Catena Áurea
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← Jn 8, 48-51 →
Los judíos respondieron, y le dijeron: "¿No decimos bien nosotros que tú eres samaritano, y que tienes demonio?" Jesús respondió: "Yo no tengo demonio, mas honro a mi Padre, y vosotros me habéis deshonrado. Y yo no busco mi gloria, hay quien la busque y juzgue. En verdad, en verdad os digo, que el que guardare mi palabra no verá muerte para siempre". (vv. 48-51)
Crisóstomo, in Ioannem, hom.54
Cuando el Señor decía algo elevado, sus palabras parecían como necias ante los judíos, que eran sumamente insensibles, como se desprende de su contestación. Dice el Sagrado texto: "Los judíos respondieron, y le dijeron: ¿No decimos bien nosotros, que tú eres samaritano?", etc.
Orígenes, in Ioannem, tom. 26
Es digno de notarse que, siendo así que los samaritanos no creen en la existencia de la otra vida ni en la eternidad del alma, se atrevan los judíos a llamar al Salvador samaritano, siendo así que tantas y tan grandes cosas les había enseñado acerca de la resurrección y del juicio. Pero acaso digan esto con el fin de ofenderle, porque no enseña lo que ellos quieren.
Alcuino
Pero los samaritanos (gente aborrecida por el pueblo de Israel) ocuparon el territorio de ellos cuando las diez tribus fueron llevadas a la cautividad.
Orígenes, ut sup
Algunos opinan así porque, creyendo lo que creían los samaritanos, esto es, que nada quedaba a los hombres después de la muerte, hablaban, faltando a la verdad, acerca de la resurrección y de la vida eterna, con el fin de agradar a los judíos. Y decían que tenía el demonio, porque sus predicaciones excedían a lo que podía alcanzar la capacidad humana, puesto que en ellas aseguraba que Dios era su Padre, que El había bajado del cielo y otras cosas por el estilo. También muchos de ellos opinaban que el Salvador arrojaba a los demonios por medio de Belzebub, príncipe de los demonios.
Teofilacto
Le llamaban samaritano, además, porque destruía los ritos de los hebreos, como cuando quebrantaba el sábado; los samaritanos, en fin, no estaban conformes en absoluto con los judíos. Y como el Señor daba a conocer aun los pensamientos de ellos, sospechaban que tenía en sí al mismo demonio. Pero el Evangelista no dice en ninguna parte cuándo le llamaron samaritano, de lo que se desprende que los Evangelistas pasaron muchas cosas en silencio.
San Gregorio, in evang. hom. 18
Véase, pues, cómo el Señor, recibiendo esta injuria, no responde con palabras ofensivas. Sigue, pues, "Jesús respondió: Yo no tengo demonio". En lo cual nos enseña que cuando recibimos alguna ofensa o injuria de nuestros prójimos, omitamos aun las malas acciones de ellos, no sea que convirtamos el ministerio de la justa reprensión en armas de furor.
Crisóstomo, ut sup
Y téngase en cuenta también que cuando convenía enseñarles y humillar la soberbia de los judíos era severo, mas cuando debía tolerar ultrajes los trataba con suma dulzura, enseñándonos que debemos defender siempre a Dios, pero despreciar lo que a nosotros atañe.
San Agustín, in Joannem, tract. 43
Y lo hizo con el fin de que el hombre imite, primero su paciencia, para que después llegue a alcanzar el poder. Mas aunque no devolvía maldición por maldición, fue oportuno que negase aquello. Le habían dirigido dos ofensas: "eres samaritano", y "tienes el demonio". No, contestó, no soy samaritano, aunque samaritano quiere decir custodio, y El sabía que era nuestro Custodio. Porque si le correspondió el redimirnos, ¿no le correspondería el defendernos? Finalmente, es samaritano aquél que se acerca al herido y le prodiga su caridad ( Lc 18).
Orígenes, ut sup
De otra manera, también nuestro Señor, con más razón que San Pablo, quería hacerse todo para todos, para conquistarse a todos, o sea para ganar a todos ( 1Cor 8, 22); y por eso no negó que era samaritano. Yo creo que únicamente Jesucristo es quien puede decir: "Yo no tengo demonio", etc. Así como aquellas palabras de San Juan: "Viene el Príncipe de este mundo, pero no tiene participación alguna conmigo" ( Jn 14, 30), porque aun los pecados más pequeños proceden de los demonios.
San Agustín, ut sup
Y después de toda esta afrenta, únicamente dijo algo de su gloria: "mas honro a mi Padre"; para que no me tengáis por arrogante, os digo que tengo a quien honrar.
Teofilacto
Y honró a su Padre vengándole, y no permitiendo que aquellos homicidas y embusteros se llamasen verdaderos hijos de Dios.
