Catena Áurea
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← Mt 27, 51-56 →
Y he aquí se rasgó el velo del templo en dos partes de alto a bajo. Y tembló la tierra y se hendieron las piedras. Y se abrieron los sepulcros y muchos cuerpos de santos que habían muerto, resucitaron. Y saliendo de los sepulcros después de la resurrección de El, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos. Mas el centurión y los que con él estaban guardando a Jesús, visto el terremoto y las cosas que pasaban tuvieron grande miedo y decían: "Verdaderamente Hijo de Dios era Este". Y estaban allí muchas mujeres a lo lejos, que habían seguido a Jesús desde Galilea sirviéndole. Entre las cuales estaba María Magdalena, y María madre de Santiago y de José, y la madre de los hijos del Zebedeo. (vv. 51-56)
Orígenes, in Mattaheum, 35
Sucedieron grandes cosas desde que Jesús clamó con aquella gran voz. Por esto sigue: "Y he aquí que se rasgó el velo del templo", etc.
San Agustín, de consensu evangelistarum, 3, 19
Se da a conocer con bastante claridad que se rasgó el velo en cuanto Jesús entregó su espíritu. Si San Mateo no hubiese añadido: "Y he aquí", sino que sencillamente hubiese dicho: "Y el velo del templo se rasgó", sería dudoso si era éste o San Marcos recapitulando lo que había recordado. San Lucas, sin embargo, se había atenido al orden porque dijo: "El sol se oscureció" ( Lc 23, 45) y a continuación creyó oportuno añadir: "Y el velo del templo se rasgó". Parece que San Lucas recapituló cuanto aquellos habían dicho por su orden.
Orígenes, in Matthaeum, 35
Se sabe que había dos velos en el templo; uno que cubría el Sancta Sanctorum y otro exterior que cubría el tabernáculo o la entrada del templo. En la pasión de nuestro Salvador, se rasgó el velo que estaba fuera desde lo alto hasta lo bajo para que se publicasen todos los misterios que desde el principio del mundo hasta entonces estaban ocultos con el velo del misterio y que con razón habían permanecido ocultos hasta la venida de nuestro Señor. Cuando llegue la perfección de todas las cosas, entonces también se quitará el segundo velo para que podamos ver hasta lo que hay oculto en el interior (esto es, la verdadera arca del testamento) y la naturaleza de las cosas tal y como son, viendo los querubines y todo lo demás.
San Hilario, in Matthaeum, 33
Se rasga el velo del templo, porque el pueblo quedaba dividido en dos partes y se le quita el honor de este velo con la defensa del ángel de la guarda.
San León Magno, 55, 4
La súbita perturbación de todos los elementos es un testimonio suficiente en favor de esta adorable pasión. "Y tembló la tierra y las piedras", etc.
San Jerónimo
Nadie debe dudar de lo que representa la grandeza de estas señales (aun ateniéndonos a la letra), puesto que el cielo, la tierra y el universo probaban que su Señor era a quien habían crucificado.
San Hilario, in Matthaeum, 33
La tierra se mueve porque no era capaz de recibir a este muerto. Las piedras se rompieron porque la palabra de Dios penetra todas las cosas por duras y fuertes que sean y la potestad de su eterno poder las hizo chocarse. Las sepulcros se abrieron porque los sepulcros de la muerte estaban abiertos. "Y muchos cuerpos de santos que habían muerto, resucitaron". Habiendo Jesús desterrado las tinieblas de la muerte e iluminado las oscuridades de los abismos, quitaba a la muerte sus despojos.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 88, 2
Cuando el Salvador estaba en la cruz, los que se burlaban de El decían: "Salvó a otros y a sí mismo no puede salvarse"; pero lo que no quiso hacer consigo lo hizo con los cuerpos de sus siervos como lo demostró ampliamente. Si bien es verdad que hizo un gran milagro resucitando a Lázaro después de cuatro días de muerto, mucho más hizo ahora resucitando de repente a los que habían muerto mucho tiempo antes y haciéndolos aparecer vivos. Esto era una figura de la futura resurrección. Y para que no se creyese que era pura fantasía lo que sucedió, el Evangelista añade: "Y saliendo de los sepulcros después de la resurrección de El, vinieron a la santa ciudad y se aparecieron a muchos".
