4ª semana del Tiempo Ordinario, viernes

Años impares

Hb 13, 1-8: Jesucristo es siempre el mismo, ayer, hoy y siempre. Los fieles han de brillar en el amor, la pureza, el desprendimiento de los bienes materiales, " sin ansias de dinero ", en la presencia de Jesucristo, que vive para siempre. En efecto, el Cristo histórico vive ya en un eterno " hoy ", y Él es al mismo tiempo el objeto de la fe y el autor de la salvación. Así escribe Clemente de Alejandría:" Todos los poderes del Espíritu, unificados en un solo ser, se consuman en Él mismo, en el Hijo; pero Él es irreductible a un límite definido, si se intenta dar noción de cada uno de esos poderes. Por eso, el Hijo no es el Hijo sino en cuanto uno, no múltiple como partes, sino uno, como unión de todas las cosas. Por donde viene a ser también todas las cosas. En efecto, Él mismo es como un círculo de todos los poderes, que se resuelven y unifican en uno." Con razón el Logos se dice "Alfa y Omega" (Ap 1, 8). Por Él solo el fin viene a ser principio, y vuelve de nuevo al principio inicial, sin permitir ninguna interrupción. Por eso creer en Él y por Él significa fundarse en la unidad, uniéndose en Él, sin distanciamiento alguno (1Co 7, 35). Y no creer significa estar en la ambigüedad, estar desunido y dividido " (Stromata 4, 25, 156-157).Difícilmente podemos encontrar un comentario más profundo y bello a la expresión: " Cristo, ayer, hoy y siempre ".-Todo nuestro auxilio y apoyo lo encontramos en el Señor. Así lo confesamos en el Salmo 26: " El Señor es mi Luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar? Si un ejército acampa contra mí, mi corazón no tiembla; si me declaran la guerra, me siento tranquilo. Él me protegerá en su tienda el día del peligro; me esconderá en lo escondido de su morada, me alzará sobre la roca. Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro. No rechaces con ira a tu siervo, que Tú eres mi auxilio; no me deseches ".

Años pares

Si 47, 2-13. De todo corazón amó David a su Creador, entonando salmos cada día. Esta Escritura hace el elogio de David, y celebra sus grandes hazañas. En la tradición cristiana los Salmos se llaman " Salmos de David ". Aunque no los compuso todos, es cierto que compuso algunos, y que los usaba para cantar al Señor. El mejor recuerdo que nos ha quedado de David son los Salmos. En ellos está la gloria de David, más que sus victorias guerreras. Escribe San Ambrosio:" ¿Qué cosa más hermosa que los salmos? Como dice bellamente el salmista: "Alabad al Señor, que la música [los salmos] es buena: nuestro Dios merece una alabanza armoniosa". Y con razón: Los salmos, en efecto, son la bendición del pueblo, la alabanza de Dios, el elogio de los fieles, la aclamación de todos, el lenguaje universal, la voz de la Iglesia, la profesión armoniosa de nuestra fe, la expresión de nuestra entrega total, el gozo de nuestra libertad, el clamor de nuestra alegría desbordante." Los salmos calman nuestras iras, rechazan nuestras preocupaciones, nos consuelan en nuestras tristezas. De noche son un arma, de día una enseñanza; en el peligro son nuestra defensa, en las festividades nuestra alegría. Ellos expresan la tranquilidad de nuestro espíritu, son prenda de paz y concordia, son como la cítara que aúna en un sólo canto las voces más diversas y dispares. Con los salmos celebramos el nacimiento del día y con los salmos celebramos su ocaso. En los salmos rivalizan la belleza y la doctrina; son a la vez un canto que deleita y un texto que instruye " (Comentario al Salmo 1, 9-12). -El Salmo 17 es como un canto del rey David por su liberación y su victoria sobre los enemigos. David, como en su tiempo Abrahán, ha recibido una promesa de Dios y vive de la fe en esa promesa. En su propia vida puede ir descubriendo el cumplimiento sucesivo de dicha promesa por caminos extraños y maravillosos. Su vida, iluminada por la promesa, se hace así una " teofanía ", es decir, una manifestación continua de Dios. Su camino es el camino de Dios.Pero la promesa desborda la persona histórica de David, avanza en la historia por la dinastía davídica, hasta que se cumple de modo desbordante en el descendiente de David, nuestro Señor Jesucristo: " Sea ensalzado mi Dios y Salvador. Perfecto es el camino de Dios, acendrada es la promesa del Señor, Él es escudo para los que a Él se acogen. Viva el Señor, bendita sea mi Roca... Te daré gracias entre las naciones, Señor, y tañeré en honor de tu nombre. Tú diste gran victoria a tu rey, tuviste misericordia de tu Ungido, de David, y su linaje por siempre ".El Mesías, Cristo, que nace del linaje de David, reza con frecuencia los Salmos, y da a su canto acentos nuevos y bellísimos.

Evangelio

Mc 6, 14-29: Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado. Eso es lo que llega a pensar el brutal rey Herodes. Comenta San Agustín:" La lectura del Santo Evangelio presentó ante nuestros ojos un cruel espectáculo: la cabeza de Juan en una bandeja. Él, testimonio de la crueldad de una bestia, fue decapitado por el odio a la verdad. Danza una joven, su madre siente rebosar crueldad, y entre los placeres y lascivias de los comensales el rey jura tremendamente e impíamente cumple lo jurado." Así vino a realizarse en Juan lo que él mismo había predicho: "conviene que Él crezca y que yo mengüe" (Jn 3, 30). Juan menguó al ser decapitado y Cristo creció levantado en la Cruz. La verdad suscitó el odio. No podían soportarse con ánimo sereno los reproches de aquel santo hombre de Dios, que ciertamente buscaba la salvación de aquellos a quienes los dirigía. Ellos le devolvieron mal por bien. ¿De qué podría hablar él sino de lo que estaba lleno? ¿Y qué podían responderle ellos sino de lo que estaban llenos? " (Sermón 307, 1)." La boca mentirosa da muerte al alma " (Sb 1, 11). El Bautista tenía que hablar rectamente y dar " testimonio de la verdad " (Jn 5, 33), como Jesús (Jn 18, 37), aunque tuviera que sufrir, aunque hubiera de morir. Nada tiene que ver con esto, ni siquiera lo entiende, un espíritu frívolo y una vida mundana.