Antología de Textos

ORACION

1. El diálogo íntimo de Jesús con su Padre fue continuo: para pedir, para alabar, para dar gracias, en toda circunstancia. Cuando eligió a los doce, pasó toda la noche en oración (Lc 6, 12). A Simón Pedro le confiesa: Yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca (Lc 22, 32). Promete a sus discípulos que, gracias a su oración, el Padre les enviará otro Abogado, que permanecerá siempre con ellos. En su oración tiene siempre presentes a los demás; también cuando, clavado en la cruz, le insultan sus verdugos: Padre, perdónalos, porque no saben lo que se hacen (Lc 23, 34). Cuando parece que pide para Sí, en realidad pone todo el acento de su plegaria en la glorificación del Padre: Padre, llegó la hora, glorifica a tu Hijo, para que el Hijo te glorifique (Jn 17, 1).
Con frecuencia, el diálogo de Jesús con el Padre tiene el carácter de una acción de gracias anticipada. Antes de resucitar a Lázaro, alzando los ojos al cielo, dijo: Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que siempre me escuchas, pero por la muchedumbre que me rodea lo digo, para que crean que tú me has enviado (Jn 11, 41-42). Esa invocación llena de ternura -¡Padre! - estaba constantemente en los labios del Señor; con ella empezaba muchas veces sus acciones de gracias, su petición o su alabanza.
En muchas ocasiones, Jesús se separaba de los hombres y se refugiaba a solas en un trato íntimo con su Padre. Todos los grandes momentos de la vida del Señor están precedidos por estos largos ratos de oración. "El Evangelista señala que fue precisamente durante la oración de Jesús cuando se manifestó el misterio del amor del Padre y se reveló la comunión de las Tres Divinas Personas. Es en la oración donde aprendemos el misterio de Cristo y la sabiduría de la cruz. En la oración percibimos, en todas sus dimensiones, las necesidades reales de nuestros hermanos y hermanas de todo el mundo, en la oración nos fortalecemos de cara a las posibilidades que tenemos delante; en la oración nos fortalecemos para la misión que Cristo comparte con nosotros" (JUAN PABLO II, Hom. 13-1-1981).
El Señor también debió de aprender de labios de su Madre muchas oraciones que se habían transmitido de generación en generación. De hecho, en su última oración al Padre antes de su Muerte en la cruz, utilizará las palabras de un salmo (Sal 21, 2). Nos dio también ejemplo de aprecio por la oración vocal.

2. Hemos de aprender a tratar al Señor a través de la oración mental -esos ratos que dedicamos de modo exclusivo a hablarle calladamente de nuestros asuntos, a darle gracias, a pedirle ayuda...- y mediante la oración vocal, quizá también con oraciones aprendidas de pequeños de nuestra madre. No encontraremos a lo largo de nuestra vida a nadie que nos escuche con tanto interés y con tanta atención como Jesús; nadie ha tomado nunca tan en serio nuestras palabras como Él. Nos mira, nos atiende, nos escucha siempre con extremado interés. Nunca encontraremos a nadie cuyas palabras sean tan enriquecedoras, tan acertadas, tan alentadoras como las que nos dirige el Señor.
La más alta aspiración del hombre es poder hablar con Jesús, hacer oración. Pero la oración supone confianza, veneración y respeto.
La oración nos ayuda a ser fuertes contra las tentaciones. En ocasiones, podremos oír cómo el
Señor nos dice: ¿Por qué dormís? Levantaos y orad para no caer en la tentación (Lc 22, 46). Hemos de rezar siempre, pero hay momentos en los que esa oración se ha de intensificar. Abandonarla sería dejar abandonado al Señor y quedar nosotros a merced de la tentación.

3. Nuestra oración diaria nos mantendrá vigilantes ante el enemigo, que acecha continuamente. Nos hará firmes ante pruebas y dificultades. Cuando el cristiano descuida su trato con Dios, se encuentra fácilmente en manos del enemigo, que causa estragos en su alma; pierde la alegría y queda sin fuerzas para ser fiel a sus compromisos adquiridos en el Bautismo.
La oración personal nos ayuda a hacer mejor el trabajo, a cumplir nuestras obligaciones y deberes con la propia familia y con la sociedad, a tratar mejor a los demás. " ¡No dejéis de orar! ¡Que no pase un día sin que hayáis orado un poco! ¡La oración es un deber, pero también es una gran alegría, porque es un diálogo con Dios por medio de Jesucristo! ¡Cada domingo, la Santa Misa y, si os es posible, alguna vez también durante la semana; cada día, las oraciones de la mañana y de la noche, y en los momentos más oportunos!" (JUAN PABLO II, Aloc. 14-III-1979).
Ninguna persona de este mundo ha sabido tratar a Jesús como su Madre; y después de su Madre, San José, quien debió de pasar largas horas mirándole, hablando con Él, tratándole con toda sencillez y veneración. Si acudimos a ellos aprenderemos muy pronto a hablar, llenos de confianza, con Jesús.

Citas de la Sagrada Escritura

1. Oración de Jesucristo
Oración del Señor en la intimidad con su Padre: Mt 14, 23; Mt 11, 25-26; Lc 6, 12, etc
Oración de Jesús por sí mismo: Mc 14, 35-36; Lc 23, 34-36
Oración por sus apóstoles y futuros discípulos: Lc 22, 32; Jn 17, 14
La intercesión del Señor tiene carácter permanente: Hb 7, 25
Junto a la oración personal la oración Litúrgica: Mc 14, 26
Usó de pasajes de los salmos para expresar una oración personal: Mt 27, 46 (Sal 23, 2); Lc 23, 46 (Sal 31).

2. Oración del cristiano
Necesaria para resistir la tentación: Mt 26, 41
Para obtener los dones necesarios: Jn 4, 10; Jn 6, 27
Oración individual, en el secreto de la casa: Mt 6, 5 - ó
Oración colectiva. Mt 19-20
Debe ser discreta: Mt 6, 7-8 (cfr. 1R 18, 26-29; Is 1, 15).
Debe ser humilde: Lc 18, 9-14
Perseverante: Lc 11, 5-8; Lc 18, 1-8
Confiada: Mc 11, 23
El Señor nos concederá también lo indispensable para la vida material: Mt 7, 7-11; Lc 11, 9-13

3. La oración de la Iglesia
Los Apóstoles, unidos en la oración para recibir el Espíritu Santo: Hch 1, 1
Fundamento de la Iglesia: Hch 1, 24-26; Hch 6, 6, etc.; 1Tm 2, 8; Ap 6, 9-14
Oración constante de acción de gracias: 1Co 1, 4; Flp 1, 9
Se dirige al Padre por Jesucristo: Ef 5, 20
Doxologías e himnos litúrgicos: Flp 2, 6-11; 1Tm 1, 17
Los Apóstoles exhortan continuamente a los cristianos a cuidar la oración: Rm 12, 12; Col 4, 2; 1P 4, 7; St 5, 16
San Pablo se encomienda a las oraciones de los fieles: Rm 15, 30
Los tiene continuamente presentes en sus oraciones: Rm 1, 9-10; Ef 1, 16; Col 4, 12; 1Ts 1, 2
Los Sacramentos, especialmente la Penitencia y la Sagrada Eucaristía, encuentros íntimos con el Señor: Mt 9, 2-8; Jn 8, 10-11; Jn 6, 56

Qué es la oración

3736 No es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama (SANTA TERESA, Vida, 8, 2).

3737 La oración es la elevación del alma hacia Dios y la petición de lo que se necesita de Dios (SAN PEDRO DAMIAN, en Catena Aurea, vol. III, p. 304).

3738 (La oración es) la elevación de la mente a Dios para pedirle cosas convenientes (SAN JUAN DAMASCENO. Sobre la fe, 3).

3739 Oración mental es ese diálogo con Dios, de corazón a corazón, en el que interviene toda el alma: la inteligencia y la imaginación, la memoria y la voluntad. Una meditación que contribuye a dar valor sobrenatural a nuestra pobre vida humana, nuestra vida diaria corriente (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 119).

3740 La oración es la elevación de nuestro corazón a Dios, una dulce conversación entre la criatura y su Criador (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la oración).

3741 La adoración es el acto por el que uno se dirige a Dios con ánimo de alabarle (ORIGENES, Trat. sobre la oración, 14).

