4955 ¿Qué es la soberbia sino un apetito desordenado de grandeza pervertida? La grandeza pervertida consiste en abandonar el principio a que el ánimo debe estar unido, hacerse uno en cierta manera principio para sí y serlo. Esto sucede cuando el espíritu se agrada demasiado a sí mismo, y se agrada a sí mismo cuando declina el bien inmutable que debe agradarle más que a sí mismo. (S. AGUSTÍN, La Ciudad de Dios, 14, 13).
4956 El soberbio intenta inútilmente quitar de su solio a Dios, que es misericordioso con todas las criaturas, para acomodarse él, que actúa con entrañas de crueldad. (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 100).
4957 La soberbia es el menosprecio de Dios. Cuando alguno se atribuye las buenas acciones y no a Dios, ¿qué otra cosa hace sino negar a Dios? (TEÓFILO, en Catena Aurea, vol. VI, p. 298).
4958 (Es) el apetito desordenado de la propia excelencia. (SANTO TOMÁS, S.Th. II-II, q. 162, a. 2).
4959 Si bien todos los vicios nos alejan de Dios, sólo la soberbia se opone a Él; (a ello se debe) la resistencia que Dios ofrece a los soberbios. (SANTO TOMÁS, S.Th. II-II, q. 162, a. 6).
4960 Al considerar la entrega de Dios y su anonadamiento [...], la vanagloria, la presunción del soberbio se revela como un pecado horrendo, precisamente porque coloca a la persona en el extremo opuesto al modelo que Jesucristo nos ha señalado con su conducta. Pensadlo despacio: El se humilló, siendo Dios. El hombre, engreído por su propio yo, pretende enaltecerse a toda costa, sin reconocer que está hecho de mal barro de botijo. (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER Amigos de Dios, 112).
4961 No es grandeza la soberbia, sino hinchazón. (S. AGUSTÍN, Sermón 380).
4962 El orgullo es la fuente de todos los vicios y la causa de todos los males que acontecen y acontecerán hasta la consumación de los siglos. (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre el orgullo).
4963 No existe ninguna otra pasión como la soberbia, capaz de aniquilar las virtudes y despojar al hombre de toda justicia y santidad. Al modo de una enfermedad contagiosa que afecta a todo el organismo, y no se contenta con debilitar un solo miembro sino que corrompe el cuerpo entero, así esta pasión derriba a aquellos que están ya firmes en la cima de la virtud para deshacerse de ellos. (CASIANO, Instituciones, 12).
4964 Se dispersaron por toda la tierra, a causa del amor de los bienes del mundo, y son, en verdad, ovejas desperdigadas y sin rumbo por toda la tierra. Viven en diversos lugares; una única madre, la soberbia, las engendró a todas, al igual que una sola madre, nuestra Iglesia católica, ha dado también a luz a todos los fieles cristianos esparcidos por todo el orbe. (S. AGUSTÍN, Sermón 46, sobre los pastores).
4965 En todos los bienes temporales, el fin que el hombre busca es poseer cierta perfección o gloria. Por esta vía descubrimos que la soberbia, apetito de la propia excelencia, se pone como principio de todo pecado. (SANTO TOMÁS, S.Th. I-II, q. 48, a. 2).
4966 (La soberbia es el) principio de todos los pecados y de todos los crímenes. No se da por satisfecha con exterminar la humildad, su virtud contraria, como hacen los otros vicios. Aspira a extirpar todas las virtudes a un tiempo. Ni se limita únicamente a agredir a los mediocres, o a los pequeños, antes bien tienta con preferencia a los que han llegado a la cúspide de la fortaleza. (CASIANO, Instituciones, 12).
4967 ¡Tanto pudo la soberbia humana, que necesitó de la humildad divina para curarse! (S. AGUSTÍN, Sermón 183).
4968 Es la reina suprema de todo el ejército de los vicios Aunque puede decirse que la soberbia es la madre y la raíz de todos los vicios y pecados, hay tres de los que lo está una manera específica: la vanagloria, la ambición y la presunción, que, sin embargo, se distinguen de ella. (S. GREGORIO MAGNO, Moralia, 31).
