Catena Áurea
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← Mt 27, 45-50 →
Mas desde la hora de sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora de nona. Y cerca de la hora de nona clamó Jesús con grande voz, diciendo: "Elí, Elí, lamma sabactani"; esto es: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?" Algunos, pues, de los que allí estaban, cuando esto oyeron decían: "A Elías llama Este". Y luego corriendo uno de ellos, tomó una esponja y la empapó en vinagre, y la puso sobre una caña, y le daba a beber. Y los otros decían: "Dejad, veamos si viene Elías a librarlo". Mas Jesús, clamando segunda vez con grande voz, entregó el espíritu. (vv. 45-50)
San Juan Crisóstomo, in serm. de Passione
No podía sufrir la criatura la ofensa hecha a su Creador; así fue que el sol recogió sus rayos para no ver las acciones de los impíos, y por esto se dice: "Mas desde la hora de sexta hubo tinieblas por toda la tierra, hasta la hora de nona".
Orígenes, in Matthaeum, 35
Algunos dudan de la veracidad de este texto del Evangelio. El ocultamiento del sol siempre se verifica cuando le llega su tiempo; pero este eclipse que suele suceder llegado el momento, no acontece en ninguna otra época más que cuando el sol y la luna están en conjunción. O sea cuando la luna gira por debajo del sol, e impide que los rayos de éste lleguen a la tierra. Mas en el día en que padeció nuestro Señor, se sabe perfectamente que no tenía lugar esa conjunción de la luna respecto del sol, puesto que era tiempo pascual, y que la pascua se celebraba en el plenilunio. Algunos de los fieles, queriendo defender de algún modo esta verdad, dijeron en contra de esto, que aquella falta del sol se verificó como los demás nuevos prodigios que contra el orden acostumbrado hace Dios cuando lo cree oportuno.
Dionisio, epistola, 7
Veíamos que la luna coincidía con el sol cuando no le correspondía (porque no era tiempo de conjunción). Y además que la luna desde la hora de nona hasta la de víspera, se encontraba ocultando el diámetro del sol de una manera sobrenatural. Veíamos también que el mismo eclipse empezaba por el Oriente, y que llegaba hasta el término del disco solar, pero que después retrocedía. Y que otra vez, no de este mismo modo, por defecto o por oposición, sino que por el contrario, se verificaba en toda la extensión del disco.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 88, 1
Duraron tres horas las tinieblas, cuando el eclipse de sol pasa en breve tiempo, pues no se detiene, como saben los que lo han observado.
Orígenes, in Matthaeum, 35
Pero en contra de esto dicen los hombres del mundo: cuando sucedió este hecho tan admirable, llama la atención que ninguno de los griegos o de los bárbaros, ni de los que lo vieron dejaron consignado que tal acontecimiento hubiese ocurrido en tiempo alguno. Pero Flegón escribió en sus Crónicas, que sucedió esto en tiempo de Tiberio César, aun cuando no dijo que se verificó en el plenilunio. Y yo creo que así como los demás prodigios que se verificaron en la pasión del Señor (esto es, que el velo se rasgó, que la tierra tembló, etc.), esto se verificó únicamente en Jerusalén, etc., o, si se quiere, en Judea, así como, en el libro Primero de Reyes, diga como Badiás refiriéndose a otra cosa: "Vive el Señor Dios tuyo, si hay una gente o un reino a donde no haya enviado a buscarte el Señor mi Dios" ( 1Re 18, 10), manifestando que en verdad lo había buscado entre los gentiles alrededor de Judea. Es muy natural también que el comprender que algunas nubes muy oscuras y muy grandes se reuniesen sobre la ciudad de Jerusalén y el territorio de los judíos y que, por lo tanto, ocurrieron profundas tinieblas desde la hora de sexta hasta la de nona. Se sabe que dos criaturas fueron hechas en el día sexto. A saber: los animales antes de la hora sexta, y en la sexta el hombre; y que, por lo tanto, debía estar crucificado en la hora de sexta el que moría por la salvación del hombre, y que desde la hora de sexta empezaron las tinieblas, y se extendieron por toda la tierra hasta la hora de nona. En otro tiempo, cuando Moisés elevó sus manos al cielo, se extendieron las tinieblas sobre los egipcios cuando tenían cautivos a los siervos de Dios. Del mismo modo, cuando Jesucristo extendió sus manos hacia el cielo en la cruz, sobre el pueblo que había clamado: "Crucifícale" ( Mc 15, 14), a la hora de sexta, se extendieron también las tinieblas. Y desde aquel momento quedaron privados de toda luz, como señal de las futuras tinieblas que habían de ocultar sus inteligencias y que habían de alcanzar a todos los judíos. Del mismo modo, en tiempo de Moisés se cubrió de tinieblas la tierra de Egipto por espacio de tres días, permaneciendo la luz para los hijos de Israel. En tiempo de Cristo las tinieblas oscurecieron toda Judea por tres horas, ya que a causa de sus pecados, fueron privados de la luz de Dios Padre y del esplendor de Cristo y de la iluminación del Espíritu Santo. Por el contrario, la luz que brilla sobre todo el resto de la tierra ilumina a toda la Iglesia de Dios en Cristo. Y si las tinieblas oscurecieron Judea hasta la hora de nona, es claro que nuevamente brillará la luz sobre ellos porque cuando la plenitud de los gentiles hayan entrado entonces todo Israel será salvado (Rm 11, 25).
