5375 El nombre hebreo de María se traduce por Domina en latín; el Angel le da, por tanto, el título de Señora (SAN PEDRO CRISÓLOGO, Sermón sobre la Anunciación de la B. Virgen María, 142).
5376 Estas palabras, el Señor es contigo, son las más excelsas que se le podían haber dicho. Con razón, pues, el Angel reverencia a la Virgen, por ser Madre del Señor, y Señora por tanto. Y le es muy propio el nombre de María, que en siríaco quiere decir "Señora" (SANTO TOMÁS, Sobre el Avemaría, 1. c., p. 183).
5377 Y el nombre de la Virgen era María. Digamos también acerca de este nombre, que significa "estrella del mar" y se adapta a la Virgen Madre con la mayor proporción (SAN BERNARDO, Hom. sobre la Virgen Madre, 2).
5378 Porque sólo Ella conjuró la maldición, trajo la bendición y abrió la puerta del paraíso. Por este motivo le va el nombre de "María", que significa "estrella del mar"; como la estrella del mar orienta a puerto a los navegantes, María dirige a los cristianos a la gloria (SANTO TOMÁS, Sobre el Avemaría, 1. c., p. 185).
5379 Con razón se la llama "María", que quiere decir "iluminada": El Señor llenará tu alma de resplandores (Is 58, 11), y significa además "iluminadora de otros", por referencia al mundo entero; y se la compara a la luna y al sol (SANTO TOMÁS, Sobre el Avemaría, 1. c., 182).
5380 La palabra María significa en hebreo estrella del mar, y en siríaco Señora. Y con razón, porque mereció llevar en sus entrañas al Señor del mundo y a la luz perenne de los siglos (SAN BEDA, en Catena Aurea, vol. V, p. 36).
5381 La bienaventurada Virgen María, por el hecho de ser Madre de Dios, tiene una especie de dignidad infinita a causa del bien infinito que es Dios. Y en esa línea no puede imaginarse una dignidad mayor, como no puede imaginarse cosa mayor que Dios (SANTO TOMÁS, S.Th. I, q. 25, a. 6).
5382 A la majestad de Dios convenía que no naciese sino de la Virgen, y a la Virgen convenía que no diera a luz a otro que a Dios (SAN BERNARDO, Hom. sobre la Virgen Madre, 2).
5383 Como el océano recibe todas las aguas, así María recibe todas las gracias. Como todos los ríos se precipitan en el mar, así las gracias que tuvieron los ángeles, los patriarcas, los profetas, los apóstoles, los mártires, los confesores y las vírgenes se reunieron en María (SAN BUENAVENTURA, Speculi, 2).
5384 Quita este cuerpo solar que ilumina al mundo, ¿cómo podía haber día? Quita a María, esta estrella del mar (...), ¿qué quedará, sino oscuridad que todo lo ofusque, sombra de muerte y densísimas tinieblas? (SAN BERNARDO, Hom. en la Natividad de la B. Virgen María, 6).
5385 Sí se veneran todos los justos, ¿quién es el que no alabará a la fuente de la Justicia y al tesoro de la santidad? Ni la lengua de los hombres, ni la mente de los ángeles, que es lo más sublime del mundo, pueden dignamente ensalzaría (SAN JUAN DAMASCENO, Homilía en la Dormición de la Virgen, 1).
5386 Dios dio el nombre de mar a la reunión de las aguas, y a la reunión de todas las gracias se llama María (SAN BERNARDO, Hom. super Missus est).
5387 Mujer, eres tan grande y tanto vales, que quien quiere una gracia y no recurre a ti, pretende volar sin alas (LEÓN XIII, Enc. Augustissimae Virginis Maríae).
5388 Eligió y señaló (Dios) desde el principio y antes de los tiempos, una Madre para que su unigénito Hijo, hecho carne de ella, naciera en la dichosa plenitud de los tiempos; y en tanto grado la amó por encima de todas las criaturas, que en sólo ella se complació con señaladísima benevolencia (Pío IX, Bula Inefflabilis Deus, 8-XII-1854).
5389 La Virgen bienaventurada, predestinada desde la eternidad como Madre de Dios, junto con la encarnación del Verbo Divino, por consejo de la Providencia divina se constituyó en esta vida como Madre santa del Redentor divino, como asociada generosa y excepcional, y como humilde esclava del Señor (CONC. VAT. II, Const. Lumen gentium, 61).
5390 Fue enviado el ángel, dice el Evangelio, a la Virgen. Virgen en su cuerpo, virgen en su alma, virgen por su decisión, virgen, finalmente, santa en el cuerpo y en el alma; no hallada recientemente y por casualidad, sino elegida desde la eternidad, predestinada y preparada por el Altísimo para El mismo, guardada por los ángeles, designada anticipadamente por los padres antiguos, prometida por los profetas (SAN BERNARDO, Hom. sobre la Virgen Madre, 2).
5391 Declaramos, pronunciamos y definimos, que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción, por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús, Salvador del género humano, ha sido revelada por Dios y debe ser, por tanto, firme y constantemente creída por todos los fieles (Pío IX, Bula Ineffabilis Deus, 8-XII-1854).
5392 Se da a entender que la Madre de Dios fue la sede de todas 5392 las gracias divinas y que fue adornada con todos los carismas del Espíritu Santo, hasta el punto de no haber estado nunca bajo el poder del mal y de merecer oír, participando a una con su Hijo de una bendición perpetua, aquellas palabras que Isabel pronunció movida por el Espíritu Santo: Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre (Pío IX, Bula Ineffabilis Deus, 8-XII-1854).
5393 En tanto grado la amó (Dios) por encima de todas las criaturas, que en sólo ella se complació con señaladísima benevolencia. Por lo cual, tan maravillosamente la colmó de la abundancia de todos los celestiales carismas, sacada del tesoro de la divinidad, muy por encima de todos los ángeles y santos, que ella, libre siempre absolutamente de toda mancha de pecado y toda hermosa y perfecta, manifestase tal plenitud de inocencia y santidad, que no se concibe en modo alguno mayor después de Dios y nadie puede imaginar fuera de Dios (Pío IX, Bula Ineffabilis Deus, 8-XII-1854).
5394 Dios te salve, llena de gracia. Y en verdad que es llena de gracia, porque a los demás se da con medida, pero en María se derramó al mismo tiempo toda la plenitud de la gracia. Verdaderamente es llena de gracia aquella por la cual toda criatura fue inundada con la lluvia abundante del Espíritu Santo (SAN JERÓNIMO, Sermón sobre la Asunción de la Virgen).
5395 No temas, María, porque hallaste gracia a los ojos de Dios. ¿Cuánta gracia? Una gracia llena, una gracia singular [...]. Es tan singular como general, pues tú sola recibes más gracia que todas las demás criaturas. Es singular, por cuanto tú sola hallaste esta plenitud; es general, porque de esa plenitud reciben todos (SAN BERNARDO, Hom. en la Anunciación, 3).
