Catena Áurea
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← Lc 7, 11-17 →
Y aconteció después, que iba a una ciudad, llamada Naím: y sus discípulos iban con El, y una grande muchedumbre de pueblo. Y cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que sacaban fuera a un difunto, hijo único de su madre, la cual era viuda: y venía con ella mucha gente de la ciudad. Luego que la vio el Señor, movido de misericordia por ella, le dijo: "No llores". Y se acercó, y tocó el féretro (y los que lo llevaban, se pararon). Y dijo: "Mancebo, a ti digo, levántate". Y se sentó el que había estado muerto, y comenzó a hablar. Y le dio a su madre, y tuvieron todos grande miedo, y glorificaban a Dios, diciendo: "Un gran profeta se ha levantado entre nosotros: y Dios ha visitado a su pueblo". Y la fama de este milagro corrió por toda la Judea, y por toda la comarca. (vv. 11-17)
San Cirilo
El Señor obra prodigio sobre prodigio. Y mientras que antes había venido llamado, ahora viene sin que lo llamen. Por lo que se dice: "Y aconteció después que iba a una ciudad llamada Naim".
Beda
Naim es una ciudad de Galilea que dista dos leguas 1 del monte Tabor. Por permisión divina acompañaba una gran turba al Señor para que presenciase el milagro tan grande que iba a hacer. Por lo que sigue: "Y sus discípulos iban con El, y una grande muchedumbre de pueblo".
San Gregorio Niceno Tract. de anima et resurrectione, post medim
Aprendamos del Salvador la experiencia de la resurrección no tanto en las palabras como en sus obras. Empieza por milagros menores a fin de preparar nuestra fe para otros mayores. Empieza a ejercer el poder de la resurrección en la enfermedad desesperada del siervo del centurión. Después, con un acto de mayor poder conduce a los hombres a la fe de la resurrección, resucitando al hijo de una viuda que era llevado al sepulcro. Por lo que se dice: "Y cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que sacaban fuera a un difunto, hijo único de su madre".
Tito Bostrense
Podría decirse del siervo del centurión que no había de morir. Pero para reprimir ese lenguaje temerario, Jesucristo salió al encuentro de aquel joven que ya era difunto, hijo único de una viuda. Por lo que sigue: "La cual era viuda. Y venía con ella mucha gente de la ciudad".
San Gregorio Niceno De homini opificio
Estas pocas palabras expresan la intensidad de su dolor. Era madre viuda y ya no esperaba tener más hijos ni tenía otro a quien mirar en lugar del difunto. Solamene había criado a éste, y él solo constituía la alegría de la casa. El solo era toda la dulzura y todo el tesoro de la madre.
San Cirilo
Digno era de compasión este dolor y bien capaz de excitar el llanto y las lágrimas. Por lo que sigue: "Y luego que la vio el Señor, movido de misericordia por ella, le dijo: No llores".
Beda
Como diciendo: No le llores ya como muerto porque dentro de muy poco lo verás resucitar.
San Crisóstomo
Consolando así la tristeza y haciendo cesar las lágrimas nos enseña a consolarnos de la pérdida de nuestros difuntos esperando su resurrección. Toca, pues, el féretro, saliendo la vida al encuentro de la muerte. Por lo que sigue: "Y se acercó", etc.
San Cirilo
No hizo este milagro con sólo la palabra, sino que también tocó el féretro, para que comprendamos la eficacia del sagrado Cuerpo de Jesús para la salud de los hombres. Es, en efecto, el cuerpo de vida y la carne del Verbo omnipotente, de quien viene la virtud. Pues así como el hierro unido al fuego produce los efectos del fuego, así la carne, una vez unida al Verbo que da vida a todas las cosas, se hace también vivificadora y expulsiva de la muerte.
Tito Bostrense
El Señor no era semejante a Elías, que lloraba la muerte del hijo de la viuda de Sarepta ( 1Re 17), ni como Eliseo, que aplicó su mismo cuerpo al cuerpo de un difunto, ( 2Re 4) ni como San Pedro, que rogó por Thabita ( Hch 9), sino que El es quien llama a lo que no existe como a lo que existe ( Rom 4); que puede hablar a los muertos como a los vivos. Por lo que sigue: "Y dijo: Mancebo", etc.
San Gregorio Niceno
Esta palabra "mancebo" indica la flor de la edad, cuando empieza a apuntar la barba. Aquel que poco antes era la alegría y la dulzura de las miradas de su madre la cual suspiraba ya por la alegría de sus esponsales, y le contemplaba como el propagador de su raza, el vástago de su posteridad y el báculo de su vejez.
Tito Bostrense
Inmediatamente se levanta aquel a quien se dirige esa orden. Al poder de Dios nada resiste; no hay ninguna tardanza, ni tampoco oraciones. Por lo que sigue: "Y se sentó el que había estado muerto, y comenzó a hablar. Y le dio a su madre". Indicios son éstos de verdadera resurrección, pues un cuerpo muerto no puede hablar ni tampoco la mujer hubiese llevado a su casa un hijo muerto e inanimado.
