5062 No obró (el Señor en la tentación) usando de su poder –¿de qué nos hubiera aprovechado entonces su ejemplo?–, sino que, como hombre, se sirvió de los auxilios que tiene en común con nosotros (SANTO TOMÁS, Coment. Evang. S. Lucas).
5063 [...] Jesús, siendo Dios, permitió que le tentaran: para que así nos llenemos de ánimo y estemos seguros de la victoria. Porque El no pierde batallas y, encontrándonos unidos a El, nunca seremos vencidos, sino que podremos llamarnos y ser en verdad vencedores: buenos hijos de Dios (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 66).
5064 Fue tentado cuarenta días y cuarenta noches, para mostrarnos que durante todo el tiempo que sirvamos al Señor en esta vida, ya nos sonría la prosperidad (lo que pertenece al día) o nos hiera la adversidad (lo que representa la noche), se halla constantemente presente el adversario, que no cesa de poner obstáculos en todo tiempo, en nuestro camino (SAN BEDA, en Catena Aurea, vol. IV, pp. 25-26).
5065 Cristo era tentado por el diablo y en Cristo eras tentado tú, porque Cristo tomó tu carne y te dio su salvación, tomó tu mortalidad y te dio su vida, tomó de ti las injurias y te dio los honores, y toma ahora tu tentación para darte la victoria. Si fuimos tentados en El, vencimos también al diablo en El. ¿Te fijas en que Cristo es tentado y, sin embargo, no consideras su triunfo? (SAN AGUSTÍN, Coment. sobre el Salmo 60).
5066 No hay orden tan santa ni lugar tan secreto, donde no haya tentaciones y adversidades (Imitación de Cristo, 1, 13, 2).
5067 Hubiera podido Cristo impedir la acción tentadora del diablo; pero entonces tú, que estás sujeto a la tentación, no hubieras aprendido de El a vencerla (SAN AGUSTÍN, Coment. sobre el Salmo 60).
5068 Es imposible que no sea tentada el alma humana; por ello dice: Orad, no para que no seáis tentados, sino para que no entréis en tentación. Esto es, para que no seáis vencidos (SAN BEDA, en Catena Aurea, vol. VI, p. 459).
5069 Como el Señor todo lo hacía y lo soportaba para nuestra enseñanza, quiso también ser conducido al desierto y trabar allí combate con el diablo, a fin de que los bautizados, si después del bautismo sufren mayores tentaciones, no se turben por eso, como si no fuera de esperar (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. sobre S. Mateo, 13).
5070 Era justo que de esta manera venciese nuestras tentaciones con las suyas, de la misma manera que había venido a vencer con la suya nuestra muerte (SAN GREGORIO MAGNO Hom. 16 sobre los Evang.).
5071 1º No hemos de forjarnos la ilusión de que vamos a quedar libres de tentaciones que, de una u otra manera, nos atormentan mientras vivamos; por consiguiente, es preciso combatir hasta la muerte. 2º Apenas nos sintamos tentados, hemos de recurrir pronto a Dios, y no cesar de pedir su auxilio mientras dure la tentación, puesto que si el demonio persevera en tentarnos, es siempre con la esperanza de hacernos sucumbir (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre las tentaciones).
5072 Tentar no es otra cosa que tantear, poner a prueba; tentar al hombre es poner a prueba su virtud (SANTO TOMÁS, Sobre el Padrenuestro, 1. c., p. 160).
5073 La tentación puede consistir en estas dos cosas: o en la esperanza de alcanzar alguna comodidad temporal, o en el temor a perderla (SAN AGUSTÍN, Sobre el Sermón de la Montaña, 2).
5074 Yo no sé si alcanzáis a comprender lo que es tentación. No sólo son tentación los pensamientos de impureza, de odio, de venganza, sino además todas las molestias que nos sobrevengan: tales como una enfermedad en que nos sentimos movidos a quejamos, una calumnia que se nos levanta, una injusticia que se hace contra nosotros, una pérdida de bienes, el morírsenos el padre, la madre, un hijo. Si nos sometemos gustosos a la voluntad de Dios, entonces no sucumbimos a la tentación, pues el Señor quiere que suframos aquello por su amor; mientras que, por otra parte, el demonio hace cuanto puede para inducirnos a murmurar contra Dios (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre las tentaciones).