3742 La oración es el acto propio de la criatura racional (SANTO TOMÁS, Suma Teológica, 2-2, q. 83, a. 10).

3743 La oración es el reconocimiento de nuestros límites y de nuestra dependencia: venimos de Dios, somos de Dios y retornamos a Dios. Por tanto, no podemos menos de abandonarnos a El, nuestro Creador y Señor, con plena y total confianza [...]. La oración es, ante todo, un acto de inteligencia, un sentimiento de humildad y reconocimiento, una actitud de confianza y de abandono en Aquel que nos ha dado la vida por amor. La oración es un diálogo misterioso, pero real, con Dios, un diálogo de confianza y amor (JUAN PABLO II, Aloc. 14-III-1979).

Necesidad de la oración

3744 Vuestro Dios está siempre cerca de vosotros, y aun dentro de vosotros: en él tenemos vida, movimiento y ser (Hch 17, 28). Aquí no le sale al paso un portero a quien desee hablarle; a Dios le gusta que tratéis familiarmente con él. Tratad con él vuestros asuntos, vuestros proyectos, vuestros trabajos, vuestros temores y todo lo que os interese. Hacedlo sobre todo con confianza y el corazón abierto, porque Dios no acostumbra a hablar al alma que no le habla; si ésta no se acostumbra a conversar con él, comprenderá muy poco su lenguaje cuando le hable (SAN ALFONSO M.ª DE LIGORIO, Cómo conversar continua y familiarmente con Dios, 1. c., vol. 1, pp. 316-317).

3745 ¿Quién de nosotros podrá oír, sin llorar de compasión, a esos pobres cristianos que se atrever a deciros que no tienen tiempo para orar? ¡Pobres ciegos! ¿Qué obra es más preciosa, la de trabajar por agradar a Dios y salvar el alma, o la de dar de comer al ganado de las cuadras, o bien llamar a los hijos o sirvientes para enviarlos a remover la tierra o el estercolero? ¡ Dios mío, cuán ciego es el hombre!... ¡No tenéis tiempo!, mas, decidme, ingratos, si Dios os hubiese enviado la muerte esta noche, ¿habríais trabajado? Si Dios os hubiese enviado tres o cuatro meses de enfermedad, ¿habríais trabajado? (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la oración).

3746 El sendero, que conduce a la santidad, es sendero de oración; y la oración debe prender poco a poco en el alma, como la pequeña semilla que se convertirá más tarde en árbol frondoso (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 295).

3747 De lo que yo tengo experiencia puedo decir, y es que por males que haga quien la ha comenzado (la oración) no le deje; pues es el medio por donde puede tornarse a remediar, y sin ella será muy más dificultoso (SANTA TERESA, Vida, 8, 2).

3748 Todos los males que nos agobian en la tierra vienen precisamente de que no oramos o lo hacemos mal (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la oración).

3749 Es, pues, por la oración por la que todos los santos no sólo se han salvado, sino que han llegado a ser santos. Los condenados se han condenado por no haber orado; si hubieran orado no se hubieran condenado (SAN ALFONSO M.ª DE LIGORIO, Del gran medio de la oración).

3750 La oración es el medio necesario y seguro para conseguir la salvación y para obtener todas las gracias necesarias para conseguirla (SAN ALFONSO M.ª DE LIGORIO, Del gran medio de la oración).

3751 Todo hombre está obligado a orar por el hecho de que está obligado a procurarse los bienes espirituales, que no le pueden venir sino de Dios y no pueden serle dados sin que él los pida (SANTO TOMÁS, Coment. Libro IV Sentencias d. 15q.4a. 1 ad3).

3752 Sin este cimiento fuerte (de la oración) todo edificio va falso (SANTA TERESA, C. de perfección, 4, 5).

3753 Si la oración no mantiene este edificio y sostiene todas sus partes conjugándolas entre si, no podrá ser firme y sólido, ni subsistir por mucho tiempo (CASIANO, Colaciones, 9).

3754 Aquel que ora, ciertamente se salva, y quien no ora, ciertamente se condena (SAN ALFONSO M.ª DE LIGORIO, Visitas al Stmo. Sacramento).

3755 Vuestro corazón es pequeño, pero la oración lo agranda y lo hace capaz de amar a Dios. La oración es una degustación anticipada del cielo, es un rebose del paraíso Jamás nos deja sin alguna dulzura. Es una miel que desciende sobre el alma y lo endulza todo. Las penas se deshacen ante una oración bien hecha, como la nieve ante el sol (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la oración).

3756 Siempre que sentimos en nuestro corazón deseos de mejorar, de responder más generosamente al Señor, y buscamos una guía, un norte claro para nuestra existencia cristiana, el Espíritu Santo trae a nuestra memoria las palabras del Evangelio: conviene orar perseverantemente y no desfallecer (Lc 18, 1). La oración es el fundamento de toda la labor sobrenatural; con la oración somos omnipotentes y, si prescindiésemos de este recurso, no lograríamos nada (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 238).

Poder de la oración

3757 La oración era entonces, como hoy, la única arma, el medio más poderoso para vencer en las batallas de la lucha interior: ¿ hay entre vosotros alguno que está triste? Que se recoja en oración (St 5, 13). Y San Pablo resume: orad sin interrupción (1Ts 5, 17), no os canséis nunca de implorar (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 242).

3758 Orad, orad, orad; la oración es la llave de los tesoros de Dios; es el arma del combate y de la victoria en toda lucha por el bien y contra el mal. ¿Qué no puede la oración, adorando, propiciando, suplicando, dando gracias? (Pío XII, Aloc. 4-9-1940).

3759 Elías, después de estar cerrado el cielo a los impíos durante tres años y tres meses, lo abrió de nuevo con su palabra divina; y esto mismo hace siempre el que con su oración obtiene para el alma la lluvia antes denegada a los hombres por sus pecados (ORIGENES, Trat. sobre la oración, 14).

3760 Con la oración todo lo podéis, sois dueños, por decirlo así, del querer de Dios (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la perseverancia).

3761 Cuando hablamos con Dios en la oración el Hijo está unido a nosotros, y cuando ruega el cuerpo del Hijo lo hace unido a su cabeza; de este modo, el único Salvador, Nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ora por nosotros, ora en nosotros, y al mismo tiempo es a El a quien dirigimos nuestra oración
Ora por nosotros, como sacerdote nuestro; ora en nosotros, como cabeza nuestra; recibe nuestra oración, como nuestro Dios. (SAN AGUSTÍN, Coment. sobre el Salmo 85).

3762 Los grandes prodigios que Samuel realizó, según las Escrituras, mediante la oración, los pueden realizar también ahora cualquiera de los que están verdaderamente dedicados a Dios (ORIGENES, Trat. sobre la oración, 13).

3763 Sin la oración de Esteban, la Iglesia no tendría a Pablo (SAN AGUSTÍN, Sermón 382).

3764 No nos extrañe, pues, que el demonio haga todo lo posible para movernos a dejar la oración o a practicarla más, pues sabe mejor que nosotros cuán temible sea ella al infierno y cómo es imposible que Dios pueda denegarnos lo que le pedimos al orar. ¡Cuántos pecadores saldrían del pecado, si acertasen a recurrir a la oración! (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la oración).

3764b Es posible que te asuste esta palabra: meditación. -Te recuerda libros de tapas negras y viejas, ruido de suspiros o de rezos como cantinelas rutinarias... Pero eso no es meditación.
Meditar es considerar, contemplar que Dios es tu Padre, y tú, su hijo, necesitado de ayuda; y después darle gracias por lo que ya te ha concedido y por todo lo que te dará (SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ, Surco, n. 661).

Cómo orar

3765 Ha de hacer cuenta el que comienza, que comienza a hacer un huerto en tierra muy infructuosa, que lleva muy malas hierbas, para que se deleite el Señor. Su Majestad arranca las malas hierbas, y ha de plantar las buenas. Pues hagamos cuenta que está ya hecho esto cuando se determina a tener oración un alma, y lo ha comenzado a usar. Y, con ayuda de Dios, hemos de procurar, como buenos hortelanos, que crezcan estas plantas y tener cuidado de regarlas, para que no se pierdan, sino que vengan a echar flores que den de si gran olor, para dar recreación a este Señor nuestro, y así se venga a deleitar muchas veces a este huerta y a holgarse entre estas virtudes (SANTA TERESA, Vida, 11, 2).