5396 María fue llena de gracia en cuanto a la dimanación de ésta a todos los hombres. Ya es grande para un santo tener tanta gracia que baste para la salvación de muchos, y lo más grande sería tenerla suficiente para salvar a todos los hombres del mundo; esto último ocurre en Cristo, y en la Santísima Virgen (SANTO TOMÁS, Sobre el Avemaría, 1. c., p. 182).
5397 El Sol de justicia, tomando un cuerpo purísimo de las entrañas de la Virgen, no sólo no se manchó, sino que, por el contrarío, santificó más a la Madre (SAN JUAN CRISÓSTOMO, en Catena Aurea, vol. V, p. 42).
5398 Con razón, pues, se nos presenta a María vestida del sol, por cuanto penetró el abismo profundísimo de la divina sabiduría más allá de lo que se puede pensar, de suerte que, en cuanto lo permite la condición de simple criatura, sin llegar a la unión personal, parece estar sumergida totalmente en aquella inaccesible luz, en aquel fuego que purificó los labios del profeta Isaías, y en el cual se abrasan los serafines [...]. Muy blanco es en verdad y también muy cálido el vestido de esta mujer, por quien todas las cosas se ven tan excelentemente iluminadas, que no es lícito sospechar en ella nada, no digo tenebroso, pero ni siquiera en modo alguno oscuro o menos lúcido, ni tampoco algo que sea tibio o no lleno de fervor (SAN BERNARDO, Hom. en la octava de la Asunción, 4).
5399 La virginidad de María tiene tanto más valor y belleza cuanto que Cristo no sólo se la reservó celosamente después de haber sido concebido en ella, sino que eligió por madre a una virgen que previamente estaba consagrada a Dios (SAN AGUSTÍN, Sobre la santa virginidad, 4-5).
5400 Si alguno no confiesa, de conformidad con los Santos Padres, que la Santa Madre de Dios y siempre virgen e inmaculada María, propiamente y según la verdad, concibió del Espíritu Santo, sin cooperación viril, al mismo Verbo de Dios, que antes de todos los siglos nació de Dios Padre, e incorruptiblemente le engendró, permaneciendo indisoluble su virginidad incluso después del parto, sea condenado (CONC. DE LETRÁN, año 649, Contra los monoteletas, c. 3; Dz 503).
5401 Virgen antes del parto, en el parto y por siempre después del parto (PAULO IV, Const. Cum quorumdam, 7-VIII-1555).
5402 La Iglesia, extendida por toda la tierra hasta los confines del orbe, recibió de los Apóstoles y de los discípulos esa fe que cree en un solo Dios y en un solo Jesucristo [...] y en aquella generación que procede de una virgen (SAN IRENEO DE LYON, Trat. contra las herejías).
5403 [...] Una virgen desposada con un varón que se llamaba José [...]. Quiso más bien el Señor que algunos dudasen de su nacimiento que de la pureza de su Madre. Sabia que el honor de una Virgen es delicado, y la reputación del pudor, frágil; y no estimó conveniente que la fe de su nacimiento se demostrase con posibles injurias de su Madre. Y así como la Virgen fue íntegra por su pudor, así su virginidad debió ser inviolable en la opinión (SAN AMBROSIO, en Catena Aurea, vol. V, p. 35).
5404 La dignidad virginal comenzó con la Madre de Dios (SAN AGUSTÍN, Sermón 51).
5405 Así engalanada con las joyas de estas virtudes, resplandeciente con la doble hermosura de su alma y de su cuerpo, conocida en los cielos por su belleza y atractivo, la Virgen regia atrajo sobre sí las miradas de los que allí habitan, hasta el punto de enamorar al mismo Rey y de hacer venir al mensajero celestial. (SAN BERNARDO, Hom. sobre la Virgen Madre, 2).
5406 Debemos profesar una ferviente devoción a la Santísima Virgen, si queremos conservar esta hermosa virtud; de lo cual no nos ha de caber duda alguna, sí consideramos que ella es la reina, el modelo y la patrona de las vírgenes [...]. San Ambrosio llama a la Santísima Virgen señora de la castidad; San Epifanio la llama princesa de la castidad; y San Gregorio, reina de la castidad [...] (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la pureza).
5407 Esta hermosa virtud, dice San Bernardo, fue la causa de que el Padre Eterno mirase a la Santísima Virgen con complacencia; y si la virginidad atrajo las miradas divinas, su humildad fue la causa de que concibiese en su seno al Hijo de Dios. Si la Santísima Virgen es la Reina de las Vírgenes, es también la Reina de los humildes (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la humildad).
5408 Si alguno no confiesa que Dios es, según verdad, el Emmanuel y que, por eso, la Santa Virgen es Madre de Dios (pues engendró carnalmente al Verbo de Dios hecho carne), sea anatema (CONC. DE EFESO, Sobre la unión de las naturalezas en Cristo, Dz 113).
5408b En el momento de la Anunciación, pronunciando su "fiat", María concibió un hombre que era Hijo de Dios, consubstancial al Padre. Por consiguiente, es verdaderamente la Madre de Dios, puesto que la maternidad abarca toda la persona y no solo el cuerpo, así como tampoco la "naturaleza" humana. De este modo, el nombre "Theotókos" -Madre de Dios- viene a ser el nombre propio de la unión con Dios, concedido a la Virgen María (JUAN PABLO II, Carta Apost. Mulieris dignitatem, n. 26).
5409b La maternidad de María, que se convierte en herencia del hombre, es un don: un don que Cristo mismo hace personalmente a cada hombre. El Redentor confía María a Juan, en la medida en que confía Juan a María. A los pies de la Cruz comienza aquella especial entrega del hombre a la Madre de Cristo, que en la historia de la Iglesia se ha ejercido y expresado posteriormente de modos diversos (JUAN PABLO II, Enc. Redemptoris mater, n. 45).
5409 Por el hecho mismo de haber dado a luz al Redentor del género humano es también Madre benignísima de todos nosotros, a quienes Cristo Nuestro Señor quiso tener por hermanos (Rm 8, 29) (Pío XI, Enc. Lux veritatis, 25-XII-1931).
5410 Tal nos la proclamó (Cristo) desde la cruz cuando en el discípulo Juan encomendó a su cuidado y amparo a todo el género humano (Jn 19, 26-27); tal, finalmente, se dio ella misma cuando, al abrazar generosamente aquella herencia de inmenso trabajo que su Hijo moribundo le dejaba, empezó inmediatamente a cumplir para todos sus oficios de Madre (LEÓN XIII, Enc. Octobri mense, 22-IX-1891).