5075 ¡De cuántas cosas te había el mundo, y cuánto ruido hace detrás de ti para que vuelvas la cabeza! ¡Oh mundo inmundo!, ¿por qué ese ruido? ¿Por qué quieres hacernos volver atrás? Quieres detener, siendo tú perecedero, ¿qué harías si fueras durable? ¿A quién no engañarías siendo dulce, puesto que engañas con alimentos amargos? (SAN AGUSTÍN, Sobre el Sermón de la Montaña, 29).
5076 La carne tienta empujándonos a los gozos momentáneos de la vida presente. Pero la fe nos muestra que, silos buscamos desordenadamente, perdemos los gozos eternos (SANTO TOMÁS, Sobre el Credo, 1. c., p. 31).
5077 Y envía a sus ángeles cerca de ti, dice el Salmo, para que te guarden en todos sus caminos. Por eso mismo hemos de velar con más cuidado, ya que no habría tanta solicitud por nosotros en el cielo si no nos viesen tan necesitados. No pondrían tantos guardianes si no fuera tanta la asechanza (SAN BERNARDO, Sermón sobre el Salmo 90).
5078 Siempre está ojo avizor contra nosotros el enemigo antiguo; no nos durmamos. Sugiere halagos, pone celadas, introduce malos pensamientos y, para llevarnos a dolorosa ruina, pone delante lucros y amenaza con perjuicios. Todos y cada uno son probados, cada cual a su modo (SAN AGUSTÍN, Sermón 6).
5079 El mundo tienta incitando con la prosperidad o amedrentando con las dificultades. La fe nos hace creer en otra vida mejor [...] y nos enseña a creer en males mayores, los del infierno (SANTO TOMÁS, Sobre el Credo, 1. c., p. 31).
5080 Si en medio de estas tormentas nos apresuramos a despertarle, bien pronto calmará la tempestad, restablecerá la tranquilidad y nos conducirá al puerto de salvación (SAN BEDA, en Catena Aurea, vol. IV, p. 114).
5081 No te turbes si al considerar las maravillas del mundo sobrenatural sientes la otra voz –íntima, insinuante– del hombre viejo. Es "el cuerpo de muerte" que clama por sus fueros perdidos... Te basta la gracia: sé fiel y vencerás (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, 707).
5082 Algunos padecen graves tentaciones al principio de su conversión, otros al fin; otros casi toda su vida padecen. Algunos son tentados blandamente, según la sabiduría y juicio de la divina ordenación, que mide el estado y los méritos de todos y todo lo tiene ordenado para salud de sus escogidos (Imitación de Cristo, 1, 13, 6).
5083 De dos maneras ataca el mundo a los soldados de Cristo: los halaga para seducirlos, los atemoriza para doblegarlos. No dejemos que nos domine el propio placer, no dejemos que nos atemorice la ajena crueldad, y habremos vencido al mundo. En uno y otro ataque sale al encuentro Cristo, para que el cristiano no sea vencido (SAN AGUSTÍN, Sermón 276).
5084 (Mas líbranos del mal). Nada queda ya que deba pedirse al Señor cuando hemos pedido su protección contra todo lo malo; la cual, una vez obtenida, ya podemos considerarnos seguros contra todas las cosas que el demonio y el mundo puedan hacer. ¿Qué miedo puede darnos el siglo, si en él tenemos a Dios por defensor? (SAN CIPRIANO, en Catena Aurea, vol. 1, pp. 371-372).
5085 Si sucumbimos, es porque no queremos valernos de los medios que Dios nos envía para combatir. Es preciso, sobre todo, estar bien convencidos de que, por nuestra parte, no podemos hacer otra cosa que perdernos; mas, con una gran confianza en Dios, lo podemos todo (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la perseverancia).
5086 Su gracia combate a nuestro favor con un poder incomparablemente superior al de toda esa multitud de adversarios que nos acosan. Dios no se limita únicamente a inspirarnos el bien. Nos secunda y nos empuja a cumplirlo. Y más de una vez, sin percatamos de ello y a pesar nuestro, nos atrae a la salvación. Es, pues, un hecho cierto que el demonio no puede seducir a nadie, sí no es a aquel que libremente le presta el consentimiento de su voluntad (CASIANO, Colaciones, 7).
