Catena Áurea

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Y cuando vieron la estrella se regocijaron en gran manera. Y entrando en la casa hallaron al niño con María su Madre, y postrándose, le adoraron; y abiertos sus tesoros, le ofrecieron dones, oro, incienso y mirra. (vv. 10-11)


La glosa
Después de habernos manifestado la sumisión de la estrella, el evangelista nos refiere el gozo de los magos: "Y cuando vieron la estrella, se regocijaron en gran manera".

Remigio
Conviene notar que el evangelista no se contenta con decir "se regocijaron", sino que añade "en gran manera".

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 2
Ellos se regocijaron porque en vez de ver fallidas sus esperanzas, fueron, por el contrario, confirmadas más y más, y porque veían recompensadas las penalidades de un camino tan largo.

La glosa
Se alegra con gozo aquel que se alegra en Dios, que es el verdadero gozo. Añadió el evangelista en gran manera, porque se alegraban en el acontecimiento más grande.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 2
El misterio de la estrella les había hecho presentir que la dignidad del Rey que había nacido aventajaba a la de todos los reyes de la tierra.

Remigio
Añadió en gran manera, queriendo mostrar que más alegría causa a los hombres el encontrar lo que han perdido, que aquello que siempre poseyeron.

Continúa el evangelista: "Y entrando en la casa, hallaron al niño".

San León Magno, in sermone 4 de Epiphania
Pequeño de cuerpo, necesitando de los cuidados de los demás, incapaz de hablar y sin diferenciarse en nada de los demás niños, porque así como eran incontestables a causa de los testimonios que afirmaban que en él se encontraba invisible la majestad de Dios, de la misma manera debía probarse que aquella esencia eterna del Hijo de Dios estaba unida a la naturaleza humana.

"Con María su Madre".

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 2
No coronada su cabeza con diadema imperial, ni tampoco recostada sobre dorado lecho, sino teniendo apenas una sola túnica, no con que adornar su cuerpo, sino con que cubrir la desnudez, como la debía tener para viajar la esposa de un carpintero. Si ellos hubieran venido buscando a un rey terrenal indudablemente, se hubieran llenado más bien de confusión que de alegría, por haber sufrido sin resultado las molestias e incomodidades de un camino tan largo. Pero como ellos buscaban un rey celestial, y aun cuando con los ojos corporales no veían allí nada propio de rey, satisfechos, sin embargo, de lo que la estrella les decía, se regocijaban a la vista de este pobre niño, cuya majestad resplandecía en sus corazones y veían con los ojos del espíritu. Por eso, "postrándose le adoraron". Veían a un hombre, pero reconocían a Dios.

Rábano
Providencialmente José se había ausentado, no fuese que los gentiles tuvieran una mala sospecha.

La glosa
Aunque sus ofrendas fuesen conformes a las costumbres de su país -en Arabia abunda el oro, el incienso y otra porción de aromas- con estos dones, no obstante, querían significar que allí se encerraba un misterio. Por eso dice a continuación el sagrado texto: "Y abiertos sus tesoros, le ofrecieron dones, oro, incienso y mirra.

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 10
El oro corresponde al rey, el incienso formaba parte de los sacrificios que se hacían a Dios, y la mirra sirve para embalsamar a los cadáveres.

San Agustín, in sermonibus de Epiphania
Se le ofrece el oro como a un gran rey, se quema el incienso en su presencia como delante de Dios, y se le ofrece la mirra como a aquél que había de morir por la salvación de todos.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 2
Aunque ellos no comprendían qué misterio era éste ni qué significaba cada uno de sus dones, poco importaba, porque la misma gracia que los inducía a hacer estas cosas, lo tenía todo dispuesto y ordenado.

Remigio
Debe notarse que cada uno de los tres no presenta por sí separadamente uno de los tres dones, sino que cada uno ofrece los tres, predicando así al rey, al hombre y a Dios.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 7
Avergüéncense Marción y Pablo de Samosata, que no quieren ver lo que vieron los magos progenitores de la Iglesia, que adoraron a Dios hecho hombre. Que era hombre lo dicen aquellos pañales y aquel pesebre. Que lo adoraron no como a un simple mortal, sino como a Dios, lo testifican esas ofrendas que no convienen más que a Dios. Llénense también de confusión los judíos, que fueron prevenidos por los magos y rehusaron ir en pos de ellos.

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 10
Esto también puede significar otra cosa, entendiéndose por el oro la sabiduría, según la frase de Salomón: "Tesoro apetecible reposará en la boca del sabio" (Pr 21, 20); por el incienso que se quema delante de Dios, la virtud de la oración, conforme al versículo de David: "Suba derecha mi oración como incienso en tu presencia" ( Sal 140, 2), y por la mirra la mortificación de la carne. Ofreceremos, pues, oro a este nuevo Rey, si resplandecemos delante de él con la luz de la sabiduría; el incienso, si por medio de la oración con nuestras oraciones exhalamos en su presencia olor fragante; y mirra si con la abstinencia mortificamos los apetitos de la sensualidad.

La glosa
Los tres hombres que ofrecen a Dios sus dones representan a sus pies las naciones venidas de las tres partes del mundo. Mientras abren sus tesoros, hacen salir del fondo de su corazón la confesión de la fe. Lo hacen "en la casa" para enseñarnos que no debemos publicar los tesoros de nuestra alma. Ofrecen tres dones, esto es, la fe en la Santa Trinidad. También puede entenderse que de sus tesoros abiertos ellos ofrecen los que son figuras de los tres sentidos de la Sagrada Escritura: el histórico, el moral y el alegórico; o las tres partes de la ciencia: la lógica, la física y la moral, ciencias todas que sirven a la fe.


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