Catena Áurea
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← Mc 4, 35-41 →
En aquel mismo día, siendo ya tarde, les dijo: "Pasemos a la ribera de enfrente". Y despidiendo al pueblo, estando Jesús como estaba en la barca, se hicieron con El a la vela; y le iban acompañando otros barcos. Levantóse entonces una gran tempestad de viento, que arrojaba las olas en la barca, de manera que ésta se llenaba de agua. Entretanto El estaba durmiendo en la popa sobre un cabezal. Despiértanle, pues, y le dicen: "¿Maestro, no se te da nada que perezcamos?" Y El, levantándose, amenazó al viento, y dijo al mar: "Calla tú, sosiégate"; y al instante se calmó el viento y sobrevino una grande bonanza. Entonces les dijo: "¿De qué teméis? ¿Cómo no tenéis fe todavía?" Y quedaron sobrecogidos de grande espanto, diciéndose unos a otros: "¿Quién es Este, a quien aun el viento y la mar prestan obediencia?" (v. 35-41)
San Jerónimo
Después de la doctrina van al mar, cuyas olas se encrespan. "En aquel mismo día -dice- siendo ya tarde, les dijo: Pasemos a la ribera de enfrente", etc.
Remigio
Se lee que el Señor tuvo tres refugios, a saber: la barca, el monte y el desierto. Cuantas veces le asediaba el gentío, se refugiaba en uno de ellos. Por tanto, cuando vio el Señor tal muchedumbre en torno suyo, queriendo librarse, como hombre, de tanto agobio, mandó a sus discípulos que remasen hacia la ribera de enfrente.
"Y despidiendo al pueblo, prosigue, estando como estaba", etc.
San Juan Crisóstomo, homilia in Matthaeum 28
Tomó el Señor a sus discípulos, para que fuesen testigos de los milagros que iba a obrar. Pero fue sólo con ellos, a fin de que nadie viera su poca fe. De aquí que para manifestar que otros remaban aparte, dice: "Y le iban acompañando otros varios barcos". Y para que no se enorgullecieran sus discípulos porque los llevaba a ellos solos, permitió el peligro en que se vieron, a la vez que les enseñaba con él a resistir varonilmente las tentaciones: "Levantóse entonces una gran tempestad". Con objeto, pues, de que los impresionase más el milagro que iba a obrar, da tiempo al temor entregándose al sueño: "Entretanto El estaba durmiendo en la popa sobre un cabezal". Si hubiese estado despierto, no habrían temido ni rogado por la tempestad que se levantó, o no habrían creído que pudiera hacer tal milagro.
Teofilacto
Los dejó caer en el peligro de la prueba, para que experimentasen en sí mismos su virtud, cuyos beneficios habían visto en los otros. Dormía, pues, sobre la popa de la barca reclinada la cabeza en una tabla.
San Juan Crisóstomo, homilia in Matthaeum 28
De este modo nos manifestaba su humildad, y nos enseñaba una gran sabiduría. Todavía no conocían su gloria los discípulos que estaban con El, y aunque creían que despierto podía mandar a los vientos, no creían pudiera hacerlo estando dormido o descansando. "Despiértanle, pues, y le dicen: ¿Maestro, no se te da nada que perezcamos?"
Teofilacto
Levantándose entonces, manda desde luego al viento que formaba las olas y la tempestad, como dicen las palabras siguientes: "Y levantándose amenazó al viento". En seguida mandó al mar. "Y le dijo a la mar: Calla tú, sosiégate".
