Catena Áurea
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← Lc 14, 34-35 →
"Buena es la sal. Mas si la sal perdiera su sabor ¿con qué será sazonada? No es buena ni para la tierra, ni para el muladar. Mas la echarán fuera. Quien tiene orejas de oír, oiga". (vv. 34-35)
Beda
Había dicho antes que no sólo debe empezarse la torre de las virtudes, sino también que debe completarse. A esto se refiere lo que dice a continuación: "Buena es la sal". Es bueno esconder la sal de la sabiduría espiritual en los misterios del corazón y mucho mejor hacerse con los apóstoles sal de la tierra ( Mt 5).
Eusebio
La naturaleza de la sal se compone de agua, aire y un poco de tierra. Tiene la propiedad de secar la parte líquida de los cuerpos corruptibles y de conservar los cuerpos muertos. Por tanto, con razón compara el Señor a sus discípulos con la sal, porque habían sido regenerados por el agua y el espíritu. Y como vivían de un modo puramente espiritual y no según la carne convertían -como la sal- la vida corrompida de los hombres que vivían en el mundo y preservaban a quienes los seguían, invitándolos a la práctica de la virtud.
Teofilacto
Quiere que sean útiles a sus prójimos, no sólo aquellos que fueron dotados de gracia para enseñar, sino también los particulares, como lo es la sal. Pero si se corrompe el que había de ser útil para los demás, no podrá ser socorrido. Por esto sigue: "¿Y si la sal perdiere su sabor, con qué será sazonada?"
Beda
Como diciendo: si alguno se hace apóstata después de haber sido iluminado por la sal de la verdad, ¿por qué otro doctor será corregido? Este es el que, espantado por las adversidades del mundo o arrastrado por los placeres, renuncia a la dulzura de la sabiduría que él mismo ha gustado. Por esto sigue: "No es buena ni para la tierra ni para el muladar", etc. Cuando la sal deja de servir para condimentar los alimentos y secar las carnes, no es aprovechable para ninguna otra cosa. No es útil para la tierra, porque impide la fertilidad. Tampoco aprovecha para el estercolero que ha de servir para abono. Así, el que después de conocer la verdad retrocede, no puede dar fruto de buenas obras ni puede perfeccionar a otros, por lo que debe echársele fuera, esto es, debe separárselo de la unidad de la Iglesia.
Teofilacto
Como este discurso era parabólico y oscuro, estimulando el Señor a quienes lo oían a no tomar en cualquier sentido sus palabras acerca de la sal, añade: "Quien tiene orejas para oír, oiga". Esto es, entienda según la capacidad de su sabiduría. Por las orejas debemos entender aquí la fuerza intelectual del alma y su aptitud para comprender.
Beda
O bien: oiga cada uno, no menospreciando, sino obedeciendo y haciendo lo que aprendió.