la verdad acerca del Universo en su totalidad y en cada una de sus partes (incluidos nosotros). A menos que Dios no lo mantenga en la existencia momento a momento, dejaría de existir sin más. (F.J. SHEED, Teología para todos, p. 73).
4408 A la luz de las palabras de Dios, ¡qué pequeños resultan los designios humanos cuando intentan alterar lo que Nuestro Señor ha establecido! (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Hom. El fin sobrenatural de la Iglesia, l.c.).
4409 La Providencia todo lo abarca, reina sobre todo y todo lo encamina a su gloria. Hay sin duda casos fortuitos y accidentes inesperados; pero sólo respecto de nosotros, pues están presentes, y muy presentes, ante la Providencia divina, que los prevé y ordena al bien común del Universo. (S. FRANCISCO DE SALES, Trat. del amor a Dios, 2, 3).
4410 Dios endereza absolutamente todas las cosas para su provecho, de suerte que aun a los que se desvían y extralimitan, les hace progresar en la virtud, porque se vuelven más humildes y experimentados. (S. AGUSTÍN, Sobre la conversión y la gracia, 30).
4411 Debemos creer firmemente dos cosas. Ante todo, que nadie es tentado sin permisión de Dios. Luego, que todo cuanto nos viene de parte de Dios y que al pronto nos parece próspero o adverso, nos es enviado por un padre lleno de ternura y por el más sabio de los médicos, con miras a nuestro propio bien. (CASIANO, Colaciones, 7).
4412 El sabe ciertamente que con frecuencia nuestros sufrimientos son un instrumento de salvación. (S. GREGORIO NACIANCENO, Disertación 7).
4413 Fulano cometió y se hizo deudor de muchas maldades; Mengano cometió pocas, por la asistencia de Dios. Al mismo que aquél atribuye el perdón de lo cometido, atribuye éste lo que no cometió. Tú no fuiste adúltero en aquella tu vida pasada, llena de ignorancia, ajeno a la iluminación bautismal, sin distinguir el bien y el mal, sin creer todavía en Aquel que te iba a la mano sin tú saberlo Esto es lo que te dice el Señor: "Te gobernaba para mi, te guardaba para mi Te faltó un mal consejero para que no fueras adúltero; yo hice que te faltara. Te faltó lugar y tiempo; yo hice que no los tuvieras. No te faltó un mal consejero, ni el lugar ni la ocasión, para que tú no consintieras; yo atemoricé tu conciencia". Reconoce, pues, la gracia de Aquel a quien debes la preservación de los pecados no cometidos. (S. AGUSTÍN, Sermón 99).
4414 Les ocurre lo que al que no sabe medicina y ve al médico recetar a un enfermo agua y a otro vino, según sus conocimientos le sugieren; al no saber medicina, pensará que hace al azar lo que dispone con conocimiento de causa, dando vino al segundo y agua al primero. Así pasa con respecto a Dios. El, con conocimiento de causa y según su providencia, dispone las cosas que necesitan los hombres: aflige a algunos que son buenos, y deja vivir en prosperidad a otros que son malos. (SANTO TOMÁS, Sobre el Credo, 1, l.c., p. 35).
4415 La historia no está sometida a fuerzas ciegas ni es el resultado del acaso, sino que es la manifestación de las misericordias de Dios Padre. Los pensamientos de Dios están por encima de nuestros pensamientos, dice la Escritura (cfr. Is 55, 8; Rm 1, 33); por eso, confiar en el Señor quiere decir tener fe a pesar de los pesares, yendo más allá de las apariencias. La caridad de Dios –que nos ama eternamente– está detrás de cada acontecimiento, aunque de una manera a veces oculta para nosotros
Cuando el cristiano vive de fe –con una fe que no sea mera palabra, sino realidad de oración personal–, la seguridad del amor divino se manifiesta en alegría, en libertad interior. Esos nudos que atenazan a veces el corazón, esos pesos que aplastan el alma, se rompen y se disuelven. Si Dios está por nosotros, ¿quién contra nosotros? (1Co 8, 31). Y la sonrisa viene en seguida a los labios. Un hijo de Dios, un cristiano que viva de fe, puede sufrir y llorar: puede tener motivos para dolerse; pero, para estar triste, no. (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Hom. Las riquezas de la fe).
4416 Por lo demás, conviene que creamos con una fe incondicional que nada acontece en el mundo sin la intervención de Dios. Debemos reconocer, en efecto, que todo sucede o por su voluntad o por su permisión. El bien, por su voluntad y mediante su ayuda; el mal por su permisión. (CASIANO, Colaciones, 3, 20).
