Antología de Textos

TEMPLANZA

1. La vida es como una senda que acaba en Dios. Es un camino corto, y lo verdaderamente importante es que al llegar se nos abra la puerta y podamos entrar. Y dice el Señor que la puerta de la vida eterna es angosta, y quienes llegan a atinar con esa puerta estrecha, pocos.
El hombre, en su caminar por este mundo, tiende a ir por la senda ancha y cómoda de la vida y prefiere una puerta también ancha: con frecuencia se abalanza sin medida sobre las cosas, sin regla ni templanza.
Nos es necesaria en esta vida la templanza para poder entrar en la otra. Los bienes de la tierra son objetivamente buenos como medios. Y en esa medida han de ser queridos por el discípulo de Cristo, porque cuando no son utilizados como instrumentos se convierten en tiranos y esclavizan. Se nos pide una templanza habitual: el hábito de estar desprendidos de las cosas que usamos, evitar la solicitud desmedida, prescindir de lo superfluo, moderar la ambición, y, en lo necesario, saber poner mortificación, que es garantía de recto uso.
No podemos ser como esos hombres que "parecen guiarse por la economía, de tal manera que casi toda su vida personal y social está como teñida de cierto espíritu materialista" (CONC. VAT. II, Const. Gaudium et spes, 63). Ponen los bienes económicos como fin, piensan que su felicidad está en ellos y se llenan de ansiedad por adquirirlos, olvidando fácilmente su caminar hacia Dios.

2. La templanza tiene como fin poner orden en el interior del hombre. Templanza es realizar el orden en el propio yo; es autoconservación. Es el hábito que pone por obra y defiende la realización del orden interior del hombre. La templanza no solo conserva, sino que además defiende y guarda al ser, protegiéndolo contra sí mismo, dado que a partir del pecado original anida en el hombre no solo una capacidad, sino también una fuerte tendencia a ir contra la propia naturaleza, amándose a sí mismo más que a Dios, su Creador. La templanza se opone a toda perversión del orden interior, gracias al cual subsiste y obra la persona.

3. Se manifiesta en distintas formas: castidad, sobriedad, humildad, mansedumbre... Su primer efecto en el alma es la paz, una paz profunda.
La modestia es una virtud derivada de la templanza que inclina al hombre a comportarse en los movimientos internos y externos dentro de los límites justos, ordenados, que corresponden a su estado y posición. La humildades también una virtud relacionada con la templanza, pues nos inclina a moderar el desordenado apetito de la propia excelencia, dándonos el justo conocimiento de nuestra pequeñez y miseria, principalmente con relación a Dios. La estudiosidad es otra virtud que tiene por objeto moderar el legítimo deseo de saber. Esta virtud tiene dos vicios: la curiosidad y la negligencia.
La sobriedades la virtud que mantiene en su justa medida moral el gusto de la comida y de la bebida. Esta virtud no consiste únicamente en tomar una alimentación saludable dentro de los justos límites, sino, sobre todo, en el dominio de los propios apetitos de comida y de bebida. La Iglesia da a la sobriedad un valor y sentido más alto cuando presenta los alimentos como un don de Dios, aconseja la bendición de la mesa y la acción de gracias después de la comida (Suma Teológica, 2-2, q. 141 y 148-150).

4. El extremo opuesto a la virtud de la sobriedad es el apetito desordenado de comida y de bebida, también llamado gula.
Además de la sobriedad en la comida y en la bebida, es necesaria también la moderación en los demás ámbitos en los que el cristiano se pueda dejar llevar por apetencias desordenadas de placer sensual o espiritual. Así puede ocurrir, por ejemplo, en el deseo de sobresalir en sociedad, en el afán de lujo y de excesivo bienestar (vivienda, vestidos, diversiones), en el fumar, en la excesiva entrega a los intereses materiales y en el trato con los semejantes.
Santo Tomás señala (Suma Teológica, 2-2, q. 149, a. 4) que, aunque la sobriedad y la templanza son necesarias a todos, lo son de un modo especial a los jóvenes, más inclinados frecuentemente a la sensualidad, a las mujeres, a los ancianos, que deben dar ejemplo a los demás, a los ministros de la Iglesia, que deben dedicarse de modo especial a las cosas de Dios, y a los gobernantes, para poder gobernar con sabiduría.
Hemos de estar todos vigilantes para mantener el señorío sobre los bienes y las cosas. El Señor no quiere vernos empequeñecidos mientras intentamos una felicidad basada en la comodidad, en el "confort", en la falta de sobriedad, que nos haría olvidar que somos peregrinos que vamos a Dios. Peregrinos que andamos por la fe (2Co 5, 7), como recordaba San Pablo a los primeros cristianos de Corinto.
La templanza devuelve al hombre el señorío sobre las cosas y es indispensable para mantener un sentido sobrenatural sobre la vida.