4969 (La apostasía es un pecado de infidelidad que) nace de ~ soberbia, por la que el hombre no se somete a las reglas de la fe. (SANTO TOMÁS, S.Th. II-II, q. 1, a. 1).
4970 [...] Superbia vitae. No se trata sólo de pensamientos efímeros de vanidad o de amor propio: es un engreimiento general. No nos engañemos, porque éste es el peor de los males, la raíz de todos los descaminos. (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 6).
4971 El horizonte del orgulloso es terriblemente limitado: se agota en él mismo. El orgulloso no logra mirar más allá de su persona, de sus cualidades, de sus virtudes, de su talento. El suyo es un horizonte sin Dios. Y en este panorama tan mezquino ni siquiera aparecen los demás: no hay sitio para ellos. (S. CANALS, Ascética meditada, p. 87).
4972 Como un cruel tirano, se apodera de la ciudadela sublime de las virtudes, trastorna y destruye de una a otra parte la ciudad entera, abate luego hasta el suelo los altos muros de la santidad y lo desquicia todo en su recinto. No deja subsistir en el alma que le está sujeta el más mínimo destello de libertad: cuanto más rica es su víctima, más pesado es el yugo de la servidumbre a que la somete. En fin, no ceja hasta asolaría por completo y dejarla desnuda de todas las riquezas espirituales. (CASIANO, Instituciones, 12).
4973 El amor propio está a veces adormecido en nosotros como una zorra, y luego, de repente, se lanza sobre los polluelos. Por esto es necesario vigilarle con constancia, con suavidad y paciencia. (S. FRANCISCO DE SALES, Epistolario, fragm. 75, l.c., p. 709).
4974 Lo más terrible de ese pecado es que, cuanto más domina al hombre, menos culpable se cree éste del mismo. En efecto, jamás el orgulloso querrá convencerse de que lo es, ni jamás reconocerá que no anda bien: todo cuanto hace y todo cuanto habla, está bien hecho y bien dicho. (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre el orgullo).
4975 Cuanto más humilde sea el hombre ante sí mismo, más grande será ante Dios; el soberbio, cuanto más glorioso aparece ante los hombres, más abyecto es delante de Dios.(S. AGUSTÍN, Sermón sobre la humildad y el temor de Dios).
4976 Porque el natural de las mujeres es flaco, y el amor propio que reina en nosotras muy sutil. (SANTA TERESA, Fundaciones, 4, 2).
4977 Si hemos de dar oídos a sus palabras (de los soberbios), diremos que fueron los más valerosos conquistadores de la tierra; parece como si hubiesen recorrido el universo entero; y los jóvenes alábanse de lo que no harán nunca; todos mendigan, todos corren detrás de una boqueada de humo, que ellos llaman honor. (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre el orgullo).
4978 Y ¿quién ignora que a los soberbios se les dice inflados, como si estuvieran hinchados de viento? (S. AGUSTÍN, Sobre el Sermón de la Montaña, 1).
4979 Ves a un artesano contemplando la obra de otro; hallará en ella mil defectos y dirá: "¿qué le vamos a hacer? ¡Su capacidad no da más de sí!". Pero, como el orgulloso no rebaja nunca a los demás sin elevarse a sí mismo, entonces, a renglón seguido, os hablará de tal o cual obra por él realizada, diciéndoos que ha llamado la atención de los inteligentes, que se ha hablado mucho de ella (...). (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre el orgullo).
4980 La soberbia inclina a los principiantes a huir de los maestros que no aprueban su espíritu, y aun terminan Por tenerles aborrecimiento. (S. JUAN DE LA CRUZ, Noche Oscura, 1, 2).
4981 La reprensión, que hace mejorar a los humildes, suele parecer intolerable a los soberbios. (S. CIRILO, en Catena Aurea, vol. VI, p. 52).
4982 Todo frutal, todo grano, toda semilla, todo árbol, tiene su gorgojo o gusano. Y no es el mismo el gusano del manzano y el del peral que el gorgojo de las habas o del trigo. El gusano de las riquezas es la soberbia. (S. AGUSTÍN, Sermón 61).
