Antología de Textos
TEMOR DE DIOS
1. El temor de Dios está fundado en la grandeza y soberanía de Dios, que quiere, en bien de la criatura, que se obedezca sus preceptos. El libro del Eclesiástico, después de describir las obras de Dios, concluye diciendo: Yel resumen de nuestro discurso será: El lo es todo. Si quisiéramos dignamente alabarle, jamás llegaríamos, porque es mucho más grande que todas sus obras. Es terrible el Señor, muy grande, y su poder sobre toda admiración (43, 29-31). El temor se fundamenta en la gran diferencia que hay entre el Creador y la criatura, la santidad divina y la fragilidad humana.
2. El Señor nos dice que a nada debemos tener miedo, excepto al pecado, que nos quita la amistad con Dios. Ante las demás dificultades hemos de ser fuertes y valerosos, como corresponde a hijos de Dios. A lo largo del Evangelio, "Cristo repite varias veces: No tengáis miedo; no tengáis miedo a los que matan el cuerpo, que el alma no pueden matarla (Mt 10, 28); no temáis a los hombres (cfr. Mt 10, 26). Y a la vez, junto a estas llamadas a la fortaleza, resuena la exhortación: Temed, temed más bien al que puede enviar el cuerpo y el alma al infierno (Mt 10, 28). Somos llamados a la fortaleza y, a la vez, al temor. Somos llamados a la fortaleza ante los hombres y, a la vez, al temor ante Dios, y este debe ser el temor del amor, el temor filial. Y solamente cuando este temor penetra en nuestros corazones, podemos ser realmente fuertes con la fortaleza de los Apóstoles, de los mártires, de los confesores" (JUAN PABLO II, Discurso a los nuevos Cardenales, 30-Vl-1979).
3. El temor de Dios (temor de ofenderle) hace al hombre partícipe de muchos bienes: regocija el corazón; da prudencia, alegría, longevidad; al que teme al Señor le irá bien en sus postrimerías y el día de su fin hallará gracia; es el principio de la sabiduría (cfr. Si 1, 11-39). Es un don de Dios. El don de temor es el don por excelencia de la lucha contra el pecado por reverencia a Dios. Todos los demás dones le ayudan en esta función especial: "las luces de los dones de entendimiento y de sabiduría le descubren la grandeza de Dios y la significación del pecado; las directrices prácticas del don de consejo le mantiene en la admiración de Dios; el don de fortaleza le sostiene en una lucha sin desfallecimiento contra el mal. El don de temor, a su vez, recuerda sin cesar a los demás dones nuestra condición de pecadores, los estragos del pecado mortal o venial en la vida espiritual, los retrasos que producen nuestras imperfecciones. Él asegura nuestro abandono total en manos de Dios" (M. M. PHILIPON, Los dones del Espíritu Santo, p. 332).
El santo temor de Dios tiene una especial afinidad con la virtud de la templanza, de la humildad y de la esperanza.
Hombre precavido y vigilante para no pecar. Donde no hay temor de Dios reina la vida disoluta (S. AGUSTÍN, Sermón sobre la humildad y el temor de Dios).
Citas de la Sagrada Escritura
Temed a Yahvé y servidle con integridad y en verdad [...]. Jos 24, 14
persevera en el temor, pero el de duro corazón caerá en la desventura. Pr 28, 14
Al que teme al Señor no le saldrá lo malo al encuentro, y aun en las pruebas será librado. Si 33, 1
Engañosa es la gracia, vana la belleza: la mujer que teme a Dios, ésa es de alabar. Pr 31, 30
Su misericordia se derrama de generación en generación sobre los que le temen. Lc 1, 50
Yo os mostraré a quién habéis de temer; temed al que, después de haberle dado la muerte (al cuerpo) tiene poder para echarlo en la gehenna. Si, yo os digo que temáis a ése. Lc 12, 5
¿Quién no te temerá, Rey de las naciones? Pues a ti se te debe el temor, y no hay entre todos los sabios y en todos sus reinos nadie como tú. Jr 10, 7
Vi otro ángel que volaba por medio del cielo y tenía un evangelio eterno para pregonarlo a los moradores de la tierra y a toda nación, tribu, lengua y pueblo, diciendo a grandes voces: Temed a Dios, dadle gloria porque llegó la hora de su juicio. Ap 14, 6-7
Si no te atas fuertemente al temor de Dios, pronto será derribada tu casa. Si 27, 3-4
[...] completando nuestra santificación en el temor de Dios. 2Co 7, 1
Por toda Judea, Galilea y Samaria, la Iglesia gozaba de paz y se fortalecía y andaba en el temor del Señor, llena de los consuelos del Espíritu Santo. Hch 9, 31
El grande, el juez y el poderoso son glorificados, pero ninguno de éstos es mayor que el que teme al Señor. Si 10, 27
Bienaventurado el hombre que persevera en el temor, pero el de duro corazón caerá en la desventura. Pr 28, 14
El que teme al Señor no puede estar descuidado, y no se desalentará, porque El es su esperanza. Si 34, 16
El temor del Señor es como un paraíso de bendiciones y como baldaquino sobremanera glorioso. Si 40, 28
Y los supervivientes conocerán que nada hay mejor que el temor del Señor y nada más dulce que atenerse a sus mandamientos. Si 23, 27
Yahvé nos ha mandado poner por obra todas sus leyes y temer a Yahvé, nuestro Dios, para que seamos dichosos siempre y El nos conserve la vida, como hasta ahora ha hecho. Dt 6, 24
Riquezas, honra y vida, son premio de la humildad y del temor de Yahvé. Pr 22, 4
Temblarán con temor grande, pues Yahvé está con la generación justa. Sal 13, 5
No envidies a los pecadores, antes persevera siempre en el temor de Yahvé. Pr 23, 17
No temas, hijo; somos pobres, pero rico serás si temes a Dios y te apartas de todo pecado y haces lo que le es grato. Tb 4, 21
El temor de Yahvé es la confianza del fuerte, y sus hijos en él hallarán refugio. Pr 14, 26
Temor de amor
5015 Cuando el amor llega a eliminar del todo el temor, el mismo temor se convierte en amor. (S. GREGORIO DE NISA. Homilía 15).