5411 Concibiendo a Cristo, engendrándolo, alimentándolo, presentándolo al Padre en el templo, padeciendo con su Hijo cuando moría en la cruz, cooperó en forma enteramente impar a la obra del Salvador con la obediencia, la fe, la esperanza y la ardiente caridad con el fin de restaurar la vida sobrenatural de las almas. Por eso es nuestra Madre en el orden de la gracia (CONC. VAT. II, Const. Lumen gentium, 61).
5412 Me extraña en gran manera que haya alguien que tenga duda alguna de si la Santísima Virgen ha de ser llamada Madre de Dios. En efecto, si nuestro Señor Jesucristo es Dios, ¿por qué razón la Santísima Virgen, que lo dio a luz, no ha de ser llamada Madre de Dios? Esta es la fe que nos transmitieron los discípulos del Señor, aunque no emplearan esta misma expresión. Así nos lo han enseñado también los Santos Padres (SAN CIRILO DE ALEJANDRÍA, Carta 1, 27-30).
5413 Acuérdome que cuando murió mi madre, quedé yo de edad de doce años, poco menos. Como yo comencé a entender lo que había perdido, afligida fuime a una imagen de nuestra Señora y suplicaba fuese mi madre, con muchas lágrimas. Paréceme que, aunque se hizo con simpleza, que me ha valido; porque conocidamente he hallado a esta Virgen soberana en cuanto me he encomendado a Ella y, en fin, me ha tornado a si (SANTA TERESA, Vida, 1, 7).
5414 Nadie, pues, intente jamás privar a María Santísima del privilegio de esta gracia divina y de una gloria tan especial. Por el querer determinado del Señor, Dios nuestro e Hijo suyo, debemos proclamarla con toda verdad y acierto Theotokos, Madre de Dios (SAN VICENTE DE LERINS, Conmonitorio, 15).
5415 Por María, la misma Vida fue introducida en el mundo, de manera que al dar a luz al Viviente es Madre de los vivientes (SAN EPIFANIO, Contra las herejías, 78).
5416 Cuando la Virgen respondió que sí, libremente, a aquellos designios que el Creador le revelaba, el Verbo divino asumió la naturaleza humana: el alma racional y el cuerpo formado en el seno purísimo de María. La naturaleza divina y la humana se unían en una única Persona: Jesucristo, verdadero Dios y, desde entonces, verdadero Hombre; Unigénito eterno del Padre y, a partir de aquel momento, como Hombre, hijo verdadero de María; por eso Nuestra Señora es Madre del Verbo encarnado, de la segunda Persona de la Santísima Trinidad que ha unido a sí para siempre –sin confusión– la naturaleza humana. Podemos decir bien alto a la Virgen Santa, como la mejor alabanza, esas palabras que expresan su más alta dignidad: Madre de Dios (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 274).
5417 El único nacimiento digno de Dios era el procedente de la Virgen; asimismo, la dignidad de la Virgen demandaba que quien naciere de ella no fuere otro que el mismo Dios. Por esto el Hacedor del hombre, al hacerse hombre, naciendo de la raza humana, tuvo que elegir, mejor dicho, que formar para sí, entre todas, una madre tal cual El sabía que había de serle conveniente y agradable (SAN BERNARDO, Hom. sobre la Virgen Madre, 2).
5418 María es verdaderamente la Madre de la Vida que hace vivir a todos los hombres; al engendrar a esa Vida, de alguna manera ha regenerado a todos los que iban a vivir con ella [...]
La Madre de Cristo, que sabe que también lo es de los cristianos por razón de este misterio, se muestra madre de ellos por el cuidado y afecto que les tiene [...]. Sus entrañas, fecundadas una sola vez, pero no agotadas, no dejan de engendrar el fruto de la bondad (BEATO GUERRIC, Sermón 1 para la Asunción, 2-4; PL 185, 187-189).
5419 El que no cabe en todo el mundo, se encerró en las entra-ñas de una Virgen (SAN JUAN CRISÓSTOMO, en Catena Aurea, vol. 1, p. 437).
5420 En mi se encuentra toda gracia de doctrina y de verdad, toda esperanza de vida y de virtud (Si 24, 25). ¡Con cuánta sabiduría la Iglesia ha puesto esas palabras en boca de nuestra Madre, para que los cristianos no las olvidemos! Ella es la seguridad, el Amor que nunca abandona, el refugio constantemente abierto, la mano que acaricia y consuela siempre (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 279).
5421 En todas nuestras penas, sean del alma, sean del cuerpo, después de Dios, hemos de concebir una gran confianza en la Virgen María (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la esperanza).
5422 Nada hay en ella austero, nada terrible; todo es suave. Mira con cuidado los Evangelios, y si acaso encuentras algo de dureza o de reprensión desabrida o alguna señal de indignación, aunque leve, en María, tenía en adelante por sospechosa y recela el llegarte a ella. Pero si más bien (como es así en verdad) encuentras las cosas que pertenecen a ella llenas de piedad y de misericordia, llenas de mansedumbre y de gracia, da las gracias a aquel Señor que con una benignísima misericordia proveyó para ti tal mediadora que nada puede haber en ella que infunda temor. Ella se hizo toda para todos; a los sabios y a los ignorantes, con una copiosísima caridad, se hizo deudora. A todos abre el seno de la misericordia, para que todos reciban de su plenitud: redención el cautivo, curación el enfermo, consuelo el afligido, perdón el pecador [...];en fin, toda la Trinidad gloriosa, y la misma persona del Hijo recibe de ella la sustancia de la carne humana, a fin de que no haya quien se esconda de su calor (SAN BERNARDO, Hom. en la octava de la Asunción, 2).
5423 Honra, reverencia y respeta con especial amor a la sagrada y gloriosa Virgen María, porque es Madre de nuestro Padre soberano y, por consiguiente, nuestra gran Madre. Recurramos, pues, a ella, y como hijuelos suyos echémonos en su regazo en todo tiempo y ocurrencia, con firmísima confianza; invoquemos a esta dulce Madre, imploremos su amor maternal, procuremos imitar sus virtudes y tengamos un afecto verdaderamente filial con esta Señora (SAN FRANCISCO DE SALES, Introd. a la vida devota, 2, 16).
5424 Con su poder delante de Dios, nos alcanzará lo que le pedimos; como Madre quiere concedérnoslo. Y también como Madre entiende y comprende nuestras flaquezas, alienta, excusa, facilita el camino, tiene siempre preparado el remedio, aun cuando parezca que ya nada es posible (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 292).
5425 María es, al mismo tiempo, una madre de misericordia y de ternura, a la que nadie ha recurrido en vano; abandónate lleno de confianza en su seno materno, pídele que te alcance esta virtud (de la humildad) que Ella tanto apreció; no tengas miedo de no ser atendido. María la pedirá para ti a ese Dios que ensalza a los humildes y reduce a la nada a los soberbios; y como María es omnipotente cerca de su Hijo, será con toda seguridad oída. Recurre a Ella en todas tus cruces, en todas tus necesidades, en todas las tentaciones. Sea María tu sostén, sea María tu consuelo (J. PECCI –León XIII–, Práctica de la humildad, 56).