4983 Pero lo más triste y lamentable es que este pecado sume al alma en tan espesas tinieblas, que nadie se cree culpable del mismo. Nos damos perfecta cuenta de las vanas alabanzas de los demás, conocemos muy bien cuándo se atribuyen elogios que jamás merecieron; mas nosotros creemos ser siempre merecedores de los que se nos tributan. (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre el orgullo).
4984 Aunque en medio de los desprecios y de las contradicciones conserves la paz y la alegría, no creas por esto haber alcanzado la humildad, porque, a menudo, la soberbia no está sino adormecida, y basta con que se despierte para que comience a hacer estragos. (J. PECCI -León XIII-Práctica de la humildad, 55).
4985 Los hombres tendemos a defendernos, a apegamos a nuestro egoísmo. Siempre intentamos ser reyes, aunque sea del reino de nuestra miseria. (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER. Es Cristo que pasa, 17).
4986 [...] se ha de tomar como señal muy cierta para distinguir los dones que Dios da de los que finge el demonio; que los de nuestro Señor son maravillosos, llenos de verdad y de gran peso y quilates, y humillan y abajan más al hombre que si no los tuviera, en cambio, los que finge el demonio lo hacen vano, y en vez de humillarle lo suben a mayores para derribarlo de más alto y despeñarlo hasta la profundidad del infierno. Los que no miran bien las cosas suelen decir que Dios les quita los dones, a ellos o a otros, para humillarlos. Sin embargo, mejor dirían que se los quita para confundirlos y vencerlos, porque han sido soberbios y negligentes; porque para humillar no suele Dios quitar dones, sino darlos. Debes saber que sin duda alguna sus dones son tales y tan buenos que por si mismos humillan al hombre que no está dañado por algún vicio, como el buen vino, que adoba el vaso donde se echa; sin embargo, si el vaso está muy dañado, el mismo vino se daña. (F. DE OSUNA, Tercer abecedario espiritual, 19, 2).
4987 Con la soberbia pierdes todo cuanto recibiste. (S. AGUSTÍN, Sermón 82).
4988 Dura tierra es el corazón del soberbio para la penitencia; no se ablanda si Dios no le envía su lluvia. (S. AGUSTÍN, Sermón 92).
4989 Hay dos clases de orgullo. El primero es carnal, el segundo espiritual. Este es más peligroso, por cuanto inquieta más especialmente a los que han progresado en alguna virtud. (CASIANO, Colaciones, 5).
4990 El amor propio puede ser mortificado en nosotros, pero no por ello muere nunca; antes bien, de vez en cuando y en diversas ocasiones, saca retoños que atestiguan que, aunque se le haya cortado por el tallo, no queda desarraigado. Por eso no tenemos el consuelo debido cuando vemos a los demás hacer el bien; lo que no vemos en nosotros no nos es agradable, y lo que vemos en nosotros es dulce, porque nos amamos tierna y amorosamente. (S. FRANCISCO DE SALES, Epistolario, fragm. 75, l.c., p. 709).
4991 Todo soberbio se mira a sí mismo, y se cree grande, pues se paga de sí. Pero quien se complace en sí mismo se complace en un hombre necio, porque él mismo es necio al poner su agrado en sí mismo. (S. AGUSTÍN, Coment. sobre el Salmo 122).
4992 De cuatro maneras suele presentarse la arrogancia primero, cuando cada uno cree que lo bueno exclusivamente de sí mismo; cuando cree que la gracia sido alcanzada por los propios méritos; cuando se jacta uno de tener lo que no tiene; y cuando se desprecia a demás queriendo aparecer como que se tiene lo que aquéllos desean; así, el fariseo de la parábola se atribuye ~ sí mismo los méritos de sus buenas obras. (S. GREGORIO MAGNO, en Catena Aurea, vol. VI, p. 299).
4993 Cuando el orgullo se adueña del alma, no es extraño que' detrás, como en una reata, vengan todos los vicios: la avaricia, las intemperancias, la envidia, la injusticia. (JOSE M.ª ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 100).
