Antología de Textos

FELICIDAD

1. Y él, alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: Bienaventurados los pobres, porque de ellos es el Reino de Dios. Bienaventurados los que ahora padecen hambre [...]. Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os injurien y proscriban vuestro nombre como maldito, por causa del Hijo del Hombre. Alegraos en aquel día y regocijaos, porque vuestra recompensa es grande en el Cielo... (cfr. Lc 10, 20-23).
Nos señala aquí el Señor los caminos para llegar a la felicidad verdadera, bien diferente de los que el hombre suele escoger.
Los pobres, los hambrientos, los que lloran y los que son rechazados manifiestan una misma actitud del alma: la necesidad. Necesitados esencialmente de Dios debemos sentirnos todos. La necesidad es una actitud humilde del hombre, que le capacita para confiar en Dios de un modo absoluto e incondicional. Es la actitud del hombre que no se satisface con los bienes y consuelos de este mundo y tiene puesta su esperanza última más allá de estas cosas.
Dice Jesús a sus discípulos que no será obstáculo para ser felices el que los hombres les aborrezcan y separen de las sinagogas y afrenten, abominen de su nombre como maldito. Por el contrario, les dice: Alegraos en aquel día y saltad de gozo. Así como ninguna cosa de la tierra puede dar la felicidad plena que todo hombre busca, tampoco nada, si estamos afincados en Dios, puede quitárnosla. Nuestra felicidad proviene del Señor.

2. Solamente Dios reúne en grado infinito y sobreabundante todas las condiciones requeridas para ser felices: Dios es el Bien supremo e infinito que no se ordena ni puede ordenarse a otro bien más alto; excluye en absoluto toda clase de males, de cualquier naturaleza que sean; su perfecta posesión y goce tiene que llenar forzosamente todas las aspiraciones del corazón humano, anegándolas con plenitud rebosante. Finalmente, sabemos de manera infalible (Benedicto XII) que, una vez poseído por la visión y gozo beatíficos, no se le puede perder jamás: la bienaventuranza del cielo es eterna, y los bienaventurados saben con infalible certeza que son absoluta e intrínsecamente impecables (cfr. SANTO TOMÁS, Suma Teológica, 1, q. 62, a. 8).

3. La predicación de Cristo opera un cambio radical en los conceptos acerca de la felicidad y la desgracia. Son infelices quienes no están abiertos a la realidad divina en sus vidas y pasan de largo sin aceptar la buena nueva del Evangelio. Son dichosos los que aceptan a Cristo. En Él ya están virtualmente presentes todos los bienes que constituyen la verdadera felicidad.
Cuando para ser felices se ensayan otros caminos, al final solo se encuentra soledad y tristeza. La experiencia de todos los que, de una forma u otra, no quisieron entender a Dios que les hablaba de distintas maneras, ha sido siempre la misma: han comprobado que fuera de Dios no existe la felicidad.
Sin embargo, hemos de contar con que esta alegría nuestra aquí en la tierra no es más que inicio, un adelanto de aquella otra a la que hemos sido llamados. "El gozo en esta vida no puede ser pleno. Lo será cuando -en la patria- poseamos de modo acabado el bien perfecto: entra en el gozo de tu Señor (Mt 25, 21) (SANTO TOMÁS, Coment. sobre San Juan).
Tampoco se da aquí una felicidad plena de orden puramente natural. Habiendo sido elevado todo el género humano al orden sobrenatural, solamente en este plano superior puede el hombre alcanzar su último fin y, con él, su plena y completa felicidad.

Citas de la Sagrada Escritura

Es feliz quien teme a Dios, le ama, le busca y espera en El: Sal 2, 12; Sal 35, 9; Sal 41, 5; Sal 85, 13; Sal 113, 1; Pr 16, 20; Pr 28, 14; Si 34, 15; Is 30, 18; Tb 13, 14
Es feliz el pueblo de Israel, porque ha recibido de Dios la Revelación, mantiene con él una Alianza, ha sido elegido, predestinado y salvado: Dt 33, 29; Sal 34, 12; Sal 66, 5; Sal 85, 5 - 6; Sal 90, 16; Sal 116, 15; Sal 147, 5
Son felices quienes han recibido el perdón de sus pecados: Sal 33, 1 - 2
Poseen la felicidad quienes tienen la conciencia tranquila, porque no se han deslizado con la lengua, fuente de tantas culpas: Si 14, 1-2; Si 25, 8; Si 28, 19
La felicidad, en último término, reside en la comunión con Dios y en Dios en persona: Sal 73, 25
El justo tiene la certeza de que hasta en las aflicciones y en el dolor, y especialmente en el martirio, se puede ser feliz: Dn 12, 12; 2M 7, 24; 7, 36-37
El sufrimiento es una prueba de Dios y como tal la ven y la aprecian los justos, por eso no es de extrañar que se proclame feliz a quien lo acepta: Jb 5, 17; Sal 96, 12; Tb 13, 16
Son felices:
- Quienes escuchan la palabra de Dios: Lc 11, 28
- Quienes creen sin haber visto: Jn 20, 29
- Quienes no se escandalizan de Jesús: Lc 7, 23; Mt 11, 6
- Los ojos que han visto a Cristo: Mt 13, 16
- La Madre del Mesías, por haber dado a luz al Salvador del mundo: Lc 1, 48; Lc 11, 27; y haber creído en las promesas divinas: Lc 1, 45
- Simón Pedro, porque el Padre le reveló que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios vivo: Mt 16, 17
- Quienes en el período de prueba permanecen vigilantes, esperando la llegada del Señor: Lc 12, 37-38; Ap 16, 15
- Los siervos fieles y prudentes: Mt 24, 46; Lc 12, 43
- Quienes practican la caridad con los necesitados: Lc 14, 14
- Los humildes y serviciales con sus hermanos: Jn 13, 17
- Quienes han soportado la prueba con generosidad y se han hecho acreedores a la recompensa divina en la lucha por la fe: St 1, 12-25; St 5, 11; 1P 3, 14; 1P 4, 14
Todos los requisitos para la felicidad cristiana se encuentran recapitulados en las Bienaventuranzas: Mt 5, 3-12; Lc 6, 20-26

