Catena Áurea

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Felipe le dice: "Señor, muéstranos al Padre y nos basta". Jesús le dice: "¿Tanto tiempo ha que estoy con vosotros y no me habéis conocido? Felipe, el que me ve a mí, ve también al Padre. ¿Cómo, pues, tú dices: muéstranos al Padre? ¿No creéis que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo no las hablo de mí mismo, mas el Padre que está en mí, El hace las obras. ¿No creéis que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Y si no, creedlo por las mismas obras". (vv. 8-11)


San Hilario De Trin. lib. 7.
La novedad de lo que oía conmovió al apóstol Felipe: es visto como hombre, se proclama Dios, y afirma que, conocido El, es conocido el Padre, y que habiéndolo visto a El se ve al Padre. Felipe prorrumpió con la familiaridad propia de los apóstoles y preguntó: "Díjole Felipe: Señor, muéstranos al Padre y esto nos basta". No le dice que no lo haya visto, sino que le pide le sea mostrado; no le pide que lo muestre a la manera de una visión corporal, sino que le explique de qué manera habría de entender lo que ha visto. Había contemplado al Hijo a través de la humanidad, pero ignora cómo ver al Padre por El. Y así, para demostrar lo que El quería no era una explicación del modo de ver sino de cómo entender, dice: "Y nos basta".

San Agustín De Trin. 1, 8
Se busca nada más aquella alegría que se experimenta con su presencia ( Sal 15), cosa que comprendía bien Felipe, al decir: "Señor, muéstranos al Padre y esto nos basta". Pero aún ignoraba que de la misma suerte pudo haber dicho a Jesús: Señor, muéstrate a nosotros, y esto nos basta. Y para que entendiese esto, exclamó Jesús: "Dícele Jesús: ¿Tanto tiempo estoy con vosotros y no me habéis conocido?".

San Agustín In Ioannem tract., 70.
Pero ¿cómo les dice esto, si sabían a dónde El iba, y sabían el camino no por otra razón sino porque lo conocían a El mismo? Pero fácilmente daremos solución a esta duda, si decimos que unos lo sabían y otros no, entre los cuales estaba Felipe.

San Hilario ut supra.
Reprende al apóstol que está ignorante en el conocimiento. Las cosas que El obró eran propias de Dios: caminar sobre las olas, mandar a los vientos, perdonar pecados, resucitar a los muertos. De esto nace toda la reprensión, porque aún no había sido conocida la naturaleza divina en la carne humana. Por esto, cuando le pide que le muestre al Padre, responde: "Felipe, el que a mí me ve, ve también al Padre".

San Agustín ut supra.
Así solemos hablar de dos cosas muy semejantes: ¿Has visto aquello? Pues también has visto esto. Y en la misma forma se dice: Quien me ve a mí, ve a mi Padre. No porque El sea a la vez Hijo y Padre, sino porque el Hijo no podía diferenciarse en nada de la semejanza de su Padre.

San Hilario ut supra.
No se significa aquí la visión de los ojos carnales, y no es el hecho de haber nacido su carne de la Virgen María lo que aprovecha para que en El se contemple a Dios en su forma e imagen, sino que lo que hace que el Padre sea entendido en el conocimiento del Hijo de Dios, es que es tal la imagen que no difiere en género sino que enseña al Autor. La palabra del Señor no expresa un ser solitario y desligado de El, sino la unidad de naturaleza. Porque cuando dice "Y al Padre", se excluye la idea de algo singular y solo. ¿Qué otra interpretación resta sino que el Padre es conocido por medio del Hijo a causa de la unidad de la esencia?

San Agustín ut supra.
Sin embargo, ¿es digno de reprensión el que habiendo visto la semejanza, quiera contemplar a Aquel a quien es semejante? Mas si el Señor reprendía al discípulo, es porque veía la intención del que pedía, dado que Felipe quería conocer al Padre porque lo suponía superior al Hijo, y de esta manera desconocía al Hijo, creyendo que hubiese algo mejor que El. Para poner un correctivo a esta sospecha, dijo: "¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí?". Como diciendo: Si para ti es demasiado entender esto, por lo menos cree lo que no entiendes.

San Hilario ut supra.
¿Cómo podían desconocer al Padre y qué necesidad había de mostrárselo a los ignorantes, cuando el Padre era visto en el Hijo? Y es visto por la propiedad de la naturaleza, dado que en la unidad de la naturaleza el engendrado y el generador son una sola cosa. De aquí, por consiguiente, la pregunta del Señor: "¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí?".

San Agustín De Trin. lib. 7, 8
Quería que El viviera de la fe antes que pudiese verlo, y por eso dijo: "No lo crees". Porque la contemplación es el premio de la fe, y por la fe los corazones quedan limpios para ser dignos de tal premio.

San Hilario De Trin. lib. 7
El Padre está en el Hijo y el Hijo en el Padre, no por la conjunción de dos géneros que se armonicen, ni por la inserción de una naturaleza en otra más capaz (porque según ley necesaria de los cuerpos, los continentes tienen que ser exteriores, pero nunca interiores), sino por la generación de una naturaleza viviente a partir de otra viviente. Así pues, Dios no nace de otro sino de Dios mismo.

San Hilario De Trin. lib. 5
Dios inmutable se conforma, para expresarme así, con su propia naturaleza, engendrando a Dios inmutable. Y no desmiente su naturaleza el que de un Dios inmutable nazca un Dios inmutable. Concebimos en El la naturaleza subsistente de Dios, cuando Dios está en Dios sin que haya fuera de Dios otro Dios.

