Conversaciones con Monseñor Escrivá de Balaguer es la cuarta de las obras publicadas por el fundador del Opus Dei. Las dos primeras, Santo Rosario y Consideraciones espirituales, aparecieron en 1934; la segunda, revisada y ampliada, dio origen a Camino, que se publicó en 1939; se trata de escritos orientados a impulsar la vida de oración 1. La tercera de sus obras, La Abadesa de Las Huelgas, se publicó en 1944; es un estudio canónico-teológico sobre la peculiar jurisdicción de que gozó esa abadesa cisterciense. Sólo veinte años más tarde, en 1968, da a la imprenta una nueva obra, Conversaciones con Monseñor Escrivá de Balaguer, que marca un hito en la historia de las publicaciones de san Josemaría.
La significación histórica de Conversaciones se advierte claramente si la ponemos en relación no sólo con la sucesión de obras publicadas, sino, además, con la producción literaria del fundador del Opus Dei en los últimos años de su vida 2. La década de 1960 y la primera parte de la de 1970 fueron el escenario de una intensa labor de Mons. Escrivá de Balaguer, en plena madurez intelectual y espiritual, como escritor.
Un análisis de los frutos de ese trabajo evidencia la existencia de tres etapas o fases, cada una de las cuales se plasma en tres tipos de escritos, diversos entre sí tanto por el género literario como por los destinatarios, dando origen a lo que, con expresión usual en el lenguaje literario y que alguna vez empleó san Josemaría, podemos calificar como tres ciclos: el ciclo de las Cartas, el ciclo de las entrevistas, el ciclo de las meditaciones u homilías.
Entre 1962 y 1965 el fundador del Opus Dei dedicó una parte importante de su tiempo a dar forma definitiva, partiendo de materiales y fichas anteriores –algunos muy antiguos–, a una serie de escritos dirigidos a los fieles del Opus Dei con la intención de glosar con amplitud aspectos fundamentales de su espíritu y de su apostolado. En coherencia con el género y estilo literario al que quiso que pertenecieran los designó con el nombre de Cartas. Constituyen el «ciclo de las Cartas», treinta y siete en total, con una extensión que oscila entre las siete páginas que tiene la más breve y las casi cuatrocientas que tiene la más larga, aunque la media se sitúa entre las sesenta y las ochenta 3. Todavía no han sido editadas, pero han podido ser conocidas, aunque parcialmente, a través de las citas incluidas en diversos estudios y ensayos. Su publicación íntegra está prevista en la colección de obras completas que edita el Instituto Histórico San Josemaría Escrivá de Balaguer.
En 1966 san Josemaría concede al diario francés Le Figaro una extensa entrevista, a la que siguen otras seis a diversos medios de la prensa internacional. La última fue la concedida, en marzo-abril de 1968, al semanario vaticano L'Osservatore della Domenica. Reunidas, y acompañadas de la homilía predicada en Pamplona en 1967, forman el libro de Conversaciones, publicado, como decíamos más arriba, en 1968. Todos esos textos, que componen lo que hemos designado como «ciclo de las entrevistas», aspiran a glosar, dirigiéndose a un público amplio –no sólo católicos, sino cristianos en general o incluso no creyentes–, el espíritu y el apostolado del Opus Dei.
En la época en que concede la última de las entrevistas, san Josemaría advierte la posibilidad de una forma de comunicación a través de la prensa, y posteriormente de libros, íntimamente relacionada con su condición sacerdotal: preparar y publicar, partiendo de textos de su predicación oral (meditaciones y charlas), lo que designará como homilías. Se inicia así el «ciclo de las homilías», destinadas a comentar aspectos centrales de la fe y de la espiritualidad cristianas. Presuponiendo, como es lógico, el espíritu del Opus Dei, tienen como destinatarios no sólo los miembros de la prelatura, sino la totalidad de los creyentes. Durante este ciclo, que se extiende hasta el fin de sus días –desde 1968 hasta junio de 1975, san Josemaría prepara y da a la publicación veintiséis homilías, dejando en avanzado grado de elaboración otras diez–, cristalizan dos de sus obras más importantes: Es Cristo que pasa, editada en 1973, y Amigos de Dios, publicada póstumamente en 1977.
El ciclo de las Cartas, el ciclo de las entrevistas y el ciclo de las meditaciones u homilías, nos ofrecen, considerados en su conjunto, una visión completa y profunda del pensamiento y la doctrina del fundador del Opus Dei, con la riqueza que deriva de la diversidad de géneros y perspectivas. En el centro cronológico de esos ciclos se sitúan las entrevistas y, por tanto, Conversaciones. De ahí su importancia y la conveniencia de comenzar la presente edición crítico-histórica con una amplia introducción, que estará dividida en tres partes. En la primera, trazaremos con detalle la historia del libro, desde su preparación a su publicación y difusión. En la segunda parte, pasaremos de la narración de la historia del libro al análisis de su contenido, glosando algunas de las líneas o cuestiones de fondo que, a nuestro parecer, estructuran el mensaje que Conversaciones nos trasmite. Finalmente, en la tercera parte, mucho más breve, explicaremos las características de la presente edición y la metodología que hemos seguido para elaborarla.
En esta parte, de carácter netamente histórico, procederemos, en primer lugar, a situar el libro en el contexto de la vida del fundador del Opus Dei (apartado I). Después narraremos la historia de cada uno de los textos recogidos en Conversaciones, así como la del proceso que llevó al fundador del Opus Dei a dar por concluida la concesión de entrevistas e iniciar la publicación de meditaciones u homilías (apartados II a V). A continuación analizaremos el método de trabajo seguido para elaborar los textos que confluyeron en Conversaciones (apartado VI). Concluiremos exponiendo cómo se llegó a la decisión de unir las diversas piezas ya publicadas para dar lugar a un libro, es decir, a Conversaciones, y ofreciendo algunos datos sobre la difusión de la obra (apartados VII y VIII).
Entre las primeras obras publicadas por san Josemaría y Conversaciones hay diferencias tanto de género como de años y de contexto. Cuando escribió Camino y Santo Rosario el fundador del Opus Dei era un sacerdote joven –entre 32 y 37 años–, dotado de una gran madurez humana y espiritual, pero con todos los rasgos propios de la juventud. Cuando entre 1966 y 1968 concedió las siete entrevistas y predicó la homilía que integran Conversaciones, había pasado los sesenta años y contaba con el acervo de una dilatada experiencia pastoral. El Opus Dei, que en la década de 1930 estaba empezando su historia, en 1968 había alcanzado varios miles de fieles y estaba extendido por casi todos los países de Europa y América y algunos de Asia y África. En los años treinta la escena mundial estaba ocupada de modo preponderante por Europa y América; en la década de 1960 el mundo globalizado era una realidad en desarrollo. Y la Iglesia había celebrado, entre 1962 y 1965, ese acontecimiento, destinado a marcar hondamente su historia, que fue el Concilio Vaticano II.
Las realidades a las que, sintéticamente, nos acabamos de referir aconsejan comenzar esta introducción situando, como hace un momento anunciábamos, la génesis y posterior publicación de Conversaciones en el contexto de la historia personal de san Josemaría y, en consecuencia, en la del Opus Dei, ya que ambas historias estuvieron siempre estrechamente ligadas. Comencemos dirigiendo la atención a un dato significativo: el largo lapso de tiempo que media entre las tres primeras obras publicadas por Mons. Escrivá de Balaguer y la que ahora nos ocupa. Veinte años separan, en efecto, como ya hacíamos notar al inicio de esta introducción, Conversaciones de La Abadesa de Las Huelgas, y treinta –o algo más de treinta– de Camino y Santo Rosario.
Esa diferencia de tiempo es tanto más llamativa –y por tanto necesitada de comentario– si se tiene en cuenta que al publicar Camino, san Josemaría no concibió esa obra como el punto final de su tarea de escritor, sino más bien como un comienzo, ya que en 1939 pensaba en otras obras, todas de orientación teológico-espiritual. De algunas se conocen sus títulos, aunque nunca llegaron a ser concluidas y publicadas: Con los primeros doce, Devociones litúrgicas, Diálogo, Celibato, matrimonio y pureza... De una de ellas, que se publicó póstuma, Surco, se continúa haciendo alusión en las notas del Autor o de la Editorial que acompañaron a algunas de las ediciones de Camino aparecidas en los años cincuenta 4. ¿Qué razones explican, pues, el periodo de silencio, por lo que a la publicación de escritos se refiere, y qué factores llevaron a darlo por concluido?.
Si se analiza el conjunto de la obra de san Josemaría (tanto la publicada, como la todavía no publicada), cabe distinguir dos periodos de producción literaria especialmente intensa (desde los inicios del Opus Dei a 1946, primer periodo, y, segundo periodo, desde fines de la década de 1950 hasta su fallecimiento), entre los que se sitúan unos años en los que el volumen de la producción escrita y publicada disminuye 5. Esa disminución y, en algunos aspectos, interrupción en las publicaciones depende de diversos factores que derivan a su vez de una realidad fundamental: la necesidad de atender al impulso de la expansión del Opus Dei, y a la consecución de una configuración jurídica adecuada a su naturaleza teológico-espiritual 6.
En los meses inmediatamente sucesivos al 2 de octubre de 1928, san Josemaría estuvo absolutamente solo, pues hasta 1929 no se vincularon otras personas a la Obra. En los primeros años treinta, el número de miembros del Opus Dei creció, aunque siguió siendo todavía limitado. La guerra civil española (1936-1939) representó para el Opus Dei una invitación a «crecer para adentro», como comentó el propio fundador 7. El conflicto bélico, con la dispersión de personas y las dificultades de comunicación que trajo consigo, dificultó la expansión apostólica a la vez que impulsó una reafirmación en la decisión de fidelidad asumida por quienes ya habían visto que el Opus Dei era el camino que Dios quería que recorrieran. Al terminar la guerra, san Josemaría contaba, pues, con un grupo, reducido pero firme, de varones.
El apostolado con mujeres, que comenzó en 1930, reclamaba, en cambio, un nuevo comienzo 8.
A partir de 1939-1940, la labor apostólica creció con singular pujanza extendiéndose, tanto por lo que se refiere a varones como a mujeres, a diversas ciudades españolas. Ese desarrollo –y las perspectivas de la efectiva realización de la expansión internacional apenas concluyera la guerra mundial (1939-1945)– exigieron del fundador una intensa dedicación, tanto más cuanto que, en ese momento, era el único sacerdote y tuvo además que hacer compatible la atención a quienes se acercaban al Opus Dei con la predicación de cursos de retiro a sacerdotes de diversas diócesis españolas, invitado por los respectivos obispos. La hondura espiritual adquirida por los primeros fieles del Opus Dei –Isidoro Zorzano, Ricardo Fernández Vallespín, Alvaro del Portillo, José María Hernández Garnica, Pedro Casciaro, Francisco Botella...– permitía, ciertamente, apoyarse en ellos, pero la presencia del fundador seguía siendo imprescindible.
Ya desde los primeros años treinta, san Josemaría había visto con claridad que el Opus Dei debería contar con sacerdotes que surgieran de las filas de los seglares previamente incorporados a la Obra. Ahora bien, cómo proveer a su incardinación en conformidad con lo que en aquellos años requería el derecho canónico? 9. En 1943 Mons. Escrivá de Balaguer encontró, no sin inspiración divina, la solución: la constitución de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz. Obtenida en octubre de 1943 la correspondiente sanción canónica, unos meses más tarde, en junio de 1944, pudieron recibir la ordenación sacerdotal tres fieles del Opus Dei, a los que seguirán otros en años sucesivos, lo que facilitó la expansión internacional.
En 1942, todavía en pleno conflicto bélico, algunos miembros del Opus Dei fueron a Italia. En 1945, la terminación de la guerra mundial facilitó la extensión del apostolado. Ese mismo año comenzó la labor en Portugal y se consolidó la presencia en Italia, en 1946 en Gran Bretaña, en 1947 en Irlanda y Francia. En 1948, uno de los primeros sacerdotes, D. Pedro Casciaro, realizó un viaje por diversos países de América del Norte, del Centro y del Sur, para adquirir información de primera mano en orden a la extensión del apostolado en ese continente. El año siguiente dio comienzo la labor en México y en los Estados Unidos.
La configuración jurídica que san Josemaría había podido alcanzar en 1943 permitió la ordenación de sacerdotes. No era sin embargo una fórmula jurídica satisfactoria: el derecho canónico entonces vigente no permitía una fórmula adecuada a la realidad del espíritu y la praxis del Opus Dei. El proceso jurídico emprendido por el fundador debería, pues, no sólo continuar, sino hacerlo abriendo nuevos caminos. A medida que la labor apostólica se desarrollaba, se hacía particularmente exigente e incluso apremiante proseguir la reflexión y el estudio a fin de encontrar un encuadre jurídico coherente con la naturaleza teológica y espiritual del Opus Dei y de su apostolado o, al menos, que se aproximara lo más posible a esa realidad.
Este empeño, que absorbió gran parte de las energías del fundador del Opus Dei, contribuyó a acelerar su traslado a Roma –ciudad a la que viajó por primera vez en 1946– y a fijar allí su residencia. Fruto de esa dedicación, en la que contó con la importante colaboración de D. Alvaro del Portillo, fue la concesión en 1947 de un primer decreto pontificio de alabanza, al que siguió, el 16 de junio de 1950, la aprobación pontificia definitiva. La nueva fórmula jurídica (la de instituto secular) no era la ideal –fue de hecho abandonada años después para dar paso a la actual, es decir, a la de prelatura personal–, pero marcaba con claridad la unidad y la secularidad del Opus Dei y, al tener rango pontificio, facilitaba el gobierno pastoral y la difusión de la labor apostólica: Chile y Argentina (1950), Colombia y Venezuela (1951), Alemania (1952), Guatemala y Perú (1953), Ecuador (1954), Uruguay y Suiza (1956), Brasil, Austria y Canadá (1957)...
La aprobación de 1950 tenía, como acabamos de decir, rango de aprobación definitiva. Podía, pues, considerarse que llegaba el momento para que san Josemaría, sin abandonar su atención al gobierno e impulso de la labor del Opus Dei, retomara su tarea como escritor, tanto mediante textos dirigidos a quienes se habían incorporado ya a la Obra como a otras personas. Tal vez no sea una coincidencia el hecho de que en la «Nota del Autor» redactada para la séptima edición de Camino y fechada el 8 de diciembre de 1950, san Josemaría hable de Surco y manifieste el deseo de poder completar su redacción en el plazo de pocos meses 10.