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 88, 1
Admira, en verdad, que las tinieblas se extendiesen por toda la tierra, lo cual nunca había sucedido. Unicamente en Egipto hubo tinieblas cuando se celebró la pascua. Pero éstas que entonces ocurrieron eran figuras de las que ahora sucedieron. Y véase cómo las tinieblas se verifican en la mitad del día, o sea cuando había luz. De tal modo, que pudieron admirar este milagro todos los habitantes de la tierra. Esta es la señal que había ofrecido Jesucristo que daría a aquéllos que se la pidieron, diciendo: "Esta generación mala y adúltera pide una señal, y no le será concedida sino la del profeta Jonás" ( Mt 12, 39). Y esta señal daba a conocer la muerte y la resurrección. Además, mucho más admirable es que sucediese esto cuando el Señor había sido crucificado, y no cuando andaba por la tierra. Esto era muy suficiente para que se convirtieran los judíos, no sólo por la magnificencia del milagro, sino porque esto sucedió después que hubieron hablado todo lo que quisieron, y se saciaron de injuriarle. ¿Y cómo no se admiraron todos ni creyeron que Jesús era Dios? Porque aquella clase de hombres tenían mucha malicia y grande abandono; así es que sucedió este prodigio, y no conocieron cuál era la causa que lo producía. Por lo que habló El mismo después, para manifestar que vivía y que El mismo fue quien hizo aquel milagro. Sigue: "Y cerca de la hora de nona clamó Jesús con grande voz, diciendo: Elí, Elí, lamma sabactani; esto es, Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?"
San Jerónimo
Dijo el principio del salmo ( Sal 21, 2). Por lo tanto es inútil lo que se encuentra en medio del versículo: "Mírame". En el texto hebreo se lee: "Elí, Elí, lamma sabactani" esto es "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?" Luego los que creen que el salmo fue citado por la persona de David -o por Ester y Mardoqueo- son impíos, puesto que también los testimonios del Evangelista tomados de él se refieren al Salvador, como son aquellas palabras: "Se dividieron mis vestidos y taladraron mis manos" ( Sal 22, 17-19; Mt 27, 35).
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 88, 1
Por lo tanto habló con las palabras del profeta, dando así testimonio del Antiguo Testamento hasta la última hora; y para que vean cómo honra a su Padre y que no le contraría. Por eso habló en hebreo, para que todos entendiesen lo que decía.
Orígenes, in Matthaeum, 35
Debemos preguntarnos: ¿Qué se entiende cuando se dice que Jesucristo es abandonado por Dios? Algunos, al no poder explicarlo, dicen que fue dicho por humildad. Pero claramente se podría entender qué dice, haciendo una comparación de su gloria que tenía junto al Padre y la turbación que padeció despreciado en la cruz.
San Hilario, in Matthaeum, 33
Los intérpretes herejes deducen de estas palabras o que faltó el Verbo de Dios, no animando aquel cuerpo al que vivificaría, haciendo las veces de alma, o que Jesucristo no nació hombre, sino que el Verbo de Dios estaba en él a manera de espíritu profético. Pero si Jesucristo tenía únicamente un alma y un cuerpo desde que empezó a ser hombre, como tienen de ordinario todos los hombres desde su principio, ahora aparece que retirada la protección del Verbo de Dios, como destituído de toda protección, clama de este modo: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?". También puede decirse que la naturaleza del Verbo había cambiado en realidad respecto del alma, y que Jesucristo necesitaba del auxilio del Padre para todo, y que ahora, como desamparándole, permitió que se quejase de su soledad. Mas ante estas afirmaciones débiles e impías, tenemos la fe de la Iglesia, apoyada en las enseñanzas de los Apóstoles, que no permite que Jesucristo sea dividido ni que el Hijo de Dios deje de ser considerado también como Hijo del hombre; porque esta queja de quedar abandonado, no es otra cosa que la debilidad propia del que agoniza; y la promesa del paraíso, es el reino de Dios vivo. El que se queja de haber sido abandonado a la hora de la muerte, habla así porque es hombre; pero a la vez tenemos a este mismo que muere ofreciendo que reinará en el paraíso, porque es Dios. No te admire, pues, la humildad de las palabras y las quejas del que es abandonado, y cuando lo vez en la forma de siervo, cree en el escándalo de la cruz.
