2380c Las bienaventuranzas descubren la meta de la existencia humana, el fin último de los actos humanos: Dios nos llama a su propia bienaventuranza. Esta vocación se dirige a cada uno personalmente, pero también al conjunto de la Iglesia, pueblo nuevo de los que han acogido la promesa y viven de ella en la fe (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1719).
2381 Por muy avaro que seas, Dios te basta (SAN AGUSTÍN, Coment. sobre el Salmo SS)
2382 Descansar en Dios y contemplar su felicidad es, en efecto, algo digno de ser celebrado, algo lleno de felicidad y de tranquilidad. Corramos, como ciervos, a la fuente de las aguas; que nuestra alma experimente aquella misma sed del salmista. ¿De qué fuente se trata? Escucha su respuesta: En ti está la fuente viva. Digámosle a esta fuente: ¿Cuándo entraré a ver el rostro de Dios? Pues la fuente es el mismo Dios (SAN AMBROSIO, Trat. sobre la huida del mundo, 9, 52)
2383 Las riquezas no proporcionan felicidad ninguna cuando el alma vive en la pobreza; y cuando se sobreabunda en riqueza interior, no hace mella la pobreza (SAN JUAN CRISÓSTOMO, en Catena Aurea, vol. VI, p. 315)
2383b El deseo de la felicidad verdadera aparta al hombre del apego desordenado a los bienes de este mundo, y tendrá su plenitud en la visión y la bienaventuranza de Dios. "La promesa [de ver a Dios] supera toda felicidad [...]. En la Escritura, ver es poseer [...1. El que ve a Dios obtiene todos los bienes que se pueden concebir" (S. Gregorio de Nisa, beat. 6) (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2548).
2384 El tesoro de cada uno viene determinado por la tendencia de su deseo, y si este deseo se limita a los bienes terrenos, no hallará en ellos la felicidad, sino la desdicha (SAN LEÓN MAGNO, Sermón 92)
2385 De aquí que no se deba tener al rico por dichoso sólo por sus riquezas; ni al poderoso por su autoridad y dignidad; ni al fuerte por la robustez de su cuerpo; ni al sabio por su eximia elocuencia. Todas estas cosas son instrumentos de virtud para los que las usan rectamente; pero ellas, en si mismas, no contienen felicidad (SAN BASILIO, Hom. sobre la envidia)
2386 Lo que verdaderamente hace desgraciada a una persona –y aun a una sociedad entera– es esa búsqueda ansiosa de bienestar, el intento incondicionado de eliminar todo lo que contraria. La vida presenta mil facetas, situaciones diversísimas, ásperas unas, fáciles quizá en apariencia otras. Cada una de ellas comporta su propia gracia, es una llamada original de Dios: una ocasión inédita de trabajar, de dar el testimonio divino de la caridad (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Conversaciones..., n.° 97)
2387 Esforcémonos en guardar sus mandamientos, para que su voluntad sea nuestra delicia (Epístola de Bernabé, 2)
2388 El abandono en la Voluntad de Dios es el secreto para ser feliz en la tierra.-Di, pues: " meas cibus est, ut faciam voluntatem ejus "mi alimento es hacer su Voluntad. (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, 766)
2389 ...La mayoría de los obstáculos para nuestra felicidad nacen de una soberbia más o menos oculta (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 249)
2390 No puede llamarse feliz quien no tiene lo que ama, sea lo que fuere; ni el que tiene lo que ama si es pernicioso; ni el que no ama lo que tiene, aun cuando sea lo mejor (SAN AGUSTÍN, Sobre las costumbres de la Iglesia, 1, 3)
2391 Porque no hay nada más infeliz que la felicidad de los que pecan (SAN AGUSTÍN, en Catena Aurea, vol. 1, p. 325)
2391b Porque Dios nos ha puesto en el mundo para conocerle, servirle y amarle, y así ir al cielo. La bienaventuranza nos hace participar de la naturaleza divina (2P 1, 4) y de la Vida eterna (cfr. Jn 17, 3). Con ella, el hombre entra en la gloria de Cristo (cfr. Rm 8, 18) y en el gozo de la vida trinitaria (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1721).
