Padres de la Iglesia
CIRILO DE JERUSALÉN
Procatequesis
Índice de las Catequesis
Catequesis VIII. Omnipotencia y providencia de Dios
Pronunciada en Jerusalén, sobre lo de «todopoderoso'' (que todo lo tiene bajo su poder). La lectura es de Jeremías: «El Dios grande, el Fuerte, cuyo nombre es Yahvé Sebaot, grande en designios y rico en recursos... (Jr 32, 18-19)1
Tema fundamental: la omnipotencia de Dios, Padre providente
1. Por el hecho de que creemos en un solo Dios, rechazamos todo error acerca de una pluralidad de dioses, sirviéndonos de estas armas frente a los gentiles y frente a toda la resistencia de los herejes. Pero al añadir «un solo Dios Padre», luchamos contra los que provienen de la circuncisión, que niegan al Hijo Unigénito de Dios. Pues, como se dijo en el día de ayer, antes incluso de que expliquemos lo que se refiere a nuestro Señor Jesucristo, simplemente por haber dicho Padre, ya quisimos indicar que es Padre del Hijo. Así, del mismo modo que entendimos que existe Dios, pensemos también que tiene un Hijo. Pero a esto añadimos ahora que es todopoderoso (que todas las cosas las tiene bajo su poder). Esto lo afirmamos por causa de los gentiles, de los judíos y de los herejes.
Dios, presente y activo en todo
2. Pues algunos de los gentiles dijeron que Dios es el alma del mundo. Otros, por su parte, dijeron que sólo sobre los cielos tiene potestad, pero ésta no alcanza hasta la tierra. Algunos también, arrastrados por un error semejante, pervirtiendo el sentido de «Oh Yahvé, en los cielos tu amor, hasta las nubes tu verdad» (Sal 35, 5)2, circunscribieron a las nubes y al cielo la providencia de Dios, pero enajenando de Dios lo que hay en la tierra. Se olvidaron del salmo: «Si hasta los cielos subo, allí estás tú, si en el sol me acuesto, allí te encuentras» (Sal 139, 8). Pues si nada hay más allá del cielo, y puesto que el infierno está por debajo de la tierra, sin duda que el que gobierna lo de más abajo alcanza también la tierra.
Diversos aspectos del poder de Dios
3. Pero los herejes, por otra parte, como se ha dicho anteriormente, no conocieron a un Dios único omnipotente. Pues omnipotente es el que domina sobre todas las cosas y todo lo tiene sujeto a su poder. Y quienes dicen que (Dios) es señor del alma, pero no del cuerpo, afirman con ello que ninguna de las dos realidades es perfecta, pues cada una de las dos carece de la otra. Y si alguien tiene potestad sobre el alma, pero no sobre el cuerpo, ¿a título de qué sería omnipotente? ¿Y dónde estaría la omnipotencia del que dominara sobre los cuerpos, pero no sobre los espíritus? Sin embargo, es cierto que Dios declara convictos a aquellos de quienes dice: «Temed más bien a Aquel que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehenna» (Mt 10, 28). Pues si no tiene potestad sobre ambos, ¿cómo pudo el Padre de nuestro Señor Jesucristo someter a uno y otro al suplicio? ¿Y cómo podrá, invadiendo un cuerpo ajeno a su potestad, entregarlo a la gehenna si antes no ata al fuerte para saquear su ajuar?3
Dios ejerce su dominio aún permitiendo la acción del diablo
4. Pero la divina Escritura y los dogmas de la verdad han conocido a un Dios único, el cual tiene muchas cosas sometidas al imperio de su poder, pero muchas cosas las permite porque quiere4 Pues también ejerce su dominio sobre los adoradores de ídolos, pero los soporta por su paciencia; a los herejes que le rechazan también los tiene bajo su poder, pero los tolera con su longanimidad. También tiene sometido al diablo, pero lo acepta con su tolerancia. Y no sufre por impotencia como si se le venciese (a Dios). Pues, desde siempre, también (el diablo) estuvo entre las criaturas de Dios, que no fue quien le engañó -ello sería algo indigno- sino otros ángeles, que también son criaturas. Le permitió, sin embargo, vivir por dos razones: para que, al vencerlo, se sintiese afectado por una mayor vergüenza y para que los hombres recibiesen la corona5 ¡Oh providencia de Dios llena de sabiduría, que asumió aquella perversa voluntad para otorgar la salvación a quienes creyeran. Cuando se sirvió de la intención hostil de los hermanos de José para la realización de sus planes, permitiendo que vendiesen a su hermano por odio, de ello tomó ocasión para constituir en gobernador a quien él quería6 De modo semejante concedió luchar con el diablo para que fuesen coronados los vencedores; así, conseguida la victoria, el diablo, vencido por quienes son inferiores a él, se cubriría de mayor vergüenza. Los hombres, en cambio, quedarían ennoblecidos de modo insigne tras haber vencido a quien en otro tiempo había sido arcángel.
