Domingo I Adviento (C)

Primera Lectura

Suscitaré a David un vástago legítimo
Lectura del libro de Jeremías. (Jr 33, 14-16)
Ya llegan días –oráculo del Señor– en que cumpliré la promesa que hice a la casa de Israel y a la casa de Judá.
En aquellos días y en aquella hora, suscitaré a David un vástago legítimo que hará justicia y derecho en la tierra.
En aquellos días se salvará Judá, y en Jerusalén vivirán tranquilos, y la llamarán así: “El Señor es nuestra justicia”.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 25, 4-5.8-9.10 y 14
R/. A ti, Señor, levanto mi alma.
Ad te, Dómine, levávi ánimam meam.

Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador.

A ti, Señor, levanto mi alma.
Ad te, Dómine, levávi ánimam meam.

El Señor es bueno y es recto,
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes.

A ti, Señor, levanto mi alma.
Ad te, Dómine, levávi ánimam meam.

Las sendas del Señor son misericordia y lealtad
para los que guardan su alianza y sus mandatos.
El Señor se confía a los que lo temen,
y les da a conocer su alianza.

A ti, Señor, levanto mi alma.
Ad te, Dómine, levávi ánimam meam.

Segunda Lectura

Que el Señor afiance vuestros corazones, para cuando venga Cristo
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses. (1Ts 3, 12-4, 2)
Hermanos: Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo mismo que nosotros os amamos a vosotros; y que afiance así vuestros corazones, de modo que os presentéis ante Dios, nuestro Padre, santos e irreprochables en la venida de nuestro Señor Jesús con todos sus santos.
Por lo demás, hermanos, os rogamos y exhortamos en el Señor Jesús: ya habéis aprendido de nosotros cómo comportarse para agradar a Dios; pues comportaos así y seguid adelante. Pues ya conocéis las instrucciones que os dimos, en nombre del Señor Jesús.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Sal 84, 8
Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.
Osténde nobis, Dómine, misericórdiam tuam, et salutáre tuum da nobis.

Evangelio

Se acerca vuestra liberación
Lectura del santo Evangelio según san Lucas. (Lc 21, 25-28.34-36)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas.
Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria.
Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación.
Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra.
Estad, pues, despiertos en todo tiempo, pidiendo que podáis escapar de todo lo que está por suceder y manteneros en pie ante el Hijo del hombre.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

  Domingo II Adviento (C)

Primera Lectura

Dios mostrará tu esplendor
Lectura del libro de Baruc. (Ba 5, 1-9)
Jerusalén, despójate del vestido de luto y aflicción que llevas, y vístete las galas perpetuas de la gloria que Dios te concede.
Envuélvete ahora en el manto de la justicia de Dios, y ponte en la cabeza la diadema de la gloria del Eterno, porque Dios mostrará tu esplendor a cuantos habitan bajo el cielo.
Dios te dará un nombre para siempre: Paz en la justicia y Gloria en la piedad.
En pie, Jerusalén, sube a la altura, mira hacia oriente y contempla a tus hijos: el Santo los reúne de oriente a occidente y llegan gozosos invocando a su Dios.
A pie tuvieron que partir, conducidos por el enemigo, pero Dios te los traerá con gloria, como llevados en carroza real.
Dios ha mandado rebajarse a todos los montes elevados y a todas las colinas encumbradas; ha mandado rellenarse a los barrancos hasta hacer que el suelo se nivele, para que Israel camine seguro, guiado por la gloria de Dios.
Ha mandado a los bosques y a los árboles aromáticos que den sombra a Israel.
Porque Dios guiará a Israel con alegría, a la luz de su gloria, con su justicia y su misericordia.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 126, 1-2ab.2cd-3.4-5.6
R/. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Magnificávit Dóminus fácere nobíscum; facti sumus lætántes.

Cuando el Señor hizo volver a los cautivos de Sion,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían:

El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Magnificávit Dóminus fácere nobíscum; facti sumus lætántes.

El Señor ha estado grande con ellos.
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres.