4417 Cualquier cosa que te suceda recíbela como un bien, consciente de que nada pasa sin que Dios lo haya dispuesto. (Epístola de Bernabé, 19).
4418 Si viviéramos más confiados en la Providencia divina, seguros –¡con fe recia!– de esta protección diaria que nunca nos falta, cuántas preocupaciones o inquietudes nos ahorraríamos. Desaparecerían tantos desasosiegos que, con frase de Jesús, son propios de los paganos, de los hombres mundanos (Lc 12, 30), de las personas que carecen de sentido sobrenatural. (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 116).
4419 Ahora nos mueve a una confianza firme e inquebrantable con el ejemplo de las aves, diciendo: mirad los cuervos, que no siembran ni siegan (esto es, para tener que comer), los cuales no tienen despensa ni granero (esto es, para conservar), y Dios las alimenta. Pues, ¡cuánto más no valéis vosotros que ellos!... (S. CIRILO. en Catena Aurea, vol. VI, p. 88).
4420 Confiad a lo más secreto de la Providencia divina las molestias que encontréis y creed firmemente que Dios os conducirá con dulzura, por lo que hace a vuestra vida y a vuestros asuntos
Los pastores de Arabia, cuando ven que relampaguea y truena y el espacio se carga de rayos, se retiran con sus rebaños bajo los copudos laureles. Cuando las persecuciones o contrariedades amenacen, retirémonos con todos nuestros afectos al amparo de la cruz. (S. FRANCISCO DE SALES. Epistolario, fragm. 72, l.c., p. 706).
4420b Si Dios Padre todopoderoso, Creador del mundo ordenado y bueno, tiene cuidado de todas sus criaturas, ¿por qué existe el mal? A esta pregunta tan apremiante como inevitable, tan dolorosa como misteriosa, no se puede dar una respuesta simple. El conjunto de la fe cristiana constituye la respuesta a esta pregunta: la bondad de la creación, el drama del pecado, el amor paciente de Dios que sale al encuentro del hombre con sus Alianzas, con la Encarnación redentora de su Hijo, con el don del Espíritu, con la congregación de la Iglesia, con la fuerza de los sacramentos, con la llamada a una vida bienaventurada que las criaturas son invitadas a aceptar libremente, pero a la cual, también libremente, por un misterio terrible, pueden negarse o rechazar. No hay un rasgo del mensaje cristiano que no sea en parte una respuesta a la cuestión del mal (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 309).
4420c Así, con el tiempo, se puede descubrir que Dios, en su providencia todopoderosa, puede sacar un bien de las consecuencias de un mal, incluso moral, causado por sus criaturas: "No fuisteis vosotros, dice José a sus hermanos, los que me enviasteis acá, sino Dios [...], aunque vosotros pensasteis hacerme daño, Dios lo pensó para bien, para hacer sobrevivir [...] un pueblo numeroso" (Gn 45, 8. Del mayor mal moral que ha sido cometido jamás, el rechazo y la muerte del Hijo de Dios, causado por los pecados de todos los hombres, Dios, por la superabundancia de su gracia (cfr. Rm 5, 20), sacó el mayor de los bienes: la glorificación de Cristo y nuestra Redención. Sin embargo, no por esto el mal se convierte en un bien (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 312).
4420d "En todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman" (Rm 8, 28). El testimonio de los santos no cesa de confirmar esta verdad:
Así Santa Catalina de Siena dice a "los que se escandalizan y se rebelan por lo que les sucede": "Todo procede del amor, todo está ordenado a la salvación del hombre, Dios no hace nada que no sea con este fin" (dial., 138).
Y Santo Tomás Moro, poco antes de su martirio, consuela a su hija: "Nada puede pasarme que Dios no quiera. Y todo lo que Él quiere, por muy malo que nos parezca, es en realidad lo mejor" (carta).
Y Juliana de Norwich: "Yo comprendí, pues, por la gracia de Dios, que era preciso mantenerme firmemente en la fe [...] y creer con no menos firmeza que todas las cosas serán para bien [...]. Tú misma verás que todas las cosas serán para bien" Thou shalt see thyself that all MANNER of thing shall be well (rev. 13, 32) (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 313).
44203 Creemos firmemente que Dios es el Señor del mundo y de la historia. Pero los caminos de su providencia nos son con frecuencia desconocidos. Solo al final, cuando tenga fin nuestro conocimiento parcial, cuando veamos a Dios "cara a cara" (1Co 13, 12), nos serán plenamente conocidos los caminos por los cuales, incluso a través de los dramas del mal y del pecado, Dios habrá conducido su creación hasta el reposo de ese Sabbat (cfr. Gn 2, 2) definitivo, en vista del cual creó el cielo y la tierra (Catecismo de Iglesia Católica, n. 314).