Glosa
Se dice que Dios lo abandonó en su muerte, porque lo dejó bajo el poder de sus perseguidores; le retiró su protección, pero no dividió su unión.
Orígenes, in Matthaeum, 35
Después que vio el Salvador que las tinieblas se habían extendido por toda Judea, dijo estas palabras, dando a entender que el Padre le había abandonado. Esto es, que lo había entregado, cuando ya no tenía fuerzas, a tantas calamidades, para que aquel pueblo que había sido tan honrado por el Padre, recibiera lo que merecía, por lo que se había atrevido a hacer con El. Esto es, que quedase privado de la luz de su protección, ya que El había sido abandonado por la salvación de las gentes. ¿Qué mérito habían adquirido los que creyeron de entre los gentiles, para que mereciesen ser comprados del poder del enemigo, por la sangre preciosa de Jesucristo derramada sobre la tierra? ¿O qué habían de hacer los hombres en adelante, para ser dignos de que Jesús padeciese por ellos toda clase de tormentos? Acaso viendo los pecados de los hombres por quienes sufría, dijo: ¿Por qué me has abandonado?, ¿para que me pareciese a aquél que coge rastrojos en la siega, o racimos en la vendimia? No creas que el Salvador dijo estas cosas como suelen decirlas los hombres, cuando experimentan sufrimientos como El padecía en la cruz. Porque si lo crees en este sentido, no oirás su gran voz, la que manifiesta que algo grande se encierra en ella.
Rábano
El Salvador dijo esto como rodeado de nuestras tribulaciones cuando en los peligros nos consideramos abandonados de Dios. La naturaleza humana fue abandonada de Dios por el pecado, pero como el Hijo de Dios se hizo abogado nuestro, deplora la miseria de aquéllos cuya culpa aceptó. En lo que da a conocer cuánto deben llorar aquéllos que pecan, cuando así lloró quien nunca había pecado.
Sigue: "Algunos de los que allí estaban, cuando esto oyeron, decían: a Elías llama Este".
San Jerónimo
No todos sino algunos, quienes yo creo serían soldados romanos, porque no entendían las propiedades de la lengua hebrea. Y por esta razón cuando dijo: "Elí, Elí", creían que llamaba a Elías. Pero si queremos creer que eran los judíos los que decían esto, tendremos que decir que según venían haciendo, se propondrían difamar al Señor como imbécil, porque llamaba en su auxilio a Elías.
Sigue: "Y luego corriendo uno de ellos tomó una esponja y la empapó en vinagre", etc.
San Agustín, in serm. de Passione
De este modo se da a beber vinagre al que es la fuente de la dulzura; el que da la miel es amargado con hiel; el que perdona, es azotado; el que dispensa gracias, es condenado; la majestad es burlada; la virtud es vilipendiada y es cubierto de esputos el que da la lluvia.
San Hilario, in Matthaeum, 33
El vinagre, pues, es un vino agriado por su mala naturaleza o por descuido o por la calidad de la vasija. Porque el vino representa el honor o la virtud de la inmortalidad. Como se había agriado en Adán, el Señor lo recibió y bebió por los hombres. Y se le ofrece con una caña y en una esponja para que bebiese; esto es, recibió los vicios de la corrupción humana por los que se había perdido la felicidad eterna, y así identificó en sí mismo para participación de la inmortalidad, todo lo que estaba viciado en nosotros.
Remigio
O de otro modo. Los judíos que eran el vinagre degenerado del vino de los patriarcas y de los profetas, tenían los corazones rebosando engaño como la esponja cavernosa tiene escondrijos profundos y tortuosos. Por la caña se representa la Sagrada Escritura, que se cumplía en este acontecimiento. Así como la lengua hebrea y la griega se dice que son la locución que se hace por la lengua, así la caña es la que representa la letra o la escritura que se hacía por medio de una caña
Orígenes, in Matthaeum, 35
Y algunos que están instruidos en las enseñanzas de la Iglesia, pero que viven mal, dan a beber a su Dios vino mezclado con hiel. Y los que atribuyen a Jesucristo sentencias contrarias a la verdad, como si El las hubiera dicho, son los que llenan la esponja de hiel, la ponen sobre la caña de la Sagrada Escritura, y la ofrecen a la boca del Salvador.
Sigue: "Pero los demás decían: dejad, veamos si viene Elías a librarlo".
Rábano
Como los soldados entendían en mal sentido las palabras del Salvador, en vano esperaban la venida de Elías. Pero el Salvador invocaba en lengua hebrea a Dios y lo tenía inseparablemente consigo.