5426 Felix culpa, canta la Iglesia, (Vigilia Pascual, Praeconium), feliz culpa, porque ha alcanzado tener tal y tan grande Redentor. Feliz culpa, podemos añadir también, que nos ha merecido recibir por Madre a Santa María. Ya estamos seguros, ya nada debe preocuparnos: porque Nuestra Señora, coronada Reina de cielos y tierra, es la omnipotencia suplicante delante de Dios. Jesús no puede negar nada a María, ni tampoco a nosotros, hijos de su misma Madre.(J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 288).
5427 Cese de ensalzar tu misericordia, oh bienaventurada Virgen María, quienquiera que, habiéndote invocado en sus necesidades, se acuerde de que no le hayas socorrido (SAN BERNARDO, Sermón sobre la Asunción de la Virgen, 4).
5428 Si se levantan los vientos de las tentaciones, si tropiezas con los escollos de la tentación, mira a la estrella, llama a María. Si te agitan las olas de la soberbia, de la ambición o de la envidia, mira a la estrella, llama a María. Si la ira, la avaricia o la impureza impelen violentamente la nave de tu alma, mira a María. Si turbado con la memoria de tus pecados, confuso ante la fealdad de tu conciencia, temeroso ante la idea del juicio, comienzas a hundirte en la sima sin fondo de la tristeza o en el abismo de la desesperación, piensa en María. En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María. No se aparte María de tu boca, no se aparte de tu corazón; y para conseguir su ayuda intercesora no te apartes tú de los ejemplos de su virtud. No te descaminarás si la sigues, no desesperarás si la ruegas, no te perderás si en ella piensas. Si ella te tiene de su mano, no caerás; si te protege, nada tendrás que temer; no te fatigarás sí es tu guía; llegarás felizmente al puerto si Ella te ampara (SAN BERNARDO. Hom. sobre la Virgen Madre, 2).
5429 A ti, María, el Hijo de Dios y a la vez Hijo tuyo, desde lo alto de la cruz indicó a un hombre y dijo: "He ahí a tu hijo" (Jn 19, 26). Y en aquel hombre te ha confiado a cada hombre. Te ha confiado a todos. Y Tú, que en el momento de la Anunciación, en estas sencillas palabras: "He aquí la sierva del Señor; hágase en mi según tu palabra" (Lc 1, 38), has concentrado todo el programa de tu vida, abrazas a todos, te acercas a todos, buscas maternalmente a todos. De esta manera se cumple lo que el último Concilio ha declarado acerca de tu presencia en el misterio de Cristo y de la Iglesia. Perseveras de manera admirable en el misterio de Cristo, tu Hijo unigénito, porque estás siempre dondequiera están los hombres sus hermanos, dondequiera está la Iglesia. (JUAN PABLO II, Hom. en Guadalupe (México), 27-1-1979).
5430 Así pues, para gloria de la Virgen y consuelo nuestro, Nos proclamamos a María Santísima Madre de la Iglesia, es decir, Madre de todo el pueblo de Dios, tanto de los fieles como de los pastores, que la llaman Madre amorosa, y queremos que de ahora en adelante sea honrada e invocada por todo el pueblo cristiano con este gratísimo título (PABLO VI, Discurso en el Conc. Vat. 2, 21-XI-1964).
5431 Jesús, viendo a su Madre y al discípulo a quien amaba, que estaba allí, dijo a la Madre: mujer, he ahí a tu hijo (Jn 19, 26). Así, de un modo nuevo, ha legado su propia Madre al hombre: al hombre, a quien ha transmitido el Evangelio. La ha legado a todo hombre. La ha legado a la Iglesia en el día de su nacimiento histórico, el día de Pentecostés. Desde aquel día toda la Iglesia la tiene como Madre. Y todos los hombres la tienen como Madre. Entienden como dirigidas a cada uno las palabras pronunciadas desde la Cruz. Madre de todos los hombres. La maternidad espiritual no conoce límites. Se extiende en el tiempo y en el espacio. ¡Alcanza tantos corazones humanos! Alcanza a las naciones enteras (JUAN PABLO II, Aud. gen. 10-1-1979).
5432 María edifica continuamente la Iglesia, la aúna, la mantiene compacta. Es difícil tener una auténtica devoción a la Virgen, y no sentirse más vinculados a los demás miembros del Cuerpo Místico, más unidos también a su cabeza visible, el Papa (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 139).
5433 En las Escrituras divinamente inspiradas, lo que se entiende en general de la Iglesia, virgen y madre, se entiende en particular de la Virgen María; y lo que se entiende de modo especial de María, virgen y madre, se entiende de modo general de la Iglesia, virgen y madre. Y cuando los textos hablan de una u otra, dichos textos pueden aplicarse indiferentemente a las dos (BEATO ISAAC, Sermón 51).
5434 Habitaré en la heredad del Señor. La heredad del Señor en su significado universal es la Iglesia, en su significado especial es la Virgen María y en su significado individual es también cada alma fiel. Cristo permaneció nueve meses en el seno de María; permanecerá en el tabernáculo de la fe de la Iglesia hasta la consumación de los siglos; y en el conocimiento y en el amor del alma fiel por los siglos de los siglos (BEATO ISAAC, Sermón 51).
5435 Con razón piensan los Santos Padres que María no fue un instrumento puramente pasivo en las manos de Dios, sino que cooperó a la salvación de los hombres con fe y obediencia libres. Como dice San Ireneo, obedeciendo se convirtió en causa de salvación para si misma y para todo el género humano. Por eso no pocos Padres antiguos afirman gustosamente con él en su predicación que "el nudo de desobediencia de Eva fue desatado por la obediencia de María mediante su fe"; y, comparándola con Eva, llaman a María "madre de los vivientes", afirmando aún con mayor frecuencia que "la muerte vino por Eva, la vida por María" (CONC. VAT. II, Const. Lumen gentium, 56).
5436 (María), obedeciendo, se hizo la causa de su propia salvación y de la de todo el género humano (SAN IRENEO, Trat. contra las herejías, 3).