5087 El vendaval que sopla es el demonio, quien se opone con todos sus recursos a que nos refugiemos en el puerto. Pero es más poderoso el que intercede por nosotros, el que nos conforta para que no temamos y nos arrojemos fuera del navío. Por muy sacudido que parezca, sin embargo, en él navegan no sólo los discípulos, sino el mismo Cristo. Por eso no te apartes de la nave y ruega a Dios. Cuando fallen todos los medios, cuando el timón no funcione y las velas rotas se conviertan en mayor peligro, cuando se haya perdido la esperanza en la ayuda humana, piensa que sólo te resta rezar a Dios. Quien de ordinario impulsa felizmente a puerto a los navegantes no ha de abandonar la barquilla de su Iglesia (SAN AGUSTÍN, Sermón 63).
5088 El diablo no puede dominar a los siervos de Dios que de todo corazón confían en El. Puede, sí, combatirlos, pero no derrotarlos (Pastor de Hermas, 2).
5089 El comienzo de toda mala tentación es no ser constante en el bien comenzado y no confiar en Dios. Porque, como a la nave sin gobernalle por acá y por allá la baten las olas, así el hombre descuidado y que deja su propósito es tentado de diversas maneras. El fuego prueba el hierro, y la tentación al justo. Muchas veces no sabemos lo que podemos, mas la tentación descubre lo que somos. Debemos, empero, velar, principalmente al principio de la tentación, porque entonces más fácilmente es vencido el enemigo, cuando no lo dejamos pasar de la puerta del ánima. Por lo cual dijo uno: "resiste a los principios. Tarde viene el remedio cuando la llaga es muy vieja" (Imitación de Cristo, 1, 13, 5).
5090 Los muy estimados por buenos, muchas veces han caído en graves peligros por su mucha confianza. Por lo cual es utilísimo a muchos que no les falte del todo tentaciones, sino, por el contrario, que sean muchas veces combatidos, para que no estén muy seguros de si, y no se levanten con soberbia ni se derramen en las consolaciones de fuera (Imitación de Cristo, 1, 20, 4).
5091 Nuestra vida, mientras dura esta peregrinación, no puede verse libre de tentaciones; pues nuestro progreso se realiza por medio de la tentación y nadie puede conocerse a sí mismo si no es tentado, ni puede ser coronado si no ha vencido, ni puede vencer si no ha luchado, ni puede luchar si carece de enemigo y de tentaciones (SAN AGUSTÍN, Coment. sobre el Salmo 60).
5092 Porque al alma que Dios da luz de la verdad, las tentaciones y estorbos que pone el demonio la ayudan más; porque es Su Majestad el que pelea por ella (SANTA TERESA, Fundaciones, 11, 7).
5093 (Utilidad de las tentaciones): Primero, para que te des cuenta de que ahora eres ya más fuerte. Luego, para que tengas moderación y humildad y no te engrías por los dones recibidos, pues las tentaciones pueden muy bien reprimir tu orgullo. Además de eso, la malicia del demonio, que acaso duda de si realmente le has abandonado, por las pruebas de las tentaciones puede tener certidumbre plena de que te has apartado de él definitivamente. Cuarto motivo: las tentaciones te hacen más fuerte que el hierro mejor templado. Quinto: te dan la mejor prueba de lo preciosos que son los tesoros que se te han confiado, porque si no viera el demonio que estás ahora constituido en más alto honor, no te hubiera atacado (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. sobre S. Mateo, 13).
5094 La tentación nos es absolutamente necesaria para sostenernos en la humildad y en la desconfianza de nosotros mismos, así como para obligarnos a recurrir al Señor (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre las tentaciones).
5095 El peor mal para todo cristiano es el no ser tentado, ya que da lugar a creer que el demonio le considera ya cosa suya, y aguarda sólo la hora de la muerte para arrastrarle al infierno (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre las tentaciones).
5096 Hijo, cuando te propongas servir a Dios, prepara tu alma para la tentación. Cuando intentes servir a Dios, piense cada uno que entra en el lagar; será pisoteado, triturado, prensado; no para que perezca en este mundo, sino para que sea guardado en la despensa de Dios. Queda libre de las cáscaras y raspajos de sus deseos carnales. Todo ello se consigue con la trituración; por eso se llaman almazaras las iglesias de Dios en este tiempo. (S. AGUSTÍN Coment. sobre el Salmo 83).