5. En medio de un ambiente frecuentemente materialista, la templanza será de una gran eficacia apostólica. Es uno de los ejemplos más convincentes y más atractivos de la vida cristiana. Donde quiera que se encuentre un cristiano ha de esforzarse en dar siempre ese ejemplo, que se desprenderá de su comportamiento, y que ha sido con frecuencia para muchos el comienzo de un verdadero encuentro con el Señor.

Citas de la Sagrada Escritura

La semilla caída entre espinas son los que la escucharon, pero los cuidados, las riquezas y los placeres de la vida la sofocan y nunca llega a dar su fruto. Lc 8, 14
Perecerán en los vergonzosos desórdenes en que están sumergidos [...] quienes ponen su felicidad en pasar la vida entre placeres [...] 2P 2, 12-13
Se levantarán hombres [...] más amadores de deleites que de Dios, mostrando, así, apariencia de piedad, pero renunciando a su espíritu. Apártate de ellos. 2Tm 3, 4 y 5
Andemos decentemente y corno de día, no viviendo en comilonas y borracheras, no en amancebamientos y libertinaje, no en querellas y envidias, antes vestíos del Señor Jesucristo y no os deis a la carne para satisfacer sus concupiscencias. Rm 13, 13
No seas insaciable ante cualquier clase de comida, no seas glotón al comer. Si 37, 29
El harto pisotea la miel, pero al hambriento le es dulce lo amargo. Pr 27, 7
¡Ay de vosotros los que ahora estáis hartos, porque tendréis hambres! ¡Ay de vosotros los que ahora reís, porque gemiréis y lloraréis! Lc 6, 2 ss
Vendrá a parar en la miseria el que ama los deleites, y el que ama el vino y los perfumes no se enriquecerá. Pr 21, 17
¡Ay de ti, país que tienes por rey a un niño y cuyos gobernantes banquetean de mañana! Si 10, 16
El término de ésos será la perdición; su dios es el vientre y la conclusión será la gloria de los que sólo aprecian las cosas terrenas. Flp 3, 19
Estos son deshonra de vuestros ágapes; banquetean con vosotros sin vergüenza, apacentándose a sí mismos; son nubes sin agua arrastradas por los vientos; árboles otoñales sin fruto, dos veces muertos, desarraigados. Judas 12
Bien manifiestas son las obras de la carne [...], embriaguez, glotonería y cosas semejantes, sobre las cuales os prevengo, como ya tengo dicho, que los que tales cosas hacen no alcanzarán el reino de Dios. Ga 5, 19, 21
Habéis vívido abandonados a las mismas pasiones que los paganos, viviendo en lascívias, en embriagueces, en glotonerías, en exceso de bebidas [...] 1P 4, 3
Velad sobre vosotros mismos, no suceda que se ofusquen vuestros corazones con la glotonería y embriaguez [...] y os sobrecoja de repente aquel día. Lc 21, 34
No durmamos como los demás, antes bien estemos en vela y vivamos con templanza. 1Ts 5, 6
No nos ha dado Dios espíritu de timidez, sino de fortaleza, de caridad y de templanza. 2Tm 1, 7
Tu. vigila en todas las cosas [...], cumple todos los cargos de tu ministerio. Vive con templanza. 2Tm 4, 5
Vivamos sobria, justa y religiosamente en este siglo, aguardando la bienaventuranza esperada. Tt 2, 12-13
Teniendo, pues, qué comer y con qué cubrirnos, contentémonos con esto. 1Tm 6, 8
Los que se embriagan, de noche se embriagan. Nosotros, empero, que somos del día, vivamos en sobriedad. 1Ts 5, 7-8

Virtud cardinal

5029 Es la virtud cardinal que enriquece habitualmente a la voluntad y la inclina a refrenar los diferentes apetitos sensitivos hacia los bienes deleitables contrarios a la razón. El cometido propio de esta virtud es poner orden en las pasiones para que, lejos de oponerse, contribuyan al bien honesto. Está íntimamente relacionada con la fortaleza.(Cfr. Sto Tomás, Suma Teológica, 2-2, q.141-170).

5030 [...]. No se puede ser hombre verdaderamente prudente, ni auténticamente justo, ni realmente fuerte si no se Posee también la virtud de la templanza. Se puede decir que esta virtud condiciona indirectamente todas las demás virtudes, pero se debe decir también que todas las demás indispensables a fin de que el hombre pueda ser "moderado" o "sobrio" (JUAN PABLO II, Sobre la templanza, Aud. gen. 22-11-1978).

