Catena Áurea
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← Mt 24, 45-51 →
"¿Quién creéis que es el siervo fiel y prudente, a quien su Señor puso sobre su familia, para que les dé de comer a tiempo? Bienaventurado aquel siervo a quien hallare su Señor así haciendo cuando viniere. En verdad os digo que le pondrá sobre todos sus bienes. Mas si dijera el siervo malo en su corazón: Se tarda mi Señor en venir, y comenzaré a maltratar a sus compañeros, y a comer y beber con los que se embriagan, vendrá el Señor de aquel siervo el día que no espera, y a la hora que no sabe, y lo separará, y pondrá su parte con los hipócritas. Allí será el llorar, y el crujir de dientes". (vv. 45-51)
San Hilario, in Matthaeum, 27
Aunque el Señor nos había exhortado en general a vivir con mucha vigilancia, encomienda de un modo especial a los príncipes de su pueblo (esto es, a los obispos) la solicitud en la expectación y su venida. Pues el siervo fiel y cabeza prudente de su familia significa el pastor que provee de lo útil y conveniente al rebaño que le está cometido. Por esto dice: "¿Quién creéis que es el siervo fiel y prudente?" etc.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 77, 3
Cuando dice, quién piensas, no es por ignorancia, porque se encuentra en la Escritura que también el Padre pregunta; como, por ejemplo, cuando dice: "¿Adán, dónde estás?" (Gn 3, 9).
Remigio
No indica esta pregunta ciertamente la imposibilidad de practicar la virtud, sino la dificultad.
Glosa
Raro es el siervo fiel que sirva al Señor por el Señor y apaciente las ovejas de Cristo, no por el lucro sino por amor a Cristo; que discierna con prudencia la capacidad, vida y costumbres de sus súbditos.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 77, 3
Dos cosas exige de semejante siervo. A saber, prudencia y fidelidad: llama en verdad fiel a aquél que no se apropia nada de lo que pertenece a su Señor, ni gasta inútilmente sus cosas. Y llama prudente a aquél que conoce el modo con que conviene administrar lo que se le ha confiado.
Orígenes, in Matthaeum, 31
También al que progresa en la fe, aunque en ella no sea perfecto, se le llama comúnmente fiel, y prudente al que está dotado de una inteligencia viva. Si alguno lo observa, encontrará muchos fieles que se ejercitan en la práctica de la fe; pero no muchos prudentes, porque a los necios del mundo eligió Dios ( 1Cor 1, 27). Y por el contrario hallará otros que son prudentes, pero de poca fe. Y es raro encontrar en uno solo fidelidad y prudencia. Para que, pues, a su tiempo dé el alimento, uno necesita la prudencia, pero es obra de fe no privar de alimento a los indigentes. Por tanto, no es, pues, inoportuno encargar que según el buen sentido seamos fieles y prudentes, para administrar los intereses de la Iglesia; fieles para que no disipemos lo que es de las viudas, nos acordemos de los pobres, y no demos ocasión de murmuración a los que reciben (según está escrito). Dios estableció que los que predican el Evangelio vivan de él ( 1Cor 9, 14), y no busquemos más que el simple alimento y el vestido necesario, ni tengamos más que lo que tienen los pobres. Y prudentes para que prudentemente averigüemos la situación de los pobres, la causa de su indigencia, la clase en que cada uno ha sido educado, lo que le hace falta; pues ciertamente necesita mucha discreción el que quiera administrar bien las rentas de la Iglesia. Sea también fiel y prudente el siervo y no desperdicie el alimento racional y espiritual con quienes no conviene, queriendo exhibirse como sabio. Especialmente con aquéllos que más bien necesitan que se les predique la reforma de costumbres y arreglo de vida, que la ilustración científica. Pero a los que pueden comprender con más talento, no se desdeñe de exponerles cosas más altas; no sea que exponiendo las pequeñas sean despreciados por aquéllos que naturalmente son inteligentes o se hacen agudos con el estudio de las ciencias profanas.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 77, 3
Esta parábola se adapta también a los príncipes del siglo, pues cada uno debe usar de lo que tiene para el bien común, y no redunde en daño de los ciudadanos, y aun de sí mismos, bien sea sabio, magnate o de cualquier otra clase.
Rábano
El Señor es Jesucristo; la familia que constituyó, es la Iglesia católica. Difícil es, pues, encontrar en una sola persona la prudencia y fidelidad, pero no es imposible, porque no llamaría Dios bendito al que no pudiera serlo, como añade; bienaventurado aquel siervo que al venir su dueño, lo encontrara obrando así.
San Hilario, in Matthaeum, 27
Esto es, obedeciendo los preceptos de su Señor, y dispensando con oportunidad a la familia el alimento de la doctrina y la palabra de vida eterna.
Remigio
Nótese que así como hay gran diferencia de méritos entre los buenos predicadores y los buenos oyentes, así la hay también de premios. Dice San Lucas, si hallare buenos oyentes les hará sentarse a su mesa, y les dará buenos predicadores. Por lo que sigue: "en verdad os digo, que le constituirá sobre todos sus bienes".
Orígenes, in Matthaeum, 32
A saber para que reine con Cristo, a quien el Padre entregó todas las cosas. Pues como hijo de un buen padre colocado al frente de todo su patrimonio, comunica a todos sus dependientes la misma dignidad y gloria para que estén sobre todo lo creado.