5097 Cuando el hombre bueno es atribulado, o tentado, o afligido con malos pensamientos, entonces conoce tener de Dios mayor necesidad, pues ve claramente que sin El no puede nada bueno. (Imitación de Cristo, 1, 12, 2).
5098 No temas nunca la tentación si tienes bien templado el ánimo, porque la tentación no daña, sino que produce la paciencia (Rm 5, 3) [...]. El fuego no perjudica al oro, ni la tribulación al alma generosa, sino que ambos se purifican. (S. JUAN CRISÓSTOMO, Sermón al volver del destierro).
5099 La tentación nos era necesaria para ser conscientes de nuestra pequeñez. (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre las tentaciones).
5100 Las tentaciones nos dan la dimensión de nuestra propia debilidad. (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 160).
5101 Lejos de desanimarnos al vernos tentados, hemos de experimentar consuelo y hasta regocijarnos, puesto que solamente son tentados con porfía aquellos de los cuales el demonio prevé que con su manera de vivir habrían de ganar el cielo (SANTO CURA DE ARS, Sermón las tentaciones).
5102 Las tentaciones muchas veces son utilísimas al hombre, aunque sean graves y enojosas; porque en ellas es humillado, purgado y enseñado. Todos los santos por muchas tribulaciones y tentaciones pasaron, y aprovecharon (Imitación de Cristo, 1, 13, 2).
5103 Como general competente que asedia un fortín, estudia el demonio los puntos flacos del hombre a quien intenta derrotar, y lo tienta por su parte más débil (SANTO TOMÁS, Sobre el Padrenuestro, l.c., p. 162).
5104 Y el demonio ayuda mucho a hacerles inhábiles, cuando ve un poco de temor. No quiere él más para hacernos entender que todo nos ha de matar y quitar la salud; hasta tener lágrimas nos hace temer de cegar. He pasado por esto, y por eso lo sé; y no sé yo qué mejor vista ni salud podemos desear que perderla por tal causa. Como soy tan enferma, hasta que me determiné en no hacer caso del cuerpo ni de la salud, siempre estuve atada sin valer nada, y ahora hago bien poco. Mas como quiso Dios entendiese este ardid del demonio, y como me ponía delante el perder la salud, decía yo: Poco va en que me muera. Si el descanso, no he menester descanso, sino cruz. Así otras cosas. Vi claro que en muy muchas, aunque yo de hecho soy harto enferma, que era tentación del demonio, o flojedad mía; que después que no estoy tan mirada y regalada, tengo mucha más salud (SANTA TERESA, Vida, 13, 4).
5105 Las cosas que proceden de la naturaleza y las que parten de nuestra voluntad, son de poca importancia, comparadas con la guerra implacable que nos tiene declarada (el demonio) (SAN JUAN CRISÓSTOMO, en Catena Aurea, vol. 1, p.374).
5106 Decir que no eres tentado, es como afirmar que no existe el demonio, o bien que ha perdido toda su rabia contra los cristianos. "Si no experimentáis tentación alguna, dice San Gregorio, es porque los demonios son vuestros amigos, vuestros pastores y vuestros guías; mientras os dejan pasar con tranquilidad vuestra pobre vida, al fin de vuestros días os arrastrarán a los abismos" (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre las tentaciones).
5107 Mientras vivimos en el mundo no podemos estar sin tribulaciones y tentaciones, según está escrito en Job. Tentación es la vida del hombre sobre la tierra (Jb 7, 1). Por eso cada uno debe tener cuidado, y vele en oración contra sus tentaciones, porque no halle el diablo lugar de engañarlo: que nunca duerme, buscando por rodeos a quien devorar. Nadie hay tan santo ni tan perfecto que no sea alguna vez tentado (Imitación de Cristo, 1, 13, 1).
5108 Del demonio dice Job: En la tierra nadie se le iguala a él, que fue creado intrépido (Jb 41, 25). Ningún poder humano puede ser comparado con el suyo y sólo el poder divino lo puede vencer y tan sólo la luz divina puede desenmascarar sus ardides. El alma que hubiere de vencer la fuerza del demonio no lo podrá conseguir sin oración, ni podrá entender sus engaños sin mortificación y sin humildad (SAN JUAN DE LA CRUZ, Cántico espiritual, 3, 9).
5109 Cuando el demonio se aparta de alguno, acecha el instante oportuno, y cuando le ha inducido a un segundo pecado, acecha la ocasión para el tercero (ORIGENES, en Catena Aurea, vol. III, p. 346).