3766 En cuanto al lugar, hay que saber que todo lugar es apto para que haga oración quien bien ora: Ofreced en todo lugar a mi nombre un sacrificio humeante, dice el Señor; y Quiero que los hombres oren en todo lugar. Para practicar las devociones con más tranquilidad y menos expuestos a distracción se puede, si es cómodamente factible, elegir en las casas particulares un determinado lugar a ello destinado, un recinto por así decir más santo, y allí hacer la oración (ORIGENES, Trat. sobre la oración, 30).

3767 Me ha parecido necesario exponer estas cosas al considerar el lugar de la oración y al establecer que el mejor lugar para ella es el de las asambleas de los santos que se congregan piadosamente en la iglesia (ORIGENES, Trat. sobre la oración, 6).

3768 Dediquemos a esta norma de piedad un tiempo suficiente; a hora fija, si es posible. Al lado del Sagrario, acompañando al que se quedó por Amor. Y si no hubiese más remedio, en cualquier parte, porque nuestro Dios está de modo inefable en nuestra alma en gracia (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 249).

3769 No son menester fuerzas corporales para ella, sino sólo amar y costumbre; que el Señor da siempre oportunidad si queremos (SANTA TERESA, Vida, 7, 4).

3769b Meditación. -Tiempo fijo y a hora fija. -Si no, se adaptará a la comodidad nuestra: esto es falta de mortificación. Y la oración sin mortificación es poco eficaz (SAN JOSEMARÍA ESCRIVA, Surco, n. 446).

3770 En la oración, si podemos hablar al Señor, hablémosle, alabémosle, roguémosle, escuchémosle. Si no podemos hablar con El porque estamos afónicos, permanezcamos en la estancia y hagámosle reverencia; allí nos verá, agradecerá nuestra paciencia y recompensará nuestro silencio. Un día en que nos hallemos desvanecidos, nos dará la mano, platicará con nosotros y dará en nuestra compañía cien vueltas por las avenidas de su jardín; pero, en tanto que no lo haga, conformémonos con que nuestro deber sea ir en su busca, pensando que ya es gracia muy señalada y honor demasiado alto el que nos sufra en su presencia (SAN FRANCISCO DE SALES, Epistolario, fragm. 149, 1. c., p. 784).

3771 Será útil el recuerdo de Dios que está presente y que capta todos los movimientos, aun los más leves, del alma, mientras ésta se dispone a sí misma para agradar a quien sabe que está presente, y que va y examina el corazón, y que escruta las entrañas (ORIGENES, Trat. sobre la oración, 8).

3772 Pensar y entender lo que hablamos y con quién hablamos y quién somos los que osamos hablar con tan gran Señor; pensar esto y otras cosas semejantes de lo poco que le habemos servido y lo mucho que estamos obligados a servir, es oración mental; no penséis que es otra algarabía ni os espante el nombre (SANTA TERESA, C. de perfección, 25, 3).

3773 Al principio costará; hay que esforzarse en dirigirse al Señor, en agradecer su piedad paterna y concreta con nosotros. Poco a poco el amor de Dios se palpa –aunque no es cosa de sentimientos–, como un zarpazo en el alma. Es Cristo, que nos persigue amorosamente: He aquí que estoy a tu puerta, y llamo (Ap 3, 20) (J. ESCRIVÁ DE BALACUER, Es Cristo que pasa, 8).

3774 Conténtese el hombre con hacer buenamente lo que es de su parte, que es hallarse presente a lo que el Señor padeció, mirando con una vista sencilla y sosegada, y con un corazón tierno y compasivo y aparejado para cualquier sentimiento que el Señor le quisiere dar, lo que por El padeció, más dispuesto para recibir el efecto que su misericordia le diere, que para exprimirlo a fuerza de brazos. Y esto hecho, no se acongoje por lo demás, cuando no le fuere dado (SAN PEDRO DE ALCÁNTARA, Trat. de la oración y meditación, 1, 12, aviso 3°).

3775 Es sumamente provechoso al pretender hacer oración ponerse –durante toda ella– en actitud de presencia de Dios y hablar con El como con quien está presente y lo ve (ORI GENES, Trat sobre la oración, 8).

3776 Que le oigamos dentro de nuestro corazón, que le escuchemos con aquella atención que pedía Jesús cuando dijo: el que tenga oídos que oiga (SAN AGUSTÍN, Sermón 25).

3777 Si no era acabando de comulgar, jamás osaba comenzar a tener oración sin libro; que tanto temía mi alma estar sin él en oración, como si con mucha gente fuera a pelear Con este remedio, que era como una compañía o escudo en que había de recibir los golpes de los muchos pensamientos, andaba consolada (SANTA TERESA, Vida, 4, 7).

3778 Puede representarse delante de Cristo y acostumbrarse a enamorarse mucho de su sagrada Humanidad, y traerle siempre consigo, y hablar con El, pedirle para sus necesidades y quejársele de sus trabajos, alegrarse con El en sus contentos y no olvidarle por ellos; sin usar oraciones compuestas, sino palabras conforme a sus deseos y necesidad. Es excelente manera de aprovechar, y muy en breve; y quien trabajare para traer consigo esta preciosa compañía, y de veras cobrase amor a este Señor a quien tanto debemos, yo le doy por aprovechado. Para esto no se nos ha de dar nada de no tener devoción –como tengo dicho–, sino agradecer al Señor que nos deja estar deseosos de contentarle, aunque sean pocas las obras. Este modo de traer a Cristo con nosotros aprovecha en todos los estados, y es un medio segurísimo para ir adelantando. (SANTO TERESA, Vida, 12).

3779 Antes que entremos en la meditación es necesario aparejar el corazón para este santo ejercicio, que es como quien templa la vihuela para tañer (SAN PEDRO DE ALCÁNTARA, Trat. de la oración y meditación, 1, 5).

3780 De los que comienzan a tener oración, podemos decir son los que sacan el agua del pozo, que es muy a su trabajo, como tengo dicho, que han de cansarse en recoger los sentidos, que como están acostumbrados a andar derramados, es harto trabajo (SANTA TERESA, Vida, 11, 3).

3781 No calles, no guardes silencio en su presencia. Háblale para que también El te hable (SAN BERNARDO, Hom. en la Natividad de la B. Virgen María, 15).

3782 Quien no hallare maestro que le enseñe oración, tome este glorioso Santo (S. José) por maestro y no errará en el camino (SANTA TERESA, Vida, 6, 3).

3782b La dificultad habitual de la oración es la distracción. En la oración vocal, la distracción puede referirse a las palabras y al sentido de estas. La distracción, de un modo más profundo, puede referirse a Aquel al que oramos, tanto en la oración vocal (litúrgica o personal), como en la meditación y en la oración contemplativa. Dedicarse a perseguir las distracciones es caer en sus redes; basta con volver a nuestro corazón: la distracción descubre al que ora aquello a lo que su corazón está apegado. Esta humilde toma de conciencia debe empujar al orante a ofrecerse al Señor para ser purificado. El combate se decide cuando se elige a quién se desea servir (cfr. Mt 6, 21. 24) (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2729).

Distracciones y dificultades en la oración

3783 Creo, pues, que si el que va a la oración se recoge un instante y se compone a sí mismo, se hallará más dispuesto y atento a lo largo de toda la oración. Igualmente, si todas las angustias de su alma y los pensamientos perturbadores los echa fuera y se esfuerza con todo interés en recordar la majestad de Aquel a quien se va a acercar y qué impío es presentarse a El con laxitud, abandono y casi desprecio. Finalmente, si aparta toda cosa ajena a la oración, viniendo a orar en esta forma; extendiendo, por así decir, el alma ante las manos; dirigiendo, más que los ojos, la mente a Dios; antes de ponerse en pie, levantando de la tierra la razón y poniéndose en presencia del Señor de todo; rechazando en fin todo recuerdo de las injurias que crea haber recibido de parte de otro [...] (ORIGENES, Trat. sobre la oración, 30).

3784 Siempre es bueno separarse de la vanagloria, especialmente cuando se está en oración (SAN JUAN CRISÓSTOMO, en Catena Aurea, vol. 1, p. 346).

3785 El que no ora más que cuando está de rodillas, ora muy poco. Pero quien, estando de rodillas, se abandona a todas las distracciones, no ora nada en absoluto (CASIANO, Colaciones, 10).

3786 No me estéis hablando con Dios y pensando en otras cosas, que esto hace no entender qué cosa sea oración mental (SANTA TERESA, C. de perfección, 22, 8).