Dios reina también sobre el hombre pecador
5. Nada, pues, se encuentra sustraído al poder de Dios. De él dice la Escritura: «Toda cosa es sierva suya» (Sal 119, 91). Toda la realidad es realmente su sierva, aunque en esta realidad no se cuentan su Hijo único ni su Espíritu Santo7 Y todas aquellas criaturas que sí son siervos sirven al Señor por el Hijo único en el Espíritu Santo8 Dios, pues, domina sobre todas ellas y soporta a los homicidas, a los ladrones, a los libertinos por su paciencia, de modo que, una vez determinado el tiempo en que dará a cada uno según sus méritos tras la tregua de un tiempo duradero, sin haber vuelto su corazón a la conversión, sean condenados con mayor gravedad. Reyes de los hombres son los que gobiernan en el mundo, aunque no sin haber recibido el poder de lo alto (cf. Jn 19, 11). Esto lo experimentó en cierta ocasión Nabucodonosor cuando dijo «que su imperio es un imperio eterno y su poder dura de generación en generación» (Dn 4, 31).
Recto uso del dinero
6. Las riquezas, el oro y la plata no son del diablo como algunos piensan9 «Del hombre fiel es todo el mundo de las riquezas, pero el que no lo es no tiene siquiera un óbolo»10 Pero nadie es más infiel que el diablo, como claramente lo dijo Dios por medio del profeta: ¡«Mía es la plata y mío el oro!» (Ag 2, 8), «y se lo doy a quien quiero» (Lc 4, 6). Lo único que debes hacer es usar bien de ello. No debes criticar más el dinero. Pero cuando tú utilizas mal algo que es bueno sin querer culpar a tu propia administración, diriges tu queja impíamente contra el creador. «Tuve hambre y me disteis de comer» (Mt 25, 35): no hay duda de que fueron vuestras propias riquezas. «Estuve desnudo y me cubristeis» (Mt 25, 36): en ello intervino vuestro dinero. ¿Quieres saber que las riquezas pueden ser la puerta del reino de los cielos?: «Vende lo que tienes, dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo» (Mt 19, 21).
Lo que se posee es de por sí bueno 11
7. Estas cosas las he dicho a causa de los herejes, que condenan al anatema las propiedades, el dinero y los cuerpos. Pues ni deseo que seas esclavo de las riquezas ni, por otra parte, que las mires como enemigas, pues te han sido dadas por Dios como ayuda. Por consiguiente, no vayas diciendo de vez en cuando que el dinero es del diablo, pues aunque (éste) diga: «Todo esto te daré porque a mí me ha sido entregado» (Lc 4, 6), alguno puede, sin embargo, refutar incluso esas palabras, puesto que no puede creerse a un mentiroso. Quizá, sin embargo, amilanado ante el poder de quien estaba presente, dijo la verdad, puesto que no afirma: «Todo esto te daré porque es mío», sino «porque a mí me ha sido entregado». No usurpó la propiedad, sino que declaró una encomienda y una simple administración a él confiada. Oportunamente se preguntan los intérpretes si mintió o dijo la verdad.
