Antología de Textos

MUERTE

1. La historia del hombre está definida y determinada por un comienzo y un fin. Lo mismo que el mundo, el hombre se comprende si examinamos su origen y su fin. Esta peregrinación debe tener un sentido que solo se alcanza a la luz de la fe. "Mientras toda imaginación fracasa ante la muerte, la Iglesia, aleccionada por la Revelación divina, afirma que el hombre ha sido creado por Dios para un destino feliz situado más allá de las fronteras de la miseria terrestre" CONC. VAT. II, Const. Gaudium et spes, 49).

2. La muerte no admite excepciones: todos hemos de morir, pues todos nacimos manchados con el pecado original, autor de la muerte: así como por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, porque todos hablan pecado (Rm 5, 12). Y un día nos tocará a nosotros, pues "lo mismo muere el justo y el impío, el bueno y el malo, el limpio y el sucio, el que ofrece sacrificios y el que no. La misma muerte corre para el bueno que para el que peca. El que jura, lo mismo que el que teme el juramento. De igual modo se reducen a pavesas y a cenizas hombres y animales" (SAN JERÓNIMO, Epístola 39). Todo acabará: cada cosa a su hora. El mundo y lo que en él hay está abocado a un fin.

3. La meditación de nuestro final en este mundo nos hace reaccionar ante la tibieza, ante la desgana en las cosas de Dios", ante el apagamiento a una vida cómoda y materialista. Nos ayuda a santificar el trabajo y a comprender que esta vida es un tiempo, corto, para merecer. Cualquier día puede ser el último nuestro. Hoy habrán muerto miles de personas en circunstancias diversísimas; no imaginaron que ya no tendrían más tiempo para merecer. "No soy nada. Se me ha enviado para hacer número; ni se me necesitaba, ni la función hubiera dejado de representarse aunque yo me hubiera quedado tras los bastidores...
"¡Qué lugar tan pequeño ocupamos en el mundo!" (BOSSUET, Sermón de la muerte). Solo cuando estamos cerca de nuestro Padre Dios comprendemos el inmenso valor de la vida y la importancia de aprovechar el tiempo de cara a la eternidad.
Puede ayudarnos mucho considerar serenamente que en cualquier día puede llegar nuestro fin y que, en cualquier caso, ese momento "no puede estar muy lejos" (SAN JERÓNIMO, Epístola 39). Y sabiendo que nos dirigimos tan deprisa hacia el Señor, le pediremos frecuentemente con toda la Iglesia: "acuérdate, Jesús piadoso, de que he sido la causa de tu obra; no me pierdas en aquel día... Justo Juez de los castigos: concédeme el perdón; antes del día en que he de dar cuenta" (Misa de difuntos, Secuencia).
La amistad con Jesucristo, el sentido cristiano de la vida, el sabernos hijos de Dios, nos permitirán ver y aceptar la propia muerte con toda serenidad: será el encuentro con nuestro Padre Dios, a quien hemos procurado servir a lo largo de esta vida.