5110 El lobo roba y dispersa las ovejas, porque a unos los arrastra a la impureza, a otros inflama con la avaricia, a otros los hincha con la soberbia, a otros los separa por medio de la ira, a éste le estimula con la envidia, al otro le incita con el engaño. De la misma manera que el lobo dispersa las ovejas de un rebaño y las mata, así también hace el diablo con las almas de los fieles por medio de las tentaciones (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 14 sobre los Evang.).
5111 Si preguntáis a ese parroquiano de la taberna si el demonio le tienta, os responderá sencillamente que no, que nada le inquieta. Interrogad a esa joven vanidosa cuáles son sus luchas, y os contestará riendo que no sostiene ninguna, ignorando totalmente en qué consiste ser tentado. Esta es la tentación más espantosa de todas: no ser tentado; éste es el estado de aquellos que el demonio guarda para el infierno. Me atreveré a deciros que se guarda bien de tentarlos ni atormentarlos acerca de su vida pasada, temiendo no abran los ojos ante sus pecados (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre las tentaciones).
5112 Acude a tu Custodio, a la hora de la prueba, y te amparará contra el demonio y te traerá santas inspiraciones (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, 567).
5113 O el infierno o la huida, no hay término medio (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la perseverancia).
5114 Hemos de huir siempre del pecado; pero la tentación de pecado hay que vencerla unas veces huyendo y otras ofreciendo resistencia. Huyendo cuando el continuo pensamiento aumenta el incentivo del pecado, como sucede en la lujuria [...]. Resistiendo, empero, cuando el pensar detenidamente en el objeto que la provoca ayuda a alejar el peligro, que precisamente nace de no considerarlo bien. Tal es el caso de la pereza espiritual o acidia, porque cuanto más pensamos en los bienes espirituales más nos agradan, y más desaparece el tedio que provocaba el conocerlos superficialmente (SANTO TOMÁS S.Th. II-II, q. 35, a. 1).
5115 Al veros tentados, rechazad al momento la tentación, y, si tenéis oportunidad, haced devotamente la señal de la cruz, pensad en los tormentos que deben experimentar los réprobos por no haber sabido resistir la tentación; elevad al cielo vuestra mirada, y veréis así cuál es la recompensa del que lucha; llamad en vuestro socorro al ángel de la guarda; echaos prontamente en brazos de la Virgen Santísima, implorando su protección: con eso tenéis la seguridad de salir victoriosos de vuestros enemigos, a los cuales veréis al punto llenos de confusión (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la perseverancia).
5116 Hay que orar no para dejar de ser tentado –cosa imposible– sino para no ser enredados por la tentación, como sucede a los que son atrapados y vencidos por ella (ORIGENES, Trat. sobre la oración, 29).
5117 Hemos de orar con frecuencia, pero debemos redoblar nuestras oraciones en las horas de prueba, en los momentos en que sentimos el ataque de la tentación (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la oración).
5118 Cuando se llama continuamente en la oración, se concede pronto auxilio en la tentación (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 35 sobre los Evang.).
5119 Pero él (Bartimeo) clamaba mucho más fuerte: porque cuanto más fuerte es el tumulto de nuestros pensamientos, tanto más debemos insistir en la oración (SAN GREGORIO MAGNO, en Catena Aurea, vol. VI, p. 326).
5120 Es necesario tener mucha humildad, sin confiar jamás en que con solas nuestras fuerzas podamos escaparnos de sucumbir; únicamente ayudados por la gracia divina estaremos exentos de caer. Dichoso el que a la hora de la muerte podrá decir como San Pablo: He combatido mucho, pero, con la gracia de Dios, he vencido; por esto espero alcanzar la corona de gloria que el Señor otorga al que le ha sido fiel hasta la muerte (2 Tiin 4) (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre las tentaciones).
5121 Todos los pecados de tu vida parece como si se pusieran en pie.-No desconfíes. -Por el contrarío, llama a tu Madre Santa María, con fe y abandono de niño. Ella traerá el sosiego a tu alma (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, 498).
5122 ¡Madre! -Llámala fuerte, fuerte. -Te escucha, te ve en peligro quizá, y te brinda, tu Madre Santa María, con la gracia de su Hijo, el consuelo de su regazo, la ternura de sus caricias; y te encontrarás reconfortado para la nueva lucha (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, 516).