Antología de Textos

CORAZON

1. El corazón humano es capaz de lo más sublime y de lo más depravado. "Cuando hablamos de corazón humano no nos referimos solo a los sentimientos, aludimos a toda la persona que quiere, que ama y trata a los demás. Y, en el modo de expresarse los hombres, que han recogido las Sagradas Escrituras para que podamos entender así las cosas divinas, el corazón es considerado como el resumen y la fuente, la expresión y el fondo último de los pensamientos, de las palabras, de las acciones. Un hombre vale lo que vale su corazón, podemos decir con lenguaje nuestro.
"A1 corazón pertenecen la alegría: que se alegre mi corazón en tu socorro (Sal 12, 6); el arrepentimiento: mi corazón es como cera que se derrite dentro de mi pecho (Sa1 22, 15); la alabanza a Dios: de mi corazón brota un canto hermoso (Sal 44, 2); la decisión para oír al Señor: está dispuesto mi corazón (Sal 57, 8); la vela amorosa: yo duermo, pero mi corazón vigila (Ct 5, 2). Y también la duda y el temor: no se turbe vuestro corazón, creed en mí (Jn 14, l).
"El corazón no solo siente; también sabe y entiende. La ley de Dios es recibida en el corazón (cfr. Sal 39, 9), y en él permanece escrita (cfr. Pr 7, 3). Añade también la Escritura: de la abundancia del corazón habla la boca (Mt 12, 34). El Señor echó en cara a unos escribas: ¿por qué pensáis mal en vuestros corazones? (Mt 9, 4). Y, para resumir todos los pecados que el hombre puede cometer, dijo: del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, adulterios, fornicaciones, hartos, falsos testimonios, blasfemias (Mt 15, 19)" (SAN JOSEMARÍA ESCRIVA, Es Cristo que pasa, 164).

2. Gran parte de los desequilibrios que fatigan al mundo moderno, a las familias o al propio individuo están íntimamente relacionados con lo que ocurre en el corazón del hombre. "Atraído por muchas solicitudes, tiene que elegir y renunciar" (CONC. VAT. II, Const. Gaudium et spes, 10). Es importante conocer, en las diversas situaciones de nuestra vida, qué se elige y a qué se renuncia. Será necesario el esfuerzo personal y la acción de la gracia para no dejarse llevar por el egoísmo o apegarse a cosas que separan de Dios.

3. El cristiano ha de estar vigilante para que el corazón no se corrompa ni se incapacite para la vida interior con la impureza; ni tampoco con la avaricia, o pequeños odios, pequeños rencores, tardanza en perdonar, egoísmos...
Ha de ser el corazón del cristiano como el buen vino: con los años debe ganar en calidad. Del corazón nace todo lo bueno que existe en la persona. Nace, sobre todo, una piedad sincera para tratar a Dios, la comprensión y el amor limpio que no mancha ni se mancha.
La pureza interior agranda la capacidad de amor del corazón humano. La impureza, el aburguesamiento, el egoísmo provocan la dureza y la ceguera interior. Porque del corazón provienen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, fornicaciones, hurtos, falsos testimonios, blasfemias (Mt 15, 19). Por eso es necesario al cristiano el esfuerzo personal continuo y la acción de la gracia para llevar a cabo en su alma una purificación cada vez mayor.
La limpieza de corazón es indispensable para ver a Dios, pero también para hacer realidad la vocación cristiana de amor y servicio a todos los hombres.

4. Siempre ha enseñado la Iglesia que el cristiano, ayudado por la gracia, cuenta con los medios necesarios para vivir y acrecentar esa pureza interior, en todos los momentos de su vida; limpieza que le permitirá ver a Dios ya en esta vida.
El cristiano ha de pedir al Señor que le conceda un corazón bueno capaz de tener con Él un trato delicado, que pueda comprender a todos, perdonar con prontitud, compadecerse de las penas de las criaturas.
Y junto a la petición, es necesaria una lucha eficaz para que el corazón no quede manchado: saber perdonar con prontitud, no guardar rencor, evitar los celos, las envidias, el espíritu crítico, la murmuración..., cosas que manchan; y junto a esa lucha, el amor al Sacramento de la Confesión, donde el corazón se limpia y dispone para realizar buenas obras.