Citas de la Sagrada Escritura

Por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte. Rm 5, 12
El estipendio del pecado es la muerte. Rm 6, 23
Está decretado a los hombres morir una sola vez, y después el juicio. Hb 9, 27
Bienaventurados los que mueren en el Señor; sí, dice el espíritu, para que descansen de sus trabajos, pues sus obras los acompañan. Ap 14, 13
Es cosa preciosa a los ojos de Yahvé, la muerte de sus justos. Sal 116, 15
Pues sabemos que si la tienda de nuestra mansión terrena se deshace, tenemos de Dios una sólida casa, no hecha por manos de hombres, eterna, en los cielos, 2Co 5, 1
Cuando se dicen: "paz y seguridad" entonces, de improviso, les sobrevendrá la ruina, como los dolores del parto a la preñada. 1Ts 5, 3
No sabéis cuál será nuestra vida mañana, pues sois humo que aparece un momento y al punto se disipa. 1P 4, 14
No queremos, hermanos, que ignoréis lo tocante a la suerte de los muertos, para que no os aflijáis como los demás que carecen de esperanza. Pues si creemos que Jesús murió y resucitó, así también Dios (Padre) tomará consigo por Jesús a los que se durmieron en El. 1Ts 4, 13
Una es la entrada para todos en la vida, e igual la salida. Sb 7, 6
No temas el fallo de la muerte, acuérdate de los que te precedieron y de los que te seguirán, y que éste es el juicio del Señor sobre toda carne. Si 41, 5
Como vestido, se envejece toda carne, porque ésta es la ley desde el principio: que has de morir. Como las hojas verdes de un árbol frondoso, que unas caen y otras brotan, así es la generación de la carne y de la sangre: unos mueren y otros nacen. Toda obra humana se carcome, al fin acaba, y tras ella se va el que la hizo. Si 14, 18-20
El número de los días del hombre, cuando mucho, son cien años; como una gota de agua en el mar, como un grano de arena, así son sus pocos años a la luz del día de la eternidad. Si 18, 8
No te presentes ante el Señor con las manos vacías. Si 35, 6; Ex 23, 15
Las almas de los justos están en las manos de Dios, y el tormento no los alcanzará. A los ojos de los necios parecen haber muerto, y su partida es tenida por desdicha. Su salida de entre nosotros, por aniquilamiento; pero están en paz. Pues aunque a los ojos de los hombres fueron atormentados, su esperanza está llena de inmortalidad. Sb 3, 1-4

El pecado y el misterio de la muerte

3628 La muerte no es sólo una necesidad natural. La muerte es un misterio [...]. Cristo Hijo de Dios aceptó la muerte como necesidad de la naturaleza, como parte inevitable de la suerte del hombre sobre la tierra. Jesucristo acepto la muerte como consecuencia del pecado. Desde el principio, la muerte está unida al pecado [...]. Jesucristo aceptó la muerte para vencer al pecado (JUAN PABLO II, Hom. 28-II-1979).

3628b Si alguna vez te intranquiliza el pensamiento de nuestra hermana la muerte, porque ¡te ves tan poca cosa!, anímate y considera: ¿qué será ese Cielo que nos espera, cuando toda la hermosura y la grandeza, toda la felicidad y el Amor infinitos de Dios se viertan en el pobre vaso de barro que es la criatura humana, y la sacien eternamente, siempre con la novedad de una dicha nueva? (SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ, Surco, n. 891).

El cristiano no debe tener miedo a la muerte

3629 Mi mayor bien es morir y ser llevado a Dios para que amanezca en él (SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Epístola a los Romanos, 1, 2).

3630 No te perturbe el oír el nombre de muerte, antes bien, deléitate en los dones que te aporta este tránsito feliz. ¿Qué significa en realidad para ti la muerte sino la sepultura de los vicios y la resurrección de las virtudes? (SAN AMBROSIO, Trat. sobre el bien de la muerte).

3631 Oh muerte, qué amargo es tu recuerdo para el que vive tranquilo con sus posesiones, para el hombre contento que prospera en todo y tiene salud para gozar de los placeres (Si 41, 1). Temen mucho la muerte porque aman mucho la vida de este mundo y poco la del otro. Pero el alma que ama a Dios vive más en la otra vida que en ésta, porque el alma vive más donde ama que donde anima (SAN JUAN DE LA CRUZ, Cántico espiritual, 11, 10).

3632 [...] Cuando venga la muerte, que vendrá inexorable, la esperaremos con júbilo como he visto que han sabido esperarla tantas personas santas, en medio de su existencia ordinaria. Con alegría: porque, si hemos imitado a Cristo en hacer el bien –en obedecer y en llevar la Cruz, a pesar de nuestras miserias–, resucitaremos como Cristo: surrexit Dominus vere! (Lc 24, 34), que resucitó de verdad (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 21).

