Catena Áurea

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"Vosotros, pues, oíd la parábola del que siembra. Cualquiera que oye la palabra del reino, y no la entiende, viene el malo, y arrebata lo que se sembró en su corazón: éste es el que fue sembrado junto al camino. Mas el que fue sembrado sobre las piedras, éste es, el que oye la palabra, y por el pronto la recibe con gozo. Pero no tiene en sí raíz, antes es de poca duración. Y cuando le sobreviene tribulación y persecución por la palabra, luego se escandaliza. Y el que fue sembrado entre las espinas, éste es, el que oye la palabra; pero los cuidados de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra y queda infructuosa. Y el que fue sembrado en la tierra buena, éste es el que oye la palabra y la entiende, y lleva fruto: y uno lleva a ciento, y otro a sesenta, y otro a treinta". (vv. 18-23)


Glosa
El había dicho anteriormente que no se concedió a los judíos, sino a los Apóstoles, el conocer el reino de Dios. Y por eso concluye diciendo: "Vosotros, pues, oíd la parábola del que siembra", vosotros a quienes están confiados los misterios del cielo.

San Agustín, de genesi ad litteram, 8, 5
Se realizó lo que refirió el evangelista, a saber, que el Señor pronunció esas palabras. La narración del mismo Señor fue una parábola. Y no es absolutamente necesario en este género de discursos el que los hechos que se refieren se tomen al pie de la letra.

Glosa
De aquí es que cuando exponiendo la parábola añade: "Todo el que oye la palabra del reino, y no la entiende"; debe construirse de esta manera: Todo el que oye la palabra (esto es, mi predicación, que le hace apto para alcanzar el reino de los cielos) y no la entiende (y añade por qué no la entiende: "Porque viene el malo, esto es, el diablo, y arrebata lo que se sembró en el corazón de aquel"), éste tal es aquél que fue sembrado cerca del camino. Es de notar que la palabra sembrar se toma en distintos sentidos. Así se dice que una semilla está sembrada y que un campo está sembrado. Estas dos maneras de tomar dicha palabra, las vemos empleadas en este pasaje. Pero cuando dice: "Arrebata lo que ha sido sembrado", aquí se entiende: arrebata la semilla. Pero cuando dice: "Cayó cerca del camino", no debe entenderse de la semilla, sino del lugar en que cayó la semilla; esto es, en el hombre, que es como el campo sembrado con la semilla de la palabra de Dios.

Remigio
El Señor expone con estas palabras lo que es la semilla, es decir, la palabra del reino (esto es, de la doctrina del Evangelio). Porque hay algunos que no reciben la palabra de Dios con devoción, y por eso los demonios arrebatan la semilla de la palabra divina que ha caído en sus corazones como si fuera semilla sembrada en un camino traqueteado. Sigue: "La que ha sido sembrada sobre piedra", es aquel que oye la palabra mas no tiene raíces, etc. Porque la semilla o la palabra de Dios que se siembra en la piedra, esto es, en el corazón duro e indómito, no puede llevar fruto; porque es grande su dureza y nulo el deseo por las cosas celestiales, y por esa demasiada dureza no tiene raíz en sí.

San Jerónimo
Observad las palabras: "Y ha sido continuamente escandalizado". Hay gran diferencia entre aquel que es compelido a negar a Cristo por las tribulaciones y los castigos, y aquel que a la primera persecución se escandaliza y cae, que es de quien se habla aquí. Sigue: "La que fue sembrada entre espinas, etc." Me parece que dicen estas palabras, tomadas literalmente, en relación a Adán: "Comerás el pan entre espinas y abrojos" (Gn 3, 17-19) y en sentido místico, a todos aquellos que se entregaron a los placeres del siglo y a los cuidados de este mundo, los cuales comerán el pan del cielo y la comida de la verdad en medio de espinas.

Rábano
Con razón se llaman espinas, porque hieren el alma con las punzadas de sus pensamientos y oprimiéndola, no la dejan llevar los frutos espirituales de la virtud.

San Jerónimo
Son admirables las palabras: "El engaño de las riquezas sofoca la palabra", porque son halagüeñas las riquezas, y prometen cosas distintas de las que practican. Su posesión es pasajera, puesto que van de una a otra parte, abandonan una vez a los que las poseen, y se marchan otras con el que no las tenía. Por eso dice el Señor que es difícil a los ricos entrar en el reino de los cielos ( Mt 19); porque las riquezas sofocan la palabra de Dios y disminuyen el vigor de la virtud.