5016 El remedio que podemos tener, hijas, y nos dio su Majestad es amor y temor; que el amor nos hará apresurar los pasos y el temor nos hará ir mirando adónde ponemos los píes para no caer en camino a donde hay tanto que tropezar como caminamos todos los que vivimos, y con esto a buen seguro que no seamos engañadas. (SANTA TERESA, C. de perfección, 40, 1).
5017 El temor de Dios repele el temor del infierno porque hace que el hombre huya del pecado y multiplique sus buenas obras. Tras lo cual llegará a aquel temor que se llama santo y permanece para siempre (Sal 19, 10), porque está fundado en el amor. (S. AGUSTÍN, Sermón sobre la humildad y el temor de Dios).
5018 (Los demonios, a quienes están metidos en la tibieza y no hacen nada por salir de ella), empiezan a despojarles del temor y recuerdo de Dios, así como de la meditación espiritual. Luego, una vez desarmados del socorro y protección divinos, se abalanzan osados sobre sus víctimas como sobre una presa fácil. Y así acaban por establecer allí su morada, cual sí fuera una posesión que ha sido entregada en sus manos. (CASIANO. Colaciones, 7).
5019 De la misma manera que son mejores aquellos a quienes guía el amor, también hay muchos a quienes corrige el temor. (S. AGUSTÍN, en Catena Aurea, vol. 1, p. 319).
Temor filial
5020 "Timor Domini sanctus". -Santo es el temor de Dios. -Temor que es veneración del hijo para su Padre, nunca temor servil, porque tu Padre-Dios no es un tirano. (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, 435).
5021 Fundada en la caridad perfecta, se eleva el alma necesariamente a un grado más excelente y más sublime, al temor de amor. Esto no deriva del pavor que causa el castigo ni del deseo de la recompensa. Nace de la grandeza misma del amor. Es esa amalgama de respeto y afecto filial en que se barajan la reverencia y la benevolencia que un hijo tiene para con un padre benigno, el hermano para con su hermano, el amigo para con su amigo, la esposa para con su esposo. No recela los golpes ni reproches. Lo único que teme es herir el amor con el más leve roce o herida. En toda acción, en toda palabra, se echa de ver la piedad y solicitud con que procede. Teme que el fervor del amor se enfríe en lo más mínimo. (CASIANO, Colaciones, 11).
Principio de la Sabiduría
5022 El temor de Dios es el principio de la sabiduría; hasta que no veáis a Dios como un fuego consumidor y no os acerquéis a El con reverencia y santo temor, por ser pecadores, no podréis decir que tenéis siquiera a la vista la puerta estrecha. El temor y el amor deben ir juntos; continuad temiendo, continuad amando hasta el último día de vuestra vida. Esto es cierto; pero debéis saber qué quiere decir sembrar aquí abajo con lágrimas, si queréis cosechar con alegría en el más allá (CARDENAL J. H. NEWMAN, Sermones Parroquiales, Sermón 24).
5023 Vemos, pues, cuántos pasos hay que dar previamente para llegar al temor del Señor. Antes, en efecto, hay que invocar a la inteligencia, llamar a la prudencia, procurarla como el dinero y buscarla como un tesoro. Así se llega a la comprensión del temor del Señor. Porque el temor, en la común opinión de los hombres, tiene otro sentido. (S. HILARIO, Trat. sobre el Salmo 127).
Utilidad en las tentaciones
5024 Mejor es que, si el amor no nos desvía de lo malo, a lo menos el temor del infierno nos refrene. Mas el que pospone el temor de Dios no puede estar mucho tiempo en el bien, mas cae muy presto en los lazos del diablo. (Imitación de Cristo, 1, 24, 9).
5025 ¡Como quien no dice nada: amor y temor de Dios! Son dos castillos fuertes, desde donde se da guerra al mundo y a los demonios. (SANTA TERESA C. de perfección, 40, 2).
5026 Bienaventurada el alma de quien teme a Dios, está fuerte contra las tentaciones del diablo; Bienaventurado el hombre que persevera en el temor (Pr 28, 14) y a quien le ha sido dado tener siempre ante los ojos el temor de Dios. Quien teme al Señor se aparta del mal camino y dirige sus pasos por la senda de la virtud; el temor de Dios hace al hombre precavido y vigilante para no pecar. Donde no hay temor de Dios reina la vida disoluta. (S. AGUSTÍN, Sermón sobre la humildad y el temor de Dios).
5027 Allí será el llanto y el crujir de dientes. Esto, hermanos carísimos, es más para temerse que para explicarse. Bien terminantemente se nombran los castigos que esperan a los pecadores, para que nadie se excuse por ignorancia, sí se hablase con alguna oscuridad acerca de los suplicios eternos. (S. GREGORIO MAGNO, Hom. 11 sobre los Evang.).
5028 Si alguno vive como si hubiese de morir todos los días, porque es incierta nuestra vida por naturaleza, no pecará, puesto que el temor grande apartará la mayor parte de los malos deseos; y al contrario, el que se prometa una vida larga se llenará de ellos. (S. ATANASIO, en Catena Aurea, vol. VI, p. 83).