Dios es la única fuente de felicidad verdadera

2380b Las bienaventuranzas responden al deseo natural de felicidad. Este deseo es de origen divino: Dios lo ha puesto en el corazón del hombre a fin de atraerlo hacia Él, el único que lo puede satisfacer:
"Ciertamente, todos nosotros queremos vivir felices, y en el género humano no hay nadie que no dé su asentimiento a esta proposición incluso antes de que sea plenamente enunciada" (S. Agustín, mor. eccl. 1, 3, 4).
"¿Cómo es, Señor, que yo te busco? Porque al buscarte, Dios mío, busco la vida feliz, haz que te busque para que viva mi alma, porque mi cuerpo vive de mi alma y mi alma vive de ti" (S. Agustín, conf. 10, 20, 29).
"Solo Dios sacia" (SANTO TOMÁS de Aquino, symb., c. 15) (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1718).

2380c Las bienaventuranzas descubren la meta de la existencia humana, el fin último de los actos humanos: Dios nos llama a su propia bienaventuranza. Esta vocación se dirige a cada uno personalmente, pero también al conjunto de la Iglesia, pueblo nuevo de los que han acogido la promesa y viven de ella en la fe (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1719).

2381 Por muy avaro que seas, Dios te basta (SAN AGUSTÍN, Coment. sobre el Salmo SS)

2382 Descansar en Dios y contemplar su felicidad es, en efecto, algo digno de ser celebrado, algo lleno de felicidad y de tranquilidad. Corramos, como ciervos, a la fuente de las aguas; que nuestra alma experimente aquella misma sed del salmista. ¿De qué fuente se trata? Escucha su respuesta: En ti está la fuente viva. Digámosle a esta fuente: ¿Cuándo entraré a ver el rostro de Dios? Pues la fuente es el mismo Dios (SAN AMBROSIO, Trat. sobre la huida del mundo, 9, 52)

2383 Las riquezas no proporcionan felicidad ninguna cuando el alma vive en la pobreza; y cuando se sobreabunda en riqueza interior, no hace mella la pobreza (SAN JUAN CRISÓSTOMO, en Catena Aurea, vol. VI, p. 315)

2383b El deseo de la felicidad verdadera aparta al hombre del apego desordenado a los bienes de este mundo, y tendrá su plenitud en la visión y la bienaventuranza de Dios. "La promesa [de ver a Dios] supera toda felicidad [...]. En la Escritura, ver es poseer [...1. El que ve a Dios obtiene todos los bienes que se pueden concebir" (S. Gregorio de Nisa, beat. 6) (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2548).

No está la felicidad en los bienes terrenos

2384 El tesoro de cada uno viene determinado por la tendencia de su deseo, y si este deseo se limita a los bienes terrenos, no hallará en ellos la felicidad, sino la desdicha (SAN LEÓN MAGNO, Sermón 92)

2385 De aquí que no se deba tener al rico por dichoso sólo por sus riquezas; ni al poderoso por su autoridad y dignidad; ni al fuerte por la robustez de su cuerpo; ni al sabio por su eximia elocuencia. Todas estas cosas son instrumentos de virtud para los que las usan rectamente; pero ellas, en si mismas, no contienen felicidad (SAN BASILIO, Hom. sobre la envidia)

2386 Lo que verdaderamente hace desgraciada a una persona –y aun a una sociedad entera– es esa búsqueda ansiosa de bienestar, el intento incondicionado de eliminar todo lo que contraria. La vida presenta mil facetas, situaciones diversísimas, ásperas unas, fáciles quizá en apariencia otras. Cada una de ellas comporta su propia gracia, es una llamada original de Dios: una ocasión inédita de trabajar, de dar el testimonio divino de la caridad (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Conversaciones..., n.° 97)

Cumplir la voluntad de Dios en todo, camino seguro de felicidad

2387 Esforcémonos en guardar sus mandamientos, para que su voluntad sea nuestra delicia (Epístola de Bernabé, 2)

2388 El abandono en la Voluntad de Dios es el secreto para ser feliz en la tierra.-Di, pues: " meas cibus est, ut faciam voluntatem ejus "mi alimento es hacer su Voluntad. (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, 766)