La realidad fue, sin embargo, que, tal vez como consecuencia de los acontecimientos que se sucedieron, no llevó a término la ejecución de ese proyecto. Ya en años anteriores el Opus Dei había conocido incomprensiones y dificultades –e incluso calumnias–, debidas quizás, al menos en parte, a la novedad de su espíritu y de su apostolado. En 1951 y 1952 se repitieron partiendo de la misma Roma, lo que podía crear serios problemas 11. De hecho, diversos indicios y la advertencia que le comunicó una de las personalidades que le apreciaban –el cardenal Schuster, arzobispo de Milán–, hicieron temer a Mons. Escrivá de Balaguer que, en algunos ambientes de la curia romana, se estuviera pensando en dividir el Opus Dei en dos instituciones –una para hombres y otra para mujeres– y en alejarlo de toda relación con sus apostolados. Su confiada oración a Santa María, a la que consagró el Opus Dei el 15 de agosto de 1951, y su rápida y decidida intervención hasta llegar al solio pontificio, lograron evitar ese peligro.
Los sucesos romanos de 1951 y 1952 no frenaron la difusión del apostolado del Opus Dei, que, como antes señalamos, extendió su labor a nuevos países, trascendiendo, a fines de la década de 1950 y comienzos de la de 1960, el marco europeo y americano para llegar a diversas naciones de Asia, de África y de Oceanía. Tuvieron consecuencias importantes, en cambio, por lo que se refiere a la labor de escritor, y más concretamente a la publicación de lo que pudiera escribir.
Algunas personalidades de la Santa Sede, con las que el fundador del Opus Dei tenía especial amistad y confianza, le aconsejaron que procurara aparecer en público lo menos posible, a fin de no dar, ni de lejos, el menor pretexto a los que pudieran pensar en volver a intentar maniobras como la precedente 12. San Josemaría aceptó esa indicación y concentró su actividad en el gobierno pastoral del Opus Dei, en la atención a los fieles de la Obra, hombres y mujeres, que acudían a Roma para completar y ampliar su formación 13, y en todo lo que contribuyera a velar por la naturaleza jurídica de la Obra. Las apariciones en público y la edición de nuevos libros debían quedar para otro momento.
Ese momento fue diverso según los casos. Por lo que se refiere a escritos dirigidos al gran público la circunstancia favorable se presentó en la década de 1960, y precisamente a través de las entrevistas de prensa que serían luego recogidas en Conversaciones 14.
En esa década el apostolado del Opus Dei se había extendido no sólo geográficamente, sino también socialmente, integrando a personas de cada vez más variados países, culturas y profesiones. Su estructura de gobierno se había consolidado: a partir de 1946 san Josemaría había fijado, como ya dijimos, su residencia en Roma; diez años después tanto el Consejo General (desde 1956) como la Asesoría Central (desde 1953) –los dos consejos que le asistían para el impulso del apostolado con varones y con mujeres, respectivamente– estaban ya plenamente instalados en Roma; fieles del Opus Dei, provenientes de varios países europeos y americanos, formaban parte de ambos. En diversos continentes y lugares habían surgido obras apostólicas promovidas por fieles del Opus Dei: la Universidad de Navarra, en España; la Residenza Universitaria Internazionale, en Italia; la Granja-Escuela de Montelfalco, en México; Netherhall House, en Inglaterra; Seido Language Institute, en Japón; Strathmore College, en Kenya... 15.
Lógicamente ese desarrollo no había pasado inadvertido y el interés por el Opus Dei era cada vez más intenso, también por parte de los medios de comunicación social. Otros acontecimientos iban a confluir en esa misma dirección. Mencionemos dos. De una parte, el hecho de que algunos fieles del Opus Dei hubieran ocupado, en uso de su libertad personal, cargos relevantes en la escena política española. La aparición de comentarios de prensa no siempre bien informados, provocó la publicación por parte de las autoridades del Opus Dei de diversas notas y declaraciones recalcando la plena autonomía de que gozan, en las cuestiones profesionales, culturales y políticas, los fieles del Opus Dei, al igual que los demás fieles católicos 16. El volumen de artículos de prensa en los que, con uno u otro acento, se hacía referencia al Opus Dei, aumentó considerablemente.
El segundo acontecimiento al que debemos referirnos no es otro que la nueva situación en la Iglesia, introducida por la elección el 28 de octubre de 1958 de Juan XXIII como Romano Pontífice y, sobre todo, por el anuncio, dado el 25 de enero de 1959, de la decisión de convocar un nuevo Concilio Ecuménico, el Vaticano II. Los trabajos conciliares, que impulsaron la renovación de la Iglesia y una honda apertura del pensamiento católico a la cultura contemporánea, atrajeron enseguida la atención no sólo del pueblo cristiano en general, sino de pensadores y periodistas de las más variadas orientaciones 17. La elaboración de la Lumen gentium, es decir, de la Constitución conciliar dedicada a la Iglesia, que incluye un capítulo sobre la llamada a la santidad, así como la de la Gaudium et spes, que plantea con fuerza la relación Iglesia-mundo, contribuyeron a que esa atención se orientara hacia una amplia gama de realidades eclesiales, entre las que se encontraba el Opus Dei, que desde 1928 incluía la proclamación de la llamada a la santidad y la valoración del mundo entre los elementos centrales de su mensaje espiritual.
En ese contexto san Josemaría, en quien se había afianzado de forma cada vez más neta la decisión de que el Opus Dei debía abandonar cuanto antes la configuración como instituto secular, claramente inadecuada, vio llegado el momento de dar públicamente pasos en esa dirección, planteando oficialmente la necesidad de alcanzar una solución jurídica más acomodada a la realidad del Opus Dei. En 1960 realizó una primera petición formal en ese sentido a la Santa Sede, reiterándola en 1962. El Romano Pontífice, Juan XXIII, hizo notar que, para un paso de tal envergadura, convenía esperar que se hubiera celebrado el Concilio, a fin de tener en cuenta las disposiciones que pudiera emanar. Mons. Escrivá de Balaguer aceptó esa resolución a la vez que manifestaba que, de hecho, el Opus Dei no se consideraba ya instituto secular, aunque siguiera siéndolo de derecho 18.
Algunas consecuencias fluían lógicamente de esa situación: la necesidad de continuar los estudios jurídicos y la conveniencia de dejar constancia no sólo oral –su predicación había sido y seguía siendo muy abundante–, sino escrita de la realidad teológico-espiritual y apostólica del Opus Dei. De ahí la decisión de retomar un proyecto acariciado desde mucho antes: revisar o completar la redacción, partiendo de textos antiguos, de un conjunto de escritos, a los que designó con la palabra Cartas, dirigidos a los fieles del Opus Dei, en los que se glosaban aspectos fundamentales del espíritu de la Obra, poniendo así de relieve su fuerza y originalidad 19. De ahí también una segunda decisión, muy relacionada con el hecho de que el desarrollo alcanzado por el Opus Dei estuviera atrayendo cada vez con más fuerza la atención de los medios de comunicación social, es decir, la de conceder entrevistas de prensa.
Fiel al lema «ocultarse y desaparecer», san Josemaría evitó en la medida de sus posibilidades todo protagonismo, pero no rehuyó el encuentro con la prensa en las ocasiones en que resultaba natural y espontáneo. Y esas ocasiones se fueron presentando cada vez con más frecuencia. Durante el verano de 1958 decidió pasar algunas semanas en Londres, lo que le ofrecía la posibilidad de impulsar el apostolado en Gran Bretaña y en el mundo anglosajón en general 20. La buena experiencia de esas semanas, le llevó a repetirla en el verano sucesivo. En esta ocasión, un conocido periodista inglés –Tom Burns, colaborador en aquel momento del diario The Times– solicitó entrevistarse con é1 21. Fruto de esa entrevista fue un largo artículo aparecido en The Times del 20 de agosto de 1959, en la sección People to Watch que venía publicando el diario inglés 22. Junto a una descripción, muy ajustada en bastantes puntos, algo menos en otros, del Opus Dei y de su apostolado, Tom Burns deja constancia del impacto que le produjo san Josemaría, trazando un detallado perfil de su figura 23.
La entrevista de Tom Burns, aun resultando positiva, no pasó, sin embargo, de ser un hecho aislado. Mons. Escrivá de Balaguer no se mostraba partidario de conceder entrevistas, ya que consideraba que, teniendo en cuenta la situación general, así como lo delicado del proceso iniciado con vistas a una nueva configuración jurídica del Opus Dei, no resultaba oportuno. Así lo confirmó en junio de 1962 cuando le fue planteada, desde una de las oficinas auxiliares del Consejo General (la encargada del apostolado de la opinión pública), la posibilidad de gestionar que el propio san Josemaría o su principal colaborador, D. Alvaro del Portillo, en aquel momento Secretario General del Opus Dei, concedieran una entrevista a una agencia de prensa todavía no determinada. Después de meditarlo despacio san Josemaría lo desaconsejó vivamente sería una «imprudencia grandísima», anotó– y la idea quedó abandonada 24.
La puerta a la concesión de entrevistas se abrió por otras vías, en parte vinculadas con acontecimientos que tuvieron lugar en relación con el nacimiento y desarrollo de una importante iniciativa cultural y apostólica: la Universidad de Navarra. Algunos años antes de la fecha en que estamos ahora situados, concretamente en 1952, algunos fieles del Opus Dei, acogiendo la sugerencia y el impulso de san Josemaría, habían iniciado un centro universitario en el norte de España, en Pamplona, la capital del antiguo reino de Navarra. El centro, que tomó el nombre de Estudio General de Navarra, comenzó, obviamente, pequeño, pero pronto creció en amplitud y prestigio 25. Apenas ocho años después del inicio de sus actividades, el 6 de agosto de 1960, la Santa Sede dio un paso decisivo: erigir al Estudio General de Navarra como Universidad.
El decreto de erección fue objeto de lectura pública, en nombre de la Santa Sede, por parte del nuncio de Su Santidad en España, Mons. Hildebrando Antoniutti, en un acto académico que se celebró en Pamplona el 25 de octubre, al que asistieron numerosas autoridades tanto civiles como eclesiásticas 26. Con ocasión de esa estancia en Pamplona –que duró dos días–, el fundador del Opus Dei tuvo varias reuniones de carácter informal con profesores y alumnos de la Universidad 27. No hubo, en cambio, encuentros con periodistas, excepto un breve diálogo –antes de los actos oficiales– con una representación de uno de los periódicos más difundidos de Pamplona, el Diario de Navarra 28.
En la visita que el fundador del Opus Dei hizo a Pamplona cuatro años más tarde, con ocasión de la I Asamblea General de la Asociación de Amigos de la Universidad de Navarra (29 y 30 de noviembre de 1964), los hechos se desarrollaron, al menos por lo que a los periodistas se refiere, de una manera muy distinta. Influyó, sin duda, en esa nueva orientación el crecimiento de la Universidad –que superaba ya los 3.000 alumnos y los 300 profesores– y el importante número de Amigos de la Universidad que acudieron a la asamblea –pasaron de los 10.000–, pero también una evolución en la actitud del propio san Josemaría.
En años anteriores ante eventuales incomprensiones, contradicciones, críticas infundadas e incluso calumnias a la actividad apostólica del Opus Dei, el fundador había manifestado con nitidez cuál era el modo de actuar que consideraba oportuno: dejar constancia de la realidad que en cada caso pudiera estar en juego, y, una vez dado ese paso, dedicarse con intensidad a la labor apostólica sin disminuir el ritmo y sin alterarse. O sea, por decirlo con sus propias palabras, «callar, rezar, trabajar y sonreír» 29.
Al avanzar la década de 1960 se advierte un «cambio de comportamiento» 30. Los factores que explican esa evolución dependen, en gran parte, de realidades que venían de tiempo atrás y a las que ya hemos aludido; concretamente: la amplitud prácticamente universal alcanzada por el apostolado del Opus Dei, la nueva situación eclesial y el desarrollo de los trabajos del Concilio Vaticano II, la decisión de dar a conocer la determinación de abandonar la configuración jurídica del Opus Dei como instituto secular para orientarse en otra dirección, la especial atención a la actividad del Opus Dei que venía prestando la prensa internacional...
En todo caso, y sin excluir la posible incidencia de otros factores, el hecho es que en la fecha mencionada –mediados de los años sesenta– se produjo un cambio de actitud. San Josemaría siguió otorgando la absoluta primacía a la oración y al apostolado de amistad, verdaderos ejes de toda la actividad del Opus Dei, pero a la vez impulsó la publicación de artículos y estudios en los que se glosaran, con mayor o menor amplitud según los casos, el espíritu y la labor del Opus Dei y en los que, cuando la ocasión lo requiriera, se saliera al paso de afirmaciones o juicios infundados, evitando tonos polémicos y, con mayor motivo, toda agresividad, mostrando y defendiendo sin ambages la verdad de las cosas. Dando un paso adelante, a partir de 1963 promovió la organización, en todos los países en los que el Opus Dei estuviera suficientemente desarrollado, de oficinas de información en las que se atendiera a periodistas y a cuantas personas desearan obtener información sobre el Opus Dei 31.
Formaba parte de su personalidad comprometerse en las tareas y actividades que impulsaba. No es, pues, extraño que en la estancia de 1964 en Pamplona actuara en coherencia con las orientaciones recién señaladas. El 27 de noviembre por la tarde llegó a Pamplona. El día siguiente, día 28, tuvo lugar un solemne acto académico, presidido por él como Gran Canciller de la Universidad, en el que fueron investidos los dos primeros doctores honoris causa de la Universidad de Navarra 32.
Después de una jornada de intervalo, el 30 se inició la Asamblea de Amigos de la Universidad. San Josemaría celebró la Misa de apertura, que tuvo lugar en la mañana del 30 en la catedral de Pamplona, e intervino, en la tarde de ese día, en una reunión de la Asamblea en el Teatro Gayarre, el de más aforo de la ciudad. En este último acto, una vez pronunciado el discurso que como Gran Canciller de la Universidad le correspondía, se ofreció, saltándose el protocolo, a mantener un diálogo abierto con cuantos llenaban la sala.
Los asistentes acogieron ese ofrecimiento con un aplauso, al que siguieron en cascada las preguntas. A lo largo de esa especial rueda de prensa –«tertulia», expresión que utilizó en este y en otros casos parecidos el propio fundador del Opus Dei para subrayar el tono familiar que quería dar a esos encuentros– fueron surgiendo interrogantes a los que Mons. Escrivá de Balaguer respondía, como era su estilo, con frases breves, que iban al centro de las cuestiones planteadas 33.
Además de esa gran reunión, san Josemaría recibió, de ordinario en alguna de las residencias universitarias –el Colegio Mayor Aralar o el Colegio Mayor Goimendi–, a grupos reducidos 34. Destaquemos tres de esos encuentros, todos ellos con profesionales de los medios de comunicación. El que tuvo lugar con periodistas de Navarra y del País Vasco en el Colegio Mayor Aralar en la tarde del 1 de diciembre 35.