5437 Toda la naturaleza ha sido creada por Dios, y Dios ha nacido de María. Dios lo creó todo, y María engendró a Dios; Dios, que hizo todas las cosas, se hizo a sí mismo de María; y de este modo rehizo todo lo que había hecho. El que pudo hacer todas las cosas de la nada, una vez profanadas, no quiso rehacerlas sin María
Dios, por tanto, es padre de las cosas creadas y María es madre de las cosas recreadas. Dios es padre de toda la creación, María es madre de la universal restauración
5438 Llegóse a Eva, la madre de todos los vivientes. Ella es la viña cuya cerca había abierto la muerte. Desde entonces Eva, la madre de todos los vivientes, se convirtió en causa de muerte para todos los vivientes
Floreció luego María, nueva viña en sustitución de la antigua, y en ella habitó Cristo, la nueva vida; para que, al acercarse confiadamente la muerte en su continua costumbre de devorar, encontrara escondida allí, en un fruto mortal, a la vida destructora de la muerte (SAN EFREN, Sermón sobre Nuestro Señor, 3-4).
5439 (...] Nuestra Señora nos enseña a tratar a Jesús, a reconocerle y a encontrarle en las diversas circunstancias del día, y de modo especial, en ese instante supremo –el tiempo se une con la eternidad– del Santo Sacrificio de la Misa: Jesús, con gesto de sacerdote eterno, atrae hacia si todas las cosas, para colocarlas, divino afflante Spiritu, con el soplo del Espíritu Santo, en la presencia de Dios Padre (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 94).
5440 ¿Cómo podríamos tomar parte en el sacrificio, sin recordar e invocar a la Madre del Soberano Sacerdote y de la Víctima? Nuestra Señora ha participado muy íntimamente en el sacerdocio de su Hijo durante su vida terrestre para que no esté ligada para siempre al ejercicio de su sacerdocio. Como estaba presente en el Calvario, está presente en la Misa, que es una prolongación del Calvario. En la Cruz asistía a su Hijo ofreciéndose al Padre; en el altar, asiste a la Iglesia que se ofrece a sí misma con su Cabeza, cuyo sacrificio renueva. Ofrezcamos a Jesús por medio de Nuestra Señora (P. BERNADOT, La Virgen en mi vida, p. 233).
5441 Las tres Personas divinas, viviendo y actuando en perfecta unidad [...], al hacer la obra maestra de su poder y de su bondad, quieren asociar la Virgen a sí mismas, en la mayor de sus obras [...]: han querido compartir la gloria de esta obra entre la Virgen y ellas. Escogiéndola entre todas las criaturas, la han hecho capaz y digna de dar con ellas esta nueva naturaleza, y de ser la Madre del Verbo encarnado, llevando una persona humana a tal poder y calidad, y dándole tanta parte en un misterio tan grande (PEDRO DE BERULLE; Les mystéres de Marie, pp. 199-200).
5442 El martirio de la Virgen está sugerido tanto en la profecía 5442 de Simeón como en el relato mismo de la Pasión del Señor. Este, decía el anciano hablando del niño Jesús, está puesto para ser señal de contradicción, y a ti misma, añadió, dirigiéndose a María, una espada te atravesará el alma (Lc 2, 34-35) [...]. De hecho, cuando tu Jesús –que es de todos, pero especialmente tuyo– rindió su espíritu, la lanza cruel no alcanzó su alma. Si le abrió el costado, sin perdonarle, estando ya muerto, sin embargo no le pudo causar dolor. Pero sí atravesó tu alma; en aquel momento la suya no estaba allí, pero la tuya no podía en absoluto separarse de él (SAN BERNARDO Sermón para el domingo de la octava de la Asunción, 14).
5442b (María) avanzaba en la peregrinación de la fe y en esta peregrinación suya hasta los pies de la Cruz se ha realizado, al mismo tiempo, su cooperación materna en toda la misión del Salvador mediante sus acciones y sufrimientos. A través de esta colaboración en la obra del Hijo Redentor, la maternidad misma de María conocía una transformación singular, colmándose cada vez más de "ardiente caridad" hacia todos aquellos a quienes estaba dirigida la misión de Cristo. Por medio de esta "ardiente caridad", orientada a realizar en unión con Cristo la restauración de la "vida sobrenatural de las almas" (CONC. VAT. II, Const. Lumen gentium, 62), María entraba de manera muy personal en la única mediación "entre Dios y los hombres", que es la mediación del hombre Cristo Jesús (JUAN PABLO II, Enc. Redemptoris mater, n. 39).
5443 Uno solo es nuestro Mediador, según las palabras del Apóstol [...] (1Tm 2, 5-6). Sin embargo, la misión materna de María para con los hombres no oscurece ni disminuye en modo alguno esta mediación única de Cristo; antes bien, sirve para demostrar su poder. Pues todo el influjo salvífico de la Santísima Virgen sobre los hombres no dimana de una necesidad ineludible, sino del divino beneplácito y de la superabundancia de los méritos de Cristo; se apoya en la mediación de éste, depende totalmente de ella y de la misma saca todo su poder. Y, lejos de impedir la unión inmediata de los creyentes en Cristo, la fomenta. (CONC. VAT. II, Const. Lumen gentium, 60).
5443b La mediación de María está íntimamente unida a su maternidad y posee un carácter específicamente materno que la distingue del de las demás criaturas que, de un modo diverso y siempre subordinado, participan de la única mediación de Cristo, siendo también la suya una mediación participada (JUAN PABLO II, Enc. Redemptoris mater, n. 38).
5444 Asunta a los cielos, no ha dejado esta misión salvadora, sino que con su múltiple intercesión continúa obteniéndonos los dones de la salvación eterna. Con su amor materno se cuida de los hermanos de su Hijo, que todavía peregrinan y se hallan en peligros y ansiedad hasta que sean conducidos a la patria bienaventurada. Por este motivo, la Santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora (CONC. VAT. II, Const. Lumen gentium, 62).
5445 María es nuestra mediadora, por ella recibimos, ¡oh Dios mío! tu misericordia, por ella recibimos al Señor Jesús en nuestras casas. Porque cada uno de nosotros tiene su casa y su castillo, y la Sabiduría llama a las puertas de cada uno; si alguna la abre, entrará y cenará con él (SAN BERNARDO, Hom. en la Asunción de la B. Virgen María, 2, 2).
5446 ¿Quién podrá investigar, pues, ¡oh Virgen bendita!, la longitud y latitud, la sublimidad y profundidad de tu misericordia? Porque su longitud alcanza hasta su última hora a los que la invocan. Su latitud llena el orbe de la tierra para que toda la tierra esté llena de su misericordia. En cuanto a su sublimidad, fue tan excelsa que alcanzó la restauración de la ciudad celestial, y su profundidad fue tan honda que obtuvo la redención para los que estaban sentados en las tinieblas y sombras de la muerte (...), de suerte que tu potentísima y piadosísima caridad está llena de afecto para compadecerse y de eficacia para socorrer a los necesitados; en ambas cosas es igualmente rica y exuberante. A esta fuente generosa, pues, corra sedienta nuestra alma; a este cúmulo de misericordia recurra con toda solicitud nuestra miseria (SAN BERNARDO, Hom. en la Asunción de la B. Virgen María, 4, 8-9).
