Entrada: " Oh Dios!, Escudo nuestro; mira el rostro de tu Ungido. Vale más un día en tus atrios que mil en mi casa " (Sal 83, 10-11). Deseo del cielo es lo que nos dicen en el canto de entrada y la oración colecta.
Colecta (del Misal anterior, y antes del Gregoriano, retocada con textos del Gelasiano y del Sacramentario de Bérgamo): " ¡Oh Dios, que has preparado bienes inefables para los que te aman; infunde tu amor en nuestros corazones, para que, amándote en todo y sobre todas las cosas, consigamos alcanzar tus promesas, que superan todo deseo ".
Ofertorio (del Veronense): " Acepta, Señor, nuestros dones, en los que se realiza un admirable intercambio, para que, al ofrecerte lo que tú nos diste, merezcamos recibirte a ti mismo ".
Comunión: " Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa " (Sal 129, 7); o bien: " Yo soy el Pan vivo que ha bajado del cielo -dice el Señor-; el que coma de este Pan vivirá para siempre " (Jn 6, 51-52).
Postcomunión (del Misal de París, de 1738): " Señor, después de haber recibido a Cristo en estos sacramentos, imploramos de tu misericordia que, transformados en la tierra a su imagen, merezcamos participar de su gloria en el cielo ".
Las tres lecturas convergen en un mismo tema: Dios llama a todos los hombres a la salvación. Esta universalidad del designio de salvación y del misterio redentor de Cristo Jesús constituye la razón de ser más profunda de la Iglesia y debería constituir también una inquietud permanente en quienes, por un don gratuito y electivo, hemos sido incorporados ya al Misterio de Cristo y de la Iglesia.
– Is 56, 1.6-7: A los extranjeros los traeré a mi monte santo. En el Nuevo Testamento Dios mismo ha roto los exclusivismos de Israel, para abrir el evangelio y la obra redentora de Cristo a todos los hombres, mediante el don de la fe.
La condición del sábado y de la alianza manifiestan el empeño total del hombre con Dios. Esto se llama también servicio y amor. Dios ofrece a los paganos la participación plena del culto.
En el nuevo régimen, el templo, centro y corazón del judaísmo, será ante todo " casa de oración " y, como tal, estará abierta a todos los pueblos: es una expresión típica del universalismo profético del Antiguo Testamento. Jesucristo mismo dirá un día ese texto: " Mi casa es casa de oración para todos los pueblos " (Mt 21, 13). Dios reunirá no solo a los dispersos de Israel, sino a otros muchos hombres.
– Sigue esa idea en el Salmo 66, cuyo tema central se repite en cada una de sus partes: " Oh Dios, que te alaben todos los pueblos, que todos los pueblos te alaben ", con lo cual se quiere expresar el anhelo ardiente de que Dios sea, finalmente, reconocido como Señor universal de toda la tierra.
– Rm 11, 13-15.29-32: Los dones y la llamada de Dios son irrevocables para Israel. Este fue el pueblo elegido para Cristo. Por su infidelidad, permaneció fuera del Evangelio y rechazó a Cristo. Pero en los designios divinos del Padre siempre es posible su salvación. El amor de Dios es irrevocable. Escribe San Ireneo:
" La gloria del hombre es Dios; pero el receptáculo de toda acción de Dios, de su sabiduría y de su poder, es el hombre. Y así como el médico se prueba que es tal en los enfermos, así Dios se manifiesta en los hombres. Por eso dice San Pablo: "Incluyó a todos los hombres en la incredulidad, a fin de que todos alcanzaran su misericordia" (Rm 11, 32). Esto dice del hombre, que desobedeció a Dios y fue privado de la inmortalidad, pero después alcanzó misericordia y, gracias al Hijo de Dios, recibió la filiación, propia de Éste " (Contra las herejías 3, 20, 2).