Uno, muy breve, con corresponsales extranjeros el día 28 de noviembre en los salones del Rectorado de la Universidad 36. Un tercero, más extenso que el anterior, en la mañana del día 30 con cuatro periodistas: tres representantes de la prensa internacional (Pierre Brisard, de la agencia France Presse; Manuel Mira, de la norteamericana NCWC, y Jacques Guillemé-Brulon, del diario Le Figaro) y el director de una agencia española de noticias (Antonio Herrero Losada, de Europa Press) 37.
Los actos de 1964 en Pamplona permitían presagiar que el momento de concesión de entrevistas de prensa por parte de san Josemaría estaba ya cercano. No obstante, la reticencia del fundador del Opus Dei se mantuvo por un tiempo. En parte porque la concesión de entrevistas de prensa, en las que debería aparecer como protagonista y a las que faltaría inevitablemente la espontaneidad propia de un diálogo familiar, continuaba sin ser del todo de su agrado 38. En parte, también, por razones de prudencia, como lo había manifestado con la decisión de no acceder a la entrevista que se le propuso en junio de 1962. Pero los acontecimientos marchaban con rapidez y lo que hubiera sido una imprudencia en un momento en el que el Concilio Vaticano II estaba a punto de iniciar sus sesiones, dejó de serlo cuatro años después.
El 14 de septiembre de 1965 comenzó el cuarto y último de los periodos conciliares, que duró hasta el 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada. Ya iniciado ese periodo, Pablo VI hizo saber que deseaba inaugurar personalmente el Centro ELIS, una labor social y educativa encomendada por Juan XXIII al Opus Dei en el barrio obrero del Tiburtino, en Roma. A fines de 1965 el Centro ELIS estaba ya, por lo que a la parte arquitectónica se refiere, a punto de ultimarse 39. La inauguración quedó fijada para el 21 de noviembre, en plena sesión conciliar. El numeroso público que rodeaba la zona acogió al Romano Pontífice con aplausos y vítores. Estuvieron presentes todos los alumnos del Centro, así como una nutrida representación de la población del barrio. La decisión pontificia de inaugurar el Centro precisamente en la fecha indicada, y por tanto mientras se estaba celebrando el Concilio, facilitó además la asistencia al acto de numerosos Padres conciliares.
Pablo VI recorrió detenidamente los diversos edificios. Al final acudió a un amplio local donde se había instalado un salón de actos. En las palabras de saludo que, como parte de ese acto, le dirigió san Josemaría, el fundador del Opus Dei trazó una breve panorámica de su itinerario romano y de la labor del Centro ELIS, para concluir subrayando dos rasgos distintivos del espíritu del Opus Dei: la valoración del «trabajo santificado y santificador» como «parte esencial de la vocación del cristiano» y el amor a la libertad, con plena conciencia –rasgo de gran importancia para el desarrollo de un centro formativo como el ELIS de «su valor educativo y pedagógico» 40.
El último periodo del Vaticano II fue un tiempo durante el cual los Padres y peritos conciliares trabajaron intensamente, tanto en las diversas comisiones como en los plenos, ya que el programa previsto era especialmente denso. Se trataba en efecto de completar y aprobar seis documentos, todos de singular alcance. El más importante fue, sin duda, la Constitución Gaudium et spes. De otro, debemos también hacer aquí mención especial: el Decreto Presbyterorum ordinis, aprobado el 7 de diciembre de 1965. En su número 10 se prevé, en efecto, la constitución de prelaturas personales, figura jurídica hasta ese momento ausente de la legislación canónica, que abría el camino que permitiría alcanzar esa configuración plenamente adecuada a la naturaleza del Opus Dei con la que su fundador soñaba desde años atrás, y por la que había trabajado y rezado intensamente 41.
La conclusión de las sesiones conciliares con la aprobación y promulgación de los diversos documentos sometidos a estudio, las esperanzas, afanes y tensiones que la aplicación del Concilio suscitaba, el aumento del interés por los temas religiosos y más concretamente católicos provocado por el Concilio, el eco que el espíritu y la labor del Opus Dei habían tenido en los años del Vaticano II, la posibilidad de reanudar, partiendo de los textos aprobados por el Concilio, el proceso de revisión del estatuto jurídico del Opus Dei, configuran, unidos a los hechos antes reseñados, el contexto en que se sitúan las entrevistas de prensa que acabaron dando origen a Conversaciones.
Todas estas circunstancias parecían recomendar que san Josemaría, como fundador y presidente general del Opus Dei, hiciera oír su voz. Y esto no sólo mediante la predicación dirigida a quienes se acercaban a la Obra o mediante informaciones y escritos entregados a las autoridades eclesiásticas –pasos que nunca habían faltado–, sino dirigiéndose al público en general a través de ese canal que son los medios de comunicación. La percepción de las características del momento histórico y, en consecuencia, de la importancia apostólica y eclesial de su intervención, hicieron que superara toda resistencia a conceder entrevistas de prensa. De hecho sólo cinco meses después de concluido el Concilio tuvo lugar la primera 42.
Jacques Guillemé-Brulon, nacido en Chile, donde su padre era uno de los directores de una empresa francesa, y formado en España, manifestó siempre un especial interés por el hispanismo 43. Incorporado en 1955 a la redacción de Le Figaro, recibió en 1964 el encargo de reabrir las oficinas del diario en Madrid, que permanecían cerradas desde la guerra civil española.
Con motivo de su trabajo como corresponsal, y ya antes como consecuencia de su atención a las cuestiones españolas, había tenido ocasión de conocer a algunas personas del Opus Dei y de publicar algunos servicios de prensa a ese respecto, no siempre afortunados 44. La estancia en Pamplona durante la Asamblea de Amigos en noviembre de 1964 le ofreció la posibilidad de conocer a Mons. Escrivá de Balaguer 45. Ese encuentro le impresionó. En los meses sucesivos mantuvo relación con la oficina de información del Opus Dei en Madrid y especialmente con la persona que en aquel momento la dirigía: Javier Ayesta 46. A mediados de 1965 Guillemé-Brulon manifestó el deseo no sólo de volver a encontrarse con el fundador del Opus Dei, sino de poder entrevistarlo, reiterando posteriormente esa solicitud 47.
San Josemaría acogió favorablemente la petición, manifestando que estaba dispuesto a recibir a su autor. Dejó constancia a la vez de una condición: «Convendrá que antes envíe por escrito –para contestarlo también por escrito– lo que desee. Al mismo periodista, le conviene hacerlo así: porque, en el fondo, se tocan siempre cuestiones teológicas y jurídicas que necesitan términos propios» 48.
En ese mismo mes de febrero o a primeros de marzo Guillemé-Brulon se puso en contacto con la redacción de Le Figaro, desde donde le confirmaron el interés por la entrevista y le enviaron un esbozo de cuestionario con doce preguntas 49. En una conversación anterior con Javier Ayesta, Guillemé-Brulon había comentado que, por razones técnicas, convenía que la entrevista –cuestionario y respuestas– no excediera los seis folios y medio a doble espacio. El esbozo de cuestionario recibido parecía modificar esas indicaciones permitiendo una extensión mayor. De común acuerdo con Javier Ayesta, introdujo algunos cambios, ampliando el elenco de preguntas que pasó de doce a quince.
El 17 de marzo de 1966 ese cuestionario llegaba a Roma, en versión francesa acompañado de una traducción castellana. Al trasmitir desde España el elenco de preguntas, apuntaron que podría suprimirse alguna. Al ver el cuestionario y el informe anejo, san Josemaría anotó sin embargo que deseaba contestarlas todas 50. Al mismo tiempo confirmó su deseo de recibir a Guillemé-Brulon para entregarle el texto de la entrevista ya contestada 51.
A fines de marzo Jacques Guillemé-Brulon acudió a Roma. San Josemaría le recibió invitándole a comer. En la comida, que tuvo lugar el viernes 1 de abril en Villa Tevere –la sede central del Opus Dei–, estuvieron también presentes D. Alvaro del Portillo, la esposa de Guillemé-Brulon y Javier Ayesta. Fue un encuentro distendido, durante el que le hizo entrega del texto donde contestaba a todas las preguntas contenidas en el cuestionario que le había sido presentado 52.
Un mes más tarde, el 16 de mayo, Le Figaro publicaba la entrevista 53 a la que dedicó por entero su quinta página, una de las más destacadas de la publicación, destinada a recoger reportajes extensos. La entrevista estaba acompañada de una fotografía 54 y precedida de una introducción en la que Guillemé-Brulon, después de afirmar que el Opus Dei había sido, y continuaba siendo, objeto de críticas, señalaba que sus miembros habían proclamado siempre que el Opus Dei aspiraba sólo a promover «la vida del ideal evangélico en medio del mundo». ¿Han alcanzado ese objetivo?, se preguntaba. A verificarlo se ordena, prosigue la introducción, la entrevista solicitada a Mons. Escrivá de Balaguer, en la que «de acuerdo con nuestro respeto a la objetividad, no hemos dudado en proponer las preguntas que podrían ser consideradas más delicadas o más difíciles». A los lectores –continúa el periodista– les corresponde juzgar si las respuestas –«sin duda alguna brillantes»– del fundador del Opus Dei resuelven todos los problemas. Y concluye: «manifiesto aquí en todo caso al autor de Camino mi consideración por su inagotable paciencia y por su excepcional buen humor».
A continuación venía la entrevista, con una disposición tipográfica en la que algunas entradillas o subtitulares iban guiando al lector. En total el diario parisino publicaba once preguntas, con sus correspondientes contestaciones, ya que cuatro de las quince preguntas contenidas en el cuestionario –y contestadas por san Josemaría– quedaron sin publicar por razones de espacio 55.
La publicación de la entrevista tuvo un amplio eco, siendo comentada o reproducida parcialmente por periódicos o agencias de 17 países 56. Con la conformidad de Jacques Guillemé-Brulon, el texto completo –es decir incluyendo las preguntas no recogidas en Le Figaro, excepto una muy circunstancial 57 – de la entrevista en la versión original castellana se publicó en la revista española Palabra, julio de 1966. Y, traducida al italiano, en la revista Studi Cattolici; al portugués, en la revista lisboeta Rumo; y al alemán en Zeitnahes Christentum, en los tres casos dentro de 1966 58.
La publicación de la entrevista en Le Figaro y los comentarios positivos que al respecto llegaron a san Josemaría, le llevaron a considerar que la concesión de entrevistas de prensa podía ser, en ese momento, un vehículo adecuado para trasmitir su testimonio como fundador sobre la realidad del Opus Dei y, eventualmente, tratar otros temas eclesiales de interés. A fines de junio de 1966 hizo llegar a la oficina de información del Opus Dei en Madrid su disponibilidad para contestar las preguntas que deseara formular alguno de los periodistas norteamericanos a los que se conociera. Añadía dos observaciones: a) que el procedimiento sería el mismo que el seguido en el caso de Le Figaro, es decir, presentar un cuestionario escrito al que se contestaría también por escrito; y b) que el cuestionario podía, si el periodista lo deseaba, incluir «temas delicados», más aún, que «siempre que la forma sea respetuosa, las preguntas pueden ser, incluso, brutales, salvajes» 59.
Al recibir esa información, Javier Ayesta –que jugó un papel importante en la tramitación de esta entrevista y de la sucesiva– pensó en Tad Szulc, corresponsal de The New York Times en Madrid desde 1965, que ya había manifestando su interés en poder encontrarse con el fundador del Opus Dei 60. Tad Szulc había tenido ocasión de conocer a algunos fieles del Opus Dei y había entrado en relación con la oficina de información en Madrid. Tuvo varias conversaciones con Javier Ayesta y visitó algunas de las obras apostólicas del Opus Dei en España, entre éstas la Universidad de Navarra 61.
En septiembre de 1966, Javier Ayesta le habló de que existía la posibilidad de que le fuera concedida una entrevista. Tad Szulc manifestó su satisfacción, y aceptó la condición marcada desde Roma, es decir, presentar un cuestionario, al que se contestaría por escrito. Respecto a la posibilidad de un encuentro personal, dijo que, si fuera posible, preferiría mantenerlo no en Roma sino en España, ya que esto cuadraba mejor con la corresponsalía que su diario le había encomendado 62.
Daba la coincidencia de que san Josemaría, después de pasar unas semanas en Francia, tenía previsto ir a España para reunirse con fieles del Opus Dei y realizar algunas visitas. Hizo saber que estaría dispuesto a recibir a Tad Szulc durante alguno de los días que pasaría en Castelldaura, una casa para retiros y convivencias situada en Premia de Dalt, cerca de Barcelona. La entrevista –a la que Tad Szulc acudió acompañado por Javier Ayesta– tuvo lugar el 8 de octubre de 1966. Al comenzar el encuentro, el corresponsal del diario norteamericano hizo entrega del cuestionario. A lo largo de la conversación que siguió –duró casi dos horas–, se habló de los temas incluidos en el cuestionario, y de otros que fueron surgiendo al hilo de la charla.
A la salida de la entrevista, Tad Szulc continuó hablando con Javier Ayesta, que le acompañó durante las horas que pasaron hasta el momento de tomar el tren que le conduciría a Madrid. En diversos momentos manifestó su satisfacción por la entrevista que acababa de tener lugar. «Por mí –fue uno de sus primeros comentarios–, hubiera seguido otra hora más». La afabilidad y el tono directo y cariñoso de san Josemaría le habían impresionado. «Es un hombre de gran personalidad», añadió. Y en otro momento: «Te fijaste que al principio yo estaba como tanteando preguntas y temas. La entrevista fue ganando en interés y la última media hora fue estupenda». «Mira –añadió–, en mi profesión yo voy conociendo gente por obligación, y muy de tarde en tarde conozco a alguien que me interesa personalmente, porque tiene un modo de ser sugestivo... Pues bien, me gustaría mucho tratar a Escrivá en el futuro. Es muy interesante. Es de esas personas que me interesan a mí como individuo» 63.
El 12 de octubre por la tarde, el fundador del Opus Dei regresó a Roma. El 29 de ese mismo mes remitió a la Comisión Regional de España, para que se las hicieran llegar a Tad Szulc, las respuestas, en castellano y en inglés 64. Ya en una de las primeras conversaciones mantenidas con Javier Ayesta, Tad Szulc había hecho notar que era difícil que The New York Times quisiera publicar la entrevista completa, ya que no era usual en el diario; lo más probable era que la utilizara para escribir un artículo. No obstante, al recibir la respuesta a su cuestionario, manifestó que iba a realizar gestiones para obtener la publicación lo más completa posible 65.
