1 CRÓNICAS

1Cro 3 En la sección formada por 1Cro 2, 1-4, 23, la dedicada a los descendientes de David y Salomón (cap.3) constituye la unidad central por los siguientes motivos: incluye a los hijos de David, a los sucesores de Salomón anteriores al destierro (10-16) y posteriores, a partir de Jeconías, el cautivo (17): la comunidad posexílica, portadora de la antorcha real-mesiánica, entronca con el rey cautivo (17-24). El cronista tiende un puente entre la humilde comunidad posterior al destierro y aquella otra espléndida comunidad de la época davídico-salomónica.

1Cro 6, 39-66 Los descendientes de Leví no tienen un territorio propio, como las demás tribus, sea porque están condenados a ser una «tribu errante», debido a los excesos de su padre Leví (véase Gn 49, 5-7), sea porque «su porción es el Señor» (Nm 18, 20-24). Por una u otra razón, a los descendientes de Leví se les asignan cuarenta y ocho ciudades en los territorios pertenecientes a las otras tribus (véase Nm 35, 1-8). Lo peculiar de la tribu de Leví no es tanto el lugar ocupado cuanto la función que ejerce en él.

1Cro 8, 29-40 El cronista ignora sistemáticamente todo lo relacionado con las tribus del Norte y muestra sus preferencias por David y por Judá. No puede olvidar, sin embargo, que el primer rey de Israel y predecesor de David fue Saúl, perteneciente a la tribu de Benjamín. Para introducir el relato histórico prolonga la genealogía de Benjamín, en la que sobresale Saúl.

1Cro 9, 1-34 Concluye la primera parte, las genealogías, con la repatriación y repoblación de Jerusalén tras el destierro. «Todo Israel», representado en las doce tribus, está presente en Jerusalén, en torno al templo. El nuevo pueblo, surgido de las cenizas del destierro, está llamado a ser lo que fue el antiguo Israel. Judaítas (4-9), sacerdotes (10-13), levitas (14-16), porteros y cantores (17-34) forman una comunidad sacra aunada en torno al templo, corazón del nuevo pueblo resurgido.

1Cro 11, 1-3 El cronista silencia las rivalidades, intrigas y enfrentamientos entre David y los descendientes de Saúl. Las tribus del Norte no solo acuden a Hebrón (1Cro 2S 5, 1), sino que se reunieron con David (1Cro 11, 1), formando una auténtica asamblea. David queda constituido rey de todo Israel desde el primer momento, como legítimo y único sucesor de Saúl.

1Cro 13 La primera decisión de David, tras conquistar Jerusalén, fue trasladar el Arca. Es la perspectiva del cronista, aunque tenga que alterar la secuencia histórica que encuentra en la fuente deuteronomista (véase 1S 5-6). Esta decisión no es un capricho del monarca, es la consecuencia del consejo de sus oficiales y del asentimiento del pueblo (1Cro 13, 1-4), tras una consulta implícita al Señor (1Cro 13, 2). Todo el pueblo está presente (1Cro 13, 5). El traslado se convierte en una peregrinación de todo Israel. El templo y el Arca llegan a ser el centro neurálgico de la nación. El Arca, expresión visible de la presencia de Dios, merece sumo respeto, como ejemplifica el episodio de Uzá, que contrasta con el de Obededón.

1Cro 16 El viaje iniciado en el cap. 13 finaliza con la llegada del Arca a la tienda. La fiesta de entronización del Arca culmina con la ofrenda de sacrificios y con la participación de la gente en un banquete festivo (2s). Podía terminar la narración con la despedida del pueblo (43), como sucede en 2S 6, 17-19, pero el cronista se demora, convirtiendo a David en organizador del servicio y del cántico litúrgico (4-7), pese a que la utilización sistemática del canto se remonta a la época del segundo templo. Después de organizar el servicio del Arca (37ss) y de los sacrificios en el «alto de Gabaón» (39ss) –lugar legítimo para el culto, porque aún no se había edificado el templo–, el pueblo y el rey marchan a sus respectivas casas (43), no sin que el cronista insista previamente en el canto litúrgico (41ss).

1Cro 18 A partir de diversos sumarios de guerra, agrupados ya en la fuente deuteronomista (2S 8, 1-18), el cronista sitúa aquí el relato de las victorias de David, vinculándolas con lo que escribe más adelante. David no puede construir el templo, porque ha emprendido muchas guerras (1Cro 22, 8). El botín de estas victorias será destinado para la construcción del templo (8, 11), en el que los hijos del rey no pueden ser sacerdotes (véase 2S 8, 18) –cargo reservado a los levitas–, sino que han de contentarse con ocupar los primeros puestos junto al rey (17).

