Catena Áurea

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Y Jesús habiéndolos convocado, les decía en parábolas: "¿Cómo puede Satanás expeler a Satanás? Y si un reino está dividido contra sí mismo, es imposible que subsista el tal reino. Y si una casa estuviera dividida contra sí misma, la tal casa no puede quedar en pie. Conque si Satanás se levanta contra sí mismo, está su reino en discordia, y no puede durar, antes está cerca su fin. Ninguno puede entrar en la casa del valiente para robarle sus alhajas, si primero no ata bien al valiente: después sí que podrá saquear la casa. En verdad os digo, añadió, que todos los pecados se perdonarán fácilmente a los hijos de los hombres, y aun las blasfemias que dijeren; pero el que blasfemare contra el Espíritu Santo no tendrá jamás perdón, sino que será reo de eterno juicio o condenación". Les decía esto porque le acusaban de que estaba poseído del espíritu inmundo. (vv. 23-30)


San Juan Crisóstomo, homilae in Mattaeum, hom. 42
Demuestra el Señor que era imposible lo que decían los blasfemos escribas, confirmando su demostración con un ejemplo. "Mas Jesús, prosigue, habiéndolos convocado les decía o refutaba con estos símiles. ¿Cómo puede Satanás expeler a Satanás?" Es como si dijera: Es forzoso que quede asolado un reino dividido en guerra interna, que es lo que se ve en las casas y en las ciudades: por esto si se divide en sí mismo el reino de Satanás, de modo que Satanás expulse de los hombres a Satanás, se aproximará la desolación del reino de los demonios. El reino de éstos consiste en tener sujetos a los hombres. Por lo tanto, si son arrojados de los hombres, la disolución de su reino es inevitable, mientras que, si conservan aún potestad sobre los hombres, es claro que su reino dura todavía, y no está dividido contra sí mismo.

Glosa
Mostrando con el ejemplo que el demonio no ha echado fuera al demonio, muestra de qué modo puede ser echado diciendo: "Ninguno puede entrar en la casa del valiente para robarle sus alhajas, si primero no ata bien al valiente", etc.

Teofilacto., super Cum fortis armatus.
En el fondo este ejemplo quiere decir: el demonio es fuerte; las alhajas son los hombres, en los cuales se refugia. ¿Cómo, pues, podrá nadie apoderarse de las alhajas, esto es, de los poseídos, sin vencer y sujetar antes al demonio? Por esto yo, que le arranco las alhajas, es decir, que libero a los hombres del espíritu maligno, sujeto antes a los demonios, los venzo y soy su enemigo. ¿Cómo decís, pues, que yo estoy poseído de Beelzebú, y siendo amigo de los demonios los lanzo fuera?

Beda.
El Señor ató también al fuerte, esto es, al diablo, en cuanto que le impidió sedujera a los elegidos, y entrando en la casa, o en el mundo, le quitó la casa y las alhajas, o los hombres, ya que librándolos del poder del diablo los ha unido a su Iglesia. O bien destruyó su casa, puesto que distribuyó entre los apóstoles y sus sucesores todas las partes del mundo dominadas en otro tiempo por el antiguo enemigo, para que atrajesen a los pueblos al camino de la vida. Así, pues, manifiesta el Señor el gran crimen que cometían al exclamar que era obra del diablo la que conocían que era de Dios, cuando dice: "En verdad os digo que todos los pecados se perdonarán", etc. No se perdonarán todos los pecados y blasfemias a todos los hombres en general, sino a los que hayan hecho penitencia proporcionada a sus errores en esta vida. Porque es un error el de Novaciano, que niega pueda ser perdonado el que no sale vencedor del martirio, como también el de Orígenes, quien afirma que todos los pecadores después del juicio universal y de innumerables evoluciones de los siglos, habrán de alcanzar el perdón de sus pecados: error que combaten las siguientes palabras del Señor: "Pero el que blasfemare contra el Espíritu Santo no tendrá jamás perdón".

San Juan Crisóstomo, homilia in Mattaeum, hom. 42
Y ciertamente dice que tiene excusa la blasfemia contra El, porque no lo veían sino como un hombre despreciable y bajo; pero que no tendrá perdón la dirigida contra Dios, y la blasfemia contra el Espíritu Santo es contra Dios, porque el reino de Dios es obra del Espíritu Santo. Por esto, pues, dice que es irremisible la blasfemia contra el Espíritu Santo. Ahora, en lugar de estas palabras: "Pero será reo de eterno delito", dice el Evangelista: "Ni en este siglo, ni en el futuro" ( Mt 12, 32). Debemos distinguir en esto el juicio según la ley que mandaba matar al que blasfemaba el nombre de Dios (Lv 24, 15), y el juicio de la otra vida: la segunda ley no excusa semejante delito. El que se bautiza queda fuera de este siglo, y los judíos desconocían la remisión que se obra por el bautismo. Al que atribuye por tanto al demonio los milagros y la expulsión de los demonios, que son obras solamente del Espíritu Santo, no le queda excusa ninguna por su blasfemia, y siendo ésta tal contra el Espíritu Santo no puede ser perdonada. Les decía esto porque le acusaban de que estaba poseído del espíritu inmundo.

Teofilacto
Es preciso entender que no se consigue el perdón sino haciendo penitencia. Cuando se escandalizaban por la encarnación de Cristo, tenían alguna excusa, aunque no hiciesen penitencia, y podían esperar el perdón.

San Jerónimo,
O bien dice esto, porque no merecía la gracia de hacer penitencia para ser perdonado el que, conociendo que era Cristo, decía sin embargo que era el príncipe de los demonios.

Beda
No se debe con todo tener por reos de blasfemia irremisible a los que no creen que el Espíritu Santo sea Dios, porque no lo niegan por malicia diabólica, sino por humana ignorancia.

San Agustín, de Verbo Domini, serm. 11, 12
O es la impenitencia misma la blasfemia contra el Espíritu Santo que no se perdona. El hombre, que con su dureza y corazón impenitente va atesorando ira y más ira ( Rm 2), blasfema de palabra o con el pensamiento contra el Espíritu Santo, por quien se perdonan los pecados. "Porque le acusaban -prosigue- de que estaba poseído del espíritu inmundo", para manifestar que la causa ostensible de hablar así era que decían que lanzaba al demonio por Beelzebú; no porque sea blasfemia que no pueda perdonarse, puesto que se consigue su perdón con una verdadera penitencia, sino porque era ocasión de anunciar esta sentencia por el espíritu inmundo, a quien el Señor muestra dividido contra sí mismo por efecto del Espíritu Santo, quien une a los que acoge, perdonando los pecados que los dividían contra sí mismos: remisión a cuya gracia nadie resiste, sino el que tiene la dureza de un corazón impenitente. En otro pasaje dijeron del Señor los judíos que estaba poseído por el demonio ( Jn 8), y sin embargo, no les dijo que blasfemaban contra el Espíritu Santo, porque no le injuriaban al punto de presentarle dividido en sí mismo, como Beelzebú, por quien dijeron que podían ser lanzados los demonios.


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