Conclusión: el poder del Señor Dios
8. Por tanto, sólo hay un único Dios Padre omnipotente, a quien muchos herejes se han atrevido a atacar con improperios: no han sentido temor de injuriar al Señor de los ejércitos que se sienta sobre los querubines12 Han osado infamar con blasfemias al Señor Adonai13, no se arredraron de afrentarle con ellas a aquel a quien las voces de los profetas celebran como Dios todopoderoso. Tú, en cambio, adora al único Dios todopoderoso, Padre de nuestro Señor Jesucristo14 Huye del error del politeísmo; escapa también de cualquier herejía y di, según lo del libro de Job: «Yo por mí a Dios recurriría, expondría a Dios mi causa. El es autor de obras grandiosas e insondables, de maravillas sin número» (Jb 5, 8-9), y aquello de «el honor proviene del Todopoderoso»15, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Notas
1 Para la comprensión de esta catequesis conviene tener en cuenta el ambiente intelectual y religioso circundante: se hacen las distintas afirmaciones en contra de los maniqueos, que subrayan la maldad intrínseca al menos de una parte de la creación, y también en contra de los arrianos, que ponen en duda la igualdad, en cuanto a naturaleza y dignidad, del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Téngase en cuenta, además, que la afirmación que se hace de que Dios es «todopoderoso» tiene en el original griego el sentido semántico de aquel «que domina sobre todas las cosas» (pantocrátor), lo cual facilita a su vez la relación entre omnipotencia y providencia de Dios.
2 Cf. también Sal 57, 11 y Sal 108, 5.
3 Vid. Mc 3, 27 par.: «Pero nadie puede entrar en casa del fuerte y saquear su ajuar, si no ata primero al fuerte; entonces podrá saquear su casa». El texto evangélico, difícil de interpretar, debe entenderse desde su contexto: el diablo, aún armado de su propia fortaleza, puede ser vencido en el hombre por el poder de Dios, de modo que al fuerte -en esta caso, el diablo- se le arrebata la presa (cf. Is 49, 24-25). Todo esto, sin embargo, parece quedar como forzado en el texto de Cirilo, que en cualquier caso aplica el pasaje a la realidad de la omnipotencia de Dios.
4 Con ello se distingue claramente entre lo que es voluntad de Dios y lo que éste simplemente permite. Lo que Dios permite sin ser objeto de su voluntad puede existir tanto en el campo de lo físicamente existente (incluyéndose aquí, por tanto, también el mal físico: enfermedad, etc.) como en el del mal moral (por ejemplo, cuando Dios permite el pecado individual o de unos hombres contra otros). En este caso, sin que Dios lo quiera, lo permite o tolera, conociendo él en el misterio de sus designios cómo podrá servirse para bien de los hombres del mal que él no ha querido. La bondad de Dios es por naturaleza incompatible con una supuesta voluntad suya del mal. Esta es originariamente la pregunta que da origen a la Teodicea.
5 La corona de la victoria a sus méritos.
6 Vid. toda la historia de José en Gn 39-48.
7 Esta afirmación de que Hijo y Espíritu Santo están colocados fuera del resto de la realidad sierva es tal vez intencionadamente antiarriana, pues con ella se trata de afirmar la igualdad en dignidad de Padre, Hijo y Espíritu Santo, sin que ninguno de estos dos esté sometido o subordinado al Padre.
8 Vid. más adelante cat. X, núm. 9.
9 Se condena aquí un rigorismo que considera malas las riquezas en sí mismas.
10 Moneda de un valor muy inferior a una peseta. La frase está tomada de Pr 17, 6 LXX.
11 Al menos ésta es una de las cuestiones expuestas en este núm. 7. Aunque se relativizan las riquezas de modo total, no se las condena por sí mismas, con lo cual está Cirilo muy lejos de lo que en la historia de la Iglesia serán siempre los movimientos cátaros, etc.
12 Cf. Is 6, 2-3 (mención de «serafines»); Sal 80, 2.
13 La fórmula Adonai es sobre todo para dirigirse a Dios: «¡Señor mío!» (cf. Gn 18, 3).
14 La fórmula es de Rm 15, 6: «...glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo».
15 La edición de PG 33, 635 remite aquí a Jb 36, 22, que tanto en la biblia hebrea como en LXX reza: «Mira, Dios es sublime por su fuerza, ¿quién es maestro (o: poderoso) como él». Pero se prefiere en este caso dejar como está el texto de la catequesis.