1Cro 20, 3 Al contar estos acontecimientos precedentes, el cronista da por no sabido que con la guerra contra Amón se inicia la historia de la sucesión al trono davídico: adulterio de Betsabé, nacimiento de Salomón, asesinato de Urías, denuncia de Natán, etc. David, según el cronista, es un rey perfecto.

1Cro 21, 1-22, 1 El cronista presenta por primera vez a un David pecador, inducido por Satán (véase Jb 1-2), no por Dios, como en 2S 24, 1. Su pecado consiste en confiar en la fuerza humana más que en la ayuda divina. David ordena que sea censado todo el pueblo, pero Joab se opone a la iniciativa real (3. 6), evidenciando la magnitud del pecado de David, y no censa las tribus de Leví y de Benjamín (6). Dios desaprueba el censo y David confiesa su culpa (8). El castigo afecta a todo el pueblo y se intensifica en Jerusalén (15), que, junto con el rey, tiene una dimensión mediadora e intercesora. La construcción de un altar para el sacrifico pone fin al castigo (18) y es el comienzo de una nueva etapa, iniciada con la adquisición de un terreno en el que se edificará el templo, que ya desde ahora comienza a tener una función expiatoria.

1Cro 22, 2-19 Este capítulo y los siguientes, hasta el final del libro, son propios del cronista. «Preparar» es la palabra clave de este capítulo. Todo está orientado a la construcción del templo. David no puede construirlo personalmente, por haber sido belicoso y sanguinario (8). Su constructor ha de ser un hombre de paz (Salomón), a través del cual Dios dará la paz a su pueblo (9). La guerra y la violencia son incompatibles con la santidad del templo. David tiene cierto parecido con Moisés, lo mismo que Salomón lo tiene con Josué: Moisés-David dejan todo preparado para que lo realicen sus sucesores. El «discurso de despedida» de David termina con una exhortación dirigida al pueblo: todos han de secundar a Salomón, respondiendo así a los muchos dones recibidos de la mano divina (17-19).

1Cro 24 En Israel, como en otros pueblos, el sacerdocio era hereditario. Aunque en los santuarios había familias sacerdotales no levíticas, desde la centralización del culto se impuso que fueran de ascendencia levítica y más concretamente aaronita. La división por turnos pertenece a la época del segundo templo, aunque el cronista la remonte a David. Finaliza el capítulo con un añadido posterior: una nueva genealogía de los levitas (20-31).

1Cro 25 El cronista es especialmente sensible al cántico litúrgico (véase 1Cro 6, 16-34). Es tan importante para él, que no duda en atribuir esta institución a David, artesano de instrumentos musicales. Los cantores profetizaban al son de la cítara (3). Cuando se extingue la voz de la profecía, la música es la expresión privilegiada del culto y el medio de buscar la voluntad de Dios. Los cantores son divididos en veinticuatro turnos, como los sacerdotes (1Cro 24, 7-18), con doce cantores en cada turno, a razón de dos semanas para cada turno.

1Cro 28 Tras el largo paréntesis de 1Cro 23, 3-27, 34, el testamento de David conecta con 1Cro 28, 1ss. Presentes las autoridades del reino, a excepción de sacerdotes y levitas, David se dirige a sus «hermanos» –el rey es un igual y «hermano» del resto del pueblo– exponiéndoles sus planes de construir el templo. Como él no puede llevarlo a cabo, por belicoso y sanguinario (acaso haya una alusión a la muerte de Urías), encomienda esta tarea a su hijo, al que entrega los planos detallados de la nueva construcción (11-19). El templo terrestre ha de ser un reflejo del celeste; solo Dios puede revelarlo (Ex 25-30; Ez 40-46). Su estructura es una especie de revelación (19). Es obligado que Dios sostenga a David y al pueblo en la ejecución de la obra (10. 20).

1Cro 29, 10-22 La generosidad del pueblo y todos los beneficios recibidos durante su reinado motivan una acción de gracias de David (10-20), en la que se insiste que todo viene de Dios y retorna a él (14. 16). La rectitud de corazón es el don que más agrada a Dios (17). La acción de gracias se torna petición: que Dios mantenga la rectitud de corazón tanto en su hijo Salomón como en el pueblo (18ss).