3787 A medida que nos entregamos a la oración, las mismas cosas que hicimos con gran complacencia las tenemos que sufrir más tarde en nuestras oraciones como inoportunas y violentas [...]. Pero cuando insistimos vehementemente en nuestra oración, paramos en nuestra alma a Jesús que pasa; pues se dice en el Evangelio: Mas deteniéndose Jesús, mandó que se condujese al cielo a su presencia. Ved que se detiene el que antes pasaba, porque mientras que en la oración consentimos a las turbas de fantasmas, sentimos en cierto modo a Jesús que pasa; pero cuando insistimos con vehemencia en la oración, Jesús se detiene para restituir la luz porque Dios se detiene en el corazón y éste recupera la luz que habla perdido (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 2 sobre los Evang.).

3788 El corazón, como saben los que entran en él, es todo puertas, y necesita de muchos porteros, y que todos despidan con ese no, cuyo valor conocen más los que más se recogen, porque en este caso del recogimiento ese no afirma más que niega. (F. DE OSUNA, Tercer abecedario espiritual, 7, 8).

3789 Y si [...] te inquietaren los pensamientos, y tú todavía perseverantemente les resistieres e hicieres lo que es en ti, debes tener por cierto que mucho más terreno ganas en esta resistencia que si estuvieras gozando de Dios a todo sabor (SAN PEDRO DE ALCÁNTARA, Trat. de la oración y meditación, 11, 4, aviso, 4°).

3790 Muy muchas veces, algunos años, tenla más cuenta con desear se acabase la hora que tenía por mí de estar y escuchar cuando daba el reloj, que no en otras cosas buenas; y hartas veces no sé qué penitencia grave se me pusiera delante que no la acometiera de mejor gana que recogerme a tener oración (SANTA TERESA, Vida, 8, 3).

3791 Contra la tentación de los pensamientos importunos que nos suelen combatir en la oración, el remedio es pelear varonil y perseverantemente contra ellos, aunque esta resistencia no ha de ser con demasiada fatiga y congoja de espíritu, porque no es este negocio tanto de fuerza cuanto de gracia y humildad (SAN PEDRO DE ALCÁNTARA, Trat. de la oración y meditación, 11, 4, aviso 4°).

3792 Apenas nos demos cuenta de que nuestro espíritu se distrae, es necesario ponerse de nuevo ante la presencia de Dios, humillarnos ante la divina Majestad, y no dejar nunca la oración porque no experimentemos gusto al orar. Por el contrario, hemos de pensar que, cuanta más pesadez sintamos, más meritoria será nuestra oración a los ojos de Dios, si perseveramos en ella siempre con la intención de agradarle. Refiérese en la historia que, en cierta ocasión, un santo decía a otro santo: "¿A qué será debido que, mientras oramos, nuestro espíritu se llena de mil pensamientos ajenos, los cuales quizá no nos acudirían, si no estuviésemos ocupados en la oración?" El otro le contestó: "Ello no es extraño, amigo mío: ante todo, el demonio prevé las abundantes gracias que por la oración podemos alcanzar, y, por consiguiente, desespera de ganar a una persona que ore debidamente; además, cuanto mayor es el fervor con que oramos más excitamos su furor" (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la oración).

3793 ¿Cómo deseas ser oído por el Señor, cuando tú mismo no te oyes? (SAN CIPRIANO, en Catena Aurea, vol. 1, p. 348).

3794 Es como llegarnos al fuego, que aunque le haya muy grande, si estáis desviadas y escondéis las manos mal os podéis calentar, aunque todavía da más calor que no estar a donde no hay fuego. Mas otra cosa es querernos llegar a él, que si el alma está dispuesta –digo que esté con deseo de perder el frío– y se está allí un rato, queda para muchas horas con calor (SANTA TERESA, C. de perfección, 35, 1).

3795 Aprovecha también considerar que ni el demonio ni otra cosa es poderosa para nos dañar, sin licencia de Nuestro Señor. También aprovecha considerar que tenemos al Angel de nuestra guarda a nuestro lado, y en la oración mejor que en otra parte, porque allí existe él para nos ayudar y llevar nuestras oraciones al cielo y defendernos del enemigo, que nos puede hacer mal (SAN PEDRO DE ALCÁNTARA, Trat. de la oración y meditación, 11, 4, aviso 5°).

3796 Para que la mente no se altere con pensamientos extraños, conviene durante el tiempo de la oración olvidar todos aquellos asuntos ajenos a la misma (ORIGENES, Trat. sobre la oración, 9).

3797 ¿Que no ganáis nada en la oración? Mostrad a Dios vuestra miseria. La más bella introducción de los mendigos es descubrir a nuestros ojos sus úlceras e indigencia. Pero, a veces, según me decís, ni a eso llegáis, sino que permanecéis como fantasma o estatua. No es poco. En los palacios de los reyes y los príncipes se colocan estatuas, que no sirven más que para deleitar la vista del monarca; contentaos con servir de eso en presencia de Dios. El animará la estatua cuando quiera (SAN FRANCISCO DE SALES, Epistolario, fragm. 149, 1. c., p. 784).

3798 Cuando hagas oración haz circular las ideas inoportunas, como si fueras un guardia del tráfico; para eso tienes la voluntad enérgica que te corresponde por tu vida de niño.-Detén, a veces, aquel pensamiento para encomendar a los protagonistas del recuerdo inoportuno. ¡Hala!, adelante... Así, hasta que dé la hora.-Cuando tu oración por este estilo te parezca inútil, alégrate y cree que has sabido agradar a Jesús (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, 891).

3799 En la oración pasaba gran trabajo, porque no andaba el espíritu señor, sino esclavo; y así no me podía encerrar dentro de mi, que era todo el modo de proceder que llevaba en la oración, sin encerrar conmigo mil vanidades (SANTA TERESA, Vida, 7, 6).

Recogimiento

Ver también n. 4491-4519

3800 La oración da sentido a la vida en cualquier circunstancia. Es solamente en la oración, en la intimidad del diálogo inmediato y personal con Dios, que abre los corazones y las inteligencias (cfr. Hch 16, 14), donde el hombre de fe puede ahondar en la comprensión de la voluntad divina respecto a su propia vida (A. DEL PORTILLO, Escritos sobre el sacerdocio, pp. 92-93).

3800b La oración es lo único que tiene poder sobre Dios; pero Cristo no quiso que sirviera para operar mal alguno, sino que toda la eficacia que Él le ha dado ha de servir para el bien. Por esto, su finalidad es servir de sufragio a las almas de los difuntos, robustecer a los débiles, curar a los enfermos, liberar a los posesos, abrir las puertas de las cárceles, deshacer las ataduras de los inocentes. La oración sirve también para perdonar los pecados, para apartar las tentaciones, para hacer que cesen las persecuciones, para consolar a los abatidos, para deleitar a los magnánimos, para guiar a los peregrinos, para mitigar las tempestades, para impedir su actuación a los ladrones, para alimentar a los pobres, para llevar por buen camino a los ricos, para levantar a los caídos, para sostener a los que van a caer, para hacer que resistan los que están en pie.
Oran los mismos ángeles, ora toda la creación, oran los animales domésticos y los salvajes, y doblan las rodillas y, cuando salen de sus establos o guaridas, levantan la vista hacia el cielo y con la boca, a su manera, hacen vibrar el aire (TERTULIANO, Sobre la oración, 28-29).

3801 [...] oración constante, de la mañana a la noche y de la noche a la mañana. Cuando todo sale con facilidad: ¡gracias, Dios mío! Cuando llega un momento difícil: ¡Señor, no me abandones! Y ese Dios, manso y humilde de corazón (Mt 11, 29), no olvidará nuestros ruegos, ni permanecerá indiferente, porque El ha afirmado: pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá (Lc 11, 9) (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 247).

3802 La Iglesia ora y quiere orar para responder a las necesidades que nacen de lo más profundo del hombre, que a veces está sumamente agobiado y acosado por las condiciones contingentes de la vida diaria, por todo lo que es temporal, la debilidad, el pecado, el abatimiento, y una vida que parece no tener sentido. La oración da sentido a toda la vida en cada momento y en cualquier circunstancia (JUAN PABLO II, Aloc. 23-10-1978).

3803 Por muchas que sean las penas que experimentemos, si oramos, tendremos la dicha de soportarlas enteramente resignados a la voluntad de Dios; y por violentas que sean las tentaciones, si recurrimos a la oración, las dominaremos (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la oración).