Beda
Dice el evangelista que el Señor se movió primero a misericordia cuando vio a la madre y que después resucitó al hijo para darnos, por un lado, un modelo de misericordia y, por el otro, un motivo de creer en su poder maravilloso. Por lo que sigue: "Y tuvieron todos grande miedo, y glorificaban a Dios", etc.
San Cirilo
Este gran milagro se obró en un pueblo insensible e ingrato; porque poco tiempo después no creía que fuese profeta, ni que sirviera para utilidad del pueblo. Sin embargo, este milagro no se ocultó a ningún habitante de la Judea. Por lo que sigue: "Y la fama de este milagro corrió por toda la Judea", etc.
Ambrosio
Es oportuno notar que se cuentan siete resurrecciones antes de la de Jesucristo. De las cuales la primera es la del hijo de Sarepta ( 1Re 17); la segunda es la del hijo de la Sunamitis ( 2Re 4); la tercera es la que se verificó con las reliquias de Eliseo ( 2Re 3); la cuarta, la que se verificó en Naim, como aquí se dice; la quinta es la de la hija del príncipe de la sinagoga ( Mc 5); la sexta, la de Lázaro ( Jn 50); la séptima, en la pasión de Cristo, durante la cual resucitaron muchos cuerpos de santos ( Mt 27); la octava es la de Jesucristo, el cual, vencedor de la muerte, permanece siempre, para significar que la resurrección general que ha de tener lugar en la octava edad, no estará sujeta a la muerte sino que permanecerá indisoluble.
Beda
El difunto que se levantó a la vista de muchos fuera de las puertas de la ciudad, representa al hombre adormecido en el féretro de mortales culpas, y la muerte del alma, que no yace aun en el lecho del corazón, pero que se exhibe a noticia de muchos por sus palabras y sus obras (como por las puertas de la ciudad). Cada uno de los sentidos de nuestro cuerpo es como la puerta de una ciudad. El cual se llama hijo único de su madre, porque la Iglesia, compuesta de muchas personas, es sin embargo única madre. Que la Iglesia es viuda, lo reconoce toda alma que ha sido rescatada con la muerte del Señor.
San Ambrosio
Esta viuda, rodeada por una multitud de pueblo, nos parece algo más que una mujer; ella ha obtenido por sus lágrimas la resurrección del adolescente, su hijo único, el que es llamdo a la vida desde el cortejo fúnebre. A Ella se le prohibe llorar al que se le reservaba la resurrección.
Beda
O se confunde el dogma de Novato, el cual, queriendo abolir la purificación de los penitentes, niega que la Iglesia nuestra madre, llorando sobre la muerte espiritual de sus hijos, deba consolarse con la esperanza de devolverles la vida.
San Ambrosio
Este muerto era llevado en las cuatro materias elementales, sin embargo tenía la esperanza de resucitar porque iba al sepulcro en un lecho de madera -esta madera, aunque antes no nos aprovechaba, después de que Jesucristo murió sobre ella, empezó a darnos la vida-, para que sirviese de señal de que había de darse la salud al pueblo por medio del sacrificio de la cruz. En efecto, nosotros aisladamente yacemos sin vida, cuando el fuego de una pasión inmoderada nos consume, o el agua helada de la indiferencia nos inunda, o un estado perezoso de nuestro cuerpo terrestre amortigüa el vigor de nuestro espíritu.
Beda
O el féretro, en que es llevado muerto, representa la conciencia del pecador, que desconfía de la enmienda; los que le llevan al sepulcro son los deseos inmundos o las adulaciones de sus amigos, los cuales se detienen en cuanto Jesús toca el féretro. Su conciencia, tocada por el temor del juicio divino, vuelve sobre sí, refrenando sus pasiones, rechazando las alabanzas, y respondiendo al Salvador cuando le llama.
San Ambrosio
Si es tu pecado grave y no puedes lavarlo con las lágrimas de la penitencia, que llore por ti nuestra madre la Iglesia; que la turba te asista, y resucitarás de la muerte, dirás palabras de vida, todos temerán (con el ejemplo de uno se corrigen muchos), y también alabarán al Señor porque se ha dignado concedernos tan grandes remedios para evitar la muerte.
Beda
El Señor ha visitado a su pueblo no una vez sola revistiendo de carne a su Verbo, sino enviándole con frecuencia a los corazones de los hombres.
Teofilacto
Por esta viuda se puede también entender el alma que pierde a su esposo; esto es, la divina palabra. Su hijo es el entendimiento que es llevado fuera de la ciudad de los que viven. El lecho es su propio cuerpo a quien algunos han llamado sepulcro. Pero cuando el Señor lo toca, se levanta, se rejuvenece y, levantándose del pecado, empieza a hablar y a enseñar a otros, pues sin eso no se le creería.
Notas
1. Una legua equivale a 5572.7 metros.