Catena Áurea
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← Mc 11, 15-18 →
Llegan, pues, a Jerusalén. Y habiendo Jesús entrado en el templo, comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban en él, y derribó las mesas de los cambistas y los asientos de los que vendían palomas para los sacrificios. Y no permitía que nadie transportase mueble o cosa alguna por el templo. Y les instruía diciendo: "¿Por ventura no está escrito: Mi casa será llamada de todas las gentes casa de oración? Pero vosotros habéis hecho de ella una guarida de ladrones". Sabido esto por los príncipes de los Sacerdotes y los escribas, andaban trazando el modo de quitarle la vida secretamente, porque le temían, viendo que todo el pueblo estaba maravillado de su doctrina. (vv. 15-18)
Beda
Lo que como figura hizo el Señor maldiciendo la higuera infructuosa, lo manifestó más claramente poco después, arrojando del templo a los malvados, porque aquí son los sacerdotes los que faltan, mientras que no es falta en el árbol que no dé fruto fuera de tiempo. "Llegan -dice- a Jerusalén. Y habiendo Jesús entrado en el templo", etc. Es de creer ciertamente que lo que vio vender y comprar era lo necesario al ministerio del templo. Por tanto, si no soporta el Señor que en su casa se traten negocios temporales, que en cualquier otro lugar podían tratarse libremente, ¡con cuánto mayor motivo se harán dignos de su cólera celestial los que en el templo consagrado a Dios tratan lo que jamás es lícito tratar! "Y derribó las mesas de los cambistas".
Teofilacto
Llama cambistas ( nummularios), a los cambiantes de moneda, de nummus, moneda pequeña de cobre. "Y derribó los asientos de los que vendían palomas".
Beda
Como el Espíritu Santo apareció sobre el Señor en figura de paloma, se nos representa con razón por palomas los dones del Espíritu Santo. Se vende la paloma cuando se da por dinero la imposición de las manos por la cual se recibe el Espíritu Santo. Derriba, pues, los asientos de los que venden palomas, porque los que venden la gracia espiritual son privados del sacerdocio, sea delante de los hombres, o ante la mirada de Dios.
Teofilacto
Si alguno por el pecado diese al demonio la gracia y pureza del bautismo, vende su paloma, y por tanto será arrojado del templo.
"Y no permitía que nadie transportase muebles por el templo".
Beda
Habla de los muebles que eran materia del comercio, no de los consagrados a Dios, y que por lo mismo no debían salir del templo ni podía prohibirse que se metieran en él. Aquí se comprende un ejemplo del juicio futuro, porque echa de la Iglesia a los réprobos, o con el látigo de su justicia eterna los contiene para que no vuelvan a entrar en ella a escandalizarla. Ahora, en cuanto a los pecados que se han deslizado en el corazón de los fieles, los borra la compunción que viene de Dios, y el auxilio de la gracia divina ayuda para que no se repitan.
"Y les instruía diciendo: ¿Por ventura: no está escrito: Mi casa será llamada de todas las gentes casa de oración?"
Pseudo-Jerónimo
Esto según lo que había dicho Isaías ( Is 55, 7). Y Jeremías había dicho: "Pero vosotros habéis hecho de ella una guarida de ladrones" (Jr 7, 11).
Beda
Es a todas las gentes a las que habla así. No sólo al pueblo judío, ni sólo a la ciudad de Jerusalén, sino a todo el orbe. Y no dice casa de bueyes, ni de cabras, ni de carneros, sino casa de oración.
Teofilacto
Llama al templo guarida de ladrones por el lucro, puesto que por él se reúnen los ladrones. Los llama así, porque por la ganancia vendían los animales que se ofrecían en los sacrificios.
Beda
Estaban, pues, en el templo, o para perseguir corporalmente a los que no daban, o para matar espiritualmente a los que daban. El espíritu y la conciencia de los fieles son como el templo de Dios, y cuando abrigan malos pensamientos en perjuicio del prójimo, se puede decir que residen en una guarida de ladrones. Así que el corazón de los fieles se convierte en guarida de ladrones, cuando, abandonando la sencillez de la santidad, se esfuerzan en hacer lo que puede perjudicar al prójimo.
San Agustín, de consensu evangelistarum, 2, 67
San Juan refiere esto de un modo muy distinto ( Jn 2), lo cual dice que el Señor obró así no sólo una vez. Pero San Juan hace mención de la primera, y los otros tres evangelistas de la última.
Teofilacto
Esto acusa más a los judíos, puesto que, a pesar de haber repetido este hecho el Señor, no se enmendaron absolutamente en nada.
San Agustín, de consensu evangelistarum, 2, 63
Tampoco en esto guarda San Marcos el mismo orden que San Mateo, pero como éste dice: "Y dejándolos salió fuera de la ciudad a Betania" ( Mt 21, 17), y añade que a la mañana siguiente, al volver a la ciudad, maldijo al árbol, es más probable que sea este evangelista el que guardó mejor el orden de los tiempos en el suceso de los vendedores y compradores y de los que fueron echados del templo. Así que olvidó San Marcos que el Señor había hecho esto cuando entró en el templo el primer día, y lo intercaló, al recordarlo, cuando refirió el hecho de no haber encontrado ningún fruto en la higuera, que fue lo que, según dicen ambos, ocurrió el segundo día.
Glosa
Cuál fue el efecto que produjo la corrección del Señor en los ministros del templo, lo expresa el evangelista diciendo: "Sabido esto por los príncipes de los sacerdotes y escribas, andaban buscando el modo de quitarle la vida", según estas palabras: "Aborrecieron al que los amonestaba en la puerta, y han abominado del que les hablaba la verdad" ( Am 5, 10). Aplazaron este propósito tan inicuo sólo por temor, y por esto dice: "Porque le temían, viendo que todo el pueblo estaba maravillado de su doctrina". Pero les enseñaba como el que tiene potestad para ello, y no como los escribas y fariseos, según se dice en otro lugar ( Mc 1, 22).