5447 Aquello poco que desees ofrecer, procura depositarlo en manos de María, graciosísimas y dignísimas de todo aprecio, a fin de que sea ofrecido al Señor, sin sufrir de El repulsa (SAN BERNARDO, Hom. en la Natividad de la B. Virgen María, 18).
5448 Ya no parecerá estar de más la mujer bendita entre todas las mujeres, pues se ve claramente el papel que desempeña en la obra de nuestra reconciliación, porque necesitamos un mediador cerca de este Mediador, y nadie puede desempeñar tan provechosamente este oficio como María (SAN BERNARDO, Hom. para el domingo infraoctava de la Asunción, 2).
5449 La consecuencia de esta comunidad de sentimientos y dolores entre María y Jesús es que María mereció ser reparadora dignísima del orbe perdido y, por tanto, la dispensadora de todos los tesoros que Jesús nos conquistó con su muerte y con su sangre (SAN Pío X, Enc. Ad diem illum, 2-11-1904).
5450 Asociada como Madre y Ministra al Rey de los mártires en la obra inefable de la humana redención, le queda para siempre asociada, con un poder casi inmenso, en la distribución de las gracias que se derivan de la redención (Pío XII, Radiomensaje "Bendito sea el Señor", 13-V-1946).
5451 [María es] puerto de los que naufragan, consuelo del mundo, rescate de los cautivos, alegría de los enfermos (SAN ALFONSO M.ª DE LIGORIO, Visitas al Stmo. Sacramento, 2).
5452 Siempre que tengamos que pedir una gracia a Dios, dirijámonos a la Virgen Santa, y con seguridad seremos escuchados (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la pureza).
5453 Con todo lo íntimo de nuestra alma, con todos los afectos de nuestro corazón y con todos los sentimientos y deseos de nuestra voluntad, veneremos a María, porque ésta es la voluntad de aquel Señor que quiso que todo lo recibiéramos por María. Esta es su voluntad para bien nuestro. Mirando en todo y siempre al bien de los necesitados, consuela nuestro temor, excita nuestra fe, fortalece nuestra esperanza, disipa nuestra desconfianza y anima nuestra pusilanimidad. (S. BERNARDO, Hom. en la Natividad de la B. Virgen María, 7).
5454 Nuestra Señora es descanso para los que trabajan, consuelo de los que lloran, medicina para los enfermos, puerto para los que maltrata la tempestad, perdón para los pecadores, dulce alivio de los tristes, socorro de los que rezan (SAN JUAN DAMASCENO, Hom. en la Dormición de la B. Virgen María).
5455 No le faltaba a Dios, ciertamente, poder para infundirnos la gracia sin valerse de este acueducto, sí El hubiera querido, pero quiso proveerse de ella por este conducto (SAN BERNARDO, Hom. en la Natividad de la B. Virgen María, 18).
5456 [María es el] acueducto que, recibiendo la plenitud de la misma fuente del corazón del Padre, nos la franqueó a nosotros [...J; con todo lo íntimo, pues, de nuestra alma, con todos los afectos de nuestro corazón y con todos los sentimientos y deseos de nuestra voluntad, veneremos a María, porque ésta es la voluntad de aquel Señor que quiso que todo lo recibiéramos por María (SAN BERNARDO Hom. en la Natividad de la B. Virgen María, 4-7).
5456b ¡Desgraciada el alma que se cierra a este canal de gracias por no cuidar de encomendarse a María! Cuando Holofernes quiso apoderarse de la ciudad de Betulia, cortó las conducciones de agua (Jud 7, 6). El demonio hace lo propio; cuando quiere apoderarse de un alma, la hace abandonar la devoción a María Santísima, pues, cerrado este canal, perderá fácilmente la luz divina, el temor de Dios y, finalmente, la salvación eterna (SAN ALFONSO M.ª DE LIGORIO, Las glorias de María, II, 2).
5457 No apartes los ojos del resplandor de esta estrella si quieres no ser destruido por las borrascas (SAN BERNARDO, Hom. sobre la Virgen Madre, 2).
5458 María es el tesoro de Dios y la tesorera de todas las misericordias que nos quiere dispensar (SAN ALFONSO M.ª DE LIGORIO, Visitas al Stmo. Sacramento, 25).
5459 Este hilo de agua celestial ha descendido a nosotros por un acueducto que nos distribuye el agua de la fuente, no toda de una vez, sino que hace caer la gracia gota a gota sobre nuestros corazones resecos, a unos más, a otros menos. El acueducto está lleno, de suerte que todos reciben de su plenitud, sin recibir la plenitud que él contiene
Si no me engaño, ya habéis adivinado cuál es este acueducto que, recibiendo la plenitud de la fuente que brota en el corazón del Padre, nos distribuye en seguida a nosotros lo que somos capaces de recibir. Sabéis, en efecto, a quién se dirigían estas palabras: Dios te salve, llena de gracia [...] (SAN BERNARDO, Hom. en la Natividad de la B. Virgen María, 3-5).
5460 Las madres no contabilizan los detalles de cariño que sus hijos les demuestran; no pesan ni miden con criterios mezquinos. Una pequeña muestra de amor la saborean como miel, y se vuelcan concediendo mucho más de lo que reciben. Si así reaccionan las madres buenas de la tierra, imaginaos lo que podremos esperar de nuestra Madre Santa María (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 280).
5461 Para todos abre el seno de su misericordia, a fin de que todos reciban de su plenitud; el cautivo la libertad, el enfermo la curación, el afligido el consuelo, el pecador el perdón, el justo la gracia, el ángel la alegría, en fin, la Trinidad entera la gloria, y el Hijo su carne humana. No hay nada que escape a su calor (Sal 19, 7) (SAN BERNARDO Hom. Para el domingo infraoctava de la Asunción, 1-2).
5462 Pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial (Pío XII, Const. Apost. Munificentissimus Deus, l –XI– 1950).
5463 En la economía de la gracia perdura sin cesar el momento del asentimiento que prestó fielmente en la Anunciación, y que mantuvo sin vacilar al pie de la Cruz hasta la consumación perpetua de todos los elegidos. Pues, asunta a los cielos, no ha dejado esta misión salvadora, sino que con su múltiple intercesión continúa obteniéndonos los dones de la salvación eterna (CONC. VAT. II, Const. Lumen gentium, 62).
5464 Subió al cielo nuestra Abogada, para que, como Madre del Juez y Madre de Misericordia, tratara los negocios de nuestra salvación (SAN BERNARDO, Hom. en la Asunción de la B. Virgen María, 1).
5465 Un precioso regalo envió al cielo nuestra tierra hoy [...]. Subiendo a lo alto, la Virgen bienaventurada otorgará copiosos dones a los hombres. ¿Y cómo no dará? Ni le falta poder ni voluntad. Reina de los cielos es, misericordiosa es; finalmente, Madre es del Unigénito de Dios (SAN BERNARDO, Hom. en la Asunción de la B. Virgen María, 1).