Remigio
Y es de saber que en estas tres clases de tierra mala están comprendidos todos los que pueden oír la palabra de Dios, pero sin embargo no pueden alcanzar la salud. Exceptúanse los gentiles, que ni aun oír merecieron. Sigue: "Y la que cayó en tierra buena". La tierra buena es la conciencia fiel de los elegidos, o el alma de los santos que reciben con gozo, con deseo y con devoción del corazón la palabra de Dios, y la conservan varonilmente en la prosperidad y en la adversidad, y producen frutos. Y por eso se dice: "Y produce frutos, una a ciento, otra a sesenta y otra a treinta".

San Jerónimo
Y es de notar, que así como en la tierra mala hubo tres clases (a saber, la que estaba junto al camino, la pedregosa y la llena de espinas), así también hay tres clases de tierra buena: la que produce ciento, la que produce sesenta y la que produce treinta. Y tanto en ésta como en aquélla, la sustancia es la misma y sólo varía la voluntad, y quien recibe la semilla, tanto en los incrédulos como en los que creen, es siempre el corazón; y por eso en la primera parte de esta parábola se dice: "Viene el malo, y arrebata la que ha sido sembrada en su corazón"; y en la segunda y tercera: "Este es el que oye la palabra". También en la cuestión de la tierra buena se dice lo mismo: "Este es el que oye la palabra". De suerte que primeramente debemos oír, en seguida entender y después de entender, dar frutos de enseñanza y producir ese fruto, o como ciento, o como sesenta, o como treinta.

San Agustín, de civitate Dei, 21, 27
Opinan algunos que es preciso entender este pasaje en el sentido de que los santos, según sus méritos, libran los unos cien almas, otros sesenta y otros treinta (añaden que esto se verificará en el día del juicio, mas no después del juicio.) Pero uno, al ver que muchas personas abusaban de esta opinión, y se prometían con toda malicia una completa impunidad, puesto que de esta manera todos podían creer que estaban libres, responde que se debe vivir bien para que cada uno se pueda encontrar entre aquellos por cuya intercesión se libran otros; no suceda que sean tan pocos que atendiendo cada uno al número que se le ha asignado, resulte que muchos queden sin ser librados de las penas por la intercesión de los santos. Por esta razón sería una gran temeridad sin fundamento el confiarse de esta manera a la intercesión de otro.

Remigio
El que da fruto como treinta, es el que enseña la fe en la Santísima Trinidad; como sesenta, el que recomienda la perfección de las buenas obras, porque el número seis es el tiempo que Dios empleó en hacer el mundo ( Gén 2); como ciento, el que promete la vida eterna; porque el número ciento pasa de la izquierda a la derecha, entendiéndose por izquierda la vida presente, y por derecha la futura. En otro sentido: la semilla de la Palabra de Dios da fruto como treinta, cuando produce el buen pensamiento, como sesenta, cuando engendra la buena palabra, y como ciento, cuando conduce a la buena obra.

San Agustín, quaestiones evangeliorum, 1, 10-11
O de otra manera, el número ciento es el fruto de los mártires, a causa de la santidad de su vida y el desprecio de su muerte; el sesenta, el de las vírgenes, por su tranquilidad interior, porque no combaten contra la costumbre de la carne; suele también concederse el descanso a los sexagenarios en la carrera militar y en otros empleos públicos; el número treinta es el de los casados, porque es la edad del combate, y ellos tienen que sostener rudos asaltos para no ser víctimas de sus pasiones. O de otra manera, tienen que luchar con el amor de los bienes temporales para no ser vencidos, y deben domarlo y sujetarlo a fin de reprimirlo con facilidad, o extinguirlo de tal manera que no pueda producir emoción alguna. De aquí proviene, el que unos afronten la muerte por la verdad con energía, otros con tranquilidad y otros con placer. A estos tres grados de virtud corresponden las tres clases de frutos que da la tierra: el treinta, el sesenta y el ciento. En alguno de estos tres grados debe encontrarse el hombre que piensa partir bien de esta vida.

San Jerónimo
O también, la semilla que da ciento se aplica a las vírgenes, el sesenta a las viudas y a los que están en estado de continencia, y el treinta a los matrimonios castos. O de otro modo, el treinta se refiere a las bodas, porque la articulación de los dedos que los enlaza y estrecha, como con cierto ósculo tierno, nos representa la unión del hombre y de la mujer; el sesenta a las viudas, representadas por la presión del dedo pulgar, a causa de las angustias y tribulaciones en que fueron colocadas, pero que recibirán mayor premio por haber vencido los placeres, tanto más difíciles de combatir cuanto que ya tenían experiencia de ellos. Por último, el número ciento, que está expresado por la mano izquierda y por la derecha, y formando un círculo por los mismos dedos, pero de distinta mano, expresa la corona de la virginidad.


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