Catena Áurea
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← Lc 1, 8-10 →
Y aconteció, que ejerciendo Zacarías su ministerio de sacerdote delante de Dios en el orden de su vez, según la costumbre del sacerdocio, salió por su suerte a poner incienso, entrando en el templo del Señor. Y toda la muchedumbre del pueblo estaba fuera orando a la hora del incienso. (vv. 8-10)
Beda
Dios constituyó por medio de Moisés un sumo sacerdote, a quien mandó que sucediese otro, por orden, cuando aquél hubiese muerto. Esto se vino observando hasta el tiempo de David, a quien se le mandó por Dios que instituyese muchos. Por eso ahora se afirma que Zacarías ejercía el sacerdocio en el turno de su grupo, cuando se dice: "Y aconteció que ejerciendo Zacarías su ministerio de sacerdote delante de Dios, en el orden de su vez, según la costumbre del sacerdocio, salió por su suerte", etc.
San Ambrosio
Parece que aquí se designa a Zacarías como sumo sacerdote. Porque una vez al año entraba solo el sumo sacerdote en el segundo santuario, no sin el sacrificio que ofrecía por él y por los pecados del pueblo.
Beda
No fue ahora elegido por una nueva suerte cuando había de entrar a ofrecer el incienso, sino por la suerte primera cuando sucedió a Abías en el orden de su pontificado. Prosigue: "Y toda la multitud del pueblo", etc. El incienso era llevado por el pontífice al Sancta Sanctorum, esperando todo el pueblo fuera del templo el día décimo séptimo de cada mes, según estaba mandado. A este día se le llamó de expiación o de propiciación. Exponiendo el Apóstol a los hebreos el misterio de este día, les manifiesta que Jesús es verdadero Pontífice, que subió a los cielos por su propia sangre, para reconciliarnos con el Padre, e interceder por los pecados de aquellos que todavía esperan orando a la puerta.
San Ambrosio
Este es, pues, aquel sumo sacerdote que aún se busca por suerte, quien es todavía desconocido como verdadero, porque el que es elegido por suerte no se comprende con humano juicio. El uno, pues, se buscaba, y el otro era verdadero Sacerdote eterno, que debía reconciliar a Dios Padre con el género humano, no con la sangre de las víctimas sino con su propia sangre. En ese entonces habían constantes cambios en el sacerdocio, ahora es eterno.