5466 La Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de culpa original, terminado el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial y fue ensalzada por el Señor como Reina universal con el fin de que se asemejase de forma más plena a su Hijo, Señor de señores (Ap 19, 16) y vencedor del pecado y de la muerte (CONC. VAT. II, Const. Lumen gentium, 59).
5467 Pero, ¿y quién será capaz de pensar siquiera cuán gloriosa iría hoy la reina del mundo y con cuánto afecto y devoción saldría toda la multitud de los ejércitos celestiales a su encuentro? ¿Con qué cánticos sería acompañada hasta el trono de la gloria, con qué semblante tan plácido, con qué rostro tan sereno, con qué alegres abrazos seria recibida del Hijo y ensalzada sobre toda criatura con aquel honor que Madre tan grande merecía, con aquella gloria que era digna de tan gran Hijo? (SAN BERNARDO, Hom. en la Asunción de la B. Virgen María, 1, 4).
5468 ¡Templo vivo de la santísima divinidad del Hijo único! ¡Madre de Dios! Lo repito con acción de gracias: tu asunción de ninguna manera te ha alejado de los cristianos. Tú vives incorruptible y sin embargo no moras lejos de este mundo de corrupción; al contrario, estás cerca de los que te invocan, y los que te buscan con fe te encuentran (SAN GERMAN DE CONSTANTINOPLA, Hom. 1 para la Dormición de la Madre de Dios).
5469 Todas las generaciones me llamarán dichosa (Lc 1, 48), dijo María en su cántico profético; Bendita eres entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre, Jesús". Le responden a eco, a lo largo de los tiempos, pueblos de todas las latitudes, razas y lenguas. Unos más esclarecidos, otros menos, los fieles cristianos no cesan de recurrir a Nuestra Señora, la Santa Madre de Dios: en momentos de alegría, invocándola "Causa de nuestra alegría"; en momento de aflicción, llamándola "Consoladora de los afligidos"; y en momentos de desvarío, implorándola "Refugio de los pecadores" [...] (JUAN PABLO II, Hom. 8-VII-1980).
5470 Los que consideran superadas las devociones a la Virgen Santísima, dan señales de que han perdido el hondo sentido cristiano que encierran, de que han olvidado la fuente de donde nacen: la fe en la voluntad salvadora de Dios Padre, el amor a Dios Hijo que se hizo realmente hombre y nació de una mujer, la confianza en Dios Espíritu Santo que nos santifica con su gracia. Es Dios quien nos ha dado a María, y no tenemos derecho a rechazarla, sino que hemos de acudir a Ella con amor y con alegría de hijos (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 142).
5471 Así como los grandes del mundo tienen a grande honra y gloria el que otros hombres lleven su librea, así también María Santísima se complace en que sus devotos y fieles servidores vistan su escapulario, para dar testimonio de que están consagrados a su servicio y que pertenecen a la familia de la Madre de Dios. Los herejes modernos se ríen maliciosamente de esta devoción; pero la Santa Iglesia la ha aprobado por muchas Bulas, y la ha enriquecido con el tesoro de las indulgencias. (SAN ALFONSO M.ª DE LIGORIO Las glorias de María, l.c., p. 601).
5472 Y esta práctica (del pudor y de la modestia) será una lección viva y atrayente enseñanza, que arrastre las almas hacia la santidad. Pero habéis de hacerlo con la humildad de María, que oye a todos como discípula y aprendiz de virtudes, aunque era doctora consumada en la difícil ciencia de ellas (SAN AMBROSIO, Trat. sobre las vírgenes, 2).
5473 María fue purificada para dar ejemplo de obediencia y de humildad (SANTO TOMÁS, Suma Teológica, 1-2, q. 1, a. 2).
5474 En el recogimiento llevaba la mejor defensa, decoro y modestia, la cual resplandecía en sus movimientos y palabras con tal arte, que se granjeaba el respeto y veneración de cuantos la veían, alejada de las vanidades y entregada por entero a la virtud. De donde aprenderán las vírgenes a ser vigilantes de si mismas y guardadoras de su recato, si desean que las gentes las respeten (SAN AMBROSIO, Trat. sobre las vírgenes, 2).
5475 Haberse turbado fue pudor virginal; no haberse perturbado, fortaleza; haber callado y pensado, prudencia (SAN BERNARDO, Hom. sobre la Virgen Madre, 3).
5476 Sí quieres que Dios te conceda más fácilmente la humildad, toma por abogada y protectora a la Santísima Virgen. San Bernardo dice que María se ha humillado como ninguna otra criatura, y siendo la más grande de todas, se ha hecho la más pequeña en el abismo profundísimo de su humildad (J. PECCI –León XIII–, Práctica de la humildad, 56).
5477 He aquí, dice, la esclava del Señor. ¿Qué humildad es ésta tan alta que no se deja vencer de las honras ni se engrandece en la gloria? Es escogida por Madre de Dios y se da el nombre de esclava (...]. No es cosa grande ser humilde en el abatimiento, pero es muy grande y muy rara ser humilde en el honor (SAN BERNARDO Hom. sobre la Virgen Madre, 4).
5478 Sírvanos la vida de María de modelo de virginidad, cual imagen que se hubiera trasladado a un lienzo; en ella, como en espejo, brilla la hermosura de la castidad y la belleza de toda virtud. Virgen no sólo en la carne, sino también en su alma, sin que la menor doblez de malicia corrompiese la pureza de sus afectos; humilde en su corazón, prudente en las palabras, madura en el consejo, parca en su conversación [...] solícita en sus labores. A nadie hizo mal, quiso bien a todos, respetó a los mayores, fue amable para con los iguales [...]. He aquí la imagen de la verdadera virginidad. Esta fue María, cuya vida pasó a ser norma para todas las vírgenes (SAN AMBROSIO, Trat. sobre las vírgenes, 2).
5479 Al querer hablar de las virtudes de esta augusta Reina, si bien es cierto que los Evangelios nos suministran muy pocos datos, sin embargo, cuando nos dicen que estuvo llena de gracia, nos dicen, de callada, que estuvo adornada de todas las virtudes, y que las tuvo todas en grado heroico. "De tal suerte que, mientras los demás Santos –como dice Santo Tomás– sobresalieron cada cual en una virtud particular, la bienaventurada Virgen María se aventajó en todas las virtudes, y en todas y en cada una de ellas puede ser nuestro ejemplar y modelo". (SAN ALFONSO M.ª DE LIGORIO, Las virtudes de María Santísima, l.c., p. 545).