Citas de la Sagrada Escritura

Me buscareis y me hallareis si me buscáis de todo corazón. Jr 29, 13
Escudríñame, ¡oh Dios!, y examina mi corazón; pruébame y conoce mis inquietudes, y mira si mi camino es torcido y condúceme por las sendas de la eternidad. Sal 139, 23 - 24
Amaras a Yavé, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu poder, y llevaras muy dentro de tu corazón todos estos mandamientos, que yo hoy te doy. Dt 6, 5-6
Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de mi, que soy manso y humilde de corazón, y hallareis descanso para vuestras almas. Mt 11, 29
Tu has sondeado mi corazón, lo visitaste de noche, me has pasado por el crisol, sin encontrar en mi malicia. Sal 18, 3
Mi corazón se alegrara en tu salvación; cantare a Yavé, que me colmo de bienes. Sal 14, 6
Mi corazón es como cera, que se derrite dentro de mis entrañas. Sal 24, 15
De la abundancia del corazón habla la boca. Mt 12, 34
Yo duermo, pero mi corazón vela. Es la voz del amado que llama: ¡Ábreme. ..! Ct 5, 2
Que Cristo habite por la fe en vuestros corazones. Ef 3, 17
Donde este tu tesoro, allí estera . tu corazón. Mt 6, 21
Os daré un corazón nuevo y os revestiré de un nuevo espíritu; os quitare vuestro corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Ez 36. 26

Un hombre "vale lo que vale su corazón"

1366 Un hombre vale lo que vale su corazón, podemos decir con lenguaje nuestro. (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa 164).

1367 Dios nos ha dado un corazón para vivir y para todo lo que nos puede llenar, sobre todo el tu. Pero sin El, todo es demasiado poco. O buscamos en El nuestra felicidad, o nos equivocarnos lanzados a la caza de la felicidad, de desengaño en desengaño, hasta el hastío y la nausea, (JUAN PABLO II, Hom. en Attotting, 18-XI-1980).

1367b La tradición espiritual de la Iglesia también presenta el corazón en su sentido bíblico de "lo más profundo del ser" "en sus corazones" (ter 31, 33), donde la persona se decide o no por Dios (cfr. Dt 6, 5; 29, 3; Is 29, 13; Ez 36, 26; Mt 6, 21; Lc 8, 15; Rm 5, 5) (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 368).

1367c El corazón es la morada donde yo estoy, o donde yo habito (según la expresión semítica o bíblica: donde yo "me adentro"). Es nuestro centro escondido, inaprensible, ni por nuestra razón ni por la de nadie; solo el Espíritu de Dios puede sondearlo y conocerlo. Es el lugar de la decisión, en lo más profundo de nuestras tendencias psíquicas. Es el lugar de la verdad, allí donde elegimos entre la vida y la muerte. Es el lugar del encuentro, ya que, a imagen de Dios, vivimos en relación: es el lugar de la Alianza (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2563).

Tenemos un solo corazón para amar a Dios y para amar a nuestro prójimo

1368 Yo no cuento con un corazón para amar a Dios, y con otro para amar a las personas de la tierra. Con el mismo corazón con el que he querido a mis padres y quiero a mis amigos, con ese mismo corazón amo yo a Cristo, y al Padre, y al Espíritu Santo y a Santa María (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 166).

1386b La sexta bienaventuranza proclama: "Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios" (Mt 5, 8). Los "corazones limpios" designan a los que han ajustado su inteligencia y su voluntad a las exigencias de la santidad de Dios, principalmente en tres dominios: la caridad (cfr. 1Ts 4, 3-9; 2Tm 2, 22), la castidad o rectitud sexual (cfr.1Ts 4, 7; Col 3, 5; Ef 4, 19), el amor de la verdad y la ortodoxia de la fe (cfr. Tt 1, 15; 1Tm 1, 3-4; 2Tm 2, 23-26). Existe un vínculo entre la pureza del corazón, la del cuerpo y la de la fe:
Los fieles deben creer los artículos del Símbolo "para que, creyendo, obedezcan a Dios; obedeciéndole, vivan bien; viviendo bien, purifiquen su corazón; y purificando su corazón, comprendan lo que creen" S. Agustín, fid. Et symb. 10, 25) (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2518).

El corazón esta hecho para amar

1369 De ti proviene esta atracción a tu alabanza, porque nos has hecho para ti y nuestro corazón no halla sosiego hasta que descansa en ti (SAN AGUSTÍN, Confesiones, 1, 1, 1).

1370 El hombre no puede vivir sin amor. El permanece para si mismo un ser incomprensible, su vida esta privada de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio, si no participa en el vivamente (JUAN PABLO II, Enc. Redemptor Hominis, 2, 10).

1371 Es una pena no tener corazón. Son unos desdichados los que no han aprendido nunca a amar con ternura. Los cristianos estamos enamorados del Amor: el Señor no nos quiere secos, tiesos, como una materia inerte. ¡Nos quiere impregnados de su cariño! (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 183).

1372 La tierra, si no se la cultiva, produce espinas y abrojos; igualmente, el alma del pecador, si no es cultivada por la gracia, solo lleva abrojos y zarzas de pecados. Espinas y abrojos te producirá (Gn 3, 18) (SANTO TOMÁS Sobre el Padrenuestro, 1. c., 135).

