Catena Áurea
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← Jn 7, 31-36 →
Y muchos del pueblo creyeron en El y decían: "¿Cuando viniere el Cristo hará más milagros que los que éste hace?" Oyeron los fariseos estos murmullos que había en el pueblo acerca de El: y los príncipes de los sacerdotes y los fariseos enviaron ministros para que le prendiesen. Y Jesús les dijo: "Aún estaré con vosotros un poco de tiempo, y voy a Aquél que me envió. Me buscaréis, y no me hallaréis: y donde yo estoy, vosotros no podéis venir". Dijeron los judíos entre sí mismos: "¿A dónde se ha de ir éste, que no le hallaremos? ¿Querrá ir a las gentes que están dispersas, y enseñar a los gentiles? ¿Qué palabra es esta, que dijo me buscaréis, y no me hallaréis: y donde yo estoy vosotros no podéis venir?" (vv. 31-36)
San Agustín, in Ioanem tract. 31
El Señor salvaba a los pobres y a los humildes. Por esto dice el evangelista: "Y muchos del pueblo creyeron en El", etc. La plebe fue la que conoció en seguida su propia enfermedad, y conoció pronto la medicina de El.
Crisóstomo, in Ioanem hom. 49
Mas en éstos tampoco había una fe completa, sino que hablaban vulgaridades, como hablan las muchedumbres. Prosigue: "Y decían: cuando viniere el Cristo, ¿hará más milagros que los que éste hace?". Porque decir cuando venga el Cristo, era tanto como no creer firmemente que Jesús era el Cristo. O también decir esto equivale a manifestar que El era el Cristo, como si dijesen: ¿Acaso aquél, cuando venga, podrá ser mejor y hacer más milagros? Porque los más ignorantes más bien se dejan llevar de los milagros que de la doctrina.
San Agustín, ut sup
También podían entender que si no había dos, éste sería el Cristo. Pero los príncipes no pensaban bien. Y por esto no sólo no lo consideraban como médico, sino que trataban de matarle. Por esto sigue: "Oyeron los fariseos estos murmullos que había en el pueblo y enviaron guardias para que le prendiesen".
Crisóstomo, ut sup
El Señor había hablado antes muchas cosas, y nada le hicieron. Lo que más les mortificaba, era que las muchedumbres glorificasen a Jesucristo: aquello de que profanaba el sábado, no era más que una excusa que trataban de alegar. Y ellos mismos no se atrevían a prender a Jesús, por el peligro a que se exponían; por esto envían a los guardias, porque estaban expuestos a los peligros.
San Agustín, ut sup
Pero como no podían prenderle si El no quería, le enviaron los guardias sólo para que oyesen lo que enseñaba. Prosigue el evangelista: "Y Jesús les dijo: Aun estaré con vosotros un poco de tiempo".
Crisóstomo, ut sup
Estas palabras están llenas de humildad, y equivalen a decir: ¿por qué os apresuráis a matarme? Esperad un poco de tiempo.
San Agustín, ut sup
O lo que es lo mismo: ya haréis dentro de poco lo que queréis hacer; pero no ahora, porque yo no quiero; debo llenar todo mi tiempo, y después sufrir mi pasión.
Crisóstomo, ut sup
Con esto aterró a la turba más audaz, y a la que le era afecta la hizo más ávida de su palabra, en atención al poco tiempo que se les concedía para gozar de tal doctrina. Y no dijo sencillamente: aquí estoy, sino: con vosotros; esto es, como diciendo: aunque me persigáis, no cesaré de concederos lo que os concierne, y de enseñaros cuanto afecta a vuestra felicidad, aconsejándoos. Respecto a lo que dijo: "Y voy a Aquel que me envió", decía lo bastante para asustarlos.
Teofiactus
Dando a entender que el Padre habría de pedirles cuenta acerca de ellos; porque si trataban mal al que había sido enviado, no hay duda que también tratarían mal a quien le había enviado, etc.
Beda
Y dice: "Y voy a Aquél que me envió", como si dijere: cuando suba, volveré al Padre que me mandó encarnar, indicando que iba a aquel lugar, de donde nunca se había separado.