– Mt 15, 21-28: Mujer, grande es tu fe. San Juan Crisóstomo comenta este lugar evangélico:
" Porque, ¿qué le respondió Cristo?: "¡Oh mujer, grande es tu fe!" He ahí explicadas todas las dilaciones: quería el Señor pronunciar esa palabra, quería coronar a la mujer. Como si dijera: "tu fe es capaz de lograr cosas mayores que ésa; pues hágase como tú quieres". Semejante es esa expresión a aquella otra: " hágase el cielo y el cielo fue hecho " (Gn 1, 1). Y a partir de aquel momento quedó sana su hija. Mirad cuán grande parte tuvo la mujer en la curación de su hija. Porque por eso no le dijo Cristo: "quede curada tu hija", sino: " grande es tu fe; hágase como tú quieres ". Con lo cual nos da a entender que sus palabras no se decían sin motivo, ni para adular a la mujer, sino para indicarnos la fuerza de la fe. Y la prueba y la demostración de esa fuerza dejóla el Señor al resultado mismo de las cosas. Desde aquel momento, dice el evangelista, su hija quedó sana.
" Mas considerad también, os ruego, cómo, vencidos los apóstoles y fracasados en su intento, la mujer consiguió su pretensión. Tanto puede la perseverancia en la oración. De verdad Dios prefiere que seamos nosotros quienes le pidamos en nuestros asuntos, que no los demás por nosotros. Cierto que los apóstoles tenían más confianza con el Señor; pero la mujer demostró más constancia. Y por el resultado de su oración, el Señor se justificó también ante sus discípulos de todas sus dilaciones y les hizo ver que con razón no hizo caso de sus pretensiones (Homilía 52, 2-3 sobre San Mateo).
La lectura ininterrumpida del capítulo sexto del Evangelio según San Juan sobre la promesa de la institución de la Eucaristía, provoca la elección de la primera lectura, tomada del Libro de los Proverbios y en parte también la segunda lectura. Cristo Jesús es una realidad que se ha de vivir personalmente, mediante una asimilación profunda por parte del creyente, y el sacramento ordinario que verifica y perfecciona esta cristificación es, por designio divino, la Eucaristía.
– Pr 9, 1-6: Venid a comer mi pan y a beber mi vino que he mezclado. En la revelación divina, intimidad y unión entre Dios y sus elegidos aparece frecuentemente bajo el símil de un convite a su mesa lleno de amor. La actitud más adecuada para participar en él es la pobreza, la humildad, los corazones abiertos a esta intimidad. San Jerónimo dice:
" Y los que antes tenían sus miembros cansados, descansen y vean la alegría de las aves y las colas de los rebaños. Para que tomen alas de paloma y, abandonado los lugares bajos, se apresuren a subir a las alturas y puedan decir con el salmista: "dichoso el que, con vida intachable, camina en la voluntad del Señor" (Sal 118, 1). Y este camino, esto es, nuestro Dios, será para nosotros tan recto, tan llano, tan campestre, que no habrá equivocación alguna y los tontos y los insensatos podrán entrar por él. De ellos habla la Sabiduría en los Proverbios: "Quien sea simple, lléguese acá". Al carente de seso le dice: "Venid a comer mi pan y beber del vino que he mezclado. Dejad la simpleza y viviréis e id derechos por el camino de la inteligencia" (Pr 9, 4-6). Dios "escogió a los torpes del mundo" (1Co 1, 27). Entre los que el primero dice: "Dios mío, tú conoces mi ignorancia" (Sal 68, 6). "La locura de Dios es más sabia que los hombres" (1Co 1, 25) " (Comentario sobre el profeta Isaías 3, 5).
– De nuevo el Salmo 33 ofrece materia adecuada para meditar en las realidades de la lectura anterior: " Gustad y ved qué bueno es el Señor..., los ricos empobrecen y pasan hambre, los que buscan al Señor no carecen de nada ". La Iglesia ha dado siempre gran importancia a este Salmo, como cántico adecuado para la comunión.