El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Magnificávit Dóminus fácere nobíscum; facti sumus lætántes.

Recoge, Señor, a nuestros cautivos
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares.

El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Magnificávit Dóminus fácere nobíscum; facti sumus lætántes.

Al ir, iba llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando,
trayendo sus gavillas.

El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Magnificávit Dóminus fácere nobíscum; facti sumus lætántes.

Segunda Lectura

Que lleguéis al Día de Cristo limpios e irreprochables
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses. (Flp 1, 4-6.8-11)
Hermanos: Siempre que rezo por vosotros, lo hago con gran alegría. Porque habéis sido colaboradores míos en la obra del Evangelio, desde el primer día hasta hoy.
Esta es nuestra confianza: que el que ha inaugurado entre vosotros esta buena obra, la llevará adelante hasta el Día de Cristo Jesús.
Esto que siento por vosotros está plenamente justificado: os llevo en el corazón, porque tanto en la prisión como en mi defensa y prueba del Evangelio, todos compartís mi gracia.
Testigo me es Dios del amor entrañable con que os quiero, en Cristo Jesús. Y esta es mi oración: que vuestro amor siga creciendo más y más en penetración y en sensibilidad para apreciar los valores.
Así llegaréis al Día de Cristo limpios e irreprochables, cargados de frutos de justicia, por medio de Cristo Jesús, para gloria y alabanza de Dios.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Lc 3, 4cd.6
Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.
Paráte viam Dómini, rectas fácite sémitas eius; vidébit omnis caro salutáre Dei.

Evangelio

Toda carne verá la salvación de Dios
Lectura del santo Evangelio según san Lucas. (Lc 3, 1-6)
Gloria a ti, Señor.
En el año decimoquinto del imperio del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Filipo tetrarca de Iturea y Traconítide, y Lisanio tetrarca de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.
Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: Voz del que grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; los valles serán rellenados, los montes y colinas serán rebajados; lo torcido será enderezado, lo escabroso será camino llano.
Y toda carne verá la salvación de Dios.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

  Domingo III Adviento (C)

Primera Lectura

El Señor exulta y se alegra contigo
Lectura de la profecía de Sofonías. (So 3, 14-18a)
Alégrate hija de Sion, grita de gozo Israel, regocíjate y disfruta con todo tu ser, hija de Jerusalén. El Señor ha revocado tu sentencia, ha expulsado a tu enemigo.
El rey de Israel, el Señor, está en medio de ti, no temas mal alguno.
Aquel día se dirá a Jerusalén: ¡No temas! ¡Sion, no desfallezcas!
El Señor tu Dios está en medio de ti, valiente y salvador; se alegra y goza contigo, te renueva con su amor; exulta y se alegra contigo como en día de fiesta.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Is 12, 2-3.4bcd.5-6
R/. Gritad jubilosos, porque es grande en medio de ti el Santo de Israel.
Exsúlta et lauda, quia magnus in médio tui Sanctus Isræl.

Él es mi Dios y Salvador: confiaré y no temeré,
porque mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación.

Gritad jubilosos, porque es grande en medio de ti el Santo de Israel.
Exsúlta et lauda, quia magnus in médio tui Sanctus Isræl.

Y sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación.
Dad gracias al Señor, invocad su nombre,
contad a los pueblos sus hazañas, proclamad que su nombre es excelso.

Gritad jubilosos, porque es grande en medio de ti el Santo de Israel.
Exsúlta et lauda, quia magnus in médio tui Sanctus Isræl.

Tañed para el Señor, que hizo proezas,
anunciadlas a toda la tierra;
gritad jubilosos, habitantes de Sion,
porque es grande en medio de ti el Santo de Israel.

Gritad jubilosos, porque es grande en medio de ti el Santo de Israel.
Exsúlta et lauda, quia magnus in médio tui Sanctus Isræl.

