Catena Áurea
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← Mt 8, 10-13 →
Cuando esto oyó Jesús, se maravilló, y dijo a los que le seguían: "En verdad os digo, no he hallado una fe tan grande en Israel. Os digo, pues, que vendrán muchos de Oriente y de Occidente, y se recostarán con Abraham, e Isaac y Jacob en el reino de los cielos. Mas los hijos del reino serán echados en las tinieblas exteriores: allí será el llanto y el crujir de dientes". Y dijo Jesús al Centurión: "Ve, y como creíste, así te sea hecho": y fue sano el siervo en aquella hora. (vv. 10-13)
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 26, 3
Así como lo que había dicho el leproso, hablando de la potestad de Jesucristo: "Si quieres, puedes curarme", se confirma con la palabra del Salvador que dice: "Quiero, sé limpio", así también aquí, no sólo no inculpó al centurión por lo que dijo de su potestad, sino que le elogió. Hizo más todavía, y el evangelista, significando la intensidad de la alabanza, dice: "Oyéndolo Jesús..."
Pseudo-Orígenes, hom. in liv. 5
Considera qué y cuánto es lo que admira el Unigénito de Dios. El oro, las riquezas, los reinos, los principados, son en su presencia como una sombra o una flor que se cae. Ninguna de estas cosas es admirable en la presencia de Dios, como grande o preciosa, sino solamente la fe. A ésta la admira honrándola, a ésta la estima digna de su agrado.
San Agustín, super Genesim contra Manichaeos, 1, 8
¿Quién puede decirse que había infundido la fe en el centurión, sino el mismo que la admiraba? Y si era otro el que la había infundido, ¿cómo la admiraba Aquel que todo lo sabe? El Señor admira para enseñarnos lo que debemos admirar nosotros, que aun necesitamos ser movidos así. Por lo demás, estas emociones no anunciaban en El la perturbación del alma, sino que constituían parte de su enseñanza.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 26, 3
Por lo que se dice que se admiró en presencia de todo el pueblo, para dar ejemplo a los demás, a fin de que admirasen también. Sigue, pues: Y a los que le seguían les dijo: "En verdad os digo".
San Agustín, contra Faustum 22, 74
Alabó la fe de aquél, pero no le mandó dejar la milicia.
San Jerónimo
Habla de los contemporáneos, no de los pasados patriarcas y profetas.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 22
Creyó Andrés, pero diciendo San Juan: "He aquí el Cordero de Dios" ( Jn 1, 36); creyó San Pedro, pero evangelizándole Andrés; creyó Felipe, pero leyendo las Escrituras; y Nathanael recibió primero una prueba de la divinidad, y así ofreció la confesión de su fe.
Pseudo-Orígenes, hom. in liv. 5
Jairo, príncipe de Israel, pidiendo por su hija, no dijo: "Di con tu palabra", sino: "Ven inmediatamente" ( Mc 5, 23). Nicodemo, oyendo hablar del misterio de la fe, dice: "¿Cómo puede ser esto?" ( Jn 3, 9). María y Marta dicen: "Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no hubiese muerto" ( Jn 11, 32). Como dudando de que el poder de Dios pudiese estar presente en todas partes.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 22
O si queremos considerar a éste como mejor creyente que los apóstoles, deben entenderse las palabras de Jesucristo en el sentido de que cualquier obra buena de un hombre se alaba según la cualidad de la persona que la hace. Es una cosa grande el que un hombre simple diga algo que parezca propio de la sabiduría, lo cual no es admirable cuando lo dice un filósofo. En ese sentido se ha dicho del centurión: "No he hallado tanta fe en Israel".
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 26, 4
No era igual que creyese un judío o que creyese un gentil.
San Jerónimo
O acaso en el centurión la fe de los gentiles se prefiere a la de los israelitas, y por eso añade: "Os digo que vendrán muchos de Oriente", etc.
San Agustín, sermones, 62, 6
No dice todos, sino que muchos vendrán de Oriente y de Occidente. Con estas dos partes se designa todo el mundo.
Haymo
O vendrán del Oriente los que en el momento que son iluminados se convierten y del Occidente los que sufrían persecución por la fe hasta la muerte; o bien viene del Oriente el que empieza a servir a Dios desde la infancia y del Occidente el que se convierte a Dios en la ancianidad.
Pseudo-Orígenes, hom. in liv. 5
¿Mas cómo dice en otro lugar que son pocos los escogidos? En cada generación son pocos los escogidos, pero reunidos el día del juicio se verá que son muchos. Prosigue: "Y se recostarán, no extendiendo su cuerpo, sino descansando espiritualmente; no bebiendo temporalmente, sino gozando de los fines eternos, con Abraham, Isaac y Jacob en el Reino de los Cielos, donde se encuentran la luz, la alegría, la gloria y la longevidad de la vida eterna".