– Ef 5, 15-20: Daos cuenta de lo que el Señor quiere. La fidelidad y la conducta responsable de cada creyente ante el Corazón Redentor de Cristo constituyen el índice de autenticidad que define su vida cristiana en el tiempo y para la eternidad. Comenta San Agustín:
" Dos cosas, hermanos, hacen que los días sean malos: la maldad y la miseria. Se habla de días malos a causa de la malicia y de la miseria de los hombres... La miseria es común a todos, pero no debe serlo la malicia " (Sermón 167).
El Apóstol va contra el relativismo moral que tan graves consecuencias tiene siempre. La nueva vida recibida en el Bautismo se ha de caracterizar por la sensatez, frente a la necedad de quienes se empeñan en vivir de espaldas a Dios. Por eso el Concilio Vaticano II exhortó a todo el mundo:
" Como en nuestra época se plantean nuevos problemas, y se multiplican errores gravísimos que pretenden destruir desde sus cimientos la religión, el orden moral e incluso la sociedad humana, este santo Concilio exhorta de corazón a los seglares, para que cada uno, según las cualidades personales y la porción recibida, cumpla con suma diligencia la parte que le corresponde, según la mente de la Iglesia, en aclarar los principios cristianos, difundirlos y aplicarlos certera-mente a los problemas de hoy " (Apostolicam actuositatem 6).
En las celebraciones litúrgicas los cánticos son manifestaciones de júbilo por los inmensos dones de Dios, tanto en lo material cuanto en lo espiritual. San Pablo nos da aquí una lección magnífica de cómo ha de ser nuestra participación en la liturgia de la Iglesia. La acción del Espíritu Santo en las almas hace que se sientan ebrios de gozo espiritual que se traduce en " salmos, himnos y cánticos inspirados " (Ef 5, 19).
– Jn 6, 51-58: Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El Cristo real y viviente es el que en el tiempo y en el espacio se nos da en la realidad misteriosa de la Eucaristía y por la que el hombre se deja transformar realmente en Cristo. Sin Eucaristía vivida no hay vida real cristiana. Escribe Clemente de Alejandría:
" ¡Oh maravilla de misterio! Uno es el Padre de todo, uno el Logos de todo, y uno el Espíritu Santo, el mismo en todas partes; y una sola también es la Virgen Madre: me complazco en llamarla Iglesia. Únicamente esta madre no tuvo leche, porque solo ella no llegó a ser mujer, sino que es al mismo tiempo virgen y madre, intacta como virgen, pero amante como madre. Ella llama a sus hijos para alimentarlos con una leche santa, el Logos acomodado a los niños. Por esto no tuvo leche, porque la leche era ese niño hermoso y querido: el Cuerpo de Cristo. Con el Logos alimentaba ella a estos hijos que el mismo Señor dio a luz con dolores de carne, que el Señor envolvió en los pañales de su sangre preciosa.
" ¡Oh santos alumbramientos! ¡Oh santos pañales! El Logos lo es todo para el niño, padre, madre, pedagogo y nodriza: "Comed mi carne y bebed mi sangre", dice (Jn 6, 53). Estos son los alimentos apropiados que el Señor nos proporciona generosamente; nos ofrece su carne y derrama su sangre. Nada falta a los hijos para que puedan crecer " (Pedagogo 1, 6, 42).
Y San Cirilo de Alejandría:
" El Cuerpo de Cristo vivifica a los que de Él participan; aleja a la muerte al hacerse presente en nosotros, sujetos a la muerte, y aparta la corrupción, ya que contiene en Sí mismo la virtualidad necesaria para anularla " (Comentario al Evangelio de San Juan 4).
A Cristo se le profetizó que sería signo de contradicción (Lc 2, 34) y lo fue de hecho. Este ha de ser el signo del cristiano en nuestro mundo y lo es de hecho. Recuérdense las persecuciones recibidas en la Iglesia durante los veinte siglos de su existencia.
– Jr 38, 4-6.8-10: Me engendraste hombre de pleito para todo el país. En la Historia de la Salvación, Jeremías, en su condición de profeta fiel al designio de Dios, fue " el varón de contradicción ", por denunciar la frivolidad y las falsas esperanzas de su pueblo, como también lo serían siglos más tarde Cristo y su Evangelio.