5031 La moralidad cristiana jamás se ha identificado con la moralidad estoica. Al contrario, considerando toda la riqueza de los afectos y de las emociones de que todo hombre está dotado –por otra parte, cada uno de forma distinta: de una forma el hombre, de otra la mujer, a causa de la propia sensibilidad–, es necesario reconocer que el hombre no puede conseguir esta espontaneidad madura si no es por medio de una labor lenta y continua sobre sí mismo y una "vigilancia" particular sobre toda su conducta. En esto, en efecto, consiste la virtud de la "templanza", de la "sobriedad". (JUAN PABLO II, Sobre la templanza, Aud. gen. 22-11-1978).

Necesaria para elevar el alma a Dios

5032 Con el cuerpo pesado y harto de mantenimiento, muy mal aparejado está el ánimo para volar a lo alto. (S. PEDRO DE ALCÁNTARA, Trat. de la oración y meditación, 2, 3).

5033 Acuérdate cuanto te sientes a la mesa que debes orar después que hayas comido; y no llenes el estómago de una manera inconsiderada para poder Postrarte sin dificultad y hacer oración. (S. JUAN CRISÓSTOMO, Sermón sobre Lázaro).

5034 Cualesquiera que sean los alimentos con que cargamos excesivamente el organismo, engendran a la larga los estímulos de la impureza. En esta situación el alma, abrumada bajo el peso de los manjares, no es capaz ya de sujetar la brida de la templanza. Por donde no es sólo el vino el que embriaga la mente. Todo exceso en la comida la vuelve tornadiza y vacilante, y la despoja por completo de la integridad y pureza. (CASIANO Instituciones, 5).

Dominio sobre el cuerpo

5035 Templanza es señorío. No todo lo que experimentamos en el cuerpo y en el alma ha de resolverse a rienda suelta. No todo lo que se puede hacer se debe hacer. Resulta más cómodo dejarse arrastrar por los impulsos que llaman naturales; pero al final de ese camino se encuentra la tristeza, el aislamiento en la propia miseria. (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 84).

5036 Pienso que esta virtud exige de cada uno de nosotros una humildad específica respecto a los dones que Dios ha depositado en nuestra naturaleza humana. Diría, "la humildad del cuerpo" y la del "corazón". Esta humildad es condición necesaria para la "armonía interior del hombre", para la belleza "interior" del hombre. Reflexionen todos bien sobre ello, y en particular los jóvenes, y más aun las jóvenes, en la edad en que preocupa tanto ser bellos o bellas, para agradar a los demás. Acordémonos de que el hombre debe ser bello sobre todo interiormente. Sin esta belleza, todos los esfuerzos dirigidos solamente al cuerpo no harán –ni de él, ni de ella– una persona verdaderamente hermosa. (JUAN PABLO II, Sobre la templanza, Aud. gen. 22-11-1978).

5037 La virtud de la templanza hace, sin duda alguna, que el cuerpo y nuestros sentidos encuentren el puesto justo que les corresponde en nuestro ser humano. (JUAN PABLO II, Sobre la templanza, Aud. gen. 22-11-78).

5038 No debemos, con una vida desarreglada, como el hijo (pródigo) del rico que narra el Evangelio, abusar de los dones del Padre; sino usar de ellos como señores, sin debilidad. (CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, Pedagogo, 2).
Está íntimamente relacionada con la fortaleza. (Cfr SANTO TOMÁS, Suma Teológica, 2-2, q. 141-170).

5039 La perfección de la virtud está en que incluso en nuestro apetito temperemos nuestros alimentos, que hemos de tomar movidos por la necesidad de sostener las fuerzas físicas. (CASIANO, Instituciones, 5).

5040 Hombre moderado es el que es dueño de sí mismo. Aquel en el que las pasiones no consiguen la superioridad sobre la razón, sobre la voluntad y también sobre el "corazón". ¡El hombre que sabe dominarse a sí mismo! Si es así, nos damos cuenta fácilmente del valor fundamental y radical que tiene la virtud de la templanza. Ella es justamente indispensable para que el hombre "sea plenamente hombre". Basta mirar a alguno que, arrastrado por sus pasiones, se convierte en "víctima" de las mismas, renunciando por sí mismo al uso de la razón (como, por ejemplo, un alcoholizado, un drogado), y comprobamos con claridad que "ser hombre" significa respetar la dignidad propia, y por ello, entre otras cosas, dejarse guiar por la virtud de la templanza. (JUAN PABLO II, Sobre la templanza, Aud. gen. 22-XI-1978).

5041 Al cuerpo, hay que darle un poco menos de lo justo. Si no, hace traición. (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, 196).

5042 Se han de tener las riquezas con la templanza de quien las usa, no con el afán de quien pone en ellas su corazón. (S. AGUSTÍN, Sobre las costumbres de la Iglesia, 1).