2391c Semejante bienaventuranza supera la inteligencia y las solas fuerzas humanas. Es fruto del don gratuito de Dios. Por eso la llamamos sobrenatural, así como también llamamos sobrenatural la gracia que dispone al hombre a entrar en el gozo divino.
"Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios". Ciertamente, según su grandeza y su inexpresable gloria, "nadie verá a Dios y seguirá viviendo", porque el Padre es inasequible; pero su amor, su bondad hacia los hombres y su omnipotencia llegan hasta conceder a los que lo aman el privilegio de ver a Dios [...] "porque lo que es imposible para los hombres es posible para Dios" (S. Ireneo, haer. 4, 20, 5) (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1722).
2392 El Señor no nos impulsa a ser infelices mientras caminamos, esperando sólo la consolación en el más allá. Dios nos quiere felices también aquí, pero anhelando el cumplimiento definitivo de esa otra felicidad, que sólo El puede colmar enteramente (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 126)
2393 Todas estas cosas (las prometidas en las bienaventuranzas) pueden cumplirse en esta vida, como sabemos se cumplieron en los Apóstoles. Porque lo que se ofrece después de esta vida no puede explicarse con palabras (SAN AGUSTÍN, Sobre el Sermón de la Montaña, 1, 3)
2394 Nos ha mandado que deseemos los bienes por venir y que apresuremos el paso en nuestro viaje hacia el cielo; mas en tanto que el viaje no termina, aun viviendo en la tierra, quiere que nos esforcemos por llevar vida del cielo. Es preciso –nos dice– que deseéis el cielo y los bienes del cielo; sin embargo, antes de llegar al cielo, yo os mando que hagáis de la tierra el cielo y que, aun viviendo en la tierra, todo lo hagáis y digáis como si ya estuvierais en el cielo (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. sobre S. Mateo, 19)
2395 Pues toda la riqueza de esta vida, comparada con la felicidad eterna, no es ni un auxilio, es una carga. La vida temporal, comparada con la eterna, debe llamarse muerte y no vida (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 37sobre los Evang.)
2396 Suelo afirmar que tres son los puntos que nos llenan de contento en la tierra y nos alcanzan la felicidad eterna del Cielo: una fidelidad firme, delicada, alegre e indiscutida a la fe, a la vocación que cada uno ha recibido y a la pureza. El que se quede agarrado a las zarzas del camino –la sensualidad, la soberbia...–, se quedará por su propia voluntad y, si no rectifica, será un desgraciado por haber dado la espalda al Amor de Cristo (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 187)
2397 El Señor conoce dónde está nuestra felicidad y sabe que solamente por la oración podemos procurárnosla (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la oración)
2398 Los pacíficos se llaman dichosos, porque primero tienen paz en su corazón y después procuran inculcarla en los hermanos desavenidos (SAN JERÓNIMO, en Catena Aureo, vol. 1, p. 251)
2399 Contempla a tu lado el colegio de todos los santos, congregados para colmo de tu felicidad por la divina clemencia, porque no es dichosa la posesión de un bien cuando de él se goza en soledad (SAN BUENAVENTURA, Soliloquios, 4, 13)
2400 La felicidad es el arraigarse en el amor. La felicidad originaria nos habla del " principio " del hombre, que surgió del amor , a dado comienzo al amor. Y esto sucedió de modo irrevocable, a pesar del pecado sucesivo y de la muerte (JUAN PABLO II, Aud. gen. 30-1-1980)
2401 El gozo en esta vida no puede ser pleno. Lo será cuando –en la patria– poseamos de modo acabado el bien perfecto: entra en el gozo de tu Señor (Mt 25, 21) (SANTO TOMÁS, Coment. Evang. S. Juan, 15)
2402 Tampoco debe considerarse bienaventurado el que es coronado con las cosas que proceden de esta vida (SAN JUAN CRISÓSTOMO, en Catena Aurea, vol. 1, p. 255)