De hecho esas gestiones fracasaron, y Tad Szulc terminó publicando un artículo dedicado a la actividad del Opus Dei en España 66. Se trata de un artículo amplio, a cuatro columnas, en el que el corresponsal de The New York Times comienza haciendo referencia a la existencia de una diversidad de juicios y apreciaciones con respecto al Opus Dei, para dar entrada luego a su encuentro con san Josemaría, sobre el que emite un juicio parecido al que había formulado en su conversación con Javier Ayesta. «Es –escribe– un hombre afable, pero profundo, que parece más joven de lo que en realidad es. Me habló ampliamente sobre el Opus Dei y sobre su experiencia personal. Con alguna frecuencia rompió el discurso para contar alguna anécdota, acompañada de una risa sincera».
A lo largo del artículo se mezclan apreciaciones de muy diverso tipo. En varios momentos se hace eco de las afirmaciones de quienes acusaban al Opus Dei de intervenir en la vida política o económica, aunque señalando a la vez que su fundador rechazaba esas acusaciones, y citando diversos pasajes de la entrevista en los que san Josemaría subraya la finalidad exclusivamente espiritual de la Obra y la libertad de la que gozan sus fieles en todas las cuestiones temporales. Dedica también algunos párrafos a describir la organización del Opus Dei y el comienzo de su apostolado en los Estados Unidos.
En su conjunto el artículo resulta positivo en relación con el Opus Dei y refleja la impresión que la entrevista había producido en Tad Szulc, aunque las frases textualmente reproducidas abarcaban sólo una pequeña parte del contenido de la entrevista: no llegan al diez por ciento.
Este hecho hizo pensar en la posibilidad de publicarla por entero en forma de folleto, previa la autorización de quien la había realizado y haciendo constar cuándo y para qué publicación había sido concedida 67. Tad Szulc dio su conformidad, pero el proyecto de publicar ese folleto no se llevó a la práctica, por lo que el texto de la entrevista de The New York Times permaneció inédito hasta su inclusión en Conversaciones.
A finales de 1966 o principios de 1967 la revista americana Time decidió dedicar, en la sección Religion o, más probablemente, en la sección World, un reportaje al Opus Dei, y solicitó a algunos de sus corresponsales, entre ellos al corresponsal en Madrid, Peter Forbath, que remitieran información a la redacción central 68. Después de recibir esa petición, Forbath se puso en contacto con la oficina de información del Opus Dei, donde le entregaron amplio material informativo, le facilitaron la visita a algunas obras apostólicas dirigidas por el Opus Dei, etc.
El 10 de marzo Forbath escribió una carta a Javier Ayesta, en cuanto director de la oficina de información. Después de reiterar que la revista Time se estaba dirigiendo a corresponsales de muy diversos países pidiendo información sobre el Opus Dei, solicitaba tener una entrevista con Mons. Josemaría Escrivá de Balaguer, ya que –afirmaba– un encuentro con el fundador y presidente general del Opus Dei resultaría vital para alcanzar una perspectiva universal que facilitara la orientación del artículo 69.
Se informó enseguida a san Josemaría, que indicó que se le podía contestar diciéndole que respondería al cuestionario escrito que enviara y que, además, tendría mucho gusto en recibirle en Roma. Unos días más tarde, el 21 de marzo, Forbath hizo llegar un cuestionario, que completó en posteriores conversaciones con Javier Ayesta 70. Aunque el cuestionario entraba en temas canónicos del itinerario del Opus Dei en aquel momento en estudio, san Josemaría decidió contestarlo por entero, teniendo en cuenta tanto el cuestionario original como los complementos que, en las conversaciones recién mencionadas, se habían introducido.
En un primer momento, el posible viaje de Peter Forbath a Roma se había previsto para fines de marzo, pero se retrasó hasta el 15 de abril. Ya desde antes de la llegada a Roma, se le había comunicado que el fundador del Opus Dei le invitaba a comer. Por la mañana de ese día estuvo visitando Villa Tevere, acompañado del historiador norteamericano John Coverdale 71. En la comida estuvieron presentes D. Alvaro del Portillo y Javier Ayesta, que había acudido desde Madrid 72. Durante la conversación, que se desarrolló con extrema cordialidad, Mons. Escrivá de Balaguer fue glosando algunos de los temas presentes en el cuestionario. Al concluir la comida –o poco después: el dato no consta con precisión– se le entregó el texto completo de la entrevista (preguntas y contestaciones). Durante la visita a Villa Tevere se habían tomado algunas fotos, que también se le facilitaron, concediéndole autorización para que, si lo deseaba, pudiera utilizarlas en su reportaje. Según cuenta uno de los que estuvieron presentes durante esa visita, Peter Forbath quedó muy impresionado; unas horas más tarde comentaba: «En el fundador del Opus Dei se palpa algo superior» 73.
Parece ser que, en su momento –no hay constancia clara al respecto–, Peter Forbath, al enviar a la redacción central de Time la entrevista, lo hizo acompañando un esbozo de reportaje, como es usual en los corresponsales. En todo caso, el texto aparecido en el semanario norteamericano fue probablemente fruto, según es costumbre de la revista, de una reelaboración realizada en la redacción central, contando también con otras fuentes 74. Apareció el 12 de mayo, sin firma y no en la sección World, a la que, según las informaciones previas, estaba destinado, sino en la sección Spain. El texto, que ocupa una página y media, tiene un tono decididamente crítico. Aunque deja constancia de la difusión internacional del Opus Dei, y reproduce algunas de las declaraciones en las que san Josemaría subraya la finalidad exclusivamente apostólica del Opus Dei, el enfoque general del reportaje es marcadamente político. Y la entrevista está muy lejos de jugar el papel de primera importancia al que se había referido Peter Forbath al solicitarla 75.
El hecho de que el artículo publicado en Time reprodujera sólo unos pocos pasajes de la entrevista, y situándolos en un contexto que desfiguraba la realidad del Opus Dei, disgustó profundamente a san Josemaría, que no dejó de comentarlo a sus colaboradores 76. La realidad es que, si bien no renunció a la posibilidad de conceder entrevistas –en la práctica continuó concediéndolas–, a partir de ese momento lo hará manteniendo la condición fijada desde el principio –preguntas formuladas por escrito y contestadas del mismo modo–, y concediéndolas sólo a publicaciones que pudieran reproducir por entero, o casi por entero, el texto de la entrevista y en un contexto que respetara su mensaje.
Como ya hemos señalado, sólo una parte muy reducida de la entrevista concedida a Peter Forbath –menos de un cinco por ciento– había alcanzado la luz pública en las páginas de Time. De ahí que, análogamente a lo ya señalado al hablar de la entrevista de The New York Times, se pensara en editar un folleto que incluyera el texto completo de la entrevista, proyecto que tampoco en este caso se llevó a cabo, aunque Forbath, como ya antes hiciera Szulc, había dado su conformidad con esa eventualidad.
1968 fue un año crucial en más de un aspecto. En mayo estalló la revolución estudiantil en la Universidad de la Sorbona, dando lugar –junto con los sucesos acaecidos más o menos por las mismas fechas en universidades norteamericanas– a un movimiento que se agotó pronto en el tiempo, pero que dejó huella en el imaginario cultural, constituyendo desde entonces un significativo punto de referencia 77. A comienzo de ese mismo año se inició la llamada «primavera de Praga», con el auspicio de un horizonte de libertad para el oriente europeo, que fue truncado trágicamente con la entrada en Checoslovaquia del ejercito soviético 78. Y, finalmente –para no multiplicar las efemérides– el 25 de julio Pablo VI promulgó una de las encíclicas más importantes, y, a la vez, más sujetas a debate, de la historia moderna de la Iglesia: la Humanae vitae 79.
En ese momento histórico, o más bien en el contexto de los desarrollos tanto intelectuales como sociales que lo precedieron –ninguno de esos acontecimientos constituyó un aerolito–, se sitúan tres de los textos de san Josemaría Escrivá de Balaguer recogidos en Conversaciones: las entrevistas de las revistas Gaceta Universitaria y Palabra y la homilía "Amar al mundo apasionadamente". Se trata de tres escritos independientes entre sí, pero que vinieron a confluir –ya antes de su inclusión en Conversaciones– en octubre de 1967, con ocasión de la celebración en esa fecha de la II Asamblea de Amigos de la Universidad de Navarra.
La revista Gaceta Universitaria fue fundada en Pamplona, en 1962, por algunos de los alumnos de las primeras promociones del Instituto de Periodismo (hoy Facultad) de la Universidad de Navarra 80. Pronto alcanzó renombre en el conjunto del mundo universitario español, en el que se iban notando cada vez más los ecos del movimiento estudiantil europeo y la inquietud política que caracterizó durante esos años la vida social española.
En ese contexto era lógico que una revista estudiantil que aspiraba a estar en conexión con los ámbitos que le eran propios –y Gaceta Universitaria quería estarlo– tomara posición ante los hechos que se sucedían. La complejidad de la realidad socio-cultural española llevó a las autoridades de la Universidad de Navarra a considerar que no era oportuno que continuara publicándose en Pamplona una revista que, aunque gozara de plena autonomía, podía, por razón de su sede, ser considerada como expresión corporativa del pensamiento de la Universidad. De ahí que aconsejaran su traslado a otra ciudad. Así ocurrió en 1964, año en que Gaceta Universitaria comenzó a editarse en Madrid y en el que Andrés Garrigó asumió su dirección 81.
En la primavera de 1967, Javier Ayesta, que tenía frecuente trato con Andrés Garrigó para algunas tareas, le sugirió la posibilidad de que solicitara una entrevista al fundador del Opus Dei sobre la temática propia de la vida universitaria 82. Andrés Garrigó acogió la idea con entusiasmo y, conocedor de la metodología que san Josemaría había seguido en entrevistas anteriores, comenzó enseguida a preparar un cuestionario escrito. Consciente de la delicadeza de la situación universitaria del momento, vaciló ante la conveniencia o no de plantear algunos temas, pero finalmente decidió expresarse con plena espontaneidad, llegando a un cuestionario formado por quince preguntas, que fue recibido en Roma a fines de mayo de 1967 83.
El fundador del Opus Dei decidió no sólo conceder la entrevista, sino afrontar –como había hecho en las ocasiones anteriores– todos los temas que se le planteaban. Contando con la autorización de Andrés Garrigó, en Roma se vio oportuno refundir algunas de las preguntas, que resultaban reiterativas, y en cambio añadir otras. El resultado fue un cuestionario con un total de catorce preguntas. El 12 de julio san Josemaría, que venía trabajando en la entrevista desde antes, dio por bueno el cuestionario, aunque continuó elaborando las respuestas 84. En esa misma fecha avisó a la Comisión Regional de España que entregaría a Andrés Garrigó la entrevista, ya contestada, en el viaje que tenía previsto realizar en otoño. Al mismo tiempo, señaló que no había inconveniente en que la entrevista se publicara acompañada de fotos, que, si fuera necesario, se le podrían facilitar a Andrés Garrigó 85.
San Josemaría viajó a España el 13 de septiembre, dirigiéndose a una casa solariega situada en la villa vizcaína de Elorrio, para pasar allí unos días de descanso 86. Casi enseguida, concretamente el día 18, hizo llegar a Madrid el texto de la entrevista 87. Andrés Garrigó pudo así contar con el tiempo suficiente para incluirla en el número de Gaceta Universitaria, correspondiente a octubre de 1967, que estaba en preparación. Y para realizar una edición especial de ese número, con una tirada total de 50.000 ejemplares, a fin de ponerlos a disposición de los asistentes a la Asamblea de Amigos de la Universidad de Navarra, que se iba a celebrar en Pamplona los días 7 y 8 de octubre y a la que luego nos referiremos con más detalle 88.
Andrés Garrigó no tuvo ocasión de reunirse personalmente con san Josemaría antes de la publicación de la entrevista, pero sí de verlo y de hablar con él en Pamplona. En ese encuentro el fundador del Opus Dei le animó a proseguir en su trabajo como periodista, en el que la libertad para informar y opinar debía conjugarse con el respeto a la verdad y con la caridad. Unos meses más tarde, durante la Semana Santa de 1968, volvió a encontrarse con Mons. Escrivá de Balaguer, esta vez en Roma, adonde Andrés Garrigó había acudido acompañando a otros universitarios con el deseo de celebrar junto al Romano Pontífice la festividad de la Pascua. En esta ocasión, san Josemaría le recomendó viajar para conocer los ambientes universitarios de diversos países, y así tener más elementos de valoración y juicio 89.
La revista Palabra comenzó a publicarse en 1965 como revista sacerdotal, formalmente dirigida al clero de España e Hispanoamérica 90. Su sede estaba –y sigue estando– en Madrid. Su primer director fue Pedro Rodríguez 91.
Cuando en Roma se revisó, como más arriba apuntábamos, el cuestionario presentado por Gaceta Universitaria quedaron fuera varias preguntas, entre éstas algunas referidas a temas relacionados con la vida de la Iglesia. Este hecho provocó una sugerencia, que fue aceptada por el fundador del Opus Dei: proponer a la revista Palabra la posibilidad de una entrevista en la que, junto a cuestiones referidas al Opus Dei, pudiera haber otras que versaran sobre aspectos de la vida cristiana o sobre temas de espiritualidad en general. Así fue comunicado a la Comisión Regional de España 92.
Mientras tanto, en la revista Palabra se habían producido algunos cambios, en particular por lo que se refiere a su director, Pedro Rodríguez. Desde el comienzo de su actividad, en 1952, había habido en la Universidad de Navarra cursos de Teología. El crecimiento de los estudios llevó en 1964 a unir esos cursos en un Centro Teológico. En un momento sucesivo –ya en 1965 , san Josemaría consideró que era oportuno dar un paso adelante, coherente con las orientaciones que al respecto había dado el Vaticano II: constituir un Instituto Teológico –así lo hizo en 1967– que diera luego paso, previa la erección por parte de la Santa Sede, a una Facultad de Teología. Proyecto que implicaba no sólo mantener las oportunas conversaciones con el episcopado español y con la Congregación pontificia para la Educación Católica, sino poner en marcha un plan para la adecuada formación del profesorado 93.
Como parte de ese plan, en enero de 1967, Pedro Rodríguez, que había sido nombrado miembro del equipo que prepararía la futura erección de la Facultad, inició un periplo de estudio de varios meses de duración por diversas ciudades universitarias europeas, con idea de trasladarse para el curso siguiente a Pamplona 94. En julio de 1967, regresó a Madrid, y se reincorporó al trabajo de la revista, de la que seguía siendo director. No consta si en esa fecha había sido comunicada ya a la redacción de la revista la posibilidad, ofrecida por san Josemaría, de concederle una entrevista 95. En todo caso, apenas recibida la noticia de la posibilidad de una entrevista amplia, que podría incluir hasta dieciocho preguntas, el consejo de dirección –integrado por los sacerdotes Pedro Rodríguez, Carlos Escartín, Gonzalo Lobo y Alberto García Ruiz– puso manos a la obra.