Glosa
Del movimiento del mar se levanta cierto sonido o ruido que parece ser como su voz que anuncia el peligro que amenaza. Por esto, usando de una metáfora, le manda que se sosiegue con la palabra "calla", así como usa el Evangelista de la palabra "amenazó" para refrenar la violencia de los vientos que alborotan el mar, porque los que tienen poder suelen refrenar con la amenaza del castigo a los que alteran violentamente la paz de los hombres. De este modo se nos da a entender que, así como un rey puede reprimir a los revoltosos con amenazas y contestar con leyes a los murmullos de sus súbditos, así también Cristo, Señor de todas las creaturas, sujetó la violencia de los vientos con su amenaza e indicó silencio al mar. El efecto vino en seguida. "Y al instante calmó el viento (que había sido amenazado) y sobrevino una gran bonanza" en el mar, al que había impuesto silencio.
Teofilacto
Reprendió también a sus discípulos por su falta de fe: "Y les dijo: ¿De qué teméis? ¿Cómo no tenéis fe todavía?" Si hubieran tenido fe, hubiesen creído que aun durmiendo podía conservarlos incólumes. "Y quedaron sobrecogidos -continúa- de grande espanto, diciéndose unos a otros: ¿Quién es éste?", etc. Dudaban, por tanto, acerca de El. Calmando, pues, el mar con su mandato, no como Moisés con la vara ( Ex 14), ni con la oración como Eliseo en el Jordán ( 2Re 2), ni por medio del arca como Josué ( Jos 3), se mostró a ellos como Dios, y como hombre, por cuanto se rindió al sueño.
San Jerónimo
1 La popa en sentido místico es el principio de la Iglesia, y en ella duerme el Señor corporalmente, puesto que jamás duerme el que guarda a Israel ( Sal 120). La popa, bajo una apariencia exterior de muerte, alberga a los vivos, rompe las olas y está reforzada con leños; esto quiere decir que la Iglesia es salvada por la muerte del Señor en la cruz. El cabezal es el cuerpo del Señor, sobre el cual está reclinada la Divinidad como la cabeza; el viento y el mar son los demonios y los perseguidores, a los cuales dice: "Callaos", cuando quiere hacer cesar los edictos de los reyes injustos; la gran bonanza es la paz de la Iglesia después de la persecución, o la vida contemplativa después de la activa.
Beda
Por la barca en que entró se entiende el árbol de la Pasión, por la cual llegan los fieles a la patria celestial como al descanso de un puerto seguro. Las demás barcas que se dice estaban con el Señor, representan a los que llenos de fe en su cruz están al abrigo del aguacero de las tribulaciones, o gozan de la bonanza de la paz después de las tormentas de las tentaciones. Se entrega Cristo al sueño en tanto que bogan los discípulos, porque llega el tiempo de la Pasión del Señor para los fieles que meditan en el descanso del reino futuro. Sucedió por la tarde, para significar que el sueño del Señor, no sólo es el ocaso del verdadero sol, sino que se verificó en la misma hora que la luz desaparece. Mientras que El se levanta en la popa de la cruz, se encrespan las olas de los perseguidores blasfemos, movidos por las tormentas infernales, que no alteran la paciencia del Señor, pero sí a sus ignorantes discípulos. Despiertan éstos al Señor, porque pedían con los mayores votos la resurrección de aquel cuya muerte veían. Levantándose amenaza al viento, porque después de su resurrección aplasta la soberbia del diablo y manda callar al mar, porque, resucitado combate el furor de los judíos. Reprende a sus discípulos porque después de la resurrección ha de reprenderlos por su incredulidad. Y a nosotros también cuando, instruidos en la doctrina del Crucificado, nos disponemos a abandonar el mundo, subimos con Jesús a la barca, y nos esforzamos por pasar el mar. Pero mientras navegamos se entrega al sueño entre los bramidos del mar, cuando en medio de los esfuerzos de las virtudes languidece la llama del amor combatida por los espíritus inmundos, por los hombres depravados o por el ímpetu de nuestros mismos pensamientos. Mas si en medio de estas tormentas nos apresuramos a despertarle, bien pronto calmará la tempestad, restablecerá la tranquilidad y nos dará el puerto de salvación.
Notas
1. Comentario al versículo tratado arriba: "Entretanto El estaba durmiendo en la popa sobre un cabezal"