San Agustín, in serm. de Passione
Como Jesucristo ya nada tenía que padecer, la muerte se detiene porque comprende que allí no tiene dominio alguno. Quedó sorprendida ante aquella novedad que nunca había conocido. Vio que éste nunca había pecado, que estaba libre de culpas y que no tenía sobre El ninguna clase de derecho. Sin embargo, la muerte se acercó aliada al furor de los judíos y se lanza como desesperada sobre el autor de la vida. Por esto sigue: "Mas Jesús clamando segunda vez con grande voz, entregó el espíritu". ¿Por qué desagrada a algunos que Jesucristo viniendo del seno del Padre a vivir nuestra esclavitud 1 para devolvernos la libertad haya aceptado nuestra muerte para que por la suya seamos liberados de ella, convirtiéndonos en dioses 2 a nosotros mortales que despreciamos la muerte y considera como dignos del cielo a los que habitan en la tierra? En la contemplación de estas obras brilla el poder divino así como en el testimonio de su inmensa caridad, padeciendo por sus criaturas y muriendo por sus siervos. Esta es, pues, la primera razón de la pasión del Señor; que quiso que se supiese cuánto amaba Dios al hombre, prefiriendo ser amado que temido. La segunda causa es que la sentencia de muerte dada justamente contra el hombre fuese abolida con justicia mayor. Y porque el primer hombre juzgado por Dios en pena de su pecado había incurrido en la muerte y la había transmitido a sus descendientes, vino del cielo el segundo hombre inmune de pecado, para que fuese condenada la muerte. Esta, mandada para arrebatar a los culpables, se atrevió a acometer también al mismo autor de la inocencia. No debe llamar la atención si dio por nosotros cuanto recibió de nosotros (esto es, el alma), siendo así que tanto hizo por nosotros y tantas gracias nos dispensó.
San Agustín, contra Felicianum, 14
Lejos, pues, de los fieles la duda de que Jesucristo pudo de tal modo sentir la muerte que (cuanto es en sí) perdiese la vida el que es la vida. Porque si esto fuese así ¿cómo en aquellos tres días podríamos decir que tuvo vida alguna cosa, habiéndose extinguido la fuente de la vida? La divinidad de Jesucristo no participó de la muerte más que por la unión con la humanidad y por efecto de las debilidades humanas que voluntariamente había tomado sobre sí, pero sin perder nada del poder de su naturaleza por la que vivifica todas las cosas. En nuestra muerte, despojado nuestro cuerpo de la vida, no perece nuestra alma y ésta, al separarse, conserva su virtud y no hace más que abandonar aquello que vivificó y a cuanto hay en sí produce la muerte, pero ella no la padece. Con respecto al alma del Salvador, no podemos decir que careciera de la divinidad y de santificación especial. Sin embargo, ésta pudo abandonar el cuerpo de Jesús en aquellos tres días, como suele suceder en la muerte, aunque no pudiese perecer. Yo creo que el Hijo de Dios murió, no como castigo de maldad en la que nunca incurrió, sino según la ley natural a que se sujetó por la redención del género humano.
San Juan Damasceno, de fide orthodoxa, 3, 27
Aun cuando Jesús murió como hombre y su alma se separó de su cuerpo incontaminado, sin embargo, la divinidad continuó inseparablemente unida a los dos; esto es, al alma y al cuerpo sin que pueda decirse que se dividiera la unión hipostática. El cuerpo y el alma tuvieron en la muerte la misma unión hipostática del Verbo del mismo modo que la tuvieron desde el principio de la existencia de Dios hombre. Ni el alma ni el cuerpo tuvieron cada uno su propia hipóstasis, sino la del Verbo.
San Jerónimo
Es señal del poder divino dejar ir el espíritu, como el mismo Jesús ha dicho: "Ninguno puede separar mi alma de mí, pero yo la dejo y la vuelvo a tomar" ( Jn 10, 17-18). Aquí debemos entender por la palabra alma el espíritu; esto es, lo que hace vivir y espiritualiza el cuerpo o que el espíritu es la esencia del alma, según lo que está escrito en el salmo: "Quitarás su espíritu y desfallecerán" ( Sal 104, 29).
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 88, 1
Por esto clamó con voz fuerte, para dar a conocer que todo aquello sucedía en virtud de su gran poderío y al dar un fuerte grito al tiempo de morir, manifiesta claramente que es verdadero Dios porque los hombres cuando mueren, apenas pueden expresarse con una voz muy débil.
San Agustín, de consensu evangelistarum, 3, 18
San Lucas dice lo que expresó en aquella grande voz: "y clamando Jesús con grande voz dice: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu".
Notas
1. La esclavitud del pecado.
2. Esto es, elevándonos a la participación de la naturaleza divina. En Cristo, somos hechos hijos en el Hijo, coherederos del Reino junto con El.