En menos de una semana prepararon un cuestionario de veintiuna preguntas, tres más de las dieciocho previstas. «El criterio que nos guiaba en la elaboración del cuestionario –son palabras de Pedro Rodríguez– era éste: ¿qué es lo que –pensando en nuestros lectores– interesa preguntar al Padre? ¿En qué cosas, principalmente, necesitamos y necesitan su orientación y magisterio?». De hecho, las preguntas formuladas abordan muchas de las cuestiones que se comentaban y debatían en aquel momento, y ahora.
El cuestionario llegó a Roma el 13 de agosto. San Josemaría lo revisó y decidió contestar todas las preguntas, excepto una que consideró impropia 96. Trabajó en este asunto estando en Italia, pero no envió el texto a España, sino que, al igual que con el de Gaceta Universitaria, decidió llevarlo personalmente en el viaje que realizó en septiembre a la península ibérica. El 18 de septiembre lo hizo llegar a Madrid 97.
El consejo de dirección de Palabra puso en seguida en marcha el proceso de edición. Ya compuesta, decidieron hacer llegar las pruebas de imprenta al fundador del Opus Dei, que se encontraba en Molinoviejo, por si deseaba revisarlas. A diferencia de lo ocurrido con Gaceta Universitaria, san Josemaría rehusó el ofrecimiento y remitió a los correctores de pruebas 98. En Palabra pusieron especial atención en la tarea, de modo que la entrevista apareció en el número de octubre, con una presentación muy cuidada; ocupaba las páginas centrales y se anunciaba con una portada dedicada por entero a san Josemaría. Se realizó una tirada amplia, de varios miles de ejemplares, de forma que también pudiera difundirse entre los asistentes a la Asamblea de Amigos que iba a celebrarse en Pamplona.
En Palabra la entrevista apareció sin título, designada simplemente como "Entrevista con Mons. Escrivá de Balaguer". Muy pronto, con ocasión de la preparación de la versión en italiano, el propio san Josemaría decidió que llevara un título: el mismo que apareció en diversas versiones y definitivamente en Conversaciones, es decir: "Espontaneidad y pluralismo en el pueblo de Dios" 99.
Desde comienzos de 1967, en la Universidad de Navarra se empezó a considerar la posibilidad de organizar un acto académico solemne en el inicio del curso 1967-68. Se pensó en una nueva investidura de doctores honoris causa y en alguna otra ceremonia o actividad. El programa tardó algo en concretarse, en espera de que llegaran a término las negociaciones para la erección de la Facultad de Teología. Cuando se vio claramente que esa erección se retrasaba –la erección de la Facultad tuvo lugar dos años después, en 1969– y que, mientras tanto, los estudios teológicos deberían funcionar sólo como Instituto, la fisonomía de los actos en Pamplona se terminó de configurar 100 Se adoptó el mismo esquema que en 1964: ante todo un acto de investidura de doctores honoris causa, que tuvo lugar el 7 de octubre 101; después, durante los días 8 y 9, una II Asamblea General de la Asociación de Amigos.
Pronto se vio claro que la asistencia a la Asamblea de Amigos iba a ser mucho más numerosa que la de 1964 –de hecho el número de asistentes se acercó a los 30.000–, lo que hacía necesario concretar muy bien los detalles. En consecuencia, además de sesiones de trabajo y de momentos de descanso, se previeron varios encuentros con el Gran Canciller, todos numerosos, sirviéndose de dos locales con gran capacidad: el Teatro Gayarre y el Frontón Labrit, a los que los miembros de la Asociación acudirían por regiones de proveniencia. Y, como acto central, una Misa que se celebraría al aire libre, de modo que pudieran estar presentes todos los asambleístas, y en la que el fundador del Opus Dei, que sería el celebrante, pronunciaría la correspondiente homilía 102.
Debió de ser a fines de julio o principios de agosto cuando san Jose- maría tomó las primeras decisiones sobre el contenido de esta homilía, para la que quiso contar con un texto escrito, lo que constituía una excepción en su modo de proceder, ya que, de ordinario, predicaba usando sólo un guión, en ocasiones breve, en otras desarrollado, pero siempre esquemático. Un mes o mes y medio más tarde, ya en septiembre, completó la homilía durante los días que pasó en Elorrio y luego en Molinoviejo 103. El día 21 dio por definitivo el texto, y lo entregó para que se procediera a su impresión 104.
La celebración de la Misa tuvo lugar el día 8 de octubre, domingo veintiuno después de Pentecostés, a las 10 de mañana, en la explanada situada ante lo que era entonces la Biblioteca de la Universidad 105. La ceremonia fue seguida por la totalidad de los asambleístas y otras personas de Pamplona que se habían unido a la Asamblea. Reinaron en todo momento una atención y un silencio «tanto más impresionante –comentaba un periodista– si se considera la cantidad de personas de toda condición que rodeaban el altar» 106.
Los folios para la lectura de la homilía se habían preparado con letra algo mayor de la ordinaria, de modo que pudieran ser leídos con facilidad 107. San Josemaría predicó con un tono pausado, a la vez sencillo y solemne, que, gracias a la megafonía, fue seguido fácilmente por toda la asamblea 108. El texto impreso de la homilía fue además difundido entre los asambleístas en una elegante publicación, de tamaño 24'5 x 17'5, editada por E.M.E.S.A. (Editorial Magisterio Español S.A.) 109.
Diversas revistas o colecciones de folletos reprodujeron muy pronto, tanto en España como en otros países de lengua castellana, el texto de la homilía. Pronto fue también traducida a otros idiomas. En la publicación editada por E.M.E.S.A. la homilía no llevaba título alguno; la portada se limitaba, en efecto, a describir el contenido: "Homilía pronunciada por el Excmo. y Revmo. Sr. Mons. Josemaría Escrivá de Balaguer, Gran Canciller de la Universidad de Navarra". Al publicarse en revistas y traducirse a otros idiomas, se usaron títulos; especialmente dos, tomados ambos de frases de la propia homilía, pero decididos por las respectivas revistas: "Amar al mundo apasionadamente", en la versión italiana publicada por Studi Cattolici, y "El materialismo cristiano", en la versión francesa publicada por La Table Ronde 110 San Josemaría manifestó su preferencia por el primero, que es el que se tuvo en cuenta en otras ediciones, y finalmente en Conversaciones 111.
A fines de octubre de 1967, se sugirió al fundador del Opus Dei la posibilidad de publicar un libro en el que se recogieran las diversas entrevistas concedidas. Acogió favorablemente la sugerencia, pero recomendó esperar antes de llevarla a la práctica 112. Esa espera se dilató varios meses, durante los cuales Mons. Escrivá de Balaguer concedió dos nuevas entrevistas, que vinieron a integrar el proyecto: a la revista femenina Telva y al semanario vaticano L'Osservatore della Domenica.
El 14 de febrero de 1930, san Josemaría entendió que el Opus Dei debería comprender también mujeres. Desde esa fecha inició esta labor apostólica, que, a partir de 1939, ya concluida la guerra civil española, se desarrolló fuertemente 113 La proclamación de una llamada a la santidad y al apostolado, también entre mujeres de las más variadas profesiones y condiciones de vida, no podía por menos de traer consigo una reflexión, también en el propio san Josemaría, sobre la condición femenina.
No es por eso sorprendente que algunas mujeres del Opus Dei que trabajaban en la revista femenina Telva (Madrid), conscientes de la multiplicidad de cuestiones relacionadas con el feminismo, consideraran oportuno solicitar a san Josemaría una entrevista sobre temas relacionados con la mujer. Deseo que se hizo más fuerte después de la celebración en Pamplona de la Asamblea de Amigos, y de las palabras dirigidas a la mujer que se contenían en la homilía allí pronunciada. No consta, sin embargo, el momento concreto en que ese deseo se hizo llegar al fundador del Opus Dei, ni tampoco el momento en que éste manifestó que acogía esa petición, aunque cabe situar ambas fechas entre mediados de octubre y mediados de noviembre de 1967 114.
Consta, sin embargo, que apenas recibida la información de que Mons. Escrivá de Balaguer aceptaba conceder la entrevista, quienes formaban el equipo rector de la revista (Pilar Salcedo, como directora; Covadonga O'Shea, como subdirectora, y Engracia Asenjo, como redactora jefe) empezaron a trabajar con gran ilusión en el cuestionario, intentando –precisa Covadonga O'Shea– «no olvidar ningún aspecto de lo que estaba en la calle» 115.
No se conservan los elencos de preguntas que fueron elaborando ni el cuestionario final al que llegaron después de algunas jornadas de trabajo. Y, por tanto, tampoco se puede precisar si, al responderlo, san Josemaría decidió prescindir de alguna o algunas de las preguntas 116. Es un hecho, sin embargo, que la entrevista completa, ya contestada, es bastante amplia: la componen veintiuna preguntas, contestadas todas ellas con detenimiento.
San Josemaría dijo que deseaba entregar el texto directamente a la directora de la revista. Pilar Salcedo viajó en consecuencia a Roma, donde llegó el 8 de enero de 1968. San Josemaría la recibió el 10 de enero. Para mostrar en la entrevista –y en las fotos que se iban a tomar– la internacionalidad que ya alcanzaba el apostolado del Opus Dei con mujeres, y por indicación de san Josemaría, acompañaron a Pilar Salcedo la alemana Elisabeth Reinhardt y la japonesa Kazuko Nakajima. Fue un encuentro breve, en el que el fundador del Opus Dei, además de hacer entrega del texto de la entrevista, comentó algunos de los temas que ahí se trataban 117.
La entrevista se publicó en el número de Telva correspondiente al 1 de febrero de 1968, en un cuadernillo central, con el título "Una entrevista con Mons. Josemaría Escrivá de Balaguer. La mujer en la vida social del mundo, y en la vida de la Iglesia". Estaba acompañada de diversas fotografías, algunas de las tomadas en Roma y otras provenientes de encuentros del fundador del Opus Dei con otras personas, dando así al conjunto un tono muy variado 118.
Diversas agencias de noticias españolas se hicieron eco de la publicación de la entrevista. Tuvo también amplia difusión en otros países, siendo en algunos casos reproducida por entero o casi por entero 119. De entre las reproducciones de la entrevista, una tiene especial interés en orden a la historia de Conversaciones: la publicada en la revista de información católica Mundo Cristiano. Con ocasión de la aparición en esta revista, san Josemaría decidió, en efecto, incluir dos cuestiones más, ambas en referencia a la vida familiar, aumentando así a veintitrés el número de preguntas formuladas y contestadas 120.
En 1861 comenzó a publicarse L'Osservatore Romano, con carácter de órgano oficioso de la Santa Sede. Setenta años después se fundó L'Osservatore Romano della Domenica, como publicación gráfica, de periodicidad semanal, sin la oficialidad que caracterizaba –y caracteriza– a L'Osservatore Romano. Para subrayar esas diferencias, con la independencia que implican, en 1950 se decidió suprimir el calificativo de «romano», quedando así con el nombre que mantuvo hasta su desaparición: L'Osservatore della Domenica 121.
El 31 de enero de 1968, D. Alvaro del Portillo recibió al director de L'Osservatore della Domenica, Enrico Zuppi 122 que acudió a ese encuentro acompañado por uno de sus colaboradores, Antonino Fugardi 123 En esa conversación plantearon la posibilidad de realizar una entrevista que versara sobre el Opus Dei. El 3 de febrero, Antonino Fugardi dirigió una carta a D. Alvaro, en la que, en nombre del director del semanario, le enviaba un cuestionario de quince preguntas, con el ruego de que las hiciera llegar a Mons. Josemaría Escrivá de Balaguer. Precisaba a la vez que ese elenco era sólo una primera aproximación, por lo que agradecerían cualquier supresión, modificación o añadido que se viera conveniente introducir 124.
San Josemaría se valió de ese derecho e indicó que se revisara el cuestionario de modo que la entrevista pudiera dar una visión relativamente completa de la labor del Opus Dei. A primeros de marzo, cuando todavía la contestación a la entrevista no estaba completada, quienes trabajaban en la oficina del apostolado de la opinión pública advirtieron que L'Osservatore della Domenica, bajo el título genérico de Le congregazioni religiose dogo il Concilio, estaba publicando una serie de entrevistas a superiores mayores de órdenes o congregaciones religiosas. Al recibir esa información, Mons. Escrivá de Balaguer tomó una decisión radical: prescindir de la entrevista, ya que, publicada en ese contexto, daría una imagen falsa del Opus Dei y de su plena secularidad 125.
Uno de los que trabajaban en la mencionada oficina 126 fue a hablar con Enrico Zuppi, para hacerle notar que no tenía sentido incluir en L'Osservatore della Dominica una entrevista sobre el Opus Dei paralelamente a la publicación de una serie de entrevistas sobre instituciones, las congregaciones religiosas, de naturaleza muy diversa. Zuppi entendió esas razones, pero aclaró que no iba a publicar sólo entrevistas a miembros de esas congregaciones, sino también a personalidades con características muy diversas. A la vez insistió en que le interesaba mucho poder contar con una entrevista al fundador del Opus Dei, y ofreció garantías de que se haría de forma que quedara absolutamente clara la secularidad, sea por el título que llevaría la entrevista 127, sea por las fotos que la podrían acompañar. Indicó además que, de acuerdo con la autorización ya dada desde el principio, podían introducirse alguna o algunas preguntas que destacaran esa realidad 128. Con esas garantías, san Josemaría decidió seguir adelante con la entrevista.
A primeros de abril la entrevista, ya completada y traducida al italiano, fue entregada a Enrico Zuppi 129. Al recibir ese texto, el director de L'Osservatore della Domenica manifestó su satisfacción, tanto por el hecho de que finalmente el fundador del Opus Dei hubiera accedido a concederle una entrevista, como por la riqueza de su contenido 130. Manifestó a la vez que, considerando su importancia, pensaba publicarla en tres entregas, situándola en las páginas centrales y acompañada de varias fotografías 131.
Así ocurrió con la primera entrega, que se publicó en el número que lleva fecha del 19 de mayo de 1968, y con la segunda, que apareció la semana siguiente, es decir en el número que lleva la fecha del 26 de ese mismo mes 132. La publicación de esos dos amplios reportajes suscitó recelo en algunas personas de la curia, que sugirieron a Enrico Zuppi que no mantuviera ese estilo en la tercera entregara 133. Aunque su deseo hubiera sido mantener en esa última entrega el mismo tono que en las anteriores, Zuppi consideró prudente aceptar esa recomendación. De hecho la tercera entrega, publicada en el número fechado el 2 de junio, aparece con una sola foto y en la segunda parte del semanario 134.