3633 ... Y les dijo: Retiraos, porque no está muerta la niña, sino dormida. Estas palabras [...] nos enseñan, además, que no debemos tener miedo a la muerte; porque El mismo había de morir, y valiéndose de la muerte de otros (como sucedió también con Lázaro: Nuestro amigo Lázaro duerme), inspira confianza a sus discípulos, y les enseña a sufrir con valor la muerte. Porque desde su venida, la muerte no es más que un sueño (SAN JUAN CRISÓSTOMO, en Catena Aurea, vol. II, p. 33).

3634 No tiene gran importancia escapar a la muerte si es por poco tiempo y hay que morir después; pero gran cosa es escapar a la muerte de manera definitiva, como ocurre con nosotros, por quienes Cristo nuestra Pascua se ha inmolado (ORIGENES, Hom. para el tiempo Pascual).

3635 En Cristo, la muerte ha perdido su poder, le ha sido arrebatado su aguijón, la muerte ha sido derrotada. Esta verdad de nuestra fe puede parecer paradójica, cuando a nuestro alrededor vemos todavía hombres afligidos por la certeza de la muerte y confundidos por el tormento del dolor. Ciertamente el dolor y la muerte desconciertan al espíritu humano y siguen siendo un enigma para aquellos que no creen en Dios, pero por la fe sabemos que serán vencidos, que la victoria se ha logrado ya en la muerte y resurrección de Jesucristo, nuestro redentor (JUAN PABLO II, Hom. 16-II-1981).

3636 No tengas miedo a la muerte.-Acéptala, desde ahora, generosamente.. ., cuando Dios quiera..., como Dios quiera.., donde Dios quiera.-No lo dudes: vendrá en el tiempo, en el lugar y del modo que más convenga..., enviada por tu Padre –Dios–. ¡Bienvenida sea nuestra hermana la muerte! (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, 739).

3637 El que está lejos de su patria es natural que tenga prisa por volver a ella. Para nosotros, nuestra patria es el paraíso; allí nos espera un gran número de seres queridos, allí nos aguarda el numeroso grupo de nuestros padres, hermanos e hijos, seguros ya de su suerte, pero solícitos aún de la nuestra (SAN CIPRIANO, Trat. sobre la muerte, 18).

3638 Si tienes miedo a la muerte, ama la vida. Tu vida es Dios, tu vida es Cristo, tu vida es el Espíritu Santo Le desagradas obrando mal. No habita El en templo ruinoso, no entra en templo sucio (SAN AGUSTÍN, Sermón 161).

3639 El hombre nace al mundo para el trabajo, y los elegidos pasan del mundo al descanso por la muerte (SAN BEDA, en Catena Aurea, vol. IV, p. 150).

3640 El mejor favor que podéis hacerme es dejar que sea inmolado para Dios, mientras el altar está aún preparado: así, unidos por la caridad en un solo coro, podréis cantar al Padre por Cristo Jesús, porque Dios se ha dignado hacer venir al obispo de Siria desde el oriente hasta occidente. ¡Qué hermoso es que el sol de mi vida se ponga para el mundo y vuelva a salir para Dios! (SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Carta a los Romanos, 1).

Más allá de la muerte

3641 No quedará sobre la tierra ni una señal de lo que somos: la carne cambiará de naturaleza; el cuerpo recibirá otro nombre; "incluso el nombre de cadáver no le durará por mucho tiempo; se convertirá -dice Tertuliano- en no sé qué cosa que no tiene nombre en ninguna lengua": tan verdad es que todo muere en él, hasta los mismos términos fúnebres con los que se nombraban sus restos mortales (BOSSUET, Sermón sobre la muerte, 1. c., t. IV, p. 279).

3642 La muerte no es un punto final, es un tránsito. Al acabar nuestro viaje en el tiempo, viene el paso a la eternidad (SAN CIPRIANO, Tratado sobre la muerte, 22).

3643 Aunque mis amigos mueran, no muere mi amistad; antes bien, si algún cambio se verifica es para que renazca más viva y firme entre las cenizas, como una especie de fénix místico, pues, si bien las personas a quienes amo son mortales, lo que sobre todo amo yo en ellas es inmortal (SAN FRANCISCO DE SALES, Epistolario, fragm. 112, 1. c., p. 746).