3804 La verdadera prueba del hombre no es el gusto de la oración, sino la paciencia de la tribulación, la abnegación de sí mismo y el cumplimiento de la divina voluntad, aunque para todo esto aprovecha grandemente así la oración como los gustos y consolaciones que en ellas se dan (SAN PEDRO DE ALCÁNTARA, Trat. de la oración y meditación, 2, 5).

3805 En tiempos pasados, la oración liberaba del fuego, de las bestias, de la falta de alimento, y sin embargo no había recibido aún de Cristo su forma propia.
¡Cuánta más eficacia no tendrá, pues, la oración cristiana! Ciertamente, no hace venir el rocío angélico en medio del fuego, ni cierra la boca de los leones, ni transporta a los hambrientos la comida de los segadores (como en aquellos casos del Antiguo Testamento); no impide milagrosamente el sufrimiento, sino que, sin evitarles el dolor a los que sufren, los fortalece con la resignación, con su fuerza les aumenta la gracia para que vean, con los ojos de la fe, el premio reservado a los que sufren por el nombre de Dios (TERTULIANO, Trat. sobre la oración, 28-29).

3806 Hemos de orar con frecuencia, pero debemos redoblar nuestras oraciones en las horas de prueba, en los momentos en que sentimos el ataque de la tentación (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la oración).

Oración continua

3807 El saludo es cierta especie de oración (SANTO TOMÁS, en Catena Aurea, vol. 1, p. 3341).

3808 Toda la jornada puede ser tiempo de oración: de la noche a la mañana y de la mañana a la noche. Más aún: como nos recuerda la Escritura Santa, también el sueño debe ser oración (cfr. Dt 6, 6 y 7) (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 119).

3809 La oración no consiste sólo en las palabras con que invocamos la clemencia divina, sino también todo lo que hacemos en obsequio de nuestro Creador movidos por la fe (SAN BEDA, Coment. Evang. S. Marcos).

3810 Nada hay mejor que la oración y coloquio con Dios ....Me refiero, claro está, a aquella oración que no se hace por rutina, sino de corazón, que no queda circunscrita a unos determinados momentos, sino que se prolonga sin cesar día y noche (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. 6 sobre la oración).

3811 La oración no es el efecto de una actitud exterior, sino que procede del corazón. No se reduce a unas horas o momentos determinados, sino que está en continua actividad, lo mismo de día que de noche. No hay que contentarse con orientar a Dios el pensamiento cuando se dedica exclusivamente a la oración; sino que, aun cuando se encuentre absorbida por otras preocupaciones [...] hay que sembrarlas del deseo y el recuerdo de Dios [...] (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. 6 sobre la oración).

3812 Pero ¿vamos a tener siempre hincadas las rodillas, inclinado el cuerpo, las manos levantadas, porque San Pablo diga: orad sin interrupción? Si en eso consiste la oración, creo que no podemos hacerla sin interrupción. Hay otra oración interior e ininterrumpida: el deseo. Hagas lo que hagas, si deseas el reposo del cielo, no ceses de orar. Por eso, si no quieres dejar de orar, no dejes de desear. Tu continuo deseo será como un clamor ininterrumpido. Y si dejas de amar, caerás en el mutismo (SAN AGUSTÍN, Coment. sobre el Salmo 37).

3813 Se dice de nuestros hermanos de Egipto que dicen frecuentes oraciones pero muy cortas, y jaculatorias pronunciadas de modo secreto, temerosos de que la atención, que tan necesaria es al que ora, no puede prolongarse mucho tiempo con fervor (SAN AGUSTÍN, en Catena Aurea, vol. 1, p. 349).

3814 Ora sin cesar el que a las obras debidas une la oración, y a la oración une las obras convenientes; pues la recomendación orad sin cesar la podemos considerar como un precepto realizable únicamente si pudiéramos decir que la vida toda de un varón es una gran oración continuada (ORIGENES, Trat. sobre la oración, 12).

3815 Mientras mantenemos esta habitual entrega amorosa a Dios y a su voluntad, estamos orando también con nuestro trabajo, con nuestros sacrificios y nuestros sufrimientos, aunque no realicemos actos de oración y no pensemos en orar. Sólo en virtud de ese modo estable de ser del alma nos es posible el orar sin interrupción (1Ts 5, 17), el orar siempre que nos exige el Señor (Lc 18, 1). Hay momentos en que debemos concentrar la atención en el trabajo y no podemos pensar al mismo tiempo en Dios y en las cosas divinas; esto nos ocurre continuamente a través de la jornada; pero, no obstante, en virtud de esa disposición habitual del alma, de esa unión con Dios, de ese ánimo de hacerlo y sufrirlo todo por Dios, estamos orando ininterrumpidamente (B. BAUR. En la intimidad con Dios, p. 174).

El Señor está atento siempre a nuestra oración

3816 La oración que sale con toda pureza de lo intimo de la fe se eleva como el incienso desde el altar sagrado. Ningún otro aroma es más agradable a Dios que éste; este aroma debe ser ofrecido a él por los creyentes (SAN AGUSTÍN, Coment. sobre el Salmo 140).

3817 Cuando insistimos en la oración con toda vehemencia, Dios se detiene en nuestro corazón, y recobramos la vista perdida (SAN GREGORIO MAGNO, en Catena Aurea, vol. VI, p. 326).

3818 Dios, que es amoroso espectador de nuestro día entero, preside nuestra intima plegaria: y tú y yo [...] hemos de confiarnos con El como se conga en un hermano, en un amigo, en un padre (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 246).

3819 No sólo podemos siempre acercarnos a saciar nuestra sed, sino que además, siempre que lo pedimos, se nos concede acceso al Salvador (SAN ATANASIO, Carta 5).

3820 No por el deseo de hacerse rogar nos escucha Dios, que siempre está dispuesto a darnos su luz [...], sino que nosotros no siempre parece que estemos dispuestos a recibirla, cuando nos inclinamos a otras cosas y el deseo de lo temporal entenebrece nuestra alma. Prodúcese, pues, entra oración una conversión de nuestro corazón hacia Aquel que siempre está pronto a dar (SAN AGUSTÍN, Sobre el Sermón de la Montaña, 2, 14).

3821 Y aquellas palabras sabia que siempre me oyes (Jn 11, 42), pronunciadas por el Señor, muestran que quien siempre ora es también escuchado siempre (ORIGENES, Trat. sobre la oración, 13).

Cualidades de la buena oración

3822 La oración ha de ser confiada, recta, ordenada, devota y humilde (SANTO TOMÁS, Sobre el Padrenuestro, 1. c., 121).

3823 Toda la pretensión de quien comienza oración –y no se olvide que esto importa mucho– ha de ser trabajar y determinarse y disponerse, con cuantas diligencias pueda, a hacer su voluntad conforme a la de Dios [...]. Quien más perfectamente tuviera esto, más recibirá del Señor, y más adelante estará en el camino (SANTA TERESA, Las Moradas, 11, 8).

3824 En lo que está la suma perfección claro está que no es en regalos interiores ni en grandes arrobamientos [...], sino en estar nuestra voluntad tan conforme a la voluntad de Dios, que ninguna cosa entendamos que quiera, que no la queramos con toda nuestra voluntad (SANTA TERESA, Fundaciones, 5, 10).

3825 La oración es perfecta cuando reúne la fe y la confesión; el leproso demostró su fe postrándose y confesó su necesidad con sus palabras (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. sobre S. Mateo, 25).

3826 No todos los deseos y afectos llegan a Dios, sino solamente aquellos que nacen de amor verdadero (SAN JUAN DE LA CRUZ, Cántico espiritual, 2, 2).

3827 No es menester dar voces para hablar con Dios, porque Su Majestad dará a sentir cómo está allí. De esta suerte rezaremos con mucho sosiego vocalmente y es quitarnos de trabajo, porque, a poco tiempo que forcemos a nosotras mismas para estarnos cerca de este Señor, nos será más fácil (SANTA TERESA, C. de perfección, 29, 6).

3828 No es amigo de que nos quebremos las cabezas hablándole mucho (SANTA TERESA, C. de perfección, 29, 6).

3829 Lejos de la oración las muchas palabras; pero no falte la oración continuada, si la intención persevera fervorosa Hablar mucho en la oración es tratar una cosa necesaria con palabras superfluas: orar mucho es mover, con ejercicio continuado del corazón, a aquel a quien suplicamos, pues, de ordinario, este negocio se trata mejor con gemidos que con discursos, mejor con lágrimas que con palabras (SAN AGUSTÍN, Epístola a Proba 121).