Frente a la tribulación muchos cristianos se cierran en sí mismos y dudan de la Providencia divina. La confianza adamantina de Jeremías es una enseñanza muy elocuente y eficaz también para nosotros, cuando nos visita el dolor. Como enseña San Pablo, el cristiano sabe que " la tribulación produce la paciencia, la paciencia una virtud probada, y la virtud probada la esperanza " (Rm 5, 3 ss). En otras palabras, el sufrimiento despega al hombre de sí mismo y le abre al don de Dios. Se trata de una purificación que nos aparta del orgullo y nos acerca confiadamente a Dios, que es el único que puede colmar nuestra pobreza radical.
– El Salmo 39 es muy adecuado a la lectura anterior. El salmista se ve rodeado de muchos males y clama al Señor: " Señor, date prisa en socorrerme ". En la Carta a los Hebreos se ponen en boca de Cristo algunos versos del mismo. La tradición cristiana lo ha aplicado a Cristo paciente. Con este salmo aprendemos la sumisión y la obediencia, que son un sacrificio muy agradable a Dios: " Yo esperaba con ansia al Señor; Él se inclinó y escuchó mi grito. Me levantó de la fosa fatal, de la charca fangosa; afianzó mis pies sobre roca y aseguró mis pasos. Me puso en la boca un cántico nuevo, un himno a nuestro Dios. Muchos al verlo quedaron sobrecogidos y confiaron en el Señor. Yo soy pobre y desgraciado, pero el Señor se cuida de mí. Tú eres mi auxilio y mi liberación, Dios mío, no tardes ".
– Hb 12, 1-4: Corramos la carrera que nos toca sin retirarnos. " No puede ser el discípulo de mejor condición que su Maestro " (Mt 10, 24; Lc 6, 40). El auténtico creyente cristiano habrá de vivir su fidelidad a Cristo en medio de una nube de testigos, que difícilmente aceptarán su vida y su ejemplo de virtud y santidad.
El cristiano, en el camino hacia la meta, no procede ciegamente. Le ha precedido un guía seguro: Cristo. Sobre Él hemos de dirigir nuestra mirada, siendo el autor y el perfeccionador de la fe. El mensaje de salvación ha sido proclamado por Él. Con su sacrificio cruento ha penetrado en el santuario celeste, abriéndonos el camino hacia la gloria y perfeccionando la fe, esto es, llevando a cumplimiento las promesas y actuando las esperanzas de los justos del Antiguo Testamento, nos ha alcanzado los bienes mesiánicos.
– Lc 12, 49-53: No he venido a traer la paz, sino la división. Paradójicamente, el Corazón de Jesucristo, que es nuestra paz (Ef 2, 14) y nuestra reconciliación con Dios, ha venido a provocar el choque y la ruptura entre la verdad y el error, el bien y el mal, la santidad y el pecado. Es el misterio de la cruz aceptado o repudiado por los hombres. San Ambrosio explica el contenido de esta perícopa en sentido espiritual:
" Aunque de casi todos los pasajes evangélicos se puede extraer un sentido espiritual, sin embargo, en este actual se exige con mayor insistencia, para ablandar el sentido literal con una profundización espiritual, para que a nadie le resulte dura esta sencilla narración, sobre todo tratándose de la sacrosanta religión, que invita siempre, con exhortaciones llenas de humanidad y con el ejemplo de una piedad humilde, a todos, aun a los extraños a la fe, a que la reverencien, con el fin de lograr, por medio de una educación atrayente, la aniquilación de unos prejuicios, endurecidos por supersticiones, y obligar dulcemente los corazones, cautivos del error, a creer con la fe, con esa fe que ha logrado vencerles a base de bondad... No se te prohíbe amar a tus padres, sino anteponerlos a Dios; porque las cosas buenas de la naturaleza son dones del Señor, y nadie debe amar más el beneficio que ha recibido que a Dios, que es quien conserva el beneficio recibido de Él " (Tratado sobre el Evangelio de San Lucas lib.VII, 134.136).