3644 Misericordiosa conducta del que socorre nuestras necesidades. Existe el propósito [...] de rehacer la casa que nos han dado: mientras que la destruye y derriba para rehacerla de nuevo, nosotros tenemos que desocuparla. El mismo nos ofrece su palacio; nos concede una habitación para que esperemos con calma la reparación completa de nuestro antiguo edificio (BOSSUET, Sermón sobre la muerte, 1. c., t. IV, p. 279).

3645 Consuélate, alma: si este divino arquitecto que ha emprendido tu reparación deja caer pieza a pieza ese viejo edificio de tu cuerpo, es que quiere devolvértelo en mejor estado, es que quiere reconstruirlo con mejor estilo: poco tiempo estará bajo el imperio de la muerte, pero no dejará nada entre sus manos excepto la mortalidad [...]. Como un viejo edificio irregular que se desecha para levantarlo de nuevo con un orden arquitectónico más hermoso, así Dios deja caer en la ruina esta carne descompuesta por el pecado y la codicia, para rehacerla a su modo y según el primitivo plan de la creación: tiene que reducirse a polvo porque ha servido al pecado (BOSSUET, Sermón sobre la muerte, 1. c., t. IV, p. 279).

Nos espera el Señor

3646 ¡Qué gran dignidad y seguridad, salir contento de este mundo, salir glorioso en medio de la aflicción y la angustia, cerrar en un momento estos ojos con los que vemos a los hombres y el mundo para volverlos a abrir en seguida y contemplar a Dios! (SAN CIPRIANO, Trat. a Fortunato, 13).

3647 Llegará aquel día, que será el último y que no nos causa miedo: confiando firmemente en la gracia de Dios, estamos dispuestos desde este momento, con generosidad, con reciedumbre, con amor en los detalles, a acudir a esa cita con el Señor llevando las lámparas encendidas. Porque nos espera la gran fiesta del Cielo (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 40).

3648 Tu luz es tu Dios, él es tu aurora, porque a ti vendrá después de la noche de este mundo (SAN AGUSTÍN, Trat. Evang. S. Juan, 17).

3649 El cristianismo es un programa lleno de vida. Ante la experiencia cotidiana de la muerte, de la que se hace partícipe nuestra humanidad, repite incansablemente: Creo en la vida eterna. Y en esta dimensión de vida se encuentra la realización definitiva del hombre en Dios mismo: Sabemos que... seremos semejantes a El, porque le veremos tal cual es (1Jn 3, 2) (JUAN PABLO II, Hom. en el cementerio de Roma, l –XI– 1979).

3650 Mi amor está crucificado y ya no queda en mi el fuego de los deseos terrenos; únicamente siento en mi interior la voz de un agua viva que me habla y me dice: "Ven al Padre" (SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Carta a los Romanos, 4, 1-2).

3651 No lo olvidéis nunca: después de la muerte, os recibirá el Amor. Y en el amor de Dios encontraréis, además, todos los amores limpios que habéis tenido en la tierra. El Señor ha dispuesto que pasemos esta breve jornada de nuestra existencia trabajando y, como su Unigénito, haciendo el bien (Hch 10, 38). Entretanto, hemos de estar alerta, a la escucha de aquellas llamadas que San Ignacio de Antioquía notaba en su alma, al acercarse la hora del martirio: ven al Padre, ven hacia tu Padre, que te espera ansioso (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 221).

La muerte revela la riqueza o la pobreza interior de cada hombre

3652 Así como en los teatros, cuando todo se acaba y los que representan se retiran y se quitan el traje, los que antes parecían reyes o pretores aparecen ahora tal y como son con todas sus miserias, así, cuando viene la muerte y concluye el espectáculo de esta vida, depuestos los disfraces de la riqueza y de la pobreza, sólo por sus obras se juzga quiénes son verdaderamente ricos y quiénes pobres; quiénes dignos y quiénes indignos de gloria (SAN JUAN CRISÓSTOMO, en Catena Aurea, vol. VI, p. 249).