San Jerónimo
Porque el Dios de Abraham, Creador del cielo, es Padre de Jesucristo. En el Reino de los Cielos se encuentra Abraham con quien descansarán las naciones que creyeron en Jesucristo, Hijo del Creador.
San Agustín, sermones, 62, 6
Así como vemos a los cristianos, llamados al convite celestial, donde se encuentra el pan de la santidad y la bebida de la sabiduría, también vemos a los judíos reprobados en la siguiente frase: "Mas los hijos del reino serán arrojados a las tinieblas exteriores". Esto es, los judíos, que recibieron la ley, que celebran en sus figuras los misterios futuros que, una vez presentes, no reconocieron.
San Jerónimo
O llama a los judíos hijos del reino, porque Dios ha reinado antes en ellos.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 26, 4
O llama hijos del reino, a aquellos para quienes estaba el reino preparado, lo cual los estimulaba más.
San Agustín, contra Faustum, 16, 24
Si, pues, Moisés no ha recomendado al pueblo de Israel otro Dios que el de Abraham, Isaac y Jacob, y Jesucristo recomienda el mismo, no puede acusársele de haber intentado apartar aquel pueblo de su Dios. Precisamente, si los amenaza con que irán a las tinieblas exteriores es porque los veía apartados de su Dios, en el reino del cual dice que todas las gentes, llamadas de todo el mundo, descansarán con Abraham, Isaac y Jacob ( Ex 3), no por otro motivo que por haber tenido la fe del Dios de Abraham, de Isaac y Jacob. El testimonio que aquí les da el Salvador, no supone que no hayan sido enmendados en su muerte ni justificados después de su pasión.
San Jerónimo
Se llaman tinieblas exteriores porque el que es arrojado por Dios afuera, deja la luz.
Haymo
Manifiesta que habrán de padecer allí cuando añade: "Allí será el llanto y el crujir de dientes". Con la metáfora de los miembros describe las penas de los tormentos. Cuando los ojos son afectados por el humo producen lágrimas, y los dientes rechinan cuando hace demasiado frío. Se manifiesta, pues, que los réprobos en el infierno sufrirán un calor y un frío intolerables, según aquellas palabras de Job: "Pasarán de las aguas de nieve al excesivo calor" (Jb 24, 19).
San Jerónimo
Si, pues, el llanto es propio de los ojos, y el rechinar de dientes representa los huesos, es verdadera la resurrección de los cuerpos y de aquellos miembros que murieron.
Rábano
El rechinar de los dientes es efecto de la indignación, porque cuando cada uno se arrepiente tarde, tarde también se enfurece por haber delinquido con tan persistente iniquidad.
Remigio
O de otro modo, llama tinieblas exteriores a las naciones extranjeras, pues en cuanto al punto de vista histórico, el Señor anuncia aquí la ruina de los judíos, quienes a causa de su infidelidad habrían de ser llevados cautivos y ser dispersados por las diversas naciones de la tierra. El llanto suele nacer del fuego, y el rechinar de dientes del frío. Se atribuye el llanto a aquellos que habitan en los países más cálidos, como en la India y en la Etiopía; mas el rechinar de dientes es propio de aquellos que viven en los países más fríos, como son la Hircania y la Escitia.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 26, 5
A fin de que nadie pensase que lo que el Salvador había dicho al centurión, no era sino una vana adulación, hace milagros como sigue: "Y dijo Jesús al centurión: ve, y como creíste, así se haga".
Rábano
Como si dijese: "Según la medida de tu fe, se te medirá esta gracia. Puede, por consiguiente, el mérito del Señor ayudar a sus siervos, no sólo por razón de la fe sino también por el cumplimiento de la ley, de donde sigue: "Y fue sano el siervo en aquella hora".
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom., 26, 5
Debe admirarse la prontitud. No solamente el curar, sino también el modo impensado y el momento de tiempo en que Jesucristo hace esto, manifiesta su gran poder.
San Agustín, sermones 62, 4
Así como el Señor no entró con el cuerpo en la casa del centurión, sino que ausente de cuerpo y presente con la majestad, sanó al mismo muchacho, así en el solo pueblo judío estuvo con el cuerpo, porque en las demás naciones ni nació de la Virgen, ni padeció, ni mostró enfermedad alguna, ni hizo milagros, y sin embargo se cumplió lo que se había dicho: "El pueblo que no me conoció, me sirvió, y al oír hablar de mí, me obedeció" ( Sal 18, 45). La nación judía conoció y crucificó; las demás naciones de la tierra oyeron y creyeron.