Pecados y defectos contra esta virtud. Consecuencias de la intemperancia

5043 El hombre, por un ansia desmesurada, quiere cosas que sobrepasan su estado y condición, y no se conforma con las que corresponden a éstos; por ejemplo, en punto a indumentaria, si es soldado no la quiere de soldado sino de conde, si es clérigo no se conforma con la de clérigo sino que la desea de obispo. Semejante actitud aleja a los hombres de las inquietudes espirituales, pues sus deseos están demasiado apegados a lo temporal. (SANTO TOMÁS, Sobre el Padrenuestro, l.c., 149).

5044 No solo la calidad sino también la cantidad de comida entorpece la limpieza del corazón, y después de agobiar el alma juntamente con el cuerpo, atiza el fuego de los vicios. (CASIANO, Instituciones, 5).

5045 Cuando el cuerpo se entrega a los placeres de la mesa, el corazón experimenta una alegría desordenada. (S. GREGORIO MAGNO, en Catena Aurea, vol. VI, p. 242).

5046 Hay que elegir una comida tal que amortigüe los ardores de la concupiscencia, en lugar de fomentarlos. (CASIANO. Instituciones, 5).

5047 Quien no sabe dominar su concupiscencia es como caballo desbocado, que en su violenta carrera atropella cuanto encuentra, y él mismo, en su desenfreno, se maltrata y se hiere. (S. AMBROSIO, Trat. sobre las vírgenes, 3).

5048 La glotonería es un pecado más sutil que la embriaguez, porque no se nota tanto. (CARD J .H. NEWMAN, Sermón en el Domingo 1 de Cuaresma, Entrega a Dios).

5049 Las especies de gula son cinco: comer manjares exquisitos, en cantidad excesiva, preparados con excesivo esmero, fuera de tiempo y con voracidad. (SANTO TOMÁS. Suma Teológica, 1-2, q. 72, a. 9 c, ad 2).

5050 Hay tres géneros de gula. La primera trata de anticipar la hora regular establecida para la refección. La segunda sólo atiende a satisfacer el apetito, importándole poco los manjares, con tal que pueda comer hasta la saciedad. La tercera gusta de los platos exquisitos y suculentos. (CASIANO, Instituciones, 5).

Gula e impureza

5051 La gula es un vicio capital, cuyas cinco hijas son: la alegría necia, la bufonería, la impureza, las palabras necias y el embotamiento de la mente. (SANTO TOMAS, Suma Teológica, 2-2, q. 148, a. 5 ad 6).

5052 Mal se podrá contener en la lujuria quien no corrija primero el vicio de la gula. (CASIANO, Colaciones, 5).

5053 La gula es la vanguardia de la impureza. (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, 126).

5054 Entre la gula y la lujuria existe un parentesco y una analogía peculiares. (CASIANO, Colaciones, 5).

5055 Te aconsejo usar sobriamente de los manjares, para no excitar la sensualidad, como hace el águila, que abandona la presa cogida si le estorba para remontar el vuelo (S. AMBROSIO, Sobre las vírgenes, 3).

Frutos de la templanza

5056 Sé sobrio como un atleta de Dios: el premio ofrecido es la inmortalidad y la vida eterna, en la que tú crees también firmemente. (S. IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Epístola a S. Policarpo).

5057 La templanza cría al alma sobria, modesta, comprensiva; le facilita un natural recato que es siempre atractivo, porque se nota en la conducta el señorío de la inteligencia. La templanza no supone limitación, sino grandeza. Hay mucha más privación en la destemplanza, en la que el corazón abdica de si mismo, para servir al primero que le presente el pobre sonido de unos cencerros de lata. (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 84).

5058 (La templanza es) el amor que se conserva para Dios íntegro e incorrupto. (SAN AGUSTÍN, Sobre las costumbres de la Iglesia, 1, 15).

5059 Y así (viviendo la virtud de la templanza) no sólo nuestra vida aprovechará para Dios, sino que esta misma conducta nuestra inflamará a otros para gloria del mismo Dios, según aquellas palabras: y todo el pueblo, al verlo, alabó a Dios. (S. GREGORIO MAGNO, Hom. 2 sobre los Evang.).

5060 La templanza en el comer, la abstinencia en el beber preservan del vicio, porque así como se libra de él quien de sus causas huye, así no es raro que caiga en sus redes, quien temerariamente con ellas juega. (S. AMBROSIO, Trat. sobre las vírgenes, 1).

5061 La luz debe estar bien alta para que ilumine a los demás; no debajo del celemín, es decir, de la gula, ni debajo de la cama, o del ocio, porque nadie que se entregue a la gula y al ocio puede ser luz para los demás. (TEÓFILO, en Catena Aurea, vol. IV, p. 102).