Completada la publicación en L'Osservatore della Domenica, la entrevista fue reproducida muy pronto en varios países, tanto en italiano, como en el original castellano y en otras lenguas a las que fue traducida 135. En general se conservó el título que le había dado Zuppi, es decir, "Qué es el Opus Dei" 136.
La entrevista de L'Osservatore della Domenica es la última de las incluidas en Conversaciones. Teniendo en cuenta que unos meses después san Josemaría decidió no conceder nuevas entrevistas, salvo alguna excepción que luego mencionaremos, puede añadirse que con la publicada en el semanario vaticano se cierra el tiempo o ciclo de las entrevistas.
La decisión de no conceder nuevas entrevistas fue madurada poco a poco en el curso de los meses. De hecho en 1967 y 1968 el fundador del Opus Dei no sólo concedió las entrevistas ya mencionadas, sino que se manifestó dispuesto a conceder otras. Más aún, en noviembre de 1967 se envió desde el Consejo General un escrito a diversas Regiones anunciando que san Josemaría aceptaría conceder entrevistas, si lo solicitaban publicaciones que merecieran confianza, es decir, en las que se pudiera tener seguridad de que publicarían la entrevista completa o casi completa y sin acompañarla de comentarios que obscurecieran el mensaje que la entrevista aspiraba a trasmitir. La misma posibilidad fue reiterada en un escrito de 1968 137. Sea como consecuencia de las gestiones realizadas por fieles del Opus Dei, sea por iniciativa de las propias publicaciones, en esos años –y también en los sucesivos– llegaron a Roma diversas peticiones de entrevistas. A todas se contestó en nombre del fundador del Opus Dei agradeciendo la petición y dejando abierta la puerta a que la entrevista se concediera, pero sin dar una respuesta claramente afirmativa 138.
La realidad es que, con el pasar de los meses, san Josemaría, aun manteniendo abierta la posibilidad de conceder nuevas entrevistas, iba distanciándose de esa eventualidad. La decisión definitiva la tomó en 1969 con ocasión –no con motivo– de la petición realizada por un importante diario brasileño: O Estado de S. Paulo. En mayo de ese año, desde Brasil, escribieron a Roma informando de que el director de ese periódico había manifestado que tendría mucho gusto en publicar una entrevista al fundador del Opus Dei y que, a ese efecto, iba a encargar a su corresponsal en Roma, Rocco Morabito, que acudiera a solicitarla. Al recibir la comunicación de Brasil, san Josemaría anotó al dorso: «hasta el otoño no recibo periodistas». Así se le comunicó a Rocco Morabito cuando, el 9 de junio, acudió a la sede central del Opus Dei para solicitar la entrevista 139.
Durante el verano, el corresponsal de O Estado de S. Paulo dio un paso más presentando un cuestionario. Mientras tanto Mons. Escrivá de Balaguer había ido madurando su pensamiento, hasta llegar a la decisión de no conceder, de momento, nuevas entrevistas, dejando a la vez claro que esa decisión no obedecía a prevención alguna respecto a los que las habían solicitado, a quienes apreciaba y valoraba positivamente. Así fue comunicado a primeros de diciembre a los fieles del Opus Dei que en Roma estaban en relación con Morabito y, paralelamente, a la Comisión Regional del Opus Dei en Brasil. El escrito transmitiendo ese criterio decía lo siguiente: «Mariano ha decidido no hacer, por ahora, declaraciones de ningún tipo a la prensa. Explicádselo así a ese periodista. Hacedle ver que no se trata en modo alguno de una prevención con respecto a él, sino de un criterio general. Podéis decirle que en cuanto sepáis de alguna nueva posibilidad de obtener esa entrevista, procuraréis informarle» 140. De hecho, esa posibilidad no se presentó, ya que el fundador del Opus Dei mantuvo ese criterio en lo sucesivo.
En los documentos y testimonios que se conservan, no hay ningún texto que ofrezca una explicación formal de las razones que llevaron a san Josemaría a adoptar esa decisión. Cabe, no obstante, apuntar dos razones. De una parte, que, precisamente durante los meses en que estaba madurando la decisión a la que llegó a fines de 1969, se estaba gestando la publicación del libro recogiendo las entrevistas ya concedidas, es decir, Conversaciones, que apareció finalmente en septiembre de 1968, siendo en pocos meses traducido a varios idiomas 141. Al estar a disposición del público en general una obra en la que se contenía el mensaje sobre la realidad del Opus Dei que san Josemaría deseaba trasmitir a través de las diversas entrevistas, decaía en gran parte la razón para conceder otras nuevas. El hecho de que las preguntas contenidas en varios de los nuevos cuestionarios repetían preguntas ya formuladas, y contestadas, o versaban sobre temas de interés secundario, confirmaba ese juicio, poniendo de manifiesto que el género entrevista había dado ya todo, o casi todo, lo que podía aportar.
Junto a esa primera razón debe mencionarse otra que puede considerarse determinante. A lo largo de los meses que van desde el invierno de 1968 hasta el otoño de 1969, el fundador del Opus Dei había tomado conciencia de una posibilidad de contacto con los medios de comunicación social y, por tanto, de dirigirse al público en general, diversa de las entrevistas y más acorde con su temperamento y con su condición sacerdotal: la publicación de meditaciones u homilías, preparadas a partir de las notas o trascripciones que se conservaban de su predicación oral.
En ese proceso tuvo sin duda influencia el eco alcanzado por la homilía predicada en Pamplona en 1967, si bien por sí sola no explica la decisión finalmente adoptada. La realidad es, en efecto, que inmediatamente después de pronunciada esa homilía, el fundador del Opus Dei no pensó en publicar otras, ni en revisar y reelaborar, en orden a su publicación, textos provenientes de su predicación oral: así lo confirma, entre otras cosas, el hecho de que la homilía de 1967 fuera incorporada a Conversaciones, en lugar de esperar a que fuera seguida por otras.
El factor decisivo en orden a la nueva orientación en su trabajo como escritor está constituido por la reflexión que le llevó a publicar, en noviembre de 1968, un texto proveniente de su predicación en la revista parisina La Table Ronde. A raíz del escrito de 1967, en el que se animaba a valorar la posibilidad de que se publicaran nuevas entrevistas 142, en Francia consideraron que en La Table Ronde, en la que habían comenzado a colaborar algunos miembros del Opus Dei, podría publicarse una. Así le fue sugerido, en febrero de 1968, a san Josemaría, que aceptó, indicando que le presentaran un cuestionario 143.
El 27 de mayo de 1968 una de las personas que trabajaban en La Table Ronde, Henry Cavanna, en ese momento secretario general de la revista, decidió dirigir una carta a D. Alvaro del Portillo proponiendo un nuevo planteamiento. En esa carta informaba, en efecto, de que en La Table Ronde estaban preparando un número monográfico sobre Jesucristo, para el que reiteraba que les gustaría contar con «una contribución» de san Josemaría, pero hacía notar que, a su juicio, en ese número cuadraría más un artículo que una entrevista. Propuesta que concretaba añadiendo tres observaciones: sugería el posible tema de ese artículo ("La présence du Christ chez les chrétiens"); añadía que cabía pensar en «publicar el texto de una homilía, aunque para la revista sea menos original», y señalaba, finalmente, que la longitud podría ser «aproximadamente como la de la homilía de la misa en Pamplona» 144.
D. Alvaro pasó esa carta a san Josemaría, que acogió la nueva propuesta que se le hacía. A las pocas semanas, concretamente el 7 de julio, envió a Francia un escrito basado en textos de su predicación oral, que llevaba por título "Cristo presente en los cristianos". Traducido al francés por el hispanista Paul Werrie, apareció, con el título "Le Christ présent chez les chrétiens , en La Table Ronde de noviembre de 1968. Casi simultáneamente se publicó el original castellano, "Cristo presente en los cristianos", en la revista madrileña Palabra y en la colección Folletos Mundo Cristiano 145.
La aparición de esos textos suscitó entre los fieles del Opus Dei y personas cercanas a su apostolado el deseo de poder disponer de otras meditaciones u homilías del fundador. Mons. Escrivá de Balaguer no permaneció insensible a esos sentimientos y a las peticiones que de ahí surgieron, que encontraban un eco profundo en su modo de ser y en su manera de concebir la misión de fundador, de Padre y Pastor que le correspondía. Como ya señalamos en su momento, san Josemaría, al decidirse a conceder entrevistas, lo hizo con clara conciencia del servicio a la Iglesia y al Opus Dei que esas entrevistas podían prestar, y por tanto poniendo toda su alma al contestarlas, pero no sin realizar un cierto esfuerzo. De carácter fuertemente comunicativo, y dotado de un hondo corazón sacerdotal, el diálogo de persona a persona, el encuentro con grupos más o menos numerosos, la predicación de homilías o meditaciones, le resultaban congeniales. La necesidad de ajustarse a entrevistas en las que un cuestionario preestablecido encajona de alguna manera el discurso, dificultando que el pensamiento fluya con absoluta espontaneidad, le era en cambio mucho menos connatural.
La posibilidad, puesta de manifiesto por la sugerencia hecha desde La Table Ronde, de publicar meditaciones u homilías, le abría el camino para continuar manteniendo un contacto con los medios de comunicación social –y con cuantos a ellos acuden– y, a la vez, para hacerlo por una vía que canalizara con plena espontaneidad su deseo de hablar de los grandes temas humanos y cristianos que llenaban su corazón de sacerdote. No es pues extraño que, a partir de ese momento, dejara atrás las entrevistas 146 y acometiera la revisión de homilías o meditaciones con vistas a su publicación. De hecho a lo largo de 1969 dio a la prensa otras cuatro homilías, de tema litúrgico o devocional: la Navidad, la festividad de San José, el tiempo de Adviento y el mes de mayo en cuanto tiempo especialmente dedicado a María. Y lo mismo continuó ocurriendo, incluso con ritmo más acentuado, durante los años posteriores 147.
Al narrar la historia de las diversas entrevistas recogidas en Conversaciones y la de la homilía de 1967– nos hemos limitado a describir los hechos, señalando que dejábamos para un epígrafe ulterior la descripción de la metodología de trabajo empleada por san Josemaría. Llega el momento de afrontar esta cuestión. Nos ocuparemos primero de la contestación a las entrevistas, que constituyen la mayor parte del texto de Conversaciones, dejando para el final lo referente a la homilía de 1967.
El género «entrevista» y, más concretamente, el de «entrevista para la prensa» tiene ya una larga historia 148. Se trata, por lo demás, de un género que puede revestir muy diversas formas. Ruedas de prensa en las que una o varias personas se enfrentan a un fuego cruzado de preguntas; o, por el contrario, encuentros entre sólo dos personas, en conversación distendida o incluso confidencial. Entrevistas que se basan en un cuestionario previamente preparado, al que el entrevistado responde sea verbalmente sea por escrito, o que se desarrollan a modo de diálogo informal, durante el que el entrevistador toma notas o utiliza una grabadora, para transcribir luego lo anotado o grabado al lenguaje escrito. Conversaciones en las que se formulan preguntas que buscan respuestas breves e incluso lapidarias, o que reclaman, para ser contestadas, un amplio desarrollo.
Las entrevistas concedidas por san Josemaría partieron siempre de un cuestionario escrito, al que el fundador del Opus Dei iba a responder de la misma manera, sin que esto excluyera la posibilidad de recibir al entrevistador y hacerle personalmente entrega del texto del cuestionario ya contestado. Fueron además entrevistas que versaban no sobre aspectos personales de su vida, sino sobre cuestiones relacionadas con el apostolado del Opus Dei, sobre la vida de la Iglesia o, más en general, sobre cuestiones culturales o doctrinales. Eso trajo consigo que las respuestas fueran amplias: lo eran ya en las primeras entrevistas, y tendieron a serlo cada vez más en las sucesivas, es decir, en las de los años 1967 y 1968.
Este modo de proceder implicó que san Josemaría fuera, ciertamente, persona entrevistada, pero, a la vez –el análisis de los textos lo confirma–, autor, es decir, persona que habla en primera persona y asume la autoría del resultado. Aunque se sujetara al cuestionario que planteaba el entrevistador, quien llevaba la dirección de la entrevista, y de lo que ahí se expresaba, no era el periodista, sino el propio san Josemaría. Sus respuestas, amplias y detenidamente meditadas, aun ateniéndose a lo preguntado, orientan de hecho el discurso que a través de la entrevista se desarrolla. De ahí que fuera, como hemos dicho hace un momento, real y verdaderamente persona entrevistada y autor.
Tal vez pudiera prolongarse la caracterización de estas entrevistas, pero lo dicho parece suficiente. Conviene pues pasar a describir el modo en que procedió para responder a los cuestionarios que le enviaban. A este efecto resulta necesario evocar el contexto que rodeaba al fundador del Opus Dei en la década de 1960. La situación en que se encontraba durante los años treinta, cuando redactó Camino, había quedado muy atrás, y por tanto también el modo de trabajar que utilizó durante la elaboración de esa obra, y que tan detalladamente ha descrito Pedro Rodríguez en su edición crítico-histórica: fichas breves, que el propio san Josemaría ordenaba y copiaba a máquina 149.
En los años sesenta Mons. Escrivá de Balaguer no estaba acompañado sólo de unas pocas personas, ni carecía casi por completo de medios materiales y técnicos, sino que se encontraba en Roma, viviendo en la sede central del Opus Dei, cuyos organismos de gobierno pastoral estaban ya ampliamente desarrollados. Dicho con otras palabras, san Josemaría podía contar, en esos momentos, con una secretaría que le ayudara en su trabajo de muy diversas maneras: preparar borradores o minutas, copiar textos a máquina, buscar o comprobar citas, etc. Concretamente, por lo que a la preparación de respuestas para las entrevistas se refiere –especialmente las primeras, pero también, aunque con las diferencias que luego señalaremos, las sucesivas–, actuó como secretaría particular de san Josemaría una de las oficinas anejas al Consejo General a la que ya se ha hecho referencia: la del apostolado de la opinión pública 150.