San Jerónimo
Del mismo modo que Lázaro resucitó, así resucitaron muchos cuerpos de santos, demostrando que el Señor había resucitado. Sin embargo, cuando se abrieron los sepulcros, no salieron de ellos los difuntos antes de que resucitase el Señor para que El fuera el primogénito de la resurrección de entre los muertos. Entendamos por santa ciudad en la que fueron vistos los resucitados o a la Jerusalén celestial o a esta tierra que antes había sido santa. Porque santa se llamaba la ciudad de Jerusalén por el templo y por el Sancta Sanctorum y por la preeminencia sobre otras ciudades en que se adoraban ídolos. Pero cuando se dice que aparecieron a muchos, se da a entender que la resurrección no fue general, sino especialmente a muchos que merecían conocer lo que veían.
Remigio
Preguntan algunos qué ocurrió con aquéllos que resucitaron cuando resucitó el Señor. Es de creer que habían resucitado para ser testigos de la resurrección del Señor. Algunos afirman que volvieron a morir y a convertirse en polvo, como sucedió a Lázaro y a los demás a quienes el Señor resucitó. Pero no puede darse crédito a lo que éstos dicen. Porque entonces les hubiese servido de mayor tormento a aquéllos que resucitaron si hubiesen vuelto a morir en seguida, que si no hubiesen resucitado. Lo que debemos creer es que resucitaron cuando resucitó el Señor y que cuando El subió a los cielos se subieron ellos también.
Orígenes, in Matthaeum, 35
Estos grandes misterios suceden todos los días pues el velo del templo se abre a los santos para que vean los misterios que encubre, la tierra se mueve (esto es, toda carne) a impulsos de la divina palabra de los misterios del nuevo Testamento, las peñas se abren para que lo que fueron misterios para los profetas sean realidad de sacramentos espirituales para nosotros. Los cuerpos de las almas pecadoras que están muertas a Dios son llamadas sepulcros. Cuando estas almas son resucitadas por la gracia de Dios, sus cuerpos que antes fueron sepulcros de muertos, se convierten en cuerpos de santos y los ven salir de los mismos y seguir a Aquél que resucitó y que andan con El en su nueva vida. Los que son dignos de tener trato en los cielos entran en la santa ciudad en todos los tiempos y se aparecen a muchos de los que ven sus buenas obras.
"Mas el Centurión y los que con él estaban guardando a Jesús, visto el terremoto y los portentos que pasaban, tuvieron grande miedo y decían: Verdaderamente Hijo de Dios era Este".
San Agustín, de consensu evangelistarum, 3, 20
No se opone a esto lo que dice San Mateo, que el centurión se admiró, así como los que estaban con él. Porque también San Lucas dice que se admiró cuando dio aquel fuerte grito al espirar. Respecto a esto, San Mateo no sólo dijo que "visto el terremoto", sino que también añadió: "Y lo que sucedía", demostrando con esto lo mismo que San Lucas, quien dice que el centurión se admiró con la muerte de Salvador porque todo lo que entonces sucedía fue prodigioso.
San Jerónimo
Debe considerarse que el centurión al presenciar el escándalo de la pasión del Señor, ya confiesa que es verdadero Hijo de Dios, mientras que Arrio, en el seno de la Iglesia, le llama sólo hombre.
Rábano
Con razón el centurión representa la fe de la Iglesia. Habiéndose desgarrado el velo de los misterios del cielo por la muerte del Salvador, la confirma dogmáticamente mientras la sinagoga calla que Jesús, verdadero y justo hombre, es también verdadero Hijo de Dios.
San León Magno, 66, 3
Tiemble toda la humanidad por la crucifixión de su Redentor con el ejemplo del centurión, rómpanse las piedras de las almas infieles y los que están encerrados en los sepulcros de la mortalidad salgan venciendo los obstáculos que los detienen; preséntense también ahora en la ciudad santa (esto es, en la Iglesia de Dios), anticipo de la futura resurrección y lo mismo que debe creerse respecto de los cuerpos, hágase en los corazones.
"Y estaban allí muchas mujeres a lo lejos, que habían seguido a Jesús desde Galilea sirviéndole", etc.
San Jerónimo
Era costumbre entre los judíos (y no se tomaba a mal en los tiempos antiguos) que las mujeres suministrasen de su propio peculio alimento y vestido a sus maestros, pero como esto podría servir de mal ejemplo para los gentiles, San Pablo recuerda que él lo prohibió. Servían, pues, al Señor de lo que les pertenecía a fin de que recibiendo de ellas el alimento corporal, anunciasen ellas el espiritual, no porque el Señor necesitase de los alimentos de sus criaturas, sino para mostrar un verdadero modelo de maestro que se contenta con percibir de sus discípulos la comida y el vestido. Pero veamos qué compañeros tuvieron. "Entre las cuales estaba María Magdalena y María madre de Santiago y José y la madre de los hijos del Zebedeo".