3653 Si uno tuviera un hermano rey y se hallara lejos de él, desearía marchar, encontrarse y vivir con él. Siendo Cristo hermano nuestro, debemos desear estar con Él, reunirnos con Él [:..]. El Apóstol sentía deseos de morir y estar con Cristo; estos deseos crecen en nosotros al considerar su Encarnación (SANTO TOMÁS, Sobre el Credo, 3, 1. c., p. 60).

3654 Sólo la virtud es la que acompaña a los difuntos; únicamente nos sigue la caridad [...] (SAN AMBROSIO en Catena Aurea, vol. VI, p. 86).

3655 La muerte separa el alma del cuerpo, pero no cambia las disposiciones de aquélla (SAN JUAN CRISÓSTOMO, en Catena Aurea, vol. 1, p. 454).

3656 Para que los hombres encuentren algo en su mano después de la muerte, deben poner antes de ella sus bienes en manos de los necesitados (SAN GREGORIO MAGNO, en Catena Aurea, vol. VI, p. 230).

Nuestras obras a la luz de la muerte

3657 ¿Quién se acordará y quién rogará por ti después de muerto? Ahora, ahora, hermano, haz lo que pudieras, que no sabes cuándo morirás, ni qué te acaecerá después de la muerte. Ahora que tienes tiempo, allega espirituales riquezas inmortales y no tengas demasiado cuidado, salvo de tu salvación y de las cosas de Dios. Hazte amigo de los santos, hónralos imitando sus obras, para que cuando salieras de esta vida te reciban en las moradas eternas (Imitación de Cristo, 1, 23, 7).

3658 Las cosas están tocando a su término, y se nos proponen juntamente estas dos cosas: la muerte y la vida, y cada uno irá a su propio lugar. Es como si se tratara de dos monedas, una de Dios y otra del mundo, que llevan cada una grabado su propio cuño (SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Carta a los Magnesios, 1).

3659 Cuando llega el anochecer ordena a su pagador que les convoque y les dé sus jornales por el día transcurrido. El significado de esto está muy claro. El dueño de la viña es Nuestro Señor y Salvador. Nosotros somos los trabajadores. El atardecer es la hora de la muerte, cuando cada uno de nosotros recibirá la retribución por nuestro trabajo si hemos trabajado bien [...]
La hora de la muerte está bien descrita como un anochecer. En el anochecer hay algo especialmente solemne y tranquilo, que representa adecuadamente la hora de la muerte (CARD. J. H. NEWMAN, Domingo de Septuagésima, Sermón del juicio).

3660 Cuando viniere aquella hora postrera, de otra manera comenzarás a sentir de toda tu vida pasada, y mucho te dolerás porque fuiste tan negligente y perezoso. ¡Cuán bienaventurado y prudente es el que vive de tal manera cual desea ser hallado en la muerte! (Imitación de Cristo, 1, 23, 2).

Todos hemos de morir, y es incierto el día de la muerte

3661 Como los médicos, cuando diagnostican una enfermedad y la encuentran mortal, sentencian: "De ésta muere; no hay escape", así, desde que nace el hombre, hay que diagnosticar: "No hay escape" (SAN AGUSTÍN, Sermón 92).

3662 Lo mismo muere el justo y el impío, el bueno y el malo, el limpio y el sucio, el que ofrece sacrificios y el que no. La misma suerte corre para el bueno que para el que peca. El que jura lo mismo que quien teme el juramento. De igual modo se reducen a pavesas y a cenizas hombres y animales (SAN JERÓNIMO, Epístola 39).

3663 Asistimos todos los días a la muerte de muchos, celebramos sus entierros y funerales y seguimos prometiéndonos larga vida (SAN AGUSTÍN, Sermón 17).