Al recibir el cuestionario de la primera de las entrevistas, la de Le Figaro, el fundador del Opus Dei lo pasó a la oficina recién citada, con una anotación escrita con el bolígrafo rojo que solía utilizar, en la que se decía: «preparad una contestación a todas las preguntas» 151. En el despacho que hubo a continuación, dio algunas indicaciones que precisaban el encargo y orientaban sobre el contenido que debían tener las respuestas. En la oficina del apostolado de la opinión pública se comenzó a trabajar partiendo de esas indicaciones, contando no sólo con el conocimiento del pensamiento de san Josemaría que teníamos los que trabajábamos en la oficina, sino con el material de que disponíamos. Concretamente:
– notas sobre la predicación oral del fundador del Opus Dei en el Colegio Romano de la Santa Cruz en los años 1949 y siguientes, incluyendo tanto meditaciones y charlas, como encuentros informales o tertulias 152;Hay que tener en cuenta, por lo que a estas fichas se refiere, un dato ya antes mencionado: el hecho de que a fines de los años cincuenta y comienzos de los sesenta, el fundador no sólo se había reafirmado en la necesidad de dar nuevos pasos en el camino jurídico del Opus Dei hasta llegar a una solución adecuada a su espíritu, sino que había decidido comunicar a la Santa Sede que el Opus Dei de hecho no se consideraba ya como instituto secular, aunque siguiera siéndolo de derecho 153. Esta decisión tenía repercusiones también respecto a las relaciones con la prensa y los demás medios de comunicación social, ya que para informar adecuadamente sobre el Opus Dei resultaba necesario ajustar el lenguaje al cambio que implicaba la separación de la figura de instituto secular. Para facilitar esa tarea a quienes, sea en Roma sea en otros lugares, estaban en contacto directo con esos medios, en la oficina del apostolado de la opinión pública se fueron preparando lo que podría calificarse como una «base de textos», es decir, notas o fichas explicando la naturaleza y la actividad del Opus Dei, que acabaron formando un conjunto o cuaderno, al que se dio el nombre de «Clasificador informativo» 154.
Ese Clasificador jugó un papel importante en la preparación de las respuestas a los cuestionarios recibidos: en muchos casos bastaba en efecto con acudir a esa documentación para poder contestar gran parte de las preguntas formuladas, y hacerlo con frases y expresiones que reflejaban con exactitud no sólo el pensamiento del fundador del Opus Dei, sino su personal modo de expresarse.
Partiendo de las orientaciones recibidas, de las fichas del Clasificador informativo y de las notas y recuerdos provenientes de la predicación oral, en la oficina del apostolado de la opinión publica se preparaban minutas de respuesta. Lo que san Josemaría deseaba recibir –así lo manifestaba la anotación hecha en los folios que contenían el texto del cuestionario de Le Figaro y lo confirmaron sus indicaciones posteriores– no era, en efecto, un simple elenco de frases o ideas, sino un texto redactado, sobre el que le resultara expedito trabajar. Y trabajar a fondo.
La realidad es, en efecto, que aunque esas minutas no fueran, en gran parte, sino la recopilación de textos y frases pronunciadas previamente por él, no se limitó, ni en las primeras entrevistas ni en ninguna de las posteriores, a una revisión rápida, sino que procedió a leer y repensar con calma los textos, repasándolos y corrigiéndolos con detenimiento, descendiendo hasta el detalle, perfilando y precisando las afirmaciones a fin de llegar a la formulación que resultaba a su juicio más acertada, no sólo doctrinalmente –las cuestiones sometidas a su consideración no eran, en bastantes casos, nada sencillas–, sino también literariamente. En la práctica, la realidad fue que las contestaciones a las diversas entrevistas acabaron siendo estudiadas por san Josemaría no sólo una vez, sino varias, en algún caso hasta siete u ocho veces 155.
Un detalle, significativo no respecto a la redacción de los textos pero sí respecto a la huella documental que ha quedado de esas diversas revisiones, debe añadirse. El hecho de que el fundador del Opus Dei modificara repetidas veces lo escrito, implicaba poner en limpio el texto entre una revisión y otra. Y esto, como es obvio, podía ocupar un cierto espacio de tiempo. Sólo que a san Josemaría no le gustaba hacer trabajar innecesariamente a otros. De ahí que, al devolver los textos corregidos, comentara con frecuencia que no era necesario copiar de nuevo todo el texto, sino que bastaba con escribir las líneas en las que había modificaciones y luego, cortando y pegando, recomponer las páginas.
Había ocasiones en que el número de modificaciones resultaba tan elevado que era más sencillo copiar de nuevo toda una página, pero en otras muchas se podía acudir a la operación de «cortar y pegar», y así se hacía. El resultado era, ciertamente, un ahorro de tiempo, pero traía consigo que se iban destrozando las sucesivas versiones, ya que quedaban sólo recortes sueltos. No es por eso extraño que señalara –y así se hizo– que esos recortes se sometieran al «trámite» ordinario en la oficina: triturar los papeles ya usados e inservibles. Ha quedado, pues, constancia del texto final de la entrevista de que en cada caso se trataba, pero no de las versiones que lo habían precedido 156.
El modo de trabajar descrito en los párrafos que preceden se aplicó plenamente en la preparación por san Josemaría de la contestación a las tres primeras entrevistas y a la última, es decir, la concedida a L'Osservatore della Domenica. También, aunque con algunos matices, a las tres restantes, ya que, versando sobre temas más especializados, el fundador del Opus Dei quiso contar también con otras personas 157. En todos los casos el método de trabajo continuó, por lo demás, siendo el mismo que para la contestación a las entrevistas primeras.
Como ya dijimos en su momento, el plan que se estableció para la Asamblea General de Amigos de la Universidad de Navarra, que tuvo lugar en octubre de 1967, preveía contar, como momento central, con una Misa al aire libre, en la que san Josemaría pronunciara una homilía: la que ahora nos ocupa. Apenas concretado ese plan, el fundador del Opus Dei se dirigió a la Comisión Regional del Opus Dei en España pidiendo que le hicieran llegar una minuta o borrador 158. La minuta estuvo preparada a fines de agosto, pero no se envió a Roma, sino que, por indicación del propio Mons. Escrivá de Balaguer, se esperó para entregársela al momento en que tenía previsto trasladarse a España para pasar unos días en la villa de Elorrio, antes de ir a Pamplona 159.
Al pedir que prepararan una minuta o borrador para la homilía, san Josemaría señaló que debería exponer el espíritu del Opus Dei, pero no descendió a detalles. En un primer momento no estaba todavía determinado el día concreto en que se celebraría la Misa y, por tanto, no se conocían los textos bíblicos que se iban a leer, por lo que el borrador fue pensado con un enfoque directamente eucarístico, y un tono marcadamente teológico.
En un primer momento, al comenzar a leer la minuta, Mons. Escrivá de Balaguer dio a entender que no se había acertado con lo que deseaba 160. Decidió no obstante leer pausadamente el texto completo y finalmente lo aceptó como punto de partida, no sin señalar que habría no sólo que retocarlo, sino ampliarlo. Pidió que se le prepararan unas páginas con ideas sobre unos puntos que tenía mucho interés en tocar precisamente en esa ocasión pamplonesa. Concretamente: la naturaleza secular no sólo de los fieles del Opus Dei, sino también de las labores apostólicas que promueven, la naturaleza y fines de la Asociación de Amigos, el derecho de la Universidad a recibir subvenciones de las entidades públicas; y la clarificación expresa de que el Opus Dei no tenía como misión dirigir seminarios diocesanos, para salir así al paso del temor, carente de todo fundamento, acerca de las implicaciones que, en relación con el seminario de Pamplona, podría tener la futura erección de una Facultad de Teología en el seno de la Universidad de Navarra 161.
A lo largo de los días pasados en Elorrio, dedicó bastante tiempo a reelaborar el texto de la homilía. «Lo revisó muchas veces –cuenta uno de los que le acompañaban–, nos leía párrafos enteros y corregía y mejoraba giros y expresiones» 162. Unos días después, ya en Molinoviejo –a donde se trasladó el día 21– dio por definitivo el texto, y encargó que se copiara a máquina 163. Así se hizo. Pero, una vez copiado, quiso leerlo de nuevo. Lo hizo en voz alta, en presencia de unas cinco o seis personas, a las que pidió que si algo les parecía mejorable, no dejaran de señalarlo. Él mismo, al hilo de la lectura, introdujo diversas correcciones 164.
El texto resultante se copió de nuevo a máquina –san Josemaría intentó evitarlo, haciendo que se volvieran a escribir sólo los párrafos retocados, pero le convencieron de lo contrario– y el original mecanografiado fue llevado a Madrid para darlo a la imprenta 165. Sin embargo no concluyó ahí la revisión, pues desde Molinoviejo Mons. Escrivá de Balaguer se trasladó a Madrid, donde permaneció algunos días antes de viajar a Pamplona, y esta estancia madrileña le ofreció la oportunidad de revisar unas pruebas de imprenta, con cuya ocasión hizo nuevos retoques en el texto 166. En suma, respecto a la homilía, al igual que respecto a las entrevistas, san Josemaría procedió mediante una serie de sucesivas revisiones, que iban aquilatando el texto hasta ajustarlo a lo que deseaba trasmitir y al modo en que deseaba expresarlo.
Concluido el paréntesis metodológico, que nos ha ocupado durante las páginas que preceden, podemos retomar el hilo de la historia, a fin de narrar cómo desde la existencia de una serie de textos diversos –las entrevistas y la homilía– se llegó al libro de Conversaciones con Mons. Escrivá de Balaguer.
En octubre de 1967, poco después de la publicación de las entrevistas de Palabra y Gaceta Universitaria, desde la oficina del apostolado de la opinión publica aneja al Consejo General se elevó una consulta al fundador del Opus Dei planteando la posibilidad de publicar un libro en el que se recogieran las cinco entrevistas ya concedidas. San Josemaría recibió positivamente la idea –señaló incluso que podría llamarse Entrevistas y preguntó por el número de páginas que podría tener el libro en el caso de que se editara–, pero dejó el provecto en suspenso 167.
Contando con esa aprobación genérica, desde Roma se escribió a la Comisión Regional de España, informando del proyecto e indicando que se hablara con los periodistas que habían realizado las entrevistas –y especialmente, con Tad Szulc y Peter Forbath, ya que los textos completos de sus entrevistas no habían aparecido en sus respectivas publicaciones–, a fin de obtener la plena conformidad para su inclusión en un libro 168. Desde España respondieron casi enseguida diciendo que se contaba con esa conformidad 169. Poco después, a finales de diciembre, volvieron a escribir, comentando que tanto Ediciones Rialp como Ediciones Palabra estarían interesadas en publicar ese libro. Al leer ese escrito, san Josemaría anotó al pie: «Calma: esperar unos meses porque habrá más material» 170.
En esas fechas se estaba tramitando la entrevista de Telva; cabía pues pensar que el «material» del que habla la anotación de Mons. Escrivá de Balaguer fuera precisamente esa entrevista, que se publicó el 1 de febrero de 1968. Así lo pensaron quienes trabajaban en la oficina del apostolado de la opinión pública, ya que el 29 de enero, cuando era inminente su aparición, presentaron un nuevo escrito en el que se volvía a plantear la posibilidad de publicar un libro, incluyendo, además de los textos antes mencionados, la entrevista de Telva 171. La consulta volvió con una anotación de D. Alvaro del Portillo en la que se reiteraba la conveniencia de esperar 172.
Durante el tiempo de espera, el 14 de marzo llegó un escrito de la Comisión Regional de Irlanda en el que se consultaba la posibilidad de editar un libro con las entrevistas ya publicadas y destinado a difundirse en el conjunto de los países de habla inglesa. El escrito de Irlanda pasó a D. Alvaro, que lo trasmitió a la oficina del apostolado de la opinión publica con una escueta anotación: «bien» 173. La conformidad con el proyecto movió a quienes trabajaban en esa oficina a replantearlo con amplitud. De ahí que el 19 de ese mismo mes sugirieran no sólo contestar afirmativamente a Irlanda, sino informar además a otras Regiones que podrían estar interesadas en la edición del libro 174.
Al mismo tiempo, hicieron algunas propuestas en orden a perfilar el contenido y la estructura de la obra 175. Concretamente:
a) Como título se proponía el de Conversaciones con Mons. Escrivá de Balaguer, basado en el que había sido sugerido por Irlanda.
b) Respecto al contenido, se planteaba la posibilidad de publicar las seis entrevistas ya concedidas y además la homilía pronunciada en Pamplona.
c) Y finalmente se proponía incluir una presentación, de la que se adjuntaba un posible texto 176, así como algunas fotografías (una del propio san Josemaría y otras de algunas labores apostólicas).
La propuesta incluía además un sumario, en el que los diversos textos aparecían con el orden y los títulos siguientes:
– "Espontaneidad y pluralismo en el Pueblo de Dios" (entrevista de Palabra);
– "¿Por qué nació el Opus Dei?" (entrevista de Time);
– "El apostolado del Opus Dei en los cinco continentes" (entrevista de Le Fígaro);
– "¿Por qué tantos hombres se acercan al Opus Dei?" (entrevista de The New York Times);
– "La Universidad al servicio de la sociedad actual" (entrevista de Gaceta Universitaria);
– "La mujer en la vida del mundo y de la Iglesia" (entrevista de Telva);
– "Amar al mundo apasionadamente" (homilía de octubre de 1967).
Como puede advertirse, el esquema propuesto a san Josemaría –y aprobado personalmente por él, como enseguida veremos– no sigue un orden cronológico, sino, por así decir, temático. Se inicia con la entrevista de Palabra, en la que el fundador del Opus Dei esboza algunas de las líneas centrales de su doctrina eclesiológica. Continúa con tres entrevistas centradas en el Opus Dei: las concedidas a Time, a Le Figaro y a The New York Times. Prosigue con dos entrevistas con un enfoque que puede ser calificado de monográfico: las de Gaceta Universitaria y Telva. Y concluye con un texto de hondo valor teológico y sintético: la homilía de 1967 177.
Apenas fueron aprobadas las dos consultas en las que se exponía la propuesta recién resumida 178, se pasó a la fase ejecutiva. Se escribió tanto a España e Irlanda, como a Alemania, Brasil, Francia, Italia, México y Portugal, países de los que habían ya llegado consultas en ese sentido o en los que se pensaba que podría haber interés por realizar una edición 179. En el escrito a España se indicaba que se estudiara y decidiera con libertad si la edición se encomendaba a Ediciones Palabra o a Rialp; esta última fue finalmente la elegida 180.
Poco después se completó la publicación de la entrevista de L'Osservatore della Domenica, y el fundador del Opus Dei determinó que se incluyera en Conversaciones. Así se comunicó a España señalando a la vez el lugar en que debería ser situada (inmediatamente después de las entrevistas de Time, Le Figaro y The New York Times) y el título que debería llevar (el mismo con el que había aparecido en el semanario vaticano). Se acompañaba además un breve párrafo para que se intercalara en la presentación dando razón de esta entrevista 181.