4994 (A veces, por soberbia oculta), decimos que somos la misma miseria y la escoria del mundo; pero quedaríamos harto burlados si, cogiéndonos la palabra, dijeran en público de nosotros lo mismo que hemos dicho. (S. FRANCISCO DE SALES, Introd. a la vida devota, 3, 5).
4995 Al no conocerse rectamente, los malos no se aman en verdad a sí mismos, sino que aman lo que creen que son. (SANTO TOMÁS, S.Th. II-II, q. 25, a. 7).
4996 Las personas que van por este camino no Soportan que haya nadie superior a ellas [...]. Los defectos de los demás deben servir para poner en evidencia y para subrayar sus propias virtudes. Los errores de los demás deben servir para poner de relieve su sabiduría y destreza; y la escasa inteligencia ajena, para hacer resplandecer su gran valía. Y aquí está la raíz de las envidias, de los celos y ansiedades que acompañan la vida de todos aquellos que siguen la ruta del orgullo. Pero este desgraciado camino no acaba aquí. De la envidia se pasa a la enemistad. ¡Y cuántas no son las enemistades que tienen su origen –¡extraño origen!– en la envidia!
No perder el puesto, no ceder las armas: quien se encamina por esta dirección suele recurrir a la ficción y a la hipocresía. Simula lo que no es, exagera lo que posee. Todo es lícito, todo es bueno, en este maldito camino, a condición de que uno sea el primero y el mejor ante uno mismo y en la estimación de los demás. (S. CANALS. Ascética meditada, pp. 88-89).
4997 El amor propio hace que queramos hacer tal o cual cosa por nuestra elección, pero no quisiéramos hacerla por la elección ajena, ni por obediencia; quisiéramos hacerla porque salió de nosotros, pero no como emanada de otros. Nos buscamos siempre a nosotros mismos, a nuestra voluntad y a nuestro amor propio. Si tuviésemos la perfección del amor de Dios nos gustaría más hacer lo que está mandado, porque viene de Dios mejor que de nosotros. (S. FRANCISCO DE SALES Epistolario, fragm. 75, l.c., p. 709).
4998 Que alguien desee desordenadamente algún bien temporal, procede de que se ama a si mismo desordenadamente, puesto que amar a alguien es querer el bien para él. (SANTO TOMÁS, S.Th. I-II, q. 77, a. 5).
4999 La doctrina de la verdad abandona a las almas soberbias. (S. GREGORIO MAGNO, Hom. 20 sobre los Evang.).
5000 Juzgan algunos temerariamente, no por amargura, sino por orgullo, pareciéndoles que a medida que rebajan la estimación de otro realzan la suya propia; espíritus arrogantes y presuntuosos, que se glorían en si mismos y se elevan tanto en su propia estimación, que miran todo lo demás como humilde y bajo. Tal era el necio fariseo cuando decía: No soy como los demás hombres. (S. FRANCISCO DE SALES, Introd. a la vida devota, 3, 28).
5001 En las relaciones con el prójimo, el amor propio nos hace susceptibles, inflexibles, soberbios, impacientes, exagerados en la afirmación del propio yo y de los propios derechos, fríos, indiferentes, injustos en nuestros juicios y en nuestras palabras. Se deleita en hablar de las propias acciones, de las luces y experiencias interiores, de las dificultades, de los sufrimientos, aun sin necesidad de hacerlo. En las prácticas de piedad se complace en mirar a los demás, observarlos y juzgarlos; se inclina a compararse a creerse mejor que ellos, a verles los defectos solamente y negarles las buenas cualidades, a atribuirles deseos e intenciones poco nobles, llegando incluso a desearles el mal. El amor propio –para deshonra de la piedad– hace que nos sintamos ofendidos cuando somos humillados, insultados o postergados, o no nos vemos considerados, estimados y obsequiados como esperábamos. (BAUR, B., En la intimidad con Dios, p. 89).
5002 Como el publicano está cerca de él, se le presentaba ocasión para aumentar su orgullo. Prosigue: no como este publicano. Como diciendo: yo soy único, éste es como los demás. (S. AGUSTÍN, en Catena Aurea, vol. VI, p. 299).
5003 Cuanto más vacíos estamos de la hinchazón de la soberbia más llenos estamos de amor. (S. AGUSTÍN, Trat. sobre la Trinidad, 8).