Orígenes, ut sup
Y en verdad que sólo Jesucristo es quien ha venerado perfectamente al Padre, porque ninguno que honra aquello que Dios no honra, puede decirse, en verdad, que honra a Dios.
San Gregorio, ut sup
Mas como todo aquél que arde de amor por la gloria de Dios es rechazado por los hombres malos, el Señor nos dio ejemplo de paciencia en sí mismo, cuando dice: "Y vosotros me habéis deshonrado".
San Agustín, ut sup
Como diciendo: Yo hago lo que debo, pero vosotros no hacéis lo que debéis.
Orígenes, ut sup
Y no dijo esto sólo para aquéllos, sino también para los que obran injustamente y ofenden a Jesucristo, quien es la justicia misma; y los que ofenden a la sabiduría también ofenden a Jesucristo, porque es la sabiduría misma, y así de las demás cosas.
San Gregorio, ut sup
Y qué es lo que debemos hacer contra las injurias nos lo enseña con su ejemplo, cuando añade: "Mas yo honro", etc.
Crisóstomo, in Ioannem, hom.54
Como diciendo: "en virtud del honor que debo al Padre os he dicho todo esto, y por ello me habéis deshonrado; pero no me preocupa esta afrenta, porque a El pagaréis las injurias que por mí le hacéis oír".
Orígenes, in Ioannem, tom. 26
Dios busca la gloria en cada uno de los que creen en Jesucristo, la cual debe encontrar en aquéllos que obran según los impulsos de la virtud, y cuando no encuentra esta gloria, castiga a aquéllos en quienes debía encontrarla. Por esto dice el Salvador: "Hay quien la busque y juzgue".
San Agustín, in Joannem, tract. 43
¿A quién puede referirse con estas palabras sino a su Padre? Pero, ¿cómo dice en otro lugar, "el Padre no juzga a nadie, sino que ha concedido al Hijo el derecho de juzgar" ( Jn 5, 22)? Y téngase en cuenta que generalmente la palabra juicio se entiende por condenación; pero aquí se dice esto para explicar la diferencia, como diciendo: "existe el Padre, que distingue vuestra gloria de la mía, porque vosotros os vanagloriáis según el mundo, y yo no me glorío según el mundo". Distingue la gloria de los hombres de la gloria de su Hijo, porque aunque se había hecho hombre, no podía compararse con nosotros, porque nosotros somos hombres con pecado y El no tiene pecado, únicamente ha tomado de nosotros la forma de siervo, para que pueda decirse con propiedad: "En el principio era el Verbo" ( Jn 1, 1).
San Agustín, ut sup
Y siendo verdad que se dijo por el Salvador "todo lo mío es tuyo" ( Jn 17, 10), es cosa manifiesta, desde luego, que el juicio del Hijo es el mismo del Padre.
San Gregorio, in evang. hom. 18
Y cuando crece la iniquidad de los malos, no sólo no debe suspenderse la predicación, sino que, antes al contrario, debe aumentarse. Por esto el Señor, después que se le dijo que tenía al demonio, dispensa con más largueza los beneficios de su predicación, diciendo: "En verdad, en verdad os digo, que el que guardare mi palabra no verá la muerte", etc.
San Agustín, ut sup
"Verá" se ha dicho en vez de "experimentará". Pero ¿cómo el que ha de morir habla a los que han de morir diciéndoles: "El que guardare mi palabra no verá la muerte", sino porque veía otra muerte de la que había venido a salvarnos, cual es la muerte eterna, muerte de condenación con el diablo y sus ángeles? Y esta es la verdadera muerte, porque la otra no es sino un tránsito.
Orígenes, ut sup
Y así debe entenderse esta expresión: "El que guardare mi palabra no verá la muerte para siempre", como si dijere: "si alguno conserva mi antorcha, no verá las tinieblas". Y en cuanto dice "para siempre", generalmente debe tomarse para que se entienda de este modo: "Si alguno guardare mi palabra eternamente, no verá la muerte en toda la eternidad, porque ninguno habrá de ver la muerte en tanto que conserve la palabra de Jesús, pero cuando alguno falte a la observancia de lo que ha dicho, y sea negligente en cuanto a su custodia, cesa de custodiar a Dios, y entonces no ve la muerte respecto de algún otro, sino en sí mismo. Y así, una vez instruidos nosotros por el Salvador, podemos contestar al profeta, que pregunta: "¿Quién es el hombre que vivirá y no verá la muerte?" ( Sal 89, 49) El que guarda la palabra de Dios.
Crisóstomo, ut sup
Dice el que la guardare no sólo por medio de la fe, sino por medio de una vida pura. Y en esto les da a conocer, aunque de una manera embozada, que ningún daño pueden hacerle. Porque si el que guardare su palabra no morirá eternamente, con mucha más razón el que lo dice no puede morir.