3664 Es absolutamente cierto que llegara nuestro último día, pero ignoramos del todo cuándo, dónde y como será; sólo sabemos, como se ha dicho, que "la muerte está en el umbral de los ancianos y al acecho de los jóvenes"... Y, como está acechando, debemos prepararla mas, ya que no podemos ni verla ni librarnos de ella. Por lo tanto, la única seguridad es no considerarse nunca seguro (BEATO GUERRIC, Sermón 3. ° para el Adviento, 1. c., p. 119).

3665 ¡Oh loco!, ¿por qué piensas vivir mucho, no teniendo un día seguro? ¡Cuántos han sido engañados y sacados del cuerpo cuando no lo pensaban! ¿Cuántas veces oíste contar que uno murió a espada, otro se ahogó, otro cayó de lo alto y se quebró la cabeza, otro comiendo se quedó pasmado, a otro jugando le vino su fin? Uno muere a fuego, otro a hierro, otro con pestilencia, otro a manos de ladrones, y así la muerte es el fin de todos, y la vida de los hombres pasa como una sombra (Imitación de Cristo, 1, 23, 6).

Aceptación de la muerte de las personas queridas

3666 [...] en las pérdidas temporales toque Dios y pulse por donde quiera, y en la cuerda que El escoja de nuestro laúd nunca dejará de producir una buena armonía. Jesús, Señor, sin reservas, sin excepción, sin limitación, hágase tu voluntad sobre padre, sobre madre, sobre hija, en todo y siempre
Aunque Dios nos lo quite todo, nunca nos dejará sin El, mientras no lo queramos. Pero hay más; nuestras pérdidas y separaciones no son más que por breve plazo (SAN FRANCISCO DE SALES, Epistolario, fragm. 19, 1. c., p. 653).

La vida pasa de prisa

3667 Esta renovación continua del género humano, quiero decir los niños que nacen, a medida que crecen y avanzan, parece que nos empujan por las espaldas y nos dicen: Retiraos, ahora nos toca a nosotros. Así como nosotros vemos que otros pasan, también otros nos verán pasar, y esos darán a sus sucesores el mismo espectáculo (BOSSUET, Sermón sobre la muerte, 1. c., t. IV, p. 266).

3668 Este mundo, mis hijos, se nos va de las manos. No podemos perder el tiempo, que es corto [...]. Entiendo muy bien aquella exclamación que San Pablo escribe a los de Corinto: tempus breve est, ¡qué breve es la duración de nuestro paso por la tierra! Estas palabras, para un cristiano coherente, suenan en lo más íntimo de su corazón como un reproche ante la falta de generosidad, y como una invitación constante para ser leal. Verdaderamente es corto nuestro tiempo para amar, para dar, para desagraviar (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Hoja informativa n. 1, sobre el proceso de beatificación de este Siervo de Dios, p. 4).

Es útil considerar la realidad de la muerte y la brevedad de la vida

3669 Si así pensáramos al levantarnos cada día por la mañana, no consideraríamos que hemos de llegar vivos a la noche, y al acostarnos no tendríamos por seguro que vamos a levantarnos por la mañana; así es de incierta nuestra vida (SAN ATANASIO, Vida de S. Antonio, 19).

3670 Por no pensar con frecuencia en nuestra última hora, cometemos muchos pecados; porque si pensáramos que el Señor ha de venir y que nuestra vida ha de concluir pronto, pecaríamos menos (TEOFILO en Catena Aurea, vol. VI, p. 111).

3671 Si alguno vive como si hubiese de morir todos los días, porque es incierta nuestra vida por naturaleza, no pecará, puesto que el temor grande apartará la mayor parte de los malos deseos; y al contrario, el que se prometa una vida larga se llenará de ellos (SAN ATANASIO en Catena Aurea, vol. VI, p. 83).

3672 El monje debería darse al ayuno como si tuviera que vivir cien años. Y debería refrenar las pasiones de su alma, olvidar las injurias, ahuyentar la tristeza y menospreciar el dolor y la desazón, como si tuviera que morir cada día (CASIANO, Instituciones, 5).