Catena Áurea
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← Mt 8, 14-15 →
Y habiendo llegado Jesús a la casa de Pedro, vio a su suegra que yacía en cama, y con fiebre: Y le tocó la mano, y la dejó la fiebre, y se levantó, y los servía. (vv. 14-15)
Rábano
Después que manifestó San Mateo en el leproso la curación de todo el género humano, y en el siervo del centurión la del pueblo gentil, consiguientemente por medio de la suegra de San Pedro, designa la curación de la sinagoga, y por esto dice: "Habiendo llegado Jesús a la casa de Pedro". Primero habla del siervo, porque fue mayor el milagro, y mayor la gracia en el gentil convertido o porque al fin del mundo la sinagoga habrá de convertirse en absoluto, cuando hayan entrado todas las gentes en el reino de Dios. La casa de San Pedro, estaba en Betsaida.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 27, 1
Pero, ¿por qué entró en la casa de Pedro? Me parece que a comer, porque se añade: "Y se levantó y los servía". Se detenía en casa de sus discípulos para honrarlos y hacerlos con esto más ansiosos. Considera el respeto de San Pedro para con Jesucristo. Teniendo a su suegra en casa con calentura, no le hizo venir a ella, sino que esperó que terminase la predicación de la doctrina y que se curasen otros. Había aprendido desde el principio a dar la preferencia sobre sí a todos los demás. Así es que ni siquiera le hace una indicación, sino que el Señor fue espontáneamente, después que dijo el centurión: "No soy digno de que entres en mi casa", manifestando cuánto distinguía a su discípulo. No se creyó rebajado al entrar bajo el techo de un pobre pescador, para enseñarnos a conculcar en todo el orgullo humano. Unas veces cura con su sola palabra y otras extiende además la mano como en esta ocasión dice el sagrado texto: "Y tocó su mano". No siempre quería hacer milagros sobreabundantes, le convenía ocultarse alguna vez. Tocando el cuerpo, no sólo curó la fiebre, sino que también le concedió una salud completa. Cuando la enfermedad era curable, en el modo de curar manifestaba su poder, haciendo lo que no puede hacer la medicina, esto es, restituyendo al mismo tiempo la salud completa, por lo que el evangelista, entendiendo esto así, dice: "Y se levantó, y los servía".
San Jerónimo
La naturaleza de los hombres es tal que después de haber pasado una enfermedad, parece que están peores que durante ella, y cuando empieza la convalescencia, es precisamente cuando se siente más la enfermedad, pero la salud que se concede por el Señor, se concede toda a la vez.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 27, 1
En esto que se dice, de que se levantó y los servía, se manifiesta el poder de Dios y la disposición que aquella mujer mostraba hacia Jesucristo.
Beda
Místicamente hablando, la casa de San Pedro representa la ley y la circuncisión, la suegra figura la sinagoga, que en cierto modo es la madre de la Iglesia, confiada a Pedro. Aquélla estaba enferma, porque sufría la calentura de la envidia, persiguiendo a la Iglesia, cuya mano toca el Señor cuando convierte sus acciones terrenas en costumbre espiritual.
Remigio
También puede entenderse, que la suegra de San Pedro representa la ley que, según el apóstol, estaba enferma según la carne, esto es, la inteligencia carnal. Pero cuando el Señor, por el misterio de la encarnación, apareció visiblemente delante de la sinagoga, cumplió la ley con sus obras y enseñó la manera de entenderla en sentido espiritual. Asociada luego a la gracia del Evangelio, adquirió tanta fuerza que se convirtió de dispensadora de la muerte y de la pena, en ministra de la vida y de la gloria.
Rábano
Toda alma que vive bajo el dominio de las concupiscencias de la carne, se encuentra como el que padece fiebre. Pero tocada por la mano de la misericordia divina, convalece y enfrena las pasiones de la carne, por medio de la continencia, y con los mismos miembros con que servía a la inmundicia, sirve ahora a Dios.
San Hilario, homiliae in Matthaeum, 7
En la suegra de San Pedro puede decirse también que estaba representada la viciosa afección de la infidelidad, a la que va unida la libertad de la voluntad, que nos une a sí, con cierto lazo conyugal. Luego con la entrada del Señor en la casa de Pedro (esto es, en el cuerpo), se cura la infidelidad de los pecados, que arde con vehemencia y libre del yugo de los vicios, se consagra el alma al servicio de Dios.
San Agustín, de consensu evangelistarum, 2, 21
Cuándo fue obrado este milagro (esto es, después de qué o antes de qué) no lo dice San Mateo. No puede decirse que este hecho aconteció necesariamente después de lo que había referido. Se comprende, sin embargo, que ha recopilado aquí lo que antes había omitido. San Marcos ( Mc 1, 29-31) lo coloca antes de la curación, que refiere del leproso, y que parece le pone inmediatamente después del sermón del monte, que omite. San Lucas ( Lc 4 39-39) también coloca esta curación de la suegra de Pedro después de la misma circunstancia que San Marcos. Le interpuso antes de un sermón muy largo del Salvador, y que puede creerse sea el mismo que San Mateo dice que predicó el Señor en el monte. ¿Pero qué importa el lugar u orden de los hechos? ¿Qué importa que un evangelista ponga ahora lo que acababa de omitir, o que ponga antes lo que era posterior, con tal que el hecho, así colocado, no se oponga en nada a otro hecho, referido por él o por otro? No está en la potestad de cada uno el recordar oportunamente las cosas conocidas, por el mismo orden que sucedieron. Es bastante que cada evangelista crea que debe contar las cosas por el orden con que Dios se dignó recordarle lo que ya sabía, por lo que, cuando no aparece el orden de los tiempos, nada debe interesarnos, puesto que cada uno de ellos tenía su modo de ordenar la narración.