El trato con el Señor nos capacita para amar mas

1373 Nuestro corazón se dilata. Del mismo modo que el calor dilata los cuerpos, así también la caridad tiene un poder dilatador, pues se trata de una virtud cálida y ardiente. Esta caridad es la que abría la boca de Pablo y dilataba su corazón [...]. Nada encontraríamos mas dilatado que el corazón de Pablo, el cual, como un enamorado, estrechaba a todos los creyentes con el fuerte abrazo de su amor, sin que por ello se dividiera o debilitara ese amor, sino que se mantenía integro en cada uno de ellos. Y ello no debe admirarnos, ya que este sentimiento de amor no solo abarcaba a los creyentes, sino que en su corazón tenían también cabida los infieles de todo el mundo (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. sobre la 2.a Epístola a los Corintios, 13).

1374 Tened unos para con otros un corazón grande, con mansedumbre, como lo tiene Dios para con vosotros (SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Carta a S. Policarpo de Esmirna, 5, 1 ss.).

El corazón que no ama se incapacita para entender

1375 Preséntame un corazón amante y comprenderá lo que digo. Preséntame un corazón inflamado en deseos, un corazón hambriento, un corazón que, sintiéndose solo y desterrado en este mundo, esté sediento y suspire por las fuentes de la patria eterna, preséntame un tal corazón y asentirá en lo que digo. Si, por el contrario, hablo a un corazón frío, este nada sabe, nada comprende de lo que estoy diciendo (SAN AGUSTÍN, Trat. Evang. S. Juan, 26).

Dios no cabe en un corazón impuro

1376 ¿Y que cosa mas cercana al hombre que su corazón? Allá en el interior es donde me han descubierto todos los que me han encontrado. Porque lo exterior es lo propio de la vista. Mis obras son reales y, sin embargo, son frágiles y pasajeras; mientras que yo, su Creador, habito en lo mas profundo de los corazones puros (ANONIMO DEL s. XIII, Meditación sobre la Pasión y Resurrección de Cristo, 38; PL 184, 766).

1377 No se encuentra vestigio alguno de bondad en el corazón del que la avaricia ha hecho su morada (SAN LEON, Sobre la Pasion, 9).

1378 Oh, Dios, crea en mi un corazón puro. Para que sea creado este corazón puro hay que quebrantar antes el impuro (SAN AGUSTÍN, Sermón 19).

1379 Mi sacrificio es un espíritu quebrantado, un corazón quebrantado y humillado tu no lo desprecias. Este es el sacrificio que has de ofrecer. No busques en el rebaño, no prepares navíos para navegar hasta las mas lejanas tierras a buscar perfumes. Busca en tu corazón la ofrenda grata a Dios. El corazón es lo que hay que quebrantar (SAN AGUSTÍN, Sermón 19).

El corazón tiende a apegarse desordenadamente a personas y cosas

1380 Me das la impresión de que llevas el corazón en la mano, como ofreciendo una mercancía: ¿quien lo quiere? -Si no apetece a ninguna criatura, vendrás a entregarlo a Dios. ¿Crees que han hecho así los santos? (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, 146).

1381 Nada mas familiar y mas intimo como mi propio corazón. Y también ningún enemigo mas grande para mi como el (CASIANO, Colaciones, 18, 16).

1382 Si tuvieras el trigo en lugares bajos, para que no se pudriese lo levarías a locales altos. Cambiarías de lugar el trigo, ¡y dejas que el corazón se estrague con las cosas inferiores! (SAN AGUSTÍN, Coment. sobre el Salmo 122).

Pureza de corazón. Frutos (Ver también CASTIDAD)

1383 No es pequeño el corazón del hombre capaz de abarcar tantas cosas. Si no es pequeño y si puede abarcar tantas cosas, se puede preparar en el un camino al Señor y trazar una senda derecha por donde camine la Palabra, la Sabiduría de Dios. Prepara un camino al Señor por medio de la buena conciencia, allana la senda para que el Verbo de Dios marche por ti sin tropiezos y te conceda el conocimiento de sus misterios y de su venida (ORIGENES, Hom. 21 sobre S. Lucas).

1384 La sabiduría que conduce al conocimiento y, por tanto, al amor de Dios, florece en el corazón limpio (JUAN PABLO II, Hom. 14-11-1980).

1385 ¡Que grande es el corazón del hombre! ¡Que anchura y que capacidad, con tal que sea puro! (ORIGENES, Hom. 21 sobre S. Lucas).

1386 La posibilidad de abrirse con amor a las obras de misericordia es fruto de una prolongada y dura lucha con el orgullo propio, con los malos pensamientos, con el propio egoísmo. Solo quien sabe conservar el corazón "intacto" sustrayéndole a las sugestiones de los entusiasmos pasajeros y dispersos, puede expresar en su vida una autentica capacidad de donación. Por otra parte, tal empeño encontrara el secreto de una plena realización personal, porque "quien ama al prójimo perfecciona su caridad hacia Dios, porque el mismo recibe en si lo que hace por el prójimo (San Basilio)" (JUAN PABLO II, Hom. 14-II-1980).