Segunda Lectura

El Señor está cerca
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses. (Flp 4, 4-7)
Hermanos: Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos. Que vuestra mesura la conozca todo el mundo. El Señor está cerca.
Nada os preocupe; sino que, en toda ocasión, en la oración y en la súplica, con acción de gracias, vuestras peticiones sean presentadas a Dios.
Y la paz de Dios, que supera todo juicio, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Is 61, 1 (Lc 4, l8ac)
El Espíritu del Señor está sobre mí: me ha enviado a evangelizar a los pobres.
Spíritus Dómini super me: evangelizáre paupéribus misit me.

Evangelio

Y nosotros, ¿qué debemos hacer?
Lectura del santo Evangelio según san Lucas. (Lc 3, 10-18)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan: Entonces, ¿qué debemos hacer?
Él contestaba: El que tenga dos túnicas, que comparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo.
Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron: Maestro, ¿qué debemos hacer nosotros?
Él les contestó: No exijáis más de lo establecido.
Unos soldados igualmente le preguntaban: Y nosotros, ¿qué debemos hacer?
Él les contestó: No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie con falsas denuncias, sino contentaos con la paga.
Como el pueblo estaba expectante, y todos se preguntaban en su interior sobre Juan si no sería el Mesías, Juan les respondió dirigiéndose a todos: Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego; en su mano tiene el bieldo para aventar su parva, reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga.
Con estas y otras muchas exhortaciones, anunciaba al pueblo el Evangelio.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

  Domingo IV Adviento (C)

Primera Lectura

De ti voy a sacar al gobernador de Israel
Lectura de la profecía de Miqueas. (Mi 5, 1-4a)
Esto dice el Señor: Y tú, Belén Efratá, pequeña entre los clanes de Judá, de ti voy a sacar al que ha de gobernar Israel; sus orígenes son de antaño, de tiempos inmemoriales.
Por eso, los entregará hasta que dé a luz la que debe dar a luz, el resto de sus hermanos volverá junto con los hijos de Israel.
Se mantendrá firme, pastoreará con la fuerza del Señor, con el dominio del nombre del Señor, su Dios; se instalarán, ya que el Señor se hará grande hasta el confín de la tierra.
Él mismo será la paz.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 80, 2-ac y 3b.15-16.18-19
R/. Oh, Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.
Deus, convérte nos, illústra fáciem tuam, et salvi érimus.

Pastor de Israel, escucha;
tú que te sientas sobre querubines, resplandece;
despierta tu poder y ven a salvarnos.

Oh, Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.
Deus, convérte nos, illústra fáciem tuam, et salvi érimus.

Dios del universo, vuélvete:
mira desde el cielo, fíjate,
ven a visitar tu viña.
Cuida la cepa que tu diestra plantó
y al hijo del hombre que tú has fortalecido.

Oh, Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.
Deus, convérte nos, illústra fáciem tuam, et salvi érimus.

Que tu mano proteja a tu escogido,
al hombre que tú fortaleciste.
No nos alejaremos de ti:
danos vida, para que invoquemos tu nombre.

Oh, Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.
Deus, convérte nos, illústra fáciem tuam, et salvi érimus.

Segunda Lectura

He aquí que vengo para hacer tu voluntad
Lectura de la carta a los Hebreos. (Hb 10, 5-10)
Hermanos: Al entrar Cristo en el mundo dice: Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas, pero me formaste un cuerpo; no aceptaste holocaustos ni víctimas expiatorias.
Entonces yo dije: He aquí que vengo –pues así está escrito en el comienzo del libro acerca de mí– para hacer, ¡oh Dios!, tu voluntad.
Primero dice: Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas, ni holocaustos, ni víctimas expiatorias, que se ofrecen según la ley. Después añade: He aquí que vengo para hacer tu voluntad.
Niega lo primero, para afirmar lo segundo. Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Mt 1, 23
Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán por nombre Enmanuel, “Dios con nosotros”.
Ecce ancílla Dómini: fiat mihi secúndum verbum tuum.
(La aclamación del leccionario castellano es distinta a la del latino)

Evangelio

¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?
Lectura del santo Evangelio según san Lucas. (Lc 1, 39-45)
Gloria a ti, Señor.
En aquellos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel de Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó: ¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre¡! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