3830 Al orar no hemos de recitar palabras huecas, sino que hemos de hablar dignamente con Dios. Y decimos cosas vanas cuando ni a nosotros mismos nos examinamos con severidad, ni examinamos las palabras que pronunciamos en la oración (ORIGENES, Trat. sobre la oración, 21).

3831 (Estemos atentos) para que entendamos con quién estamos hablando y que nos responde el Señor a nuestras peticiones. No penséis que se está callando, que, aunque no le olmos, bien habla el corazón cuando le pedimos de corazón (SANTA TERESA, C. de perfección, 24, 5).

3832 Ved la manera de orar que tiene un pecador suponiendo que ore, pues la mayor parte de los pecadores no lo hacen; veréis que se levantan y se acuestan como bestias. Mas observemos a aquel pecador orando: vedle recostado en una poltrona, o echado sobre la cama rezando mientras se viste o se desnuda, o va andando o gritando [...] 1° Para que la oración sea agradable a Dios y provechosa al que la hace, es necesario hallarse en estado de gracia o al menos tener una firme resolución de salir cuanto antes del pecado, puesto que la oración de un pecador que no quiere salir del pecado es un insulto que se hace a Dios. 2.° Para que nuestra oración esté bien hecha, es necesario habernos preparado antes. Toda oración hecha sin prepararse es una oración defectuosa, y esta preparación consiste en pensar un rato en Dios antes de arrodillarnos en su presencia, considerando a quién vamos a hablar y lo que le hemos de pedir (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la oración).

3833 Fue así como vivieron aquellos primeros, y como debemos vivir nosotros: la meditación de la doctrina de la fe hasta hacerla propia, el encuentro con Cristo en la Eucaristía, el diálogo personal –la oración sin anonimato– cara a cara con Dios, han de constituir como la substancia última de nuestra conducta (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 134).

3834 Cuando yo veo almas muy diligentes a entender la oración que tienen y muy encapotadas cuando están en ella (que parecen no osan bullir, ni menear el pensamiento, porque no se les vaya un poquito de gusto y devoción que han tenido), trácese ver cuán poco entienden del camino por donde se alcanza la unión Y piensan que allí está todo el negocio. Que no, hermanas, no; obras quiere el Señor y que, si ves una enferma a quien puedes dar algún alivio, no se te dé nada en perder esa devoción y te compadezcas de ella [...] (SANTA TERESA, Las Moradas, 5, 3).

3835 Las palabras del que ora han de ser mesuradas y llenas de sosiego y respeto. Pensemos que estamos en la presencia de Dios. Debemos agradar a Dios con la actitud corporal y con la moderación de nuestra voz. Porque así como es propio del falto de educación hablar a gritos, así, por el contrario, es propio del hombre respetuoso orar con un tono de voz moderado [...]
Y cuando nos reunimos con los hermanos para celebrar los sagrados misterios, presididos por el sacerdote de Dios, no debemos olvidar este respeto y moderación (SAN CIPRIANO, Trat. sobre la oración, 4-6).

3835b La oración -recuérdalo- no consiste en hacer discursos bonitos, frases grandilocuentes o que consuelen...
Oración es a veces una mirada a una imagen del Señor o de su Madre; otras, una petición, con palabras; otras, el ofrecimiento de las buenas obras, de los resultados de la fidelidad...
Como el soldado que está de guardia, así hemos de estar nosotros a la puerta de Dios Nuestro Señor: y eso es oración. O como se echa el perrillo, a los pies de su amo.
-No te importe decírselo: Señor, aquí me tienes como un perro fiel; mejor, como un borriquillo, que no dará coces a quien le quiere (SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ, Forja, n. 73).

3836 Advertid mucho en esto, que cuando de estas cosas acaecen a un alma en la oración que he dicho de contemplación perfecta, y si se la ofrece no la pone por obra de perdonar cualquier injuria, por grave que sea, no fíe mucho de su oración (SANTA TERESA, C. de perfección, 36, 8).

Frutos de la oración

3837 Bien podemos decir que la oración lo hace todo: ella es la que nos da a conocer nuestros deberes, la que nos pone de manifiesto el estado miserable de nuestra alma después del pecado, la que nos procura las disposiciones necesarias para recibir los sacramentos; la que nos hace comprender cuán poca cosa sean la vida y los bienes de este mundo, lo cual nos lleva a no aficionarnos demasiado a lo terreno; ella, por fin, es la que imprime vivamente en el espíritu el saludable temor de la muerte, del juicio, del infierno y de la pérdida del cielo. (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la oración).

3838 Como fruto, saldrán siempre propósitos claros, prácticos, de mejorar tu conducta, de tratar finamente con caridad a todos los hombres, de emplearte a fondo –con el afán de los buenos deportistas– en esta lucha cotidiana de amor y de paz (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 8).

3839 Por no estar arrimada a esta fuerte columna de la oración, pasé este mar tempestuoso casi veinte años con estas caídas (SANTA TERESA, Vida, 8, 1-4).

3840 Hay que orar, no para dejar de ser tentados –cosa imposible–, sino para no ser enredados por la tentación, como sucede a los que son atrapados y vencidos por ella (ORIGENES, Trat. sobre la oración, 29).

3841 Cuando una persona sale de alguna profunda y devota oración, allí se le renuevan todos los buenos propósitos; allí son los favores y determinaciones de bien obrar; allí el deseo de agradar y amar a un Señor tan bueno y dulce como allí se le ha mostrado, y de padecer nuevos trabajos y asperezas, y aun derramar sangre por El; y finalmente, reverdece y se renueva toda la frescura de nuestra alma (SAN PEDRO DE ALCÁNTARA, Trat. de la oración y meditación, 1, 1).

3842 La oración abre los ojos del alma, le hace sentir la magnitud de su miseria, la necesidad de recurrir a Dios y de temer su propia debilidad (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la oración).

3843 En la oración tiene lugar la conversión del alma hacia Dios, y la purificación del corazón (SAN AGUSTÍN, en Catena Aurea, vol. 1, p. 352).

3844 Son estos gozos de oración como deben ser los que están en el Cielo, que como no han visto más de lo que el Señor –conforme a lo que merecen– quiere que vean, y ven sus pocos méritos, cada uno está contento con el lugar en que está, con haber tan grandísima diferencia de gozar a gozar en el Cielo, mucho más que acá hay de unos gozos espirituales a otros, que es grandísima (SANTA TERESA, Vida, 10, 3).

3845 Todos los santos comenzaron su conversión por la oración y por ella perseveraron; y todos los condenados se perdieron por su negligencia en la oración. Digo, pues, que la oración nos es absolutamente necesaria para perseverar [...](SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la perseverancia).

3846 Así como los árboles y los cuerpos humanos quieren sus riegos y mantenimientos ordinarios, y en faltando esto luego desfallecen y desmedran, así también lo hace la devoción, cuando le falta el riego y mantenimiento de la consideración (SAN PEDRO DE ALCÁNTARA, Trat. de la oración y meditación, 2, 3).

3847 La oración es luz del alma, verdadero conocimiento de Dios, mediadora entre Dios y los hombres. Por ella nuestro espíritu, elevado hasta el cielo, abraza a Dios con abrazos inefables; por ella nuestro espíritu espera el cumplimiento de sus propios anhelos y recibe unos bienes que superan todo lo natural y visible (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. 6, sobre la oración).

3848 La oración viene a ser una venerable mensajera nuestra ante Dios, alegra nuestro espíritu, aquieta nuestro ánimo (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. 6, sobre la oración).

3849 Si la fe falta, la oración es imposible. Luego, cuando oremos, creamos y oremos para que no falte la fe. La fe produce la oración, y la oración produce a su vez la firmeza de la fe (SAN AGUSTÍN, en Catena Aurea, vol. VI, p. 297).

3850 Su finalidad es servir de naufragio a las almas de los difuntos, robustecer a los débiles, curar a los enfermos, liberar a los posesos, abrir las puertas de las cárceles, deshacer las ataduras de los inocentes. La oración sirve también para perdonar los pecados, para apartar las tentaciones, para hacer que cesen las persecuciones, para consolar a los abatidos, para deleitar a los magnánimos, para guiar a los peregrinos, para mitigar las tempestades, para impedir su actuación a los ladrones, para alimentar a los pobres, para llevar por buen camino a los ricos, para levantar a los caídos, para sostener a los que van a caer, para hacer que resistan los que están en pie (TERTULIANO, Trat. sobre la oración, 28-29).

