Catena Áurea
Cap. 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16
← Mc 1, 12-13 →
Y en seguida el espíritu le arrojó al desierto. Y estuvo en el desierto cuarenta días y cuarenta noches, y fue tentado por Satanás. Y estaba con las fieras, y los ángeles le servían. (vv. 12-13)
San Crisóstomo, hom. 13 sobre San Mat
Porque Cristo lo hacía y soportaba todo para enseñanza nuestra, empezó, después del bautismo, por habitar en el desierto. Allí luchó contra el diablo para que cada uno de los bautizados resistiese pacientemente las mayores tentaciones después del bautismo, y para que permaneciese vencedor resistiéndolo todo, no turbándose si algo sucedía fuera de lo que esperaba. Pues aunque Dios permita que las tentaciones sean de muchas y variadas maneras, las permite también para que sepamos que el hombre tentado se constituye en el mayor honor, pues no se dirige el diablo sino a los que ve en grande elevación. Se dice: "Y en seguida el Espíritu le arrojó al desierto". De este modo el evangelista no nos lo muestra simplemente yendo al desierto, sino arrojado a él, para que entendamos que así se hace explícita la disposición divina. También nos enseña de este modo que no debe el hombre arrojarse por sí mismo a la tentación, sino que ha de vencerla cuando de otra parte fuera como arrojado a ella.
Beda
Para que nadie dude quién fue el Espíritu que lo arrojó al desierto, San Lucas (4, 1) puso en primer lugar, con buen consejo, que Jesús volvió del Jordán lleno del Espíritu Santo, para luego concluir: "Y era llevado al desierto por el Espíritu". Con esto nadie debe juzgar que el espíritu inmundo prevalecería contra El, quien lleno del Espíritu Santo iba donde quería y hacía lo que quería.
San Crisóstomo, ut sup
Lo arrojó el Espíritu al desierto, para ofrecer ocasión al diablo para que le tentase no sólo por el hambre, sino por el lugar, ya que el diablo se acerca con preferencia a los que ve que permanecen solitarios.
Beda
Se retira también al desierto para enseñarnos a abandonar los halagos del mundo y las malas amistades, y a guardar en todo los preceptos divinos. Fue tentado por el diablo, para indicarnos que todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo sufren persecuciones ( 2Tim 3, 12). Y continúa: "Y estuvo en el desierto cuarenta días y cuarenta noches, y era tentado por Satanás". Fue tentado cuarenta días y cuarenta noches para mostrarnos que por todo el tiempo que servimos al Señor en esta vida, sea que nos halague la prosperidad (lo que pertenece al día) o que la adversidad nos hiera (lo que conviene al aspecto de la noche), en todo tiempo se halla presente el adversario que con la tentación no cesa de poner obstáculos a nuestro camino. Los cuarenta días y noches representan todo el tiempo de este siglo, porque el mundo, en el cual servimos al Señor, tiene cuatro partes; diez son los preceptos, por cuya observancia combatimos contra el enemigo; y cuatro veces diez hacen cuarenta.
"Y estaba, prosigue, entre las fieras".
San Crisóstomo
Dice esto para mostrar qué clase de desierto era. No había en él camino para los hombres, y estaba lleno de animales feroces. Y añade: "Y los ángeles le servían". Porque después de la tentación y de la victoria contra el diablo, obró la salvación de los hombres. Y como dice la Escritura (Hb 1, 14): "Los Angeles son enviados para servir a aquellos que toman la herencia de salvación". Es de notar que los ángeles servidores asisten a los que han vencido la tentación.
Beda
Debemos considerar también que Cristo mora entre las fieras como hombre, y que es servido por ministerio angélico como Dios. Del mismo modo nosotros, cuando en el yermo de un trato santo toleramos las bárbaras costumbres de los hombres sin manchar nuestra alma, merecemos el ministerio de los ángeles, con los cuales, libres del cuerpo, nos trasladamos a la eterna felicidad.
San Jerónimo
Es cuando la carne no desea contra el espíritu cuando están pacíficas con nosotros las fieras, como en el arca de Noé los animales puros con los impuros ( Gén 7). Después de esto nos son enviados los ángeles ministros, para que den respuestas y consuelos a nuestros corazones vigilantes.