  La Sagrada Familia (C)

Lecturas alternativas

Primera Lectura

Quien teme al Señor honrará a sus padres
Lectura del libro del Eclesiástico. (Si 3, 3-7.14-17)
El Señor honra más al padre que a los hijos y afirma el derecho de la madre sobre ellos.
Quien honra a su padre expía sus pecados, y quien respeta a su madre es como quien acumula tesoros. Quien honra a su padre se alegrará de sus hijos y cuando rece, será escuchado.
Quien respeta a su padre tendrá larga vida, y quien honra a su madre obedece al Señor.
Hijo, cuida de tu padre en su vejez y durante su vida no le causes tristeza.
Aunque pierda el juicio, sé indulgente con él y no lo desprecies aun estando tú en pleno vigor.
Porque la compasión hacia el padre no será olvidada y te servirá para reparar tus pecados.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 127, 1 y ss
R/. Dichosos los que temen al Señor y siguen sus caminos.
Beáti omnes qui timent Dóminum, qui ámbulant in viis eius.

Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos.
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien.

Dichosos los que temen al Señor y siguen sus caminos.
Beáti omnes qui timent Dóminum, qui ámbulant in viis eius.

Tu mujer, como parra fecunda,
en medio de tu casa;
tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa.

Dichosos los que temen al Señor y siguen sus caminos.
Beáti omnes qui timent Dóminum, qui ámbulant in viis eius.

Esta es la bendición del hombre
que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sion,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida.

Dichosos los que temen al Señor y siguen sus caminos.
Beáti omnes qui timent Dóminum, qui ámbulant in viis eius.

Segunda Lectura

La vida de familia en el Señor
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses. (Col 3, 12-21)
Hermanos: Como elegidos de Dios, santos y amados, revestíos de compasión entrañable, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia.
Sobrellevaos mutuamente y perdonaos cuando alguno tenga quejas contra otro.
El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo.
Y por encima de todo esto, el amor, que es el vínculo de la unidad perfecta.
Que la paz de Cristo reine en vuestro corazón: a ella habéis sido convocados en un solo cuerpo.
Sed también agradecidos. La Palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; exhortaos mutuamente.
Cantad a Dios, dando gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados.
Y todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre de Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.
Mujeres, sed sumisas a vuestros maridos, como conviene en el Señor. Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas.
Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, que eso agrada al Señor. Padres, no exasperéis a vuestros hijos, no sea que pierdan el ánimo
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Col 3, 15-16a
La paz de Cristo reine en vuestro corazón; la Palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza.
Pax Christi exsúltet in córdibus vestris; verbum Christi hábitet in vobis abundánter.

Evangelio

Los padres de Jesús lo encontraron en medio de los maestros
Lectura del santo Evangelio según san Lucas. (Lc 2, 41-52)
Gloria a ti, Señor.
Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por la fiesta de la Pascua.
Cuando cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres.
Estos, creyendo que estaba en la caravana, anduvieron el camino de un día y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén buscándolo.
Y sucedió que, a los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba.
Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados.
Él les contestó: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?
Pero ellos no comprendieron lo que les dijo.
Él bajó con ellos y fue a Nazaret y estaba sujeto a ellos.
Su madre conservaba todo esto en su corazón.
Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

  Bautismo del Señor (C)