Crisóstomo, ut sup
Y que necesitaban de El, lo manifiesta por estas palabras: "Me buscaréis y no me hallaréis". ¿Pero cuándo buscaron los judíos al Salvador? San Lucas lo dice: "Cuando las mujeres lloraban sobre El" ( Lc 23). Y es probable que a muchos otros les sucediera lo mismo: especialmente cuando ocurrió el sitio de la ciudad 1, muchos se acordarían de Jesucristo y de sus milagros, y pedirían que se presentase.
San Agustín, in Ioanem tract. 31
También predijo aquí su resurrección, porque después de ella habrían de buscarle arrepentidos; y como no habían querido conocerle cuando estaba presente, después le buscaban cuando vieron que muchos creían en El: por lo que muchos, como arrepentidos, dijeron: ¿qué haremos? Vieron a Jesucristo morir por la maldad de ellos, y creyeron en Cristo cuando perdonaba sus pecados, y desesperaron de su salvación, hasta que bebieron la sangre que habían derramado.
Crisóstomo, in Ioanem hom. 49
Y para que no se creyese que El saldría de este mundo por medio de la muerte, como salen los demás hombres, añadió: "Y donde yo estoy, vosotros no podéis venir". Si hubiese permanecido en la muerte, todos hubiesen podido ir a donde El estaba, porque allí vamos todos.
San Agustín, ut sup
Y no dijo: "donde yo estaré", sino "en donde estoy". Siempre estaba Jesucristo allí adonde había de volver, y volvió, pero sin dejarnos, porque estaba Jesucristo sobre la tierra en cuanto a la carne visible; mas estaba en el cielo y en la tierra según la majestad invisible. No dijo, pues, no podréis, sino no podéis venir; entonces eran de tal condición, que no podían. Y para que se comprenda que no decía esto para que desesperasen, a sus discípulos les dijo una cosa parecida: a donde yo voy, vosotros no podéis venir; pero al final explicó esto a San Pedro, diciéndole: a donde yo voy, no podéis seguirme ahora, pero me seguiréis después.
Crisóstomo, ut sup
Dijo todo esto queriendo atraerlos, porque el poco tiempo que quedaba, y el gran deseo que de El tendrían después que se marchase, eran suficientes para invitarlos a que creyesen en El. Respecto de lo que dijo: "Voy a Aquel que me envió", manifiesta que no sufriría daño alguno por las asechanzas de sus enemigos, y que la pasión la sufría porque quería. Estas palabras del Salvador produjeron alguna sensación en los judíos, y se preguntaban entre sí a dónde iría, lo cual no era propio de aquellos que deseaban ser redimidos por El. Prosigue: "Dijeron los judíos entre sí mismos: ¿Adónde se ha de ir éste que no le hallaremos? ¿Querrá ir a las gentes que están dispersas y enseñar a los gentiles?" Los judíos llamaban gentiles a las otras naciones, gloriándose de sí mismos en gran manera, pues los gentiles se hallaban dispersos por todas partes y mezclados entre sí. Pero los judíos sufrieron después esta misma afrenta y fueron dispersados por todo el mundo. Antiguamente todo su pueblo se encontraba reunido, pero después los judíos se dispersaron por toda la tierra y se mezclaron con los gentiles. Así pues, el Señor no hubiera dicho: "Adonde yo voy vosotros no podéis venir", si se hubiese estado refiriendo a los gentiles.
San Agustín, ut sup
Mas el Señor había dicho: "a donde yo voy" refiriéndose al seno del Padre. Pero ellos no entendieron esto en manera alguna. Y, sin embargo, vaticinaron con este motivo nuestra salvación, anunciando que el Salvador habría de ir a estar entre los gentiles, no con la presencia de su cuerpo, sino con sus pies. Porque nos envió sus miembros, y nos convirtió en miembros suyos.
Crisóstomo, ut sup
Y no dijeron que iría a los gentiles para hacerles daño, sino para enseñarles. Ya habían domeñado su ira y habían creído. Si no hubiesen creído, en vano le hubiesen buscado para sí mismos: "¿Y qué quiere decir con aquellas palabras que dijo:: me buscaréis y no me encontraréis; y en donde yo estoy, vosotros no podéis venir?".
Notas
1. Se refiere a Jeusalén, destruida por el ejército romano en el año 70 d.C.