3851 Oración, que es adonde el Señor da luz para entender las verdades (SANTA TERESA, Fundaciones, 10, 13).

3852 Saben bien quienes se dedican con asiduidad a la oración, cómo aparta del pecado y cómo invita al ejercicio de las virtudes (ORIGENES, Trat. sobre la oración, 8).

3853 La luz para nosotros es la inteligencia, que se muestra oscura o iluminada, según la cantidad de luz. Si se descuida la oración, que alimenta la luz, la inteligencia bien pronto se queda a oscuras (SAN JUAN CRISÓSTOMO, en Catena Aurea, vol. IV, p. 102).

3854 La oración hace que hallemos menos pesada nuestra cruz, endulza nuestras penas y nos vuelve menos apegados a la vida, atrae sobre nosotros la mirada misericordiosa de Dios, fortalece nuestra alma contra el pecado, nos hace desear la penitencia y nos inclina a practicarla con gusto, nos hace comprender y sentir hasta qué punto el pecado ultraja a Dios Nuestro Señor Mejor dicho, mediante la oración agradamos a Dios, enriquecemos nuestras almas y nos aseguramos la vida eterna (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la oración).

Perseverancia en la oración

3855 Sabe el traidor que alma que tenga con perseverancia oración la tiene perdida, y que todas las caldas que la hace dar la ayudan, por la bondad de Dios, a dar después mayor salto en lo que es su servicio: algo le va en ello (SANTA TERESA, Vida, 19, 5).

3855b Mira qué conjunto de razonadas sinrazones te presenta el enemigo, para que dejes la oración: me falta tiempo -cuando lo estás perdiendo continuamente-; esto no es para mí, yo tengo el corazón seco...
La oración no es problema de hablar o de sentir, sino de amar. Y se ama, esforzándose en intentar decir algo al Señor, aunque no se diga nada (SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ, Surco, n. 464).

3856 La oración es la fuente de todos los bienes y de toda la felicidad que podemos esperar aquí en la tierra. Siendo esto así, si nos hallamos tan pobres, tan faltos de luces y de dones de la gracia, es porque no oramos o lo hacemos mal. Digámoslo con pena: muchos ni siquiera saben lo que sea orar, y otros sólo sienten repugnancia por un ejercicio tan dulce y consolador para todo buen cristiano. En cambio, vemos a algunos orar pero sin alcanzar nada, lo cual proviene de que oran mal: es decir, sin preparación y hasta sin saber lo que van a pedir a Dios (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la oración).

3857 Y el que no deja de andar e ir adelante, aunque tarde, llega. No me parece es otra cosa perder el camino sino dejar la oración (SANTA TERESA, Vida, 19, 5).

3858 Todos ellos –dice la Escritura– perseveraban en la oración, con un mismo espíritu, en compañía de algunas mujeres y María, la madre de Jesús, y de los hermanos de éste. Perseveraban unánimes en la oración, manifestando con esta asiduidad y concordia de su oración que Dios sólo admite en la casa divina y eterna a los que oran unidos en un mismo espíritu (SAN CIPRIANO, Trat. sobre la oración, 8-9).

3859 Digo que no desmaye nadie de los que han comenzado a tener oración con decir: Si torno a ser malo, es peor ir adelante con el ejercicio de ella. Yo lo creo, si se deja la oración y no se enmienda del mal; mas, si no la deja, crea que le sacará a puerto de luz (SANTA TERESA, Vida, 19, 2).

3860 [...] entendiendo con quién hablamos [...]. Yo lo he probado algunas veces, y el mejor remedio que hallo es procurar tener el pensamiento en la persona a quien endereza las palabras; por eso tened paciencia y procurad hacer costumbre de cosa tan necesaria (SANTA TERESA, C. de perfección, 24, 6).

3861 Las fiestas se han hecho para promover la alegría espiritual, y esa alegría la produce la oración; por lo cual en día festivo se han de multiplicar las plegarias (SANTO TOMÁS, Sobre los mandamientos, 1. c., p. 245).

3862 Y aunque no halle gusto en estos ejercicios, no desista de ellos, porque no se requiere que sea siempre sabroso lo que ha de ser provechoso (SAN PEDRO DE ALCÁNTARA, Trat. de la oración y meditación, 11, 4, aviso 1°).

3863 No por eso desmaye y deje la oración y de hacer lo que todas, que a las veces viene el Señor muy tarde, y paga tan bien y tan junto como pagó en muchos años (SANTA TERESA, C. de perfección, 17, 2).

3864 Persevera en la oración. -Persevera, aunque tu labor parezca estéril. -La oración es siempre fecunda. (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, 101).

3865 Pues, ¿qué menos merece este Señor para que burlemos de El dando y tomando una nonada que le damos? Sino que este poquito de tiempo que nos determinamos de darle –de cuanto gastamos en otras cosas y con quien no nos lo agradecerá–, ya que aquel rato le queremos dar, démosle libre el pensamiento y desocupado y con toda determinación de nunca jamás se lo tornar a tomar, por trabajos que por ello nos vengan ni por contradicciones ni por sequedades; sino que ya como cosa no mía tenga aquel tiempo y piense que me lo pueden pedir por justicia cuando del todo no se lo quisiere dar (SANTA TERESA, C. de perfección, 23, 2).

3866 Todas las veces que el hombre persevera en la oración con un poco de atención y cuidando y haciendo buenamente lo que puede, al cabo sale de allí consolado y alegre (SAN PEDRO DE ALCÁNTARA, Trat. de la oración y meditación, 2, 4, aviso 1.°).

El ejemplo de Jesús

3867 Si Jesús practica la oración [...], ¿quién de nosotros será negligente en ella? Dice, en efecto, S. Marcos: Y a la mañana, mucho antes de amanecer, se levantó, salió y se fue a un lugar desierto y allí oraba (Mc 1, 35). Y S. Lucas: Y acaeció que, hallándose El orando en cierto lugar, así que acabó, le dirigió la palabra a uno de sus discípulos; y en otro lugar: Pasó la noche orando a Dios (Lc 11, 1; 6, 12). Y por su parte, S. Juan describe la oración de Cristo cuando nos dice: Esto dijo Jesús, y levantando sus ojos al cielo, añadió: Padre, llegó la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique (Jn 17, 1). (ORÍGENES, Trat. sobre la oración, 13).

Oración pública y privada

3868 Las oraciones por las que el pueblo se ordena inmediatamente a Dios las dicen sólo los sacerdotes, que son mediadores entre Dios y el pueblo: de éstas, son pronunciadas públicamente las que se refieren a todo el pueblo, en cuyo nombre las expone a Dios solamente el sacerdote, como las oraciones y acciones de gracias; son pronunciadas privadamente otras que competen únicamente al oficio del sacerdote, como las consagraciones y oraciones de este estilo, que aquel hace en favor del pueblo, pero no orando en nombre del pueblo (SANTO TOMÁS, Comentario al libro 1 V de las Sentencias, d. 8).

3869 [...] la participación en la sagrada liturgia no abarca toda la vida espiritual. En efecto, el cristiano llamado a orar en común, debe, no obstante, entrar también en su cuarto para orar al Padre en secreto (cfr. Mt 6, 6); más aún, debe orar sin tregua, según enseña el Apóstol (cfr. 1Ts 5, 17). (CONC. VAT. IIConst. Sacrosanctum concilium, 12).

3870 El cristiano, llamado a orar en común, debe, no obstante, entrar también en su cuarto para orar al Padre en secreto; más aún, debe orar sin tregua, según enseña el Apóstol. (CONC. VAT. II, Const. Sacrosanctum concilium, 12).

3871 Nuestro divino Salvador no sólo vive en estrechísima unión con la Iglesia, su inmaculada esposa, sino que se halla también íntimamente unido con el alma de cada uno de los fieles y desea mantener, sobre todo después de la sagrada comunión, un coloquio intimo con ellos [ ..]. Estas oraciones contribuyen también en gran medida al bien de todo el cuerpo místico. En efecto, todas las buenas obras y todos los actos de virtud que realizan los miembros del cuerpo, redundan en provecho de la totalidad en virtud de la comunión de los santos (Pío XII, Enc. Mystici Corporis, 40).