Crisóstomo In Ioannem hom., 73.
Felipe quería contemplar aquí con los ojos carnales al Padre, porque de la misma forma creía ver al Hijo, acaso porque vio en los profetas que dicen: "Porque vi al Señor" ( Is 6, 1), y por esta causa dice: "Muéstranos al Padre". De igual manera los judíos le preguntaron: ¿Quién es tu Padre? Y Pedro y Tomás le preguntaron a dónde iba, sin que ninguno entendiese su clarísima contestación. Y para que no se crea que Felipe se hacía pesado preguntando también "Muéstranos a tu Padre", añade: "Y esto nos basta", esto es, nada más deseamos saber. El Señor no contesta: "es imposible lo que pides", sino que demuestra que no ha visto ni al Hijo, porque si hubiera podido ver a Este, hubiera visto a Aquél. De aquí que diga: "¿Tanto tiempo he estado con vosotros y no me habéis conocido? Felipe, el que me ve, ve también a mi Padre", etc. No dice: no me habéis visto, sino "no me habéis conocido", bajo el concepto de que el Hijo, permaneciendo igual al Padre, manifiesta muy convenientemente en sí mismo a Aquel que lo engendró. Después, distinguiendo las personas, dijo: "El que me ve, ve a mi Padre", para que nadie diga que el mismo Hijo es también el Padre. También con estas palabras demuestra que ni aun con los sentidos corpóreos había visto al Hijo. Si alguno interpreta esta visión por conocimiento, no me opongo tampoco a ello, como diciendo: "Quien me conoce a mí, conoce a mi Padre". Pero la verdad es que no dijo esto, sino que quiso representar la unidad de esencia, de esta suerte: Quien ve mi sustancia, ve la que asimismo es la del Padre. Por donde claramente se deduce que no es creatura, porque al ver la creatura, no todos ven a Dios. Mas Felipe quería ver la sustancia del Padre, y si Jesús hubiera sido de distinta sustancia, no hubiera dicho: "El que me ve a mí, ve a mi Padre", porque nadie puede ver la naturaleza del oro en la plata, ni ninguna esencia aparece en otra esencia diferente.

San Agustín ut supra.
Después habla, no singularmente a Felipe, sino colectivamente, diciendo: "Las palabras que yo os hablo, no las hablo de mí mismo". ¿Qué significa no las hablo de mí mismo, sino que no he nacido de mí mismo yo que hablo? Y atribuye de esta suerte las operaciones que ejecuta a Aquél por quien El es.

San Hilario De Trin. lib. 7.
Por donde ni se excluye de ser Hijo, ni oculta la unidad de naturaleza en que conviene con el Padre. Porque en tanto que habla, lo hace permaneciendo en la sustancia única, y en tanto que no habla de suyo, atestigua que siendo Dios ha nacido de Dios.

Crisóstomo ut supra.
Obsérvese la abundancia de datos con que atestigua la unidad de esencia, al proseguir: "El Padre que está en mí, lleva a cabo las obras" ( Jn 10, 37). Como diciendo: no obra de una manera el Padre y de otra yo. También dice en otro lugar: "Si yo no ejecuto las obras del Padre, no me creáis". Pero, ¿cómo empezando por las palabras llega a las obras? Parecía oportuno que hubiese dicho: El mismo habla las palabras; mas o ha querido hacer distinción entre los milagros y los signos, o bien las palabras mismas eran también obras.

San Agustín In Ioannem tract., 72.
Quien edifica al prójimo con su palabra, realiza una buena obra. En estos dos textos encontramos dos clases de adversarios. Dicen los arrianos: "Ved aquí cómo el Hijo no es igual al Padre", porque no habla por propia autoridad. Dicen los sabelianos: "Véase cómo el Padre y el Hijo son una misma persona", porque ¿qué otra cosa puede ser: "El Padre que está en mí, El mismo obra", sino, Yo que estoy en mí, soy el que obro?

San Hilario ut supra.
Pero el permanecer el Padre en el Hijo no implica unidad y singularidad de persona, como el que el Padre obre por el Hijo no es propio de quien es diferente y extraño. Tampoco arguye unidad de persona que el que habla no hable de suyo, y, por otra parte, el hablar por medio del que habla no es propio de quien es ajeno y separado. Y como había enseñado que el Padre hablaba y obraba en El, establece la fe de su unidad perfecta, diciendo: "Creed en mí porque yo estoy en el Padre y el Padre en mí", a fin de que nadie sospechase que el Padre hablaba y obraba en el Hijo, no por la esencia (resultado de generación), sino en virtud del influjo de la santidad.

San Agustín In Ioannem tract., 70.
Antes sólo era reprendido Felipe; ahora se echa de ver que no era él solo al que allí se reprendía. "Creed, dijo, por las mismas obras, porque yo soy".

Crisóstomo ut supra.
Si, pues, esto no es suficiente para atestiguar la consustancialidad, por lo menos creed por las obras. Por esto prosigue: "Por lo menos creed por las obras mismas". Habéis presenciado milagros autorizados, y todas las cosas que son privativas de Dios y que sólo el Padre puede obrar, como son los pecados perdonados, la muerte destruida y otras cosas por el estilo.

San Agustín ut supra.
Creed, pues, por las obras, que yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Porque si estuviésemos separados, no podríamos de ninguna manera obrar inseparablemente.


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