Rábano
No para que gocen solos, sino sobre los demás, del premio eterno, ya por su vida ejemplar, ya también por el cuidado que tuvieron de su grey.
San Hilario, in Matthaeum, 27
O bien será constituido sobre todo bien; esto es, colocado en la gloria de Dios, sobre la que nada hay mejor.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 77, 4
Después instruye al oyente no sólo del premio prometido a los buenos, sino también de la pena que amenaza a los malos, cuando añade: "Pero si el malo dijere", etc.
San Agustín, epistola 80
Cuál sea el espíritu de este siervo, se infiere de sus costumbres, las cuales, aunque brevemente, procuró indicar el buen Maestro cuando dice sobre su soberbia: "Y empezare a maltratar a sus consiervos"; y sobre su lujuria cuando dice: "Y se ponga a comer", etc. Y no decía: "Mi Señor tarda", lo que demostraría deseo por su Señor; como ardía en él aquél que dijo: "Está sedienta mi alma de Dios vivo, ¿cuándo vendrá?" ( Sal 41, 3). Diciendo, pues, cuándo vendrá, expresaba el continuo afán que padecía, pareciéndole, por su deseo, largo el tiempo, que tanto corre.
Orígenes, in Matthaeum, 31
Peca por consiguiente contra Dios todo Obispo que no administra como siervo, sino como dueño; y frecuentemente como amargo dueño, que domina por la fuerza, y no acoge a los indigentes, sino que se regala con los ebrios. Y siempre se imagina que el Señor tardará en venir.
Rábano
En sentido figurado puede también entenderse por maltrato de los consiervos, la perversión de la conciencia de los débiles, con su palabra y mal ejemplo.
San Jerónimo
Cuando dice: "Vendrá el Señor de aquel siervo", etc., lo dice para que sepan que cuando menos lo piensen, entonces vendrá el Señor, y encarga la vigilancia y cuidado a sus pastores. En verdad que cuando dice: "Le dividirá", no se ha de entender que le partirá con la espada, sino que le separará de la comunión de los Santos.
Orígenes, in Matthaeum, 31
O le dividirá cuando su espíritu (esto es, su casa espiritual) vuelva al Dios que se la dio, y su alma con su cuerpo vaya al infierno. El justo no es dividido, sino que su alma va con su espíritu (esto es, su don espiritual) al reino de los cielos. Los que son divididos no tienen en lo sucesivo en sí parte del don espiritual, que era de Dios; sino que queda la parte que era de ellos mismos, esto es, el alma que con el cuerpo será castigada. De donde sigue: "Y su parte será con los hipócritas".
San Jerónimo
Con aquéllos que estaban en el campo y que molían, y sin embargo fueron abandonados. Pues muchas veces decimos que el hipócrita es una cosa, y manifiesta otra; así como en el campo y en la muela parecía que hacían lo mismo, pero el resultado demostró diferente intención.
Rábano
O con los hipócritas recibe su parte, a saber: doble condenación, esto es, fuego y frío. Y de aquí se sigue: "Allí será el llanto y el crujir de dientes"; al fuego corresponde el llanto de los ojos, y al frío el rechinar de dientes.
Orígenes, in Matthaeum, 31
O el llanto será para aquéllos que malamente se rieron en este mundo; y para aquéllos que holgaron irracionalmente, será el crujir de dientes; porque no queriendo sufrir dolores materiales, viéndose atormentados, rechinarán los dientes; y en fin, para los maldicientes y detractores. De lo dicho se infiere que no sólo constituyó el Señor Jefes de su Iglesia a los que son fieles y prudentes, sino también a los malos; y que no los salva por estar constituidos por el Señor Prelados de la Iglesia, sino por dar a su tiempo el alimento espiritual y abstenerse de la soberbia y la avaricia.
San Agustín, epistola 80
Condenado ya el siervo malo que sin duda alguna aborrece la venida de su Señor, pongamos ante nuestros ojos tres siervos buenos que desean su venida. Si uno de ellos dice que su Señor vendrá pronto, el otro más tarde, y el tercero confiesa su ignorancia sobre cuándo vendrá, veamos quién se conforma más con el Evangelio. Uno dice: vigilemos y oremos, porque pronto vendrá el Señor. Dice otro: vigilemos, porque esta vida es corta e incierta, aunque el Señor tarde en venir. Y dice el tercero: vigilemos, porque es breve e incierta esta vida y no sabemos cuándo vendrá el Señor ( Mt 24, 42). ¿Quién es el que dice lo que oímos decir en el Evangelio: vigilad, porque no sabéis en qué hora vendrá el Señor? Todos los que tienen deseos del reino de Dios, quieren y desean que sea verdad lo que piensa el primero; por consiguiente, si sucediere, se alegrarán con él el segundo y el tercero. Pero si no sucediere, es de temer que prevariquen los que creían lo que había dicho el primero, y empiecen a pensar que la venida del Señor no sólo tardará, sino que no se realizará. El que cree lo que dice el segundo, de que el Señor tardará en venir, si resultare falso, no prevaricará en la fe, sino que gozará de una alegría inesperada; pero el que confiesa ignorar lo que sucederá, desea aquello, tolera esto, no hiere en uno ni en otro porque no afirma ni niega ninguna de las dos.