3872 El rezo del oficio divino es la oración del cuerpo místico de Cristo, la cual se ofrece a Dios en nombre y en beneficio de todos los cristianos [...]. El espíritu y la perfección se deriva de las palabras, que la Iglesia sugiere [...], que deben rezarse digna, atenta y devotamente [...]. La piedad personal de nuestra alma debe procurar corresponder a la alta dignidad de esta plegaria de la Iglesia (Pío XII, Enc. Mediator Dei, 35).

La oración vocal

3873 No olvides tus oraciones de niño, aprendidas quizá de labios de tu madre.-Recítalas cada día con sencillez, como entonces (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, 553).

3874 Mirad que perdéis un gran tesoro y que hacéis mucho más con una palabra de cuando en cuando del Pater noster, que con decirle muchas veces aprisa: estad muy junto a quien pedís, no os dejará de oír; y creed que aquí es el verdadero alabar y santificar de su nombre (SANTA TERESA, C. de perfección, 31, 13).

3875 Si nos fijamos en lo que es absolutamente necesario, hay que distinguir en la oración vocal un triple efecto: meritorio, impetratorio y cierto deleite espiritual que produce en el alma del que ora. Para los efectos meritorio e impetratorio no es necesario que la oración sea atenta de una manera constantemente habitual (como seria deseable), sino que basta y es suficiente la intención virtual, que es aquella que se puso al principio de la oración y perdura a lo largo de ella aunque se produzcan distracciones involuntarias. Desde luego, si falta la primera intención, la oración no sería meritoria ni impetratoria. En cambio, la atención actual es absolutamente necesaria para obtener aquel deleite espiritual que lleva consigo la oración fervorosa, que es incompatible con la distracción, aunque sea involuntaria (SANTO TOMÁS, Suma Teológica, 2-2, q. 83, a. 13).

3876 Mas si estáis como es razón se esté hablando con tan gran Señor, es bien que estéis mirando con quién habláis y quién sois vos, siquiera para hablar con crianza (SANTA TERESA, C. de perfección, 22, 1).

3877 El corazón se desahogará habitualmente con palabras, en esas oraciones vocales que nos ha enseñado el mismo Dios, Padre nuestro, o sus ángeles, Ave María. Otras veces utilizaremos oraciones acrisoladas por el tiempo, en las que se ha vertido la piedad de millones de hermanos en la fe: las de la liturgia –lex orandi–, las que han nacido de la pasión de un corazón enamorado, como tantas antifonas marianas: Sub tuum praesidium..., Memorare..., Salve Regina (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 119).

3878 La mayoría de las oraciones vocales, tanto las de la liturgia como las que fueron compuestas por los Santos, han dado sus pruebas, han santificado a muchos cristianos antes que a nosotros y han sido escuchadas muchas veces desde hace varios siglos. Cuando recurrimos a ellas utilizamos la Comunión de los Santos, y apoyamos nuestra fe sobre la fe de la Iglesia (G. CHEVROT, En lo secreto, pp. 100-101).

3879 Si vas discurriendo por todas las plegarias de la santa Escritura, creo que nada hallarás que no se encuentre y contenga en esta oración dominical (Padrenuestro) (SAN AGUSTÍN, Carta 130, a Proba).

3880 Padre nuestro que estás en los cielos. Y al decir en los cielos, el Señor no pretende, como quien dice, encerrar a Dios en el cielo, sino arrancar de la tierra al que ora. (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. sobre S. Mateo, 19).

3881 (Santificado sea tu nombre). También pedimos todos los días que sea santificado. Necesitamos de la santificación continuamente, porque los que pecamos todos los días debemos purificar nuestros pecados mediante una contrición continua (SAN CIPRIANO, en Catena Aurea, vol. 1, p. 357).

3882 Al decir santificado sea tu nombre nos amonestamos a nosotros mismos para que deseemos que el nombre del Señor, que siempre es santo en sí mismo, sea también tenido como santo por los hombres, es decir, que no sea nunca despreciado por ellos; lo cual, ciertamente, redunda en bien de los mismos hombres y no en bien de Dios (SAN AGUSTÍN, Carta 130, a Proba).

3883 Cuando añadimos Venga tu reino, lo que pedimos es que crezca nuestro deseo de que este reino llegue a nosotros y de que nosotros podamos reinar en él, pues el reino de Dios vendrá ciertamente, lo queramos o no (SAN AGUSTÍN, Carta 130, a Proba).

3884 Cuando decimos: Hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo pedimos que el Señor nos otorgue la virtud de la obediencia, para que así cumplamos su voluntad como la cumplen sus ángeles en el cielo (SAN AGUSTÍN, Carta 130, a Proba).

3885 (Hágase tu voluntad, así en...). Se nos manda aquí a cada uno de nosotros que oremos por todo el mundo...] para que desaparezca el error y se establezca la verdad, se destierre la malicia y vuelva la virtud, y para que ya no se diferencie el cielo de la tierra (SAN CIPRIANO, en Catena Aurea, vol. 1, p. 360).

3886 Cuando dices: El pan nuestro de cada día dánosle hoy, te confiesas mendigo de Dios; mas no te sonrojes; por muy rico que sea uno en la tierra, es mendigo de Dios. Está el mendigo a la puerta del rico, y el rico a la puerta del Gran Rico. Al rico se le pide, y él pide a su vez. Si no fuera mendigo, no llamarla con la oración en los oídos de Dios. ¿Y qué necesita el rico? Me atrevo a decirlo: necesita también el pan cotidiano (SAN AGUSTÍN, Sermón 56).

3887 Cuando decimos: Danos hoy nuestro pan de cada día, con el hoy queremos significar el tiempo presente, para el cual, al pedir el alimento principal, pedimos ya lo suficiente, pues con la palabra pan significamos todo cuanto necesitamos, incluso el sacramento de los fieles, el cual nos es necesario en esta vida temporal, aunque no sea para alimentarla, sino para conseguir la vida eterna (SAN AGUSTÍN, Carta 130, a Proba).

3888 (Mas líbranos del mal). Nada queda ya que deba pedirse al Señor cuando hemos pedido su protección contra todo lo malo; una vez obtenida ésta, ya podemos considerarnos seguros contra todas las cosas que el demonio y el mundo pueden hacer. ¿Qué miedo puede darnos el siglo, si en él tenemos a Dios por defensor? (SAN CIPRIANO, en Catena Aurea, vol. l, pp. 371-372).

3889 Cuando digo Credo, razón me parece que será entender y saber lo que creo; y cuando Padre nuestro, amor será entender quién es este Padre nuestro y quién es el Maestro que nos enseñó la oración (SANTA TERESA, C. de perfección, 24, 8).

3890 En este entramado, en este actuar de la fe cristiana se engarzan, como joyas, las oraciones vocales. Son fórmulas divinas: Padre Nuestro..., Dios te salve, María..., Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo. Esa corona de alabanzas a Dios y a Nuestra Madre que es el Santo Rosario, y tantas, tantas otras aclamaciones llenas de piedad que nuestros hermanos cristianos han recitado desde el principio (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 248).

3891 Con objeto de mantener vivo este deseo de Dios, debemos, en ciertos momentos, apartar nuestra mente de las preocupaciones y quehaceres que de algún modo nos distraen de él, y amonestarnos a nosotros mismos con la oración vocal; no vaya a ocurrir que nuestro deseo comience a entibiarse y llegase a quedar totalmente frío, y, al no renovar con frecuencia el fervor, acabe por extinguirse del todo (SAN AGUSTÍN, Carta 130, a Proba).

3892 Porque sé que muchas personas, rezando vocalmente –como ya queda dicho–, las levanta Dios, sin saber ellas cómo, a subida contemplación (SANTA TERESA, C. de perfección, 30, 7).

Orar para hablar de Dios

3893 (No ser como esos) predicadores vacíos de la palabra que no la escuchan por dentro (SAN AGUSTÍN, Sermón 179).

3894 (El Bautista) escuchaba en su interior la voz de la verdad para manifestar al exterior lo que oía (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 20 sobre los Evang.).

3895 Antes de permitir a la lengua que hable, el apóstol debe elevar a Dios su alma sedienta, con el fin de dar lo que hubiere bebido y esparcir aquello de que la haya llenado (SAN AGUSTÍN, Sobre la doctrina cristiana, 4).