Catena Áurea

1 2 Cap. 3   4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16
  ←   Mc 3, 6-12   →  

Pero los fariseos, saliendo de allí, se juntaron luego en consejo contra El con los herodianos sobre la manera de perderle. Y Jesús con sus discípulos se retiró a la ribera del mar de Tiberíades, y le fue siguiendo mucha gente de Galilea y de Judea, y de Jerusalén, y de la Idumea y del otro lado del Jordán. También los comarcanos de Tiro y de Sidón, en gran multitud, vinieron a verle, oyendo las cosas que hacía. Y así dijo a sus discípulos que le tuviesen dispuesta una barquilla para que el tropel de la gente no le oprimiese. Pues curando, como curaba, a muchos, echábanse a porfía encima de El, a fin de tocarle, todos los que tenían males. Y hasta los poseídos de espíritus inmundos, al verle se le arrodillaban, y gritaban diciendo: "Tú eres el Hijo de Dios". Mas El los apercibía con graves amenazas para que no le descubriesen. (vv. 6-12)


Beda, in Marcum, 1, 15
Los fariseos, reputando como un crimen el que a la voz del Señor se hubiese extendido sana la mano que estaba seca, celebraron consejo para hacer morir al Salvador; por lo que dice: "Pero los fariseos, saliendo de allí", etc. Como si cada uno de ellos no hiciera mayores cosas en los sábados, llevando sus comidas, presentando el cáliz y haciendo todo lo demás necesario para la vida. ¿Se podía, pues, convencer de no trabajar en sábado a Aquel que dijo y todo fue hecho en el acto?

Teofilacto. super Egressi. Pharisaei cum herodianis
Se llamaba herodianos a los soldados del rey Herodes. Había surgido, pues, una nueva herejía que sostenía que Herodes era Cristo. La profecía de Jacob ( Gén 49) declaraba que cuando faltasen los príncipes de Judá entonces el Cristo vendría; y como en tiempo de Herodes no había ningún príncipe de los judíos y era él solo por consiguiente el que reinaba, y era extranjero, juzgaron que era el mismo Cristo; y de aquí nació la herejía. Estos, pues, unidos con los fariseos, intentaban matar a Cristo.

Beda
O bien llama herodianos a los servidores del Tetrarca Herodes, los cuales por el odio que su señor tenía a San Juan, y también porque éste anunciaba al Salvador, perseguían al Señor con insidias y con el mismo odio.

"Y Jesús con sus discípulos se retiró a la ribera del mar".

Beda
Como hombre que huye de las asechanzas de los que lo persiguen, porque no había llegado aún la hora de su pasión, y porque el lugar de su pasión no era fuera de Jerusalén. Con lo cual dio el ejemplo a los suyos de que cuando sufriesen persecución en una ciudad huyesen a otra.

Teofilacto
Se retira además para hacer bien a muchos, abandonando a los ingratos. Muchos sin embargo, lo siguieron, y El los curó. "Y le fue siguiendo mucha gente de Galilea", etc. Los de Tiro y de Sidón, como extranjeros, reciben beneficios de Cristo, en tanto que sus más allegados, a saber, los judíos lo perseguían. Así es que no hay parentesco útil si no hay bondad en los parientes.

Beda
Ellos lo perseguían en vista de sus virtuosas obras y de la bondad de su doctrina, pero los extranjeros atraídos sólo por la fama de sus milagros venían en gran número a oírlo y alcanzar de El la salud. "Y así dijo a sus discípulos que le tuviesen dispuesta una barca", etc.

Teofilacto
Ved, pues, oculta su gloria, porque para que no le ofenda la turba pide una barca en la que subiendo permanecerá ileso. "Todos los que tenían males", etc.

Beda
Unos y otros se arrojaban a los pies del Señor, los que tenían mal de enfermedades corporales, y los que estaban atormentados por los espíritus inmundos; los primeros con la intención de obtener la salud; los últimos, es decir, los poseídos, o mejor, los demonios que en ellos estaban, obligados por el temor a su divinidad no sólo a arrojarse a sus pies, sino también a confesar su majestad. "Y gritaban diciendo: Tú eres el Hijo de Dios". ¡Qué asombrosa es por tanto la ceguedad de los arrianos que después de la gloria de la resurrección niegan al Hijo de Dios, a quien los demonios mismos confiesan Hijo de Dios aun viéndole en carne mortal!

"Mas El los apercibía con graves amenazas para que no le descubriesen". Dios dijo al pecador ( Sal 49, 16), "¿Por qué refieres mis justicias?" Se prohíbe al pecador que anuncie al Señor, para que no se sigan oyendo sus errores. Perverso maestro es el diablo, que mezcla muchas veces lo falso con lo verdadero para encubrir con apariencia de verdad el testimonio del engaño. Se prohíbe también anunciar al Señor no sólo a los demonios, sino a los curados por Cristo y los apóstoles, a fin de que no se retardase su pasión por la publicidad de su majestad divina.

El Señor, que sale de la sinagoga para retirarse a la ribera del mar, alegóricamente figura la salvación del mundo, por la que se dignó venir para inspirarle la fe, abandonando la Judea por su insidia. Y son comparadas con mucha propiedad a un mar inestable las naciones lanzadas en las multiplicadas revueltas de los errores. Una gran muchedumbre venida de diversas provincias lo seguía, porque recibió benignamente a muchas naciones que venían a El por la predicación de los apóstoles. Esta barca, que sirve al Señor en el mar, es la Iglesia formada de la congregación de las gentes. Entra en la barca para que no lo sofoque la turba porque, alejándose de la muchedumbre agitada, se complace en ir a los que menosprecian la gloria del siglo y a estar junto a ellos. Hay diferencia, pues, entre estrechar y sofocar al Señor y tocarlo: lo sofocan los que con sus hechos o con sus pensamientos carnales turban la paz en que reside la verdad; lo tocan los que lo reciben en el corazón por la fe y el amor siendo estos últimos de quienes puede asegurarse la salvación.

Teofilacto
Los herodianos, esto es, los hombres carnales son los que quieren matar a Cristo (Herodes se interpreta cosa de piel). Los que salen de su patria, es decir, de sus hábitos carnales son los que siguen a Cristo y son curados sus males que son los pecados que vulneran la conciencia. Porque Jesús en nosotros es la razón que ordena que nuestra barca, o el cuerpo, se ponga a su servicio para que el torbellino de los hechos no sofoque a la razón.


  ←   Mc 3, 6-12   →  
1 2 Cap. 3   4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16
Catena Aurea