En un escrito posterior (11-VII-1968) se daba la conformidad a dos propuestas realizadas desde España:
– añadir a la presentación, a fin de acoger una petición hecha en su día por Peter Forbath, una frase señalando expresamente que las entrevistas habían sido contestadas por escrito;Los materiales para la primera edición de Conversaciones estaban ya dispuestos. Ediciones Rialp puso todos los medios para que el libro pudiera estar publicado cuanto antes. En septiembre estaba ya a la venta, con una tirada de 32.000 ejemplares, de los que 5.000 se destinaban al mercado mexicano, en correspondencia a una petición hecha desde ese país. Las características de esta primera edición son las siguientes:
– Volumen de 23'5 x 15'5 cms., impreso sobre papel de muy buena calidad y encuadernado en tela, sencilla pero elegante: fondo blanco sobre el que destaca un rectángulo azul o verde (el color varió según los ejemplares), en el que, con letras blancas, se lee el título: Conversaciones con Mons. Escrivá de Balaguer.El colofón (p. 183) indica que la obra cuenta con el nihil obstat, dado el 14-IX-1968 por D. José María Casciaro, y con el imprimatur de D. Ricardo Blanco, Vicario General de la diócesis de Madrid. En párrafo aparte se añade: «Este libro, publicado por Ediciones Rialp, S.A., Preciados 44, Madrid 13, compuesto en fotocomposición por Tecnigraf, S.A., Juan de Olías 12, se terminó de imprimir en los talleres gráficos EDIME, Paseo de los Olivos 6, Madrid, el 12 de septiembre de 1968, festividad del Dulce Nombre de María» 183.
a) La segunda edición: julio de 1969.
Dejando para un apartado ulterior la consideración de otras ediciones y traducciones de Conversaciones, consideremos ahora las realizadas en España y por Ediciones Rialp hasta el momento del fallecimiento del fundador del Opus Dei, que son las que constituyen la base de este trabajo. Nos detendremos especialmente, por su singular importancia, en la segunda edición.
Apenas publicado, Conversaciones fue objeto de comentarios de prensa y recensiones 184. Se vendió ampliamente y con rapidez. En el elenco de libros más vendidos publicado por el Instituto del Libro Español en mayo de 1969 ocupaba el noveno lugar, pasando al sexto en junio y al segundo en agosto. Previendo que los 32.000 ejemplares que se habían impreso de la primera edición se iban a agotar en muy poco tiempo, en Rialp se empezó enseguida a pensar en la segunda edición, que se terminó de imprimir en julio de 1969, con un formato v una presentación muy semejantes a los de la primera, aunque con encuadernación no en tela, sino en rústica; la tirada fue de 20.000 ejemplares.
Esta segunda edición tiene singular importancia en la historia de Conversaciones, ya que en ella se terminó de fijar el texto. En la primera edición había quedado fuera, probablemente por un error de trasmisión, la pregunta de la que L'Osservatore della Domenica se había visto obligado a prescindir, al comprimir la tercera y última de las entregas en las que había dividido el texto; en la segunda edición se subsanó ese error, y la entrevista fue reproducida en su integridad 185.
Junto a este primer punto, de especial importancia, destacan otros dos, relacionados entre sí: la publicación de un índice analítico o de materias, y la utilización de números marginales para designar las respuestas de san Josemaría a las preguntas o, en ocasiones, cuando se trata de contestaciones especialmente largas, para subdividirlas. En noviembre de 1968, poco después de publicada la primera edición, desde España hicieron notar al Consejo General que podría ser oportuno incluir un índice analítico. Se contestó dando la conformidad con esa idea, señalando que debería ser un índice «amplio y detallado». A continuación se añadía: «Estudiad la posibilidad de numerar al margen y correlativamente todas las preguntas, de manera que el índice remita a esos números marginales: de esta forma podría servir para todas las ediciones, independientemente del formato o idioma» 186.
Mientras en España estaban trabajando en ese índice, en Irlanda se publicó la primera edición inglesa de Conversaciones en la que se incluía un índice de voces 187. Teniendo a la vista ese índice, y el que habían comenzado a preparar en Rialp, sobre el que desde Roma se habían hecho ya algunas indicaciones, en España terminaron de elaborar el definitivo, en el que se optó por remitir a los números marginales. El 3 de junio de 1969 enviaron para aprobación el índice 188 y la división en números marginales. Fue D. Alvaro del Portillo quien despachó esta consulta, dando su conformidad 189. Uno y otro punto, tanto la inclusión de un índice analítico como el uso de números marginales, quedaron desde entonces unidos a la estructura de Conversaciones.
Junto a lo señalado, la segunda edición de Conversaciones implicó algunos otros cambios de menor rango. Concretamente:
– la presentación se mantuvo tal y como había aparecido en la primera edición, pero actualizando los datos que ofrecía sobre la expansión del Opus Dei y la difusión de Camino 190;b) Ulteriores ediciones.
A la segunda edición castellana de Conversaciones siguieron, en breve espacio de tiempo, una tercera y una cuarta; ambas se publicaron en 1969, en tamaño bolsillo (con una caja de 14,5 x 7,5 cm); la tirada total fue de 75.000 ejemplares. La quinta, publicada en 1970, de 7.300 ejemplares, fue similar en formato a la segunda. Las sucesivas (6. y 7. ediciones, 1970; 8a, 1971; 9ª, 1973; 10a, 1975), con una tirada total de 51.300 ejemplares, fueron de nuevo de tamaño bolsillo, al igual que la tercera y la cuarta. Todas mantuvieron las características, incluso en los detalles, de las ediciones anteriores, con un cambio que se introduce en la décima: además del índice analítico, se incluye otro de citas de la Sagrada Escritura 193. Esta décima edición fue la última de las publicadas en vida del fundador del Opus Dei 194.
Las ediciones posteriores al fallecimiento de san Josemaría no interesan, en cuanto tales, para la historia del texto, que quedó fijado con la muerte de su autor. Sí interesan en cambio para la historia de lo que suelen calificarse como «piezas editoriales», es decir, textos complementarios añadidos por los editores: presentaciones, notas biográficas sobre el autor, notas que ayudan a situar históricamente algún pasaje, fotos o ilustraciones, etc.
La primera edición realizada después de la muerte del autor de Conversaciones es la undécima, que se publicó en febrero de 1976. La nueva situación se manifiesta en la presentación, donde se menciona el fallecimiento de Mons. Escrivá de Balaguer y se indica que D. Alvaro del Portillo le ha sucedido al frente del Opus Dei. Y en la cubierta, donde por primera vez aparece una foto de san Josemaría. El cambio en el diseño de la cubierta fue autorizado por D. Alvaro del Portillo 195. La foto escogida no fue la de Catalá-Roca –tal vez por ser un rostro demasiado en primer plano para una portada sino otra distinta, que lo retrataba de cuerpo entero, tomada durante uno de los encuentros que jalonaron el viaje de catequesis que realizó en 1972 por España y Portugal 196.
Además de estos cambios, en las ediciones de Conversaciones posteriores a 1975 hubo otros. Alguno de detalle 197; otros más importantes y significativos. Tal es el caso de las modificaciones que aparecen en la decimocuarta edición, publicada en 1985. Un acontecimiento de singular relieve había tenido lugar dos años antes: la erección del Opus Dei, el 28 de noviembre de 1982, como prelatura personal. Ese acontecimiento no podía dejar de afectar a Conversaciones, ya que repercutía poderosamente en la figura jurídica del Opus Dei, cuestión a la que se hacía referencia en alguna de las entrevistas recogidas en el libro.
De hecho, cuando concedió las entrevistas el fundador del Opus Dei había puesto ya en marcha el proceso que llevaría a la configuración jurídica definitiva, es decir, la de 1982, pero esa solución todavía no se había alcanzado. En las entrevistas que concedió, san Josemaría se vio, pues, forzado a hacer compatible lo que era su objetivo fundamental –glosar la naturaleza, el espíritu y los fines del Opus Dei–, con una exigencia en ese momento ineludible: evitar todo lo que representara incidir directamente en cuestiones jurídicas o técnico-jurídicas todavía pendientes de definitiva resolución, sobre las que, por tanto, no podía pronunciarse. Sin entrar ahora en esa temática 198, señalemos sólo que, una vez alcanzada la erección jurídica como prelatura personal, se hacía necesario incluir en Conversaciones algunos complementos o notas que, manteniendo inmutado el texto –que, como es lógico, debía continuar siendo el aprobado y fijado por su autor–, lo relacionaran con la nueva situación canónica.
Se adoptaron dos medidas en ese sentido. Ante todo, revisar a fondo la presentación, a fin de dar razón de las implicaciones, también terminológicas, que comportaba la erección como prelatura personal. En la práctica se acabó procediendo a una reelaboración de la presentación, que consistió en lo siguiente:
a) Se mantuvieron los párrafos iniciales, aunque simplificando las frases destinadas a dar una semblanza biográfica sobre san Josemaría.
b) A continuación, se incluyó una breve síntesis del proceso jurídico que había conducido a la erección del Opus Dei como prelatura personal, y una explicación, breve pero bastante completa, de la naturaleza de la figura de las prelaturas personales. Inmediatamente después se pasó a tratar de la capitalidad que, en el Opus Dei, corresponde al Prelado; de los fieles (clérigos y laicos) que integran la prelatura, así como de los compromisos que se adquieren al incorporarse a ella; del espíritu y de la misión que la caracterizan y del apostolado que sus miembros llevan a cabo. Finalmente se dedicaron dos párrafos a la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, en cuanto asociación intrínseca e inseparablemente unida a la prelatura y a la que pueden vincularse, permaneciendo bajo la jurisdicción de sus respectivos obispos, otros sacerdotes seculares con el deseo de que se les proporcione atención espiritual por parte del Opus Dei.
c) Como conclusión se volvía a los pasajes del texto anterior en los que se describía el contenido del libro 199.
Además de esa reelaboración de la presentación, se consideró oportuno añadir algunas notas a pie de página, explicando las diferencias entre la terminología que pudo usar Mons. Escrivá de Balaguer en los años sesenta, con el proceso jurídico todavía en curso, y la que finalmente fue establecida al erigirse el Opus Dei como prelatura personal por parte del Romano Pontífice 200.
Tanto el nuevo texto de la presentación como las notas fueron aprobados por Mons. Alvaro del Portillo, prelado del Opus Dei, y remitidos a España, y a los otros países en los que se había editado Conversaciones o en los que se pensaba en realizar una edición 201. Al haberse reducido mucho el pasaje de la presentación destinado a ofrecer una breve referencia biográfica de san Josemaría, se vio oportuno compensar esa reducción, incluyendo, antes de la presentación, una nota biográfica relativamente amplia, en la que, además de proporcionar algunos datos sobre la vida del fundador del Opus Dei, se daba noticia del inicio de la causa de beatificación y canonización, que había tenido lugar a comienzos de 1981 202. Se decidió cambiar también la cubierta, en la que continuó figurando una foto que hiciera referencia a los encuentros de san Josemaría en los años setenta, pero sustituyendo la anterior por otra en la que el fundador del Opus Dei aparece rodeado de público y da por tanto una idea muy clara del género de la obra, es decir, del hecho de que contiene precisamente «conversaciones» 203.
Con estos cambios se procedió a la publicación de la decimocuarta edición española de Conversaciones, que, según el colofón, se terminó de imprimir en Madrid el 11 de febrero de 1985, festividad de la Virgen de Lourdes.
En las siguientes ediciones realizadas en España, ha habido sólo cambios menores. Concretamente:
a) En la edición decimoctava, que se publicó en 1996, se amplió la nota biográfica, para dar noticia de la beatificación, que había tenido lugar en Roma el 17 de mayo de 1992, en una solemne ceremonia presidida por Juan Pablo II 204.
b) En la vigésima edición, publicada en 2001, en la presentación se introdujeron algunos cambios, encaminados a subrayar la unidad orgánica de la Prelatura 205. Al mismo tiempo, esta presentación, que hasta entonces había aparecido sin firma, se empezó a publicar firmada, concretamente por Manuel Cabello. La cuestión de la firma de la presentación había sido suscitada algún tiempo atrás y reiterada por España en 1996. Mons. Javier Echevarría, prelado del Opus Dei desde 1994, aprobó la idea y sugirió que se preguntara a Manuel Cabello, que era el director de la oficina del apostolado de la opinión pública en el momento en que la presentación había sido reelaborada, si daba su conformidad al respecto 206. Una vez recibida la respuesta afirmativa, se comunicó a España y a los demás países en los que se estaba editando el libro 207.
En la vigesimoprimera edición, aparecida en enero de 2003 y última de las publicadas hasta ahora, además de recogerse las diversas modificaciones a la presentación y las notas al texto, a las que hemos venido haciendo referencia, se retocó la nota sobre el autor para hacer referencia a la canonización de san Josemaría, que había tenido lugar el 6 de octubre de 2002 208. Se trata, pues, de una edición que hace fe, hasta el momento presente, de las piezas editoriales que completan la obra (presentación, nota sobre el autor, índices, notas al texto). Añadamos sólo que las veintiuna ediciones españolas suman un total de 232.350 ejemplares.
Las ediciones críticas son, de ordinario, ediciones de la versión original de la obra a la que se refieren; concretamente, en nuestro caso, la versión castellana de Conversaciones y, especialmente, las ediciones realizadas en España, que han constituido el punto de referencia para las demás, aunque en ocasiones –y así lo hemos señalado– hayan incorporado sugerencias y propuestas provenientes de otros países. En ese sentido, la introducción histórica podría darse por concluida con el apartado que precede. Parece, no obstante, oportuno hacer referencia, aunque sea brevemente, a las ediciones en otros países y en otras lenguas.
Como ya indicamos al hablar de la primera edición española, en 1968 consultaron la posibilidad de publicar un libro con las entrevistas ya aparecidas no sólo desde España, sino también desde otros países de habla castellana, concretamente desde México. Esa edición no llegó a realizarse, si bien 5.000 ejemplares de la edición hecha en Madrid se reservaron para el mercado mexicano. No pasó, sin embargo, mucho tiempo sin que hubiera diversas ediciones hispanoamericanas. Concretamente, en 1975, 1991, 2001 y 2002 se realizaron ediciones en Venezuela; en 1985, 1991, 1992 y 2003, en México; en 1986, en Perú; en 2002, en Colombia.
Simultáneamente se fue procediendo a la traducción y edición en otras lenguas 209. A este respecto deben ser citadas ante todo dos, que aparecieron casi al mismo tiempo que la primera edición castellana: la edición en lengua inglesa, publicada en Dublín 210, y la edición italiana 211. También en 1968 apareció la primera edición brasileña a la que siguieron en 1969 otras ediciones en portugués, una en Portugal y otra en Brasil 212. En 1969 se publicó la primera edición en lengua francesa 213. Algo más tarde, en 1970, aparecieron la primera edición alemana 214 y la primera edición catalana 215. Ya en las décadas de 1990 y 2000, se publicaron las traducciones al neerlandés 216, al polaco 217, al checo 218 y al sueco 219. En total, sin contar las ediciones realizadas en España, 43 ediciones, en 11 idiomas diversos y con una tirada total de 119.369 ejemplares 220.