Orígenes, in Matthaeum, 35
San Marcos dice que la tercera se llamaba Salomé.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 88, 2
Pero estas mujeres contemplaban lo que entonces sucedía (porque eran sumamente compasivas). Y véase la constancia con que continuaron asistiéndole hasta en los mismos peligros, manifestando así su gran fortaleza, pues mientras los discípulos habían huido, ellas no se separaron de su lado.
San Jerónimo
Helvidio 1 dijo que Santiago y José son hijos de María, la Madre del Señor. A éstos los judíos los llamaron hermanos de Jesucristo. Habla de Santiago el Menor para distinguirlo de Santiago el Mayor, que era hijo del Zebedeo. Dice Helvidio que es erróneo pensar que no hubiese estado allí la Madre del Señor estando también las otras mujeres, o inventar no sé qué otra María, cuando el evangelio de San Juan asegura que la Madre del Señor estaba allí. ¡Oh ciego furor y alma maliciosa para su propio daño! Oiga, pues, lo que dice el evangelista San Juan: "Estaban junto a la cruz de Jesús su Madre y la hermana de su Madre María Cleofé y María Magdalena". Ninguno duda que hubo dos apóstoles llamados Santiago: el hijo de Zebedeo y el hijo de Alfeo. Sin embargo, acerca de aquel Santiago el menor de quien la Escritura dice que era hijo de María, podemos decir que es el hijo de Alfeo si se trata realmente de uno de los apóstoles. Pero si no es apóstol sino un tercer Santiago, ¿cómo puede considerarse como pariente del Señor? ¿Y cómo el tercero se llamará menor para distinguirle del mayor? Las palabras mayor y menor no se citan cuando se habla de tres sino cuando se quiere distinguir entre dos. El hijo de Alfeo fue llamado pariente del Señor, según afirma San Pablo (Ga 1, 19): "Yo no vi a ningún otro de los apóstoles más que a Santiago, pariente del Señor". Y para que no se crea que éste era el hijo del Zebedeo, léase los Hechos de los Apóstoles, en donde se dice que ya había sido muerto por Herodes ( Hch 12). De esto se deduce que aquella María a quien la Escritura llama madre de Santiago el Menor, fue la esposa de Alfeo, hermana de Santa María, la Madre del Señor, y la misma a quien San Juan llama María de Cleofás. Pero si te parece que se trata de dos distintas Marías, porque una vez es llamada María, madre de Santiago el Menor y otra vez María de Cleofás, estudia la costumbre de la Escritura de designar a la misma persona con nombres diferentes. Así como el suegro de Moisés es llamado Reuel y Jetró 2, del mismo modo la esposa de Alfeo es llamada María de Cleofás y María, madre de Santiago el Menor. Si ésta fuera la Madre del Señor, el Evangelista hubiese preferido llamarla así, como lo hace en todos los lugares. Y aunque María de Cleofás fuera distinta de María, madre de Santiago y José, consta ciertamente que esta última no puede ser la Madre del Señor.
San Agustín, de consensu evangelistarum, 3, 21
Se podría decir tanto que habían otras mujeres a lo lejos (como aseguran tres evangelistas), como otras junto a la cruz, como dijo San Juan, si San Mateo y San Lucas no hubiesen nombrado a Santa María Magdalena entre las que estaban a lo lejos y San Juan entre las que estaban junto a la cruz. No puede entenderse esto de otro modo sino diciendo que estaban a una distancia tal que se puede decir tanto que estaban junto a la cruz por encontrarse prontas en su presencia, como que estaban a lo lejos en comparación de la multitud que estaba más cerca rodeando al Salvador con el centurión y con los soldados. También podemos entender que aquéllas que estaban con la Madre del Salvador empezaron a marcharse después que la encomendó a su discípulo para salir de la aglomeración de la muchedumbre y para contemplar todo lo demás que sucedió desde mayor distancia. Por esto los evangelistas que hacen mención de ellas después de la muerte del Señor las citan como estando a lo lejos.
Notas
1. Laico romano, partidario del arriano Auxencio de Milán. Sostenía que Santa María había tenido otros hijos con José después del nacimiento de Jesús. San Jerónimo lo refuta en su obra La virginidad perpetua de Santa María.
2. Ver Ex 3, 1; 4, 18; 18, 1-2.5-6.12 y 2, 18.