5004 Entre soberbios hay siempre contiendas (Pr 13, 10); pues quien tiene un elevado concepto de sí mismo y menosprecia al prójimo no puede Soportar los fallos de éste. (SANTO TOMÁS, Sobre la caridad, l.c., 221).
5005 Nada tiene de extraño que la soberbia engendre divisiones y el amor, unidad. (S. AGUSTÍN, Sermón 46, sobre los pastores).
5006 Los que suelen engreírse por una falsa justicia, desprecian a todos los demás, y no tienen compasión alguna de los débiles; y cuanto más libres de pecado se consideran ellos, tanto peor tratan a los pecadores. (S. GREGORIO MAGNO, Hom. 34 sobre los Evang.).
5007 (Una forma de soberbia): el desprecio de los demás, con ansia de que todos nos miren a nosotros. (SANTO TOMÁS, S.Th. II-II, q. 162, a. 4).
5008 La mayor parte de los conflictos, que se plantean en la vida interior de muchas gentes, los fabrica la imaginación: que si han dicho, que si pensarán, que si me consideran... Y esa pobre alma sufre, por su triste fatuidad, con sospechas que no son reales. En esa aventura desgraciada, su amargura es continua y procura producir desasosiego en los demás: porque no sabe ser humilde, porque no ha aprendido a olvidarse de sí misma para darse, generosamente, al servicio de los otros por amor de Dios.(J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 101).
5009 Hay también otro género de necia tristeza, que debiéramos silenciar, de no constamos que algunos monjes se abandonaron a ella. Sonroja el decirlo. Entristecidos o airados, se abstienen de comer con insolente pertinacia. Y precisamente éstos suelen ser de la categoría de aquellos que, estando tranquilos y en calma, andan diciendo que no pueden soportar el ayuno hasta mediodía o, cuando mucho, hasta las tres de la tarde. En cambio, cuando les oprime la tristeza, no tienen inconveniente en pasar dos días sin probar bocado, remediando entonces el hambre con la hartura de su cólera. (CASIANO, Colaciones 16).
5010 Y, sepámoslo, nunca seremos vencidos más fácilmente por nuestro rival que cuando le imitemos en la soberbia [...], ni le derribaremos con más empuje que imitando la humildad de Nuestro Señor, ni le serán nunca nuestros golpes más dolorosos y duros que cuando curemos nuestros pecados con la confesión y la penitencia. (S. AGUSTÍN, Sermón 351).
5011 En la comida no debes sentir disgusto cuando los alimentos no sean de tu agrado; haz, más bien, como los pobrecitos de Jesucristo, que comen de buen grado lo que les dan, y dan las gracias a la Providencia. (J. PECCI –León XIII– Práctica de la humildad, 24).
5012 Cuando sentimos el orgullo que barbota dentro de nosotros, la soberbia que nos hace pensar que somos superhombres, es el momento de decir que no, de decir que nuestro único triunfo ha de ser el de la humildad. Así nos identificaremos con Cristo en la Cruz, no molestos o inquietos o con mala gracia, sino alegres: porque esa alegría, el olvido de si mismo, es la mejor prueba de amor.(J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 19).
5013 Piensa a menudo que más pronto o más tarde has de morir, y que tu cuerpo se pudrirá en la sepultura; ten siempre ante los ojos el tribunal inexorable de Jesucristo, ante el cual todos necesariamente hemos de comparecer; medita en los eternos dolores que esperan a los malos en el infierno, y especialmente a los imitadores de Satanás, que son los soberbios. (J. PECCI –León XXIII– Práctica de la humildad, 6).
5014 Los que beben el zumo de la hierba ofusia de Etiopía ven por todas partes serpientes y otros objetos formidables; y los que han bebido la soberbia, la envidia, la ambición y el rencor, no ven cosa que no juzguen mala y reprensible; aquéllos, para curar, han de beber vino de palma; lo mismo digo a éstos: bebed cuanto podáis el sagrado vino de la caridad, que os limpiará de los malos humores que hacen formar estos errados juicios. (S. FRANCISCO DE SALES, Introd. a la vida devota, 3, 28).