5480 María proclama que la llamarán bienaventurada todas las generaciones (Lc 1, 48). Humanamente hablando, ¿en qué motivos se apoyaba esa esperanza? ¿Quién era Ella, para los hombres y mujeres de entonces? Las grandes heroínas del Viejo Testamento –Judit, Ester, Débora– consiguieron ya en la tierra una gloria humana, fueron aclamadas por el pueblo, ensalzadas. El trono de María, como el de su Hijo, es la Cruz. Y durante el resto de su existencia, hasta que subió en cuerpo y alma a los Cielos, es su callada presencia la que nos impresiona. San Lucas, que la conocía bien, anota que está junto a los primeros discípulos, en oración. Así termina sus días terrenos, la que habría de ser alabada por las criaturas hasta la eternidad. (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 286).
5481 Aun con haber merecido alumbrar al Hijo del Altísimo, era ella humildísima, y al nombrarse no se antepone a su esposo, diciendo: "Yo y tu padre", sino: Tu padre y yo. No tuvo en cuenta la dignidad de su seno, sino la jerarquía conyugal. La humildad de Cristo, en efecto, no había de ser para su Madre una escuela de soberbia. (S. AGUSTÍN, Sermón 51).
5482 Ved la humildad de la Virgen, ved su devoción: Y dijo María: He aquí la esclava del Señor. Se llama esclava la que es elegida como Madre, y no se llena de orgullo por una promesa tan sorprendente: porque la que había de dar a luz al manso y humilde, debió manifestar ante todo su humildad; llamándose a si misma esclava, no se apropió la prerrogativa de una gracia tan especial, porque hacia lo que le mandaban (SAN AMBROSIO, en Catena Aurea, vol. V, p. 50).
5483 Nuestra Señora es, en términos positivos, el buen instrumento que se identifica por completo con la misión recibida. Una vez conocidos los planes de Dios, Santa María los hace cosa propia; no son algo ajeno para Ella. En el cabal desempeño de tales proyectos compromete por entero su entendimiento, su voluntad y sus energías. En ningún momento se nos muestra la Santísima Virgen como una especie de marioneta inerte: ni cuando emprende, vivaz, el viaje a las montañas de Judea para visitar a Isabel; ni cuando, ejerciendo de verdad su papel de Madre, busca y encuentra a Jesús Niño en el templo de Jerusalén; ni cuando provoca el primer milagro del Señor; ni cuando aparece –sin necesidad de ser convocada– al pie de la Cruz en que muere su Hijo... Es Ella quien libremente, como al decir Hágase, pone en juego su personalidad entera para el cumplimiento de la tarea recibida: una tarea que de ningún modo le resulta extraña: los de Dios son los intereses personales de Santa María. No es ya sólo que ninguna mira privada suya dificultase los planes del Señor: es que, además, aquellas miras propias eran exactamente estos planes. (J.M. PERO SANZ La hora sexta, p. 292).
5484 Como flores en alegre jardín brillan en el alma de María las virtudes: en su pudor muéstrase el recato; en su fe, la firmeza y el valor; en su devoción, el amor obsequioso. Como virgen, ama el retiro de su casa y no sale de ella sin compañía; como madre, acude al templo a ofrecer a su Hijo a Dios (SAN AMBROSIO, Trat. sobre las vírgenes, 2).
5485 Es virgen en el cuerpo y virgen en el alma, limpia de desordenados afectos. Humilde de corazón, prudente en el juicio, grave y mesurada en el hablar, recatada en el trato, amiga del trabajo [...]. A nadie ofende, a todos sirve; es respetuosa con los mayores y afable con los iguales
Enemiga de honras mundanas, regula sus acciones con el dictado de la razón, moviéndose sólo por el amor a la virtud. Jamás dio enojo a sus padres ni con un leve gesto. Jamás afligió al humilde, ni menospreció al débil, ni volvió la espalda al necesitado, ni tuvo trato con hombres, fuera del que pedía la misericordia y toleraba el pudor. Sus ojos no conocieron el fuego de la lujuria, ni en sus palabras sonaron acentos de procacidad, ni en su continente faltó nunca la decencia
5486 Todo el que vive sincera y profundamente la devoción mariana siéntese ciertamente inclinado a vigilar, a orar, a acercarse al tribunal de la Penitencia y a la Eucaristía (Pío XII, Enc. Sacra virginitas, 25-3-1954).
5487 Retírense, pues, esos vanidosos que tienen miedo de que hagamos demasiado honor a la Virgen. Ella es digna de todo el honor que pertenece a la pura criatura, tanto espiritual como corporal. Los que no son abortos del cristianismo, sino que pertenecen a la verdadera generación de Jesucristo, aman a esta Señora, la honran y la alaban en todo y por todo: Todas las generaciones me llamarán bienaventurada (SAN FRANCISCO DE SALES, Sermón de Pentecostés).
5488 Si buscáis a María, encontraréis a Jesús. Y aprenderéis a entender un poco lo que hay en ese corazón de Dios que se anonada [...]. (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 144).
5489 No hay duda de que cuantas alabanzas dirigimos a la Virgen Madre pertenecen al Hijo; y que, igualmente, cuando honramos al Hijo no nos apartamos de la gloría de la Madre (SAN BERNARDO, Hom. sobre la Virgen Madre, 4).
5490 El camino para penetrar en los sufrimientos del Hijo es penetrar en los sufrimientos de la Madre (CARD. J. H. NEWMAN Sermón para el Dom. III de Cuaresma. Ntra. Sra. en el Evangelio).
5491 Fue enviado el ángel Gabriel por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret. ¿Te admiras de que la pequeña ciudad de Nazaret sea agraciada con un embajador de tan gran Rey y con una embajada de tanta importancia? En esta ciudad se oculta un tesoro riquísimo, se oculta a los hombres, no a Dios. ¿Por ventura no es María el tesoro de Dios? En cualquier parte que ella esté, está el corazón de Dios. Sus ojos están puestos en ella; en todas partes mira la humildad de su Sierva (SAN BERNARDO, Hom. en la Anunciación, 3).
5492 El amor a la Señora es prueba de buen espíritu, en las obras y en las personas singulares. Desconfía de la empresa que no tenga esa señal (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, 505).
5493 Que nuestra alma sedienta acuda a esta fuente, y que nuestra miseria recurra a este tesoro de compasión [...J. Virgen bendita, que tu bondad haga conocer en adelante al mundo la gracia que tú has hallado junto a Dios: consigue con tus oraciones el perdón de los culpables, la salud de los enfermos, el consuelo de los afligidos, ayuda y libertad para los que están en peligro (SAN BERNARDO, Hom. en la Asunción de la B. Virgen María, 1, 7-8).
5494 Recordare, Virgo Mater Dei, dum steteris in conspectu Domini, ut loquaris pro nobis bona. Acuérdate, Virgen Madre de Dios, cuando estés delante del Señor, de decirle cosas buenas de mí. (Oración sobre ofrendas, de la Misa de Santa María Medianera de todas de todas las gracias).