Caminos de infelicidad

2389 ...La mayoría de los obstáculos para nuestra felicidad nacen de una soberbia más o menos oculta (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 249)

2390 No puede llamarse feliz quien no tiene lo que ama, sea lo que fuere; ni el que tiene lo que ama si es pernicioso; ni el que no ama lo que tiene, aun cuando sea lo mejor (SAN AGUSTÍN, Sobre las costumbres de la Iglesia, 1, 3)

2391 Porque no hay nada más infeliz que la felicidad de los que pecan (SAN AGUSTÍN, en Catena Aurea, vol. 1, p. 325)

2391b Porque Dios nos ha puesto en el mundo para conocerle, servirle y amarle, y así ir al cielo. La bienaventuranza nos hace participar de la naturaleza divina (2P 1, 4) y de la Vida eterna (cfr. Jn 17, 3). Con ella, el hombre entra en la gloria de Cristo (cfr. Rm 8, 18) y en el gozo de la vida trinitaria (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1721).

2391c Semejante bienaventuranza supera la inteligencia y las solas fuerzas humanas. Es fruto del don gratuito de Dios. Por eso la llamamos sobrenatural, así como también llamamos sobrenatural la gracia que dispone al hombre a entrar en el gozo divino.
"Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios". Ciertamente, según su grandeza y su inexpresable gloria, "nadie verá a Dios y seguirá viviendo", porque el Padre es inasequible; pero su amor, su bondad hacia los hombres y su omnipotencia llegan hasta conceder a los que lo aman el privilegio de ver a Dios [...] "porque lo que es imposible para los hombres es posible para Dios" (S. Ireneo, haer. 4, 20, 5) (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1722).

Felicidad eterna y vida temporal

2392 El Señor no nos impulsa a ser infelices mientras caminamos, esperando sólo la consolación en el más allá. Dios nos quiere felices también aquí, pero anhelando el cumplimiento definitivo de esa otra felicidad, que sólo El puede colmar enteramente (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 126)

2393 Todas estas cosas (las prometidas en las bienaventuranzas) pueden cumplirse en esta vida, como sabemos se cumplieron en los Apóstoles. Porque lo que se ofrece después de esta vida no puede explicarse con palabras (SAN AGUSTÍN, Sobre el Sermón de la Montaña, 1, 3)

2394 Nos ha mandado que deseemos los bienes por venir y que apresuremos el paso en nuestro viaje hacia el cielo; mas en tanto que el viaje no termina, aun viviendo en la tierra, quiere que nos esforcemos por llevar vida del cielo. Es preciso –nos dice– que deseéis el cielo y los bienes del cielo; sin embargo, antes de llegar al cielo, yo os mando que hagáis de la tierra el cielo y que, aun viviendo en la tierra, todo lo hagáis y digáis como si ya estuvierais en el cielo (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. sobre S. Mateo, 19)

2395 Pues toda la riqueza de esta vida, comparada con la felicidad eterna, no es ni un auxilio, es una carga. La vida temporal, comparada con la eterna, debe llamarse muerte y no vida (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 37sobre los Evang.)

Los caminos de la verdadera felicidad

2396 Suelo afirmar que tres son los puntos que nos llenan de contento en la tierra y nos alcanzan la felicidad eterna del Cielo: una fidelidad firme, delicada, alegre e indiscutida a la fe, a la vocación que cada uno ha recibido y a la pureza. El que se quede agarrado a las zarzas del camino –la sensualidad, la soberbia...–, se quedará por su propia voluntad y, si no rectifica, será un desgraciado por haber dado la espalda al Amor de Cristo (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 187)

2397 El Señor conoce dónde está nuestra felicidad y sabe que solamente por la oración podemos procurárnosla (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la oración)

2398 Los pacíficos se llaman dichosos, porque primero tienen paz en su corazón y después procuran inculcarla en los hermanos desavenidos (SAN JERÓNIMO, en Catena Aureo, vol. 1, p. 251)

2399 Contempla a tu lado el colegio de todos los santos, congregados para colmo de tu felicidad por la divina clemencia, porque no es dichosa la posesión de un bien cuando de él se goza en soledad (SAN BUENAVENTURA, Soliloquios, 4, 13)

2400 La felicidad es el arraigarse en el amor. La felicidad originaria nos habla del " principio " del hombre, que surgió del amor , a dado comienzo al amor. Y esto sucedió de modo irrevocable, a pesar del pecado sucesivo y de la muerte (JUAN PABLO II, Aud. gen. 30-1-1980)

La felicidad en esta vida no puede ser plena

2401 El gozo en esta vida no puede ser pleno. Lo será cuando –en la patria– poseamos de modo acabado el bien perfecto: entra en el gozo de tu Señor (Mt 25, 21) (SANTO TOMÁS, Coment. Evang. S. Juan, 15)

2402 Tampoco debe considerarse bienaventurado el que es coronado con las cosas que proceden de esta vida (SAN JUAN CRISÓSTOMO, en Catena Aurea, vol. 1, p. 255)