Lecturas alternativas

Primera Lectura

Se revelará la gloria del Señor, y la verán todos
Lectura del libro de Isaías. (Is 40, 1-5.9-11)
«Consolad, consolad a mi pueblo –dice vuestro Dios–; hablad al corazón de Jerusalén, gritadle, que se ha cumplido su servicio y está pagado su crimen, pues de la mano del Señor ha recibido doble paga por sus pecados».
Una voz grita: «En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios; que los valles se levanten, que montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale.
Se revelará la gloria del Señor, y la verán todos juntos –ha hablado la boca del Señor–».
Súbete a un monte elevado, heraldo de Sion; alza fuerte la voz, heraldo de Jerusalén; álzala, no temas, di a las ciudades de Judá: «Aquí está vuestro Dios.
Mirad, el Señor Dios llega con poder y con su brazo manda.
Mirad, viene con él su salario y su recompensa lo precede.
Como un pastor que apacienta el rebaño, reúne con su brazo los corderos y los lleva sobre el pecho; cuida él mismo a las ovejas que crían».
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 104, 1b-2.3-4.24-25.27-28.29-30
R/. Bendice, alma mía, al Señor: ¡Dios mío, qué grande eres!
Bénedic, ánima mea, Dómino; magnificátus est vehementer.

¡Dios mío, qué grande eres!
Te vistes de belleza y majestad,
la luz te envuelve como un manto.
Extiendes los cielos como una tienda.

Bendice, alma mía, al Señor: ¡Dios mío, qué grande eres!
Bénedic, ánima mea, Dómino; magnificátus est vehementer.

Construyes tu morada sobre las aguas;
las nubes te sirven de carroza,
avanzas en las alas del viento;
los vientos te sirven de mensajeros;
el fuego llameante, de ministro.

Bendice, alma mía, al Señor: ¡Dios mío, qué grande eres!
Bénedic, ánima mea, Dómino; magnificátus est vehementer.

Cuántas son tus obras, Señor,
y todas las hiciste con sabiduría;
la tierra está llena de tus criaturas.
Ahí está el mar: ancho y dilatado,
en él bullen, sin número,
animales pequeños y grandes.

Bendice, alma mía, al Señor: ¡Dios mío, qué grande eres!
Bénedic, ánima mea, Dómino; magnificátus est vehementer.

Todos ellos aguardan
a que les eches comida a su tiempo:
se la echas, y la atrapan;
abres tu mano, y se sacian de bienes.

Bendice, alma mía, al Señor: ¡Dios mío, qué grande eres!
Bénedic, ánima mea, Dómino; magnificátus est vehementer.

Escondes tu rostro, y se espantan;
les retiras el aliento, y expiran
y vuelven a ser polvo;
envías tu espíritu, y los creas,
y repueblas la faz de la tierra.

Bendice, alma mía, al Señor: ¡Dios mío, qué grande eres!
Bénedic, ánima mea, Dómino; magnificátus est vehementer.

Segunda Lectura

Nos salvó por el baño del nuevo nacimiento y de la renovación del Espíritu Santo
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a Tito. (Tt 2, 11-14; 3, 4-7)
Se ha manifestado la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres, enseñándonos a que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, llevemos ya desde ahora una vida sobria, justa y piadosa, aguardando la dicha que esperamos y la manifestación de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo, el cual se entregó por nosotros para rescatarnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo de su propiedad, dedicado enteramente a las buenas obras.
Cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador y su amor al hombre, no por las obras de justicia que hubiéramos hecho nosotros, sino, según su propia misericordia, nos salvó por el baño del nuevo nacimiento y de la renovación del Espíritu Santo, que derramó copiosamente sobre nosotros por medio de Jesucristo nuestro Salvador, para que, justificados por su gracia, seamos, en esperanza, herederos de la vida eterna.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Lc 3, 16
Viene el que es más fuerte que yo –dijo Juan–; él os bautizará con Espíritu Santo y fuego.
Veniet fortior me, dixit Ioánnes: ipse vos baptizábit in Spíritu Sancto et igni.

Evangelio

Jesús fue bautizado; y, mientras oraba, se abrieron los cielos
Lectura del santo Evangelio según san Lucas. (Lc 3, 15-16.21-22)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, el pueblo estaba expectante, y todos se preguntaban en su interior sobre Juan si no sería el Mesías, Juan les respondió dirigiéndose a todos:
«Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego».
Y sucedió que, cuando todo el pueblo era bautizado, también Jesús fue bautizado; y, mientras oraba, se abrieron los cielos, bajó el Espíritu Santo sobre él con apariencia corporal semejante a una paloma y vino una voz del cielo:
«Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco».
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.